La normalización

”Ahora el mundo se encuentra bajo grandes amenazas desatadas por Donald Trump y su gobierno en Estados Unidos. Mientras tanto la mitad de su país celebra sus decretos y normas amenazantes y es que gracias a ellas es que finalmente se puede visibilizar la ansiada normalidad con la que siempre se aplaudió el invasionismo, se grita el racismo, se criminaliza a los latinos y se condena la homosexualidad. Una mitad que en sintonía con la Biología, está lista para adaptarse y defender a su especie, y que siente, como todo animal, que ha de estar con el más fuerte.”

Si revisamos viejos periódicos de tan sólo cincuenta años atrás, las fotografías de presidentes rodeados de sus ministros nos mostraban un mundo totalmente masculino. Era en aquel entonces, lo natural. Veinte años antes, en Perú, las mujeres tampoco votábamos y era normal que las más pobres no supieran leer ni escribir. Todo ello estaba legislado o vetado en la norma para facilitarlo. Por esos mismos años, también era normal (estaba normado) que en el sur de Estados Unidos las personas afrodescendientes no compartieron los mismos espacios públicos con las personas blancas, incluidos buses, escuelas o la universidad.

Existe otra acepción de lo normal en una sociedad, ya noentendida como lo normado por escrito, con principios,reglas y leyes, sino como lo acostumbrado: una forma más “ejemplar” que siguen las personas, imitando y modelandosus hábitos, siguiendo las conductas aprobadas odesaprobadas por su sociedad. De esta normalización se suele hacer cargo la escuela, el gobierno, las religiones. También podemos ir más allá e imaginar la normalización como parte de nuestra condición animal vinculada a la supervivencia: sea donde estemos y como estemos, nuestra especie se tendrá que adaptar. Así, la normalización formaría parte del complejo proceso etológico o de comportamiento de la población estudiada por la Biología. Para las Ciencias Sociales, la normalización se produce cuando una sociedad o un gran sector de la población acepta o tolera actos violentos y los convierte en parte de la vida cotidiana. Buen ejemplo de ello fue cuando durante la guerra contra Sendero Luminoso, normalizamos la falta de luz eléctrica. La canción más popular de aquel entonces, llegó a ser una que hasta ahora canturreamos, “un elefante/ se balanceaba/ sobre una torre derrumbada… Frente a la amenaza del terrorismo senderista que buscaba mantenernos en la oscuridad para cometer sus abusos y ajusticiamientos, creció el mercado de velas, reemplazado después por los grupos electrógenos, necesarios también para la distribución del agua potable, los servicios sanitarios y muchos otros. Mientras tanto, Alan García imponía normas económicas que nos llevaron a la escasez de alimentos y a una inflación de mil por ciento anual. Con el Perú en quiebra, incapaz de pagar deudas internas y peor aún la externa, normalizamos la leche en polvo y las colas para conseguir alimentos, la emisión de billetes de corta duración con más y más ceros, los cúmulos de basura en las vías públicas y hasta tener un carnet del partido aprista. Naturalizamos vivir bajo toque de queda y soportamos la corrupción de los dólares MUC. Convivimos en las ciudades de la costa y más aún en Lima con cientos de miles de vendedores ambulantes y con pocos buses reventando de gente. Muchos se preguntan cómo conseguimos hacerlo. Simple y llanamente, se normalizó.

Se tornó natural enterarnos de las matanzas que los gobiernos y Sendero Luminoso cometían; fue común tener un amigo o familiar desaparecido y vivir con el vidrio de las ventanas protegido por cintas adhesivas para disminuir el impacto de las explosiones. Normalizamos nuestra convivencia con Vladimiro Montesinos y el Congreso Constituyente. Con los comedores populares y las combis. Con visionar en la televisión al presidente del país después de su divorcio, habitando con sus hijos el Cuartel General del Ejército.

La peor consecuencia de vivir bajo amenaza, sea de guerra, de alimentación, de vivienda, de odio, de corrupción es que tarde o muy temprano lo normalizaremos. Ahora el mundo se encuentra bajo grandes amenazas desatadas por Donald Trump y su gobierno en Estados Unidos. Amenaza con anexarse los territorios poblados o no que le convengan para susfuentes de energía. Ha arranchado del subempleo a los latinos y nos ha lanzado detrás de un muro. Y ha desnormalizado (en los dos sentidos del término) las políticas para reducir las brechas que separan a las minorías por género y raza.

Dicen las encuestas que la mitad de su país celebra sus decretos y normas amenazantes y es que gracias a ellas es que finalmente se puede visibilizar la ansiada normalidadcon la que siempre se aplaud el invasionismo, se grita el racismo, se criminaliza a los latinos y se condena la homosexualidad. Una mitad que en sintonía con la Biología, está lista para adaptarse y defender a su especie, y que siente, como todo animal, que ha de estar con el más fuerte.

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