La pandemia nos afectó a todos, definitivamente. Además de las graves consecuencias para la salud, también ha cambiado al mundo. Aún más: nos ha cambiado a cada uno de nosotros.
¿Qué pasó conmigo? Cuestioné mis hábitos y propósito de vida llegando a la conclusión que era momento de hablar menos y actuar más. Es así como, en enero del año pasado, me propuse tener un estilo de vida sostenible ya que los recursos del planeta se están agotando y urge un modelo respetuoso y saludable que asegure el futuro de las nuevas generaciones.
Pero, ¿qué es vivir sostenible? significa adoptar sin reservas el respeto por el medioambiente y tener un impacto positivo para las personas y el planeta.
¿Cómo empiezo una vida sostenible? Antes que nada, debes encontrar un equilibrio realista entre la sostenibilidad y las necesidades de tu vida cotidiana. No tiene mucho sentido adoptar un enfoque tan estricto que no te permita manejar, subirte a un bus, usar plástico, tener un determinado número de hijos o disfrutar de un pollo a la brasa en un restaurante.
Ser tan estricto no encajaría en el estilo de vida de la mayoría y es posible que provoque frustración y que, al final, abandones por completo tu objetivo y buenas intenciones.
Recordemos que la sostenibilidad es un proceso basado en la esencia. Por eso, es importante empezar haciendo una introspeccion de tu vida: en lo que te gusta, lo que necesitas y más valoras así como lo que podría ser prescindible y lo que te haría más feliz.
Te sorprenderá descubrir cómo este proceso puede mostrarte algunas formas de ser sostenible que no aparecen en esas listas que a raja tabla te dicen lo que tienes y lo que no tienes que hacer.
Por eso, más que reglas quiero presentarte algunos consejos para introducir cambios que generen hábitos sostenibles que contribuyan positivamente a la salud, a la felicidad y a tu progreso a largo plazo:
- Reducir la cantidad de residuos que producimos es quizás el más importante para ser más sostenible. Empieza a comprar menos, reutiliza lo que compres en lugar de tirarlo a la basura y elige productos que estén hechos de materiales que puedan reciclarse.
- Aprende a reciclar, pero de verdad. Participa activamente -como consumidor responsable- en la economía circular de los envases que utilices: plástico PET, cartón, vidrio, aceite, entro otros. Recuerda que hay muchos materiales que pueden tener infinitas vidas y no terminarán en los rellenos sanitarios.
- Reduce el desperdicio de alimentos: revisa tus armarios, elabora un plan de comidas, haz la lista de la compra, compra solo lo que necesites, reutiliza las sobras o compóstalas.
- Reduce el desperdicio de agua: dúchate en lugar de bañarte, cierra el grifo cuando te estés cepillando los dientes y utiliza la lavadora solo cuando tengas una carga completa.
- Consume alimentos locales y productos de temporada: así evitarás kilómetros innecesarios de transporte, tiempo de cultivo y además, aproyarás al productor local.
- Optimiza el consumo de energía: desenchufa los dispositivos electrónicos cuando no estén en uso. Apaga las luces cuando no estés en las habitaciones. Utiliza bombillas LED en lugar de halógenas.
- Emplea aparatos de uso manual en lugar de dispositivos electrónicos como, por ejemplo, un recogedor y una escoba en lugar de una aspiradora.
- Utiliza tu auto, un taxi o el servicio público solo cuando sea absolutamente necesario. Ve en bicicleta o camina cuando puedas.
- Cada uno de los productos que utilizas generan impacto en el medio ambiente, desde su diseño hasta su embalaje y transporte. Busca empresas que tengan un enfoque sostenible y que se empaquen en envases reciclables y/o hechos con materiales reciclados.
- Escoge versiones de productos más sostenibles siempre que sea posible como, por ejemplo, champú, acondicionador y jabón sólido u opta por alternativas ecológicas como cepillos de dientes bambú para reemplazar a los de plástico.
Finalmente, la sostenibilidad también es practicar la inclusión y la equidad, ser la escucha de las voces de quienes no tienen voz y por tratarte bien a ti mismo y a los demás.
Y tú, ¿te subes al carro de la sostenibilidad?