Opinión

Manuel Pantigoso tiene una larguísima trayectoria literaria. Poeta, periodista, docente, divulgador y gestor cultural, además de destacado académico. Por muchos años, Pantigoso ha dedicado un generoso esfuerzo a los estudios literarios de nuestra tradición. Lamentablemente, muchos de esos trabajos y conferencias, dispersos en publicaciones a veces inhallables o en emisiones radiales difícilmente escuchables nuevamente, dificultaban la valoración apropiada de una amplia obra crítica.

La Universidad Ricardo Palma ha editado, para alivio de quienes gustamos de fatigar archivos, tres volúmenes que contienen, si no toda, al menos la parte más importante de los escritos de Pantigoso sobre literatura peruana. La colección lleva como título En el nombre del Perú, el alma del Perú en la palabra y el volumen primero se dedica a examinar espacios, tendencias, y el advenimiento de la vanguardia en el Perú.

El paseo inaugural tiene un arco temporal ambicioso y se adentra en exploraciones históricas (un muy recomendable estudio sobre Jorge Basadre), en la discusión sobre la literatura inca, en el análisis de varios cronistas (la comparación entre Murúa y Guamán Poma no tiene pierde), en la literatura de la independencia y el proceso que nos conduce al modernismo (rescatar a Yerovi siempre será una buena idea) hasta el posmodernismo y el surgimiento de la vanguardia en el Perú.

El segundo volumen tiene como eje temático la vanguardia plena y la posvanguardia. Quisiera destacar el estudio minucioso de los “ismos” nacionales, en la medida en que aclara un universo temático mal leído y peor estudiado. Los textos sobre Vallejo, Mariátegui y Churata se cuentan entre lo más graneado de este volumen, al igual que sus aproximaciones a Oquendo de Amat, Moro o Westphalen.

Se ocupa también de la llamada Generación de la crisis del 30-36, donde destacan figuras como el educador Emilio Barrantes, un hermoso texto sobre la literatura infantil en el Perú, el examen de la obra de Diez Canseco. Del mismo modo, destaca aquí lo escrito sobre Ciro Alegría, Luis del Valle Goicochea (poeta que es urgente rescatar) y José María Arguedas, entre otros autores de esta época.

El volumen final somete a examen la poesía y la narrativa contemporáneas, partiendo de la Generación del 50 y culminando en la década de los noventa, añadiendo un capítulo final en el que echa una mirada sobre pintores, periodistas, pensadores, científicos y educadores, entre otros intelectuales, cuyo trabajo sobre el Perú viene marcado por la relevancia. 

El balance que practica Pantigoso sobre la poesía y la narrativa del cincuenta es irreprochable, pues se ocupa no solo de sus representantes más importantes, sino además lee con rigor las diversas características que adquirió la escritura en los miembros de esta importantísima y singular generación. Quisiera destacar dos trabajos en este apartado: las lecturas de Blanca Varela y de José Ruiz Rosas, respectivamente. 

Igualmente, en su lectura de la narrativa del período que va de 1960 a 1990, encuentro valiosos acercamientos a Miguel Gutiérrez, Augusto Higa, Antonio Gálvesz Ronceros, José Antonio Bravo, Carlos Calderón Fajardo o Roberto Reyes, pasando por Fernando Ampuero y Alonso Cueto. El paisaje es bastante ancho y permite una mirada de conjunto muy completa. En poesía cabría decir lo mismo: Heraud, Corcuera, Cisneros, Martos, Verástegui, Watanabe o Chirinos resultan nombres insustituibles en una lectura de la poesía peruana de dicho periodo. 

Al final de cada volumen, una magnífica iconografía sirve de remanso visual. La crítica es una forma de diálogo con la tradición y sus textos, no la entronización del gusto o el yo del crítico. Pantigoso cumple cabalmente con el primer presupuesto. Este tríptico constituye, desde ya, material de referencia para quien quiera aventurarse por el bosque literario nacional. 

Manuel Pantigoso. En el nombre de Perú, el alma del Perú en la palabra. Lima: Fondo Editorial de la Universidad Ricardo Palma, 2021.

Libro de Manuel Pantigoso

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Solo un acto de malsana prestidigitación podría explicar el optimismo exultante del ministro de Economía, Pedro Francke, respecto de la realidad que afronta el país.

Enarbolar orgullosamente las cifras de crecimiento del PBI del 2021 respecto del 2020, en el cual la infame cuarentena dispuesta por el presidente Vizcarra destrozó la economía y produjo una caída de 11.12%, es una argucia demagógica. Estamos ante un simple rebote estadístico, no ante un crecimiento real de la economía.

Inclusive, el tan promocionado crecimiento de la inversión pública (22%), se acota a su justa medida si, como ha hecho Fabiola Alfaro, del SAE/Apoyo Consultoría, se saca de ella el incremento de precios (no el incremento “real” de la inversión): ello explica la mitad del presunto crecimiento; y si, luego, se extrae la inversión en el aeropuerto de Chinchero y la Reconstrucción con Cambios (hechos por convenios de gobierno a gobierno), resulta que la inversión pública real, sin esos factores distorsionantes, no creció respecto de la del 2019.

La verdadera consecuencia de la pérdida de la confianza empresarial, el caos político y la incertidumbre social provocada por este régimen se va a notar con mayor intensidad este año, cuando se avizora un desplome de la inversión privada (de 9% calcula el IPE), consecuentemente del empleo formal, y un crecimiento modestísimo del PBI de menos del 2%.

Con un gobierno proinversión, el boom de los precios de los metales nos podría llevar, como sucedió en el segundo gobierno de García, a tasas superiores al 6% anuales y a reducir la pobreza de manera considerable. Pero eso no va a ocurrir, a pesar de los vientos globales a favor, por obra y gracia de un régimen atrapado en la medianía más obscena en casi todos los sectores de la administración pública.

Es verdad que Castillo no ha provocado estatizaciones, expropiaciones, confiscación de ahorros privados, ataques a los grupos empresariales privados, ni ha impulsado, fuera de alguna letanía cada vez más aislada, la Asamblea Constituyente, como muchos temían, y eso hay que saludarlo, ya que pudo haber sido peor, pero nada de ello le extiende carta de gracia para adjuntarle alguna felicitación por la buena gestión que no está haciendo en materia económica. Por lo que se ve, no hay razón alguna para ver al ministro Francke tan campante y lenguaraz.

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El llamado al ataque lo había hecho Trump unas horas antes. Stop the Steal (Para el Robo) gritaba la turba de miles de neofascistas, como los Proud Boys (Chicos Orgullosos), cuando tomaron el Capitolio hace exactamente un año. Armados con martillos, picos y sprays con químicos, estaban decididos a cancelar la confirmación del triunfo de Joe Biden por el Congreso. 

Los pocos policías que resguardaban el Congreso fueron rápidamente superados. Por la noche la Guardia Nacional logró retomar el control. La violencia dejó cinco muertos y decenas de heridos, pero las secuelas psicológicas se expusieron a los días y meses, cuando cuatro de los policías que respondieron al ataque se suicidaron. Trump tuvo una derrota inicial, pero estuvo muy cerca de quebrar el orden constitucional. 

Los demócratas y progres liberales crearon la narrativa que Trump era un tonto, mentiroso y corrupto, pero no ha funcionado. El neofascismo esta imponiendo su relato al seguir generando dudas sobre el sistema electoral estadounidense. Hace unos días, el programa político Meet the Press de NBC reveló que hay un aumento de medios de comunicación de extrema derecha y que han conseguido que 4 de 5 republicanos crean que las elecciones de 2020 fueron fraudulentas. Otras encuestas revelan que el 64% de estadounidenses cree que el sistema democrático está en crisis.

A pesar de cancelar las acciones de conmemoración por la insurrección del 6 de enero y consciente de aún no contar con la correlación de fuerzas necesarias, Trump sigue apostando a una estrategia de mediano y largo plazo que apuntan a las elecciones del 2024. Una manera de validar las siguientes elecciones es teniendo a ultraconservadores como secretarios estatales, por lo que está movilizando a sus candidatos para esas posiciones en Georgia y Pennsylvania y otros estados donde lo resultados son ajustados. 

Hasta ahora la lucha política se está dando por el espacio electoral. Los conservadores se han ido aún más a la derecha y han ganado espacio en las ultimas elecciones regionales y locales. En Nueva York la extrema derecha ha logrado ganar más representantes, quitándoles espacio a algunos republicanos moderados y demócratas conservadores. Inermes, los demócratas se muestran más preocupados por salvar un sistema democrático obsoleto, corrupto y elitista, remendar el capitalismo y continuar con los gastos millonarios de la industria armamentista, encaprichados en su “guerra anti-rusa”. 

La narrativa anti-fascista de avergonzar a Trump por “haber introducido el fascismo en EEUU”, tampoco ha funcionado por completo. Invisibilizando el capitalismo racial, los demócratas pretenden ocultar la historia fascista de EEUU, una nación fundada como una democracia blanca supremacista e imperialista, despojando a los pueblos indígenas de sus tierras con políticas genocidas y estableciendo la esclavitud de negros africanos. En 1865, la esclavitud fue reemplazada por las leyes fascistas de Jim Crow, que legalizaron la segregación racial y que le dieron a Hitler la idea de institucionalizar el racismo y la persecución del pueblo judío en Alemania.

Mientras los demócratas esperan qué hacer, la comisión del Congreso, presidida por el demócrata Bennie Thompson, y conformada por siete demócratas y dos republicanos, está investigando los episodios del 6 de enero. Hace días se ha ido compartiendo información, mientras hacen un llamado para interrogar a congresistas republicanos sospechosos de apoyar la insurrección, como los miembros del ultraconservador Freedom Caucus.

Un punto importante es la confirmación de la oposición del Pentágono a Trump el 6 de enero, que, sumado a las acciones del FBI y la CIA durante su administración, demuestran que estas instituciones siguen siendo controladas por el sistema neoliberal imperialista, sostenido tanto por los demócratas neoliberales y republicanos “moderados”. El FBI, por ejemplo, ha jugado en paralelo con los demócratas, infiltrando la campaña de Trump para crear el sentimiento anti-ruso (Russiagate), así como la persecución de la CIA contra Assange, la cual empezó con Obama en el 2009. Esto significa que la incipiente democracia estadounidense le sigue siendo funcional a las clases dominantes. Con una izquierda debilitada, no parecen aún necesitar a un neofascista en el poder.  

La pregunta que se hacen los analistas es si Biden es lo suficientemente fuerte para tomar medidas contra los responsables de la insurrección del 6 de enero. Si lo hace justificará la narrativa neofascista de que el sistema es una tiranía corrupta. Si Biden y los liberales no toman ninguna acción ejemplificadora, Trump y las fuerzas neofascistas continuarán construyendo sus bases e imponiendo su narrativa en medio de la desilusión de un sistema político y económico que ya no da para más. 

No olvidemos que el gestionar el establishment como su único interés, llevó a la derrota demócrata, el triunfo de Trump y el avance neofascista en el 2015. La amenaza neofascista es global y responde a la crisis capitalista con un discurso abiertamente anti-inmigrante, racista y anti-derechos. Al igual que el avance del fascismo en el Perú, votar no es suficiente para enfrentar al fascismo. Necesitamos una estrategia de masas y con un proyecto más grande que el electoral.

 

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6 de enero, insurrección, Joe Biden, Presidente de los Estados Unidos, Stop the Steal

UNO

“Ponlo de una vez, quiero escucharlo completo” le dije. Fue mi primera vez con el Álbum Blanco. Corría el año 81 y estaba en la casa de mi causita Memo. En ese tiempo, vivía en Mangomarca, un barrio mesocrata, con hileras de casas blancas y patios delanteros.

Dos horas antes, en una tarde soleada, Guillermo tocó la puerta de casa.

  • “Oye tengo el Álbum Blanco
  • No jodas, contesté
  • ¿Quieres escucharlo conmigo?”
  • Seeeeeeeeeee

Mandé a la mierda la tarea de aritmética y fuimos a su casa que estaba a la vuelta. Puso cuidadosamente el disco y nos dispusimos a escucharlo sentados en el jardín de su casa. Colocó un parlante, en la ventana, para que todo el vecindario sepa que estábamos escuchando. Durante más de hora y media, quedamos inmóviles y sin aliento. Eran temas casi sin pausa. Uno mejor que otro. 

Iniciaba con un rocksurfer de los cincuenta “Back in the URSS” (homenaje a Chuck Berry y los Beach Boys); una pequeña muestra de reggae en “Obladi-oblada”; otra llena de galimatías “Glass Onion”; dos pastoriles “Mother Natures Son” y “Blackbird”; y otra descarnadamente sexual “Why dont we doing in the road”. El contraste era evidente. Luego se ahondaba con“Yer Blues”, “Helter Skelter” y “Everybody Hide Something Except me and my monkey” (el bajo de Paul es grandioso); una mística y religiosa “Long, long, long”; la intimista “While my guitar Wently weeps” que confirma el genio de George. Es una de las mejores del álbum. Ah, y el homenaje al music hall “Honey Pie”

La letra, de varias canciones, era de tal complejidad y una belleza poética que aún asombra. 

“La mitad de las cosas que digo no tienen sentido, 

solo las digo para alcanzarte”

o tomaba posiciones políticas:

“Me preguntas por mi contribución
Bien, tu sabes
Nosotros haremos lo que podamos

Pero si quieres dinero para gente cuya mente está llena de odio

Lo único que te puedo decir hermano, es que te esperes”

Y denostaba a los politicos (¿peruanos?)

“Con la vida asegurada en sus pocilgas

no les importa lo que pasa fuera

en sus miradas falta algo

y lo que necesitan es una buena paliza”

Pasaban de un género a otro sin pausas. Más country –¿o western? – “Rocky Raccoon” y “Dont Pass me by”; el rock festivo de “Bhirtday”; la acústica “I Will”; a la surrealista e iridiscente “Happines is a warm gun”. Para muchos, los mejores tracks del álbum son “Happines …” junto con “Im so tired”, donde se logra impregnar un ambiente cansino. Al final del disco, sucedía lo insólito: la antonimia perfecta, como dijo un crítico inglés: te generaban pesadillas y en el último track te mandan a dormir (“Good Night”). 

Memo y yo parecíamos hipnotizados, solo se movían nuestros rostros para asentir y afirmar, sin palabras, que era un álbum de la puta madre. 

DOS

Había escuchado mucho acerca de este álbum en los años anteriores. En 1978, encontré, en la casa de mi abuelo paterno, la revista Life en español. Justamente de diciembre del 68, en donde Los Beatles presentaban el álbum en mención. Junto al artículo venia las letras de varias de las canciones. Leí el artículo embelesado. Como no tenía el money (era misio) para comprarlo, entonces hacia lo más lógico en aquel tiempo: escuchaba la radio para cazar cuando una emisora trasmitía algún tema. Generalmente lo escuchaba en programas dedicados a los 4 de Liverpool (sábados de 11 am a 12 am en Radio El Sol). Pero nunca el álbum completo, hasta aquella tarde de 1981.

Lo regio de todo este asunto es que muchos de los temas eran simplemente para eso: escucharlos, como la música clásica. A tal grado de madurez había llegado el rock, en aquellos años, que había trocado en música culta

La portada es icónica. Minimalista, la antítesis del Sargento Pimienta. Adentro había un collage de fotos. En la versión americana, venía con fotos incluidas, de tamaño mediano, de los Fabfour. Mientras la versión latina (al menos la que vino al Perú) carecía de esas fotos; ergo, tampoco tenía impresa la letra de las canciones (una huevada).

Ahora la generación actual no compra discos. No lo necesita, todo lo tienen a un clic de distancia. Eso sí, los jóvenes de ahora, no han contado con la experiencia de tener un vinilo en sus manos, palparlo, olerlo y emocionarse por ser dueño de un elepé. Cancherear a tus amigos, en voz alta, en plena tertulia musical “Yo ese álbum lo tengo”. Eso es algo que nosotros los cincuentones hemos experimentado y nunca olvidado: amar a un vinilo y cuidarlo in extremis Llegué a forrar con papel contact las portadas, comprar papel forro para hacer lo mismo con los discos y limpiarlos cuidadosamente con alcohol.

TRES

Cuando vuelvo a escuchar el disco, en mención, concluyo que es atemporal. No ha envejecido un ápice. Logra conmoverme a pesar de mis 55 años. Eso sucede con la música, te brinda solaz, sosiego, trasladándote a tiempos pretéritos. Pero el disco de The Beatles hace algo más: escarba en tu vida y te deja expuesto. Te permite elucubrar, tonificándote para enfrentar la agitada vida cotidiana.

Algunos críticos indicaron que era un álbum desorganizado, que no era la suma de un trabajo grupal, sino todo lo contrario. Años después, nos enteramos que efectivamente fue así. Lo cual engrandece la obra. Aún peleados, Los Beatles eran capaces de dar un salto para atrás y luego atomizarse. Definiendo la música que vendría más adelante. Salió a la venta el 30 de noviembre del 68 en EE.UU. e Inglaterra. En América Latina llegó en marzo del año siguiente. Insólito.

Al terminar de escucharlos los 2 discos Memo y yo quedamos de una pieza y como nunca nos había sucedido: Sin habla. 

Luego, de tragar saliva, Memo me preguntó en voz bajita. 

¿“Lo escuchamos de nuevo”?  Asentí moviendo la cabeza. 

 

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álbum Blanco, Música

Confiada, al parecer, en los resultados de la última elección en Lima, la derecha se apresta a ir dividida en los próximos comicios ediles en la capital de la República. Rafael López Aliaga por Renovación Popular, César Combina por Fuerza Popular y Luis Molina, actual alcalde miraflorino, por Avanza País, las tres principales fuerzas de la derecha peruana.

En las últimas elecciones, para la candidatura presidencial, la derecha encabezó la jornada: los resultados en Lima Metropolitana fueron Avanza País 17.036%, Renovación Popular, 16.808%, y Fuerza Popular 13.593%, dejando en cuarto lugar a la izquierda, de Juntos por el Perú, con 8.189%.

Los comicios parlamentarios, que tal vez pudieran ser mejores indicadores de la real representación ciudadana, reflejaron en Lima, resultados parecidos: los tres primeros puestos para la derecha, encabezando Renovación Popular con 13.561%, seguido de Fuerza Popular, con 11.756% y tercero Avanza País, con 10.789%.

Lima es, claramente, una plaza derechista y, en esa medida, se esperaría que las elecciones para alcalde de Lima, a realizarse el 2 de octubre de este año, confirmen esa predisposición y, aun cuando las elecciones ediles no suelen tener mayor connotación política, es claro que en las actuales circunstancias de un gobierno nacional de izquierda, sería un gran triunfo político para la derecha asegurarse Lima y ejercer así, desde el segundo cargo político más importante del país, un contrapeso a la figura presidencial.

Los astros, sin embargo, parecen estar alineándose en contra de esa expectativa. La derecha va dividida a las elecciones municipales de Lima y le deja así abierta la puerta a cualquier candidato sorpresa que aparezca en el firmamento (Urresti, Indira Huillca, Belmont, etc.), que con un 15% podría ganar las elecciones y arruinarle a la derecha lo que debería ser una jornada política triunfal.

Corresponde que se pongan de acuerdo los tres partidos de derecha y lancen un solo candidato. Eventualmente, podría ser una excelente ocasión para que efectúen primarias abiertas y así decidan quién sería el candidato de dicha coalición. La división puede ser fatal y preanuncia un fracaso estrepitoso.

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Derecha, ideología, política peruana

Empecé a identificarme con el feminismo hace casi dos décadas, era muy joven y había algo en mí que me hacía indignarme frente a aquello que – a los ojos de gran parte de la población – parecía natural, eso que justamente entraba en el orden de lo “normal” me sonaba muy extraño, pero también me hería de diferentes formas. 

Por indignación frente a las injusticias, por vivencias propias y ajenas me fui metiendo en un mundo de cuestionamientos, de críticas al statu quo, fui rompiendo la indiferencia frente a la desigualdad y la violencia, pero con lentes feministas. En ese camino encontré a otras “locas”, otras “brujas” como yo, con quienes me fui identificando, mujeres que veía luchar, reflexionar, debatir y cuestionar; siempre pensando en construir un sueño, una utopía. 

Se ha construido feminismo desde diferentes espacios, la reflexión colectiva e individual no se ha dado desde un solo lugar. Hemos sido y somos diversas.  Feministas en ONGs, en los centros de estudio, en las calles, activistas, mujeres con lógicas diferentes, jamás hemos sido homogéneas, pero siempre se ha tenido una construcción activa y constante de conocimiento y una gran capacidad para detonar la acción social.  

Si recorro los últimos 18 años, he observado encuentros, desencuentros, nudos, entrampamientos, duras discusiones, pero también diálogos, reflexión profunda, solidaridad, sororidad, empatía, construcción colectiva, movilización social y una fuerte visibillización de las sujetas políticas, lo que ha sido fundamental para exigir el reconocimiento de derechos.

Mi memoria vivencial solo recorre estas casi dos décadas, pero el feminismo en el Perú es mucho más antiguo y ha pasado por diferentes momentos; es un movimiento vivo, potente, en donde han existido y existirán diferencias profundas que detonarán debates, algunos nudos que habrá que ir desatando, reflejándose así nuestra fuerza y diversidad de pensamiento. 

A la par que el feminismo avanza, también lo hacen sus detractores, el patriarcado se defiende y reacciona con especial ferocidad y sanción contra quiénes se atreven a cuestionar sus mandatos; se fortalece de la mano de un modelo de desarrollo deshumanizante para mantener el orden de estatus diferenciado. En estos escenarios, de avance de los fundamentalismos y los sectores antiderechos el rol de los feminismos, de sus organizaciones, colectivas y activistas es crucial. La actitud de permanente critica contestaria, así como de análisis y reflexión interseccional es clave en tiempos donde lo que se encuentra en disputa es la idea de bienestar y de desarrollo. 

Pensar que el feminismo debe ser homogéneo es un error, creo que es clave reconocer las diferencias como parte de un todo y desde ahí construir las diversas memorias y los caminos hacia un futuro plagado de desafíos. No creo que sea imperativo ni saludable que todas estemos perfectamente coordinadas o articuladas, pero si se necesita reconocer el camino recorrido, comprender la historicidad de los procesos y sobre todo rechazar narrativas que, muchas veces, basadas en datos errados o inexactos, buscan estigmatizar o invalidar a las feministas que luchan desde uno u otro escenario.

Reconocer el aporte de todas, de las que construyen desde la teoría, desde las calles, desde las ONGs o cualquier otro espacio es clave. Recuperar las memorias, reconocer los aportes mutuos, enriquecernos con ellos, superar las divisiones es parte de lo que tiene pendiente el feminismo para seguir fortaleciéndose en su diversidad.

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Tiene razón Felipe Ortiz de Zevallos cuando, en entrevista dominical en El Comercio, reclama la existencia de un centro político, como manera de fortalecer la democracia y su viabilidad, y de darle, al país, un eje de acción.

El desafío planteado comienza, sin embargo, cuando se trata de configurar ideológicamente ese centro. Porque claramente, no se trata de instituir una constelación promedial, sin controversia ni zanjamiento en cuestiones cruciales. Se busca un centro, no un punto medio aguachento.

Y eso pasa, claro está, por una postura alejada de los extremismos revolucionarios de la izquierda y los pasadismos conservadores de la derecha. Ni la dinamitación del statu quo ni su cimentación eterna.

En esa perspectiva, la única manera de que el centro no sea tan solo un polo inercial, carente de sentido reformista, es que se imbuya de una ideología liberal, capaz de plantear reformas estructurales importantes para la profundización del capitalismo competitivo (no el mercantilista que nos define) y, a la vez, para la institucionalización operativa de la democracia (no el sistema político electoral vacío de representación eficaz que hoy nos caracteriza).

Porque si el centro no se imbuye de liberalismo, será más de lo mismo que hemos tenido durante la transición post Fujimori y que explica, en gran medida, por qué el país terminó pateando el tablero y optando por un candidato disruptivo, a pesar de los indudables beneficios socioeconómicos que conllevó el proceso de semimercado desplegado (si hubiera habido política promercado en estos últimos 25 años, el Perú ya sería un país cercano a los indicadores de desarrollo primermundista).

Ese centro liberal bien puede albergar un ala de derecha y otra de izquierda, dependiendo de cuánto papel se le quiera otorgar al Estado en determinados aspectos (salud y educación pública, políticas sociales, derechos ciudadanos, etc.), pero adquirirá consistencia si pasa por una clara definición promercado y prodemocracia, por encima de cualquier circunstancia y sin ningún atenuante.

Ese centro se necesita en el Perú, capaz de ser, además, un polo de atracción creciente de filiaciones izquierdistas y derechistas que vayan migrando de posturas disidentes o reaccionarias, hacia fórmulas de cambios importantes, pero dentro de la gradualidad que exige la democracia.

Este centro, como tarea pendiente, por cierto, es algo muy lejano de lo que hoy, por un descarte topográfico (lo que no es, por un lado, Perú Libre o Juntos por el Perú, y no es, por el otro lado, Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País), llamamos así, generosa e injustamente. Un centro republicano y liberal, a fondo, es lo que el Perú requiere para recuperar la utopía bicentenaria.

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Al tercer día de la designación del Ministro de Educación, un asesor diligente le alcanzó un informe sobre la situación de las universidades públicas y privadas en los rankings internacionales, una de las metodologías usadas para medir la calidad de las universidades, durante el 2020 y el 2021. El Ministro se detuvo en los debates acerca de la pertinencia y el objetivo de llevar a cabo tal medición, en los indicadores seleccionados para la misma y en los sesgos predecibles. Es más, puso particular atención a los resultados de dos reconocidos rankings: Times Higher Education y QS Latin America University Rankings. 

En el Times Higher Education, a julio del 2021, figuraban ocho universidades nacionales en el ranking de las mejores universidades de América Latina y el Caribe. Dos más que en el 2020. Entre las 100 primeras, de un total de 177, se encontraban dos universidades privadas: la Pontificia Universidad Católica del Perú (puesto 36) y la Universidad Cayetano Heredia (puesto 51); y dos universidades públicas: la Universidad Nacional Agraria La Molina (puesto 76) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (puesto 81). Las otras cuatro, ubicadas a partir del puesto 151, eran las siguientes: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, Universidad San Ignacio de Loyola, Universidad San Martín de Porres y Universidad Científica del Sur. 

En tanto, en el QS Latin America University Rankings 2020, entre las 100 primeras, se ubicaban la Pontificia Universidad Católica del Perú (puesto 18), la Universidad Cayetano Heredia (puesto 73) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (puesto 68). Al año siguiente, a las tres universidades señaladas, se sumó la Universidad del Pacífico (puesto 95). Entre uno y otro año,  con la excepción de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, mejoraron su ubicación en el ranking. De igual modo, el Ministro revisó con detenimiento los 16 indicadores que utiliza QS para formular sus rankings, algunos de los cuales los asoció con los estándares mínimos o Condiciones Básicas de Calidad que las universidades deberían contar para licenciarse tales como las de disponibilidad de docentes calificados, producción académica y mecanismos de inserción laboral para sus egresados. 

Asimismo, recordó algunas de las conclusiones del II Informe Bienal sobre la realidad universitaria en el Perú elaborado por la Superintendencia de Educación Superior Universitaria (Sunedu) en cuanto a los resultados de la investigación y su publicación en revistas indexadas. Así, entre el 2014 y el 2020, su número se triplicó pasando de 1770 a 5823; y el Ranking nacional de universidades según investigación. El cual se elaboró para que se contara con un indicador de la producción científica de la investigación universitaria según estándares internacionales de calidad. 

En su formulación se empleó la información de los documentos de todas las disciplinas publicados en revistas indexadas por Web of Science (WoS) y Scopus por separado, dos bases de datos reconocidas por sus rigurosos estándares editoriales y científicos. Así en el Ranking general – Wos la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad de Ingeniería y Tecnología y Universidad Nacional Agraria La Molina ocuparon los cinco primeros puestos. Mientras que en el Ranking general – Scopus, en las cinco primeras ubicaciones, figuraban la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad Nacional Agraria La Molina y Universidad Científica del Sur. 

El posicionamiento e incremento de las universidades en los rankings internacionales; el aumento de publicaciones en revistas indexadas producto de las investigaciones llevadas a cabo;  y la elaboración de un ranking de universidades según su producción científica e impacto confirmaron al Ministro que la reforma universitaria había encaminado a las universidades licenciadas por la ruta de la mejora continua y la prestación de una educación de calidad en beneficio de sus comunidades académicas y el país. Por eso mismo, reafirmó su decisión de defenderla y profundizarla. Esta ficción sobre el Ministro y su postura favorable a la reforma universitaria ojalá se haga realidad. 

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Leyendo Ojo por Ojo de Umberto Jara, me topé con un párrafo sobre el accionar de Vladimiro Montesinos que decía lo siguiente: “Montesinos […] pasó a controlar las fuerzas armadas y policiales en su totalidad […] e impuso en los principales cargos a sus compañeros de promoción sin importar méritos o capacidades.” ¿Esto les suena familiar? Muy parecido al reciente escándalo por los ascensos forzados en las FFAA donde Castillo buscó influir para ascender a dos coroneles que, coincidentemente, nacieron en el mismo distrito del actual presidente.

Definitivamente en el Perú, apostar por la calidad y la meritocracia no siempre han sido prioritarios, y es algo que venimos viendo desde hace muchos años, no solo en la política peruana sino también en otros sectores como educación. 

El documento “Marco Conceptual del Grupo de Directivos Públicos del Servicio Civil Peruano” publicado por SERVIR señala que el 80% de los puestos directivos del Estado serán ocupados por profesionales seleccionados en concursos públicos competitivos, dejándose un 20% para cargos de confianza, pero que deben cumplir con el perfil del puesto (Fuente: SERVIR). Y hoy en día, el mismo Congreso está buscando vulnerar esto con la modificación de la Ley de Reforma Magisterial.

Este año, la Prueba Única Nacional, que es la evaluación que deben rendir todos los docentes para postular a una plaza en 2022-2023, fue filtrada, y el Minedu amplió los contratos para asegurar la presencia de maestros en marzo próximo. El Congreso aprobó eliminar esta prueba en el 2021, y además de eso, aprobó incorporar a la carrera pública magisterial a todos los profesores que trabajan en instituciones educativas que no son controladas por el MINEDU, sino por MINDEF o MININTER, sin que deban aprobar previamente la Prueba Única Nacional. ¿Dónde quedó la meritocracia? Si el mismo Congreso parece estar en contra de ella, y supuestamente son quienes representan a todos los peruanos, entonces, ¿qué podemos esperar? 

Definitivamente estamos lejos de tener un cambio en los ámbitos mencionados. Los años pasan, y nada cambia, y al parecer, siempre hay intereses ocultos que prevalecen sobre el bienestar del país. Y el problema no solo es que escogemos mal a nuestros líderes políticos, sino que el sistema tampoco ayuda. Hace unos años se aprobó la no reelección de congresistas, lo cual yo creo que es un craso error y, además, uno de los factores por los cuales no existe la carrera política, ni tenemos buenas opciones para elegir. Como menciona Martín Hidalgo en su libro Congresopedia, “Al no poder reelegir a sus cuadros, los partidos han optado por buscar personalidades de distintos rubros sin detenerse a pensar en la importancia de la carrera política, y específicamente la especialización parlamentaria”.

Por eso mismo no sorprende ver a exfutbolistas postulando a cargos públicos como George Forsyth, Jean Ferrari o el Coyote Rivera, o a una actriz como Vanessa Terkes postulando al Congreso. Aparte de Forsyth, ninguno de los demás mencionados tenía alguna experiencia legislativa, y muchos partidos recurren a estas personalidades para ganar votos y lograr pasar la valla electoral. Actualmente tenemos congresistas que parecen luchar por presentar el mayor número de iniciativas donde figure su nombre, antes que presentar proyectos de ley que realmente aporten, o siquiera conocer bien el reglamento en lugar de blindar a personajes cuestionables.

Nos urge un cambio. Necesitamos que las personas que trabajan para el país estén ahí por sus capacidades, por su experiencia, por el mérito, no simplemente por contactos, por allegados, o por intereses personales. Y esto precisamente juega un rol sumamente importante en la corrupción que nos aqueja hoy en día. No sigamos permitiendo que quienes nos gobiernan continúen haciendo del Estado su tablero de ajedrez. Alcemos la voz de ser necesario, informémonos para estar al tanto de lo que sucede con nuestro país, e involucrémonos para generar un cambio. Si nuestras autoridades no lo hacen, no nos quedemos sentados de brazos cruzados.

 

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