Si las elites empresariales y políticas del país lo leyeran así, otro sería el cantar no solo de la reacción frente a la protesta, sino que otra hubiera sido la política gubernativa desplegada en las últimas décadas, sorda a las nuevas realidades emergentes y que aún hasta hoy actúa bajo la lógica del guetto, fuera del cual no existen ciudadanos sino pobladores antisistema.
El país cruje por falta de integración al capitalismo democrático, no por su culpa. Y, claro, encuentra en el devenir de su flujo, anclas que eventualmente pueden no coincidir con su matriz de origen. El propio reclamo de la Constituyente puede estar escondiendo que detrás no hay un deseo de volver al redil populista estatista, como la izquierda que la promueve anhela, sino un desplazamiento geológico a favor de la inclusión en el establishment.
Lo cierto es que, aún bajo esta perspectiva, corresponde dar una batalla ideológica y no permitir que un movimiento que puede estar de la mano con la anhelada integración ciudadana liberal del país, devenga en una asonada colectivista que traicione parte del sentir profundo de su origen.