Pie Derecho

Negarle la confianza al gabinete presidido por Mirtha Vásquez sería hacerle el juego al radical leninista Vladimir Cerrón. Ojalá la derecha y el centro parlamentarios entiendan que las batallas son estratégicas y no ideológicas o, mucho menos, fanáticas.

Claramente, el gabinete Vásquez supone una mejora cualitativa respecto del gabinete Bellido. Mantiene un par de nombres muy cuestionables, como los ministros del Interior y de Educación, tras los cuales haría bien el Congreso en ir y, eventualmente, luego de una interpelación, censurarlos. Pero el gabinete en su conjunto merece una oportunidad de gobernabilidad más aún luego de la crisis partidaria desatada entre el presidente Castillo y las facciones cerronistas de Perú Libre.

Cerrón ha jugado sucio a la política. Primero, porque quiso aprovechar el triunfo de Castillo en beneficio propio, priorizando su agenda sobre la del gobierno, y luego, cuando se tornó inmanejable la presencia de su alfil Bellido, pateando el tablero y poniendo nuevamente como valor superior el presunto beneficio de su agrupación.

A Castillo le va a hacer bien esta ruptura. Tiene ahora mayores márgenes de acción. Ha ganado oxígeno. Con Cerrón y Bellido marchaba a paso firme hacia la vacancia. Hoy ha recuperado terreno y se esperaría que pronto entienda lo saludable que sería que se desgaje también del ala Movadef del magisterio y, finalmente, asuma que el tema de la Asamblea Constituyente no va, ni ahora ni después.

Ese margen de evolución debe otorgárselo la oposición. El Congreso -y el centro en particular- cometió un grave error al darle la confianza al gabinete Bellido. Nunca se la debió dar. Pero la mejor manera de remediar la culpa por un error no pasa por cometer otro, como sería, esta vez, no darle la confianza a un gabinete mejor constituido que aquel que sí mereció dicho respaldo.

Lastimosamente, el Primer Mandatario, es un personaje muy limitado, incapaz de generar credibilidad por sí mismo. En esa medida, aun cuando se cometan todos los aciertos (separación del Movadef y descarte de la Constituyente), su gobierno no será capaz de movilizar a los agentes de inversión privados, los únicos en capacidad de lograr el propósito de la reactivación económica, que, según la encuesta de Ipsos de ayer, debería ser la primera prioridad ciudadana.

Esas son las consecuencias de votar por la izquierda en la encrucijada histórica en la que se hallaba el Perú. Será importante que el votante lo aprenda. Abortar este proceso de mediocridad -con un recorte abrupto del mandato de Castillo, camino que empezaría con la negatoria de la confianza al gabinete Vásquez-, borraría el descrédito político de la izquierda, que, bien merecido, se está ganando.

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Mirtha Vasquez, Movadef, Vladimir Cerrón

Ha hecho mucho el presidente Castillo por quitarle argumentos a la derecha extrema, que lo quiere vacar desde el primer día sin importar razones, al romper con Vladimir Cerrón, el polo radical marxista que el exgobernador de Junín representaba.

La queda aún tarea por hacer. Desde tomar distancia también del ala maoísta del magisterio que lo acompaña y que se infiltra a través del Fenate-Movadef y de un displicente -si no, cómplice, ministro de Educación-, hasta, además, en lo que sería la piedra madre de la maduración del régimen, el abandono del proyecto de Asamblea Constituyente (y cuyo pase obligado por la disolución del Congreso es lo que activa todas las alarmas de una vacancia expréss). La última encuesta de Ipsos refleja que solo el 10% de la ciudadanía apoya el cambio de la Carta Magna.

Haciendo ello, Castillo no se humaliza, ni despliega una “hoja de ruta”. Simplemente quita toda la maleza que en estos momentos sigue perturbando la visión legítima de un gobierno de izquierda, que, como tal, debiera abocarse a tareas urgentes pendientes en el país.

Desde ajustar inequidades tributarias obvias, hasta generar nichos de competencia donde en estos momentos no los hay, en lo que coincidiría, dicho sea de paso, con una opción liberal, en manejar disruptivamente el establishment económico-empresarial del país.

Y, sobre todo, desplegar una reforma radical y profunda de los sistemas de salud y educación públicas. Allí radica la esencia de un gobierno de izquierda en el Perú. En lograr una ecualización ciudadana en base a esos dos grandes sistemas de nivelación e inclusión social, que representa que los pobres del país gocen de una salud y educación de primer orden, gratuita y universal.

Pero de ello hasta el momento poco o nada. El ministro de Salud está abocado, con eficacia, a manejar los asuntos de la vacunación (esperemos que también esté preparando al país para la tercera ola), pero de reforma del sector y de integración de EsSalud y el Minsa en un solo sistema, no hay una sola letra. Y el ministro de Educación va a contramarcha de lo mucho de bueno que se ha avanzado en los últimos lustros respecto de la carrera magisterial meritocrática y se la quiere tumbar de un porrazo. Es, en la práctica, un contrarreformista.

Castillo debe durar cinco años. Un gobierno de izquierda declarado debe poder hacerlo. Pero necesita despercudirse de tics ideológicos absurdos y abocarse a lo que realmente importa y corresponde.

-La del estribo: a ver si la correcta ministra de Cultura, Gisela Ortiz, le da una miradita al absurdo tema de rutas y aforos de Machu Picchu, la estrella del turismo nacional, que hoy está atrapada en regulaciones absurdas que solo espantan al turista en lugar de atraerlo.

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gobierno de Castillo, Izquierda, Presidente Castillo, Vladimir Cerrón

Es un disparate supremo el perpetrado por Vladimir Cerrón y su cúpula partidaria, de acusar al actual gobierno de derechista o de caviar. Si algo caracteriza claramente al régimen de Castillo es su izquierdismo manifiesto.

¿Qué política pública de derecha ha aplicado en estos primeros meses de gobierno? ¿Qué derechista agazapado se ha infiltrado en las filas del régimen? ¿Qué indicio de sojuzgamiento a los grupos de poder -si como derecha mercantilista se le quisiese clasificar- puede apreciarse en las decisiones del Ejecutivo?

El de Castillo es un gobierno de izquierda. Y como tal, un gobierno lleno de mediocridades y errores, propios de los regímenes que siguen esa línea ideológica. Por lo pronto, una clara aversión a lo que significa la inversión privada, sin cuyo aliento no tendremos forma de obtener tasas de crecimiento del PBI superiores al mediocre 2% que la mayoría de expertos pronostica para el vigente lustro.

Habrá pocas nueces izquierdistas, es verdad, porque felizmente funcionan en el país los poderes de contención institucionales. El Congreso, el Poder Judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional, de diversas formas le han hecho saber al Ejecutivo que no es un poder dictatorial y tiene que ceñirse a ciertos cartabones.

La medianía en el ejercicio del poder va a caracterizar a este gobierno precisamente por ser de izquierda. Lo reiteraremos hasta el agotamiento: lo que el Perú necesitaba más que nunca en las actuales circunstancias era un shock de inversiones capitalistas que permitieran remontar la recesión pandémica, en el corto plazo, y en el mediano, la inercia proinversión (excepción hecha del segundo alanismo) de la transición post Fujimori.

Y Castillo y sus diletantismos izquierdistas no generarán la confianza necesaria para alentar ese proceso. La única manera de, siquiera, rozar mínimamente un grado de inversión privada interna potable, pasa por descartar la Asamblea Constituyente corporativista que aún piensa ejecutar. Más temprano que tarde esperemos que se dé cuenta del desmadre que implicará ese proyecto y lo deseche, pero el tiempo que demore en hacerlo será tiempo valioso perdido para el país.

El Perú necesitaría veinte años seguidos de gobiernos promercado para acceder a ser un país medianamente desarrollado y con grados de disminución de la pobreza y de las desigualdades tales, que se desarraiguen ideas pasadistas como las que alberga un sector significativo de la ciudadanía. Castillo, claramente, no forma parte de ese proceso. Su izquierdismo rampante lo condena a la mediocridad.

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Derecha, Izquierda, Presidente Castillo, Vladimir Cerrón

Las perlas delusivas de Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, constituyen ya un rosario, por su asiduidad y profusión. Claramente, no es un sujeto político que esté en sus cabales.

1.- Su primer gran error de percepción fue creer que Perú Libre había ganado las elecciones del 2021. Con él y su ideario dentro de la mochila. Cuando la verdad es que pesaron razones disruptivas provocadas por la pandemia, el voto antiestablishment, el antikeikismo y el peso identitario del candidato Castillo.

2.- Pensar que el gobierno debía ser del partido, de Perú Libre. A la vieja usanza de los partidos comunistas soviéticos o cubanos, en los que al elegirse al secretario general del partido se elegía en la práctica al jefe de gobierno. Eso no era así y no podía ser así en una realidad política como la peruana. Castillo, en su calidad de Presidente de la República, tiene absoluta potestad de armar su gobierno como buenamente quiera y Cerrón, más bien, debería haber estado agradecido de que al menos le hayan asignado una cuota (hoy mismo, tiene dos ministros cerronistas que, suponemos, renunciarán por dignidad si es que avalan el comunicado del partido; o haría bien Castillo en desprenderse de ellos: entre otros, del inefable ministro del Interior).

3.- Creer que con su flamígero comunicado pone en jaque al gobierno de Castillo, debilitándolo al extremo de colocarlo al límite de su salida del poder. Ya veremos cuántos congresistas de la bancada de Perú Libre -muchos de los cuales no fueron consultados para emitir ese comunicado- lo seguirán. Ya varios se han manifestado en contra del mismo y han señalado que votarán por la confianza al gabinete Vásquez.

4.- Suponer que culminará una racha triunfal lanzándose sin Castillo a las elecciones municipales y regionales. Perú Libre volverá a ser un partido regional (en el mejor de los casos, ganará en Junín y paremos de contar) y allí Cerrón se dará cuenta que el mundo andino no votó por él sino por Castillo.

En general, le ha hecho mucho bien al gobierno esta pataleta delusiva de Vladimir Cerrón. Libera a Castillo de una carga política pesada y le abre la cancha a una mayor fluidez no solo con los partidos de oposición en el Congreso sino también con la ciudadanía.

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Perú Libre, Vladimir Cerrón

La ya explícita ruptura de Vladimir Cerrón con el gobierno de Castillo y el gabinete Vásquez, a los que tilda de derechistas y caviares, le abre al Presidente una ventana de oportunidad que debiera capitalizar.

De hecho, son importantes los votos cerronistas en el Congreso. En principio, son 18, pero en los hechos deben ser menos. Tanto Dina Boluarte como Betssy Chávez, ya tenían juego propio e influencia en esa bancada, de modo que lo más probable es que los votos cerronistas duros se reduzcan a ocho o diez.

Igual, si se considera que la oposición en el Congreso (todos los partidos, menos Perú Libre -hasta el momento-, Juntos por el Perú y los lescanistas de Acción Popular), mantenían en ristre la fiscalización al régimen y observaban con ojo crítico la confianza, las interpelaciones a ministros, la delegación de facultades y, ahora que volverá a la palestra, el tema de la vacancia, es menester que Castillo recomponga alianzas en el Congreso si quiere salir bien librado.

La única carta de cambio que parece razonable es la de la Asamblea Constituyente. El puente de plata que el centro le debería anteponer al régimen en este momento de debilidad es que lo apoyarán siempre y cuando descarte esa tesis corporativista que destruiría el modelo económico y la democracia. No se le puede pedir a Castillo que se humalice, pero sí que despliegue un gobierno de izquierda sensato y razonable.

De otro modo, el riesgo de un recorte anticipado del mandato presidencial está a la vuelta de la esquina. Con los ocho o diez votos cerronistas, la oposición recupera la capacidad de alcanzar los 87 votos que le permitirían vacar a Castillo.

Si el Presidente, como ha demostrado, es pragmático y no se guía por anteojeras ideológicas, como las que caracterizan al ala magisterial (maoísta) y al ala cerronista (leninista), podrá entender que el camino expedito para seguir ejecutando una agenda de izquierda sin sobresaltos, pasa por descartar la zozobra permanente que generaría en el país la necia insistencia en tratar de cambiar la Carta Magna.

La realidad social y la realidad política hacen inviable ese proyecto. Si hoy, las circunstancias políticas provocadas por la pateada del tablero de su exsocio Vladimir Cerrón, la convierten en moneda de cambio eficaz, ojalá ello lleve a que el Primer Mandatario alcance ese entendimiento.

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Congreso de la República, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Por más que el gabinete Vásquez sea una mejora cualitativa importante respecto del presidido por Guido Bellido, queda claro que este es un régimen que no ha firmado hoja de ruta alguna y mantiene el perfil izquierdista que sus integrantes aseguran.

En esa medida, los gazapos económicos van a estar a la orden del día. Declaraciones altisonantes, interventoras, regulatorias de todo tipo surgirán de las bocas de los ministros, alterando los nervios de los agentes inversores, quienes no terminarán de darle la confianza necesaria al gobierno para soltar las amarras de la inversión privada contenida.

Si a ello le sumamos la necia terquedad presidencial de nombrar gente impresentable en cargos de importancia (ministros del Interior, de Educación, Indecopi, etc.), se termina por configurar un escenario mediocre, de cuya medianía no saldremos hasta que el gobierno no decida desterrar por completo la madre de todas las incertidumbres, como es la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

La Premier ha dicho que no es prioridad y que no es el momento. Seguramente lo será cuando Castillo conforme su partido y, si logra recuperar niveles altos de popularidad, lo lleve a confrontar con el Congreso para provocar su disolución y poder participar, con partido propio, en las nuevas elecciones congresales. Al parecer, ese es el plan de mediano plazo, que mientras esté allí, presente, arruinará las expectativas de corto plazo.

Si Castillo dura los cinco años de mandato (habrá que ver si Cerrón no lo termina involucrando en el caso de Los dinámicos del centro, y eso podría reactivar el escenario de la vacancia), será un periodo signado por la mediocridad y la impericia. Cinco años perdidos en la perspectiva de un urgente shock de inversiones privadas, que nos permitiera no solo salir rápido del atolladero de la recesión pandémica, sino recuperar el tiempo perdido por la medianía económica de la transición post Fujimori.

La designación de Mirtha Vásquez estabiliza al régimen, pero de ninguna manera implica la resolución del más grande problema socioeconómico que hoy aqueja al país, como es la falta de confianza de los agentes inversores privados. Igual, en un país tan complicado y azaroso como el Perú, la estabilidad mencionada no deja de ser momentánea y relativa.

 

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gabinete Vásquez, Plan de Gobierno, Premier, Presidente Castillo

Pido disculpas a la memoria de Luis Hernández por tomar prestado el nombre de la antología que Mirko Lauer preparó sobre su obra poética, para graficar la deleznable conducta política de Keiko Fujimori en los últimos, al participar, feliz de la vida, como invitada a un evento del partido ultraderechista español Vox.

Vox representa lo peor de la derecha española. Conservadores hasta el tuétano, xenófobos, alberga algunos libertarios desorientados, pero mayoritariamente contiene franquistas agazapados a quienes el derechismo del Partido Popular se les antojó amanerado y timorato.

¿Qué hace Keiko allí? ¿Trata acaso de arrinconar y quitarle espacio al ultraderechista peruano Rafael López Aliaga, suponiendo erradamente que es ese el nicho ideológico en el que le corresponde estar para asegurarse un mejor futuro político?

Es un grave error. El fujimorismo, luego de los 90, debió evolucionar hacia un centro liberal. Era lo que correspondía. La mejor demostración de la calamidad que supone para el fujimorismo apartarse de ese eje fue el resultado de los cinco años de conservadurización al que condujo el partido Keiko Fujimori el periodo 2016-2021, dejando a Fuerza Popular en escombros, que solo logró disimular con una buena campaña en primera vuelta en las últimas elecciones y gracias a la fortuna de un resultado tan fragmentado, que con poco le alcanzó para pasar a la segunda vuelta.

Por cierto, el evento de marras ha tenido poca difusión y su impacto mediático será menor, pero lo destacable es el significado político que alberga. Si Keiko Fujimori vuelve a cometer el error de derechizar a FP, lo apartará de un eventual triunfo futuro en las elecciones que suponemos aún aspira a protagonizar (y que ojalá encuentre en el partido un candidato distinto a la ya perdedora nata Keiko Fujimori: urge un recambio en Fuerza Popular, y figuras tiene).

El 2026 -o antes, dependiendo de cómo se conduzca Castillo- ya no será terreno propicio para disruptivos. Es más, la mediocre performance del régimen vigente hará que la gente lo piense tres veces antes de volver a votar por un outsider o un radical. Será la hora de la ponderación. Y en esa perspectiva, gestos como los de Keiko la apartan de la senda correcta.

La lideresa de Fuerza Popular no brilla por su sagacidad ideológica y política, pero, a estas alturas, luego de tres derrotas consecutivas al menos debieran haberle despertado algún sentido de ubicuidad, lo que, por lo que se ve, no ha ocurrido.

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Fuerza Popular, Keiko Fujimori, Rafael Lopez Aliaga

Es justo ponderar el correcto ejercicio político del Congreso de la República para propiciar el golpe de timón que el presidente Castillo le ha dado a su gobierno. Si no hubiese sido por la actitud beligerante y recia de buena parte del Legislativo, probablemente hoy todavía tendríamos sentado a Bellido en el Premierato, a Iber Maravi en el ministerio de Trabajo y a Vladimir Cerrón insuflando radicalismo en la periferia del régimen.

La derecha (Fuerza Popular, Renovación Popular, y Avanza País) lideró la resistencia frente a los despropósitos del gobierno y esta vez fue acompañada por las bancadas de Alianza para el Progreso, Somos Perú, Podemos y los morados, dispuestos a censurar a Maravi, aun cuando pesase la amenaza del expremier Bellido de hacer cuestión de confianza sobre esa eventual censura. Con ello tenían los 66 votos suficientes para bajarse a un sospechoso de filosenderismo, que no era admisible que hubiese pisado siquiera una oficina pública.

Lo que, dicho sea de paso, no deja de llamar la atención es la timorata y diletante actuación política de Acción Popular, partido que claudicó en la primera gran prueba política del Congreso (cuando se vio la confianza al gabinete Bellido: si, como correspondía no se le hubiese dado, nos hubiésemos ahorrado estos dos meses de caos político) y en esta segunda ocasión, guiado al parecer por el izquierdismo latente de Yonhy Lescano, estaba dispuesto a perdonarle la vida a Maravi.

Por supuesto, no hay que confiar ciegamente en la aparente moderación de Castillo. Apenas constituya su propio partido magisterial y pueda participar en elecciones, probablemente esperará a ver los resultados de su flamante agrupación en los comicios regionales y ediles del próximo año, y de acuerdo a ello evaluará nuevamente si conviene pechar al Congreso para buscar su disolución y ya poder participar directamente en las nuevas elecciones congresales, sin el corsé de Perú Libre y el cerronismo, y con la posibilidad reabierta de recorrer el camino de una Asamblea Constituyente.

Por ello es que a pesar del cambio cualitativo positivo que supone la presencia de Mirtha Vásquez en el Premierato -a pesar de los dos o tres impresentables, que parece ser la cuota personal de estulticia del Primer Mandatario-, es menester que el Congreso no baje la guardia y mantenga en ristre el arma de la vacancia si Castillo resucita el afán de disolver el Congreso, y que además no deje de tener ojo vigilante y crítico de los ministros que merezcan interpelación y censura.

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Cerronismo, Congreso de la República, expremier Bellido, Iber Maraví, Mirtha Vasquez

Es políticamente sustantiva y crucial la declaración de la flamante Premier, Mirtha Vásquez, en el sentido de que no es prioridad del gobierno el tema de la Asamblea Constituyente. Representa un parteaguas político, que vislumbra mejores horizontes de los que la confrontación cerronista auguraba.

De hecho, señala la Premier, debe existir previamente un “momento constituyente” para pensar en la posibilidad de un cambio de esa envergadura. Y claramente ese momento no existe. En la encuesta más favorable al tema, apenas el 20% de la población está a favor de una Asamblea de esa naturaleza. Y la realidad de los votos congresales es mucho menos propicia para pensar siquiera en esa posibilidad.

Pero esta declaración de la Premier tiene filo político mayor. Descarta el camino político tortuoso, y cargado de zozobra, del forzamiento a una reforma del artículo 206 de la Constitución para aprobar que el Ejecutivo pueda convocar directamente a un referéndum que la convalide.

Ello hubiera supuesto que el Ejecutivo optase por el camino de la disolución del Congreso a punta de cuestiones de confianza (como la que el inefable expremier Bellido planteó en defensa del exministro Iber Maraví), seguir el camino de la convocatoria a nuevas elecciones parlamentarias, aspirar a tener allí al menos 66 congresistas que le permitiesen al régimen aprobar la reforma de marras y luego llamar a un referéndum (el primero) para convalidar esa reforma, para, recién luego de todo ello, convocar al segundo referéndum, que de resultar favorable, entonces les hubiera permitido convocar a la corporativista Asamblea Constituyente que los sectores radicales del gobierno tenían en mente. Esta ruta ha sido, por lo que se ve, descartada.

El gabinete Vásquez es de izquierda y en esa medida no augura buenos vientos en materia económica -donde se necesita un shock de inversiones privadas para salir del atolladero-, pero es, sin duda, un cambio cualitativo positivo respecto del gabinete Bellido, aun cuando (ya parece ser una tara presidencial) aparezcan algunos impresentables nuevos (como el de Educación y el de Interior, por lo pronto) y se mantengan algunos del anterior equipo ministerial.

El paso definitivo a la maduración política del régimen será cuando descarte el tema de la Constituyente de modo definitivo y permita así que el país recupere perspectiva y tranquilidad. Que Cerrón y su gente sigan en la ilusa idea de que recolectando firmas lograrán un referéndum anticonstitucional. Y que el gobierno, desprendido del cerronismo, se dedique a gobernar.

-La del estribo: impresionantes los nuevos vientos del Museo Larco. A su ya invalorable patrimonio, le suma un renovado guion curatorial y, además, la conversión de las antiguas salas eróticas a, en la práctica, un nuevo museo dentro de la matriz. Y si quiere cerrar con broche de oro la visita, ya reabrió el magnífico restaurante del propio museo. El museo abre de lunes a sábado de 11 a 7, y los domingos de 11 a 5.

 

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Mirtha Vasquez, Política
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