Opinión

El ministro del Interior y el premier Otárola tienen mucho que hacer al respecto. La violencia represiva sin controles legales, es combustible para la protesta y lejos de ayudar a que poco a poco vaya decayendo la asonada que el país aún sufre, hace que la misma dure más tiempo del debido o eventualmente, como en ciclos ondulatorios, vuelva a recrudecer.

La del estribo: muy recomendable Encuentros breves con hombre repulsivos, de David Foster Wallace, que bajo la dirección del gran director argentino Daniel Veronese, viene al Perú al festival Temporada Alta de la Alianza Francesa. Va el lunes 13 y el martes 14 de este mes.

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Dina Boluarte, PNP, Policía Nacional

Y esto es lo que le fastidia enormemente a la víctima que habló con Die Rheinpfalz. ¿Cómo pudo seguir en funciones pastorales, teniendo contacto con personas vulnerables, después de lo que había hecho con los niños de una escuela primaria? ¿Cómo los jueces de entonces determinaron que no había daño palpable en los menores, cuando él —a sus 55 años— todavía siente como que le ha quedado una mancha oscura desde aquellos tiempos, un tumor interior en el alma, que sólo ha podido aliviar cuando ha decidido contar su historia? ¿Qué responsabilidad tuvo el cardenal Wetter, entonces obispo de Espira, en haber protegido al abusador y permitirle seguir en el trabajo pastoral, sin haberle abierto jamás un proceso canónico?

En conclusión, no debería haber ninguna calle, ningún lugar, ninguna edificación, mucho menos una plazuela ubicada en el centro histórico de una ciudad, que lleve el nombre del cardenal Wetter. Se estatuiría un ejemplo que debería seguirse con otros nombres de eminencias eclesiásticas, como el del Papa Benedicto XVI, quien actuó con negligencia en varios de pederastia eclesial, y sobre todo el del Papa Juan Pablo II, protector de de pederastas, entre ellos el P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y responsable de abusos que califican como delitos. Y cuando el periodista holandés Ekke Overbeek publique su investigación sobre los actos de encubrimiento que habría perpetrado el Papa Karol Wojtyla cuando era arzobispo de Cracovia (Polonia), sería un escándalo de proporciones inconmensurables no sólo que haya lugares que lleven su nombre, sino también que siga siendo considerado un santo de la Iglesia católica.

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Friedrich Wetter, Papa Juan Pablo II, Papa Karol Wojtyla

Otros, bastante más diestros en el arte de la tauromaquia política, como Rosa María Palacios, admiten la necesidad de introducir “algunos cambios” -nunca por cierto en el Capítulo Económico- en la actual Carta del 93, para inmediatamente después, afirmar que ello es únicamente posible “a través de los mecanismos que la propia Constitución establece” en otras palabras, nada de Asambleas. Estos elitistas parecen, y solo parecen, olvidar como se procedió al cambio de Constitución en 1993, en contra de lo estipulado en el Artículo 306 de la Carta del 79, y de la advertencia de ilegalidad contra cualquier otro procedimiento en su Artículo 307. Conveniente memoria selectiva, como la que exhiben cuando insisten en el restablecimiento de una Cámara de Senadores, a pesar de que esta propuesta fue rechazada por una amplia mayoría de peruanos en el referéndum del 2018. La razón es simple, la famosa Cámara Alta, en un sistema bicameral, funciona como una institución “supramayoritaria” (Adam Przeworski) que aumenta sensiblemente la dificultad de realizar cualquier modificación del statu quo y que, unida a un Tribunal Constitucional en “buenas manos” conservadoras, lo hace prácticamente imposible. 

Hacen legión los elitistas que alegan que es impensable cambiar una sola letra del Capítulo Económico de la Constitución del 93, pues el Perú, gracias a él, ha conocido la más grande bonanza económica de su historia. Bueno, incluso sin ese dichoso Capítulo, nuestro país ha conocido varios periodos de prosperidad ligados a actividades extractivistas, como la del guano, el salitre, el caucho y la harina de pescado, todas ellas “prosperidades falaces”, como diría Basadre, pues fueron mucho más eficaces creando ricos, que riqueza nacional, algo muy parecido a lo que sucede en nuestros días, para comprobarlo, basta mirar nuestros índices de pobreza multidimensional y las tasas de anemia infantil. La ilusión del “chorreo económico”, ese espejismo de progreso popular, que al estilo del pobre Lázaro espera las migajas que caen de la mesa del rico Epulón, ya convence a muy pocos, de ahí el increíble éxito del célebre e igualmente falaz “no más pobres en un país rico”, que llevó a Castillo a la Presidencia.   

La ofensiva contra la Asamblea Constituyente aumentará en el corto plazo, echando mano de todo tipo de medias verdades, mentiras, cuando no de francos despropósitos. Vemos a un Primer Ministro, aprendiz de Goebbels, afirmar con total desparpajo, que el país está en contra de una Asamblea Constituyente, cuando la última encuesta del IEP muestra que el 69% de peruanos lo está, al abogado y periodista René Gastelumendi sugerir con una enorme dosis de cinismo e ignorancia interesada, que lo único que puede ofrecer una Asamblea Constituyente en nuestro país, es un papel impreso con un “idealismo tan o más imposible como el que ya está escrito.»        

Por cierto, y contrariamente a lo que afirman algunos, no todos los que estamos a favor de una Asamblea Constituyente somos comunistas, castillistas, ni menos aún terroristas, sino simplemente ciudadanos preocupados por el futuro de nuestro país. A quien escribe estas líneas le tocó dirigir, en un importante hospital del MINSA, conjuntamente con otros entregados colegas, los esfuerzos médicos por salvar la vida a nuestros hermanos más necesitados, en los peores momentos de la pandemia, y fue entonces, entre la tristeza y la rabia de ver morir a tanta gente, que pude apreciar, en toda su indigna dimensión, la injusticia consustancial de nuestro sistema político y económico. ¿Qué a la Constitución del 93 no se le puede culpar de nada? Las Constituciones no proveen directamente los bienes y servicios que necesita la sociedad, pero moldean la forma de hacerlo, las Constituciones condicionan las agendas públicas prioritarias, sus metas y las vías para alcanzarlas. No es lo mismo un Estado social de bienestar que uno neoliberal, ni es verdad que el segundo sea la única garantía de desarrollo.

Hay temas urgentes que requieren nuestra atención y demandan una amplia discusión nacional en el marco de una Asamblea Constituyente, como por ejemplo nuestro vergonzante sistema político, atomizado, inestable y con rasgos autoritarios, quizás sea el momento de considerar un régimen de Estado Parlamentarista, en donde no existirían nunca más Jefes de Gobierno sin mayorías congresales que lo respalden, ni necesidad alguna de recurrir a nebulosas “incapacidades morales” para poner fin a gobiernos disfuncionales como el de Pedro Castillo. Con una descentralización absolutamente deficiente como la que tenemos, deberíamos evaluar seriamente la conveniencia de una organización territorial de tipo federal (como la propuesta reciente de Virgilio Acuña). Al veneno del racismo rampante que se vive en nuestro país, deberíamos administrar un antídoto constitucional, introduciendo el tema de nuestras poblaciones originarias, como un asunto abiertamente político, un camino de democracia inclusiva y de construcción del Estado peruano, de esta manera, ya no habría nada que temer del cuco Evo Morales, su RUNASUR, sus ponchos rojos y sus supuestos proyectos geopolíticos. 

A pesar de las protestas y la opinión favorable de la gran mayoría de nuestros compatriotas, es casi imposible que se logre un referéndum para la convocatoria a una Asamblea Constituyente, al menos con este Gobierno y este Congreso, pero tarde o temprano habrá elecciones generales y quizás en ese momento, el electorado decida apoyar predominantemente a las opciones democráticas que defiendan tal planteamiento. Entre tanto debemos seguir argumentando a su favor, paciente y tercamente, pues tal como ha afirmado el constitucionalista Francisco Eguiguren, la Constitución del 93 “ya fue”, aunque esto le joda a don Augusto Álvarez Rodrich y a sus representados.

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Augusto Álvarez Rodrich

A Dina Boluarte le corresponderá aguantar a pie firme los coletazos violentistas de los castillistas radicales, dolidos por la merecida expectoración de su líder, los remanentes senderistas, las mafias ilegales y algunos miembros de la población descontrolados por la lógica de la turba, que han sido los protagonistas del desborde visto las últimas semanas.

Se espera, por supuesto, que el gobierno no se envalentone y, más bien, guarde la compostura, archivando la estrategia del gatillo fácil, reactivando sin cansancio la búsqueda del diálogo, y evitando, sobre todo, mensajes políticos confusos, como los vistos esta semana a partir de un fallido mensaje a la nación de la presidenta.

Lamentablemente, el Congreso se zurró en la que era, sin duda, la mejor opción, el adelanto de elecciones, que hubiera acabado con la agonía de baja intensidad en la que vamos a vivir los años que restan hasta el 2026. Un baldón más de los tantos que acumula un poder del Estado que ya perdió toda legitimidad frente a la ciudadanía.

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Congreso de la República, Dina Boluarte

Luego llegó la pandemia y, con ella, una serie de obligatorios cambios y restricciones que afectaron por completo a la industria musical. Como muchos otros artistas alrededor del mundo, A.A. Williams vio la cuarentena como una ocasión para expresarse musicalmente y mantenerse en contacto con su público. Desde su departamento en Londres comenzó a grabar videos de sí misma, tocando al piano algunas de sus canciones favoritas. La primera de ellas fue Creep -aquella canción debut de Radiohead que le dio ingreso a las radios, quizás por primera vez, a todos los freaks y rechazados del mundo -y, de inmediato, sus fans comenzaron a hacerle pedidos. 

A.A. Williams tomó nota y realizó varios videos en esta línea, todos en blanco y negro, como una manera de “tener algo que hacer en lugar de entristecerse con las noticias”. El proyecto se convirtió en un disco, titulado apropiadamente Songs from the isolation (2021) que incluyó otros covers como Lovesong (The Cure, 1989), Nights in white satin (The Moody Blues, 1967), Where is my mind? (Pixies, 1988) o If you could read my mind (Gordon Lightfoot, 1970). Como puede verse, sus referencias muestran una diversidad y ausencia de fronteras que enriquecen la construcción de su propia voz y estilo musical. Ese mismo año grabó arco, una recreación de los temas de su EP debut pero esta vez con el acompañamiento de un conjunto de cámara, The Mayfield Ensemble -cuatro violines, dos cellos, dos violas y dos contrabajos-, con arreglos escritos por ella en su integridad. El resultado es conmovedor y de una forma casi contradictoria, feliz.

La carrera de A.A. Williams está en pleno desarrollo y, sin temor a exagerar, se trata de una artista que habría dado mucho más que hablar en otras épocas. Su última producción discográfica, As the moon rests (2022), la vuelve a reunir con The Mayfield Ensemble pero esta vez con una banda completa, integrada por ella (voces, guitarras, teclados), Geoff Holroyde (batería) y su esposo y productor Thomas Williams (bajo). Las tonalidades de este álbum, siempre bajo el membrete de Bella Union, mantienen la línea trazada por Forever blue, pero con más énfasis en los riffs pesados –Evaporate, Golden-, sin dejar de lado baladas doloridas como Hollow heart, armonías electroacústicas en Pristine y el tema-título As the moon rests, una larga confesión de sentimientos encontrados que aplican tanto para una situación de desencanto amoroso como de dudas existenciales más individuales, de búsqueda y reencuentro con uno mismo.

En un ambiente musical que impone a las mujeres los roles de reinas plásticas de las pasarelas como Jennifer López, Katy Perry o Beyoncé, por un lado; o reivindicadoras del desamor sin perder el glamour como Adele o Lady Gaga; además por supuesto de todas las promotoras del cliché “latina hot-and-sexy y devoradora de hombres” que alimenta a tiempo completo la imaginería reggaetonera y del latin-pop más desechable; la tristeza sónica, de ánimo lúgubre y poco pretensioso de A.A. Williams -cuyo verdadero nombre de pila es Alex y tiene un perro llamado Geezer, en homenaje al bajista de Black Sabbath, Geezer Butler-, es más que bienvenida.

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A.A Williams EP (Holy Roar Records)

No he podido evitar, leyendo los poemas de este libro, ver surgir, en la dicción del poeta, algunos de los fantasmas que animan su diálogo con la tradición peruana: un afán sentencioso y crítico que remite a Wáshington Delgado y Juan Gonzalo Rose, un coloquialismo sobrio y contenido que hace pensar en el mejor Marco Martos y esa mirada sobre el mundo natural que tiende un vínculo con el universo de José Watanabe. Nada de esto desautoriza la autonomía de Sánchez en su lograda expresión, solo creo ver lecturas que consciente o inconscientemente pueden aflorar en la escritura para dar vida a un poemario sólido que, en su tramposa sencillez, muestra una construcción rigurosa.

Dejo al pie de estas notas este poema. 

SILENCIOSAMENTE

Hubo un tiempo en donde tú,

hermosa como una hoja, 

bailabas suspendida en el aire.

Arrojabas tu mirada 

a los suplicantes 

que revolvían sus cabellos 

al otro lado de la vereda 

para quebrar así la inocencia 

de las estrellas del otoño.

 

Hubo un tiempo en donde fuiste 

hermosa como una hoja, sí. 

Luego vine yo a posarme 

en tus rodillas, 

tembloroso como un suspiro 

-como la primera culpa- 

y, generosa, entregaste 

tu voz al viento 

que empezó a descorrer el infinito 

para que yo aprendiera a amar 

silenciosamente,

madre.

 

Diego Alonso Sánchez. Un sol líquido. Lima: 2023, Vallejo & Co.

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poemas

El sur altoandino no va a aguantar mucho tiempo más el proceso autodestructivo impuesto por los violentistas radicales. Va a tener que ceder y para ello, en el mejor de los casos, el gobierno haría bien en tender puentes de plata (ayuda económica para superar el desastre dejado por la izquierda, por ejemplo), que la Fiscalía profundice las investigaciones por las muertes ocurridas y arroje resultados rápidos, y que el Ejecutivo empiece a mostrar resultados tangibles de una represión inteligente de los desmanes, que acabe con la extorsión delictiva que implican los bloqueos de carreteras y que tanto daño económico hacen a la economía regional y nacional.

Lo más importante, al final de cuentas, es que fracasó el intento de imponer por métodos violentos y subversivos, la mentada Asamblea Constituyente. Si la izquierda quiere desplegarla, pues que gane las siguientes elecciones congresales con el suficiente número de votos como para lograr la mayoría que se necesita para hacerlo.

El centro y la derecha actuales le han plantado cara, con firmeza, al intento de tirarse abajo la matriz constitucional que ha permitido que el país saliese de la inviabilidad en la que se encontraba en los 80, y que lamentablemente, muchos jóvenes no recuerdan, ni miran el espejo regional de aquellos países que han colapsado por seguir esa ruta nefasta.

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Asamblea Constituyente

En este escenario de impase total y de bloqueo parlamentario suicida, Dina Boluarte tiene la llave que la llevaría a la posteridad, como aquella presidenta desprendida de poder, que ofreció su presidencia para que efectivamente se adelanten las elecciones en este 2023. De villana para algunos, sería entonces recordada, como la heroína de todos en esta triste historia.

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Congreso de la República, Dina Boluarte

TRES

No te santifiques que los hechos demuestran que eres una terruca lover. Viviste con un terrorista, tuviste una hija con él, presentaste el libro de un terrorista y abogaste para que un terrorista sea cambiado de prisión. No es campaña de terruqueo, esto es información. 

Milagros Leiva

Días atrás, la irritante periodista de WIllax fue condenada por su infamia a Anahí Durant.

La ex Ministra de la Mujer expresó.

  • La sentencia sienta un precedente importante y debe servir para que los periodistas sepan que terruquear es delito y tiene consecuencias.

El gobierno de Dina a terruqueado –sin dudas– a todos los manifestantes. Ídem, la prensa adicta. Lo que parece increíble es que la misma Derecha –recalcitrante– que llenó de epítetos a la propia Dina, antes del fallido golpe, sea ahora su defensor principal. 

  • Insólito, ¿no?

Lo que más me jode es que la gente común hace lo mismo. Sin atisbo de duda. Ya sea Lima o cualquier otra provincia. Y no solo las clases acomodadas. Como si fueran sinónimos, en las redes sociales, se tuitean por miles.

  • Terruco y resentido.
  • ¿A eso hemos llegado?

No entienden la protesta. La misma –lógicamente – ralentiza o paraliza la economía. Sin embargo, mientras unos han logrado cierta estabilidad o progreso (en años de la bonanza neo liberal); olvidan que hay un gran sector que han sido totalmente ignorados o relegados a un rincón.

  • ¿Es justo? 

Muchos políticos o mesocratas – incluso los supuestos cristianos–  vociferan a los cuatro vientos.

  • El que es pobre, lo es porque quiere.

Solamente un ignaro que desconoce el Perú (por ende, sus contradicciones) puede emitir la expresión lapidaria.

La periodista Patricia del Rio emitió una inquietante elocución, en La Mula TV.

  • Si hay gente que aún cree que la tierra es plana. El sesgo de necesitar que te digan lo que quieres escuchar, va a ser mayor. No importa lo que le pongas delante. Va a seguir pensando igual. Que ese joven que murió baleado, mientras estaba atendiendo a un herido, seguro había tirado una piedra hacia media hora. No les importa en absoluto.
  • Entonces estamos en el riesgo que el exceso de información pueda reforzar la dureza del negacionismo, que intenta ocultarla, acotó Cesar Azabache.

En más de medio siglo de vida, creo que nunca habíamos vivido tal nivel de maniqueísmo a ultranza.

  • ¿Acaso nos estamos deshumanizando?

*Fotografía perteneciente a tercero

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Dina Boluarte, protestas, Víctor Santisteban Yacsavilca
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