Opinión

Una de las principales características de estos tiempos modernos y ultra tecnológicos es que, a diferencia del pasado, todos tienen posibilidades para darse a conocer y que, como consecuencia de ello, ya no existen barreras para difundir cualquier propuesta artística gracias al uso de plataformas alternativas como iVoox, SoundCloud, MySpace, BandCamp, Spotify y afines, o el consabido efecto multiplicador de las redes sociales (Instagram, YouTube, TikTok, etc.), a través de las cuales una infinidad de bandas y artistas individuales sin potencial comercial -parafraseando a Frank Zappa- pueden poner sus canciones a disposición de quien quiera conocerlas, sin tener a los medios masivos como filtro obligado. 

Este axioma se cumple, ciertamente, pero solo de manera parcial. A pesar de la omnipresencia de los entornos virtuales en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, estos mantienen en general -por lo menos en el Perú- una categoría inferior frente a lo que se exhibe/difunde en los medios convencionales (radio, televisión, periódicos), siempre más asociados a lo formal, lo oficial, lo que merece ser conocido e impuesto como lo único que debe consumirse. Como es natural, los presupuestos que manejan las corporaciones de medios siempre serán infinitamente superiores a lo que puedan hacer colectivos de jóvenes músicos sin padrinazgo alguno, lo cual solo confirma esta diferencia y hace que cada logro en el ciberespacio sea el resultado de un trabajo arduo, constante y comprometido.

Conscientes de eso, los comunicadores peruanos César Medina (48) y Jorge Vértiz (46) lanzaron el podcast Programa Mixtura en el año 2009, con la finalidad de dar espacio a aquellas opciones de rock nacional que, por falta de contactos o por ser exponentes de géneros poco amables y/o extremos (que podríamos definir, de manera sintética, como «subterráneos» o «independientes»), jamás lograrían sonar en radios comunes y corrientes del dial o de la web, a pesar de tener, en muchos casos, públicos cautivos que siguen fielmente sus trayectorias, adquieren sus producciones y asisten a sus conciertos. Y no solo de Lima, sino que comenzaron a internarse en las escenas regionales para descubrir aquellos grupos que el aburrido centralismo nos impide detectar a simple vista.

Poco a poco, César y Jorge fueron remando a contracorriente de todas las tendencias, empujando su emprendimiento de difusión y gestión artística, impulsados por esa pasión que comparten por el rock independiente y su multiforme árbol de subgéneros. Y fueron ampliando su programación, incorporando bandas de países con escenas locales históricamente muy activas y prolíficas como Argentina, Chile, Brasil, México, Uruguay o España pero también de otros menos esperados como plazas activas para el rock, como Ecuador, Costa Rica, Cuba, Paraguay, Bolivia y así, dando cabida a músicos tradicionalmente ignorados por las parrillas de «radios-rock-and-pop» que, encerradas en Lima, se concentran solo en aquello que esté más de moda o que, si es nuevo, reúna los atributos requeridos para asegurar éxitos masivos y evitar polémicas o incomodidades (temas inocuos/superficiales/divertidos, sonidos amigables, identificación con determinados sectores socioeconómicos, políticos y hasta raciales, etc.)

Hoy, 15 años y 743 ediciones después, Programa Mixtura sigue adelante, en sus trece, pero con una audiencia que ahora se extiende por toda Latinoamérica y España. El podcast de una hora de duración se transmite, en versión de estreno, todos los sábados a las 6pm en la página web www.programamixtura.com y es retransmitido durante la semana siguiente en dos emisoras FM (en Argentina y Chile) y ocho radios online en España, Argentina, Costa Rica y Perú. Por supuesto, en la mencionada página están alojadas todas y cada una de sus ediciones. Asimismo, Programa Mixtura, en silencio y al margen del mainstream, ha sido el único medio local acreditado en varias ediciones de los prestigiosos festivales Cosquín (Argentina) y Altavoz (Colombia), experiencias que les han permitido mejorar su trabajo online y ampliar su red de contactos con bandas internacionales.

Estos logros han sido construidos a pulso por Medina y Vértiz, una labor solitaria y tenaz que ha ido creciendo de forma orgánica y sin auspiciadores. Cuentan, eso sí, con el respaldo de los mismos artistas, músicos de todas las regiones del Perú que los reconocen como una plataforma libre y siempre abierta para apoyarlos. La página web es sencilla y de fácil navegación, lo que refleja tanto la independencia como el presupuesto ajustado. Debajo de cada link/programa, los oyentes pueden encontrar el listado de canciones que forman cada emisión, las mismas que son presentadas escuetamente y sin interrupciones por los conductores. Mientras César usa su voz abierta, sin efectos, la de Jorge suena ligeramente distorsionada, como si estuviera en otro lugar o con un megáfono. La versión de la banda de surf-rock instrumental Los Protones de El cóndor pasa, clásico de Daniel Alomía Robles -incluido en Las hijas del diablo, su segundo álbum del año 2011- les sirve como cortina de entrada y salida. Aquí podemos escuchar uno de los últimos programas, emitido el sábado 3 de febrero.

Todos estos elementos hacen de Programa Mixtura una opción diferente y con personalidad propia, anclada en la filosofía DIY -Do It Yourself- que recogen de la subcultura punk e inspirados tal vez por el trabajo seminal del británico John Peel (1934-2004), con la salvedad de que el destacado promotor de bandas poco comerciales hizo lo suyo desde la amplia plataforma de la BBC de Londres. Sobre el hecho de que el podcast y los grupos locales que propalan sean masivamente desconocidos o ignorados por grandes cantidades de público, César Medina -uno de los dos motores de Programa Mixtura- expone su punto de vista con claridad y convicción: «El público para el rock nacional no es un público masivo, es difícil que una banda tenga mucha convocatoria. En nuestro caso, mantenerse consecutivamente por 15 años no ha sido nada fácil. Pero creemos y queremos seguir aportando nuestro trabajo en pro de una escena que no tenga fronteras».

En una década y media de trabajo, Programa Mixtura ha construido su propia comunidad, a la que consideran una familia: “En el primer año -nos comenta César- la mayoría de contactos los buscábamos nosotros mismos. Con el paso del tiempo considero que Mixtura se ha convertido en un medio de comunicación conocido, aunque eso no se evidencie en nuestro propio país. Cada vez que he viajado fuera del Perú he sentido el reconocimiento de la gente, no solo de bandas sino también de medios. Cada semana recibimos muchos correos de grupos, lo cual vemos con bastante agrado porque es también una medición del trabajo que hacemos”.

Pero Programa Mixtura no es solo un podcast semanal de canciones que jamás se podrán oír en Oxígeno, Zeta Rock & Pop (o en la fenecida Oasis). También es promotora de conciertos y sello discográfico, los otros dos caminos que usa para promover una escena musical inquieta y ávida de hacerse escuchar, que es invisibilizada por las entelequias de siempre. Hasta la fecha han lanzado ocho CD recopilatorios con bandas locales y extranjeras, que ellos mismos distribuyen cada vez que viajan por el interior del país o a festivales en el exterior. Y en cuanto a tocadas, las han organizado en Lima, Cusco, Arequipa, Ilo (Moquegua), entre otras ciudades, así como también en Chile, Argentina y Bolivia.

Aunque sus géneros predilectos son, a todas luces, los relacionados al punk -duro o melódico- y sus conexiones con el reggae y el ska, una combinación muy frecuente en bandas argentinas y uruguayas, la paleta sonora de Programa Mixtura también ha evolucionado con el tiempo, con bandas de blues-rock, funk, indie pop y fusiones de todas las índoles que coinciden con géneros más extremos como el hardcore punk, heavy metal o post-punk. El común denominador es que no los pasen en las radios “normales”. Por eso, un hecho garantizado es que en Programa Mixtura jamás escucharán loas a Pedro Suárez Vértiz ni a Libido, por mucho que estén publicitando el retorno al escenario de su formación original. «No programamos bandas comerciales, me parece que ellos tienen suficiente espacio en emisoras de señal abierta. Tenemos preferencia por las bandas under», sentencia Medina.

Detrás de este esfuerzo que algunos desubicados podrían catalogar de hobbie poco rentable, subyace una preocupación de fondo. La forma en que los medios han tratado, desde siempre, a la escena pop-rock nacional, un microcosmos en el que se reflejan todos los vicios y taras sociales que nos persiguen desde que se instauró la república fallida que hoy somos. Esa escena débil y fragmentada que languidece entre los mitos creados por el reduccionismo publicitario de los medios masivos –“el punk nació en el Perú con los Saicos”- y los ídolos de barro –“Pedro Suárez Vértiz fue un genio del rock”- tiene en Programa Mixtura un bastión que junto a los blogs Apostillas desde la disidencia -del experimentado crítico John Pereyra (Hákim de Merv)-, Rock Achorao o Perú AvantGarde -del músico experimental Wilder Gonzáles Ágreda- se sostienen sobre la base de una actitud que tiene mucho de idealismo pero también de protesta. La lucha por no desaparecer. En ese sentido, apunta César, “lamentablemente el rol de la prensa es bastante cuestionable”.

“Creo que nos falta ser constantes -dice Medina sobre la escena nacional-. Este es un proceso a largo plazo y no todos llegan al final. Hay que aclarar también que “la escena” no son solo las bandas sino también el público, los medios, los administradores de locales. Entre todos debemos empujar el mismo coche y quizás ese ha sido el mayor obstáculo, hay mucho ego de por medio”. Una respuesta como esta podríamos haberla leído hace diez, veinte o cuarenta años en alguno de los heroicos fanzines que también optaron por ese camino utópico, casi quijotesco, de crearle espalda ancha a una expresión juvenil que nunca logró despegar como sí ha ocurrido en otros países, tanto por falta de apoyo estatal -sistema educativo, políticas culturales- como por los propios vicios de nuestra idiosincrasia: racismos, clasismos, argollas, limitaciones de presupuesto, conformismo, excesos de adulación y autobombo, etc. (más sobre este tema aquí). 

Por Programa Mixtura desfilan tanto bandas experimentadas como nuevas. Todas comparten el hecho de ser absolutamente desconocidas para el público consumidor de radios convencionales. Y, aunque porcentualmente dedican mucho más espacio a grupos nuevos, sí reconocen la importancia de darle “una mirada a lo que se hizo años atrás”. Esto con relación al documental Rompan todo (Netflix, 2020), largamente comentado en su momento, en el que se cuentan los albores del rock en español pero desde un punto de vista limitado y, hasta cierto punto, superficial: “Hay muchas historias que se van creando cada día, en cada esquina de algún lejano país; pero ese documental es un registro histórico que sirve para mostrar quizás a quienes encendieron la mecha en Latinoamérica, en un tiempo y condiciones distintas a las que vivimos. Lo que rescato es que existan este y otros testimonios, como también hay varios reportajes y documentales en YouTube que cubren otros aspectos del rock latinoamericano”. 

En sus 15 años en el aire, Programa Mixtura ha cruzado caminos con las bandas y se ha codeado con ellas, sintiendo lo que sienten los músicos emergentes de aquí y allá. “Hay bandas que vienen luchando muchos años y se siguen manteniendo dentro de un circuito independiente. Nosotros hemos visto el crecimiento de varias bandas locales pero como te comenté anteriormente no creo que podamos hablar de masividad acá. Algunas pueden hasta haber tocado en festivales masivos, pero llegar a ser realmente masivos es totalmente distinto. Como ejemplo te podría citar una banda extranjera que ha pasado por eso. Aliento de Perro (Argentina), banda que conocí cuando solo tenía un demo publicado. Con el paso de los años fue abriéndose camino, lanzando discos y metiéndose a pura constancia dentro de un circuito. En la actualidad casi todos sus conciertos son llenos totales, han tocado en Uruguay, México, Chile y ahora irán para Colombia”.

Para celebrar el quinceañero, César y Jorge van a tirar la casa por la ventana con dos conciertos de ingreso libre, a realizarse los días viernes 23 y sábado 24 de febrero. El primero será en el local Poco Floro (Av. Alfonso Ugarte 1434, Cercado de Lima) y el segundo, en Lima Noise Underground (Av. Primavera 1288, Surco). Entre las bandas invitadas, todas recurrentes en su programación habitual estarán los nacionales Los Protones -consolidada agrupación de rock instrumental inspirado en grupos del pasado como The Ventures (EE.UU.) o Los Belkings (Perú)-, Gato Garage -cuyo epónimo álbum debut apareció el año pasado, con un sonido rugoso entre el rock y el punk-, Narcótico, Radio Cósmica, el cuarteto Los Arman (que celebran veinticinco años de carrera) y, desde Chile, el experimentado trío de punk melódico Niño Calavera. Están avisados. 

Isaac Goldemberg (Chepén, 1945) es un escritor judío peruano que explora, en su literatura, los elementos que se dan cita en él para configurar su identidad bicultural, además de brindar a los lectores, una mirada de primera mano a un universo casi desconocido en materia literaria local: la experiencia de la vida judía en el Perú. Novelas suyas como La vida a plazos de don Jacobo Lerner (1978) o Tiempo al tiempo (1984) van en esa dirección, más allá de constituir formas de autoficción, debido a ciertas coincidencias entre lo vivido por sus personajes en esas ficciones y la propia existencia de su autor.

Goldemberg ha sumado a esas indagaciones su propia poesía. Libro de las raíces / Saphi libro (2024) es su más reciente antología de poemas, publicada esta vez en versión bilingüe, español y quechua. En estos poemas aparece la otredad como motivo central, una otredad, vale la pena aclarar, vivida interiormente. El yo poético expresa y analiza su pertenencia a dos mundos, dos órdenes culturales. Su autor, naturalmente, tiene la misma intención, tal como declara en “El otro de mí mismo”, texto que funciona claramente como un gesto prologal:

“(…) yo fui peruano antes de ser también judío”.

“Al poco tiempo de llegar a Lima, descubro que mi padre es judío y comienzo a preguntarme quién soy, qué soy. Busco espejos para reconocerme, pero no los encuentro. Es necesario ser otro, me digo. Y ese otro es mi padre. Hay que ser como él: judío. Es decir, tengo que dejar de ser para ser. Sin embargo, no dejé de ser del todo porque la forma de vida de Chepén y su paisaje siguieron poblando mis recuerdos y mis sueños y me sirvieron de referente para apreciar con mayor intensidad todos aquellos paisajes que después invadieron mi imaginación como parte de mi cultura judía. Entonces el cerro de Chepén se convirtió en el monte Sinaí, la acequia que lo atraviesa en el río Jordán y el desierto que lo rodea en el desierto de la Judea bíblica” (pp.11-12).

Goldemberg exhibe plena conciencia de su doble pertenencia. Allí están, en sus propias palabras, la memoria de la infancia transcurrida en Chepén, el recuerdo de una abuela cajamarquina y quechua hablante, antiguos huaynos y la escritura reveladora de Arguedas y Vallejo representando sus lazos con la peruanidad. Por otra parte, se produce un encuentro con los mitos de su otra identidad: una diáspora personal, la errancia, el humor y todo un cúmulo de referencias culturales y simbólicas que transparentan lo judío.

¿Es esta una reunión pacífica, sin sobresaltos? Aparentemente sí. “Ser el otro de mí mismo” como declara Goldemberg (p.14) no reviste mayor conflicto, más allá del proceso vivido a lo largo de varias décadas y que ha desembocado en ese autorreconocimiento pleno, efectivo y, sobre todas las cosas, productivo. “Inventario” es, en ese sentido, un poema muy emblemático: “Nací en los clavos de Jesús./ En su corazón de fina estampa./ En la estrella de seis puntas./ En el vientre de los huacos./ En el padre y su palabra inaudita./ En la madre y su sombra contraria./ En la lengua muerta de su ausencia grave” (p.25).

Otro tanto sucede con el poema “Autorretrato”: “El peruano es tan riste/ como el murciélago/ El peruano es más triste/ que el gato/ El judío es menos triste/ que el zar/ El peruano es el más triste de todos/ El judío es triste/ El peruano es muy triste/ El judío es tristísimo” (p.51).

Libro de las raíces no solo muestra la valía de una poesía que apela a muchas formas discursivas, desde ecos del haraui hasta el romance, pasando por formas clásicas y otras populares, como las canciones o las fábulas. Más conmovedor todavía es saber que a lo largo de estos versos, en un mundo imaginario el hablante resuelve, funde y refunda un universo personal marcado por la biculturalidad, por el sentido de pertenecer a dos culturas. En tanto, en el mundo contingente, su autor no termina de pensar, todavía, en las próximas palabras que mantendrán con vida a estas revelaciones.

Isaac Goldemberg. Libro de las raíces / Saphi libro. Lima: Casa Tomada, 2023.

Entre la primera y la segunda vuelta del 2016, se cruzaron en una sala previa al set de un programa de televisión, José Chlímper y Mercedes Aráoz. El primero le dijo, con claridad: “Meche, si sumamos los 73 votos de Fuerza Popular, los 18 de ustedes, de Peruanos por el Kambio, PPK, y los 9 de Alianza para el Progreso, tenemos cien congresistas. Si no hacemos las reformas que el Perú necesita, las próximas elecciones las gana el comunismo”.

No se equivocó en su pronóstico el destacado empresario. El 2021, en efecto, ganó las elecciones el izquierdista radical, Pedro Castillo, y condujo al país a un caos económico, político y social, del que todavía no nos recuperamos.

La responsabilidad fue mutua. De Kuczynski,porque no supo o no quiso tender todos los puentes necesarios para entablar una alianza potente con el fujimorismo. De Keiko Fujimori, porque, infantilmente, dolida por la derrota, ordenó, desde el inicio, petardear al gobierno de PPK, hasta provocar su abrupta salida del poder, inaugurando la crisis política permanente en la que vivimos desde entonces.

El 2016 la mesa estaba servida para un gobierno de derechas que, sin zozobra, pudiese desplegar las reformas que necesitamos a gritos en varios ámbitos del quehacer público. En los pasivos históricos del fujimorismo, que pretende reeditar la performance electoral el 2026, quedará ese lastre.

Hoy, el desafío es más complicado. La tarea no consiste en administrar una mayoría parlamentaria ya alcanzada, sino en conseguirla a punta de un esfuerzo mayúsculo de conciliación multipartidaria previa a las elecciones que se efectuarán de acá a poco más de dos años.

Para decirlo con meridiana pulcritud: si la derecha no se une en torno a una figura políticamente atractiva y conforma una lista parlamentaria potente, otra vez será la izquierda la ganadora y nuevamente hará retroceder al país décadas de desarrollo.

No nos cansaremos de insistir en ello. No es buena estrategia que haya una veintena de candidaturas, bajo el pretexto de que así habrá mayor representación parlamentaria, y que luego de la primera vuelta, se endosarán apoyos. Primero, porque tal endose no existe en una segunda vuelta. Y segundo porque la dispersión puede hacer que tranquilamente pasen a la segunda vuelta dos candidatos de izquierda. Ojalá la cordura se asiente en la mente de la pléyade de personajes con ansias presidenciales, en algunos casos, absurdas y muertas de nacimiento.

A veces, hay que desconfiar de quienes dicen “defender la vida”. 

¿Por qué?, Infelizmente hace mucho que esta narrativa es utilizada por personas y sectores que con odio arremeten contra las poblaciones más vulnerables. 

Lamentablemente, entre quienes se autoproclaman “provida” hay muchos a los que poco les importa el bienestar de la ciudadanía o la vida real de niñas y mujeres. Solo les interesa mantener un modelo de sociedad que perpetúa la desigualdad y la crueldad frente al otro o la otra.  

Sus acciones lo evidencian. Los políticos que impregnan sus discursos de una “supuesta defensa de la vida” solo la socavan o intentan hacerlo constantemente. Son opositores a la igualdad de género, a que se proteja la salud de las mujeres, a los derechos humanos y a la preservación del medio ambiente. 

Estos personajes, están llegando al poder utilizando (entre otros mecanismos) un discurso aparentemente altruista, pero que esconde tras de sí, intereses perversos y misoginia. En los últimos años esta situación se ha extendido con fuerza en varios país de la región latinoamericana. 

Así los mal llamado defensores de la vida, utilizan estos términos a su conveniencia. No defienden la vida, la vulneran. Pero han sabido usar esta retórica para legitimarse y lograr llegar a parte importante de la población. 

A estos personajes, muchos de ellos en la política, no les interesa la vida de una niña violada que no puede acceder a una interrupción terapéutica del embarazo. La insensatez llega a tal punto, que pueden justificarlo todo. 

A estos actores jamás se les verá promoviendo políticas para la prevención de la violencia de género como un problema extendido y estructural, tampoco promoviendo la paz ni el cuidado del medio ambiente. Se les verá proponiendo la pena de muerte, se les encontrará montando un discurso contrario a los derechos humanos, presentando proyectos para cortar libertades a las mujeres, para ir en contra de la igualdad, para instalar el autoritarismo social y económico y destruir la naturaleza impunemente.

Un ejemplo: el partido de Miley en Argentina ha presentado un proyecto de ley para derogar el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.  De esta manera con la fachada de “defender la vida” se pone en riesgo la salud y la vida real de millones de mujeres.

El fin es oponerse a todo lo que signifique avance en derechos y libertades. El objetivo es enfrentar y provocar al movimiento feminista y de derechos humanos, desconociendo los logros y la importancia mundial de la “marea vede”. 

Esta no es una medida aislada, es parte de un plan de sectores ultraconservadores y fundamentalistas, para arremeter contra las libertades de las mujeres. Es un plan orquestado en contra de la vida digna y del avance en materia de igualdad. Los derechos reproductivos siempre han estado en disputa. 

En el Perú el escenario no es menos riesgoso. Somos uno de los países en la región que menos ha avanzado en garantizar los derechos reproductivos de las mujeres y las niñas: solo en el 2023, se han registrado 1353 niñas que fueron forzadas a tener partos, producto de una violación. Todas ellas menores de 14 años. 

Estoy segura de que los Miley Fan peruanos, saldrán a defender la propuesta normativa y otras barbaridades que se plantee desde este sector. Eso es más que seguro. 

Necesitamos replantear la idea de bienestar, de democracia y de defensa de la vida, la cual siempre debe estar asociada a la dignidad. 

A veces los provida, son en realidad promuerte.

Es inmensa la tarea pública que le corresponderá desplegar al gobierno que asuma las riendas desde el 2026. La magnitud del encargo supondrá la reedición de actos refundacionales, como los que emprendieron en su momento los regímenes de Velasco y Fujimori, con un desafío mayor, porque será imperativo hacerlo dentro de los cánones democráticos.

Refundar las instituciones de administración de justicia (Ministerio Público, Poder Judicial y Junta Nacional de Justicia), hacer en serio una profunda reforma político-electoral, revertir las groseras fallas del proceso de regionalización, volver a colocar el país en la senda del crecimiento económico robusto que teníamos antes de que Humala decidiera desmontar el modelo estrenado en los 90, desterrar la corrupción enquistada en todos los estamentos de la administración pública, mejorar radicalmente los índices de inseguridad ciudadana que azotan el país y que tanto impacto generan en la buena marcha económica (se calcula que por lo menos nos cuesta el 3% del PBI).

¿Es posible lograrlo? Por cierto, el carácter ciclópeo de semejantes desafíos hace imposible que una administración temporal de cinco años logre su cometido triunfal, pero mucho habremos avanzado si se acometieran desde el primer día de gobierno los pasos necesarios y pertinentes para lograr tales objetivos.

Lo que sí queda claro es que ello no va a ser posible si reeditamos el 2026 la elección de un gobierno improvisado o antisistema radical. Por el contrario, tales problemas se agravarían en gran extremo. Además, será necesario contar con suficiente representación parlamentaria para que el gobierno entrante no esté sometido a las veleidades inestables que han sufrido los gobiernos nacionales del 2016 en adelante.

No se ve otra manera de lograr ello, que no pase por la confluencia de fuerzas de centroderecha, creyentes en las bondades del capitalismo democrático, única garantía de desarrollo económico y político en el mundo y, por cierto, en nuestro país.

Consolidar un gran frente implicaría no solo la garantía de contar con fuerza parlamentaria suficiente para emprender las grandes reformas que se necesita sino, además, la convocatoria rápida a los más de dos mil tecnócratas que se requieren en el Estado para sobrellevar con éxito las políticas públicas reseñadas.

Si ello no se logra, entraremos a la espiral del azar y muy probablemente seguiremos el camino descendente de profundo deterioro en el que ha caído la sociedad peruana.

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En las últimas décadas, la tecnología ha desempeñado un papel crucial en el desarrollo y la modernización de las industrias en países tercermundistas. A medida que el mundo avanza hacia la era digital, se ha vuelto cada vez más evidente que la adopción de tecnologías avanzadas es esencial para el crecimiento económico, la competitividad global y la mejora de la calidad de vida en estas naciones.

En primer lugar, la tecnología ha permitido a las industrias de países tercermundistas mejorar su eficiencia y productividad. La introducción de maquinaria automatizada, sistemas de gestión de inventario y software de planificación de recursos empresariales ha agilizado los procesos de producción, reduciendo costos y tiempos de entrega. Esto no solo ha mejorado la competitividad de estas industrias a nivel internacional, sino que también ha contribuido a la generación de empleo y al crecimiento económico.

Además, la tecnología ha sido fundamental en la mejora de la calidad de los productos manufacturados en países tercermundistas. La implementación de sistemas de control de calidad, tecnologías de fabricación avanzadas y la adopción de normas internacionales han permitido elevar los estándares de producción, lo que a su vez ha aumentado la confianza de los consumidores y ha abierto nuevas oportunidades de exportación.

En el ámbito agrícola, la tecnología ha desempeñado un papel crucial en el aumento de la productividad y la seguridad alimentaria en países tercermundistas. La introducción de sistemas de riego automatizado, maquinaria agrícola avanzada, y técnicas de cultivo de precisión ha permitido a los agricultores aumentar sus rendimientos y diversificar sus cultivos, reduciendo la dependencia de las cosechas tradicionales y mejorando la resiliencia ante los desafíos climáticos.

Asimismo, la tecnología ha facilitado la inclusión financiera y el acceso a los mercados globales para pequeñas empresas y emprendedores en países tercermundistas. La proliferación de servicios financieros móviles, plataformas de comercio electrónico y aplicaciones empresariales ha permitido a estos negocios ampliar su alcance, conectar con proveedores y clientes internacionales, y acceder a recursos financieros que antes les estaban vedados.

En resumen, la importancia de la tecnología en las industrias de países tercermundistas es innegable. La adopción y la integración de tecnologías avanzadas no solo impulsa el crecimiento económico y la competitividad, sino que también contribuye a la mejora de la calidad de vida de las personas, la reducción de la pobreza y el fomento de la sostenibilidad. En este sentido, es crucial que los gobiernos, las empresas y las organizaciones internacionales continúen promoviendo la inversión en tecnología y el desarrollo de capacidades digitales en estos países.

El 14 de febrero era mi fecha favorita. Para ser hater, claro. Marcado en el calendario no por un acontecimiento histórico,una gesta heroica o un hito cultural, sino por la cursilería disfrazada de amor. Una oda al consumismo y la superficialidad, bajo la falsa pretensión de celebrar el afecto.

Corazones de plástico, flores marchitas y chocolates empalagosos como las relaciones que se fomentan,  invaden las calles, los escaparates y las redes sociales. Un bombardeo de cursilería que nos incita a comprar, regalar y fingir amor, incluso cuando este no existe. Es un modelo de sociedad donde las redes sociales se convierten en un escaparate de parejas felices, momentos idílicos y amor perfecto, creando una falsa imagen de lo que es el amor.

Para mí era simplemente el seguimiento de un guion impuesto por la sociedad de consumo, donde cada individuo cumple unpapel predefinido y donde la originalidad y la disidencia no tienen cabida. Hasta los poemas se copian de internet. El amor se convierte en un producto comercializable en lugar de un vínculo genuino entre personas.

No hablaba desde el despecho: mi crítica nunca estuvo dirigida al amor que se prodigan dos amantes, sino a la mercantilización del mismo, a la banalización de un sentimiento tan profundo y complejo, convertido en un producto más en el estante de la sociedad de consumo. No es que mi corazón no pudiera albergar envidia ante una relación bonita y genuina, pero jamás ante una relación marca Rosatel.

El amor celebrado a golpe de tarjeta de crédito es tan efímero como su envoltorio de plástico, desvaneciéndose en la superficialidad de las redes sociales, en la búsqueda de likes. Las palabras se convierten en armas arrojadizas en la batalla por la validación. Un concurso de quién demuestra más amor, aunque sea a base de clichés y frases vacías.

Pero no solo eso. Era consciente de que esta festividad refuerza normas de género tradicionales, donde se espera que los hombres sean proveedores y conquistadores, mientras que las mujeres son vistas como objetos a ser conquistados y complacidos, vinculando su valor a su capacidad de atraer y mantener la atención masculina, relegándolas a un papel pasivo y subordinado.

Además, la comercialización de esta fecha cosifica especialmente a las mujeres, promoviendo la idea de que el amor se demuestra a través de regalos materiales, lo que alimenta una cultura de consumo que socava la importancia de la conexión emocional genuina y desvía la atención de problemas más profundos, como la desigualdad de género y la violencia machista.

Incluso estéticamente, la parafernalia del 14 de febrero me parece horrorosa: chocolates en forma de corazón, globos rojos chillones, peluches de osos amorosos con frases cursis copiadas y recopiadas, y la presión social para hacer ostentación de afecto en las redes sociales.

En medio de esas disquisiciones andaba yo cuando, de pronto, vi la luz… roja del semáforo, y una señora ofrecía ramos de flores a cinco soles. Otro señor parecía que iba a volar por la cantidad de globos que tenía colgados. Más allá, una chica arrastraba con premura un zoológico de peluches en un saco. Sus rostros ajetreados, pero con la mirada atenta para captar a sus posibles compradores. Ese era su día del triunfo. No podían dejar de ganar y nada más importaba.

Y ahí se me cayó el discurso y me hundí en la contradicción. Hasta llegué a desear todo el consumo del mundo en esta fecha.

El pasado 6 de febrero nos sorprendió la noticia que el helicóptero que conducía el expresidente de Chile, Sebastián Piñera, acompañado de tres personas, se había estrellado en el Lago Ranco en el sur de ese país.

Al pasar de las horas, se confirmó que Piñera se hundió con el helicóptero pero que sus tres pasajeros pudieron salir a tiempo sobreviviendo al fatal accidente.

Salvo algún periodista mala leche, las expresiones de consternación, sorpresa y tristeza por la súbita desaparición del ex mandatario no se hicieron esperar. Desde todos los rincones del mundo, aquellos que tuvieron el privilegio de conocer y compartir con Piñera tanto parte de su vida política como personal, inundaron las redes con un sentimiento de respeto y admiración.

Uno de los más importantes legados que Piñera deja no solamente a los chilenos sino también, a los latinoamericanos, es que más que las palabras y el verso florido, son las acciones las que determinan a las personas. 

Un hombre sencillo y familiar, que supo balancear su espíritu emprendedor, su carrera política y el amor incondicional por su familia. Su visión de un Chile unido, fraterno y sin violencia lo llevó a enfrentar con decisión y firmeza no solamente la reconstrucción del terremoto que devastó su país en el 2010 sino también, el rescate de los 33 mineros cuyo complejo salvataje fue liderado por Piñera mismo. 

En su segundo mandato, las protestas violentas de la ultra izquierda quemando estaciones del metro e iglesias pudo desencadenar una reacción violenta y legal del Estado chileno, pero Piñera, un convencido de la no violencia, prefirió ceder a la posibilidad de tener una nueva constitución, apaciguando los ánimos y evitando muertes de las que las familias nunca se recuperan.

Al terminar su segundo mandato, entrega el poder al rival de esas mismas protestas, el joven presidente Gabriel Boric, demostrando que la nación y la paz son más importantes que cualquier diferencia política.

Tanto así, que en el discurso fúnebre de Estado que Boric ofreció, lo llenó de elogios e incluso contó, que varias veces conversó con Piñera en busca de consejos lo que demuestra, en ambos y en la clase política chilena, que el interés supremo son los ciudadanos.

Ver el féretro de Sebastián Piñera rodeado de los ex presidentes Eduardo Frei y Michelle Bachelet, junto al mandatario Gabriel Boric y el presidente del Senado, Juan Antonio Coloma, haciendo la última guardia de honor, es la imagen que simboliza un país. 

Chile podrá haber pasado por momentos muy difíciles, como la dictadura de Pinochet o este último intento fallido de llevar a Chile hacia el comunismo a través de procesos constituyentes, pero nos demuestra que las instituciones funcionan y que existe respeto entre sus ciudadanos.

Estos dos ejemplos, el del Sebastián Piñera como líder y estadista, y el de Chile como ciudadanía y respeto a la democracia, deben guiar, principalmente a los políticos peruanos, a desprenderse de egos malignos y cacicazgos que solo nos llevarán a más violencia y pobreza.

Más que un Bukele o un Milei, debemos encontrar un Piñera. Nunca es tarde para enmendar rumbos y ahora es cuando.

Lo importante de que ingrese al MEF un buen titular no pasa solamente porque sepa administrar con corrección su propio terreno de acción, sino que vuelva a hacer del portafolio del jirón Junín, el eje alrededor del cual se alineen todas las carteras vinculadas a la producción.

El nombramiento de Arista ha sido bien acompañado de Mucho en el Ministerio de Energía y Minas. Hace falta saber si se colocarán en la misma órbita los titulares de Transportes y de la Producción.

Particularmente, de acuerdo a sendos informes que ha propalado Sudaca, no se ve de parte de la ministra Choquehuanca predisposición para actuar técnicamente en un sector clave para la economía nacional como es la pesca industrial.

¿Qué se necesita? Puntualmente, que encargue al Imarpe la realización de estudios técnicos que determinen, por un lado, la arbitraria zona límite de pesca en el sur, que ha hecho quebrar a decenas de empresas pesqueras y solo ha beneficiado a Chile que pesca a manos llenas mientras los peruanos vemos pasar el valioso recurso, y, por otro lado, que actualice su medición de la talla mínima de la anchoveta, que todos los indicios señalan que, por los cambios climáticos, ha reducido su tamaño viable de pesca, pero que por una regulación anticuada no se puede pescar si mide menos de doce centímetros. Ya se ha variado la talla para varias especies por las mismas razones mencionadas, y no se ha producido depredación alguna (el lenguado, por ejemplo, pasó de 50 a 38 centímetros).

¿De quién depende ello? De la ministra Choquehuanca. ¿Qué debe hacer? Muy sencillo. Encargar al Imarpe que haga un estudio técnico y si éste demuestra que la talla de desove ya no es doce centímetros sino menos, pueda autorizar su pesca con la menor medida arrojada y de esa manera sumar toneladas de recursos hábiles, ingresos económicos, crecimiento del PBI, recaudación fiscal y generación de empleo en un sector duramente golpeado por la crisis.

La industria pesquera es la última interesada en depredar el recurso. Mataría a la gallina de los huevos de oro. En este caso, la acompañan fundamentos científicos para reclamar diligencia en un sector clave para la economía y las expectativas de crecimiento del país, éste y los años venideros.

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