Si las elites empresariales y políticas del país lo leyeran así, otro sería el cantar no solo de la reacción frente a la protesta, sino que otra hubiera sido la política gubernativa desplegada en las últimas décadas, sorda a las nuevas realidades emergentes y que aún hasta hoy actúa bajo la lógica del guetto, fuera del cual no existen ciudadanos sino pobladores antisistema.

El país cruje por falta de integración al capitalismo democrático, no por su culpa. Y, claro, encuentra en el devenir de su flujo, anclas que eventualmente pueden no coincidir con su matriz de origen. El propio reclamo de la Constituyente puede estar escondiendo que detrás no hay un deseo de volver al redil populista estatista, como la izquierda que la promueve anhela, sino un desplazamiento geológico a favor de la inclusión en el establishment.

Lo cierto es que, aún bajo esta perspectiva, corresponde dar una batalla ideológica y no permitir que un movimiento que puede estar de la mano con la anhelada integración ciudadana liberal del país, devenga en una asonada colectivista que traicione parte del sentir profundo de su origen.

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ideología, política peruana

Las elecciones, además, tienen un efecto de desfogue infinitamente probado. Son una suerte de baño lustral, reinauguran procesos, limpian pasivos, estrenan expectativas, recubren de legitimidad a regímenes que adolecen de ella, atemperan ánimos de revuelta, los derivan hacia procesos políticos saludables, como el voto y las urnas. Ojalá se reagrupen las fuerzas partidarias del Congreso que están a favor del adelanto y procedan a ello cuanto antes.

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Dina Boluarte, Perú, política peruana

Contra lo pensado, luego del escandalosamente malo gobierno de Castillo y la complicidad de toda la izquierda con ese desastre, hay un sector de la población que aún comulga con esas ideas y apoyará cualquier iniciativa partidaria que vaya en esa línea. Ya tienen, además, la narrativa regalada a su disposición: la Asamblea Constituyente.

Lo que va a atormentar a la izquierda es cuál será su representación política, en quién va a encarnar la vocería electoral. Seguramente participará Verónika Mendoza en algún carro alquilado, ya que Nuevo Perú es incapaz, al parecer, de inscribir su partido, y probablemente la acompañará la misma mala suerte que en campañas anteriores (es la Lourdes Flores de la izquierda nacional); Antauro Humala de cajón, aunque su discurso se ha desgastado rápido y ha perdido impacto; Guido Bellido o Guillermo Bermejo podrían recoger el castillismo superviviente; Indira Huillca puede asomar como el rostro nuevo, pero adolece de lo mismo que Mendoza:  no tiene partido, pero con la ventaja de que es más probable que Juntos por el Perú la lance a ella antes que a Mendoza.

La del estribo: notable Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo, película peruano-boliviana, que mezcla el drama y la comedia, íntegramente hablada en quechua. No recomiendo proveedor conocido. Vayan a verla al cine, que es donde se aprecia mejor su magnitud visual. Aún está en cartelera, reducida, pero está.

Somos más los peruanos que creemos en la inversión privada, en el mercado, en la economía libre, en la competencia, en la estabilidad fiscal y monetaria, en el crecimiento económico sustentado en el motor de la inversión. No es admisible que la minoría imponga sus clisés ideológicos, a punta de agitación y terquedad discursiva.

Las ideas son los primeros ladrillos con los cuales luego se construyen las realidades. En ese campo de la batalla ideológica y cultural, el centro y la derecha políticos deben salir de su silencio sísmico y empezar a sumarse a los esfuerzos ya desplegados de la sociedad civil para defender un modelo que indudablemente ha traído beneficios inmensos, inéditos en nuestra historia republicana, para los más pobres del país.

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Asamblea Constituyente, política peruana

Ojalá hoy el Congreso reconvenga. Que prorrogue la legislatura –para empezar, lo necesita para procesar las denuncias constitucionales contra Pedro Castillo- y dé pie a que se pueda recomponer un bloque parlamentario que contenga el número de firmas suficiente para replantear el adelanto. Es, de lejos, la mejor opción de salida de la crisis política que transitamos.

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Congreso de la República, Pedro Castillo

El otro camino suena razonable bajo cierta lógica, pero es de desenlace imprevisible: consiste en aguantar la protesta, ejecutar acciones policiales y militares de respuesta, y esperar a que el conflicto por sí solo vaya decreciendo hasta desaparecer y que todo vuelva a la normalidad. ¿Puede ocurrir ello? Sí, va a depender de cuán arraigada esté ya la idea popular del giro copernicano del tabladillo político vigente. Porque si se trata de resistencia, va a aguantar más un pueblo organizado soliviantado que un gobierno frágil y precario como el de Dina Boluarte (que ya ha empezado a mostrar resquebrajaduras por su flanco derecho).

La jornada de hoy, en la que participan gremios citadinos, como la CGTP, puede ser un buen indicador de cuál será el escenario futuro. Ojalá el gobierno sepa leer los signos e indicios de lo que ocurra y no lo interprete facilistamente como la pugna entre vándalos y fuerzas del orden, que la derecha más torpe le susurra al oído.

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Derecha, política peruana

Es menester repensar seriamente el proceso de regionalización. Ya hay masa crítica suficiente de muchos académicos o políticos lanzando ideas interesantes sobre cómo sobrellevar esas reformas. Sería interesante y propicio que el gobierno o el Congreso conformen una Comisión de alto nivel encargada de ese proceso y que al cabo de un tiempo sensato arroje propuestas a ser discutidas y, si es posible, aprobadas legislativamente.

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Perú, Política

Lo ideal hubiera sido que se adelanten las elecciones generales para abril del 2024 o para este año, como estaba planteado, pero bajo los parámetros de una decisión congresal legítima y constitucional. Ello, lamentablemente, por la miopía y mediocridad del Congreso, no se plasmó. No es solución alterna a ese despropósito, que la presidenta renuncie para acelerar un proceso que va a acabar mal y que no va a tranquilizar a los violentistas, quienes van a ir por más.

Hoy, tal como están dadas las cosas, lo más sensato, políticamente hablando, es que el gobierno de Boluarte, cambiando radicalmente de estrategia represiva e insistiendo tozudamente en el diálogo, busque remediar el conflicto. En el peor de los casos, salvo que la situación se salga de control y allí sí obligue a rupturas políticas, resignándose a convivir con una suerte de “anarquía moderada” hasta el final de su mandato.

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Dina Boluarte

Por si fuera poco, terminó su gestión mostrando un talante autoritario (causante principal del deterioro calificativo de la medición del The Economist), al pretender dar un golpe de Estado, cerrando el Congreso, interviniendo todos los poderes del Estado y apresando a funcionarios públicos como la Fiscal de la Nación e, inclusive, periodistas.

Eso fue Castillo. No fue un hombre del pueblo maltratado por las élites dominantes, víctima de esa emboscada, doliente de la obstaculización que le impidió gobernar. Tuvo, más bien, carta libre, todos sus gabinetes obtuvieron la confianza del Congreso, y si no pudo gobernar cabalmente fue por incompetente y corrupto, sin duda el peor gobernante que ha tenido el Perú en las últimas décadas.

Eso es bueno recordarlo, haría bien el gobierno en subrayarlo, lo mismo quienes fueron opositores a su gestión, la derecha mediática y política. No se puede permitir que predomine la narrativa victimizadora de un truhán aterrizado en Palacio por los azares de la política electoral peruana. No se puede soslayar el inmenso daño que Castillo le ha hecho y le sigue haciendo a la democracia peruana, ordenando ahora a sus huestes radicales, que dinamiten la transición constitucional.

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Pedro Castillo
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