Pie Derecho

Se avecina, según todos los indicios, un cambio de gabinete. La premier Mirtha Vásquez no dio la talla, generó un sinnúmero de problemas con su anuncio del cierre de minas en Ayacucho, y no supo navegar en medio del mar de intrigas en que se maneja un gabinete disfuncional, como todos los que pueda dirigir un Presidente mediocre como Pedro Castillo.

Lo inquietante, sin embargo, es si el Ejecutivo va a insistir con su fórmula fallida de una coalición de izquierdas o va a abrir la cancha a opciones más centristas para integrarse al gabinete. Eso parece lo más recomendable, luego de constatar que gracias a las bancadas centristas (discúlpese el exceso verbal de atribuirle alguna ideología de ese talante a Acción Popular o Alianza para el Progreso) es que sigue sentado en Palacio y no fue vacado.

No debería escandalizar, inclusive, si en esa nueva conformación ministerial le da cabida nuevamente a cuadros cerronistas, quienes, más allá de su radicalidad -que se vería compensada por la presencia de ministros centristas-, tienen mayor formación política o administrativa que aquellos improvisados que hoy pululan en un gabinete cargado de medianía (los ministros de Educación, Transportes o Energía y Minas, por citar a los más notorios, no podrían ser ni secretarios generales en otros gobiernos).

Creer que se puede llegar a niveles de excelencia con Castillo es una quimera. A lo más que se puede aspirar es a una mediocridad moderada, que sirva, al menos, para aquietar la zozobra inversora, permita que resurja el flujo de capitales privados y se pueda sostener así una relativa recuperación económica que, de alguna manera, haga llevadera la rampante pobreza administrativa de este régimen.

Haciendo ello, además, el Presidente se blindaría contra la posibilidad futura de una “segunda ola vacadora”, que de todas maneras va a venir a la primera de bastos. Es muy burdo, Castillo. Necesita un gabinete mesurado que amaine sus despropósitos y, sobre todo, que permita recuperar la cada vez menor confianza ciudadana, según confirman todas las encuestas de opinión.

Elevando el perfil profesional de sus ministros, filtrando mejor a los delincuentes que han penetrado el Estado, apartando a su familia de lobbistas y convocando cuadros sensatos y alejados de ventiscas radicales, puede lograr un upgrade político relevante. Ojalá la razón lo ilumine.

La del estribo: si hay un evento cultural que no puede perderse en estos días es el de la exposición de Rember Yahuarcani en la galería del Británico, que agrupa sus obras de los últimos veinte años. Uno de los más connotados artistas contemporáneos y crítico cultural afilado, Yahuarcani bebe de sus raíces uitoto para tejer un imaginario visual impresionante. Curada por otro artista amazónico genial, Christian Bendayán, va hasta el 18 de diciembre. De martes a jueves de 10:00 a.m. a 11:30 a.m. y de 1:00 p.m. a 5:30 p.m. y viernes y sábados de 1:00 p.m. a 8:30 p.m.

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Lobby, Mirtha Vasquez, Pedro Castillo

La aprobación del Congreso cae, según la última encuesta de Datum, entre octubre y diciembre, de 30 a 21 y a 17%. Y su desaprobación crece, en el mismo lapso, de 55 a 71 y a 76%. Y ello, hay que subrayarlo, es causado por los actos del propio Legislativo, no por la inercia que, según sostienen algunos politólogos, acontece en todo el planeta.

Este Parlamento se ha ganado a pulso su desprestigio, impulsando vacancias irracionales y contraproducentes, desaprobadas por la mayoría de la ciudadanía y, al mismo tiempo, contrariando su presunto espíritu de hipervigilancia de un gobierno mediocre, siendo incapaz, siquiera, de censurar a un ministro (para lo que se requieren 66 votos, que supuestamente la oposición tiene de sobra).

A la par, produciendo iniciativas regulatorias, que se entrometen en la vida socieconómica del país, favoreciendo evidentes lobbies y juegos de intereses encubiertos. Como es el caso de la intención de desplegar una contrarreforma universitaria, que en estos días alberga la Comisión de Educación, buscando restaurar los poderes de la extinta Asamblea Nacional de Rectores, volviendo a otorgarle a los supervisados la capacidad de elegir al supervisor, es decir, de reinar sobre la Sunedu, y al mismo tiempo, otra iniciativa que busca darle una nueva oportunidad a las universidades no licenciadas que ya tuvieron sinfín de posibilidades de corregir sus precariedades académicas, que les costaron la sanción, y no lo hicieron (entre ellas, Telesup, de José Luna Gálvez, capataz de la bancada de Podemos).

Una de las pocas reformas estructurales que se han hecho en los últimos lustros, es justamente la universitaria y la creación de la Sunedu, y que el Congreso pretenda tirársela abajo, es un despropósito mayúsculo. Felizmente, se ha conformado un grupo multipartidario, convocado por la congresista Flor Pablo, en defensa de la reforma universitaria, que está alerta a cualquier intento de desandarla.

Deben saber que hay un importante sector de la ciudadanía vigilante de que semejante brulote legislativo no prospere y que, de ocurrir, solo ahondaría aún más el ya sonoro desprestigio de un Legislativo que, hasta el momento, solo parece cumplir el axioma político peruano de que cada Congreso entrante es peor que el anterior.

La defensa de la reforma universitaria es uno de esos actos políticos que enaltecería la labor del Parlamento, y por ello hacemos votos para que triunfe la razón sobre las maniobras turbias de un sector parlamentario claramente subvencionado por el poder económico de las universidades bambas.

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aprobación del Congreso, SUNEDU, universidades bambas

Si el presidente Castillo cree que el fracaso de la moción de vacancia supone una vuelta a fojas cero y que los dislates cometidos con insólita fruición en sus primeros 130 días de gobierno, pasan al olvido y todo empieza de nuevo, cometería un nuevo error, que se sumaría a su largo rosario de estropicios políticos cometidos en lo que va de su gestión.

De hecho, cuando el próximo año su nivel de popularidad siga cayendo (hoy la encuesta de Datum muestra una caída en su aprobación de 40 a 32% y un crecimiento de 50 a 59% de su desaprobación), cuando la crisis económica empiece a hacerse sentir en términos de menor bienestar (mayor pobreza y desempleo), cuando eventualmente acontezca la tercera ola, y cuando, además, se acerquen las elecciones municipales y regionales, que harán que los partidos del ubicuo centro (particularmente Acción Popular y Alianza para el Progreso) se intenten desmarcar de un gobierno que para entonces seguramente rozará el dígito de aprobación, sobrevendrá un “momento destituyente”.

Y cuando eso ocurra, todo lo anterior, denunciado hasta ahora, se empozará y se sumará a las nuevas denuncias que eventualmente surgirán, dada la desprolijidad con la que este régimen maneja la administración pública. Ya no serán el jirón Sarratea ni los baños de Palacio el epicentro del escándalo, pero habrá, seguramente, otros lugares y otros personajes cercanos a Palacio comprometidos en inconductas que volverán a rozar al Presidente.

Si Castillo cree que ha salido empoderado en su línea de conducta y se ratifica en ella, va camino, pronto, al suicidio y a lograr que una segunda ola vacadora se lo lleve de encuentro de Palacio, esta vez involucrando ya no solo a las bancadas de derecha, que, por precipitadas, arruinaron siquiera el objetivo de hacerlo comparecer al Presidente ante el Congreso, sino a aquellas del centro que esta vez le dieron su respaldo.

La paciencia política ya se agotó con Castillo. La calle lo desaprueba y pronto lo hará toda la clase política de oposición, si no es capaz de entender que tiene que enmendar rumbos, rápida y estructuralmente, descartando tesis maximalistas como la de la Constituyente, y acercándose a posturas de centro antes que a escenarios de confrontación radicales.

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Palacio de Gobierno, Pedro Castillo, vacancia presidencial

Si a algunas personas el gobierno de Sagasti debería prestarle atención como potenciales focos de desestabilización es a José Luna Gálvez y a su satélite congresal e hijo, José Luna Morales.

Estuvieron claramente involucrados en la vacancia de Vizcarra, porque éste no satisfacía sus requerimientos de tumbarse la reforma universitaria, Sunedu incluída, y permitir así que su universidad, Telesup, vuelva a seguir estafando a decenas de miles de alumnos ofreciéndoles educación de bajísima calidad.

Los Luna se han agenciado, inclusive, un conglomerado mediático que les sirve de caja de resonancia para todas sus iniciativas demagógicas, como esta peregrina idea de devolverle dinero a los aportantes al sistema de la ONP.

Llama la atención, asimismo, la altísima frecuencia con la que congresistas de otras bancadas, particularmente de Acción Popular, terminan siempre votando en el mismo sentido de los proyectos de ley que Podemos Perú presenta. Los malpensados podrían pensar que eso no es gratuito, pero resulta por lo menos extraño que estos congresistas acaten más las órdenes de los Luna que las indicaciones de sus propios partidos.

Hoy, los Luna están atarantados por el remezón de la calle que frustró la presidencia del monigote de Manuel Merino, pero más pronto que tarde volverán a la carga. Sagasti es el objetivo. Con medios, una bancada artificiosa de 30 congresistas y mucho dinero de por medio, saben que se les acaba el plazo para lograr sus propósitos, de tirarse abajo la reforma universitaria, tumbarse al equipo Lava Jato y gozar, por cierto, de las canonjías del poder.

Sobrevivirán, a posteriori, lamentablemente. La estructura montesinista que han armado tiene en Daniel Urresti una locomotora electoral que les permitirá tener una bancada el próximo lustro, y entonces verán cómo insistir en su agenda, pero hoy en el corto plazo sus objetivos son claros y obviamente un régimen centrista como el de Sagasti es un obstáculo que buscarán extraer.

Solo la movilización callejera los puede detener. No creo, sin embargo, que al final del día ello les importe mucho a la hora de buscar sus objetivos, pero lo que sí queda claro es que la alerta democrática de la ciudadanía y el ojo vigilante de un gobierno que hasta el momento no da pie con bola no puede permitir que esta coalición desestabilizadora convierta al Perú en su chacra personal, a punta de matones, camiones y dinero.

 

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Francisco Sagasti, Gobierno

Ha sido una dura derrota política de la derecha congresal que no se haya admitido siquiera a debate la moción de vacancia presidencial presentada por la congresista Patricia Chirinos. Este sector tiene, en principio, 43 congresistas (sumando Renovación Popular, Fuerza Popular y Avanza País) y, al final, solo logró convencer a tres más para que se sumen a su pedido. Un fracaso por donde se le mire.

Hay muchas razones que explican lo sucedido. Primero, el Ejecutivo, increíblemente -dada la banal impericia del Presidente- les ganó por puesta de mano una ronda de diálogos con otras bancadas. La derecha, ensimismada en su propósito vacador, no atinó a realizar una labor de convencimiento de su causa, ni siquiera de la eventual conveniencia, ya no de vacar a Castillo, sino de obtener los votos suficientes para llevarlo al Congreso, que era un propósito loable y atendible por sí mismo.

Segundo, se precipitó en sus actos. No transitamos un “momento destituyente”. Según las encuestas del IEP y de Datum, la mayoría del país está en contra de una vacancia. Siendo como es, un proceso semejante, no solo un acto jurídico sino, sobre todo, político, la derecha debió medir mejor sus fuerzas.

Tercero, sin duda, el efecto anticlimático que produjo una inflada denuncia periodística que terminó por desvirtuar la gravedad de los hechos originalmente denunciados y que terminó dándole argumentos a quienes sostenían que estábamos ante una conspiración política y no ante una acción de control necesaria frente a un Primer Mandatario sordo a las exigencias ciudadanas de transparencia.

Se equivocaría rotundamente la derecha peruana si cree que igual habría sido un logro lo obtenido, ya que sería, según su antojadiza interpretación, la primera piedra de un proceso que se retomará en otro momento, que lo ocurrido habría debilitado al régimen, y que al poner el tema sobre el tapete habría roto el tabú que puede existir en nuestra clase política al respecto.

No solo ha fortalecido al Ejecutivo, sino que, eventualmente, puede haber logrado el efecto adverso de obligar a Castillo a recomponer una alianza con los sectores más radicales del cerronismo para sentirse a salvo. En lugar de atraerlo al centro, como era deseable, una vacancia precipitada y tontamente conducida, podría llevar al Presidente a sentir la necesidad de atrincherarse y transitar nuevamente los circuitos de la confrontación y el afán de refundación constitucional.

Eso pasa cuando niñatos en política se meten a hacer cosas de mayores. La derecha ha jugado a la vacancia como si fuera una puesta en escena teatral, sin fundamento político ni sentido estratégico. Ese error le va a costar caro al país.

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Derecha, vacancia presidencial

Si se confirma el retorno de Castillo al redil de Cerrón y, por ende, el resurgimiento infeliz de la idea de plantear una Asamblea Constituyente, las cifras económicas van a ser aún peores, corroborando así que estos cinco años -si eso es lo que dura Castillo en el poder- serán años perdidos y que el país se alejará del desarrollo y del crecimiento.

El 76% de peruanos no invertiría en el país, si acaso fuera inversionista, mientras las condiciones políticas y jurídicas no estén claras, señala la última encuesta de Ipsos. El presidente Castillo se podrá desgañitar invitando al empresario a invertir, pero es tal la desconfianza que ello no ocurrirá y veremos cómo se desploma la inversión privada -principal sostén de la economía-, cae el crecimiento del PBI, disminuye el empleo formal y aumenta la pobreza.

Es un desastre, por donde se le mire. Una tragedia si se toma en cuenta que el mundo global se asomaba propicio para un boom de inversiones al estilo de lo sucedido en el segundo gobierno de Alan García, donde -hay que reconocerlo- hubo un crecimiento producto de los mayores precios de los minerales, pero también una estrategia gubernativa de impulso a los empresarios privados para que inviertan.

Las cifras de reducción de la pobreza, que con tanto éxito se habían alcanzado en los últimos años, a pesar de la corrupción y mediocridad de los gobernantes, tan solo por mantener el modelo de sensatez macroeconómica, se irán por la borda, constituyéndose un lustro dilapidado para la economía nacional.

La única manera de que un gobierno de izquierdas, como el que conforma la coalición gobernante, desande el camino del desastre es que anuncie, más temprano que tarde, el abandono de la tesis de la Constituyente y, no bastando ello, que amplíe su alianza de gobierno e incluya voces de centro o, inclusive, de derecha en su equipo ministerial.

Es audaz y requiere enérgica voluntad política, dos características que escapan al perfil de un sindicalista básico, como es el presidente Castillo, pero ello no es óbice para plantearlo, porque es lo que el Perú requeriría para, al menos, salvarnos del colapso que supondrá la marcha de este régimen.

La gestión de Castillo dejará en herencia, de no enmendar rumbos rápidamente, destrucción de la poca institucionalidad estatal que existía, colapso económico, crisis política y convulsión social.

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Pedro Castillo, Presidente Castillo, Presidente del Perú

La discordancia entre las expectativas generadas por el programa Cuarto Poder respecto de los megatones que supuestamente tenía el audio que fue propalado anoche, y la realidad de lo que al final fue (tarea de inflación mediática a la que contribuyó decididamente la DBA a lo largo de la semana difundiendo bulos respecto del presunto contenido de ese audio), solo ha terminado por favorecer a Castillo en el proceso de vacancia que se le sigue.

Muchos congresistas, que esperaban un audio demoledor, capaz de ahondar lo que potentemente hizo el propio Cuarto Poder hace dos domingos revelando las reuniones secretas en el pasaje Sarratea, hoy deben estar sopesando si vale la pena llegar al extremo de la vacancia dada la decepción producida, sin duda, hace pocas horas.

Más allá de la posibilidad de ejecutar una vacancia, que se asoma como precoz y contraproducente en estos momentos, sí parecía pertinente y saludable que se logren los votos para llevar al Presidente al Congreso a dar explicaciones que tozudamente se niega a dar a la prensa y a la opinión pública. Pero ese afán puede haberse ido por la borda luego del fiasco ocurrido anoche, el mismo que, sin ambages, califica de estafa periodística.

Porque que un personaje involucrado en una nota periodística, obviamente preocupado por su publicación, trate de evitarlo ofreciendo primicias o destapes de mayor envergadura, es parte del trasiego cotidiano de la prensa. Bien por Cuarto Poder de no haber aceptado ello, pésimo de querer hacernos creer que esa tratativa, grabada, justificaba los bombos y platillos con que los vendió a lo largo de la semana, a sabiendas de que generaba expectativas de otra índole.

Hoy Castillo puede salir, orondo, a ratificar que no hay pruebas de corrupción en su contra y que el pedido de vacancia es una exageración política de sus adversarios, y va a ser difícil refutarlo. La gravedad de la denuncia de hace dos domingos caerá en saco roto, en términos psicosociales, por lo sucedido hace pocas horas.

Lo cierto es que el momento destituyente parece que seguirá siendo el próximo año, no éste. Mejor, porque una vacancia apresurada solo iba a victimizar y favorecer a quien merece el desierto político por muchos años, como es la coalición de izquierdas que nos gobierna. Sacar a Castillo a trompicones del poder, sin razones jurídicas y políticas suficientes, solo le iba a hacer un favor a ese sector del espectro ideológico.

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Cuarentena, Pedro Castillo, Presidente Castillo

¿La derecha tiene que unirse? ¿Las circunstancias críticas por las que pasa el país obligan a un acto político que en circunstancias normales no sería necesario? ¿O, por el contrario, es importante que se siga produciendo una criba entre los diversos actores que van desde el centro a la derecha del espectro ideológico peruano?

En Uruguay se creó la llamada “coalición multicolor” que agrupó a los archienemigos partidos blanco y colorado e, inclusive, a grupos de extrema derecha, ganaron las elecciones y pusieron al derechista Luis Lacalle en la Presidencia, con mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes. Así pudieron derrotar al Frente Amplio, colectivo izquierdista que ya había estado en el poder con Tabaré Vásquez y José Mujica, entre el 2005 y el 2020.

En el Perú, los hechos no parecen obligar a ello. La izquierda no solo ha sufrido un enorme desprestigio en su corta gestión gubernativa con Pedro Castillo, sino que se ha dividido entre los sectores radicales y los que, desde dicha orilla (coincidiendo con la extrema derecha) llaman “caviares defensores del establishment”, la izquierda moderada.

No hay, pues, un gran enemigo al frente y, salvo que se produzca una vacancia expréss y precoz, jurídicamente injustificada, no hay forma de que resurja algún candidato disruptivo de izquierda en el futuro mediato o inmediato. La derecha no tendría necesidad de unirse electoralmente para alcanzar el poder.

Lo que sí parece necesario es que se diseñe un programa mínimo común, una suerte de Acuerdo Nacional centroderechista, que varios candidatos con pensamiento similar firmen, y que, una vez definida la elección, se ejecute un pacto que asegure no solo el cumplimiento de ese acuerdo sino la consecución de la mayoría suficiente en el Legislativo para evitar de plano cualquier posibilidad de que volvamos a asomarnos al escenario de inestabilidad que implica el juego perverso de la vacancia presidencial-disolución del Congreso.

Se necesitan tres o cuatro lustros continuos de gobiernos de derecha para asegurar, esta vez construyendo en paralelo un Estado eficiente y moderno (especialmente en salud y educación públicas), que el país prospere lo suficiente para desterrar para siempre extravíos populistas o regresiones izquierdistas.

-La del estribo: notable la serie televisiva Maradona, sueño bendito, que muestra los claroscuros de la vida del astro argentino del fútbol mundial, sin tamizar ninguna de las sombras tóxicas que arruinaron su vida, a la vez que nos devela el extraordinario carisma y liderazgo que le permitieron ascender de la pobreza extrema a la cúspide social. Va en Amazon, pero si no se tiene la suscripción, ya la tienen los proveedores amigos.

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Derecha, Izquierda, izquierda moderna

La polarización ideológica de la última elección pulverizó al centro, como opción política, aun cuando los resultados parlamentarios de Acción Popular y Alianza para el Progreso no son desdeñables, pero, la verdad sea dicha, ninguno de ellos es significativamente relevante en términos de cabal representación del ánimo popular centrista.

El último esfuerzo de construir una opción de centro, explícitamente identificado como tal, fue el Partido Morado de Julio Guzmán, pero cometió el grave error de soslayar el achicharramiento personal del candidato y fundador, y en lugar de presentar a otro postulante, insistió con él llevando al colapso a la agrupación que hace tan solo cinco años había sido protagonista principal de la elección.

Otro de los candidatos que reivindica semejante alternativa es Jorge Nieto, pero no fue capaz, siquiera, de inscribir su Partido del Buen Gobierno. Hoy mantiene un perfil promisorio, pero le queda mucho trecho por recorrer para erigirse en una opción nacional.

¿Qué implica ser de centro en el Perú? Básicamente, creer en la vigencia de una economía de mercado, pero con una dosis significativa de rol estatal en asuntos como la salud y la educación públicas, además de cierta regulación de sectores económicos que han confundido el libre albedrío con prácticas mercantilistas anticompetitivas.

En ese sentido, un mensaje de ese perfil tiene mucho terreno propicio por delante. La última encuesta del IEP resulta, al respecto, reveladora. Preguntada la población por su propia autoidentificación ideológica, un 41% dice ser de centro, un 35% de derecha y un 24% de izquierda.

Claro está que detrás de esa respuesta no hay necesariamente convicciones ideológicas claras (podría darse el caso de que alguien que dice ser de derecha al mismo tiempo sea partidario del control de precios, por mencionar un ejemplo) y, por ende, las respuestas no son un indicador previsorio de lo que podría ocurrir en un proceso electoral venidero.

Pero, de todas maneras revelan un estado de ánimo, mesurado en su mayoría, alejado de los extremismos vocingleros tanto de la izquierda como de la derecha. Es cuestión tan solo de que se construya una alternativa orgánica en ese sentido, que suponga una superación cualitativa del aguachento zafarrancho que hoy representan partidos como AP y APP, carentes de sustancia ideológica y propuestas programáticas claras.

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Derecha, Encuesta IEP, ideologías, Izquierda
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