León XIV frente a la III Guerra Mundial

“un tema que debe levantar la Iglesia Católica en los actuales tiempos  es la indisoluble relación entre dos conceptos fundamentales: cristianismo y democracia”

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] Recién el Papa León XIV, en carta dirigida a los periodistas peruanos que denunciaron el caso del Sodalicio de la vida cristiana y sus víctimas, ha señalado que <<hoy, vuelvo a elevar la voz con preocupación y esperanza al mirar hacia mi amado pueblo del Perú. En este tiempo de profundas tensiones institucionales y sociales, defender el periodismo libre y ético no es solo un acto de justicia, sino un deber de todos aquellos que anhelan una democracia sólida y participativa>>.

El mensaje de nuestro Santo Padre atañe al Perú y a la profunda crisis moral e institucional en la que estamos inmersos. Sin embargo, he querido enfocar las palabras del Sumo Pontífice desde una mirada global, internacional, pues la deriva de la democracia peruana es también reflejo de una coyuntura mundial en la que nos hemos olvidado de los derechos humanos más elementales y de las más básicas normas de convivencia entre las naciones.

Entrevistado hace poco por una institución académica, respecto de los cambios y continuidades entre los pontificados de Francisco y León XIV, señalé que un tema que debe levantar la Iglesia Católica en los actuales tiempos  es la indisoluble relación entre dos conceptos fundamentales: cristianismo y democracia.

La democracia contemporánea es un bien devaluado, es un cascarón, un esqueleto carente de órganos y de piel que le den vida. El drama es aciago pues ilumina, en medio de una lúgubre oscuridad, a las fuerzas que la han doblegado: los extremismos.

En esta columna hemos señalado reiteradas veces que la crisis global de la democracia como sistema político, pero también como marco que regula la vida entre los seres humanos, responde a los radicalismos progresistas. Estos radicalismos impusieron la cancelación, el olvido o supresión de eventos históricos <<políticamente incorrectos>> y han pretendido dividir a la humanidad en clanes o tribus, atentando así contra la universalidad de los Derechos Humanos.

También hemos denunciado la responsabilidad del ultraconservadurismo, el libertarismo y el ultranacionalismo que también pisotean Derechos Humanos, que difunden ideológicas misóginas y homofóbicas. Sus gobiernos transgreden cada vez con menos pudor el cerco de la democracia, la ley y las garantías constitucionales con la intención de apropiarse de los aparatos estatales bajo la forma de dictaduras soterradas.

Al 2025, el ultraconservadurismo ha inclinado la balanza a su favor luego de posicionar a Donald Trump como su líder global. Esta versión de Trump viene corregida y aumentada, no tienes límites, la legalidad internacional no le significa absolutamente nada y, en Irán, acaba de dar los primeros pasos – o bombazos- de lo que muy pronto podría convertirse en la Tercera Guerra Mundial.

Progresistas radicales y ultraconservadores son responsables del olvido de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, así como de la amnesia selectiva frente a derechos fundamentales del ser humano que están para ser respetados y defendidos en todos los casos.

Marx decía que la violencia es la partera de la historia y en parte llevaba razón. Lo cierto es que las guerras existen desde que decidimos sedentarizarnos y aparentemente no dejarán de existir aunque a veces da la impresión de que si ocurren, o si no se resuelven, es básicamente porque los seres humanos no somos capaces de transigir en soluciones básicas, elementales, que resolverían niños si se les plantease el problema en el aula de su escuela.

A pesar de que las guerras son de siempre, con la democracia y el orden mundial establecido en 1948 se avanzó en la edificación de un mundo que resolviese sus controversias en virtud de valores universales. Por eso aprecio tanto el llamado de León XIV a construir una democracia sólida y participativa que resulta también un llamado a la recuperación de los derechos fundamentales y del respeto a la vida, valor cristiano por excelencia.

Señálelo más seguido y con más fuerza, Papa peruano.

 

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