Liz Meléndez

La crisis social es evidente y su minimización solo alienta el descontento de la ciudadanía.

“El paro de hoy convoca no solo a diferentes gremios de transportistas sino también estudiantes, comerciantes y organizaciones preocupadas por la debilidad democrática del país. Se han ido sumando actores. ¿Este es un síntoma claro de hartazgo, un punto de inflexión que empieza a aglutinar o un nuevo punto de partida? Esperemos que la solución a la crisis estructural se encauce por canales democráticos y pacíficos. Esto requerirá madurez de los partidos políticos y – en lo inmediato- que las autoridades respeten el derecho fundamental a la protesta y no se genere más violencia de la ya vivida en las calles. ¡Estemos vigilantes!”

La indolencia de las autoridades levanta la indignación de una población que quiere salir a trabajar sin temor, cuidar a sus familias y vivir con tranquilidad. No presa de extorsionadores y mafias. 

La gente está diciendo a gritos, basta a esa endemia que se llama corrupción. La cual se refleja no solo en la dramática inseguridad sino además en la cooptación de las universidades, la criminalización de la protesta y la vulneración del principio de separación de poderes. 

Culpables, todos. No se trata solo del gobierno central o el Congreso. Estamos frente a una clase política podrida, que con actitud carroñera espera la caída de una de las piezas para aniquilar a quien sea y seguir cooptando el poder, que, aunque muchos/as no lo tengan de manera formal, lo tienen de forma efectiva. Son estos actores, quienes han jugado perversamente por años, los responsables de la crisis que venimos arrastrando. 

El poder de esta corrupta clase política se apoya en la inacción ciudadana, en el temor, en la desidia o el miedo frente a la protesta. Escenario que viene cambiando drásticamente con las últimas movilizaciones de los gremios de transportistas, de los comerciantes y las y los estudiantes. Aunque las demandas son diferentes, el origen del descontento es el mismo: una corrupción mafiosa que está copando el Estado, generando un retroceso en derechos y un escenario de sangre que nos atemoriza.

Hace algunos meses parecía muy difícil que la ciudadanía active su capacidad y poder movilizador, que vuelva a apropiarse del derecho ciudadano de protestar y exigir derechos. Aunque se han generado, en los últimos años diferentes esfuerzos, quienes hoy convocan al paro lo hacen con hartazgo de un gobierno y un Estado que no los protege.

 ¿Se ha llegado a un punto de inflexión?, quienes lideran este proceso sienten que no tienen nada que perder. “Es mejor perder un día de trabajo que la vida”, señalaba uno de los dirigentes del paro hace unas semanas. 

El paro de hoy convoca no solo a diferentes gremios de transportistas sino también estudiantes, comerciantes y organizaciones preocupadas por la debilidad democrática del país. Se han ido sumando actores. ¿Este es un síntoma claro de hartazgo, un punto de inflexión que empieza a aglutinar o un nuevo punto de partida?

Esperemos que la solución a la crisis estructural se encauce por canales democráticos y pacíficos. Esto requerirá madurez de los partidos políticos y – en lo inmediato- que las autoridades respeten el derecho constitucional a la protesta y no se genere más violencia de la ya vivida en las calles. 

¡Estemos vigilantes! 

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