Juan Carlos Guerrero

Jóvenes y desinterés político

“Los partidos políticos realmente existentes en el país ¿les resultan hoy atractivos a los jóvenes, su propuesta programática los cautiva, su práctica los convoca a la acción, su ética es digna de imitarse? El poco o nulo interés por la política partidaria es un no categórico”.

Desde mediados de la década pasada, se constataba un desinterés por la política en los ciudadanos, en particular, entre los jóvenes. Esta desafección política se acrecentó durante la pandemia. Así, en marzo del 2021, en una encuesta realizada por el Instituto de Estudios Peruanos, 6 de cada 10 personas tenía poco o ningún interés en la política y solo una afirmaba tener mucho interés en la misma.

Un amigo, docente universitario, al iniciar cada semestre de su curso de Sociología Política, les preguntaba a sus alumnos y alumnas si formaban parte de alguna organización política, religiosa, deportiva, etc. Poco más del 25% de sus alumnos que sí integraban alguna lo hacían en algún partido político. Conforme pasaron los años, la pertenencia a alguna de ellas se redujo. El segundo semestre del año pasado ninguno de sus más de treinta estudiantes pertenecía a alguna.

Las Ciencias Sociales se ha constatado que los procesos electorales incentivan la participación política de los jóvenes y que la misma tiene que ver tanto con la oferta electoral como con los candidatos y los partidos políticos que los postulan. Si esto es así, en las elecciones para elegir presidentes regionales y alcaldes observaríamos una participación juvenil importante. Sin embargo, a poco más de un mes de la elección de tales autoridades, su participación es mínima.

En ese sentido, los partidos políticos realmente existentes en el país ¿les resultan hoy atractivos a los jóvenes, su propuesta programática los cautiva, su práctica los convoca a la acción, las acciones de sus líderes son dignas de imitarse? El poco o nulo interés por la política partidaria es un no categórico. Su alejamiento es comprensible, en primer lugar, por el desprestigio de los partidos políticos y sus líderes, el cual se debe, en parte, porque son incapaces de ofrecer una visión para el país que convoque, que genere consensos en pro del bienestar de los ciudadanos.  Por el contrario, sí son muy competentes para la confrontación encarnizada cerrando así las puertas para el diálogo y el acuerdo. En segundo término, porque los partidos no son receptivos a sus necesidades, demandas y expectativas. Por cierto, en el actual proceso electoral, ¿cuáles de las propuestas de Luis López Aliaga, Daniel Urresti y George Forsyth, candidatos que lideran la intención de voto para la alcaldía de Lima, convocan y movilizan a los jóvenes limeños?

Por último, en la incoherencia entre lo que dicen y lo que efectivamente hacen. Si no hay tal coherencia, los políticos pierden credibilidad. En las elecciones, la oferta de lucha contra la corrupción es enarbolada por todos los partidos sin excepción. Una vez en el gobierno, aquella promesa electoral se incumple con premeditación, alevosía y ventaja. Con lo cual aquellos políticos transmiten el mensaje que hacen política para obtener réditos personales y beneficiar a sus partidarios. Colosal desafío para todos aquellos que pretenden hacer política de otra manera, una que cautive, organice y movilice a los jóvenes para lograr su bienestar y el de los demás ciudadanos del país.

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