Opinión

El caso Gorriti pone de manifiesto una vez más la ojeriza que desde el Congreso y un sector de la magistratura (que incluye a jueces y fiscales) se tiene contra la libertad de expresión.

No es admisible, bajo ningún punto de vista -aun si llegamos a considerar que eventualmente Gorriti por momentos se pudo haber excedido en su rol periodístico- que un fiscal, como Alcides Chinchay, pretenda exigirle la entrega de sus celulares, levantarle el secreto de las comunicaciones y, bajo ese pretexto, romper el secreto de las fuentes, que es sagrado profesionalmente y constitucionalmente consagrado en nuestra Carta Magna.

El periodismo de investigación en el Perú se vería seriamente mellado si prospera este atropello contra Gorriti. Ya ningún periodista de investigación, que trabaja con fuentes de toda índole (personas honorables y no tanto, sin distinción), podrá hacer su trabajo con garantías, si un fiscal tiene la potestad de, dado un caso, exigirle que revele sus fuentes con el subterfugio de la incautación de sus celulares.

Gorriti tuvo una gran virtud y eso le permitió sacar ventaja en el caso Lava Jato. Apenas estalló el caso en Brasil y dado que comprometía a empresas que operaban en el Perú, se abocó a tejer una red de informantes y fuentes en el lugar de origen, que luego le permitieron adelantarse a los hechos y marcar pautas de seguimiento que otros medios o periodistas no teníamos.

¿Puede estar sujeto a investigación un periodista? Sí, sin duda. Los periodistas no tenemos corona y nos allanamos a cualquier pesquisa judicial, pero lo que no es dable es que, por ese afán, se vulnere el derecho constitucional a la reserva de las fuentes. Eso violenta la esencia del quehacer periodístico.

El fiscal Alcides Chinchay, suponiendo que ha actuado de buena fe, debe retrotraer esa orden y continuar su investigación en términos normales. Debe respetar el derecho a la libertad profesional de los hombres de prensa. La solidaridad con Gustavo Gorriti excede, en esa medida, cualquier malquerencia periodística que, claro está, pueda haber cultivado a lo largo de su ejemplar carrera periodística. Hasta sus enemigos en el ramo periodístico no pueden avalar una vulneración tan brutal a la esencia del buen periodismo, como la que se pretende perpetrar.

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Estimado José Antonio:

Sí. Te digo “estimado” porque te he conocido personalmente desde que en el año 1978 el Sodalicio se cruzó en mi vida, y luego he vivido en comunidades sodálites, compartiendo contigo el mismo techo y pan, sentándome contigo a la misma mesa y compartiendo contigo momentos de vida comunitaria. Incluso, antes de ser cura, fuiste mi primer superior en diciembre de 1981, en la comunidad Nuestra Señora del Pilar ubicada entonces en el jirón Alfredo Silva en Barranco, muy cerca del Museo Pedro de Osma. En esa comunidad que recién se inauguraba compartimos techo juntos al principio Eduardo Field, Alfredo Draxl, Alberto Gazzo, Virgilio Levaggi, José Ambrozic y Alejandro Bermúdez. ¿No te resulta sorprendente que, salvo el de Field, todos estos nombres estén relacionados con la cultura de abusos que se vivió en el Sodalicio? Y tú, como superior de todos nosotros, encargado de dirigir la vida comunitaria de acuerdo a las directivas de Luis Fernando Figari —a quien seguías a pie juntillas y nunca te atreviste a contrariar—, ¿niegas hasta ahora que formaste parte de esa cultura de abusos?

Yo, entonces un joven de 18 años, con la confianza e ingenuidad propias de esa edad, confiaba absolutamente en las buenas intenciones de todos aquellos que, como tú, formaron parte de la generación fundacional del Sodalicio, y no abrigaba ninguna suspicacia contra nadie. No era consciente del lavado de cerebro y la manipulación de conciencia de la cual había sido objeto, pues la vida se presentaba abierta a ideales de grandeza y esperanzas de contribuir a cambiar el mundo, para convertirlo “de salvaje en humano, y de humano en divino”, como continuamente se nos repetía. Y a mantener esa ilusión contribuían los gratos momentos de vida comunitaria, que opacaban los severos castigos que a veces recibíamos.

Muchos se preguntan cómo pudimos soportar agresiones físicas y psicológicas, sin protestar ni rebelarnos. Eso se explica porque el anzuelo que nos atrapaba tenía también una carnada jugosa y sabrosa, unos momentos de vida fraterna que nos parecían la gloria, donde podíamos sentir una cierta alegría y un sentimiento de compañerismo y fraternidad que nunca habíamos experimentado de igual manera fuera de la comunidad. Nos sentíamos felices de ser “amigos en Cristo”. Pero, sin saberlo, eso ocurría a costa de nuestra libertad y sólo funcionaba mientras uno mantuviera una fidelidad férrea al ideal sodálite y nunca cuestionara nada.

En ese sentido, puedo decir que nunca he pasado mejores Navidades que aquellas que pasé cuando, después de la Misa del Gallo, nos reuníamos los miembros de todas las comunidades de Lima para compartir la cena navideña y representar sketches que nos hacían reír a carcajadas. Tú mismo, José Antonio, te disfrazaste una vez de Batman y apareciste junto con Alfredo Ferreyros disfrazado de Robin, para hacer una parodia —donde te llamaban Fatman por tu consabida corpulencia abdominal— que  nos hizo reír con tu consuetudinaria simpatía.

Porque hay que reconocerlo. Siempre has sido una persona simpática, de carácter risueño, muy sentimental y cariñosa, que se preocupaba por los otros miembros de la comunidad. Eras afable en el trato y no utilizabas palabras groseras ni insultos cuando hablabas con alguien, ni siquiera con tus subordinados, a diferencia de otros sodálites con responsabilidad, que estaban habituados al lenguaje grosero y a los insultos, comenzando por el mismo Luis Fernando Figari.

Recuerdo algunos momentos en que te mostraste muy humano. Como, por ejemplo, cuando en la segunda mitad de los 80, vivíamos en la comunidad Nuestra Señora del Pilar, que estaba situada temporalmente en Juan José Calle 191 en La Aurora (Miraflores), pues la minera que le había cedido en usufructo al Sodalicio la casona de Barranco necesitaba hacer uso de ella. Nuestro superior era Luis Ferroggiaro, que todavía no había sido ordenado sacerdote. Hay que tener cuenta que, según las normas del Sodalicio, los sacerdotes no pueden ser superiores de comunidad. Curiosamente Ferroggiaro, quien fue despedido en ese entonces del Colegio Markham y se le negó el permiso para seguir siendo profesor de religión, también ha sido acusado, ya siendo sacerdote en Arequipa, de haber abusado sexualmente de un menor.

Un día llegaste afligido a la casa porque, regresando de la residencia de Figari en Santa Clara, se te había cruzado un borracho en la Av. Circunvalación y lo atropellaste, causándole la muerte. Ferroggiaro encargó que se alquilara una película en video para distraerte, y elegimos “Escape en tren” (“Runaway Train”, Andrei Konchalovsky, 1985) porque sabíamos que te gustaban las películas de acción y nos hacías reír imitando el sonido de las ametralladoras de Arnold Schwarzenegger en dos de tus películas favoritas: “Commando” (Mark Lester, 1985) y “Predator” (John McTiernan, 1987). Pusimos la película, y en el momento en que un hombre del siniestro alcaide Ranken es descendido con una cuerda desde un helicóptero hacia la locomotora del tren sin frenos donde están los dos reclusos evadidos interpretados por Jon Voight y Eric Roberts, el agente es arrollado por el tren y cae bajo sus ruedas, encontrando la muerte. En ese momento, José Antonio, te levantaste de tu sillón y te retiraste a tu dormitorio. Nos dio pena, porque no sabíamos que el film iba a recordarte el accidente que había ocurrido, del cual terminarías saliendo judicialmente libre de polvo y paja.

Hay que añadir que tus gustos cinematográficos eran bien pedestres. Además de violentas películas de acción, te gustaban las de la serie “Locademia de policía” (“Police Academy”). Recuerdo una vez que Jorge Ríos y yo te acompañamos mientras veías en video un film de la serie. Te arrastrabas de risa ante cada ocurrencia burda y grosera de la trama, mientras Jorge y yo nos aburríamos, sin que nos causara gracia tanta vulgaridad. Pero una vez si te quejaste ante el superior cuando organice un cine-fórum con agrupados universitarios para mostrarles “La naranja mecánica” (“A Clockwork Orange”, Stanley Kubrick, 1971), pues te parecía una película inmoral, una valoración conforme con tu visión ultraconservadora de la moral y el arte. Pues nunca fuiste de correr riesgos, y siempre seguiste con lealtad incondicional los principios sodálites de Figari y mantuviste una postura conservadora y rígida en temas de fe católica y moral, que te ha llevado a descalificar a personas que piensen distinto a ti y a cerrarte al diálogo.

En ese sentido, ayudaste a a aplicar medidas humillantes contrarias a la dignidad de las personas, aunque lo que hizo no se diferencia sustancialmente de lo que hicieron otras personas con cargos de responsabilidad en el Sodalicio, sin que se pueda saber si eras consciente de la gravedad de lo que hacías. Al igual que yo, fuiste testigo de una multitud de abusos en comunidades sodálites. Te confieso que me demoré más de una década en comprender que lo que vi eran realmente abusos, pues había sufrido una reforma del pensamiento (o control mental) tal como el que se suele dar en organizaciones sectarias y durante mucho tiempo creí que los abusos dentro de las comunidades sodálites eran en realidad procedimientos legítimos dentro de una institución católica donde se busca la perfección cristiana. Y a pesar de que tú colaboraste activamente en aplicar la medida de aislamiento que sufrí en diciembre de 1992 en la comunidad Nuestra Señora del Pilar situada nuevamente en Barranco—medida que me llevaría a huir en una noche con toque de queda hacia una de las comunidades de formación de San Bartolo, donde pasaría siete meses atormentado a diario por pensamientos suicidas—, no catalogué eso entonces como un abuso, pues todavía no me había librado de la férula mental del Sodalicio y todavía seguí creyendo que era yo el que había fallado, que yo tenía la culpa de lo sucedido. Por eso mismo, te pedí que oficiaras mi matrimonio religioso el 29 de noviembre de 1996, en una ceremonia que, sin lugar a dudas, fue hermosa e impresionante por los cientos de invitados que asistieron y las palabras emotivas que brotaron de tu rostro sonriente. Yo no sabía entonces que tú ya habías tenido conocimiento de los abusos sexuales perpetrados por Virgilio Levaggi, y lo encubriste, así como también encubrirías posteriormente a Jeffery Daniels, cuyos abusos fueron conocidos por toda la cúpula sodálite.

Pero seguías llevando el veneno del Sodalicio en tu alma, y esa sonrisa tuya podía convertirse en la sonrisa del Joker cuando te burlabas de un confráter sodálite que estaba siendo sometido a un trato humillante, como ocurrió con José Enrique Escardó.

Y cuando llegaste a ser obispo, parece que los humos se te terminaron subiendo a la cabeza, pudiéndosete aplicar las palabras que el noble inglés Lord Acton le aplicó al Papa Pío IX: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

José Antonio, tenías todas las cualidades para ser un sacerdote ejemplar y un pastor preocupado por el Pueblo de Dios, pero preferiste ponerte al servicio de una institución sectaria, defendiendo su imagen contra aquellos que subjetivamente considerabas enemigos de la Iglesia y del Sodalicio, haciendo buenas migas con autoridades corruptas —tanto políticas, judiciales, militares como policiales—, protegiendo negocios turbios de empresas vinculadas al Sodalicio, contratando a abogados histriónicos y circenses para que tuerzan el derecho a tu favor y, sobre todo, callando en todos los colores sobre los abusos sexuales, psicológicos y físicos que se perpetraron en el Sodalicio, principalmente en las comunidades sodálites, e ignorando a las víctimas y sus sufrimientos. Lo mínimo que hubieras podido hacer es pedir perdón por haber contribuido a la cultura de abuso del Sodalicio, al que tanto amas por encima de la justicia y de la misericordia que tanto predicas. A estas alturas, creo que eso es mucho pedirle a un jerarca de la Iglesia que se regodeó en su poder, de quien aun guardo —lo confieso— recuerdos gratos por varios momentos compartidos juntos cuando aún afloraba el lado luminoso de su humanidad, ese lado luminoso que fue echado a perder por esa hidra de siete cabezas que es la institución sodálite.

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Papa Pio IX, Sodalicio

El caso Rolex no ha concluido con las inverosímiles explicaciones dadas por la presidenta Boluarte ante el Ministerio Público. Lo único que van a lograr es calentar aún más los ánimos irritados de una ciudadanía empobrecida que ve con escándalo la lujosa vanidad presidencial.

¿Qué le puede decir el bamboleo de joyas de decenas de miles de dólares a los padres de niños con anemia y desnutrición? ¿A los centenares de miles de personas que no obtienen cita en EsSalud, no les dan los medicamentos prescritos porque no hay, o simplemente no los atienden? ¿A los millones de peruanos que han pasado de la clase media a la pobreza por culpa, entre otras causas, de la crisis que este gobierno ha creado? ¿A los millones a los que extorsionan o asaltan a diario y les roban su pequeño patrimonio por culpa de la inacción policial?

Es una ofensa. Y, como bien señala Rosa María Palacios, en América Latina se tolera al presidente asesino, pero no al corrupto. Y detrás del escándalo de los Rolex ha habido corrupción presidencial, sin ninguna duda, aun si fuera cierto que el tema fue solo un préstamo, porque éste devino en un desembolso millonario para al generoso oferente.

Keiko Fujimori, César Acuña y Rafael López Aliaga se están achicharrando al ordenar a sus bancadas un respaldo incondicional a la presidenta y al gabinete. Felizmente, la centroderecha fuera del Congreso ha empezado a tomar distancia del desastre gubernativo que nos ha tocado en suerte y que, insisto en ello, debería acabar lo más pronto posible (cada día que pasa Dina Boluarte en Palacio son cinco mil votos más para Antauro Humala o algún radical disruptivo).

La corrupción ya tiñe este gobierno y veremos en las próximas encuestas que sus niveles de aprobación se habrán desplomado aún más de lo que ya lo estaban. Con tan alta desaprobación es imposible culminar un mandato, a pesar del contubernio del Legislativo (tan o más desaprobado que el Ejecutivo). Falta solo una pequeña chispa para que se active la calle y quizás ese sea el empujón para que acabe esta pesadilla que el Perú no merece.

La del estribo: algunas lecturas de la semana que vale la pena recomendar son Baumgartner, de Paul Auster; la extraordinaria Yo maté a un perro en Rumania, de Claudia Ulloa Donoso; y En agosto nos vemos, de Gabriel García Márquez. En teatro, no se pierdan la buena comedia La tribu, dirigida por Bruno Ascenzo e Italo Cordano, con las notables actuaciones de Carlos Carlín y Alejandra Guerra, entre otros. Va en el teatro Nos; entradas en Joinnus.

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Acuña, bancada, Lopez Aliaga, presidenta Dina, Rolex

«¡Tengo el bolsillo agujereado! Pero al menos tengo un Rolex… lo he logrado…» cantaba Gustavo Cerati (1959-2014), hace cuarenta años, en el tema ¿Por qué no puedo ser del jet-set?, un festivo ska que abre el epónimo álbum debut de Soda Stereo, lanzado en 1984. La letra de este clásico del pop-rock en español narra, en tono irónico reforzado por los saltarines elementos de su instrumentación -saxofones, coros, gritos chacoteros de fondo- los sueños arribistas de un muchacho joven, pobretón, que se alucina disfrutando de todo tipo de lujos -autos, mujeres, clubes privados, «caviar, Champagne y un solo de saxo sensual»- hasta que su mamá le ordena «cambiar de canal».

El fragmento lo compartió entre sus fieles seguidores en redes sociales y en medio de la crisis de los Rolex de Dina Boluarte, el politólogo y periodista Carlos León Moya, columnista del semanario Hildebrandt en sus Trece y conductor de Voto Irresponsable, programa unipersonal en YouTube en el que analiza de forma descarnada la situación del país y se burla sin filtros de sus protagonistas, insultándolos, poniéndoles apodos precisos y despotricando públicamente, exteriorizando el sentir privado de muchos. Para ello, utiliza las propias deficiencias/cinismos del elenco político y las pésimas/amañadas coberturas de la prensa grande, salpicando todo eso con diversas referencias a la cultura popular (literatura, comic, cine, periodismo, televisión, historia y, como en este caso, música). 

Y escogió, apropiadamente, la versión en vivo que el trío bonaerense hiciera en su legendaria participación en el Festival de Viña del Mar, el 12 de febrero de 1987, en que el cantante y guitarrista cambia el «… lo he logrado» por un provocador «… lo he robado», haciendo que calce aún mejor en la coyuntura local que todos venimos siguiendo con indignación y vergüenza ajena. Por cierto, esa variación también se escucha en el primer LP en vivo de los argentinos, titulado Ruido blanco, como parte del recordado Vita-Set (unión de ¿Por qué no puedo ser del jet-set? con Te hacen falta vitaminas), extraída de uno de los conciertos que hicieron, en junio del mismo año, en el Coliseo Amauta de Lima.

Las reacciones de los muchachos y muchachas, universitarios o estudiantes de institutos/academias, que conforman el grueso del público objetivo de Voto Irresponsable, estuvieron marcadas por la sorpresa ante la ocurrente broma -«cosas que no encontrarás en el Twitter» escribió uno, celebrando el ingenio de León Moya. Muchos de mi generación, en cambio, ya habíamos recordado el tema de Soda Stereo en conversaciones y grupos privados.

También entre las publicaciones realizadas por periodistas y cibernautas para, en clave de humor, referirse al tema político del momento, saltó en las actualizaciones del Twitter -ahora X- un post de Daniel Yovera (ex Cuarto Poder, ahora Epicentro.TV) con la letra del clásico bolero El reloj, escrito en 1957 por el cantautor mexicano Roberto Cantoral (1935-2010), cuando era integrante de Los Tres Caballeros. Las primeras líneas de esta inolvidable canción romántica, que ha sido interpretada por infinidad de artistas famosos, desde los chimbotanos Los Pasteles Verdes (en su primer LP Recuerdos de una noche, 1974) y el chileno Lucho Gatica (1928-2018) hasta el divo Luis Miguel (en el CD Romances, 1997, el penúltimo de su tetralogía bolerística), adquirieron otro sentido cuando fueron asociadas a la imagen de Dina Boluarte viendo la llegada de su inevitable caída: «Reloj, no marques las horas porque voy a enloquecer…» 

Soy un convencido de que, a estas alturas del partido, esta clase de sarcasmos, a pesar de ser ingeniosos, no sirven de mucho frente al cinismo de quienes se burlan de la opinión pública, más allá de arrancarnos una que otra sonrisa escapista. Sin embargo, hay que reconocer que el hoy llamado “RolexGate” se presta para referencias musicales tan precisas como las de León Moya o Yovera.

Desde tiempos ancestrales, el concepto de la medición y conteo del tiempo ha fascinado a la humanidad. Mucho antes de la aparición de los primeros relojes de bolsillo y de pulsera, hechos que podemos ubicar en los siglos XVI y XIX, respectivamente, existieron los relojes solares -como el Intihuatana de la civilización inca-, los relojes de arena, muy populares en la Edad Media, en Europa; o los también arcaicos relojes de torre, que se construían en ciudades como Atenas (Grecia) o Londres (Inglaterra). El sistema mecánico que permitía el funcionamiento de relojes urbanos fue el que inspiró su versión en miniatura, un trabajo de compleja artesanía que se convirtió, casi desde su primera generación, en un artículo costoso por el alto nivel de especialización de los maestros relojeros.

En ese contexto, el surgimiento de la fábrica de relojes Rolex, a comienzos del siglo XX, que después de la Primera Guerra Mundial trasladó sus cuarteles generales a Londres a Ginebra (Suiza), fue todo un acontecimiento para la naciente industria de artículos de uso personal. Y estuvo siempre asociada a hechos importantes de la historia contemporánea, como el modelo que diseñaron para los pilotos de la Royal Air Force durante la Segunda Guerra Mundial o las hazañas de nadadores que cruzaban mares enteros para demostrar la resistencia al agua de sus productos. 

Poco a poco, la marca Rolex fue convirtiéndose en sinónimo de prestigio, distinción y pertenencia a la alta sociedad. Y sus líneas de relojes, que combinaban el tradicional oficio mecánico de la relojería con el diseño exquisito usando piedras preciosas, materiales exclusivos y disposiciones de elementos y detalles minúsculos, se consideraron pequeñas obras de arte de alto costo. 

Debido a la relativización de los métodos para hacer fortuna, que van desde los patrimonios construidos sobre la base del trabajo profesional y honesto, la recepción de herencias o tesoros familiares, hasta actividades modernas de altos presupuestos y obscenas ganancias como la farándula, el cine, la música popular, el modelaje, el deporte o incluso cuestiones mucho menos respetables como la corrupción política, los lobbies empresariales, el narcotráfico, la pornografía, etc. – da absolutamente lo mismo si los usuarios de estos relojes Rolex son descendientes de familias millonarias y decentes, miembros de rancias realezas, políticos/dignatarios/empresarios o personajes de la “industria del entretenimiento” como futbolistas, músicos o influencers. 

Pero ¿qué pasa con los gobernantes que, sin pertenecer a estados monárquicos o sin ser herederos de fortunas antiguas, exhiben de la noche a la mañana estos signos exteriores de extrema riqueza? Aquí hablamos de una distorsión de larga data del concepto de “autoridad política”. Según esa distorsión – resultado de manejos inescrupulosos del poder y la preeminencia de intereses materialistas y particulares puestos por delante/por encima del bien común-, sería algo “normal” que estas autoridades tengan los mismos estilos de vida que artistas, socialités o megaestrellas del deporte, la farándula, etc., debido a su “alta investidura”.

Esta confusión ha establecido como una práctica común que representantes políticos elegidos por los pueblos -desde el Primer hasta el Tercer Mundo- terminen acumulando objetos de suntuoso valor, joyas y excentricidades de todo tipo, a pesar de no tener los medios para hacerlo, pues ejercen un encargo público que si bien tiene, por su naturaleza, una buena remuneración, esta jamás debería llegar a ser lo suficientemente alta como para hacerse ricos durante sus mandatos. Cuando eso pasa, estas autoridades les dan la espalda a sus votantes -consciente o inconscientemente- y se involucran en lo que todos conocemos como “enriquecimiento ilícito”. Es el caso de nuestros gobernadores regionales -Oscorima, Acuña, Salcedo- y, por supuesto, de Dina Boluarte, como viene desenredándose desde el destape del medio digital La Encerrona.

Pero volvamos a la relación entre los Rolex y la música. Hay, en este punto, un cuadro de bifrontismo, parafraseando esa vieja canción de Mecano dedicada al amor y la separación (Me cuesta tanto olvidarte, LP Entre el cielo y el suelo, 1986), una moneda de dos caras tiene que ver con la relativización mencionada, acerca de cómo las personas pueden llegar a amasar fortunas en el mundo actual. Esto, que también ocurre con otros hábitos y consumos de lujo, nos pone frente a una situación en la que dos extremos totalmente opuestos terminan relacionándose, sin afectar el posicionamiento de la marca que está en medio. En otras palabras, no importa que un artista de prestigio y uno mediocre compartan el gusto por los relojes caros, nada contamina la prestancia de Rolex. 

Hace casi medio siglo, en 1976, Rolex decidió extender sus acciones de auspicio, hasta entonces orientadas a exploradores y deportes de élite (tenis, golf, alpinismo, hípica, automovilismo), a otras actividades en las cuales la búsqueda de la excelencia es también permanente e indispensable, las artes clásicas. Y, entre ellas, la música recibió especial atención. Ese año comenzó a asociarse a las temporadas de ópera y música orquestal, a través de embajadores. La famosa soprano y educadora neozelandesa Kiri Te Kanawa, que cumplió 80 años hace un mes, fue la primera de esas personalidades de la música académica asociadas a la marca, agrupadas bajo el rótulo Testimonial Rolex. 

Actualmente, en el exclusivo listado de embajadores Rolex encontramos, entre otros, al barítono galés Bryn Terfel, el director venezolano Gustavo Dudamel, la mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli, el tenor mexicano Rolando Villazón y nuestro compatriota, Juan Diego Flórez, ídolo del bel canto, quien fue convocado el 2015. Asimismo, Rolex creó, hace cuatro años, un programa llamado Mentores y Discípulos, para permitir que jóvenes artistas interactúen con exponentes consagrados de las siguientes disciplinas: arquitectura, literatura, cine, teatro, artes visuales, danza y música. En este último rubro, han participado, como mentores, nombres destacados como Gilberto Gil (Brasil), Youssou N’Dour (Senegal) o Brian Eno (Inglaterra). De hecho, este 2024 Rolex celebra su sociedad con la Orquesta Filarmónica de Viena y sus conciertos de verano en el Palacio de Schönbrunn, que auspicia desde el 2009, lanzando una edición especial de su reloj Oyster Perpetual Day-Date 36, con un diseño dedicado al mundo de la música. 

En paralelo, cuando leemos prensa farandulera o webs especializadas en música popular de consumo masivo, nos enteramos de que esperpentos como los reggaetoneros Maluma u Ozuna también usan y hasta coleccionan relojes Rolex. O que raperos norteamericanos como Drake, Jay-Z o Kanye West tienen como tema común en sus rimas malevas a los Rolex como uno de los tantos artículos de lujo a los que tienen acceso. Y así como van las cosas, con las confusiones que generan quienes creen que toda jerarquización es discriminatoria, vamos a ver, un día de estos, a mamarrachos como Bad Bunny o Karol G -que ya han salido en Forbes o en los conciertos TinyDesk de la NPR de Washington- convertidos en nuevos representantes de Rolex para sus campañas globales de responsabilidad social.

Pero es muy curioso y contradictorio que la misma marca esté ligada a una comunidad superficial y ostentosa como la del hip-hop/reggaetón, caracterizada por la glorificación que hace de conductas cercanas a la criminalidad y, al mismo tiempo, dedique elevados presupuestos a, como dice su página web: “establecer alianzas con prestigiosas instituciones para mantener la música viva por todo el mundo mediante su apoyo a cantantes, directores de orquesta y músicos virtuosos”. Visto en perspectiva, podemos concluir que la plata negra que hacen los ostentosos y vacíos reggaetoneros, al ser gastada en Rolex, ayuda a que la compañía financie a esforzadas cantantes o jóvenes violinistas del Tercer Mundo.

Pensando en las menciones que Carlos León Moya y Daniel Yovera usaron para graficar la frivolidad de Dina Boluarte -esa costumbre tan peruana de reír para no llorar o reventar de la rabia-, pertenecientes a los ámbitos del rock en español y los boleros, me puse a buscar qué otras canciones hablan del tiempo y los relojes. Y noté que no hay muchas, salvo que nos entreguemos a las vulgaridades de Shakira o Bad Bunny, capaces de usar la contraposición Rolex/Casio para establecer humillantes comparaciones entre seres humanos. 

Pero sí recordé dos temas hermosos del cubano Pablo Milanés (1943-2022), Años (No me pidas, 1978) y El tiempo, el implacable, el que pasó (Pablo Milanés, 1976). O esas dos piezas fantásticas de rock progresivo inglés, ambas tituladas Time, una de The Alan Parsons Project (The turn of a friendly card, 1981) y la otra de Pink Floyd (The dark side of the moon, 1973). O aquella aguda parodia de Les Luthiers, incluida como última parte de su rutina La Tanda (Hacen muchas gracias de nada, 1979), en que se burlan de los relojes de lujo, con la marca ficticia Chaque heure pour la minorie (Cada hora para las minorías). Maravillas musicales para ponerle buena cara a estos tiempos oscuros.

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Pink Floyd, relojes, Rolex, Soda Stereo

El Fenatep, sindicato sucedáneo del Movadef, asentado en el Congreso merced al Bloque Magisterial, y a quien increíblemente le han regalado la Comisión de Educación -una de las más importantes del Parlamento- ha aprobado una iniciativa legal que vuelve a la carga en el intento de intervenir la Derrama Magisterial modificando sus estatutos y disponiendo el retiro de fondos de sus afiliados.

Es un despropósito inconstitucional porque ni el Congreso ni el Ejecutivo pueden entrometerse en la organización interna de una empresa privada. Es equivalente a que mañana se pretenda reformar los estatutos del Banco de Crédito o de Alicorp. Es gravísimo que siquiera haya habido congresistas incautos que le hayan dado al Bloque de marras la mayoría necesaria para aprobar este dislate y se espera, en consecuencia, que cuando se vea en el Pleno, sea desaprobado por la mayoría del Congreso, como ya ha ocurrido en anteriores oportunidades (no es la primera vez que el sector ultraradical del magisterio pretende demoler o controlar a la Derrama Magisterial).

Resulta profundamente demagógico, además,comparar a la Derrama con una AFP e indicar, por ello, que así como lo han hecho con las AFP pueden hacer que los maestros retiren sus fondos. En primer lugar, no hablamos de pensiones sino de un fondo de jubilación que es entregado a los pocos días del retiro laboral del maestro. En segundo lugar, es un aporte voluntario, no obligatorio, y constituye, por ende, un acuerdo entre las partes, que le permite a la Derrama invertir esos fondos, rentabilizarlos y aportar un monto significativo a los maestros cuando se jubilan.

Desde que el Sutep asumió el control de la Derrama, hace cuarenta años, la ha logrado reflotar. Era una entidad quebrada. Hoy funciona a la perfección. Ha entregado más de mil millones de soles a los maestros y su manejo es estrictamente supervisado por la Superintendencia de Banca y Seguros y el propio Ministerio de Educación, que nombra un miembro en el directorio.

No se puede permitir un zarpazo ilegal como el mencionado. Las fuerzas filosenderistas del magisterio deben ser expectoradas del quehacer educativo y no se puede aceptar, por ello, que sus ansias destructivas de todo lo que signifique bienestar para el maestro -al que quieren empobrecido e irritado, como carne de cañón para sus propósitos levantiscos- tenga éxito en el Congreso. Hay que estar advertidos.

UNO

No fue la primera vez, ni la segunda, ni la tercera. El racismo es normal en La Liga. La competición lo considera normal, la Federación también y los rivales lo fomentan. Lo lamento mucho. El campeonato que una vez perteneció a Ronaldinho, Ronaldo, Cristiano y Messi ahora pertenece a los racistas – Vinicius Jr

El presidente de la Liga española es un pelado llamado Tebas. Reconocido miembro de Vox. Una agrupación política xenófoba, racista y misógina. Hace cerca de un año, ante cerca de 50 medios internacionales, fue obligado a disculparse por criticar a Vinicius, ante un hecho de racismo en el partido entre Valencia y Real Madrid. Fue el 21 mayo de 2023, todo el estadio de Mestalla vociferaba al unísono.

  • Mono, mono, mono…

Incluso, los periodistas locales, trataron de hacerse los desentendidos. Indicando que la gente gritaba otra cosa. Carletto encaró a los hipócritas.

  • ¿Quieres hablar de fútbol?, yo no quiero hablar de fútbol. Quiero hablar de lo que ha pasado aquí, creo que es más importante. Lo que ha pasado hoy no tiene que pasar, es bastante evidente, un estadio grita a un jugador y un entrenador piensa quitar a un jugador por esto

Hace poco más de una semana, muchos ignaros y conservadores se indignaron con el llanto de Vini Jr, en plena conferencia de prensa. Quieren que reaccione como lo hicieron otros. Esto es, sin aspavientos. Como si todos fuéramos iguales. Ellos, los jugadores negros, deben bajar la cabeza y aceptar los insultos. O como hizo uno de ellos. 

  • Recoger la banana que le arrojaron, pelarla y comerla.

Reclamar es rebasar los límites. En Argentina se le llama equivocadamente folklore. Si protesto enérgicamente se enojan. Increíble. La cultura cambia. Los jóvenes de ahora tienen otra sensibilidad y protestan, no se quedan callados. 

España es un país racista. En Paraguay hubo una cantidad significativa que emigró a la Madre Patria. Conversé con varios, quienes me confirmaron la discriminación. Es un problema de la sociedad, no del futbol solamente. Este último domingo, un argentino fue blanco de burlas, por parte de hinchas de Getafe, que –insólitamente– tiene jugadores de color en sus filas. La Premier League, a diferencia de La Liga, es más enérgica con los casos de racismo. Así también, lo es Le Championnat en Francia.  Entonces tratar de atenuar o socavar las denuncias de racismo, es lo peor que se puede hacer. El racismo es un asunto serio. No es para ser tomado a la ligera. En absoluto.

DOS

Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas. Umberto Eco 

Cuando un oligofrénico manifiesta que el futbol es para hombres, está delirando. Antes que nada, pese a quien le pese, el futbol profesional ya lo juegan las mujeres. Ah, y también los gays, porque, aunque le joda al ex arquero paraguayo, también hay jugadores, que tiene esa orientación sexual y –por cavernarios como él– están en el closet. Eso lo saben muy bien, todos los que pertenecen al planeta futbol.

Encima, Chilavert sufrió insultos, agravios en Argentina y España, en múltiples ocasiones. Es evidente el contrasentido. Claro, que él nunca se quedó callado. Peleó, escupió rivales, insultó, agredió a todos, periodistas, incluido. Ahí está el caso de los hombres de prensa. 

  • Cazenave y Juan Pablo Méndez. 

En ambos casos, cínicamente, negó las agresiones. Siempre fue así. Trataba de intimidar a sus rivales. Era como si las carencias que sufrió de niño lo marcaron, en forma indeleble y pensaba que la agresividad era la única forma de sobresalir. Otros grandes arqueros de la historia, jamás tuvieron esa belicosidad. A las pruebas me remito.

  • Banks, Filliol, Gatti, Zoff, Pfaff, Buffon, Maier, Dasaev, Casillas, entre otros.

Le veo muchos puntos de concordancia con el chileno Vidal. Ambos venidos del mismo estrato social. En una ocasión, unos jóvenes uruguayos lo entrevistaron. Cuando en plena entrevista, sacaron a relucir el escupitajo a Roberto Carlos, dio por termina la misma, en forma abrupta. Eso sí, sin olvidar mencionar su lapidaria frase.

  • Tú no has ganado nada.

Ese es José Luis Chilavert. Un personaje que se cree un tótem en el Paraguay. Por tal motivo, nadie osa discutirle nada. Desde hace 20 años que está retirado del futbol. Reside en Buenos Aires con su familia. Vive de sus rentas y está bien. Pasado los años se ha convertido, en lo que tanto criticaba de Maradona.

  • Esto es, hablar al pedo.

Si tanto le interesa el futbol paraguayo lo invitamos a que entrene a un club de primera o segunda categoría. No tiene experiencia, no puede exigir nada. Una cosa fue su vida como futbolista y otra distinta sería una nueva etapa como entrenador. Claro, se pondría a filo para la crítica de la prensa deportiva. Él lo sabe mejor que nadie. En tanto, cumple el papel, que tan bien personifica Hugo Sánchez. Otro insufrible.

De manera discreta pero cada vez más firme se viene asentando la validez de una reciente edición de los Júbilos de Lima y Fiestas reales, crónica publicada originalmente por el polígrafo Pedro de Peralta Barnuevo en 1723 en su natal Ciudad de los Reyes.

Han pasado, pues, 300 años desde esas festividades inteligentemente descritas por Peralta, nuestro Doctor Océano como lo llamara Luis Alberto Sánchez, y pocos años más tarde autor del renombrado poema épico Lima fundada. Peralta compone una crónica social que a la vez resulta todo un manifiesto identitario de la élite criolla limeña.

Los responsables de esta nueva edición son los investigadores Enrique Cortez y José Eduardo Cornelio, ambos catedráticos en Portland State University (Oregon) y Ursinus College (Pennsylvania), respectivamente. Se trata de dos destacados intelectuales peruanos radicados en los Estados Unidos que forman parte de ese amplio archipiélago migratorio que caracteriza a la población peruana y peruano-americana en el coloso del norte. Como se recordará, la migración peruana se aceleró con la crisis política y económica de la década del 80 y pese a la pacificación del país revela aún volúmenes importantes de desplazados, entre los cuales sin duda se encuentran algunos de los mejores cerebros del país.

Cortez y Cornelio hacen un minucioso trabajo de cotejo de la edición original, aparecida en Lima a los pocos meses de las actividades que tuvieron lugar en la capital del virreinato. El texto es la crónica de las celebraciones hechas en la Ciudad de los Reyes a principios de 1722 por las bodas de Luis Fernando, príncipe de Asturias, con la princesa de Orléans, y de la infanta María Ana Victoria con el rey Luis XV de Francia.

El virrey del momento, fray Diego Morcillo Rubio y Auñón, arzobispo de La Plata o Chuquisaca, se encontraba en su segundo mandato, de 1720 a 1724. Ordenó que los alcaldes ordinarios encargaran a los gremios limeños las distintas fechas de las celebraciones. No se precisa el día de llegada de la Cédula Real del 18 de diciembre de 1721 con la noticia de «la unión de tan gloriosos y augustos himeneos». Pero Peralta dice que al llegar la noticia de las reales bodas «Lima se transformó en Madrid, con tal perfección, que hasta la distancia, que le disminuía la igualdad en la dicha, le aumentaba el exceso en la fineza». O sea, los criollos eran mejores que los españoles, aunque no del todo felices. Este discurso de la soberbia y a la vez de la franelería es un rasgo que hasta ahora puede verse en nuestra política vernácula.

Las celebraciones tomaron lugar en 1722 y Peralta no desaprovecha la oportunidad de exaltar su patria limeña: «En sus hermosos Templos manifiesta vna sumptuosidad, que la hace una Peruana Roma: teniendo la magnificencia tan puesta en su lugar, que aun que en lo demás le asiste bien la Arquitectura, parece que solo en las aras ostenta sus realces». También «es la Salamanca de las Indias» y «la Atenas de America». Y «su Nobleza es vn extracto de toda la de España, y es el merito de todo el Perù; puesto que aquella le ha embiado su lustre, y este le debe su Conquista».

Y de paso hace el elogio del territorio, su abundancia, y especialmente sus enormes recursos mineralógicos: «El Reino del Perú es Paraíso y Mineral del Mundo: en cuyos montes, cadena de una vasta Cordillera, los pedernales son todos riqueza, porque se han convertido en Oro, y Plata: donde parece que el Sol con semillas de luz hace una continuada cosecha de metales; y donde (tan bien como se dijo de España antiguamente,) pudiera decirse, que habitaba Plutón, subterránea Deidad de la opulencia».

Por eso Lima no puede sino ser la joya más preciada de las Américas, superando incluso a Madrid: «Lima se conserva tan intacta a los rayos del Sol, como a los de la Esfera; pues como si en su fecundo Valle fuese cada mes un Abril, y tuviese cada árbol un Laurel, ni la abrasan ardores, ni la fatigan tempestades. Las flores, y los frutos, no se ausentan, sino se alternan en sus campos. Ella ve andar toda la América en sus calles: pues cuanto desde la Paz hasta el Darién se lava en oro, cuanto desde Potosí hasta el Marañón se funde en Plata, y cuanto desde Margarita a Panamá se cuaja en perlas, todo le sirve de tributo y de lustre: y haciendo su Oriente a Europa, y su Occidente al Asia, le amanece la una con lo más perfecto, y la saluda la otra con lo más precioso».

Todo este discurso de autoexaltación que el historiador francés Bernard Lavallé llamó «criollismo militante» se ve complementado por un desfile de «los originarios naturales», es decir, los indios de la zona de Lima, agrupados en tres comunidades. Ellos se salen de sus gremios y oficios para formar una sola representación que consiste en el desfile de los reyes incas. Los indígenas de Lima se vistieron de incas e hicieron una performance de la genealogía cuzqueña, con ricas joyas y vestidos. De este modo proclamaban su lealtad al rey por aceptar desde el principio su mandato.

Muchos detalles de esta publicación nos sirven para conocer mejor nuestro pasado y algunos rasgos culturales actuales de los limeños. El libro contiene sesudos estudios de Enrique Cortez, José Eduardo Cornelio y Rafael Cerpa Estremadoyro. Los editores revisan el texto cotejándolo con el de 1723 y lo fijan de manera definitiva, corrigiendo algunos errores de una edición española anterior de 2022.

Júbilos de Lima fue publicado por Pakarina Editores y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se presentó el año pasado en el Centro Cultural Inca Garcilaso, de la Cancillería, en el centro de Lima. La primera presentación internacional se realizará el próximo jueves 11 de abril en la Universidad de Tufts, en Boston, gracias a los auspicios de la Cátedra Rey Felipe VI de España que dirige el reconocido poeta y profesor José Antonio Mazzotti.

Si bien el Perú colonial alberga aspectos inaceptables (esclavitud, servidumbre, racismo, explotación económica, falta de soberanía, etc.) de los que provienen muchas de nuestras taras actuales, también guarda algunas joyas literarias y artísticas que es saludable revisar y estudiar. Este libro es prueba de ello.

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la colonia, lima jubilosa

Un día como hoy, hace 32 años, Alberto Fujimori dio un golpe de Estado, destruyó la democracia y estrenó uno de los periodos más oscuros de nuestra historia republicana en materia de institucionalidad democrática.

Cuando, a la luz del presente, se lee la historia del momento, sin las angustias de entonces (por la crisis económica y el avance senderista) se entiende que fue una medida innecesaria, premeditada con alevosía, y que solo dañó profundamente el desarrollo democrático del país. Fujimori pudo haber labrado sin problemas una mayoría congresal que le hubiera permitido hacer las reformas económicas que impulsó y queda más que claro que la derrota de Sendero Luminoso no se explica en absoluto por el 5 de abril del 92.

La fecha recobra especial actualidad porque, al parecer, no hablamos solo del pasado del hoy indultado exmandatario. Sectores crecientes dentro del fujimorismo, nos informan fuentes directas, están pergeñando la posibilidad de lanzar a Alberto Fujimori a la presidencia el 2026, a pesar de que entonces el exgobernante tenga la friolera de 87 años.

Hay antecedentes diversos de mandatarios longevos. Hoy mismo vemos una contienda presidencial en los Estados Unidos entre dos octogenarios. Y, al parecer, la salud de Fujimori no está tan quebrantada como se vendió para lograr su indulto. La pregunta que cabe hacerse, sin embargo, es si tiene posibilidades semejante consideración.

De hecho, Alberto Fujimori es mejor candidato que su hija Keiko y el antikeikismo es hoy superior al antialbertismo (a pesar de todo lo sucedido en los 90, que para la mayoría del electorado no figura en el recuerdo activo). Tiene obstáculos legales que resolver primero (como el juicio por el caso Pativilca), pero de lograr salvarlos, hay que señalar que sería un candidato de fuste, capaz, además, de aglutinar fuerzas dispares en el sector de la centroderecha, hoy fragmentada en más de veinte pedazos.

Es un albur y quizás sea la desesperación del fujimorismo frente a una eventual cuarta derrota de Keiko -lo más probable- la que los esté llevando a lo que parece ser una solución desesperada que puede terminar siendo contraproducente.

Quizás el mejor aporte que el expresidente puede hacerle al país y reivindicar políticamente su nombre es contribuir a que se organicen dos o tres coaliciones de centroderecha que sean capaces de pasar a la segunda vuelta y evitar el amenazante escenario de tener a Antauro Humala disputando la jornada definitoria o, lo que sería aún más trágico, de persistir la fragmentación centroderechista, de llegar a una segunda vuelta con dos candidatos izquierdistas radicales.

El voto de confianza obtenido ayer por el gabinete Adrianzén no representa el respaldo político que usualmente acompaña estas decisiones. No le otorga fuerza política alguna, porque claramente está basado en una coalición negociada previamente, con concesiones ministeriales, con el ala quebrada por la aún inexplicada situación de los Rolex del escándalo.

Mientras no se explique claramente al país el origen y fundamento de las costosas joyas obtenidas por la presidenta Boluarte, este gobierno sufre de un menoscabo de legitimidad que irá creciendo con el pasar de los días en que esa explicación no llegue.

Ya antes del escándalo, la aprobación del gobierno era de 9%, según Ipsos. Hoy debe estar en una cifra aún menor porque los relojes de alta gama que han escandalizado al país tocan la fibra más sensible de la opinión pública, que ya veía en la corrupción el problema mayor del país, por encima, inclusive, del tema de la inseguridad ciudadana, lo que ya es bastante decir.

La frivolidad palaciega pasa factura. Recordemos cómo el gobierno de Ollanta Humala empezó su declive cuando la primera dama, Nadine Heredia, cayó, presa de sus aspiraciones sociales, en la trampa de la ostentación y los lujos inexplicados.

Los pobres del Perú, que son cada vez más por culpa de la crisis económica y el mal manejo de los programas sociales, que se sienten abandonados a su suerte por una salud pública indigna e inexistente, por una educación pública en estado de abandono, que ven sus escasos ahorros sustraídos impunemente por la delincuencia, observan con tremenda irritación y cólera las muestras de riqueza mal habida, sin duda, de una presidenta que llegó al poder por una casualidad del destino, en representación de una laboriosa clase media, sin capacidad de adornarse con lujos como los denunciados.

Resulta inexplicable que la derecha congresal no se dé cuenta del desprestigio inmenso que ello le ocasiona a sí misma. Entregarle un cheque en blanco a un régimen sobre cuya cabeza pesan fundadas sospechas de corrupción, que tranquilamente podrían poner sobre la mesa del debate una vacancia por incapacidad moral, es un suicidio compartido que va a pasarle factura política en los próximos comicios electorales. Lo que la derecha congresal ha hecho con el gabinete Adrianzén no ha sido extenderle un tamiz de legitimidad sino un manto de impunidad.

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gabinete Adrianzén, Nadín Heredia, Ollanta Humala
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