Alonso-Rabi-Do-Carmo

Confesiones libres

"Un ejercicio de desnudamiento y un libro de poemas intenso (y recomendable) de comienzo a fin."

Victoria Guerrero Peirano (1971) es una voz representativa de la década del 90, que marca el inicio de su trabajo poético, alentado por motivos y figuras temáticas diversas y, sin embargo, unidas casi siempre por un intento de llevar al terreno poético la experiencia personal bajo el manto del contexto histórico y cultural.  Las varias etapas de su escritura, entonces, navegan siempre entre una mirada autobiográfica encriptada, que se oculta en el relato de vivencias de protagonistas femeninas, sin esconder lazos literarios y políticos.

En ese sentido, Documentos de barbarie (2013), volumen en el que reúne la poesía que escribió entre los años 2002 y 2012, es una muestra de los distintos caminos que ha ido trazando su voz, sobre todo en relación con un lenguaje que cifra en metáforas su cercanía a la política y el activismo. Su obra anterior, iniciada con De este reino (1993), una relectura de personajes bíblicos –no exenta de resonancias contemporáneas– hasta el carácter abiertamente cuestionador del sistema literario de libros como Cisnes estrangulados (1996), revela un ánimo exploratorio que se decanta posteriormente por una mirada muy intensa sobre la condición femenina y las relaciones sociales y políticas que la rodean.

En estos días, Victoria Guerrero nos ha entregado La mujer, una edición impecable –ya es una redundancia decirlo– del Álbum del Universo Bacterial. El volumen presenta rasgos de muchísimo interés. La inestabilidad del sujeto atraviesa esta poesía cargada de ironía, de patetismo y de múltiples referencias textuales y literarias. El poema pórtico, titulado “Yo” nos hace pensar en una situación dramática (la enfermedad) que le ofrece al hablante la posibilidad de tender una analogía con una figura sacrificial: “Yo, Victoria Guerrero, coronada de espinas,/ hincada en una silla cada 21 días,/ una palabra me embiste cerca del corazón” (p.11).

El “yo” del hablante no es estable: se disgrega en otras personas gramaticales y su acontecer se narra desde distintas perspectivas. Hay un descentramiento, un sentimiento de zozobra que perturba la unicidad del relato contenido en el poema. Algunos de los poemas siguientes rinden tributo, escenificando su interpretación, a notables poetas que hoy se reivindican no solo desde el feminismo, sino, en general, desde la mejor literatura: Anna Ajmátova, poeta de Odessa, víctima del irracional yugo soviético; Emily Dickinson, renunciante a su conversión religiosa para entregarse en cuerpo y alma a la escritura; Marina Tsvetáieva, poeta brillante y suicida que conoció también la dura mano estalinista; Sylvia Plath, cuyo poder confesional late sin duda en los versos de este libro; María Emilia Cornejo, dueña y presa de sus tormentos íntimos, muchacha mala de la historia y Magda Portal, emblemática figura femenina inmiscuida, con todo mérito, en el mundo vanguardista peruano.

Hay pues un universo referencial que privilegia varios aspectos de la existencia y da sentido a La mujer. Más allá de la ironía cincelada de poemas como “La mujer” (p.19), del evidente sarcasmo de “Autorretrato (con ex marido)” (p.31) o esas urgentes imágenes que dan forma a la quimioterapia en “El éxtasis –por la agonía–” (p.49), los intertextos y el diálogo vivo y creativo con ellos ilumina territorios a veces velados o envueltos en una pátina de ambigüedad u opresión.

Las poetas aquí presentes (el recuerdo de su lectura, la verbalización de las alusiones a sus vidas o pensamientos) forman un coro que ordena el espectro temático del libro: la enfermedad, lo autobiográfico, la escritura, la soledad y la desesperanza, todo ello bajo el paraguas de la condición femenina y sus problemas. Un ejercicio de desnudamiento y un libro de poemas intenso (y recomendable) de comienzo a fin.

 

Victoria Guerrero. La mujer. Lima: Álbum del Universo Bacterial, 2022.

 

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