Opinión

UNO

Empecé a ver futbol en 1974, y a escucharlo como hincha –por la radio – a partir del año siguiente. En esos tiempos no había ESPN, Fox Sports y menos You Tube. La radio era la estrella, ni siquiera la tv le quitaba el cetro. En ciertas ocasiones la tv transmitía partidos del torneo local o internacional, generalmente los domingos. Para lo demás, la radio se encargaba de transmitirlo todo, de ahí la importancia de gente como Pocho Rospigliosi. 

Pocho era dueño de una radio llamada “El Sol”, la cual contaba con un programa deportivo estrella llamado “Ovación” (“Un Perú en sintonía”, era el slogan) y una revista homónima. Dicha emisora transmitía la mayor parte de los partidos del fútbol local. Debo haber pasado de 1975 hasta 1985 pegado a la radio escuchando sus opiniones acerca de tal o cual partido. Igualmente se encargaba de otros deportes. Al término de los eventos deportivos tenía programada música: argentina y criolla. Incluso había un programa para Beatlemaniaticos. Estando en el último año del colegio, fui a dicha radio a hacer una entrevista para el pequeño diario que sacábamos en el cole. Realmente no tenía nada de extraordinario la radio. Estaba en un edificio, construido en los años cincuenta, y contaba con un ascensor, cuyas puertas tenían la inquietante costumbre de abrirse antes de tiempo. 

DOS

Pocho era pequeño y gordo; caucásico y con alopecia. Conocía y entrevistaba, con aplomo y solvencia, a ídolos de la talla de Pele, Maradona o Cubillas entre otros. A toditos los conocía PR. Tenía la técnica de hacer de la entrevista una charla amical. Él no era relator, fungía de comentarista, el cual daba su opinión en medio del partido. Ojo, que no era el mejor en aquella función. El más sobresaliente, en Radio el Sol, era Enrique Valdez (el chileno). Nunca me perdía sus comentarios sabrosos, punzantes y claros; aun lo recuerdo perfectamente. Pero Pocho era el dueño del circo, cuando hizo su programa dominical, por televisión llamado “Gigante Deportivo” (duraba 4 horas creo), insólitamente para mí, don Enrique no formaba parte del elenco. 

El que siempre estaba era Micky, su hijo, el cual tenía un año más que yo. Lo odiaba. Escuchaba sus declaraciones vacuas e incluso bizarras con respecto a un hecho o acción de un partido. Encima su viejo le seguía dando pelota para que siga comentando. Siempre que hablaba, trataba de encontrarle el punto negativo o denostarlo por lo simplón de sus comentarios. Al tiempo me di cuenta que era envidia. Visto en retrospectiva Micky, era un niño de solo 15 años, con las limitaciones lógicas de un pendex comparado con los otros integrantes del staff. Pero mi encono estaba justificado en ese momento, mientras él estaba en el gramado viendo el partido en directo, yo trataba de sintonizar, lo mejor posible, con la antenita que tenía mí pequeña y amada, radio a transistores, en mi cuarto, las acciones del juego. A veces, me paraba encima de mi cama para sintonizar mejor el partido. Años después me lo encontré. Fui a entrevistar a El Veco, famoso periodista uruguayo, y me lo topé en el ascensor de la radio. Al instante lo reconocí, me di la vuelta y no le di ni cinco de bolilla, él tampoco, dicho sea de paso, me la dio. 

TRES

Al tiempo, estando ya en Asunción, me enteré de su quijotesco accionar contra la mafia de Delfino y Burga y veía sus intervenciones televisivas. Había mejorado muchísimo, era otro y con una solvencia que era la secuela lógica de una personalidad interesante. 

Recuerdo que la revista Ovación se vendía como pan caliente en los setenta y ochenta. Toda la fanaticada del balón la comprábamos compulsivamente (bueno, mi viejo me la compraba). Debo de ser justo, a excepción de la columna de Pocho y de ciertos invitados (por ejemplo, Mr Huifa), la calidad de los restantes escritos era pobres, de muy bajo nivel. En cierta ocasión, supe que el gordo no corregía sus escritos, los pasaba inmediatamente a impresión. Ahora las fotos y demás datos estadísticos eran buenos, muy buenos. 

Comprar el diario “El Comercio” y leer la gran cobertura dedicada a los mundiales de fútbol era religión para mí. Vivimos con él los hechos más trascendentes del deporte nacional. En 1988 falleció. No vivió el declive del fútbol peruano y sus secuelas. Yo no volví a sintonizar por radio ni partidos de fútbol, ni música. Ahora cuando veo mi cuñado Nelson escuchar por radio, los avatares del juego de su querido club, me entra cierta nostalgia de adolescencia y los recuerdos de aquellos años se atropellan. Esbozo una ligera sonrisa recordando a Pocho Rospigliosi y su troupe.

 

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Pocho Rospigliosi, radio, TV

Se equivoca de cabo a rabo un sector de la derecha política, empresarial y mediática cuando cree estar enfrentando a un gobierno chavista, comunista o radicalmente socialista. Por tanto, equivoca su estrategia de lucha y por ello, mientras pide la vacancia como medida extrema frente al peligro que ve, se le pasan entre las piernas las interpelaciones y censuras ministeriales, que justificadamente ya debería haber ejecutado.

Es verdad que el gobierno de Castillo tiene esos gérmenes autoritarios en su interior (el leninismo de Cerrón -hoy expectorado- y el maoísmo de los sectores radicales del magisterio, presentes aún), y preventivamente hay que estar alertas, pero uno debe actuar, más si es oposición, conforme a las circunstancias.

No está el G2 cubano detrás de las acciones de Castillo. No están Maduro ni el Foro de Sao Paulo. Si lo estuvieran, habría cierta inteligencia estratégica en el Ejecutivo y lo que se aprecia, más bien, es enorme mediocridad e improvisación.

El gabinete Bellido parecía, sí, un intento de seguir ese rumbo y en esa perspectiva sí cabía anteponer el instrumento de la vacancia y colocarlo en ristre, además de extremar la beligerancia, pero hoy, con el gabinete Vásquez, lo que corresponde es afinar la puntería opositora. Es otra realidad política e ideológica la que se tiene al frente.

El escenario de que Castillo esté jugando a una primavera rosada y que luego sobrevendrá un verano rojo, y que los moderados (Francke y compañía) saldrán pronto del gabinete, que se reconcilie con Vladimir Cerrón, que fuerce la Asamblea Constituyente (¿cómo lo haría, ahora que tiene los dientes limados con la ley de la cuestión de confianza?), es altamente improbable.

Podría ocurrir, por supuesto, y en ese caso habrá que proceder conforme a ello, pero entre tanto, la radicalidad opositora de la derecha es estéril y no produce ningún resultado. Inclusive, la aleja de sus bases sociales que ven, sorprendidos, la discordancia entre lo que se denuncia y la realidad efectiva que se aprecia (por eso, los mítines “por la democracia” son tan ralos).

La derecha tiene dos tareas al frente: el de oposición a un gobierno de izquierda, por más moderado que éste sea, y la preparación para las justas electorales venideras (primero, regionales y municipales, y luego presidenciales). No va a tener éxito en ninguna de ellas si se deja guiar por teorías de la conspiración y paranoias inconducentes.

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derecha política, Foro de Sao Paulo, Pedro Castillo, Pode Ejecutivo

Pocos días atrás, el heroico sandinista Daniel Ortega, que regresó de su autoexilio en Costa Rica para gobernar su país en los años ochenta, ganó por cuarta vez consecutiva el gobierno de Nicaragua. Son catorce años en el poder y a la espera de cinco años más. Los pronunciamientos en contra de los resultados quedaron en manos de las cancillerías de los países de la OEA y trataron acerca de la transparencia de las elecciones y el encarcelamiento de sus opositores.  En el Perú Vladimir Cerrón de Perú Libre cuestionó duramente la decisión del gobierno peruano, resaltando que Ortega era víctima de los mismos cuestionamientos a los resultados electorales que vivió Castillo. 

Es preocupante la postura de Cerrón porque está apostando por un gobernante que si bien fue de izquierda en su primer gobierno tras el triunfo contra la dinastía de Somoza, el Daniel Ortega que retornó al poder el año 2007 para combatir la corrupción desfachatada de Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños, optó por establecer un claro pacto con la iglesia conservadora y los empresarios nicaragüenses. Contra todo lo esperado, su gobierno ayudó a impulsar una de las legislaciones más retrógradas en Latinoamérica sobre el aborto, pues criminaliza hasta el terapéutico, cuando este había sido un derecho protegido por la Revolución Sandinista e incluso antes, desde la dictadura de los Somoza. Económicamente, Ortega no solo no cambió el modelo neoliberal, sino que estableció una alianza con la gran empresa y el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP). Pero como en estas elecciones, algunos empresarios decidieron oponerse y postular sin formar un bloque opositor de defensa de la democracia, varios de ellos terminaron encarcelados por el gobierno. Nada más lejos del discurso de un auténtico gobierno democrático de izquierda. Leonardo Boff, desde la Teología de la liberación y muchos sandinistas, sinceros socialistas, han levantado reclamos desde la represión del año 2018 que dejó más de 300 muertos, de acuerdo con la CIDH por las protestas contra la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, otra de las entidades del estado que Ortega manipula a su antojo. 

Que la izquierda peruana y latinoamericana no zanje con él de una vez y pueda considerar que Ortega ha traicionado el compromiso con su pueblo, también lo hemos podido observar en la lentitud con la que han aceptado que Nicolás Maduro lidera una dura e injusta dictadura en Venezuela o en el silencio acerca de Miguel Díaz-Cabel, el presidente de Cuba. Sin duda, uno de los malos síntomas claros que muestra la izquierda latinoamericana es no haber conseguido adaptarse plenamente al sistema democrático e incorporado principios que parecen desdecir el heroico método revolucionario de llegar al poder y luego tener que mantenerlo. Que el modelo soviético cayera hace ya más de treinta años, cuando ya se sabe que sus héroes terminaron convertidos en abusivos dictadores al llegar al gobierno, no ha impedido que siga en pie el principio revolucionario de que el pueblo primero debe tomar el gobierno con las armas, aprender a vivir el socialismo dictado por el líder gobernante para que una vez interiorizado, habiendo renacido bajo un modelo justo y amenazante para el capitalismo, pueda liberarse en un utópico futuro comunista. 

De esa manera, el principio que cree que la marcha de la historia sigue un orden que debe cumplirse, continúa siendo la razón por la que el partido que toma el poder debe quedarse hasta asegurar que ese orden lo puedan alcanzar las próximas generaciones. El partido Comunista de Cuba, el Partido Socialista Unido de Venezuela, el Frente Sandinista de Liberación Nacional no tienen ninguna otra justificación (como si lo fuera). 

Y a veces ni siquiera alcanza la vida para lograr la verdadera transformación de los pueblos, así que la cabeza de cada uno de estos partidos debe dejar preparado a un seguidor para que tome su lugar cuando la muerte (y solo la muerte) lo obligue a abandonar a su pueblo. Raúl Castro dejó a Miguel Díaz-Canel, Hugo Chávez a Nicolás Maduro (hay un pajarito que dio fe) y Daniel Ortega, preparado ante el inevitable destino, ya cuenta con su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta en caso la muerte (y solo la muerte) lo sorprenda. 

 

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Daniel Ortega, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Acabo de tener la siguiente conversación con mi hija menor:

  • Poki (su apodo), ya es hora de dor…
  • No quiero
  • Sí, ya sé que no quieres. Pero es hora de dor…
  • ¡No quiero!
  • Pero Poki, no te estoy preguntando lo que quieres. Te estoy diciendo lo que es. Y ya es hora de dor…
  • … 
  • ¿Es hora de jugar o es hora de dormir?
  • Domill (así, sin ‘r’ al medio y con ‘ll’ al final).
  • Entonces, es hora de dor…
  • Quiero jugar.
  • Sí, ya sé que quieres jugar. Pero es hora de dor…
  • …mill.

Mi hija acaba de cumplir dos años. Yo no soy especialista en psicología del desarrollo humano, pero creo que su silencio después de mi aclaración es un indicador de que está empezando a comprender la diferencia entre lo que uno quiere que sea verdad, y lo que es verdad realmente. 

A muchas personas les cuesta comprender esta diferencia. Podría citar el caso de los peruanos que creen que Pedro Castillo no ganó las elecciones limpiamente porque les gustaría que Castillo no haya ganado. O los que creen que Castillo está haciendo un buen trabajo porque les gustaría que estuviera haciéndolo bien. Pero me voy a centrar en las creencias relacionadas con el Covid. 

Jones cree que el Covid no existe porque a él le gustaría que no existiera. Pero eso no es verdad. El Covid existe y ha matado a millones de personas. 

Jane cree, porque le gustaría que fuera así, que el sistema inmunológico humano, por ser ‘natural’, funciona como una máquina perfecta. Por esta razón, piensa Jane, el cuerpo humano así solito es capaz de combatir el Covid. Pero la realidad no es así, y por eso es necesario complementar este sistema con vacunas. 

John cree, porque le gustaría que fuera así, que, entre todos los países del mundo, él justo ha nacido en aquél que tiene una tradición ancestral de medicinas que son capaces de combatir todas las enfermedades, incluso el Covid. Esto, desafortunadamente, no ha sido comprobado hasta hoy. (John también cree que lo importante en el fútbol no es ganar sino tocar la pelota con elegancia y picardía… pero estoy divagando. Sigamos). 

Julia cree, porque le gustaría que fuera así, que justo la doctora que está viéndola es muy muy inteligente, y conoce de un tratamiento suavecito que la va a proteger del Covid (por ejemplo, tomarse unas gotitas de ivermectina o dióxido de cloro). La doctora además es muy muy buena, y ha decidido compartir esa información con Julia (la doctora no es mala como los otros doctores, que trabajan en los mejores hospitales y centros de investigación del mundo, y que han decidido ocultar esta información para llenarse los bolsillos de dinero a costa de las vidas de millones de personas). Y como Julia es pura de corazón, tiene la disposición para comprender esta verdad revelada por su doctora, no como otros pacientes incrédulos que viven cegados porque son peones del sistema, y por eso permiten que les pongan vacunas y otras cosas que te cambian el ADN con químicos. No como Julia, que decide ingerir ClO2 (dióxido de cloro) o C47H72O14… (ivermectina) solo porque su doctora se lo dice. Pero la realidad no es así. La doctora que ofrece ivermectina o dióxido de cloro tal vez no sea ni muy buena ni muy inteligente. Lo más probable es que, o se esté aprovechando de Julia para alimentar su ego y su bolsillo, o no tenga la menor idea de dónde está parada, o ambos. 

Aceptar la realidad. Tan simple como eso. Y mi Poki de dos años lo sabe. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas.

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querer, ser

El propósito de Vladimir Cerrón es claro: retornar al poder y convencer a Castillo de que con los “caviares”, como él insiste en calificar, no llegará a buen puerto.

Para ello se ha propuesto, inicialmente, intrigar contra la premier Mirtha Vásquez, disponiendo que sus 16 congresistas leales, se acerquen o comuniquen con todos los ministros posibles para brindarles apoyo y asegurarles que cuentan con sus votos, a despecho de lo que pueda querer o pensar la Premier.

La idea de Cerrón apunta a lograr un resultado electoral significativo en las venideras elecciones municipales y regionales, como plataforma para impulsar su proyecto constituyente, y sabe que sin el respaldo del Presidente, con las justas logrará ganar en la región Junín (lo cual, inclusive, está en duda).

Por cierto, el Presidente cometería el más grave error político de su corta historia si accede a los cantos de sirena cerronistas, echa del gabinete a los moderados y dialogantes, y reestrena la estrategia confrontacional que suponía el gabinete cerronista que presidía Guido Bellido.

Su propia permanencia en el poder correría serio peligro si perpetra semejante despropósito. No parece probable que las bancadas de centro (muchos de cuyos integrantes se arrepienten del voto de confianza dado al gabinete Bellido), acepten, sin sobresalto, que el gobierno vuelva a dar un golpe de timón y retorne a las pretensiones de la transformación radical de la sociedad.

Los votos del centro, sumados a los de la derecha, alcanzan para vacar al Presidente. Un acto de tamaña necedad política -reconciliarse con Vladimir Cerrón y todo lo que ello implica- prenderá las alarmas no solo empresariales, ya de por sí aún desconfiadas de las perspectivas que vaya a seguir el gobierno- sino, sobre todo, políticas, porque algo así claramente indicaría un derrotero autoritario que transitará indefectiblemente por la ruta de la disolución del Congreso: no hay otra vía para convocar a una Asamblea Constituyente, tal como está distribuida la conformación del poder parlamentario.

Si Castillo se reencuentra con Cerrón -tarea en la que está empeñado el inefable de Evo Morales-, le declararía la guerra a la democracia y a la vigencia de una economía con ciertas libertades. Implicaría, de antemano, la señal de que se quiere llevar al país al abismo bolivariano que ha sumido en la pobreza más espantosa a los países que siguieron ese sendero.

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Democracia, Economía, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

“Sudaremos y Sudaremos” fue la promesa que el general Juan Velasco Alvarado le hizo al pueblo peruano cuando fundó el primer y único gobierno revolucionario militar en el Perú. Y efectivamente, el libro Velasco de Héctor Béjar refleja la visión, esfuerzos, vaivenes y preocupaciones del general en una odisea política por la transformación del país.

El autor es Héctor Béjar, ex-guerrillero, sociólogo, abogado, escritor, artista, académico, ex-Canciller y uno de los pocos intelectuales peruanos con una combinación de experiencias únicas que lo coloca como referente para los y las que investigan, estudian, y persisten en el camino de la justicia social. Para total transparencia de esta reseña, el autor es mi tío, hermano de mi padre.

El libro empieza con Béjar en la clandestinidad, amenazado por el gobierno de Francisco Morales Bermúdez, conocido como el “felón”, al igual que Pinochet porque traicionó al presidente que servía y debía lealtad. Personalmente, me trae los primeros recuerdos registrados de mi tío, cuando de muy pequeña con mis padres lo visitábamos a su cuarto al fondo de una casona antigua en Jesús María, donde vivió escondido a fines de los 70s. 

Velasco es un libro en tapa dura, con un diseño moderno y cuidadosamente editado por Ediciones Achawata. Son 334 páginas con fotos de cartas y portadas de los diarios de la época. La curiosidad te hace escudriñarlas para reconocer a los que formaron parte del primer gabinete del gobierno revolucionario. Desde los primeros comunicados de la Junta Militar anunciando el golpe contra Belaúnde hasta fotos de Velasco erguido, sonriente y decidido, y en donde un joven alto aparece, casi desapercibido, Javier Pérez de Cuellar, embajador de Velasco en la Unión Soviética.

Con ese nivel de detalles, Héctor Béjar relata cronológicamente todo el proceso del gobierno de Velasco, con una visión “clara y honesta” como lo menciona Hugo Neira en el prólogo. Al igual que en sus otros libros, hay una parte personal que le da un tono emocional a lo contado. 

Después de 5 años preso en Lurigancho por liderar el Ejército de Liberación Nacional, Héctor Béjar fue liberado por una ley de amnistía, dada previa consulta con los jefes policiales, los comandantes generales y almirantes, y firmada incluso por el ala de derecha del gobierno, los generales Artola y Vargas Caballero. Béjar, al igual que muchos profesionales e intelectuales de izquierda, entró a trabajar en el proyecto revolucionario y vivió desde dentro este proceso.

El libro detalla rigurosamente el momento político que desencadenó el golpe, la reforma agraria, la toma de tierras, el proyecto de socialización y autogestión en la producción económica, la reforma en la prensa, las presiones políticas dentro y fuera del gobierno, y las conspiraciones para la sucesión de Velasco. Nombres de personajes que cumplieron un rol decisivo en este proceso, algunos olvidados, vuelven a la vida para sumergirnos en una época hasta ahora contada por los que llegaron después, esos que traicionaron el proceso. Este libro le hace justicia a esa época.

El libro Velasco es una secuela de Revolución en la Trampa, libro que Béjar escribe en la clandestinidad el cual le presenta a Velasco debilitado, casi fuera del gobierno y muy enfermo por la arteriosclerosis. Otro logro del libro es que humaniza a Velasco. Así conocemos su origen campesino, su escape de Piura a Lima a los 16 años en un barco chileno con peligro de ser descubierto, y su ingreso en el ejército peruano con el más alto puntaje.

Velasco es la figura político-militar más importante del Perú, quien organizó y lideró a la única generación de militares nacionalistas que usaron su poder para servir al país, y no para defender intereses privados ni extranjeros. Al parecer una especie en extinción. Desde los 90s, las fuerzas armadas se han fujimorizado y sus comandantes son la antítesis de Velasco. 

Gracias a Ediciones Achawata que publica libros de esta calidad y al alcance de las mayorías. Ediciones Achawata inicia su proyecto editorial en el 2020 con el propósito de constituirse como una promotora cultural de investigaciones peruanas y trabajos sociales que apunten a momentos históricos relevantes del país.

Así como Velasco es imprescindible para comprender nuestra historia, lo es igualmente conocer la importancia de la toma de tierras desde 1950, que influenciaron la ejecución de la reforma agraria, una de las más radicales de la región. Líderes campesinos como Eduardo Sumire, quien fundó la Federación Campesina del Cusco, organizador, innumerables veces torturado y preso, merecen un lugar en nuestra historia. Estos testimonios deben difundirse.

En la Feria Bicentenario Ediciones Achawata están presentando la reedición de Soy señora, testimonio de Irene Jara de Francesca Denegri, la reedición de la Autobiografía de Gregorio Condori Mamani y Asunta Quispe de la profesora Carmen Escalante y del profesor Ricardo Valderrama. Felicitaciones a Ediciones Achawata y sus editores César Coca Vargas y Magdalena Suárez Pomar por ayudarnos a reclamar nuestra historia.

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“Sudaremos y Sudaremos”, Héctor Bejar

Usted, quién lee esas líneas (sí, usted), en el mejor de los casos en una persona que se transporta en auto particular. Si es así, probablemente todos los días se enfrente a un tráfico insufrible, reniegue porque las combis y taxis paran en frente suyo sin aviso alguno, viva mirando con frustración como Waze le sube los minutos a su ruta hasta que se duplican, y alguna vez le han chocado en carro y se han dado a la fuga.

En el peor de los casos, usted es una persona usuaria de nuestro transporte “público”, y si vive en la periferia de la ciudad y trabaja en algún centro empresarial, es posible que pase alrededor de 6 horas al día transportándose. Sí, 6 horas, en un transporte además incómodo e inseguro por donde se lo vea.

La reforma de transportes nos afecta a todos. Al que maneja auto privado, al que utiliza las combis y micros, y a quienes las manejan con escasos derechos laborales. Por supuesto, como en todo, a quienes más afecta es a quienes menos tienen. Nuestro sistema de transporte nos roba horas, días y años que podríamos invertir con nuestras familias y amigos, contamina a diario nuestra ciudad, que ya es de las más polucionadas del mundo, genera pérdidas económicas por 27 millones de soles al año y ha dejado 30mil víctimas mortales en los últimos 9 años. 

Por eso señores, es que nos toca defender esta reforma con uñas y dientes. El pasado 03 de noviembre se filtraron audios que revelaron que el Ministro de Transportes, Juan Silva, se comprometió ante los representantes de los gremios de transporte urbano de Lima y Callao a ampliar por 10 años más las autorizaciones de las rutas de las combis, coasters y buses. Esto frustra por completo la reforma en marcha, que contempla la renovación del parque automotor y la reorganización de las rutas. En cristiano: el sueño de tener un sistema de transportes digno, al menos en el mediano plazo, se vería boicoteado.

Es verdad que los beneficios de la reforma de transportes aún no son tan palpables para los ciudadanos. La Autoridad Única de Transportes (ATU), responsable de ejecutar dicha reforma, se instaló recién en el 2019, y en el 2020 vino la pandemia. Es verdad que su estrategia de comunicación es pobre y los ciudadanos no entienden necesariamente que está en juego porque aún no gozamos de muchos beneficios. Pero, aunque no podemos defender algo tangible, nos toca hoy defender una apuesta a futuro: el sueño de que un día Lima tenga un sistema de transporte público funcional, seguro, ordenado y eficiente, el cuál podamos usar independientemente a nuestro poder adquisitivo, que haga de nuestra capital una ciudad más limpia, ordenada, con menos bulla y bocinazos, en la cuál todos podamos transitar de manera segura. Y este sueño solo se podrá cumplir en el largo plazo si defendemos hoy, y cuantas veces sea necesario, una reforma que es de largo aliento. 

Tener un transporte digno no va a demorar 1 año o dos, sino probablemente 10 o 20. Pero valdrá la pena. Si vamos a levantar nuestra voz por algo, que sea por esto. 

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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ATU, Ministerio de transporte, protesta

Hay tres poderes fácticos -gremios empresariales, tecnocracia liberal y medios de comunicación- que a lo largo de las últimas décadas han jugado un rol de contención importante respecto de cualquier devaneo populista o estatista.

Esta trenza derechista logró que Alejandro Toledo se quitase la vincha roja, que Alan García II no hiciese realidad sus promesas populistas de campaña, que Ollanta Humala elija la hoja de ruta, etc. Gracias a su presión, terminaron por evitar que el país se vaya al abismo, y a pesar de la enorme corrupción de la transición democrática, el país creció, disminuyó la pobreza y lo propio ocurrió con la desigualdad.

Lamentablemente, en el último lustro, esta trenza había sufrido serio menoscabo. Los gremios empresariales se hallaban seriamente desprestigiados por el caso Lava Jato y el Club de la Construcción, los tecnócratas liberales habían perdido capacidad de influencia al haber salido del Estado, y los medios atravesaban no solo una serísima crisis económica -que perdura-, sino que arrastraban errores de indulgencia cometidos, sobre todo, con el gobierno de Martín Vizcarra.

Felizmente, sin embargo, luego del triunfo de Pedro Castillo, esta triada de poderes fácticos está recuperando su capacidad de influencia y está logrando lo que, por ejemplo, un Congreso opositor mediocre y blandengue no ha logrado, como es la caída de un gabinete y luego de varios ministros, o que se modere la línea económica inicialmente planteada por el régimen.

Los gremios se han modernizado y entendido que su rol político no puede ser “a lo bestia” y que bien dosificada la postura enérgica es mucho más decisoria. Los medios, casi por unanimidad, han puesto el acento hipercrítico en la denuncia de las tropelías del gobierno, recobrando prestigio, y la tecnocracia liberal ha logrado compensar su ausencia de las instancias de decisión públicas con una presencia mediática influyente.

En medio de la ausencia de liderazgos políticos, de la defección de los principales partidos, de la debilidad institucional del Congreso o de los poderes locales, que la trenza derechista se haya recompuesto, recupere bríos y capacidad de influencia, es una extraordinaria notica que hay que ponderar. El Perú de estos años críticos lo va a agradecer.

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estatismo, gremios empresariales, medios de comunicación, poderes, Populismo, presidentes del Perú, tecnocracia liberal

Desde el 2000 hasta el día de hoy, si hay algo que caracterizado al Perú es que para las vacancias y renuncias presidenciales no ha sido un factor determinante el componente externo, vale decir, la calle o las masivas salidas de los ciudadanos organizados, como en Ecuador o Bolivia. Lo que ha caracterizado a nuestro sistema político fueron las caídas de presidentes por factores internos. Eso lo hemos podido apreciar desde la renuncia de Fujimori por los vladivideos, la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) por la compra de votos y la vacancia de Martin Vizcarra también por factores internos. 

Se preguntarán por la renuncia de Manuel Merino a través de las salidas a las calles. La verdad, es un caso que no se convierte en regla. Fue un episodio inaudito producto de una crisis sanitaria por la que pasamos, pero no es lo que nos caracteriza. Sucedió también en 1975, en pleno régimen dictatorial, con el paro de los policías en un contexto de severa crisis económica que favorecía ello. La forma de protesta del ciudadano es a través de las urnas, votando por el mal menor y no por convicción. Eso ha sido, y sigue siendo, la regla de nuestro sistema político en la que el ciudadano -que vive en una economía informal (80% según el INEI)- vive del día a día y en la que aún hay un pan en la mesa de los hogares peruanos.  

Algo importante a apuntar es que se pueden generar las condiciones para estas situaciones a través de protestas sociales focalizadas (léase paro de transportistas o conflictos sociales en torno a la minería e hidrocarburos) en la que se vaya legitimando un descontento con el accionar del presidente, como sucedió con Fujimori y PPK. Pero vuelvo a repetir: no es la calle -como expresión movilizadora y organizada- la que caracteriza al peruano. 

Al respecto, habría que analizar el porqué del asunto, el porqué de esa conducta política parroquial. Ya mencioné que un condicionante estructural es la economía informal; otra estaría muy relacionada a la poca capacidad cívica o ciudadana. Como diría el politólogo Guillermo O´Donnell, poseemos una peculiaridad delegativa, en la que solo votar consta como parte de nuestro deber democrático. 

El espacio público también no se presta para la generación de una cultura política responsable. Hemos podido apreciar, desde la transición de la democracia hasta ahora, que lo que caracteriza al espacio público es la diatriba, la satanización del adversario y la judicialización. Vivimos -como diría el historiador francés Pierre Ronsavallon- una contrademocracia, vale decir, una cultura política del veto, de eliminación del adversario, tan dañina para nuestra joven democracia. 

Nos toca a todos los actores involucrados en mantener nuestro Estado de Derecho, estar alerta de los enemigos de las libertades y también de las actitudes poco democráticas de los actores dentro de nuestro sistema político que generan las condiciones para el acecho de organizaciones negativas para el país. 

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