Opinión

No fue un debate descollante. El formato dispuesto por el Jurado Nacional de Elecciones, con videos explicativos y preguntas ciudadanas sosas, le quitó la dinámica que debió tener.

En ambos candidatos faltó el componente narrativo del cambio, esencial en esta campaña (la mayoría de gente pide un cambio del modelo, moderado o radical, dependiendo del cristal ideológico, pero cambio al fin y al cabo, y ello brilló por su ausencia). En esa perspectiva, creo que quien más pierde es Castillo porque esa es su identidad de base, aunque Keiko desperdició la oportunidad de conquistar nuevos adeptos.

Lo que sí se apreció fue un contraste en disposición estratégica. Claramente Keiko apuntó a desplegar una batería de programas sociales muy potentes para conquistar los sectores D y E, donde aún tiene batalla que dar. En cambio, Castillo no desarrolló ninguna estrategia en particular, como no sea mostrarse mesurado buscando quizás convencer a alguien de que no es el cuco radical que le atribuyen sus adversarios (a ratos, más impreciso y dubitativo que mesurado). Claramente, la mayor parte de indecisos, según todas las encuestadoras, radica en los sectores D/E y en mujeres. A ello apuntó mejor la narrativa keikista en el debate. Castillo no sabemos a quiénes apuntó. No ganaba nada moderándose, como no sea reafirmar a los centristas que ya tienen decidido su voto por él.

Será difícil establecer si esta ligera ventaja estratégica obtenida por Keiko en el debate de anoche impactará en las tendencias al acercamiento que todas las encuestas le mostraban a su favor ayer mismo, pero todo indicaría que sí, que le sumará la cantidad de votos suficiente para inclinar la balanza. No tanto como en del debate técnico -donde ganó con mayor holgura-, pero igual sumará.

En general, esta campaña no ha hecho si no revelarnos a una candidata que no tiene en la empatía una de sus mayores virtudes, pero que ha seguido un guion de campaña al milímetro y le ha dado resultado, frente a un candidato mucho más empático, pero errático en estrategias y profuso en errores que le pueden costar una elección que hace un mes parecía ganada sobradamente.

Quedan apenas seis días. Tiempo suficiente, sin embargo, para que las agujas se sigan moviendo. Salvo un imprevisto mayor, todo hace suponer que las tendencias favorecen a la candidata de Fuerza Popular, pero nada está dicho, hasta el día mismo de la elección, cuando los indecisos tomen el camino de romper su neutralidad vigente.

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Debate, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

Estamos en empate, con Keiko subiendo y Castillo aferrándose a ese primer lugar que no ha soltado desde que empezó esta carrera. Empate que deja una expectativa de terror para esta semana que queda, donde cada día van a tener que evitar los errores al máximo. Anoche fue el debate y creemos que no hubo claro ganador. Así que enfrentamos seis días más de mucha adrenalina electoral.

Pero uno de los elementos más interesantes para iniciar esta semana era -haciendo un flashback a abril- conocer cómo estaban los perfiles de los votantes de ambos candidatos y ver cómo los coge en la semana definitoria. Así que veamos cómo se han movido estos perfiles y qué puede significar esto para la semana definitiva.

Mucho de la convicción de los indecisos pasa por ver cómo se adecúan a estos perfiles. Es de suponer que los candidatos que más se acercan a ellos, mayores probabilidades tienen.

En abril, en la última encuesta publicada antes del silencio electoral, Castillo apenas aparecía de manera relevante en las encuestas y Fujimori aparecía en tercera o cuarta opción. Pero tenían perfiles de votantes conocidos que reseñamos en el siguiente cuadro:

 

Fuente: IEP

Algunos detalles para precisar. Antes de la primera vuelta y a una semana, esta misma encuesta les daba a Castillo y Fujimori 7% y 10% de intención de voto respectivamente. Al final Castillo logró repuntar y Fujimori quedó aproximadamente con esa votación final.

¿Detalles? Muchos y para todos los gustos. Ninguno de los dos candidatos tenía arraigo entre los jóvenes. Si estos representan el 16% de la población electoral, apenas representaban un 10% de la intención de voto de ambos candidatos. En género sí veíamos una diferencia que hoy se mantiene, Castillo con un votante mucho más masculino, mientras que Fujimori captando más voto femenino.

En NSE, tanto Fujimori como como Castillo eran vistas como alternativas populares, con mucha carga de los NSE DE. Pero claramente no era ninguno de los dos el “candidato de los ricos”. Sin embargo, en cuanto a nivel educativo alcanzado, Fujimori se nutría significativamente de votantes menos instruidos que Castillo, interesante contraste.

Por regiones, teníamos un panorama similar al que hemos notado toda la campaña: Votantes de Fujimori más fuertes proporcionalmente en Lima y el norte, mientras que de cada 10 votantes de Castillo, 5 eran del sur y 2 del centro del país.

La campaña de la segunda vuelta ha modificado ese panorama y cada candidato ha logrado incorporar una masa crítica de votantes que cambió el mapa de sus perfiles. Lo graficamos en el siguiente cuadro:

 

Fuente: IEP

Elaboración propia

Cambios en el perfil del votante de Castillo:

Con respecto a la primera vuelta, el perfil del votante del candidato de Perú Libre logra atraer, de manera proporcional 8% más de jóvenes, pero pierde similar voto de edad media. Gana jóvenes con la promesa de ingreso libre a las universidades, pierde la edad más trabajadora con el susto de las AFPs y con un discurso más llevado en materia económica.

Mantiene su preferencia en el NSE DE, pero cae fuertemente en el NSE C. Creo que se relaciona en buena medida con lo que mencionamos líneas arriba, con una propuesta económica con mucho susto que puede generar una progresiva pérdida crítica en la clase media baja peruana, que puede sentir muy amenazado su futuro inmediato. Lo relevante es que gana una cantidad relevante de porcentaje de votantes en el AB. Asumimos que es el despertar del antifujimorismo el que lo logra.

En cuanto al perfil geográfico, Castillo ha ganado algunos votantes en Lima y el norte, acá incluso llegando a amenazar seriamente la preferencia por Fujimori. Eso equilibra más el cuadro. De cada 10 votantes de Castillo, 3 son del sur, 3 del norte, 2 de Lima, 1 del oriente  y 1 del centro. Aun desproporcionados con respecto a la distribución real.

Los cambios en el perfil del votante de Fujimori

La candidata fujimorista ha logrado capturar más voto femenino en su perfil (6 de cada 10 votantes son mujeres), por ello su necesidad de recurrir a la llamada a su voto en el debate de esta noche.

En rangos de edad mantiene a los jóvenes y a los de edad intermedia, pero pierde 5 puntos de votantes de 40 a más años. Enfocar parte de la campaña en el voto de los abuelitos como se ha hecho esta semana no parece ser lo más adecuado o tal vez se desea reencausarlo.

Pero es en NSE donde la candidata obtiene mayor movimiento. Hoy, 3 de cada 10 de sus votantes son de NSE AB, 3 de NSE C y solo 4 de NSE DE. Si bien ha recuperado terreno en el NSE D según otras encuestas, a nivel de perfil del votante se ha quedado un poco.

En geografías, ha ganado proporción de votantes en Lima, pero los ha perdido en el norte, el campo de batalla de estas elecciones. Lo que ha perdido en esta zona lo ha ganado Castillo. Gran parte de las probabilidades de Keiko Fujimori están en la recuperación del norte como bastión electoral.

El perfil educativo también se modificó en los que ahora son los votantes fujimoristas. Los que cuentan con educación superior se incrementan 17% con respecto a la primera vuelta, pasando de 24% a 41%

En resumen

El votante fujimorista y el votante castillista son diferentes con respecto a los que fue la primera vuelta. ¿Esto es normal? Por supuesto que lo es, ya el votante no se enfrenta a 18 opciones sino a 2, eso hace que su voto se vaya decantando por alguno de ellos. ¿Por qué esto es importante? Porque hay que entender estos perfiles a la luz de a quiénes pueden convencer los candidatos en este tramo final. Los indecisos, más que los que hoy señalan que votarán blanco o viciado son en su mayoría del interior, de NSE DE y más mujeres. Quien logre impactarlos más podrá asegurar más temprano la elección.

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Elecciones 2021, Perú, Segunda vuelta

Keiko Fujimori ha terminado por alcanzar a Pedro Castillo en el simulacro de votación y encuesta efectuados por Ipsos este domingo y en la encuesta del IEP, si bien mostrando una diferencia aún favorable a Castillo, dentro del margen de error.

En el simulacro de Ipsos la diferencia es de 2 puntos, cuando en la anterior medición era de 4.3. En la encuesta de la propia Ipsos, la diferencia era de 3 puntos, ahora es de 2. Pero lo más significativo se aprecia en la encuesta del IEP, según la cual hace una semana había una distancia a favor de Castillo de 10.4 puntos y ahora se ha reducido a 2.

Claramente, el punto de inflexión ha sido el debate técnico del pasado domingo, pero sería ingenuo creer que su sola realización bastó como parteaguas. Detrás ha habido un cambio estratégico en el mensaje keikista. Pasó del “Perú versus el comunismo” (sin soslayarlo: es una fórmula potente y movilizadora de los sectores altos y medios derechistas, un porcentaje importante de los cuales no se inclina aún por la candidata de Fuerza Popular), al “Salud, comida y trabajo”, que colocó la narrativa de la campaña en la profusión de efectivos programas sociales y mensajes críticos del statu quo.

Castillo, en cambio, ha estado prisionero de sus inconsistencias y de jaloneos al interior de su comando de campaña, entre el grupo de familiares del candidato, el grupo partidario de Cerrón, y los desairados técnicos de Juntos por el Perú. Y todo ello en medio de declaraciones confusas, marchas y contramarchas, moderaciones inocuas del candidato mezcladas con radicalidades de sus voceros (y también al revés).

El debate de hoy será decisivo, pero Castillo. A diferencia de lo que se pensaba hace unos días, es quien necesita ganarlo contundentemente para remontar las tendencias. De ocurrir lo previsto, es decir que descolle Keiko en la jornada, la diferencia ajustada, como señalamos apenas comenzó la segunda vuelta, podría terminar por inclinarse a favor de la candidata de Fuerza Popular el 6 de junio.

Queda claro que el eventual triunfo de la derecha en esta elección se debería a sus propios méritos, sin duda, pero también a los gruesos errores cometidos por la izquierda.

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Elecciones 2021, Encuestas, Perú

No me cansaré de repetir lo importante que es, en todo sentido y no solamente dentro del mundo académico, la difusión de una imagen del Perú en el extranjero acorde a la gran riqueza cultural de nuestro país, pero sin intentar ocultar nuestras carencias, sobre todo en el plano de la desigualdad económica y social.

Con motivo del Bicentenario, se han multiplicado las actividades de la Cancillería peruana, promoviendo eventos en distintas partes del mundo donde hay algún consulado o embajada de nuestro país. Esto tiene una doble finalidad: consolidar las relaciones entre el Estado y la población peruana en el extranjero (más de dos millones) y llegar al público oriundo de los respectivos países a fin de que la imagen del Perú sea asequible y apetecible con miras a posibles inversiones y promoción del turismo.

Es así como algunos consulados están actuando de manera decidida en este camino, más allá de publicitar el cebiche y Machu Picchu, como solía hacerse hace años casi de manera exclusiva. Por eso mismo, debe recordarse que el Ministerio de Relaciones Exteriores no es el Ministerio de Cultura ni PromPerú, de modo que esa labor de diplomacia cultural requiere de asesoramientos de expertos peruanistas residentes en el extranjero, ya que conocen mejor el mundo académico y cultural de sus respectivos países de recepción.

En esa línea, la Asociación Internacional de Peruanistas (AIP), fundada en 1995 en los Estados Unidos, ha venido desplegando una valiosa y nutrida labor desde las exigencias de la producción académica, es decir, con base en investigaciones rigurosas y sobreponiéndose a los avatares de la política del momento, entendiendo que la nación está por encima de los gobiernos y del mismo Estado. La AIP ya lleva organizados diez Congresos Internacionales de Peruanistas (el próximo será en Florencia, Italia, del 22 al 24 de setiembre) y numerosos simposios de temas específicos en países como Francia, Japón, Canadá, Perú y los Estados Unidos, con sus respectivas publicaciones.

Justamente y a propósito de la efemérides de julio se anuncia el Simposio Internacional “La literatura peruana hacia el Bicentenario”, que tendrá lugar el lunes 12 y martes 13 del mencionado mes. Se transmitirá a través del canal de Youtube y de la página de Facebook Live

De la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, que dirige el mismo presidente de la AIP, el poeta y catedrático José Antonio Mazzotti, en colaboración con el Consulado General del Perú en Boston y el auspicio de la Comisión Bicentenario Perú 2021.

El nutrido programa incluye las palabras de Carla Stella Maris Chirinos Llerena (Cónsul General del Perú en Boston), nuestro novelista del Bicentenario Eduardo González Viaña, la estudiosa española Eva Valero (de la Universidad de Alicante), la poeta peruana Ethel Barja Cuyutupa (de Brown University), Giancarla Di Laura (de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; hablaré sobre “Las mujeres en la narrativa peruana”), el antropólogo y poeta Pedro Favarón, la poeta y especialista en literatura afroperuana Mónica Carrillo y el crítico Ulises Juan Zevallos-Aguilar (de Ohio State University), quien presentará “Desde el quinto suyo. Narradores peruanos en los EEUU (1976-2020)”.

El simposio también incluirá mesas redondas y presentaciones de los flamantes libros Golpe, furia, Perú. Poesía y nación, editado por Paolo de Lima (Lima: Editorial Horizonte, 2021), con la participación del editor Paolo de Lima, Juan Damonte, Juan Carlos Ubilluz y Andrea Echeverría; también la nueva novela Kutimuy, Garcilaso, de Eduardo González Viaña (Lima: Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, 2021), con el autor, Joel Acuña, José Antonio Mazzotti e Irene Silverblatt; y finalmente el libro Arguedas global: indigenismo en el nuevo milenio, editado por José Antonio Mazzotti (Lima: AIP, RCLL y Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo) con Luis Millones Santa Gadea y Carmen María Pinilla.

Como se ve, este ejemplo de diplomacia cultural es de gran nivel y altamente encomiable, y por lo tanto merece difundirse.

No así, por desgracia, el apoyo de la Cancillería a figuras de la derecha venezolana como Guaidó, Leopoldo López y Capriles, en clara violación del principio de no injerencia de extranjeros en nuestro proceso democrático. Ojalá que esto se rectifique.

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Cultura, Diplomacia, Perú

Recuerdo una vez, un tribuno en el Congreso, se trataba del ex Primer Ministro Salvador del Solar, desafiando triunfalmente la apabullante mayoría de una oposición obstruccionista. La escena fue casi quijotesca, y en un país novelesco como el nuestro, vi erigirse al candidato defensor de la cruzada democrática en ciernes, en contra de sus enormes enemigos, tan grandes que parecían molinos de vientos. Creo que todos lo tuvimos claro en ese momento, Salvador era el hombre, era el candidato. Pero había otros hombres con sus propios merecimientos, y que además habían construido partidos para, al frente de ellos, liderar la misma cruzada, Julio Guzmán el primero.

El tema es que ninguno se puso de acuerdo con ninguno, Salvador decidió no postular y yo apoyé a Julio, Victoria Nacional y Somos Perú terciaron en la discordia. Y así se enfrentó el centro, fragmentado y sin su buque insignia, a los gigantes, y fracasó estrepitosamente. Recordé por esos días, lo que alguna vez escribió Alfredo Barnechea en su República Embrujada, eso de que el drama del Perú de los años sesenta del siglo pasado fue que Haya de la Torre y Belaúnde no se pusieran de acuerdo, a pesar de que ambos lideraban dos instituciones casi análogas,  grandes y sólidas. Pero los egos, siempre los egos, el síntoma febril de repúblicas sin cultura democrática, que no han superado el caudillismo, y en el que los políticos nunca aprendieron a ponerse de acuerdo.

Tendremos segunda vuelta en una semana, y tendremos próximas elecciones de una forma u otra, regionales y locales, o la Asamblea Constituyente, de acuerdo con quien resulte ganador. Considerando que la sociedad está experimentando la segunda vuelta como un auténtico trauma, en el que se ve obligada a escoger entre lo peor de la derecha o lo más incierto de la izquierda, es posible que el centro vuelva a concebirse como el acogedor lugar donde habita la racionalidad y la posibilidad de construir una clase política decente.

Nombres como el del propio Francisco Sagasti, Flor Pablo, Carlomagno Salcedo, Jorge Nieto, así como varios colectivos que hoy se organizan en Lima y provincias, y pugnan por alcanzar la inscripción en el JNE, pueden convertirse en los puntales de un centro que debe partir de la premisa de que la lucha intestina por el liderazgo es el primer aspecto a eliminarse en cualquier declaración de principios, tanto como que el voto de las militancias de las diferentes fuerzas que lo integran debe dirimir candidaturas y cuotas de poder. Romper con las argollas limeñas, está en el meollo, no solo de las pugnas al interior de las agrupaciones políticas, sino de la presencia de Pedro Castillo en segunda vuelta: no es el terrorismo el que ha llegado a Lima, es el Perú provinciano.

En suma, al centro se le abre una ocasión histórica para dotar al Perú de una clase política de la que carece desde el 5 de abril de 1992, cuando Alberto Fujimori la clausuró de un manotazo autoritario. En la incierta vocación republicana de sus líderes, reside la clave del éxito, o fracaso, de este nuevo emprendimiento democratizador.

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Centro, Elecciones 2021, Perú

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Elecciones 2021, Encuestas, Perú

Un sector recalcitrante de la derecha peruana, entre civiles y militares en retiro, se alista para tocar las puertas de los cuarteles si gana el candidato radical de izquierda Pedro Castillo. Hay que denunciarlo a tiempo. Sería inadmisible y un acto legicida mayúsculo.

La democracia se respeta y si el 6 de junio es elegido Pedro Castillo pues habrá que soportar estoicamente cinco años de desastre económico, en el peor de los casos, y de impulsos autoritarios, en el peor, pero mientras no se aparte de la Constitución y sea, por ende, un gobierno legítimo, habrá que respetar el mandato de las urnas.

Personalmente, no creo que gane. Y temo que si lo hiciese se anime a desplegar una estrategia anticonstitucional para llevarnos a la deriva venezolana o boliviana, con lo cual daría el pretexto perfecto para que desde los cuarteles hagan sentir su voz.

Pero mientras ello no suceda, habrá que aceptar la voluntad popular. Hemos llegado a esta situación límite, además, por culpa de regímenes derechistas mediocres y corruptos que a lo largo de las últimas décadas no han sabido aparejar el crecimiento económico con la construcción de un Estado inclusivo en lo esencial (salud, educación y seguridad).

El voto por Castillo no es psicótico. Tiene fundamentos, exacerbados por razones fortuitas como las originadas en el apocalipsis que ha significado para los sectores populares la pandemia, pero los tiene. No se puede soslayar ni despreciar el ánimo de un pueblo, si alcanza la mayoría en las ánforas.

Felizmente, todo hace suponer que la opción destructiva de las bases macroeconómicas del modelo -las mismas que sí han dado resultados tangibles en la reducción de la pobreza y las desigualdades- no triunfará, si se mantienen las tendencias de las encuestas.

Pero si por azar, algo ocurriese que torciese esas tendencias y el próximo domingo 6 se alzase con el triunfo el candidato de Perú Libre, los demócratas deberán hacer respetar un resultado y aprender que las democracias pueden albergar también gobiernos desastrosos, como ya ha sucedido antes en nuestra historia.

Tocará dar la batalla desde el Congreso y eventualmente desde las calles para impedir que perpetre el despropósito de conducirnos a ser un Estado socialista, cuando ese no es el mandato de sus propios votantes. Y la lucha deberá ser recia e implacable, pero mientras el señor Castillo no patee el tablero constitucional, esa oposición deberá ser cabalmente respetuosa de los cánones legales de la democracia que nos da cobijo ya hace 21 años, el periodo democrático más prolongado de nuestra historia republicana.

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Elecciones 2021, Militares, Perú

Cuando veo por las calles y por las redes a jóvenes haciendo campaña por el comunismo siento mucha pena.

Los jóvenes de hoy reciben un Perú mucho mejor del que recibimos los jóvenes en los años 80. Hasta antes de la pandemia el Perú era un país próspero, no digo que justo, pero en el cual nuestra juventud tenía muchas más alternativas y posibilidades de progresar que las que tuvimos los jóvenes de mi generación.

En 2019 teníamos carreteras para viajar a cualquier parte, teníamos una moneda y un sistema bancario sólido en el que podíamos ahorrar alguito. No teníamos que caminar por las calles con miedo a que esa bomba que estalló a unas cuadras pudiera repetirse muy cerca nuestro. Teníamos fluido eléctrico todos los días a todas las horas, no veíamos mini grupos electrógenos haciendo una bulla terrible en todas las calles. Teníamos por delante una extrema pobreza que derrotar mucho menor que 30 años atrás. Teníamos mucho menos desempleo. pero sobre todo teníamos esperanza.

Todo eso no teníamos los jóvenes de los finales de los 80.

El modelo estatista del gobierno Militar de Velasco y del primer gobierno de  Alan García,  era muy parecido al modelo comunista de Cuba y Venezuela y nos dejó en la ruina total. Ruina económica y ruina moral. Basta con buscar cualquier periódico de entonces para comprobar lo que digo.

Como el primer gobierno de Alan García era democrático lo pudimos cambiar en  las elecciones. Lo mismo no pueden hacer los venezolanos ni los cubanos porque tienen gobiernos comunistas.

El final de todo gobierno comunista lo podemos conocer a través de los ejemplos históricos de la URSS y todos sus estados satélites de Europa del este, de Cuba, de Corea del Norte, de Venezuela. Todos esos países terminaron en manos de gavillas de mafiosos que se aprovecharon robándole a su pueblo y los dejaron en la ruina total. Allí están las enormes fortunas de los hijos de Castro o Chávez como inaceptables ejemplos.

Hoy tenemos un candidato y su séquito comunista que nos propone lo mismo que Cuba y Venezuela. Por eso me da mucha lástima cuando veo a nuestros jóvenes movilizarse por ellos.

Votar por Keiko sin dolor es muy difícil. Ella carga con muchos pasivos de su padre, pero sobre todo con el tremendo pasivo de su inmenso egoísmo y falta de amor por su patria, que demostró cuando tuvo en su poder el control del Congreso y lo utilizó para vengarse de su derrota en lugar de colaborar con el crecimiento de nuestra patria.

Pero eso es lo que hay de acuerdo a las reglas democráticas según las cuales vivimos y sobre las cuales debemos seguir viviendo.

Algunos jóvenes tienen miedo a que Keiko se intente quedar en el poder tal como lo hizo su padre, pero eso no es posible hoy por muchas razones. Hoy Keiko tiene una minoría en el Congreso, no tiene a un Montesinos ni a unas Fuerzas Armadas sumisas, pero, sobre todo, hoy la población está alerta y avisada. Al primer intento de corromper el sistema democrático, si es que el nuevo Congreso dividido en 10 o más grupos no la controla, podemos salir a la calle como lo hicimos con Merino y exigir una vacancia.

Esto no lo podremos hacer con los comunistas en el poder simplemente porque ellos ya nos alertaron de que no creen en el sistema democrático y que pretenden establecer un sistema dictatorial como Cuba y Venezuela.

No hay que perder de vista que el problema no es el sistema democrático ni el modelo económico. Estos han sido muy exitosos en generar crecimiento económico y mejores oportunidades, incluyendo a los sectores más pobres que han elevado su bienestar a un ritmo sin precedentes en nuestra historia en éstos últimos 30 años (como constantemente nos lo recuerda el economista Richard Webb en sus trabajos).

Si los resultados del crecimiento han sido en muchos casos injustos ello ha sido por un problema de personas no de sistemas. De personas corruptas y negligentes, y de personas tan indiferentes que su comportamiento rayaba en la complicidad en muchos casos, que se robaron miles de millones de soles que estaban destinados a los sectores más vulnerables.

Allí está el verdadero problema. Allí quisiera ver a nuestros jóvenes movilizarse, participar combatiendo el verdadero problema. Tal como lo hicieron el año pasado cuando la corrupción nos quería terminar de robar nuestra libertad.

Pero esta vez no hay que esperar a que la situación sea tan grave para comenzar a  participar activamente.

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Comunismo, Elecciones 2021, Jóvenes

«Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo…» entonaba el español Joaquín Sabina, en uno de sus temas más famosos, Por el bulevar de los sueños rotos, título que tomó prestado de algo que dijo la legendaria cantante, el día que se conocieron, después de uno de sus primeros recitales en «los madriles», a comienzos de los noventa. Y, aunque la frase es uno de esos clásicos e inteligentes juegos de palabras y rimas consonantes de Sabina, resulta que es una descripción totalmente opuesta a la realidad. Las amarguras, cantadas por Chavela, eran aún más amargas y dolorosas.

Desde aquel momento, comenzó una de las amistades más atípicas de la escena musical hispanoamericana. El poeta maldito del pop-rock trovadoresco, que entonces recién pasaba los 40 años, se hizo compañero de juerga y colaboración musical de una trajinada señora que iba rumbo a los 75, a paso firme tras décadas de carrera artística. El vínculo se hizo tan estrecho que, según cuenta el mismo Sabina, hasta llegó a pedirle que se casara con él y lloró desconsolado tras su fallecimiento en el 2012, algo que no había hecho ni por sus padres.

La voz ronca y masculina de Chavela Vargas comenzó a rodar en México a inicios de los años sesenta. Desde el saque, su imagen y sonido colisionaron frontalmente con la conservadora escena artística del país de las cantantes y actrices vaporosas y coquetas. A contramano de lo que pudiera pensarse, nunca fue vetada o marginada, ni por los medios ni por el público, aunque ella se colocó, voluntariamente, en la orilla alternativa del amplio espectro folklórico mexicano.

Desde niña, Isabel Vargas Lizano –su nombre legal- había dado claras muestras de una orientación sexual definida, opuesta a la que genéticamente le fue asignada. Era un hombre encerrado en el cuerpo de una mujer. Esto le generó serios problemas familiares en Costa Rica, país donde había nacido en 1919, motivo por el cual terminó emigrando a México, antes de cumplir los 18, para instalarse y, años después, nacionalizarse. Vestida de pantalones largos, ponchos, con el pelo amarrado atrás y sin una gota de maquillaje, Vargas ganó su espacio cantando rancheras, corridos y boleros, con singular estilo y sentimiento.

Chavela -aunque en sus primeros Long Play, publicados por el histórico sello mexicano Orfeón, aparecía con «b», la grafía habitual que se utiliza para escribir “Chabela”, el nombre hipocorístico de Isabel-, se hizo conocida en palenques, teatrines y bares por ese estilo agresivo, apesadumbrado y borrachoso. Sus grabaciones junto al guitarrista Antonio Bribiesca, «La Guitarra de México», publicadas entre 1961 y 1977, definieron su estatus de artista de culto, con canciones tradicionales como La llorona (de autoría indeterminada), Paloma negra (Tomás Méndez) o Macorina (poema del español Alfonso Camín), hasta ahora citadas como sus principales aportes a la música latinoamericana.

Sobre los escenarios, desarrolló una intensa amistad con José Alfredo Jiménez (el «tal José Alfredo» de la canción de Sabina), importante compositor de música popular, creador de inmortales canciones como En el último trago, Amanecí en tus brazos, Un mundo raro, No me amenaces, entre otras, que Chavela convertía en lamentos íntimos de insondable oscuridad. Ambos, además, compartían un irrefrenable alcoholismo. Cuentan que, entre los dos, eran capaces de acabarse decenas de botellas de tequila por noche. Cuando el autor de El Rey falleció, de cirrosis, en 1973, Chavela Vargas fue al velorio y cantó, completamente ebria y entre lágrimas, junto al ataúd.

Paralelamente, su lesbianismo se hacía cada vez menos fácil de disimular. Aun cuando, de manera oficial, recién decidió aceptarlo públicamente a los 80 años, eran conocidas sus múltiples conquistas. Como detalla el documental Chavela (Catherine Gund, 2017, disponible en Netflix), la intérprete tenía un encanto arrollador entre las mujeres y tuvo sonados romances con famosas personalidades como la destacada pintora mexicana Frida Kahlo o la actriz norteamericana Ava Gardner, diva de Hollywood.

Asimismo, solía enamorar a las elegantes esposas de políticos y empresarios, como la novia del poderoso broadcaster Emilio Azcárraga, una aventura amorosa que terminó con su carrera artística. El fundador de Televisa se encargó de borrarla de las agendas de teatros, casas discográficas y medios de comunicación. Durante casi una década, Chavela Vargas se exilió y se refugió en el tequila. Sin trabajo y con la ayuda de algunos amigos, la cantante desapareció del mapa, al punto que muchos la creyeron muerta.

De aquel destierro salió gracias a una joven abogada, su último gran amor, la mexicana Alicia Elena Pérez Duarte, tres décadas menor, quien fuera una de las artífices de su recuperación personal y profesional. Aunque se mantuvieron en contacto prácticamente hasta su muerte, la relación duró solo cinco años, entre 1988 y 1993. Como relata la abogada, el romance se rompió por un hecho peligroso e intolerable: Alicia encontró a Chavela enseñándole a su hijo de 10 años a disparar una pistola.

Sin embargo, los años noventa la verían resurgir y recuperar su estatus de leyenda viva, un segundo debut que definiría su legado artístico. Desde España, el mundo vio el retorno de Chavela Vargas, convertida en un ídolo pétreo e imperturbable, una presencia escénica monolítica y sin precedentes. Cada vez que abría los brazos, extendiendo su sonrisa arrugada y su poncho rojo para abrazar al público, Chavela paralizaba al mundo para que lo único que se escuchara fuera su estentórea voz. Con una legión de nuevos amigos y admiradores -Pedro Almodóvar, Miguel Bosé, Joaquín Sabina-, la vida azarosa, llena de excesos, conflictos y rarezas de «La Chamana» se recompuso.

También fue vital para este retorno el sello discográfico WEA Internacional, filial latina de Warner Bros. Records, responsable de la publicación, distribución y venta de discos que hicieron de Chavela Vargas una estrella de fines de los noventa e inicios del siglo XXI, una viejecita con voz de trueno y actitudes irreverentes, tótem de la comunidad LGTBI e ícono con características exóticas que, a pesar de ser tan diferente, la acercaba a otros artistas de la world music como los Buena Vista Social Club o Cesaria Evora.

Álbumes como La llorona (1993), Somos (1996) y Chavela Vargas (1997), instalaron el vozarrón de Chavela en el imaginario colectivo de las generaciones modernas, con versiones nuevas de canciones que había grabado 40 años atrás, algunas de las cuales habían sido utilizadas por el cineasta Pedro Almodóvar, una de las personas que más la promocionó en España, en varias de sus películas. La primera vez fue en Kika (1993), en que se escucha el famoso bolero Luz de luna (composición de Álvaro Carrillo que fuera éxito del gran Javier Solís).

Chavela Vargas en Carnegie Hall (2004) es un CD doble que condensa ese estilo melancólico pero a la vez fuerte, que cautivó a un público más joven, convirtiéndose casi en amuleto culturoso y superficial. Dos años antes de su muerte, en el 2010, con 91 años, lanzó un disco de duetos, ¡Por mi culpa!, con artistas como Lila Downs, Pink Martini y el mismo Joaquín Sabina, con quien ya había grabado Noche de bodas, para el extraordinario disco 19 días y 500 noches (1999).

Chavela Vargas representa el lado oscuro de aquel México lindo y querido que conocimos a través de Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas y María Félix. Y, al mismo tiempo, expresa lo que estas luminosas estrellas del cine y la música trataban de reflejar, pero sin disfuerzo ni sobre actuación: el dolor, la angustia, la transgresión y el riesgo de enfrentarse a los convencionalismos, con la frente en alto a pesar de los errores y, ya desde el punto de vista artístico, con la plena disposición de emocionar a su audiencia sin concesiones, declamando esas letras desgarradoras como si la vida se le fuera en ello. Esa intensidad, sufriente pero auténtica, es un acercamiento a aquella idea etérea de libertad, tan huidiza para personas comunes y corrientes. Como dice Sabina, otra vez, en esa canción homenaje que sellaría a fuego su amistad y admiración, contenida en su noveno álbum, Esta boca es mía, del año 1994: «Quién pudiera reír como llora Chavela…»

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Chavela Vargas, México, Música
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