Opinión

[Música Maestro] Esta semana de vacías cumbres multilaterales, necesarias protestas ciudadanas y delincuencias desbordadas, es el turno de la salsa, el género que junto con el bolero son solo dos de los mejores ejemplos de la excelencia musical latina, en épocas del balbuceante reggaetón y ese híbrido multiforme que, bajo el rótulo engañoso de latin-pop, deja pasar todas las pequeñeces y vulgaridades de Shakira, Bad Bunny y afines. Para bailar en cualquier época del año, y para recordar lo bien que sonaba la música latina en otros tiempos, estos cuatro ejemplos son solo la punta del iceberg de todo lo que estamos perdiendo.

WILLIE COLÓN – TIEMPO PA’ MATAR (Fania Records, 1984)

Este álbum vendría a ser el número treinta de la extensísima discografía del director de orquesta, compositor, trombonista, productor y cantante nuyoricano Willie Colón (74), y el séptimo como solista. Además, es el último disco que produjo para la escudería FaniaRecords, que tanto impulso recibió gracias a su talento y capacidad para ir abriendo el camino de la salsa con grandes intérpretes y autores como Héctor Lavoe (1943-1993) y Rubén Blades (76).

Colón compensa su poco privilegiada voz -tuvo que asumir el rol de cantante en su orquesta tras la acre separación de Blades- con una impresionante creatividad como compositor y arreglista, desarrollando una carrera marcada por la innovación en un género que estaba condenado a un desarrollo más repetitivo, con pocas posibilidades de evolución, tras la asonada salsera nacida en los discos producidos por Jerry Masucci (1934-1997) y Johnny Pacheco (1935-2021) durante la década de los setenta, en los que Colón fue protagonista. Para mediados de la década siguiente, la salsa ya estaba dando muestras de esa crisis, con tendencias más ligeras como la salsa sensual, mientras que el latin-jazz, por su parte, cerraba su círculo a unas élites de músicos, oyentes y asistentes a conciertos dispuestos a sofisticar todavía más el sonido de lo caribeño.

Este álbum presenta tres covers. El más famoso de ellos fue Gitana, una canción escrita en 1979 por el cantaor español José Manuel Ortega Heredia «Manzanita» (1956-2004), para su primer disco, Poco ruido y mucho duende (1978). Willie Colón pone al servicio de esta cautivadora melodía todos sus poderes como arreglista y se aseguró la inmortalidad con una canción ajena que hizo suya, quizás la más popular de su catálogo solista, que hasta ahora tiene alta rotación en radios salseras. Además de los cambios de ritmo y giros, destaca el bajo de Salvador Cuevas (1955-2017), uno de sus más cercanos colaboradores y músico principal de Fania.

Los otros dos covers son Noche de los enmascarados, una de las primeras composiciones escritas en 1967 por el astro brasileño Chico Buarque; y Voló, una jocosa crónica de inmigrantes escrita por el poeta y músico portorriqueño Rafael Hernández Marín (1891-1965). Con este álbum, Willie Colón confirmó su vocación por las fusiones, incorporando elementos de rock, jazz, música flamenca y bossa nova a sus composiciones salseras, con profundas descargas, bombas y sones, todo enmarcado en su contundente ensamble de percusiones múltiples, trombones, flautas y coros femeninos, además del uso de una sección de cuerdas de treinta músicos que le da aires sumamente elegantes a las canciones que conforman el disco.

Colón compuso cinco de las ocho canciones de Tiempo pa’ matar, entre las que destacan la balada/bossa nova Serenata y el tema-título, que aparece como un resumen de su vida artística, caracterizada por esa asociación entre los músicos de salsa y las mafias, imagen que él ayudó a consolidar en sus primeras producciones con Lavoe al frente del micrófono. En la salsa Falta de consideración -que también muestra toques brasileños en el segundo puente- la letra parece referirse al pleito con Blades, quien le habría respondido con su éxito Camaleón de 1987.

Para El diablo, Colón hace uso de su ingenioso sentido del humor, con una canción en ritmo de bomba. Callejón sin salida, la última de las canciones firmadas por el trombonista, es un cha-cha-chá combinado con reggae e intermedio salsero. Grabaron este disco los siguientes músicos: Willie Colón (voz, trombón, percusión, dirección musical y arreglos), Jorge Dalto (piano), Salvador Cuevas (bajo), Marc Quiñones, Martín Martínez, Édgar Reyes, José Mangual Jr., Milton Cardona (bongós, congas), Nicky Marrero (timbales), Johnny Almendra (batería), Mauricio Smith (flauta, saxo tenor), John Purcell (saxo soprano), Leopoldo Pineda, Luis López, Dan Reagan, QuilvioCabrera (trombones), Lewis Kahn (violín), Graciela Carriquí, Sylvia Villegas, Victoria Villegas (coros).

ORQUESTA INMENSIDAD – ALEGRÍA (Bárbaro Records, 1983)

Dicen los entendidos que este disco contiene la primera salsa sensual», un subgénero que es resultado de la conversión de baladas enarreglos salseros y que se apoderó de las preferencias del público latinoamericano, con la inclusión de canciones de letras melosas, sugerentes y sus giros sonoros livianos, sosos. El tema en cuestión esLo siento mi amor, una balada de 1978 compuesta por el español Manuel Alejandro y entonada por su compatriota Rocío Jurado, con su vozarrón y su boca pintada, para escándalo de las señoras de la época.

Sin embargo, aunque el tema cumple con esas características, no fue la razón del éxito que tuvo esta segunda producción de la Orquesta Inmensidad, creada en Miami y producida por Johnny Pacheco para el sello Bárbaro Records, subsidiario de Fania, en momentos en que la otrora máquina de compleja música latina dirigida por Jerry Masuccise encontraba, como decimos los peruanos, de capa caída.

Alegría, título de este LP de 1983, presenta a un joven cantante de poca experiencia pero harto pedigrí salsero: el hermano menor de Rubén Blades, Roberto, quien se metió al bolsillo a las muchachas con una versión ligera del estilo vocal de su célebre hermano, pero sin un atisbo del brillo del compositor de clásicos como Plástico o Pedro Navaja. La orquesta tiene un sonido bastante convincente, con dinámicos arreglos para metales y fuerte presencia del trombón, herencia de las legendarias producciones de Willie Colón y sus pares, pero un ataque menos complejo para alejar a la salsa de la actitud barrial, representante de los sectores populares menos favorecidos, para hacerla más atractiva a la nueva juventud pop que estaba cada vez más metida en el «American way of life«.

A pesar de eso, temas como Renacer o Traigo alegría buscan crear conexión con el clásico orgullo latino, pero terminan ahogadas por el resto de canciones que hablan de cosas más ligeras como Es amor, En cada cosa o el bolero Mírame, todos en clave romántica y liviana. El disco produjo un superéxito que hasta hoy es el más solicitado en las presentaciones de Roberto Blades, que a trancas y barrancas se hizo finalmente de un nombre propio en el universo salsero, aunque siempre bajo la sombra de su hermano, talentoso y comprometido socialmente con los problemas de América Latina y del mundo.

Me estoy refiriendo a Lágrimas, una canción diferente, con arreglos creativos y muy diversos escritos por Douglas Keith, uno de los trompetistas de la orquesta, de letra y estribillo pegajosos y una sensacional cadencia que combina profundas percusiones y brillantes trompetas y trombones, que dejan la sensación de ser hasta tres canciones en una, por los vertiginosos giros que da en sus casi siete minutos de duración. Al ser Lágrimas la primera canción del álbum, crea en los oyentes un nivel alto de expectativas que se cae de inmediato con las otras siete pistas, que no poseen la misma calidad.

Dicho eso, Alegría es un disco que se deja escuchar y que contiene algunos momentos simpáticos, a la distancia, y todavía superiores a lo que vendría después en la salsa, años de oscuridad dominados por la infame salsa erótica de finales de los ochenta en adelante. El disco termina con otro cover, el tema Señora, compuesto por el mexicano Víctor Yturbe y que fuera muy popular en 1981 en la versión que grabaran los españoles Rumba Tres, para su disco Quisiera ser bandolero.

Integraron la Orquesta Inmensidad: Roberto Blades (voz), Raúl Gallimore (voz, piano, arreglos en todos los temas, excepto Lágrimas), Manuel Patiño (bajo), Alex León (timbal), Alvaro León (bongós), Rigoberto Herrera (congas), Douglas Keith (trompeta, arreglos en Lágrimas), Juan Carlos Cabrera y Rick Hoffman (trompetas), Humberto La Voy y James Warren (trombones).

MANNY OQUENDO Y SU CONJUNTO LIBRE – CON SALSA… CON SABOR (Salsoul Records, 1976)

La salsa clásica fue monopolizada por Fania Records, el sello del norteamericano Jerry Masucci y el dominicano Johnny Pacheco que lanzó al estrellato mundial a los grandes nombres del estilo como Willie Colón, Ismael Miranda, Ray Barretto, Rubén Blades, Héctor Lavoe, etcétera. Pero eso no significa que solo de allí salieran salseros notables. A ese grupo de no afiliados a la Fania pertenece el timbalero y bongocero neoyorquino José Manuel Oquendo (1931-2009), Manny para los amigos, que en 1976 lanzó su primer disco como solista con su recientemente formado Conjunto Libre.

Manny Oquendo, de padres portorriqueños, fue un músico intuitivo que creció escuchando el inmenso bagaje musical de sus padres y se inició en las percusiones apadrinado por dos gigantes del latin-jazz y la salsa de todos los tiempos: Tito Puente (1923-2000), el Rey del Timbal; y Eddie Palmieri (87), pianista y director de Orquesta La Perfecta, con quienes trabajó en las décadas de los cincuenta y sesenta.

Oquendo conforma el Conjunto Libre junto a los hermanos Jerry y Andy González (percusionista y bajista respectivamente) y, apoyado por el sello Salsoul de los hermanos Cayre, lanzó este disco titulado Con salsa… con sabor, en 1976. El álbum posee una enorme personalidad marcada por el erudito trabajo como arreglista de Manny, quien ordena elementos del jazz, la rumba y la salsa -de vida relativamente corta en ese tiempo- para generar un producto 100% bailable que era, a la vez, una prueba de fuego para quien se sometía a su escucha.

Así, el inicio con el clásico boricua Lamento borincano -una de las canciones populares más cantadas de la historia- es rotundo, con la voz de Héctor Alomar invocando a los espíritus de toda una generación de vocalistas caribeños y un fabuloso solo de cuatro de Nelson González. Las descargas son realmente duras, si uno escucha temas como Saoco o No critiques, ejemplos de lo que era el sonido de esa salsa que iba por un camino sinuoso, en medio de la elegancia y el sabor callejero inherente a sus orígenes.

Oquendo y su Conjunto Libre que, en los ochenta y noventa sería conocido simplemente como Libre, ensaya también una incursión en el bolero, en el cover de Risque, una composición del brasileño AryBarroso (1903-1964), con ciertos aires de jazz que también se aprecian en Donna Lee/A gozar y bailar. Donna Lee es, por supuesto, el standard del saxofonista Charlie Parker (1920-1955), que aquí sirve de introducción para una canción de mucho ritmo y potencia al momento de la coda, perfecta para cualquier fiesta que se respete.

Además este tema cuenta con la participación especial del flautista Dave Valentín, en una de sus primeras grabaciones profesionales. El piano está a cargo de otro famoso portorriqueño, Oscar Hernández, que se convertiría en uno de los principales productores y músicos de sesión de salsa y latin-jazz, además de ser integrante de Seis del Solar -el grupo ochentero que acompañó a Rubén Blades- y, años después, fundador de la hoy prestigiosa The Spanish Harlem Orchestra. Andy González, bajista y productor de gran prestigio en los Estados Unidos, aseguró además la participación de grandes sesionistas como Ronnie Cuber (saxo), Milton Cardona (congas), Mike Lawrence (trompeta) y Barry Rogers (trombón). Conjunto Libre hace salsa que es solo para conocedores.

OSCAR D’LEÓN – CON DULZURA (Top Hits Records, 1983)

El décimo primer álbum del salsero venezolano Óscar D’León (81, nombre verdadero Óscar Emilio León Simoza) como solista, al frente de su propia orquesta, se inscribe en el terreno de la salsa clásica con fuertes raíces en el son, el guaguancó, el cha-cha-chá y otros ritmos afrocubanos que dieron forma a la salsa como género masivamente popular.

El uso profuso de secciones de cuerdas hace recordar a algunas producciones de Fania Records y Willie Colón, mientras que la habilidad para el soneo y la improvisación del llamado “Faraón de la Salsa” está aquí en su mejor momento, con una serie de llamadas creativas y salidas rápidas a momentos específicos de las intrincadas secciones instrumentales arregladas por él mismo.

Autodidacta en la interpretación del contrabajo, Óscar D’León se caracterizó siempre por su carisma sobre el escenario, su potente y aguda voz, que podía también alcanzar registros muy graves y solfeos de complejidad intuitiva, y una permanente disposición a la picardía y el sentido del humor, con canciones que pasaron a ser consideradas clásicas de la salsa en la década de los ochenta, justo antes de que el estilo se vulgarizara con referencias a encuentros sexuales de todo tipo, romances ligeros y baladas transformadas en salsa que reemplazaron en gran medida a las composiciones originales con sabor a Cuba.

Los grandes éxitos de este LP titulado Con dulzura, en cuya carátula vemos al cantante atravesando a machetazos lo que parece ser un campo de caña de azúcar, son, por supuesto, Calculadora y Desde que te fuiste. La primera es un cha-cha-chá extremadamente pegajoso y humorístico, en el que un hombre reprocha a su mujer el ser una calculadora humana. Los coros, intencionalmente nasales, repiten el estribillo infantil “dos-y-dos-son-cuatro-cuatro-y-dos-son-seis” de manera compulsiva, bromista y maniática. Por su parte, la segunda es una fina salsa en la que el cantante intercala dos líneas melódicas diferentes a manera de canon –estilo de la música clásica en el que se superponen unas letras a otras- un recurso que también usó, por ejemplo, Willie Colón en su éxito noventero Idilio.

En ambas, el trabajo de las cuerdas es excelente, pues provee a estas dos composiciones –de Richard Egües y Don Felo, respectivamente- de un sonido elegante, perfecto para bailes de salón. El resto del álbum es bastante regular, con temas como Mi novia (escrito por el mismo Óscar D’León) y Melao de caña, un tema fundamental de la música afrocubana, compuesto originalmente en 1952 por la educadora y poeta Mercedes Pedroso.

En la contracarátula de la edición en vinilo se puede leer una dedicatoria “a la memoria de los maestros Ñico Saquito, Rafael Cortijo y Rafael Lay, director de la Orquesta Aragón”, artistas de la edad de oro de la música rítmica producida en Cuba, a quienes el cantante considera guías permanentes de su trabajo. Lamentablemente, el sonido elegante y tributario a los pioneros de la música latina que impuso Óscar D’León en estos primeros esfuerzos solistas, tras su salida de las orquestas Dimensión Latina y La Crítica, que lideró en los setenta, se fue diluyendo y el repertorio del llamado «sonero del mundo» terminó cayendo presa en las tendencias modernas, menos respetuosas de este acervo. Con dulzura es uno de los mejores trabajos de León en esta época.

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Es un hecho que los populismos y la radicalización serán factores presentes en la campaña del 2026. Los ejemplos exitosos de Milei, Bukele y Trump harán surgir émulos creyentes en que ese es el camino correcto para ganar las elecciones y su discurso polarizante enervará la posibilidad de que surjan candidatoscentrados y sensatos.

Los candidatos que apuesten por una modernidad liberal serán vapuleados por los extremos, tanto de la derecha como de la izquierda. La intensacampaña anticaviar en el fondo es una resistencia no al pensamiento izquierdista que presuntamente alberga este sector, sino un rechazo a los principios liberales políticos que enarbolan, y que comparten con la derecha democrática.

Va a ser una tarea difícil para el centrismo derechista o izquierdista resistir indemnes este avasallamiento radical, pero es un desafío que no pueden soslayar, ya que lo peor que podrían hacer es disfrazarse de extremistas cuando claramente no creen en ello y no es, además, el camino que le corresponde al Perú para salir de la crisis en la que se encuentra.

Lo que sí cabe es que hallen propuestas disruptivas, que claramente tomen distancia sideral del establishment, que denuncien el orden de cosas degradante al que el Ejecutivo y el Congreso están conduciendo paulatinamente a la institucionalidad democrática, y de esa forma afrontar un proceso en el que parten con el marcador en contra.

El norte está relativamente claro: reconstruir la economía proinversión que existía hasta el 2011 y construir una institucionalidad estatal de buen servicio público, en aspectos como la salud y la educación pública, seguridad ciudadana y lucha anticorrupción. Hacer adicionalmente algunas reformas (la regionalización, reforma política electoral, del Estado, etc.) y así reconducir rápidamente al país a la senda del desarrollo económico que tenía desde los 90 hasta finales del segundo gobierno de García y emprender la tarea que la transición democrática descuidó por completo (las reformas de segunda generación).

Y deben tener claridad de que necesitan romper los esquemas con una campaña de marketing electoral ingeniosa y cautivante, porque para hacer lo que se propone (que suena fácil, pero es toda una reingeniería del Estado), se requiere mayoría parlamentaria, propia o con pactos que les permita alcanzarla. Por allí está el camino para enfrentar la pauperización política a la que el mundo democrático liberal -y de lo cual no estamos exentos- se conduce.

 

 

Si los géneros autobiográficos son problemáticos eso se debe a una buena razón: Lenguaje y memoria, en ese contexto, no tienen un límite preciso con el artificio. La vida convertida en relato supone elecciones y en esas elecciones, consciente o inconscientemente se está construyendo una imagen. ¿Esto invalida la lectura de memorias, diarios y otras especies? No. Y no tendría por qué hacerlo. Al contrario, es una incitación pensar que lo que se lee es verdad fáctica sabiendo que en realidad la frontera con lo ficticio es apenas visible. Parece contradictorio, pero ese es uno de los secretos mejor guardados de este tipo de textos. Los textos autobiográficos normalmente no adjuntan documentos que garanticen su veracidad; es la sola mención del género lo que provoca en el lector la asociación con un relato, a primera vista, sincero.

Estas ideas han ido apareciendo, como en una suerte de borrador mental, mientras recorría y no sin cierta fascinación las páginas de El poder de la ilusión, libro de memorias de Eduardo González Viaña aparecido este año. Desde el título nos enfrentamos a una ambigüedad que resumo en tres preguntas: ¿es la memoria un mecanismo ilusorio? ¿Recordamos lo que recordamos en el mismo orden y con la misma precisión en el momento en que ese torrente de experiencias se convierte en lenguaje? ¿Quién asegura que cada palabra tiene su lugar asegurado en cada fragmento del pasado que se relata?

Más allá de las razonables dudas que nos puedan plantear los textos de la familia autobiográfica, hurgar a través de la lectura en la memoria de los otros es un hábito literario que no ha dejado de generar interés. Ahora bien, ¿en qué consiste El poder de la ilusión? Una suma de recuerdos personales, familiares y literarios que van dando forma a la imagen del escritor que al parecer González Viaña ha querido ser: una suerte de aventurero, políticamente comprometido y cercano a distintas modulaciones del lenguaje popular, como se puede deducir de libros suyos como Sarita Colonia viene volando (1990), El corrido de Dante (2008) o Don Tuno, el señor de los cuerpos astrales(2009).

El poder de la ilusión ofrece un extenso recorrido por la experiencia y la trayectoria vital de su autor. La ilusión podría ser, en ese sentido, varias cosas: la estructuratemporal del relato, la coherencia en la secuencia de los fragmentos que lo componen, la legitimidad de cada recuerdo, aunque la mediación del lenguaje haga su trabajo quiérase o no. “El castigo se ha cumplido. No he vuelto a residir en el pueblo de mi infancia y he pasado más de la mitad de mi edad fuera de la patria. Todo el tiempo me he dedicado a criar y amansar estos recuerdos”, se lee en el primer fragmento de esta memoria. “Criar” y “amansar”, dos verbos que dicen mucho. Una de las acepciones de criar indica producir algo, originar. Por extensión, criar equivale a escribir. En tanto, “amansar” se vincula con el acto de domesticar, que acaso podría contarse como una alusión a la corrección de la escritura, al proceso de enmendar o regenerar lo escrito. Nada es gratuito, pues, en el lenguaje, en las palabras que se eligen.

Hay una escena arquetípica en las memorias de un escritor: la escena de lectura. Conmueve la historia del abuelo que lee junto al bisoño nieto La divina comedia, uno de los libros mayores de nuestro firmamento. Cito: “Entonces, don Guillermo Viaña me tomó de la mano y me condujo hacia los largos muros de su biblioteca. Recuerdo que pasé junto al retrato de Napoleón Bonaparte, quien era su ídolo. Se encaramó hasta el más alto de los estantes y extrajo de allí un tesoro: La divina comedia en edición bilingüe: castellano y toscano. –La he leído dos veces, pero me falta leerla con mi nieto, y aquí estaremos juntos todo el tiempo que sea necesario. “Todo el tiempo” fueron, más o menos, dos años en los que yo escapaba del puerto de Pacasmayo y enrumbaba a Chepén para leer en voz alta, sentado junto a mi abuelo que se estaba volviendo miope, y que me obligaba a leer también en italiano” (p.46).

La memoria está servida y en plato hondo. Que te sea de provecho, lector.

Eduardo González Viaña. El poder de la ilusión. Fondo Editorial UCV, 2024.

[La Tana Zurda] El pasado sábado 2 de noviembre, Día de los Muertos, es decir, de quienes se nos adelantaron en este misterioso y apasionante camino llamado vida, La Huaca es Poesía, incansable colectivo de arte y cultura, se congregó en el histórico complejo arqueológico Mateo Salado, ubicado en el distrito limeño de Pueblo Libre, para rendir homenaje al reconocido poeta y catedrático peruano José Antonio Mazzotti, a solo dos meses de su partida en Boston, donde residía y enseñaba. En este tributo cargado de emotividad, el evento reunió diferentes expresiones artísticas y culturales que expresaron el cariño y el impacto que Mazzotti tuvo en la vida de tantos. Desde poesía y danza hasta música y memorias personales, todos los presentes encontraron en esta celebración una forma de rendir tributo al legado del poeta, catedrático, crítico y gestor cultural.

El homenaje se abrió con un pago a la tierra, una ceremonia andina ancestral que vinculó el tributo a Mazzotti con la tierra y la historia, expresando su amor por la cultura y sus raíces peruanas. En el evento participaron varios poetas quienes, en dos rondas de lectura, ofrecieron poemas y relatos en su memoria. En la primera ronda participaron Rafael Hidalgo, José Aguirre, Giordano Trelles, Gabriel Gargurevich, Sandra Luna, Brenda Vallejo, Manuel Kentore y Alonso Llerena, quienes compartieron anécdotas que daban cuenta de la influencia del poeta en sus vidas. Luego de una vibrante danza de tijeras por Supay Ñawi, la segunda ronda incluyó lecturas de Domingo de Ramos, Edián Novoa, Sonia Luz Carrillo, Pedro Favaron y Manuel Liendo, quien conmovió al interpretar el vals “Las flores buenas de Javier” de Chabuca Granda, una canción escrita para el poeta Javier Heraud. Los sonidos autóctonos del grupo musical Pacha Inti también llenaron el espacio con melodías que evocaron un profundo sentido de pertenencia y herencia cultural.

Una de las intervenciones más emotivas vino de Barbara Corbett, viuda de Mazzotti, quien recordó los inicios de su romance con el poeta en 1991 y compartió el recorrido de su amor a lo largo de más de treinta años de matrimonio. El amigo y poeta chileno Lucho Paipote leyó el poema que Mazzotti obsequiara a Bárbara como prueba de su amor. Otros colegas y amigos del ámbito literario también intervinieron mostrando sus memorias y reconocimientos. Beethoven Medina, por ejemplo, leyó su poesía y compartió cómo Mazzotti influyó en su generación. Raúl Bueno, poeta y académico de la generación del 60, recitó un poema de Mazzotti y habló sobre el metalenguaje en su obra, mientras que Roque Ramírez compartió su experiencia de amistad con el autor de Poemas no recogidos en libro. Hicieron lo propio el novelista mexicano Pedro Palou, colega de Mazzotti en Tufts University, el poeta dominicano León Félix Batista, y el poeta cubano José Kozer a través de Evgueni Bezzubikoff.  El homenaje concluyó con la participación del poeta chileno Raúl Zurita, quien envió un video en el que rememoró su vínculo con Mazzotti, haciendo de este un momento memorable.

La jornada también contó con un tributo musical de Rudy Rivera, en celebración de sus cincuenta años de trayectoria artística, y una mesa académica dirigida por Alejandra Monterroso. En esta mesa, los críticos Lydia Fossa y Rubén Quiroz Ávila compartieron sus experiencias y reflexiones sobre la influencia de Mazzotti, resaltando su impacto tanto en el ámbito literario como en la vida de quienes lo conocieron. En este evento, no solo se honró al poeta, sino también al amigo y al maestro cuya luz continúa inspirando a la comunidad cultural y académica.

El evento en la huaca Mateo Salado fue más que un homenaje; fue una celebración de la vida y el legado de José Antonio Mazzotti, un intelectual que deja una huella indeleble. En el centro de esta ceremonia, su retrato expresionista, proyectado en la huaca y creado por la artista Borka Sattler, se erigió como un testimonio visual de su espíritu vibrante y su amor por el arte y la cultura peruana y latinoamericana en general. A través de cada palabra, cada nota musical y cada recuerdo compartido, Mazzotti permaneció presente entre su gente, demostrando que su legado continuará inspirando a futuras generaciones.

¡Gratitud infinita a La Huaca es Poesía, a los organizadores Rafael Hidalgo y Santiago Morales, y a todos los que hicieron posible esta sentida conmemoración de un poeta cuya voz y pasión siguen vivas entre nosotros!

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Ahora que la APEC permite ensalzar las virtudes del libre comercio y de los múltiples tratados que el Perú ha firmado, es bueno recordar el papel funesto que jugaron en contra, la izquierda nativa y algunos sectores empresariales, coludidos en ideologías proteccionistas.

La izquierda, aún hoy, reniega de las bondades de la apertura arancelaria y sostiene que es necesario apoyar a los productores nacionales con tasas impositivas especiales. Y coincide en ello con la derecha populista y nacionalista que ha reaparecido en el planeta (Trump es la mejor expresión de ello).

Así como la tozuda y miope visión ideológica de la izquierda frustró y sigue frustrando proyectos de inversión privada de naturaleza extractiva (desde Camisea hasta Tía María o Conga), hizo lo propio con la apertura comercial que tantos beneficios, inmensos ellos, le ha brindado al país, merced a los tratados liberales firmados a continuación del inicial, con los Estados Unidos, gracias a la gestión, hay que reconocerlo, del gobierno de Alejandro Toledo.

Y, por supuesto, todo el despliegue comercial comentado es posible gracias al modelo económico propiciado por la Constitución del 93, cuyo capítulo económico -que la izquierda, cuándo no, quiere cambiar- siembra las bases que luego permitieron que el libre comercio global deviniera en necesario y natural.

Los tratados de libre comercio, contra lo que pensaban los gremios empresariales mercantilistas, no han destruido ninguna industria ni creado desempleo masivo, sino todo lo contrario. Han alineado, más bien, las fuerzas productivas locales hacia los sectores en los que somos competitivos, corrigiendo las distorsiones que el modelo velasquista de protección industrial había generado.

Que la cumbre APEC se realice una vez más con nuestro país como anfitrión es buena ocasión para reafirmar los principios del libre comercio y la economía de mercado, así como también para recordar a quienes actuaron con enorme irresponsabilidad histórica a económicos ya tendrían al Perú colocado en un lugar muy superior al que actualmente ostenta.

 

Uno de los distritos más afectados por la congestión de tránsito es Barranco. Pequeño, pero cada vez más poblado, sufre las consecuencias de la construcción del Metropolitano durante la gestión de Luis Castañeda, que ocupó la avenida Bolognesi en carril exclusivo, dejando únicamente la avenida San Martín-Pedro de Osma, como vía de acceso a Chorrillos (junto con la Costa Verde).

Cuando al alcalde chorrillano se le ocurre hacer una actividad deportiva, cuando hay un accidente o un deslizamiento en la playa y la Costa Verde es cerrada al tránsito, Barranco simplemente colapsa, pudiendo ser necesaria una hora y media para transitar el kilómetro y medio de largo que tiene.Y sin necesidad de ello, todos los fines de semana es una tragedia circular por sus calles.

Ahora, sin embargo, se está abriendo una oportunidad de oro para que el problema se resuelva: la construcción o ampliación de la vía expresa hacia el sur. Se calcula que concluya en diciembre del 2025 y conectaría el final que hoy tiene en República de Panamá con la carretera Panamericana Sur. Si, con sensatez, se lleva al Metropolitano por esa vía, ya no será necesario mantener el corredor exclusivo hacia Matellini como hoy sucede. Tranquilamente, la avenida Bolognesi podría volver a ser de doble tránsito vehicular en todo su trayecto y se convertiría al Metropolitano en un alimentador hasta Matellini,que conecte con los otros alimentadores (aunque seguramente, tendrá más demanda la línea que iría por la vía expresa que se está construyendo).

Se evitaría con ello, además, la separación de Barranco en dos, uno rico y otro pobre, que el Metropolitano de la avenida Bolognesi consagró, impidiendo la accesibilidad a la zona popular del distrito que, como está ocurriendo con Surquillo, tranquilamente podría convertirse en un centro gastronómico y turístico de la ciudad.

Jessica Vargas, la actual alcaldesa, está haciendo hasta el momento una buena gestión. Se anuncia la puesta en marcha del teleférico, la reconstrucción de la ermita, debería retornar la ecoferia de las primeras cuadras de la avenida San Martín, al costado del Gálvez Chipoco, peatonalizar algunas calles, y si sus buenas relaciones con el alcalde de Lima, permiten que se haga la sugerido con el Metropolitano habrá cambiado, para bien, la faz del distrito.

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Esta casita de cartón abre sus puertas hablando y leyendo el libro que tiempo atrás escribió, ‘Generación Equivocada’, rememorando, entre otras cosas, episodios vivenciales, ya que, como alguna vez refirió el maestro Jorge Luis Borges, con relación al ejercicio de la escritura, nada está deslindado de la realidad, de las experiencias que vivimos, y gran parte de esa obra tenía su influencia en acontecimientos que me marcaron, por más que aquel personaje travieso y soñador, Manuelito Esponja, no era yo o no del todo. Pero en la parte que retrata al niño sí, porque, aunque los años pasen soy todavía aquel niño de 4 años que se dijo cuando vio por primera vez el cielo, que ‘en esta vida le ha tocado ser Renzo Pariasca Mendoza’. Y todo eso, por la grata coincidencia de que se haya compartido en el canal de streaming, Literando & fútbol, con el profesor Guti, sobre mi libro.
De alguna manera, así ha pasado estos días, reflexionando en torno a lo que he sido y soy, y a dónde iré. Y doy con la conclusión, entre tanto, de que siempre seré un ser tristemente sentimental, como a su vez, un ser sensible, y, sobre todo, sensible a la insensibilidad. Muchas veces desprenderse de la máscara que llevamos puestos para afrontar nuestros días, nos permite redescubrirnos. Recuerdo una entrevista de Bukowski, refiere que fue su padre su gran maestro de la literatura, porque le enseñó el dolor. Es que sí, detrás de una gran prosa hay un río de llanto silencioso. Eso que la vida misma pareciera imponernos para descubrir para qué hemos venido. Sino la ya frase popular de

Nietzsche, tergiversada, desde luego, ‘lo que no te mata no te hace más fuerte’, no acontecería en nuestras existencias. Él, una de las mentes más brillantes que han pisado esta tierra, claramente al ver cómo la mujer que amaba, Lou Andreas-Salomé, se iba con su amigo, Paul Rée, lo entendió. Y sin ese acontecer, no hubiera escrito, muy probablemente dada la magnitud del hecho mencionado, su obra magna, Así habló Zaratustra, y el haber creado la mítica figura del ‘superhombre’. Dejando esta frase en ese mismo libro para la posterioridad: ‘Debes estar preparado para arder en tu propio fuego: ¿Como podrías renacer sin haberte convertido en cenizas?’.
Esta casita de cartón Cierra sus puertas, entendiendo que ante el destino el poeta nada puede. Y saludando por ‘¡un año menos!’, como diría el genio de Charly García, a mi primo, que en sí es una coincidencia denominativa llamarlo así, ya que para mí es un hermano. Ya que crecimos juntos y seguimos escribiendo nuestras vidas a la par, como lo que somos y siempre seremos: hermanos. Salud y esta casita cierra su puerta por hoy a tu nombre, Leonardo C. Pariasca.

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A lo largo de la historia, fenómenos como la peste, grandes inundaciones, terremotos, eran tomados como castigos divinos. La población solía refugiarse en las iglesias a pedir perdón y mostrar su solidaridad con los damnificados. La modernidad y la industrialización no pusieron fin a estos temores, pero el saber qué produce, dónde se originó una pandemia o cómo el Estado se debe organizar para combatirla, se supuso que había puesto fin a esta variante de cómo explicar la naturaleza como un objeto divino. 

Sin embargo, durante la pandemia pudimos observar de manera sorpresiva, cómo el miedo colectivo se centró no en la culpa, sino en el negacionismo y la sospecha de conspiración. Interpretada esta reacción como una respuesta paranoica (que no consigue lidiar con la culpa) permite al agresor sentirse víctima y acusar a la víctima de agresor, contra quien le brote una profunda cólera, vengativa, agresiva contra quien engaña para dañarlo. Una reacción tanto individual como colectiva que da permiso para agredir. 

Cuando los gobiernos están mostrando absoluta indiferencia a la protección de los derechos humanos y al recrudecimiento de los fenómenos naturales debido al calentamiento global, un amplio sector de la población en el continente americano y otros países del mundo entero, ha optado por negar la obligación de vivir plena y seguramente, asegurando que se trata de un malvado plan comunista que toma los derechos como pretexto para tomar el Estado y arruinar un país (con ejemplos de quienes sí lo han hecho, es cierto). Y aunque nieve en desierto de Arabia Saudita y se inunde medio planeta, no tenemos por qué cambiar nuestros hábitos ni tampoco aceptar migrantes ajenos. La ciencia y la evidencia son engaños. Un trastocamiento difícil de superar.

Como consecuencia, ahora que convivimos a través de medios que nos separan físicamente, poco importa el otro del que sólo sé a través de lo que la pantalla me indica. Quebrado el vínculo comunal y presencial, parecen surgir un nuevo dios y un nuevo estado. Un dios que viene con un libro, el Antiguo Testamento de la Biblia, capaz de sustentar una verdadera ciencia que niega los derechos humanos y el cambio climático, asegurando la salvación familiar sin importar la del resto. Y un Estado que puede trabajar libre de estos gastos excesivos como la salud, alimentación, vivienda y educación,  y que por lo tanto, reducirá la necesidad de impuestos que corresponde a los empresarios y propietarios con mayores riquezas. Esos admirados hombres que consiguen llegar al poder, como hoy Trump y Musk, Milei y Bukele, hasta buena parte de nuestros congresistas y gobernantes regionales, que van tomando el poder bendecidos por el dios de sus electores. El dinero, sin importar cómo se consiga, es el único síntoma de la salvación.

Y cuando la población sí reclama sus derechos, se describe como una amenaza y se busca pretexto para dispararles a matar. Pero nuestra presidenta, a quien ya vimos que la vida le importa poco, esta vez tendrá que explicar qué ocurre en las calles de Lima, con este paro tan grande que se va a desplegar. Veamos qué les dirá a sus colegas que han venido a negociar la economía del Pacífico en un país donde no nos dejamos engañar. 

José Arista, titular del MEF, y Rómulo Mucho, del Ministerio de Energía y Minas, por un mínimo de decoro y verguenza deberían haber ya renunciado a sus puestos, luego del escandaloso manejo gubernativo de Petroperú.

Contraviniendo sus propias ideas respecto del problema que acarrea la millonaria pérdida que Petroperú le endilga al fisco peruano regularmente -es decir, que pagamos todos-, el gobierno, con resabios ideológicos estatistas, ha colocado en la presidencia y gerencias del organismo estatal, a personas con prontuario estatista que caminarán muy lejos de la propuesta del anterior directorio, que proponía un manejo corporativo que condujese paulatinamente al traslado de la empresa al sector privado.

Es verdad que el problema se arrastra desde hace décadas y son varios los ministros corresponsables del desastre, pero en esta ocasión, el asunto ya tocó fondo y había, además, una solución sensata planteada, simplemente a la espera del visto bueno del gobierno para resolverlo.

Si algún ministro debe andar siempre con la carta de renuncia en el bolsillo es el ministro de Economía y Finanzas. Su propio prestigio profesional lo debería compelir a emplearla a la primera de bastos en que el gobierno se desvíe por rutas heterodoxas o reñidas con el buen manejo de la cosa pública.

Ya son varios brulotes que al ministro Arista ha dejado pasar por alto y no parece movérsele un pelo de dignidad, pero al menos se esperaba que un ministro como Rómulo Mucho, comprometido con la inversión privada y creyente en la economía de mercado, este manejo de Petroperú le resultase intolerable, pero, al parecer, el fajín tiene un poder magnético que los hace evadir la única respuesta decorosa: la renuncia.

Este gobierno no es que no sepa qué hacer con Petroperú. Lo sabe muy bien. Utilizar la empresa como caja chica y antro de favores políticos para sus allegados y socios gubernativos, para lo cual cuenta con los enormes recursos fiscales que, sin rubor, ha empleado y seguirá empleando para mantener a flote un elefante blanco como es Petroperú. Una vergüenza por donde se le mire.

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