Daniel Parodi

El canciller político

“La búsqueda del consenso, y no el enfrentamiento, debe ser la principal cualidad de un canciller político”

Tuve la suerte y el honor de contribuir con cancillería durante el litigio de La Haya por gentil invitación del Embajador Allan Wagner Tizón, quien entonces se desempeñaba como agente del Perú ante la Corte Internacional de Justicia, nombrado para tal efecto por el expresidente Alan García Pérez. Cuando me convocó, ya ejercía la presidencia Ollanta Humala Tasso quien tuvo el buen criterio de no desarmar el equipo que venía llevando con acierto la causa peruana ante Chile en La Haya. 

Al integrarme, con dos funciones, la de ser editor de la colección de documentos del proceso -memoria peruana, alegatos ante la Corte etc. – y formar parte de la vocería de prensa, quien se desempeñaba como canciller era Rafael Roncagliolo Orbegoso, sociólogo e intelectual de dilatada y reconocida trayectoria. 

Entonces pude observar de cerca la actuación de un canciller político al frente de Torre Tagle y su manejo del litigio con el vecino país. De hecho, Roncagliolo recibió una herencia envidiable en el trabajo de Wagner y José Antonio García Belaúnde. La tesis de las cuerdas separas ya estaba establecida y el Chile del primer gobierno de Sebastián Piñera, había encontrado en Alfredo Moreno una voz igual de amical que la de Joselo. 

Pero había que trabajar mucho en la coyuntura previa al fallo para que la sociedad lo entienda como la decisión de una corte a la que asistieron dos países civilizados que buscaban resolver pacíficamente sus controversias y no como la declaración de una guerra, o de otra, para hablar en sentido estricto. Allí, el trabajo de la vocería de prensa, a cargo de Santiago Pedraglio, fue fundamental, pues cancillería nos encargó una doble misión: defender la posición del Perú, lo cual era absolutamente obvio y normal, pero al mismo difundir el mensaje de que había que estrechar los lazos con Chile.

En ese contexto se produjeron verdaderos prodigios. Yo nunca podré olvidar, y este es solo un ejemplo, el día, poco antes de la lectura de la sentencia en Holanda, cuando, en parejas, los diarios El Comercio (Perú) – el Mercurio (Chile) y La república (Perú) – La Tercera (Chile) publicaron en sus páginas principales un resumen de los alegatos de los dos países, uno al lado del otro. No sé, la verdad, si exista otro caso similar en todo el mundo.

¿De qué se trataba? De lo que se trata siempre cuando se busca amainar la desconfianza: de conocerse, de comprender que la otra parte también tiene sus razones y sus argumentos, y, en tal sentido, de asumir, como alguna vez dije en medios, que el mejor fallo era el fallo acatado. Ese era el mayor bien para ambos países, más allá de la previa búsqueda, hasta lo imposible, dentro del marco legal, del triunfo de la propia posición. 

Pero como países civilizados ir a la Haya suponía atenerse a la decisión de la Corte más importante del planeta. Y así sucedió, la CIJ nos dio la razón en casi el 70% de nuestra demanda, y apenas dos meses después, barcos de las marinas de guerra del Perú y de Chile trazaron juntos las líneas de la nueva frontera marítima. 

Rafael Roncagliolo tenía trayectoria, era respetado por tirios y troyanos, y aunque la derecha protestó un poco cuando lo nombraron, al correr de la semana todos bajaron la voz. Además, tenía estupendas relaciones en diversos sectores de la sociedad, por eso se lograron realizar, en diferentes áreas, tantos eventos y gestos bilaterales, como el que acabo de reseñar.  

Roncagliolo no era internacionalista, pero tenía el suficiente cosmopolitismo y sentido común para moverse en las relaciones internacionales como Pedro en su casa. Su historia venía precedida de la búsqueda del consenso, no del enfrentamiento. Estas, y no otras, deben ser las principales cualidades de un canciller político, uno que pueda eventualmente sumar, desde su propia trayectoria, a lo que podrían hacer y ya hicieron, los grandes cancilleres de carrera, que hemos tenido en el Perú. Téngase presente.

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