A Dina Boluarte le corresponderá aguantar a pie firme los coletazos violentistas de los castillistas radicales, dolidos por la merecida expectoración de su líder, los remanentes senderistas, las mafias ilegales y algunos miembros de la población descontrolados por la lógica de la turba, que han sido los protagonistas del desborde visto las últimas semanas.
Se espera, por supuesto, que el gobierno no se envalentone y, más bien, guarde la compostura, archivando la estrategia del gatillo fácil, reactivando sin cansancio la búsqueda del diálogo, y evitando, sobre todo, mensajes políticos confusos, como los vistos esta semana a partir de un fallido mensaje a la nación de la presidenta.
Lamentablemente, el Congreso se zurró en la que era, sin duda, la mejor opción, el adelanto de elecciones, que hubiera acabado con la agonía de baja intensidad en la que vamos a vivir los años que restan hasta el 2026. Un baldón más de los tantos que acumula un poder del Estado que ya perdió toda legitimidad frente a la ciudadanía.