Martin Scheuch - Sudaca.Pe

El honor mancillado de un cura católico

El P. Wolfgang Rothe, vicario parroquial en la zona de Múnich conocida como Perlach, además de tener un doctorado en teología y otro en derecho canónico, es un especialista en whisky, habiendo vertido sus conocimientos al respecto en ponencias y artículos en revistas especializadas, así como en programas de radio y televisión. No sólo le gusta degustar, con moderación por cierto, esta bebida espirituosa sino que también sabe relacionarla con temas culturales y espirituales. Además de haber publicado algunos libros sobre el tema, entre ellos “Agua de la vida: Introducción a la espiritualidad del whisky” (“Wasser des Lebens: Einführung in die Spiritualität des Whiskys”, Editions Sankt Ottilien, Sankt Ottilien 2018), también ha organizado peregrinaciones a Escocia, donde los participantes pueden visitar lugares importantes para la cultura del whisky y para la tradición espiritual cristiana.

En septiembre saldrá a la venta un nuevo libro del llamado “vicario del whisky”, que esta vez poco tiene que ver con el licor escocés, sino más bien con otro tema candente de actualidad: el abuso sexual en la Iglesia católica. El título: “Iglesia abusada: Un ajuste de cuentas con la moral sexual católica y sus defensores” (“Missbrauchte Kirche: Eine Abrechnung mit der katholischen Sexualmoral und ihren Verfechtern”, Droemer, München 2021). Puede parecer extraño que un clérigo católico publique un libro crítico sobre la Iglesia en relación a los abusos. Pero en este caso existe una razón de peso. El mismo P. Rothe fue víctima de abuso ya siendo sacerdote, y como ocurre con la mayoría de las víctimas, mantuvo silencio al respecto durante más de una década.

Resulta que en febrero de 2019 estaba viendo un programa de televisión donde Doris Reisinger (Wagner de soltera), una ex monja de la comunidad religiosa austríaca “Das Werk” (“La Obra”) quien había sido sometida sexualmente por un un sacerdote, mantenía un diálogo con el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena. Reisinger le decía al cardenal que durante años nadie le había creído cuando había relatado los abusos espirituales y sexuales que había sufrido en la comunidad. Le pregunta a Schönborn si él le cree. «Yo sí le creo», fue la respuesta del prelado. Cuando el P. Rothe escuchó eso, algo hizo clic en su interior. A él le había ocurrido algo semejante. El obispo emérito de la localidad austríaca de St. Pölten, Klaus Küng, había abusado sexualmente de él en el año 2004. Y durante unos 15 años había reprimido el recuerdo de esa experiencia, porque nadie le hubiera creído. Había llegado el momento de hablar, de modo que redactó una carta de diez páginas detallando todo lo que le había sucedido entonces y se la envío al cardenal Schönborn.

En 2004 ya había estallado el escándalo del seminario diocesano de St. Pölten, del cual el P. Rothe era vicerrector. En el año 2003 la policía había encontrado en los discos duros de las computadoras unas 40 mil imágenes de contenido sexual comprometedor, que incluían pornografía infantil, zoofilia e incluso fotos de seminaristas en situaciones comprometedoras. Incluso se difundió una imagen del mismo P. Rothe, en el cual parecía estar dándole un beso en la boca a un seminarista, lo cual el clérigo ha negado, indicando que no hubo nada de eso y que se trata de un malentendido debido al ángulo desde el cual fue tomada la foto. Sin duda alguna, esta interpretación es posible. A esto se suman las prácticas homosexuales, fiestas gay y romances entre seminaristas, algunos de los cuales también habrían acosado a niños en las parroquias circundantes. El obispo Kurt Krenn, miembro del Opus Dei, se vio obligado a renunciar y el cierre del seminario era inminente.

El sucesor de Krenn, el obispo Klaus Küng —quien fue primero nombrado visitador apostólico de la diócesis—, cita el 6 de diciembre de 2004 al P. Rothe a la residencia episcopal para anunciarle que quedaba relevado de todos sus cargos y que debía tomarse un tiempo de descanso. El sacerdote, descompuesto por la situación y temiendo por su reputación, sufre un desvanecimiento. El obispo, que había estudiado medicina para no tenía licencia para ejercer, le da una pastilla tranquilizante. Más tarde, de regreso en su habitación, el P. Rothe se toma una copa grande de vino tinto, sale al balcón de su departamento ubicado en la planta alta y cae desde lo alto. Afortunadamente, sólo se rompe una mano. Pero el análisis de sangre que le hacen en la clínica revela un dato inquietante: le había sido suministrado benzodiazepina, un psicofármaco.

¿Qué es lo que había sucedido como para que decidiera beber una buena cantidad de vino después de la visita al obispo? Había sido para vencer su asco y repugnancia ante hechos que durante 15 años se resistió a denunciar. El obispo Küng, sentado junto a él en el sofá, lo había acariciado, no en los genitales pero si en partes del cuerpo donde nadie desearía que lo toquen contra su voluntad. A pesar de estar sedado, el P. Rothe logró sustraerse al manoseo episcopal, pero era tal la vergüenza que le había sobrevenido, que calló el incidente. Y mantuvo ese silencio durante más de una década, hasta el momento en que decidió enviar la carta con su testimonio al cardenal Schönborn, quien meses después la remitiría a Roma para iniciar un proceso canónico.

Antes de que eso ocurriera, el P. Rothe ya había presentado una denuncia ante las autoridades civiles. En abril fue interrogado por la Policía Criminal de Múnich, posteriormente por la policía austríaca. Penalmente no se logró esclarecer la imputación contra el obispo Küng, dado que no había pruebas ni testigos de lo que había ocurrido en la residencia episcopal sino solamente palabra contra palabra, y en mayo de 2019 la fiscalía de St. Pölten archivó el proceso por prescripción del delito.

El 14 de septiembre de 2020 la diócesis de St. Pölten, ahora a cargo del obispo Alois Schwarz, emite un comunicado de prensa informando que el sacerdote Wolfgang Rothe había acusado al obispo emérito Klaus Küng de abuso sexual. El Vaticano había archivado el proceso, concluyendo que la acusación era infundada. «Para el obispo Küng, quien siempre rechazó los cargos de la manera más enérgica, con esta decisión de Roma el caso queda resuelto», concluye el comunicado.

Lo que no dice el texto es que en abril de 2020 el obispo Schwarz ya le había informado por carta al P. Rothe sobre la decisión vaticana, amonestándolo canónicamente con la advertencia de no mantener o difundir sus acusaciones en el ámbito público, bajo pena de ulteriores sanciones. Se debe tener en cuenta que este tipo de amonestación suele ser el paso previo a una suspensión.

El incidente sexual no fue el único de que fue víctima el P. Rothe después del accidente del balcón. Él mismo cuenta que se le aisló durante meses en un convento . Por indicación del obispo Küng, se le ordenó someterse a un test psiquiátrico-psicológico para determinar si era maricón, el cual ha sido considerado como “inequívocamente discriminatorio” y “atroz” por el psiquiatra forense Norbert Leygraf, consultado por el “Süddeutsche Zeitung”, uno de los diarios más importantes de Alemania. El obispo habría intentado de esta manera tener argumentos para cuestionar su idoneidad para el trabajo pastoral, especialmente con niños y jóvenes. Además, lo habría presionado a fin de que renuncie al sacerdocio e incluso habría buscado que se le reduzca al estado laical. La caída del balcón habría sido interpretada como un intento de suicidio, lo cual lo habría hecho no apto para seguir ejerciendo el sacerdocio, considerando que el derecho canónico establece que un intento de suicidio incapacita al candidato para recibir las órdenes sacerdotales. El obispo Küng también fracasaría en sus intentos de que el P. Rothe fuera trasladado a Rumanía.

Tras la archivación del proceso canónico y la amonestación recibida, el P. Rothe se sentía en un callejón sin salida. En julio de 2020 el periodista Bernd Kastner del “Süddeutsche Zeitung” toma contacto con él, tras conocerse el caso a través de medios periodísticos austríacos, sin ninguna participación del P. Rothe. Esta vez se le pudo convencer de que era conveniente que contara él mismo su historia a la prensa, y no de manera anónima como quería en un principio, sino con nombres y apellidos. Los dos artículos sobre su caso serían publicados en enero de 2021 en el “Süddeutsche Zeitung”.

El P. Rothe cree que ésta ha sido la decisión correcta. Ninguna autoridad eclesiástica se ha manifestado, ya sea para decirle que creen en su palabra, ya sea para sancionarlo. Romper el código del silencio ha sido para él la única manera de protegerse de los abusos de autoridad. «Hay situaciones en la vida en la que hay poner todo sobre el platillo de la balanza». Y esto es lo que ha hecho al publicar un libro donde no sólo relata su caso sino cuestiona una moral sexual que genera las condiciones para que los abusos se repitan una y otra vez en la Iglesia católica.

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