Jorge-Luis-Tineo

Tito Silva y sus “parodias musicales”

"Para plasmar su payasada, “Tito Silva Music” adapta los textos de ese audio íntimo a la línea melódica de la primera estrofa de Thank you, de la cantante de pop electroacústico Dido. La canción, contenida en No angel, su álbum debut, convirtió a la británica en una de las revelaciones de fines del siglo 20..."

Varias cosas lamentables se desprenden del revuelo que ocasionó, a nivel nacional e internacional, la publicación de un supuesto “influencer musical”, un muchacho peruano de 30 años que se hace llamar “Tito Silva Music” -su nombre legal es Alberto Silva Reyes- en la que “crea” una canción con letra alusiva al enésimo escandelete íntimo que protagonizó el ex Presidente de la República Martín Vizcarra Cornejo, quien fuera hasta hace tres años, factótum del milagro peruano, gracias a la organización impecable de los Juegos Panamericanos y que hoy se ha convertido, por culpa de sí mismo, en un hazmerreír permanente, fuente inacabable de notas grotescas que navegan entre demoliciones políticas, corruptelas de viejo cuño y banalidades de crónica rosa de quinta categoría.

Cuando decidí ocuparme del mamotreto, en esta columna semanal que rinde culto a la buena música, lo hice pensando que mi perspectiva debía estar dedicada a proponer una reflexión acerca del poco valor que tiene para el público masivo -sin importar, en este caso, separaciones socioeconómicas, niveles culturales o educativos, géneros ni opciones de ninguna clase-, la calidad de aquello que se le presenta con el fin de entretenerlo. La gente acepta, literalmente, cualquier cosa. Así venga en envases arrugados, borrosos y hasta manchados de mal gusto y corrupción. A la criollada, la chacota, la informalidad y la huachafería, cuatro anti-cualidades que definen y hasta enorgullecen a ciertos sectores de nuestra población, se les ha unido con fuerza arrolladora, desde hace menos de 40 años, la chabacanería. Y esta, a su vez, ha sufrido un deterioro tal que las chabacanerías locales de los ochenta parecen chistes infantiles comparadas con las que hoy vemos y sufrimos en la televisión y en las redes.

Esto con relación a la naturaleza vulgar del “exitazo” Mi bebito fiu fiu, que convierte en “canción” un “poema” escrito por una fallida candidata al Congreso de la República, Zully Pinchi (Somos Perú), y dedicado a Martín Vizcarra, en un audio de WhatsApp antes de tener un encuentro furtivo. Hay que recordar, si acaso es necesario, que el ex mandatario tiene 59 años, mientras que la aspirante a parlamentaria no tiene pasado político conocido y es 15 años menor, es decir tiene 44. Y, además, ambos son casados. Lo cual, sin ser de interés público, aumenta el potencial morboso de la noticia.

Para plasmar su payasada, “Tito Silva Music” adapta los textos de ese audio íntimo a la línea melódica de la primera estrofa de Thank you, de la cantante de pop electroacústico Dido. La canción, contenida en No angel, su álbum debut, convirtió a la británica en una de las revelaciones de fines del siglo 20, con otras canciones como Here with me, Hunter o Don’t think of me, con reminiscencias de The Cranberries, Gorillaz y Björk. Thank you, de letra luminosa y sonido apacible, fue transformada por Eminem -otra de las revelaciones comerciales del último tramo de los noventa- en una tragedia. Sampleó su primera estrofa, con letra y todo, para armar Stan, la historia de un joven fanático suyo que, frustrado por no concretar una comunicación con su ídolo, comienza a perder el control, se autolesiona, ataca a su familia y, finalmente, pierde la vida en un choque por manejar a excesiva velocidad y totalmente alcoholizado, matándose él y su pareja embarazada. Este fue uno de los singles principales del tercer disco del rapero blanco, The Marshall Mathers LP. Ambas estuvieron entre las canciones más escuchadas del año 2000. En este video podemos ver a Dido y Eminem interpretando en vivo Stan.

Esa misma línea melódica es la que usan Tito Silva & Tefi C., el alias reggaetonero de Estefani Thais Carbajal, la “cantante” que interpreta Mi bebito fiu fiu. O sea, del amor-amistad de Dido y el horror psicótico de Eminem, terminamos en mensajes extraídos de una situación privada entre un político conocido y sus aventuras extramaritales. El adefesio fue compartido miles de veces por los mamarrachentos Danna Paola y Bad Bunny, entre otros. “¡Hasta fue cantada en finés!” anunciaron, emocionados, los padres de la grotesca criatura. Gran aporte peruano a la escena pop internacional.

La parodia musical es, desde luego, un género en sí mismo. Destacados compositores serios de distintos periodos de la música de siglos pasados como Johann Sebastian Bach, Jacques Offenbach o Wolfgang Amadeus Mozart fueron, de vez en cuando, parodistas. En el caso de este último, su famosa ópera Così fan tutte (1790) satiriza con la solemnidad del canto lírico. Asimismo, la alucinante composición de 1886 del francés Camille Saint-Saëns, Le carnaval des animaux (El carnaval de los animales) hace mofa también del uso de ciertos instrumentos durante su ejecución.

Ya en el siglo 20, no podemos dejar pasar al hombre de las caras graciosas, los sombreros bombines y los trajes a cuadros, Spike Jones quien, entre los cuarenta y los sesenta, sorprendió al mundo burlándose de la música romántica, clásica y del jazz con sus alocadas interpretaciones que incluían bocinetas, kazoos, bloques de madera, estornudos, silbatos, tortazos y demás elementos inesperados en el contexto de las canciones que convertía en sano divertimento musical, pero con altos niveles de sofisticación y talento. Les Luthiers, por supuesto, crecieron admirando a Spike Jones & His City Slickers (aquí en un video de 1964).

Quienes crecimos en los ochenta, viendo Disco Club, recordamos por supuesto, al extraordinario parodista norteamericano Alfred “Weird Al” Yankovic quien, entre 1983 y 2014 produjo quince álbumes con réplicas extremadamente precisas, nota por nota, de canciones conocidas en el momento en que estas lideraban los rankings. A los temas les cambiaba la letra completamente, transformándolas en jocosas maneras de burlarse de artistas como Michael Jackson (Eat it), Dire Straits, Madonna (Like a surgeon), Nirvana (Smells like Nirvana), Lady Gaga y un largo etcétera.

Aunque la ley norteamericana no exige a los parodistas contar con la autorización de los compositores de los temas que intervienen -como menciona el cronista de este medio Jaime Cordero en nota publicada aquí-, Weird Al tenía, como ética de trabajo -he ahí uno de los conceptos clave para entender la diferencia entre lo suyo y lo de Tito Silva- la costumbre de presentar su versión a los autores originales antes de grabarla. Otra cosa, Yankovic no solo adaptaba letras y regrababa músicas, también reproducía, a veces cuadro por cuadro, los videoclips de sus fuentes de inspiración. Además, el cantante, productor y acordeonista componía sus propios temas y hacía estrambóticos arreglos, en tiempo de polka, de medleys de canciones famosas (como este), de una complejidad alucinante. Un artista visual y sonoro en todos los sentidos.

Otro ejemplo de verdaderos parodistas musicales y de agudo corte político también se desarrolló en Estados Unidos. Y también en los ochenta. Me refiero al irreverente elenco de cantantes y pianistas conocidos como The Capitol Steps, formado en 1981 por un grupo de ex asesores congresales, que tomaron su nombre de un escándalo protagonizado por un congresista de la época y su esposa, quienes fueron descubiertos teniendo relaciones sexuales en las escalinatas del famoso Capitolio. Su talento para voltear las letras de conocidas canciones de Broadway, Disney, Hollywood y clásicos del pop, rock y jazz para mofarse y criticar los gobiernos de seis presidentes -Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo, Obama y Trump-, sus principales personajes y situaciones, los convirtió en una sensación en su país. Su discografía tiene más de cuarenta títulos, como los extraordinarios We arm the world (1985), Georgie on my mind (1990), Between Iraq and a hard place (2003) o Make America grin again (2018), clásicos del humor político e imposibles de encontrar en YouTube, salvo esta recopilación de animaciones. Como los sketches de Saturday Night Live, The Capitol Steps -que anunciaron su retiro en el 2021 debido a las restricciones para presentarse en vivo que trajo el COVID-19- son un clásico de la contracultura moderna.

Recordar a todos estos geniales artistas de la palabra y la música, en clave de humor inteligente y cuestionador, hace que Mi bebito fiu fiu aparezca frente a mí en su real dimensión, su poquedad, su estrechez de miras. Y es lamentable porque Tito Silva apuesta por la medianía por elección propia, obsesionado con la fama barata y los likes. Capaz de tocar Kathy la reina del saloon de Les Luthiers, Gypsy woman de Crystal Waters o Harden my heart de Quarterflash con facilidad, prefiere la viruta del éxito mediático y farandulero, asociándose al reggaetón, la chacota y la telebasura.

Tito Silva & Tefi C. representan una nueva y degradada versión de la antigua filosofía retomada por la subcultura punk que instaba a hacerlo todo uno mismo. El “Do It Yourself” del siglo 21 no implica abrir las puertas para que artistas de valor pero sin contactos ni padrinos se animen a registrar sus trabajos sin depender de grandes compañías discográficas ni de la aceptación de los medios convencionales. Lo que permite este libertinaje supuestamente creativo es la carta blanca para hacer cualquier cosa, con el único requisito de que el público compre y compre sin parar.

Escuchar a jóvenes reporteros de espectáculos alabar Mi bebito fiu fiu, con la monserga esa de la “creatividad peruana”, sin detenerse un minuto para informar cuál era su verdadero origen, ofrece un somero vistazo del paupérrimo estado del moderno periodismo de entretenimiento. Hoy, las nuevas promociones de periodistas en este y otros temas -política, cultura, deporte, sociedad, medio ambiente, etc.- no trabajan como profesionales interesados en generar y orientar a la opinión pública, sino desde la óptica del usuario común y corriente de redes, el superficial cibernauta que a todo responde con likes, corazoncitos y emoticones de colores.

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Mi bebito fiu fiu, Tito Silva Music

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