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Tomás-Cortez

Creo que vi a Dios

¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia… de novia, de religión, de Dios… pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín… no puede cambiar… de pasión.

Pablo Sandoval – “El secreto de tus ojos”

UNO

Dícese que el futbol enamora, porque permite a los hombres volver a la infancia. Y es cierto. 

Ser hincha de un club responde a sentimientos. En varios casos se hereda, en otros, el tío (ese querido personaje) influye en la elección. O el abuelo o los amigos. Pero ese amor se genera desde pequeño. Importa tres carajos que el club elegido, sea el más ganador o, por el contrario, sea un perdedor irredento. 

Tu primera visita al estadio es una experiencia cuasi religiosa que no se olvida nunca. Mi querido tío Hugo fue quien canalizó mis sentimientos hacia el club elegido. Era paciente y se daba tiempo para responder mis consultas y dudas de futbol. Al poco tiempo, me llevó en distintas ocasiones al estadio. No tenía aun los 14 años, pero aún recuerdo perfectamente esas idas.

DOS

El rostro arrugado, un pelo escaso y blanco. Deposita en taquilla el billete azul y entra a la tribuna. Una pequeña radio a transistores es su fiel amigo. Mira el estadio repleto. 

“Que poco ha cambiado desde que vine por primera vez”

Su remera se humedece, será el calor o el nerviosismo.  Mientras tanto, escucha al relator las posibilidades de su equipo. Se mentaliza.

“Hoy salimos campeones”.

Recuerda a su viejito, quien lo acompañaba en sus idas al estadio, y como la felicidad de ambos dependía de un resultado. El calor atosigante lo acorrala. Compra una botella de agua y bebe ansiosamente. Tiene diabetes, debe cuidarse. Lo rodean adultos, jóvenes, parejas y familias con niños que, como él, han venido a corroborar lo imposible. 

El futbol es democrático, piensa. Une a ricos y pobres. Los poderosos y los clasemedieros. Los que tienen autos y los que andan a pie. Los que degustan una parrillada y los que se preparan un plato de lentejas, incluido los domingos. Todos, en una tribuna por 90 minutos, compartiendo una misma ilusión.

TRES

El, que vive con lo justo, como cobrador de una mueblería. No paró de laburar ni siquiera con la pandemia. Si no cobraba no comía, menos hubiera pagado el alquiler de su pequeña pieza, donde vivía con su viejito enfermo. Nunca conoció a su madre. Su padre fue todo para él.  Compartieron Navidades y cumpleaños, solo los dos. Nunca escaseó el amor en aquella piecita que compartieron. Su viejito, luego de una larga agonía, falleció. 

Nunca tuvo mucho tiempo para el amor. Como no era muy agraciado y de poco hablar, las chicas lo rehuían. Al menos eso pensó. Su vida desde que salió del colegio, era trabajo y solo eso. Su padre enfermó al poco tiempo y, por ende, no pudo ir a la universidad. Mantener la casa fue siempre su prioridad. En cierta ocasión, tuvo una especie de relación con una mujer, a quien conoció en el laburo. Pero todo termino al poco tiempo. Meses después, ella le escribió una carta: iba a casarse. El no reaccionó, o no quiso darse cuenta, del porqué le escribía la misiva.

Iba 2 veces al mes al estadio. Eso era religión para él. Nunca fue muy devoto de la Fe Cristiana. Pensaba que algo estaba mal con ellos, y los de su clase. Le jodía eso y que Dios lo permitiera. Pero no vivía amargado. Ahora estaba solo, pero el recuerdo de su padre siempre lo acompañaba.

CUATRO

“Benítez la puta que te parió” 

Alan había dejado con 10 al equipo. Aun así, el planteo del Chiqui era bueno. Nunca el Aborigen superó a Cerro. Los jugadores sabían su papel. Ni el hombre de menos se notaba. La mano del técnico se sentía. Ergo, era un Equipo. Pero dos contragolpes dañaron el arco del club de sus amores. 

La tribuna estaba devastada. El hombre arrugado se tapó la cara con las manos. Sentía que todo estaba perdido. La hinchada rival aullaba. El calor seguía insoportable. Arce se la jugó con los cambios. Su corazón se aceleraba al ver las ocasiones pérdidas para rematar el resultado.  

¿Será Dios?, ¿será posible? 

Los de Guaraní, insólitamente, se desesperan y expulsan a 2 de sus jugadores. 

¡Vamos carajo que se puede!

El gol, en el minuto 99, revitaliza a la hinchada. Ahora son los cerristas, los que braman y se hacen escuchar en todo el estadio. 

El hombre mira a las estrellas del firmamento.

“Viejito, pedile a tu Dios que nos ayude, por esta única vez” 

Y sucede lo inexplicable.

Un centro desde la derecha, y el lateral, devenido en delantero, levitó en forma incomprensible, y cabeceó a la gloria.

Le gente explotó, se abrazaron entre todos, conocidos o no. El futbol derriba barreras sociales.

El hombre de las mil arrugas tiene los ojos vidriosos, su corazón palpita aceleradamente y sus manos tiemblan. Entonces, levanta la vista al cielo.

“Creo que vi a Dios” 

Y, a partir de ese momento, creyó.

Dedicado a José Carlos, Ezequiel y Jesús

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cristianismo, Dios

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