Pie Derecho

Mejora en sus niveles de aprobación el presidente Castillo, según la última encuesta de CPI. Su aprobación pasa de 40% a 43.5% y su desaprobación cae de 47.7% a 43.5%. No obstante, sigue siendo una aprobación baja respecto de lo habitual en gestiones que recién se estrenan.

Donde claramente no ha mejorado el gobierno es en materia de la gestión de su gabinete ministerial. Un alicaído 15.7% dice tenerle mucha confianza al gabinete Bellido, 45.7% poca confianza y un 31.9% ninguna confianza.

Respecto de si deben cambiarse algunos ministros con nombre propio, el resultado es devastador: 53.3% cree que Bellido debe ser cambiado; 48% Iber Maraví (Trabajo); 36.9% Ciro Gálvez (Cultura); 35% Juan Carrasco (Interior); 34.6% Juan Silva (Transportes); y 36.1% Walter Ayala (Defensa).

Queda claro que el problema político mayor que el régimen exhibe pasa por la conformación de su gabinete ministerial, donde, políticamente hablando, lo que se aprecia es una batalla campal entre los ministros castillistas y los ministros cerronistas.

Castillo, como líder sindical, cree que puede mecer al país albergando posturas tan encontradas y dejando en suspenso la toma de decisiones (por ejemplo, respecto del titular de Trabajo), y en ese trance la ciudadanía ve crecer el descontento y el gobierno pierde legitimidad.

No es viable un gobierno con tres fuerzas que tiran cada uno para su lado. Entre al ala magisterial vinculada al Movadef, el radicalismo refundacional de Vladimir Cerrón, y el espíritu tecnocrático de la izquierda más moderada, se genera un zafarrancho indigerible que no permite desplegar políticas públicas eficaces e incidentes.

Castillo tiene que mirar al centro. Allí está la clave de la gobernabilidad y de salida de la crisis. Bien lo ha dicho el expresidente Francisco Sagasti en excelente entrevista efectuada hoy por Patricia del Río, en Sudaca: se requiere un coro de centro que ecualice la radicalidad del gobierno enfrentada a la radicalidad de la oposición. El Primer Mandatario haría bien en tenerlo en cuenta. De él depende dar el primer paso para construir ese espacio común.

Castillo está en capacidad de construir un gabinete de centroizquierda que genere consensos inclusive con la derecha. Sería extraordinario. Lo penoso es ver la chatura de un gobernante que no parece ser consciente del inmenso desafío político que tiene entre manos. Gobernar al Perú era ya una tarea difícil antes de la crisis pandémica, económica y política. Hoy, hacerlo requiere mucha inteligencia y coraje para tomar decisiones, virtudes que no parece tener, lamentablemente, el ocupante de Palacio.

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Patricia del R, Presidente Castillo

Queda más que claro que el shock capitalista que el Perú requería para salir de la crisis recesiva de la pandemia y que hubiera permitido remontar las adversidades en las cifras de empleo y pobreza rápidamente, solo va a ser una quimera en manos del menjunje de gobierno que tenemos.

Inclusive, los esfuerzos de responsabilidad fiscal de Pedro Francke al mando del MEF chocarán con la absoluta falta de confianza de los inversionistas empresariales de todo tamaño, quienes, mientras dure el desmadre y además penda como espada de Damocles la posibilidad de una refundacional Asamblea Constituyente, no van a meter la mano al bolsillo para arriesgar sus capitales.

El propio Francke, quien ha pedido facultades legislativas en materia tributaria, chocará con una realidad fiscal en el sector minero distinta a la que él seguramente esperaba. Si pensaba que allí estaba la vaca lechera para todos sus males, se equivocó de cabo a rabo. Ya el sector minero, según un estudio del IPE, tiene una carga tributaria del orden del 47%, muy por encima de Canadá, Australia y Chile, directos competidores en el sector, siendo solo superados por México.

Quiere decir que casi la mitad de la utilidad minera se va al Estado. Es como si el gobierno fuera accionista, sin riesgo alguno, de la mitad de las acciones de las empresas mineras. Mucho más no les puede sacar, sin correr el riesgo de espantar a los potenciales inversionistas que hoy están a la espera de empezar a operar, en proyectos valorizados en varios miles de millones de dólares.

Antes que pensar en sobrecargar el sector minero, a lo que el gobierno debiera abocarse es a destrabar los proyectos entrampados o acelerar los que ya están en fase pronta de operaciones. Con ese aumento considerable de inversiones, obtendría mucho más que con una facilista sobrecarga impositiva.

Pero esto que vemos en el sector minero lo apreciamos en todos los ámbitos del Estado. Se ha extendido un ánimo antiprivado fatal para la economía. Una empresa privada ha ofrecido hace semanas toda su plataforma logística para desplegar un proceso de vacunación masivo a través de las farmacias y, pues, el presidente de EsSalud y el titular de Salud, ni bola. Seguramente, llenos de prejuicios contra el sector privado, se conducen a la parálisis.

Serán cinco años perdidos. El gobierno de Castillo será peor que la pandemia. Ni con Francke en el MEF o Velarde en el BCR se logrará mucho si se alberga senderistas en Palacio junto a radicales cerronistas, además en guerra cruenta entre ellos, y todo ello bajo la sombra del desgobierno de un Presidente incapaz.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Pedro Francke, Perú

Se le presenta una nueva oportunidad al Congreso para recuperar legitimidad política frente a la ciudadanía: la interpelación y ojalá censura del ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Las pruebas en su contra son contundentes. Los atestados policiales que ha publicado La República no son uno, son varios, no son en base a un testigo sino son muchos más. Maraví, según esos documentos, estuvo involucrado en la cúpula fundacional de Sendero Luminoso y participó, inclusive, en atentados terroristas.

Ya era una afrenta al país el gabinete Bellido, salvo excepciones. Lo es ahora terriblemente más honda, con la presencia de alguien como Maraví. Nunca se le debió dar la confianza a este gabinete. Al menos, se espera que en el proceso de interpelación planteado, esta vez el Congreso no decepcione ni desaire la expectativa ciudadana.

Particularmente, cabe invocar a Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos, sin cuyos votos es imposible una censura, que en esta ocasión, antepongan eventuales intereses políticos subalternos, al prestigio de la patria, que no puede verse mancillada por la presencia en el poder de alguien con semejante prontuario, vinculado a un movimiento que generó un baño de sangre en el país y enlutó a decenas de miles de familias peruanas.

Y si el Premier Bellido -a quien, dicho sea de paso, Maraví no le hace caso y se zurra en su pedido de renuncia-, hace cuestión de confianza por esa interpelación y eventual pedido de censura, pues el Legislativo tendrá que asumir los costos políticos y proceder igual a censurarlo y tumbarse el gabinete, si se diera el caso que el Premier antepusiese un capricho para hacerle frente a un clamor político popular.

La gobernabilidad del país, que es, al parecer, lo que les preocupa a algunos líderes políticos del centro (Acuña, Lescano, Luna Gálvez, etc.), no pasa por bajar la cabeza frente a los despropósitos del régimen. Por el contrario, como se está viendo, ese desvelo transita por la necesidad de controlar los desmanes políticos que el Ejecutivo está cometiendo, al amparo de un Presidente diletante y a quien el cargo le ha quedado sobradamente grande.

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Iber Maraví

Supuestamente había en el Perú una izquierda que había evolucionado a favor de la defensa de la democracia, los derechos civiles y, en alguna medida, criterios económicos responsables, disidentes del statu quo liberal, pero enmarcados en una lógica racional de mercado.

Esta izquierda sufrió un severo traspiés moral cuando miró de soslayó y rehuyó definiciones acerca de las dictaduras de Cuba y Venezuela, y no supo marcar diferencias y, por tanto, despejar dudas respecto de que si accedía al poder no hubiera desplegado esquemas de gobierno igual de autoritarios y populistas.

Costó sangre, sudor y lágrimas que paulatinamente algunos políticos o intelectuales de izquierda aceptasen que ambos regímenes eran indigeribles, democráticamente hablando, y que merecían, por tanto, severa condena.

Pero puesta sobre el test de realidad que hoy significa el gobierno de Castillo, esa izquierda ya no ha cometido un mero traspiés sino un descalabro moral. Estamos ante un gobierno inepto, imbuido de lógicas políticas dictadas por el leninismo anacrónico de Vladimir Cerrón y el filosenderismo del ala castillista. No hay forma de que una izquierda moderada se pueda tragar semejante sapo si no es previa claudicación política, moral e ideológica.

Parece que el puro afán de poder es el que mantiene a los ministros de esa izquierda en sus respectivos cargos. Un gobierno mediocre, un Presidente patológicamente dubitativo y un régimen ideológicamente esquizoide es la receta segura al fracaso más estrepitoso.

¿Quiere incinerarse la izquierda “moderna” en ese incendio seguro? La campeona del yerro, Verónika Mendoza, ya jugó sus cartas a favor de
Vladimir Cerrón. Hace pocos años rompió un proyecto político porque estaba el exgobernador de Junín presente. Hoy, se olvidó de sus aprehensiones morales y no solo lo acompaña sino que lo apuntala.

¿Pero y el resto de la izquierda? ¿Va a seguir el juego frívolo o perverso de Mendoza o va a ser capaz de denunciar las prematuras tropelías que este gobierno está perpetrando? ¿Va a tolerar el radicalismo autoritario de Cerrón? ¿Va a mirar de soslayo la presencia evidente de Sendero Luminoso en el seno de Palacio? ¿Va a pasar por agua tibia la misoginia rampante de, nada menos, el Premier?

Si la izquierda moderna y moderada -que existe en la política, en la prensa y en la academia- guarda silencio “estratégico” frente a lo que ya claramente es una tragedia política, será cómplice y corresponsable -si acaso ya no lo es- de un régimen destinado al abismo más hondo.

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Gobierno peruano, Pedro Castillo, Perú, Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón

La decisión política que va a tener que tomar el presidente Castillo no es poca cosa. Es dramática. Se va tener que desarraigar de las dos fuentes matrices que lo llevaron al poder y reiniciar su gobierno bajo parámetros distintos. Porque el problema no es solo Vladimir Cerrón y sus pretensiones de que sea el partido Perú Libre el que gobierne -vieja reminiscencia leninista- y de que el régimen, con él como titiritero, se conduzca al proceso de refundar constitucionalmente la República a través de una Asamblea Constituyente, para lo cual ya junta firmas (esfuerzo, dicho sea de paso, inútil, ya que solo es el Congreso el único con potestad de reformar la Carta Magna, así se junten diez millones de firmas).

El otro grave problema fundacional del régimen, y que es el que está generando serísimos problemas de gobernabilidad, tantos como los ocasionados por el cerronismo, es la predominancia excesiva del ala magisterial radical vinculada al Movadef (de la cual es miembro, por ejemplo, el cuestionado ministro de Trabajo, Iber Maraví, sobre quien pesan serias acusaciones que lo vinculan a Sendero Luminoso), que también tiene entre sus propósitos el tema de la Asamblea Constituyente, pero, sobre todo, diseñar un plan de conquista sindical del magisterio, aplastando al Sutep, y luego la puesta en marcha de un plan político para construir desde el poder una patria socialista.

Si Castillo no rompe con ambos frentes, los cuales explican la ingobernabilidad que se aprecia en este primer mes y pico de gobierno, no va a poder desplegar ni siquiera una agenda de izquierda moderada. Se va a quedar atrapado en el conflicto político (porque, además, ambas alas se aborrecen y se sabotean mutuamente) y sumido en la parálisis y el desgobierno.

Entre el maoísmo del Movadef y el leninismo de Cerrón, Castillo no va a llegar a buen puerto. Y necesita actuar rápido. Ya, como se ha visto, nos han bajado la calificación crediticia y de persistir el despelote, las consecuencias económicas pronto se sentirán en los bolsillos, más allá del proceso devaluatorio e inflacionario, que en parte se explica por razones globales.

Castillo tiene que aprender a zanjar, a crear resentimientos, a postergar filiaciones, a desairar expectativas, a frustrar aspiraciones. De eso se trata, en alguna medida, gobernar, en tomar decisiones que alegran a algunos y afectan a otros. No se puede contentar a todos. Si lo que el Primer Mandatario busca es no herir susceptibilidades de nadie, vamos rumbo al despeñadero, a una situación de precariedad gubernativa de tal envergadura que amenaza la propia continuidad del régimen y conducirá, de paso (imaginamos que lo sabrá) al descrédito histórico de una opción de cambio.

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Movadef, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

La mediocridad decisoria del presidente Castillo es de antología. Ni Toledo, quien también brillaba por sus indecisiones y carácter dubitativo, ha llegado a los niveles de desconcierto en los que parece atrapado el actual mandatario.

Castillo tiene que romper el nudo gordiano que lo atrapa. No puede gobernar haciendo convivir, izquierdistas moderados, como Francke o Torres, con filosenderistas, como muchos de los que él mismo ha convocado provenientes del Movadef, y radicales cerronistas que buscan petardear el orden democrático.

Ese menjunje es indigerible para la gobernabilidad del país. Con ese modus vivendi el país va al desastre asegurado. Ya las encuestas muestran un desplome en los niveles de aprobación del Presidente, del gabinete y del titular en la sombra, Vladimir Cerrón.

Y esa situación de incertidumbre política ya le está pasando factura a nivel económico, lo que a su vez retroalimenta la creciente insatisfacción ciudadana, la misma que no se va a recuperar ni a punta de bonos, ni de confrontaciones con el Congreso, medios de comunicación o grupos empresariales, como ya insinúan algunos voceros del régimen.

En la encuesta que realiza mensualmente el SAE de Apoyo, los índices de confianza para invertir, por parte de los empresarios, se han desplomado extraordinariamente, llegando solo a niveles como los que se vieron en los peores momentos de la crisis política de Vizcarra, sumados a los efectos letales de la pandemia en el tiempo prevacunas.

Y si este gobierno no recupera la confianza del sector privado, por más que esté Francke en el MEF -economista serio y responsable- o se quede Julio Velarde en el BCR -garantía de probidad-, no se reactivará el círculo virtuoso de las inversiones, que no solo generan empleo, sino que, sobre todo, por efecto cascada, disminuyen los niveles de pobreza.

La salida es clara: sacar a Bellido, recomponer el gabinete con profesionales competentes, sin cuotas partidarias o ideológicas, apartar a Cerrón del entorno palaciego y descartar la peregrina y desestabilizadora propuesta de la Asamblea Constituyente.

Mientras eso no ocurra, persistirá el desmadre en el que nos encontramos. Peor que un mal gobierno es el desgobierno, y esa es la situación por la que estamos pasando en estos momentos. Horas sombrías se avecinan para el Perú si el Presidente no toma las decisiones correctas prontamente.

SUMILLA

“Horas sombrías se avecinan para el Perú si el Presidente no toma las decisiones correctas prontamente”

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Pedro Castillo

El guión es de antología. Corren rumores ayer de la renuncia de Iber Maraví al Ministerio de Trabajo. Sudaca consigue una entrevista exclusiva con el premier Bellido, quien confirma que le ha pedido la renuncia al titular del sector por consideraciones políticas. Se publica a las 6.20 pm.

A renglón seguido, el “patrón del mal”, Vladimir Cerrón, a las 7.21 pm., tuitea: “Decisión del premier Guido Bellido fortalece su liderazgo. Lo que no pudieron con la fuerza algunas bancadas, el premier lo hizo tras la confianza democráticamente delegada. Anunció además, cambios en otros ministerios cuestionados”. Da a entender, pues, que la decisión está confirmada y la respalda, así sea a regañadientes.

Allí parecía zanjado el tema, pero luego sale el Premier, a las 9.54 pm., y escribe: “Aclaro, que si bien es cierto he recomendado la renuncia del ministro de Trabajo, eso no significa que él haya renunciado”.

Poco después, Iber Maraví declara que él no ha renunciado, sino que solo ha puesto su cargo a disposición del Presidente. Lo ratifica en un tuit a las 10.17 pm: “Acabo de poner a disposición del señor Presidente Pedro Castillo, mi cargo de ministro de Trabajo y Promoción del Empleo. No permitiré que los irracionales golpes de la ultraderecha y algunos medios de comunicación desestabilicen políticamente el gobierno del pueblo”.

En medio de semejante batahola, el Presidente, hasta el momento de escribirse esta columna, guarda silencio y no anuncia una decisión final. Ya de por sí no debió esperar un segundo para hacerlo. Cuando se conocieron las primeras denuncias periodísticas que vinculaban seriamente al ministro con el terrorismo, el Primer Mandatario debió haberlo sacado del gabinete, como hizo con el excanciller Héctor Béjar, por temas mucho menos graves. Pero no, ha esperado que el tema escale en una crisis política y hoy brilla por su ausencia.

Normalmente, el poder presidencial genera un efecto revitalizador en las personas que ocupan el cargo. Sea que saque lo mejor o lo peor de sí, tiene un efecto psíquico conocido. Empodera a las personas. Con Castillo no parece estar ocurriendo eso, sino el efecto contrario: parece haberlo pasmado y bloqueado. Hoy llegamos así a una situación en la que el gobernante no parece gobernar, el Presidente no parece presidir. El gobierno es un sainete, una mala comedia, un triste drama.

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Guido bellido, Iber Maraví, Vladimir Cerrón

Si las marchas meritoriamente organizadas por el empresario Erasmo Wong, en contra de la amenazante deriva antidemocrática del gobierno, no amplían su convocatoria, van a terminar pareciéndose a los blanquecinos mítines del Movimiento Libertad o a los corsos miraflorinos que antaño el hombre de empresa organizaba.

Es preciso, por ejemplo, convocar a Hernando de Soto, quien luego de algunos devaneos inexplicables ha terminado por definirse de manera clara e inteligente frente al régimen dominado por Vladimir Cerrón y ha entendido que la beligerancia opositora es el mejor camino si, en el fondo, aún fuera posible reconducir a Pedro Castillo.

Debe participar él y sus congresistas en los mítines por la democracia. Y ampliar su convocatoria a los movimientos sociales con los cuales tiene relación, por ejemplo la federación nacional de ronderos y comités de autodefensa con la que se ha reunido hace pocos días en Ayacucho y cuyo presidente ha expresado claramente su rechazo al proyecto cerronista.

Tienen que estar los congresistas más representativos de la resistencia al oficialismo. Roberto Chiabra, los morados, el fujimorismo, etc. La protesta callejera -importantísima en esta coyuntura- debe involucrar a mayores protagonistas que los de la Coordinadora Republicana, la mayoría de cuyos integrantes, sea dicho, están desgastados o no tienen mayor arraigo ni capacidad de convocatoria. Se les agradece los servicios prestados, pero no es solo con ellos que se va a lograr contener las pulsiones colectivistas del régimen.

Debe teñirse, además, de choledad organizada la calle opositora. Debe estar presente el Sutep, quien ya soporta la embestida de un gobierno que quiere imponer a toda costa al profesorado filosenderista del Fenate, en desmedro del gremio histórico del magisterio nacional. Llame usted Erasmo Wong a Lucio Castro, secretario general del Sutep, quien seguramente gustoso aceptará la invitación si entiende que se trata de una convocatoria amplia y no solo de la ultraderecha.

Reconvoque a Keiko Fujimori, pero dele, pues, el papel protagónico que su participación en la segunda vuelta y su peso congresal ameritan. No pretenda usted meter una agenda encubierta de lanzar a Rafael López Aliaga como líder de la oposición en desmedro de ella, que si persiste en ese afán, va a fracasar en su loable propósito de mantener el activismo callejero al tope.

Frente a la claudicación congresal, la calle movilizada recupera su protagonismo, pero no puede derivar en una algarada sectaria, contraria a su propia convocatoria.

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Hernando De Soto, Keiko Fujimori

A ver si el centro, que claudicó en la cuestión de confianza, extendiéndosela sin ninguna condición al peor gabinete ministerial conformado en nuestra historia republicana, escala su chato nivel de estrategia política, le hace un upgrade, y convierte una traición a sus electores en una oportunidad positiva para el país.

El presidente Castillo estuvo a punto de romper con el cerronismo. Así ocurrió en una reunión de la que Sudaca dio cuenta (http://ow.ly/4pK130rSs6M) y que luego ha sido confirmada por el titular de Justicia, presente en ella. Si no fuera por el lamentable papel de Verónika Mendoza a favor de Cerrón, probablemente hoy estaríamos frente a un gabinete recompuesto, con Castillo fuera de Perú Libre y con el camino a la moderación sin Constituyente en curso. Mendoza, por cierto, nunca más tendrá autoridad moral para arrogarse la voz y el rostro de una izquierda moderna y moderada.

El centro puede ayudar a que ese tránsito presidencial ocurra, tendiéndole un puente de plata y haciéndole ver que si rompe con Cerrón y éste lo amenaza con disponer de sus congresistas para hacerle una oposición brutal que conduzca a su vacancia, los votos del centro estarán allí para ayudarle a superar el impasse.

Pero eso pasa porque los líderes de Acción Popular, básicamente Lescano, quien controla la mayoría de su bancada, César Acuña, José Luna Gálvez y quien lleve la voz cantante de Somos Perú, se apresten a reunirse con el propio Presidente y no con el impresentable de Bellido, y le hagan saber explícitamente de ese potencial acuerdo.

La posibilidad de que Castillo entienda que el camino de la radicalización, su consecuente confrontación, el intervencionismo antiempresarial y el devastador impacto de una Asamblea Constituyente, no solo destruirían al país sino a su propio gobierno, es factible. Va a depender en gran medida de que la oposición sea capaz de tenderle una alternativa, que, de paso, corrija moralmente la claudicación de haberle brindado la confianza al gabinete Bellido sin ninguna condición política previa.

El Perú, bajo esa perspectiva, podría tomar otro rumbo, infinitamente más llevadero y tolerable que aquel que el exgobernador de Junín le ha puesto al frente al profesor chotano. Nadie tiene investidura para exigirle a Castillo que se convierta en un Humala II y haga del suyo un gobierno de derecha, pero sí corresponde anhelar que asuma que es perfectamente posible hacer un gobierno de izquierda, inclusivo y transformador del país, sin necesidad de caer en la paporreta leninista que el inflamado sentenciado por corrupción, Vladimir Cerrón, cree que está en potestad de imponerle al país y al propio Presidente.

La del estribo: extraordinario el Club del Libro de Alonso Cueto. Va por su segunda sesión este sábado 18 de setiembre. La primera fue sobre la fenomenal Madame Bovary, de Gustave Flaubert (se entiende por qué Mario Vargas Llosa se enamoró de la protagonista) y esta segunda ocasión toca Cumbres Borrascosas de Emily Bronte. ¡Suscribirse vía Patreon!
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