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Opinión archivos | Página 270 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

Para nadie es una sorpresa que Chile no atraviesa, en la actualidad, por su mejor momento futbolístico. Así lo demuestra no solo su última presentación en la Copa América, sino también su problemático inicio en estas Eliminatorias. Pero, aún así, logró sumar en el ‘Rodrigo Paz Delgado’, una plaza en la que Ecuador había ganado todos sus partidos, con la excepción de la derrota ante Perú en la jornada ocho. 

Así, con un planteamiento que, en principio, se erigió sobre una intención conservadora, pero que, a medida del desarrollo —y la oposición del rival, su reorganización tras una expulsión—, mostró versatilidad y algunos momentos más propositivos, el resultado obtenido fue un empate a cero. Por  el aspecto simbólico, este empate puede significar —tomando en cuenta la dinámica y el carácter cambiante de este torneo— una reacción por parte del seleccionado que dirige Martín Lasarte que, vale decir, se estructura a partir de la presencia de sus ya reconocidos y experimentados jugadores, vigentes desde los procesos más exitosos en años previos. 

El primero de ellos, Claudio Bravo, cada vez que fue requerido, respondió con solvencia. Con cuatro decisivas intervenciones, el experimentado golero del Real Betis demostró no solo encontrarse en alto nivel, sino también el liderazgo que cumple en la escuadra chilena. De precisos servicios para conectar rápidos contraataques, mantiene una cualidad que es de las más valoradas en los guardametas para el fútbol contemporáneo. 

Gary Medel, por su parte, junto a Enzo Roco en la zaga central, cumplió, como la mayoría de las ocasiones, una sólida labor en la última línea chilena. Actuando como central por izquierda, el defensor del Bolonia estuvo acertado para los cruces y cubrir su espacio ante las incursiones por el sector derecho del veloz ataque del ‘Tri’. A pesar de la altura que ganaban de sus laterales —José Hurtado y Pervis Estupiñan— y las modificaciones ofensivas que realizó Gustavo Alfaro, el ataque ecuatoriano careció de profundidad, lo cual indica hasta qué punto hubo un buen desempeño de la última línea chilena, que tuvo aplicados a sus laterales Paulo Díaz y Sebastián Vegas. 

En la primera línea de mediocampistas, Charles Aránguiz, correctamente complementado por Claudio Baeza, no solo recuperó una considerable cantidad de balones —más de treinta—, sino que, además, preciso en los servicios, se incorporó al juego ofensivo. Y, jugando más adelantado, prácticamente libre, estuvo Arturo Vidal, quizá el jugador que, por su personalidad, transmita más —futbolísticamente— en su equipo. A pesar del notorio cansancio que mostró desde gran parte de la segunda mitad, el ‘King’ no dejó, nunca, de disputar cada balón, presionar, luchar en cada zona del campo e intentar todo lo posible en ataque, aunque sin la creación de alguna totalmente nítida.

De importantes participaciones en el Atlético Mineiro que acaba de llegar a las semifinales de la Copa Libertadores, pero ubicado como extremo por izquierda, Eduardo Vargas, ahora de nuevo en su rol como centrodelantero, comenzó con mucha movilidad y se le vio más productivo cuando se recogía para aguantar balones y sumarse al juego interior, pero terminó bien cercado por los centrales ecuatorianos. Lo mismo que Jean Meneses: inició más activo recostado por el sector izquierdo, pero fue diluyéndose en el segundo. No de casualidad, la ausencia de gol —hace cuatro partidos que no marca uno— se presenta como uno de los problemas más marcados de Chile, que, además, no cuenta con Alexis Sánchez y, en cuanto a sus ingresantes para suplir dicho déficit, esta vez no estuvieron finos. 

Evidentemente, el fútbol de selecciones y sus partidos tan juntos, ya no es un espacio en el cual se disponga de muchas sesiones de entrenamiento para ensayar y proponer variantes al modo del de clubes, aunque esto sea cada vez menos absoluto. No obstante, y, por ello mismo, más allá de cualquier otra consideración, resultados como este pueden representar un impulso importante, en términos emocionales y de convencimiento, para afrontar los siguientes cotejos. Apoyado en gran medida sobre el aporte que brinda cada uno de sus referentes, si Chile consigue establecer relaciones más dinámicas y ejecuta comportamientos más sorpresivos en su juego ofensivo en su próximo cotejo ante Colombia, podrá refrendar lo valedero de su empate en Quito. 

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Chile, Fútbol, Gary Medel

Queda más que claro que el shock capitalista que el Perú requería para salir de la crisis recesiva de la pandemia y que hubiera permitido remontar las adversidades en las cifras de empleo y pobreza rápidamente, solo va a ser una quimera en manos del menjunje de gobierno que tenemos.

Inclusive, los esfuerzos de responsabilidad fiscal de Pedro Francke al mando del MEF chocarán con la absoluta falta de confianza de los inversionistas empresariales de todo tamaño, quienes, mientras dure el desmadre y además penda como espada de Damocles la posibilidad de una refundacional Asamblea Constituyente, no van a meter la mano al bolsillo para arriesgar sus capitales.

El propio Francke, quien ha pedido facultades legislativas en materia tributaria, chocará con una realidad fiscal en el sector minero distinta a la que él seguramente esperaba. Si pensaba que allí estaba la vaca lechera para todos sus males, se equivocó de cabo a rabo. Ya el sector minero, según un estudio del IPE, tiene una carga tributaria del orden del 47%, muy por encima de Canadá, Australia y Chile, directos competidores en el sector, siendo solo superados por México.

Quiere decir que casi la mitad de la utilidad minera se va al Estado. Es como si el gobierno fuera accionista, sin riesgo alguno, de la mitad de las acciones de las empresas mineras. Mucho más no les puede sacar, sin correr el riesgo de espantar a los potenciales inversionistas que hoy están a la espera de empezar a operar, en proyectos valorizados en varios miles de millones de dólares.

Antes que pensar en sobrecargar el sector minero, a lo que el gobierno debiera abocarse es a destrabar los proyectos entrampados o acelerar los que ya están en fase pronta de operaciones. Con ese aumento considerable de inversiones, obtendría mucho más que con una facilista sobrecarga impositiva.

Pero esto que vemos en el sector minero lo apreciamos en todos los ámbitos del Estado. Se ha extendido un ánimo antiprivado fatal para la economía. Una empresa privada ha ofrecido hace semanas toda su plataforma logística para desplegar un proceso de vacunación masivo a través de las farmacias y, pues, el presidente de EsSalud y el titular de Salud, ni bola. Seguramente, llenos de prejuicios contra el sector privado, se conducen a la parálisis.

Serán cinco años perdidos. El gobierno de Castillo será peor que la pandemia. Ni con Francke en el MEF o Velarde en el BCR se logrará mucho si se alberga senderistas en Palacio junto a radicales cerronistas, además en guerra cruenta entre ellos, y todo ello bajo la sombra del desgobierno de un Presidente incapaz.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Pedro Francke, Perú

Pensaba escribir otra columna esta mañana. Una que continuase en la línea de plantear la reconciliación entre los peruanos habida cuenta de que el último proceso electoral, y la circunstancia inédita de un gobierno de izquierda liderado por un maestro-campesino, han visibilizado seculares antagonismos socioculturales y hasta étnicos, que desnudan lo poco que hemos avanzado, en doscientos años, en eso de construir una república de ciudadanos iguales.

Pero me topo con una de mis críticas más sustanciales a la izquierda potenciada exponencialmente. He señalado, en algunas columnas pasadas, que a los grupos terroristas y las FFAA no se les puede brindar un trato similar respecto de la guerra interna pues los primeros fueron sus iniciadores y, además de ello, sólo terroristas. Los segundos, en cambio, fueron defensores de la sociedad y el Estado, víctimas del terror y también violadores de derechos humanos en contra de la población, con lo cual el estatuto que define su participación en el conflicto es múltiple. 

Ahora nos encontramos con un dilema mayor. Gobierna la izquierda y, en principio está bien, digamos que me entusiasma. Esta es una gran oportunidad precisamente de reconciliar, de cimentar este país desde bases distintas, más justas, más equitativas, más inclusivas, más horizontales y pluriculturales. Pensé en una izquierda que tienda puentes, que no excluya a nadie, y cuando digo a nadie es nadie. 

Pero en lo que precisamente no pensaba es en Sendero Luminoso, ni en agudizar las contradicciones o continuar desde la política la guerra popular. Es verdad que del lado occidental de la sociedad – porque en nuestros imaginarios hay un “Perú Occidental”, o predominantemente occidental y otro “Andino”, aunque también hay mucho de por medio y de amazónico también – sólo se pensó el país desde Lima y se le piensa, inclusive hasta ahora, desde el Paláis Concert, o lugares muy cercanos a él. Y pensar lo andino nunca fue ir mucho más allá de imaginar sus bucólicos paisajes, con o sin seres humanos, como nos lo describe Víctor Vich en su esclarecedor El discurso sobre la sierra en el Perú (2010). 

Y así, en líneas generales, nos hemos gobernado doscientos años, salvo Velasco, con todos sus errores y exabruptos. Pero un gobierno andino, tan esperado, en un Palacio que, en efecto, no debería llamarse Pizarro por muchas razones que me valdrían otra nota, no puede ni debe verse como la oportunidad de un ajuste de cuentas histórico y mucho menos con Sendero entre bambalinas. Me han preocupado ya demasiado las pruebas de su presencia, las últimas presentadas por César Hildebrandt en su semanario.  

Como él, he rechazado la posibilidad de que el fujimorismo vuelva al poder en el Perú y lo volvería a hacer por razones que tampoco expondré en estas líneas, porque es momento de construir nuevos espacios para el diálogo en el país. Los populismos de hoy, que son herederos de los totalitarismos de ayer, utilizan las etiquetas ideológicas como calificativos peyorativos que les endilgan a los adversarios. Por eso hay que crear al menos un lugar, o un conjunto de lugares seguros, donde impere el debate, y se discuta la república, bien entendida. 

Al punto: un contrato social, el primero, entre las fuerzas políticas y sociales del país, desde la izquierda hasta la derecha, debe partir de la premisa de que ni Sendero ni Movadef pueden formar parte del gobierno. Ningún proyecto de izquierda puede construirse sobre esas bases porque se coloca, de inmediato, al margen de nuestro sentido común, de nuestra legitimidad, y por consiguiente no se sostiene, téngase presente. 

 

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Izquierda, Movadef, sendero luminoso

El caso del premier Guido Bellido y su comentario impertinente a la congresista Patricia Chirinos ha vuelto a poner sobre el tapete el viejo problema del machismo estructural que corre en nuestras instituciones, incluso las más altas, como el propio Congreso de la República y el Poder Ejecutivo.

Tan condenable es la postura machista de Bellido (de comprobarse que la denuncia de la congresista Chirinos es completamente veraz) como el uso político que se viene haciendo de ella para echarse abajo el actual gabinete. Por mucho que Patricia Chirinos tenga un pasado político y personal cuestionable, eso no justifica en absoluto la prepotencia de un comentario como “solo falta que te violen” que le habría proferido el entonces solo congresista (todavía no premier) Bellido a la parlamentaria. Simplemente, no hay por dónde salvar ese comentario, de pésimo gusto, además.

Varias semanas después, y en el contexto del voto de confianza otorgado al gabinete Bellido, Chirinos lanzó la denuncia, lo cual huele a utilización política de una supuesta dignidad ofendida, muy funcional a la campaña de demolición que los partidos de derecha que votaron en contra de Bellido han emprendido para vacar al presidente Castillo desde el día uno. 

Es una pena que causas nobles y justas como la defensa de los derechos de las mujeres se vean oscurecidas por la disputa política actual. Eso solo desmerece las luchas que por décadas han librado hombres y mujeres por lograr la igualdad de género, aunque bien sabemos que esa igualdad de derechos y espacios solo se logrará con la igualdad económica, no solo de hombres y mujeres, sino de todos los grupos sociales.

El feminismo hegemónico o blanco, como también se le llama (soliviantado hoy por Chirinos y el partido de derecha al que pertenece), pierde esa perspectiva para privilegiar las luchas por puestos y cargos de poder dentro del mismo sistema que oprime a las mujeres, sobre todo a las mujeres indígenas y afrodescendientes.

Ya veremos hasta dónde llega esta nueva arremetida contra el gobierno de Castillo. 

PD sobre dos reacciones a mi columna de la semana pasada:

Parece que sin necesidad de mencionar nombres, dos poetas (uno varón, la otra mujer) del medio local se sintieron ofendidos cuando critiqué la centralista y comercialona lista de 60 invitados que el Ministerio de Cultura del gobierno de Sagasti dejó dispuesta para representar al Perú en la próxima Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Uno declaró sentirse “irritado”. La otra, “mezquineada”, según confesaron en largas notas de sus respectivos muros de Facebook. Curiosamente, ambas reacciones apuntan a defender a la última poeta, a quien yo había llamado “novel” y que tenía “un bachillerato en ciernes”, muy a propósito para subrayar su juventud, en contraste con el largo recorrido profesional y de publicaciones de tantos y tantas otras autoras nunca invitadas a una feria de este tipo. Sin embargo, con claras anteojeras, y jalando agua para sus molinos, ambos poetas interpretan que exijo cartones académicos como requisito para ser buen escritor. Solo en una mente estrecha y manipuladora podría caber esa lectura. Asimismo, resaltar el carácter independiente de las editoriales de la poeta y el esfuerzo y dedicación de esta a la escritura creativa parecería ser para ellos un mérito exclusivo, nuevamente en contraste con decenas y decenas de escritores que llevan muchos más años realizando el mismo esfuerzo y publicando con denodado sacrificio. Escribir literatura y crítica, y publicarla, no es nada fácil. Todos lo sabemos bien, pero no es algo único de ningún poeta en particular.

Tal como en el caso de la congresista Chirinos, los poetas quejosos instrumentalizan los lobbys feministas (que sí existen, y no son ninguna fantasía, sino una realidad que algunos machitos de izquierda, muy caballerosos, pretenden ocultar) para defender a rajatabla la lista de Sagasti, coincidiendo con la postura del derechista periódico Perú21, contra cuyas críticas al nuevo ministro Ciro Gálvez mi columna levantó la voz. Curiosa coincidencia de una izquierda oficialista y oenegera –metida hasta el tuétano en el Ministerio de Cultura anterior– con la reacción mediática y golpista. No por nada el poeta quejoso había llamado en abril al entonces candidato Pedro Castillo un “resentido” e “irracional”. Saquen sus conclusiones.

 

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Gabinete Bellido, Guido bellido, Patricia Chirinos

La demanda de nueva constitución, que parece ser el único punto de programa del presidente Castillo, no tendría por qué ser motivo de conflicto si se debatiera en los términos políticos normales, para los que existen cauces preestablecidos. Pueden avanzarse argumentos a favor y en contra, con seguridad acalorados, sobre el tema, pero así es el quehacer político. Y se gana o se pierde en la cancha, con todas las de la ley. 

Lo que no se debe hacer es colocar un tema propiamente político, incluso ideológico, por importante que sea, por encima del manejo de la agenda diaria, de las demandas urgentes de la población. De la gobernabilidad, en suma. 

En un texto muy conocido   el historiador Alberto Flores Galindo cita a Aristóteles que dice que: “la diferencia real entre democracia y oligarquía es pobreza y riqueza. Siempre que los hombres gobiernen en virtud de su riqueza, sean muchos o pocos, estaremos ante una oligarquía; y cuando los pobres gobiernan, estaremos ante una democracia.” Y concluye diciendo, a partir de la cita del estagirita, que “Democratizar el Perú significaría construir otro tipo de relaciones sociales y otra forma de organizar el poder. La democracia exige la revolución social.” Esa afirmación que suena subversiva, sobre todo en un país como el nuestro, no tendría por qué serlo. ¿Alguien puede negar que hay una agenda de exclusión y pobreza pendiente, aquella que, al hacerse cuerpo en la figura que representaba, como candidato, el profesor Pedro Castillo, lo llevó a la presidencia de la república?

Pero, esa revolución social no requiere de grandes movilizaciones, no se trata de tomar el palacio de invierno, ni de asambleas populares tipo soviets para concretarse. El presidente Castillo tiene, hasta que la población decida si quiere o no cambio de constitución, todo en las manos para realizar profundas transformaciones, muchas de las cuales ni siquiera requieren del amén del Congreso de la República. 

Atender las demandas de un electorado pendiente de sus decisiones para saldar aquella deuda histórica, en un contexto de minoría en el Congreso de la República, y una mayoría de la prensa opositora que no le va a perdonar ni cuándo estornuda, podría ser posible. Sin embargo, el señor presidente Pedro Castillo no está haciendo nada para alcanzar este objetivo que el destino puso a su alcance. Y él, y toda la izquierda que lo acompaña, están perdiendo una oportunidad histórica.   

Pedro Castillo, en suma, debiera estar resolviendo el dilema de iniciar el proceso de atender la deuda pendiente hacia una mayoría poblacional, con lo que, según Aristóteles, actuaría en democracia. Pero no es eso lo que está haciendo. 

 

Para Castillo no importa el ambiente

No voy a centrarme en la total ausencia de acciones políticas relevantes en todos los sectores, salvo la eficacia solitaria de Pedro Francke en el Ministerio de Economía. Quiero referirme a aquello en lo que, con toda razón y sin dudas, ya se ganó el rechazo y la animadversión de toda la comunidad ecologista y la duda e inquietud del pueblo indígena. 

El debate técnico entre los dos candidatos a segunda vuelta, ya fue anuncio de que para ninguno de los dos candidatos se trataba de tema relevante. El dúo Castillo/Cerrón es igual al fujimorismo en su desprecio por el cuidado del territorio. La señora Celeste no recuerdo qué, representante de Perú Libre en esa ocasión, tuvo una presentación vergonzosa. 

Lo que siguió, una vez en la presidencia, es que Pedro Castillo nombró como ministro del ambiente a un abogado, Rubén Ramírez Mateo, sin vinculación alguna con la agenda ambiental, y que además tiene el antecedente de ser abogado de invasores de terreno para vivienda en Lomo de Corvina, en Lima, que no solo no es terreno apto para edificar, sino que es zona de protección arqueológica. Ramírez es hombre de Cerrón que, no me cabe dudas, quiere usar ese ministerio para negociar –vaya uno a saber cuáles – condiciones con las mineras y otras empresas extractivas. 

Enseguida, desde ese ministerio a manos de tan inepta persona se objetó la promulgación de la ley, aprobada por el Congreso de la República anterior, que establecía la obligación de protección, descontaminación, remediación y recuperación de cuencas hidrográficas afectadas por daños ambientales, al tiempo que concedía derechos a los ríos, y para la que solo faltaba la firma del presidente de la república: Castillo la observó asesorado por el Ministerio del Ambiente, y pasó a archivo, y con eso afectó los intereses de millones de ese “pueblo” al que Castillo aludía tanto en sus discursos. 

Un ejemplo sobre cómo esto afecta, sobre un caso que leo en un post de denuncia de un amigo que trabaja en la zona. En Parinacochas, los pobladores del distrito Coronel Castañeda, al sur de Ayacucho, reclaman a la empresa minera Ares por la muerte de truchas en el río Suyamarca y la contaminación del valle Huancahuanca. Si el presidente Castillo hubiera promulgado esa ley que observó asesorado por el peón de Cerrón, los campesinos afectados tendrían un instrumento legal firme para su defensa. Pero no la tienen.

El proyecto de construcción de un ferrocarril desde una región del sur hasta la costa central del país, que tendría como punto de partida el “nodo minero” ubicado en el Cusco o en Apurímac para llegar hasta el puerto de Marcona en el Océano Pacífico, implica la participación de grandes empresas mineras como, por ejemplo, la china MMG que explota Las Bambas – comunidad con conflictos pendientes que el presidente del Consejo de Ministros dejó meciendo en el aire, como sabemos – y la Southern Perú sancionada y con funcionarios culpables de delitos ambientales. Esto subraya la voluntad de continuar con la lógica extractivista de los gobiernos anteriores. ¿Novedad para el “pueblo” ?: pues ninguna. 

Por lo que se refiere a la actividad extractiva petrolera, lo mismo. Las federaciones de Pueblos Afectados por las Actividades Extractivas (PAAE), conformados en gran parte por los pueblos indígenas del circuito petrolero loretano, con lotes como el 192 y el 64 en Datem de Marañón, el 8 de Trompeteros, el 95 en Bretaña, víctimas desde hace 50 años de la destrucción de su entorno y ellos mismos con poblaciones enteras envenenadas, familias diezmadas, recibieron el año 2020, vía DS N° 145-2020-PCM, o Plan de Cierre de Brechas un monto compensatorio que no cubre tantas décadas de devastación y desgracias, pero es igual un monto importante, de 6 mil millones de soles. Falta definir si va a un fideicomiso administrado localmente con fiscalización de los pueblos indígenas, como piden las federaciones indígenas, o se diluye entre los sectores del gobierno central que, como se sabe por experiencia, es la mejor manera de que no llegue nada o la mitad a los beneficiarios.  

Al renovar las conversaciones con los funcionarios del Estado, los dirigentes indígenas se han topado con personas que manifiestan una relación de hermandad e igualitarismo casi infantil, muy buena voluntad, pero nulo criterio, ningún conocimiento ni experiencia, la improvisación como regla. También se mata “sin querer queriendo”, por usar la fórmula del Chavo del ocho que, al menos, reconocía su falta. Quizá aprendan, pero ese aprendizaje puede tener un alto precio, quizá años de retraso. 

La vasta idea de “pueblo” va a llevar, además, al gobierno de Castillo por senderos oscuros, más precisamente. Según reveló Roberto Ochoa hace algunos meses, el entonces candidato Castillo, conocedor como no conocía el gobierno de la fuga por pandemia a las actividades ilegales de miles de personas, fue al corazón de Madre de Dios a organizar mítines sin mayores cuidados, que planteaban desde facilitar la extracción de oro fluvial, incluso en áreas prohibidas, hasta “paralizar los operativos que erradicaron la minería ilegal de zonas como La Pampa”. Con oferta semejante, como bien decía Ochoa, de cumplirse, se abriría la puerta para la “colonización de áreas naturales protegidas, la extracción ilegal de madera, la siembra de cocales, instalación de laboratorios de cocaína, la construcción de trochas carrozables y de aeropuertos clandestinos, entre otras perlas contaminantes y depredadoras.

Eso va en serio, los dirigentes de las federaciones indígenas del circuito petrolero, que tratan sobre sus problemas con los nuevos funcionarios estatales, los han escuchado, con aprehensión, hablar sin desparpajo del pueblo minero, maderero, cocalero, agricultor en la selva, al que hay que reconocer y apoyar para que realice su trabajo en la legalidad, es decir precisamente aquellas actividades que devastan Amazonía y constituyen una de las mayores amenazas para la sobrevivencia del bosque húmedo, y de los pueblos indígenas amazónicos. Pero también de bosques de neblina y bosques secos, hay que agregar. Las promesas de Castillo en Madre de Dios, iban en serio.

Iremos viendo sin mucha esperanza. Ya el mensaje del primer ministro ante el Congreso de la República, da una idea de hacia dónde va la cosa: aparte unas cuantas menciones sueltas, ni por azar una propuesta de política ambiental, en tiempos de urgencia climática. De ignorancia con respecto a qué se refirió el presidente de la república cuando habló de lucha contra la deforestación, en medio de un rosario de promesas: una sola mención a los bosques, y solo tangencial, una cita que quiso ser poética. Ni hablar del mar de Grau, sobre lo que tampoco hubo una línea, aparte de prometer pesca.

Queda claro, como dijeran en la Red Muqui, “que el gobierno de Pedro Castillo mantendrá una línea de continuidad en la política minera del país.” Es decir, de preferencia por los intereses de las empresas sobre los de las poblaciones, ni siquiera una promesa de trato equitativo. Y ello será en lo que se refiere a todas las actividades extractivas, hay que agregar: no solo minería, como ya vimos, incluyendo las peligrosísimas concesiones a cierto “pueblo” que debiera recibir alternativas a lo que hace, y no aliento depredador. 

En tiempos de urgencia climática, estas son noticias gravísimas. 

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Medio ambiente, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Se le presenta una nueva oportunidad al Congreso para recuperar legitimidad política frente a la ciudadanía: la interpelación y ojalá censura del ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Las pruebas en su contra son contundentes. Los atestados policiales que ha publicado La República no son uno, son varios, no son en base a un testigo sino son muchos más. Maraví, según esos documentos, estuvo involucrado en la cúpula fundacional de Sendero Luminoso y participó, inclusive, en atentados terroristas.

Ya era una afrenta al país el gabinete Bellido, salvo excepciones. Lo es ahora terriblemente más honda, con la presencia de alguien como Maraví. Nunca se le debió dar la confianza a este gabinete. Al menos, se espera que en el proceso de interpelación planteado, esta vez el Congreso no decepcione ni desaire la expectativa ciudadana.

Particularmente, cabe invocar a Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos, sin cuyos votos es imposible una censura, que en esta ocasión, antepongan eventuales intereses políticos subalternos, al prestigio de la patria, que no puede verse mancillada por la presencia en el poder de alguien con semejante prontuario, vinculado a un movimiento que generó un baño de sangre en el país y enlutó a decenas de miles de familias peruanas.

Y si el Premier Bellido -a quien, dicho sea de paso, Maraví no le hace caso y se zurra en su pedido de renuncia-, hace cuestión de confianza por esa interpelación y eventual pedido de censura, pues el Legislativo tendrá que asumir los costos políticos y proceder igual a censurarlo y tumbarse el gabinete, si se diera el caso que el Premier antepusiese un capricho para hacerle frente a un clamor político popular.

La gobernabilidad del país, que es, al parecer, lo que les preocupa a algunos líderes políticos del centro (Acuña, Lescano, Luna Gálvez, etc.), no pasa por bajar la cabeza frente a los despropósitos del régimen. Por el contrario, como se está viendo, ese desvelo transita por la necesidad de controlar los desmanes políticos que el Ejecutivo está cometiendo, al amparo de un Presidente diletante y a quien el cargo le ha quedado sobradamente grande.

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Iber Maraví

El año pasado, algunos meses antes de cumplir 90, lúcido y brioso, el saxofonista de jazz Sonny Rollins disparaba frases como estas, en entrevista para la sección cultural de The New York Times: «A mi edad, todos mis amigos ya se han ido -Miles, Coltrane, Dizzy, Bird-, y ahora debo lidiar conmigo mismo. A veces comienzo a quejarme pues no puedo llamar a nadie por teléfono para perder el tiempo conversando, pero para mí es una señal de debilidad. No hay escapatoria para esto. Tengo malestares por todo el cuerpo pero, espiritualmente, viejo… me siento mejor que nunca. Estoy en el camino correcto».

Este martes 7 de septiembre, Rollins cumple 91 años de edad y, aunque dejó de tocar el saxo tenor en el año 2012, debido a una fibrosis pulmonar, la vitalidad de sus memorias y la devoción que despierta entre los verdaderos amantes del jazz ha mantenido su imagen presente, como un tótem, casi como una divinidad. Ahora, que se nos están haciendo costumbre los obituarios de excelentes músicos que, por razones cronológicas, van «mudándose al otro barrio» -Rubén Blades dixit-, vale la pena recordar la trayectoria de este iluminado improvisador que brilló, como acompañante o al frente de sus propias bandas, por más de seis décadas.

Se trata de uno de los dos únicos sobrevivientes (el otro es el saxofonista Benny Golson, de 92 años) de aquella generación proverbial de jazzistas que posaron en la legendaria sesión fotográfica conocida como A Great Day In Harlem, realizada el 12 de agosto de 1958 frente a un edificio ubicado en el #17 East de la 126th Street, entre Madison y la Quinta Avenida, el corazón del barrio más negro de la Gran Manzana. En la toma, preparada por el entonces novel reportero gráfico Art Kane para una edición especial de la revista Esquire, Sonny Rollins, entonces de 28 años, aparece al lado de otros 56 grandes nombres del jazz, entre ellos su gran amigo Coleman Hawkins (1904-1969) y su maestro, el pianista Thelonious Monk (1917-1982).

Para esa época Rollins, aún con el pelo corto y sin su característica barba puntiaguda bajo el mentón, ya había trascendido la categoría de «promesa». Su sexto álbum como líder de grupo, Saxophone Colossus (Prestige, 1956) –que contiene St. Thomas, una de sus composiciones más famosas-, se convirtió en su principal carta de presentación y, posteriormente, en su apelativo. También le decían, como cuenta el trompetista Miles Davis (1926-1991) en su autobiografía, «Newk», por su gran parecido físico con el jugador de béisbol Don Newcombe, con quien hasta lo confundían en taxis y trenes.

Rollins grabó más de sesenta producciones discográficas, entre álbumes en estudio y en vivo, para los sellos más importantes de la edad dorada del jazz: Prestige, Blue Note, Impulse!, Riverside y Milestone. Su amistad con Max Roach (1924-2007) -el genial baterista con quien trabajó durante muchos años- o con Ornette Coleman (1930-2015), generaron algunas de las grabaciones más fluidas de hard bop, be bop y free jazz, entre lo clásico y la avant-garde. Pero si a alguien en realidad admiraba Rollins, era a Monk, con quien publicó una histórica colaboración titulada simplemente Thelonious Monk & Sonny Rollins (1953).

A finales de los años 50, luego de codearse con los más grandes de su tiempo –Charlie Parker, Miles Davis, The Modern Jazz Quartet- y publicar una veintena de álbumes, muchos de ellos alabados por la crítica especializada -como Tenor madness (1956), cuyo tema-título es la única grabación que hizo junto a John Coltrane (1926-1967); Way out West o A night at the Village Vanguard (1957), Rollins, abrumado por un éxito que jamás soñó conseguir e imbuido de una densa convicción espiritualista, desapareció del ojo público y el ajetreo de su vida profesional. Pero no dejó la música. Durante casi tres años se le vio, saxo en mano, practicando en el puente Williamsburg, que conecta el bajo Manhattan con Brooklyn, según sus propias palabras, “para no molestar a sus vecinos”. En 1962 regresó de ese hiato con un LP titulado, convenientemente, The bridge. Hoy, miles de sus seguidores vienen realizando una campaña, por redes sociales, para que este puente se llame Sonny Rollins Bridge, en su honor.

De mirada torva y gesto serio, Rollins fue defensor, como muchos otros jazzeros, de los derechos civiles de las poblaciones negras en los duros años de la segregación racial. Su álbum Freedom suite, de 1958, netamente instrumental, grabado junto a Max Roach (batería) y Oscar Pettiford (contrabajo), contiene una dura declaración de principios, un alegato contra la injusticia de un país que “quiere escuchar la música de los negros pero no la historia de los negros”. Para muchos, Freedom suite –tema de casi veinte minutos- es la primera canción de protesta sin letra. El álbum contiene también una hermosa interpretación del clásico de 1950 ‘Till there was you, también grabada por los Beatles en 1963, en su segundo LP With The Beatles.

A diferencia de sus pares, que se entregaron a las fusiones y subgéneros como el jazz-rock o el smooth jazz, Rollins se mantuvo en sus trece, lanzando una sucesión de álbumes de jazz puro, algunos más accesibles que otros -tocando standards, baladas o acercándose al blues y al funk, como en The way I feel (1976) o Easy living (1977), en sociedad con un elenco diverso de colegas de esas nuevas vertientes como el tecladista George Duke, el bajista Stanley Clarke, los bateristas Billy Cobham y Jack DeJohnette, en los que presentó sus composiciones ancladas en su inacabable capacidad para la improvisación, los fraseos vertiginosos y la influencia de ritmos como el soul y el calypso.

La única vez que cruzó la frontera hacia el universo del pop-rock fue en 1981, cuando aceptó participar de las sesiones del álbum Tattoo you de los Rolling Stones, para colocar su experto saxofón en tres canciones, Slave, Neighbours y el éxito Waiting on a friend. Y como él mismo cuenta, lo hizo un poco a regañadientes: «Mick (Jagger) no entendía lo que yo estaba haciendo y yo no lo entendía a él. Fue mi esposa –Lucille, fallecida en el 2004- quien me convenció de grabar con ellos. Yo los consideraba -y es un error, por supuesto- una banda que no estaba al nivel del jazz». Por el lado de los Stones, no cabían en sí mismos de la felicidad porque este titán del jazz trabajara con ellos. Jagger calificó aquella sesión de «maravillosa» y Charlie Watts, que lo había visto en vivo en 1964 en la efervescente 52nd Street de New York, quedó fascinado y hasta desarrolló una gran amistad con Sonny. «Compartimos el mismo sastre en Nueva York. Aquella vez tocó de maravilla. Lamentablemente nunca coincidimos en el estudio, fue un overdub. Y si eso hubiera ocurrido… ¡Carajo, no habría sabido qué tocar!»

A partir de los noventa, Sonny Rollins se fue encerrando y recluyéndose más -tuvo otro año sabático previo, entre 1969 y 1971, en que se concentró en el yoga-, aunque siguió lanzando álbumes de gran factura como Here’s to the people (1991) o Global warming (1998). Con los años su imagen cambió hasta volverse icónica: vestido de frac o de colores, enormes lentes oscuros y una electrizada pelambrera y barbas blancas, un personaje de aspecto misterioso y fantasmagórico, venerado por pequeñas legiones de amantes del jazz en el mundo entero y desconocido por las masas gigantescas y deformes que creen que escuchar jazz es tener canciones de Kenny G y música lounge en su iPad. Su vínculo con New York es extremadamente fuerte. En 1985 dio un recital exclusivo de puras improvisaciones, en el Museum Of Metropolitan Arts (MoMA), titulado convenientemente The solo album. Y en el 2001, tras los ataques terroristas del 9/11, Rollins dedicó su álbum en vivo Without a song a su ciudad natal. 

Walter Theodore Rollins, el coloso del saxofón, ha recibido múltiples condecoraciones en los últimos veinte años. Diez veces coronado con el grado de Doctor Honoris Causa por prestigiosas escuelas de música –Berklee College de Boston y Julliard School de New York, nada menos- y depositario del prestigioso premio y medalla Kennedy Center Honors, que recibió de manos del presidente Barack Obama en el año 2011, en una ceremonia en la que también fueron premiados las actrices Meryl Streep y Barbara Cook, el cantautor Neil Diamond y el cellista Yo-Yo Ma, declara no tenerle miedo a la muerte y, aunque ya no toca su querido saxo, supervisa los detalles de cada lanzamiento nuevo con material inédito como el disco doble Rollins in Holland (Resonance Records, 2020), que recupera grabaciones y recitales de 1967. O la serie Road shows, cuatro álbumes lanzados entre 2008 y 2016, que contiene grabaciones de Rollins entre los 70 y 80 años de edad. 

OTROSÍ: Mientras cerraba estas líneas me enteré del fallecimiento de otro legendario músico, el compositor griego Mikis Theodorakis, conocido universalmente por la melodía central del film Zorba The Greek (Michael Cacoyannis, 1964), protagonizada por Anthony Quinn, de nefasta recordación para nosotros por ser música de cabecera del terrorista Abimael Guzmán Reinoso. Theodorakis fue una de las figuras artísticas y políticas clave en el desarrollo de Grecia durante el siglo 20. Nos seguimos quedando solos…

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Compositores, Música, Saxofón, Sonny Rollins

Durante el pico de la segunda ola, a donde trabajo, el Hospital de Tingo María, llegaron varios pacientes desde otras provincias, tanto del mismo Huánuco como de otros departamentos. La mayoría de ellos eran casos muy graves, por lo que lamentablemente, fallecían a los días o tras varias semanas en UCI. 

Cuando un paciente fallece teniendo una prueba positiva para la infección por SARS-CoV-2 o se encuentra catalogado como caso sospechoso de la misma, se aplica el protocolo de manejo de cadáveres contemplado en la DS 087-2020 DIGESA/MINSA, donde se indica que el difunto no puede ser velado ni ser trasladado fuera de la provincia en donde falleció. 

Esto último fue muy difícil de asimilar para los familiares de aquellos fallecidos. Nunca imaginaron que intentar salvar la vida de su ser querido tuviese un costo tan alto. “No voy a abandonar a mi madre aquí”, “cómo van a crecer mis hijos chiquitos tan lejos de su padre”, “yo me lo llevo a mi tierra así sea lo último que haga”; son algunas de las frases que los deudos me decían entre lágrimas cuando venían a buscarme implorando que les dé una autorización de traslado (algo que me hubiese gustado hacer, pero que escapaba de mis manos).

Es por ellos que siento importante que esta directiva sanitaria ya debería ser dejada sin efecto, pero también existen razones objetivas por las cuales creo que hace mucho que debió ser modificada. Comenzaré por lo más claro para todos: La evidencia científica. Ya se ha demostrado que el contagio es a través de gotículas y que el riesgo de hacerlo al entrar en contacto con superficies contaminadas es ínfimo; por ende, una persona fallecida no va a contagiar a nadie. Esto hace que a día de hoy, carezca de sentido continuar con la prohibición de velar y trasladar a los difuntos. 

Si bien esa es la razón principal por la que esta directiva ha quedado obsoleta, me gustaría retratar las razones por las cuales creo que la prohibición del traslado no fue bien pensada, porque es importante aprender de los errores y porque esta mala planificación ha generado que se atropellen derechos de los deudos injustificadamente. Para ello, mencionaré datos de casos que se registraron durante esta segunda ola. 

Dada nuestra distribución geopolítica y la existencia de cementerios en varios centros poblados, a veces respetar el límite entre una provincia y otra tomaba un carácter absurdo. Nosotros siempre procuramos que el cementerio elegido para la inhumación, sea el más cercano posible al que deseaba la familia. En una de esas coordinaciones se dio el caso de unos deudos que habían llegado desde el centro poblado de Ramal, que pertenece a Tocache, la provincia de San Martín que colinda con Leoncio Prado (la provincia en la que queda Tingo María). El cementerio más cercano a ellos dentro de nuestra jurisdicción era el del centro poblado de Milano. ¿La distancia entre este y el de Ramal? 5 minutos, solo que, a pesar de estar tan cerca, cruzar la frontera está prohibido. 

Al menos para ellos, hubo un cementerio cerca a su hogar. Desafortunadamente, esa no fue la suerte de todos. Recuerdo el caso de un paciente a quien aprecié mucho. Él era policía y se encontraba de servicio aquí cuando se enfermó, sin embargo, toda su familia vivía en Piura. Los hijos quisieron ver la posibilidad de que se le incinerara para así llevar sus cenizas a casa. El único crematorio de Huánuco queda en la capital pero, a pesar de estar a 2 horas y media de Tingo María, es otra provincia, por lo que al final él tuvo que ser inhumado en el cementerio de nuestra ciudad. Se fue portando su traje de policía, con los honores que correspondía.  

Viendo esta problemática, como coordinadora he tenido que ser más estricta con las referencias. Antes de aceptar que se trasladara a cualquier paciente, había que estar muy seguros de que realmente íbamos a poder ayudarlo acá, porque de fallecer, dejar a su familiar aquí iba a ser aún más doloroso para la familia. Incluso así, llegaron varios con pronóstico muy malo a corto plazo. La situación más extrema que recuerdo es la de un paciente que fue traído en ambulancia desde Tocache y que falleció a su llegada a triaje. Nuestra intervención fue mínima, pero aun así se tuvo que sepultar aquí. 

Esta normativa también afectó a aquellos pacientes que tras varias semanas en UCI, fallecían. Lógicamente, ellos ya habían pasado la etapa en la que eran contagiosos y por lo general, la causa de su fallecimiento solía ser alguna complicación. El caso más frustrante fue el de un paciente que ya se encontraba en hospitalización con solo 0.5 litros de oxígeno, próximo al alta; pero que se complicó con lo que llamamos un TEP masivo (cuando un coágulo ocluye un vaso principal) y falleció. No pudo ser llevado a su ciudad porque al haber ingresado por neumonía COVID-19, debía ser manejado bajo el protocolo que dicta la directiva sanitaria. 

Quisiera terminar allí, sin embargo, debo mencionar también lo sucedido con los pacientes que el año pasado fueron internados en área COVID-19 por tener prueba de anticuerpos positiva, pero que ingresaban por cuadros no relacionados a la infección. Siempre andábamos pendientes de si ya habían salido los resultados de PCR de los más delicados, para así poder cambiar sus estados a “caso descartado” y, de esa forma, queden exentos del protocolo en caso de fallecimiento. Lastimosamente hubo resultados negativos que llegaron luego de que ya todo había sido aplicado. 

Por último, quiero comentar también acerca de los velorios. Se me hace un tanto discriminatorio que no sea permitido en caso de que el fallecido tenga una prueba positiva; pero sí si este ha fallecido por otra causa. Reitero, el difunto no va a contagiar a nadie, además, las medidas de cuidado deben ser las mismas siempre, porque al velorio de un paciente no COVID, también puede asistir alguien infectado y contagiar al resto de asistentes. He tenido pacientes que se han contagiado en los velorios, no lo negaré, y es por eso mismo creo que estos deben ser permitidos para todos, para así poder establecer ambientes y protocolos que se puedan controlar. 

Los que no lograron superar la enfermedad no son solo parte de las estadísticas. Tienen una familia detrás que también importa, porque para nuestra cultura, el poder velar y enterrar a nuestros seres queridos es muy valioso. Quitar la oportunidad de cumplir con nuestras tradiciones por protocolos que ya no tienen sentido, es generar un daño innecesario; es por esto, que es urgente actualizarlos, antes de que la tercera ola pegue más fuerte en las regiones fuera de Lima.

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Covid-19, Creencias, Cultura, Muertos, UCI

Supuestamente había en el Perú una izquierda que había evolucionado a favor de la defensa de la democracia, los derechos civiles y, en alguna medida, criterios económicos responsables, disidentes del statu quo liberal, pero enmarcados en una lógica racional de mercado.

Esta izquierda sufrió un severo traspiés moral cuando miró de soslayó y rehuyó definiciones acerca de las dictaduras de Cuba y Venezuela, y no supo marcar diferencias y, por tanto, despejar dudas respecto de que si accedía al poder no hubiera desplegado esquemas de gobierno igual de autoritarios y populistas.

Costó sangre, sudor y lágrimas que paulatinamente algunos políticos o intelectuales de izquierda aceptasen que ambos regímenes eran indigeribles, democráticamente hablando, y que merecían, por tanto, severa condena.

Pero puesta sobre el test de realidad que hoy significa el gobierno de Castillo, esa izquierda ya no ha cometido un mero traspiés sino un descalabro moral. Estamos ante un gobierno inepto, imbuido de lógicas políticas dictadas por el leninismo anacrónico de Vladimir Cerrón y el filosenderismo del ala castillista. No hay forma de que una izquierda moderada se pueda tragar semejante sapo si no es previa claudicación política, moral e ideológica.

Parece que el puro afán de poder es el que mantiene a los ministros de esa izquierda en sus respectivos cargos. Un gobierno mediocre, un Presidente patológicamente dubitativo y un régimen ideológicamente esquizoide es la receta segura al fracaso más estrepitoso.

¿Quiere incinerarse la izquierda “moderna” en ese incendio seguro? La campeona del yerro, Verónika Mendoza, ya jugó sus cartas a favor de
Vladimir Cerrón. Hace pocos años rompió un proyecto político porque estaba el exgobernador de Junín presente. Hoy, se olvidó de sus aprehensiones morales y no solo lo acompaña sino que lo apuntala.

¿Pero y el resto de la izquierda? ¿Va a seguir el juego frívolo o perverso de Mendoza o va a ser capaz de denunciar las prematuras tropelías que este gobierno está perpetrando? ¿Va a tolerar el radicalismo autoritario de Cerrón? ¿Va a mirar de soslayo la presencia evidente de Sendero Luminoso en el seno de Palacio? ¿Va a pasar por agua tibia la misoginia rampante de, nada menos, el Premier?

Si la izquierda moderna y moderada -que existe en la política, en la prensa y en la academia- guarda silencio “estratégico” frente a lo que ya claramente es una tragedia política, será cómplice y corresponsable -si acaso ya no lo es- de un régimen destinado al abismo más hondo.

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Gobierno peruano, Pedro Castillo, Perú, Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón
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