Renzo Pariasca

La despedida al periodista más leído del país (Homenaje a mi maestro)

"Se fue el periodista más leído de nuestro país. El que a más de uno nos hizo soñar con el mundo de las letras con los entrañables domingos de literatura. Se fue el 'Búho', mi amigo, maestro y padre".

Esta casita de cartón abre las puertas más tristes de su alma recordando el día que te conocí, Búho. Fue ‘Teo’, como llamabas a tu hermano, quien me dijera hace 10 años que te conocía personalmente. Por entonces yo vivía en Argentina. Y no podía creer tal confesión, pensé que era una pintoresca broma. El periodista más enigmática dentro de la selva de las letras periodísticas, quien llevaba el sobrenombre del animal más sabio, del que siempre padre me recalcaba en sus escritos cuando era un niño, leyendo frases que escribías, llegaría a conocerlo ni bien llegando. Y ese fue el mejor regalo que me ha dado nuestro país en estos casi 11 años lejos. Aquella vez llegaste y de la puerta llamaste: ‘Pariasca’. Tu voz denotaba los años de bohemia y sufrimiento. Y esto lo recordaría siempre cuando oíamos ‘More’ de Tom Jones o ‘I am not the one’ de The Cars, y lo recalco porque bien sabemos las personas más cercanas la pena en el alma con lo que lidiabas a menudo. Pero aquella vez, fue una velada memorable, no solamente por la música de Silvio y Pablo, que tanto nos unió, sino también por los Redondos, Virus, Fito,… pero sobre todo Charly, a quien tanto admirabas. De esta primera banda mencionada, que pocas personas conocen en nuestras latitudes, siempre recordaría la frase que me recalcabas: ‘la suerte del principiante no puede fallar. Y eso me sorprendió de grata manera la primera vez. De por sí ya sabía que hablaba ante una inminencia cultural, pero me sorprendía tanta sapiencia junta y de distintas corrientes artísticas, como cuando citaste ‘Las flores del mal’ y te respondí ‘Baudelaire’ y nos pasamos hablando horas de poesía. Yo por entonces daba mis primeros pasos de la adolescencia a la juventud, y poco o nada sabía de la vida, como el que no conociera a alguien que supiera de tantas cosas juntas, era admirable. Y sí, allí ya comencé a admirarte detrás del arte del periodismo. Aquella noche, cuando te despediste me dejarías por siempre estas palabras: ‘yo realmente creía que tu hijo era inteligente, pero no pensé que un genio. Es un gusto conocerte, sobrino’. Después de ese día y todas mis vacaciones en Lima estuvimos siempre hablando el mismo idioma: el de la genialidad, que decías. Hasta horas antes que perecieras, y las pocas cosas que decías pero con la mirada, más que todo, y era de agradecimiento genuino, pues te demostró lo que muchos otros no, lealtad y eso fue siempre lo que siempre tendré presente, pues soy aparte de amigo, tu discípulo y siempre lo tendré presente, hasta que toque decir basta.
Los que hemos crecido en barrios humildes, siempre veíamos un diario, ya sea en nuestra salita (la que era a su vez un dormitorio y cocina), bajando del cerro viendo a alguien llevar siempre un periódico o en el mercadito como en el bus. Ese diario que por entonces valía 0.50 centavos, era el Trome, el diario del Perú. Y del que entre sus páginas, estaba una columna que enaltecía con tanta brillantez la cultura, tanto como la mujer de al lado, una pequeña pero tan potente columna que hizo que muchos aprendiéramos a dar nuestros primeros pasos literarios, como el que ahora escribe. Quién no leía los sábados de cine o domingos de literatura infaltables, tus entrañables episodios en San Marcos, o al ‘Chato’ Matta, tu alter ego, con el ‘sinvergüenza’ y mujeriego de Pancholón y sus mil y un aventuras. Y es que han pasado los días y todavía no puedo aceptar que eres ya parte de lo eterno. Te veo entre lo sueños donde pareces decirme algo, tío. Del que no quieres que me gane los llantos cuando el silencio de la noche impera y trae a colación aquellos innumerables momentos mientras escribías tu columna y oíamos a Charly Garcia (el Unplugged por ejemplo), para luego corregirlo y seguir hablando de literatura, historia, política,

cine, arte… Con nadie he podido hablar sobre tantos temas como también de esta ‘dulce condena’, nuestra locura innata, que nos hiciéramos como padre e hijo caminando por la sórdida pero luminosa Lima. Podrías comprenderme, y hacías que no me sintiera tan solo. Por eso fuiste como el padre que la vida misma me dio, ‘de la familia que uno encuentra con los años’, como decías. Y ahora que te has ido, ¿con quién hablaré de todo esto?
Ahora me levanto y trato de llamarte o escribirte, pero nadie contesta. Veo a padre, quien iba a ser tu compadre si no hubiera sido por esa aciaga enfermedad, ya que también creías en su fidelidad como amigo. Y que fue así hasta último momento, ya que fue tu último amigo que te vio despedir, gritando un gol de nuestro querido River Plate, equipo al que pensabas visitar su cancha una vez más, ya no con Ramón el ‘Pelado’ Díaz en el banco sino el ‘muñeco diabólico’, como decías en broma a Gallardo. Creía y tenía fe en que todo pasaría e iríamos a Argentina o el proyecto de streaming se haría: ‘El tío y el sobrino’. Ya que como me dijiste semanas antes: ‘Ya que no haré mi libro. Estaría bueno hacer ese proyecto porque al igual que Neruda podría decir tranquilamente, ‘Confieso que he vivido’. Porque calle y cultura nos sobraba. O de nuevo ir donde Román el pescador o a Paracas a comer buenos ceviches. O ir a ver a ‘Del pueblo’, y recorrer nuestra órbita de la noche y la bohemia. Y tantas cosas más, tío… Que hasta el último momento tenías una fortaleza indescriptible, como hoy, esta noche, en que te despediste con un gran abrazo entre sueños del cual fue imposible no quebrarme y escribir esto. Has sido más que un amigo, un maestro y padre para mí . Me pregunto una vez más, quién me entenderá, con quién podré hablar de todo lo que hablábamos siempre. Me pregunto cuándo podré volver a verte. En qué lugar del tiempo o el universo estará presa esa ilusión de volver a encontrarnos y brindar por todo lo vivido… En qué lugar podré encontrarme con mi maestro… pues como me recordabas, yo era tu discípulo, quien seguiría tu legado. Y del cual me llenaba de tanto orgullo, pero del que bien sabía en mis adentros, de que ‘Búho’ es y será uno solo. El periodista más leído por este país, el que nos dio la posibilidad a personas como yo de soñar con el mundo infinito de las letras en aquel diario que repartía y vendía, que siempre leía y del que sería la pluma que me influenciaría para empezar a escribir. Cuánto extrañaré los domingos de literatura, cuánto pero cuánto lo extrañaré si por tus letras yo decidí escribir y hacer un libro del que inmortalizaste con tu prólogo. Te quiero y te amo padre de la vida. Te quiero y te amo, y alguna vez nos volveremos a ver y beberemos como dos bohemios hablando de lo que hablábamos, nos volveremos a ver porque no hay adiós cuando se ha amado, como un hijo a un padre y padre a hijo. Por eso hasta el último estuve, porque fuiste un padre para mí. Se apagó para siempre el televisor para brillar en el parnaso de las letras y de los cielos por los siglos de los siglos, maestro. Gracias por todo.

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