Opinión

El 29 de septiembre de este año Sudaca publicó una impecable investigación periodística sobre cómo el Club de Regatas Lima había tratado el caso de Piero Corvetto, jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), quien fue agredido el 26 de junio en las instalaciones del club en Chorrillos por Enrique Zignago Landavere (68) debido a su rol en los resultados electorales que dieron a Pedro Castillo como vencedor en las elecciones presidenciales. Mientras que el agresor fue castigado con 60 días de suspensión, Corvetto, en cambio, sólo por haber comunicado públicamente que fue víctima de una agresión en el Club Regatas, fue suspendido indefinidamente, siguiéndose una manera de proceder que violó incluso las normas que para estos casos dispone el mismo Estatuto del Club, lo cual ocasionó la renuncia de cuatro integrantes de la Junta Calificadora y de Disciplina.

Esto que, por lo menos desde un punto de vista ético, se nos presenta como una injusticia, tiene sus raíces en el mismo Estatuto, que blindaría al club de injerencias de la justicia civil y penal, en perjuicio de los asociados. Por ejemplo, en el artículo 61 del Estatuto se menciona entre las infracciones susceptibles de ser sancionadas por la Junta Calificadora y de Disciplina el «iniciar, mantener o publicitar querella o acción judicial contra el Club, a excepción de las acciones de impugnación establecidas en el Artículo 92º del Código Civil», las cuales se refieren a la impugnación de acuerdos internos que violen disposiciones legales o estatutarias. En lo demás, el socio queda prácticamente indefenso, pues debe renunciar a la jurisdicción del Poder Judicial en las instalaciones del club, si quiere seguir siendo miembro activo del mismo. Un cobro excesivo o injustificado, un accidente por incumplimiento de normas de seguridad, un acto de discriminación en cumplimiento de una norma del club, por poner algunos ejemplos, no pueden ser denunciados por el socio afectado ante el Poder Judicial, sin que ello conlleve una sanción que puede incluir la suspensión de sus derechos o la expulsión del club. La Junta Calificadora y de Disciplina se convierte en un sustituto de la autoridad judicial, como máxima instancia sancionadora de faltas y delitos dentro la institución. Si al socio se le sanciona irrevocablemente dentro de un proceso disciplinario y quiere apelar, buscando demostrar su inocencia respecto a aquello de que se le acusa, y presenta una denuncia ante el Poder Judicial, lo más probable es que sea sancionado con una expulsión del club.

Además, en el mismo artículo 61 se señala también como una infracción el «afectar el prestigio del Club o su marcha institucional con actitudes o manifestaciones públicas, verbales o escritas, o publicaciones». Este artículo se presta a arbitrariedades de todo tipo, pues ¿qué cosa es el “prestigio” del club? Se trata de un concepto de puede ser interpretado por los directivos como les dé la gana, de modo que hacer pública una crítica constructiva, afiliarse a un partido de izquierda o apoyar políticamente de manera abierta a un candidato que no represente los intereses de la clase empresarial podrían interpretarse como una afectación al prestigio del club.

Creo, además, que el prestigio de una institución no debe ser objeto de ninguna norma o ley, pues se trata de una característica variable que puede cambiar con el tiempo, dependiendo de lo que haga la institución. El prestigio se gana y también se pierde, y no se puede culpar a ningún socio de que ello ocurra. Además, el club no sólo está desprestigiado desde hace tiempo por su imagen de emporio racista y elitista, sino también por hechos que han salido a la luz y que manifiestan la poca transparencia y voluntad de justicia que tiene su directiva.

Está la investigación preliminar que abrió el fiscal provincial penal de Chorrillos, Lucas Toscano, en febrero de 2019 por el presunto delito de discriminación en el Club Regatas, tras la difusión de un mensaje de una socia que se quejaba de la presencia de empleadas del hogar en zonas de esparcimiento del club, afirmando incluso que no tenían derechos, sólo obligaciones, porque ellas no pagaban por entrar al local. Dudo de que el club haya colaborado con la investigación, pues su mismo Reglamento Interno para las Trabajadoras del Hogar avala lo que decía esta socia.

También está el caso de Gustavo Salazar, expresidente del club y prófugo de la justicia desde el año 2017, por actuar de intermediario en una coima de la empresa Odebrecht al exgobernador del Cusco, Jorge Acurio. El club lo suspendió provisionalmente hasta que se aclare su situación. Pero esto demuestra no sólo la falta de rigor que puede tener la institución en la elección de sus directivos, sino también que hasta el presidente del Club Regatas puede ser un delincuente.

O el caso de Álvaro Privat Zimmermann, quien en febrero de 2017 habría hecho tocamientos indebidos a una niña de 10 años el local de Chorrillos, a raíz de lo cual fue suspendido. Aún tratándose de un delito, el club habría cometido otro al omitir la denuncia a la que lo obliga la ley.

Otra infracción indicada en el artículo 61 es «cometer actos reñidos contra la moral y las buenas costumbres», lo cual se presta a toda clase de subjetivismos. Por ejemplo, parece que las conductas racistas o discriminatorias forman parte de la moral socialmente aceptada de quienes pululan habitualmente en los locales del Club Regatas, pues no se tiene noticia de que jamás un socio haya sido sancionado por racista. Por otra parte, parece que el elitismo, la homofobia y el machismo no parecen estar reñidos con la moral y las buenas costumbres de los socios del club.

¿Tiene el Club Regatas derecho a hacer absolutamente lo que le dé la gana? En teoría, no; en la práctica, eso ya es otra cuestión. En sentencia del Tribunal Constitucional del 30 de noviembre de 2005, que declara infundada la acción de amparo solicitada por Luis Guillermo Bedoya de Vivanco por haber sido suspendido indefinidamente del club, se dice que dentro del «derecho de asociación o, dicho de otro modo, dentro de su contenido constitucionalmente protegido, también se encuentra la facultad de que la asociación creada se dote de su propia organización, la cual se materializa a través del Estatuto. Tal estatuto representa el pactum associationis de la institución creada por el acto asociativo y, como tal, vincula a todos los socios que pertenezcan a la institución social». Eso incluye también «el poder disciplinario sobre sus miembros», que comprende también «la hipotesis de aplicar suspensiones».

Sin embargo, el caso de la suspensión indefinida de Piero Corvetto podría ser un ejemplo modélico de las arbitrariedades que se practican en el Club Regatas. El mismo día de los hechos, el 26 de junio de 2021, la Junta Calificadora y de Disciplina del Club Regatas publicó un comunicado, donde dice que «lamentamos profundamente que situaciones de discrepancia entre personas o grupos, que deberían resolverse con un cruce respetuoso y tolerante de posiciones en ámbitos privados, tengan que escalar a hechos de violencia innecesaria y de manera pública, exponiendo situaciones estrictamente de privados». Hay quien creyó que eso significaba que se iba a sancionar únicamente al agresor. Pero la lógica del club en defensa de su prestigio es otra. Al agresor, que no hizo públicas las acciones de carácter delictivo que realizó (injuria y agresión ilegítima) se le aplicó una suspensión de 60 días. A Corvetto en cambio, se le aplicó una suspensión indefinida por haber hecho público que había sido objeto de acciones delictivas, las cuales, según el comunicado del club, deberían haber sido manejadas como «situaciones estrictamente de privados». Es decir, en caso de que en las instalaciones del club algún socio cometa acciones calificadas como delitos en perjuicio de otro socio , los directivos de la institución tratarán en lo posible de encubrirlas, es decir, no denunciarlas penalmente y aplicar sólo las sanciones previstas en el Estatuto. Y si algún socio rompe este código de silencio, similar al de la mafia, deberá ser sancionado por afectar el prestigio de la organización, un prestigio de papel que probablemente se haría trizas si se hicieran públicos muchos de los hechos que suceden en las instalaciones del club.

Ahora bien, el mismo Estatuto del Club señala que la Junta calificadora y de Disciplina tiene la facultad de «suspender a un socio hasta por un máximo de 4 años […] en los casos contemplados en el artículo 61 del Estatuto». La suspensión indefinida (aquella que ha recibido Corvetto) se aplica, según el art. 62, sólo «a aquellos asociados y/o familiares que aparezcan vinculados a situaciones de pública notoriedad en relación con actos delictivos o reñidos con la moral y las buenas costumbres, que eventualmente puedan conducir a su condena por Tribunales de la República o del extranjero. Esta suspensión se mantendrá hasta que las autoridades pertinentes se pronuncien sobre la situación del inculpado…» Pues resulta que Corvetto no esta en situación de inculpado, ni tiene abierto ningún proceso de pública notoriedad que pueda conducir a una condena en su contra. Por lo cual, ningún tribunal tiene nada que aclarar sobre su situación, y la sanción del club no sólo es injusta, sino que también sería inconstitucional, pues en la sentencia mencionada del Tribunal Constitucional se señala que una de las propiedades que debe tener una suspensión para no ser excesiva y estar garantizada por la libertad de asociación es que su «duración [sea] determinable en el tiempo».

La suspensión de Corvetto, al no contar con un acontecimiento futuro que determine el fin de su duración, equivaldría una expulsión de facto. Y una expulsión es considerada por el Tribunal Constitucional como una medida excesiva, pues violaría la presunción de inocencia si se aplica el artículo 62 del Estatuto del Club. Una suspensión indefinida les parece una medida moderada. En mi opinión, el socio suspendido se hallaría en peor situación que el expulsado, pues mientras que éste último queda liberado de toda obligación hacia el club, el anterior pierde sus derechos pero mantiene sus obligaciones, entre ellas la de pagar la cuota mensual. En países como Alemania esto se consideraría ilegal, pues no hay obligación de pagar por prestaciones que no se recibe. Ni tampoco se pueden tener obligaciones sin tener derechos como contrapeso. 

En conclusión, parece que ser agredido gravemente en los locales del club por garantizar unas elecciones limpias donde sale elegido el candidato que no les gusta a los socios sería algo reñido con la moral y las buenas costumbres. Lo absurdo de esta situación es que Piero Corvetto no ha buscado involucrar en política al club ni ha asistido a sus instalaciones para realizar ninguna actividad política, mientras que el socio agresor, así como los socios que en las redes sociales han pedido la expulsión de Corvetto, han actuado por razones meramente políticas, y son ellos lo que están afectando el prestigio ya en decadencia de un club de personas practicantes de una moral pequeño burguesa caduca.

Visto todo lo anterior, el Club Regatas habría cumplido el sueño de la guerrilla terrorista: tener un territorio liberado, donde la ley y la justicia las determinan e interpretan sus mandamases como les da la gana, y donde las leyes que protegen y rigen a todos los peruanos tienen escasa injerencia.

 

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Club Regatas

Hay carreras artísticas que terminan justo antes de empezar, a veces por caprichos del destino y otras, por decisiones personales que motivan un cambio absoluto de ritmo vital. Esto último fue lo que ocurrió con la cantante y artista plástica Mary Susan Anway (1951-2021), quien tomó la determinación, en 1992, de abandonar a una prometedora pero, hasta el momento de su renuncia, poco conocida banda, formada entre Boston y New York y que ella integró desde el día 1, gracias a la invitación que le hiciera su líder, compositor, multi-instrumentista y director Stephin Merritt (1965).

«La audición -cuenta Anway en una entrevista reciente concedida a Gail O’Hara, una de las productoras del documental Strange powers: Stephin Merritt and The Magnetic Fields (2010), sobre la saga del grupo, en el cual ella, sorprendentemente, no aparece-, fue en el departamento de Stephin en Boston. En la habitación no había nada excepto por un solo micrófono, unos teclados, una computadora MAC, alfombras y un libro de H. P. Lovecraft en el suelo. Yo pensé que odiaría mi forma de cantar sus composiciones pues sonaba como un clon de Judy Collins. Pero, después de las primeras líneas de Crowd of drifters –tema que no llegó a grabar y apareció recién en el tercer álbum, The charm of the highway strip (1994), cantado por Merritt-, me detuvo y comenzamos a construir juntos la canción. Como si lo hubiéramos hecho por años».

The Magnetic Fields se convirtió, poco después de que Susan liara bártulos y se llevara sus cosas, su familia y su talento a Arizona, en uno de los grupos de culto más respetados, merced de la creatividad y agudeza de Stephin Merritt, quien hizo suyo el lenguaje oscuro y, a un tiempo, infantil del indie pop, además de revelarse como un vocalista especial, con tonos de ultratumba al estilo de Leonard Cohen, Nick Cave o Ian Curtis y una idiosincrática forma de escribir, entre la amargura antisocial y el idealismo nerd, acerca de cuestiones fundamentales como la vida y la muerte, el amor y la amistad, el sexo y el romanticismo, la angustia y las relaciones interpersonales. Un crítico musical, evidentemente fanatizado, escribió alguna vez que «junto a Merritt, Lou Reed parecía Anita La Huerfanita». Haciendo a un lado la exageración, la frase sirve para entender la onda de Merritt y sus campos magnéticos.

La discografía de The Magnetic Fields, absolutamente desconocida para las grandes masas, es casi una joya para segmentos minoritarios en los extramuros del público consumidor de música no convencional. Por un lado, los superficiales hipsters, capaces de banalizar todo lo que tocan y, por el otro, la crítica especializada, se rinden por igual al perfil culturoso, atribulado y anti-establishment de Merritt -homosexual militante, vegano, hipocondríaco- que envuelve sus ácidas letras de (des)amor en ukeleles, marimbas, pianos de juguete y capas electroacústicas que van de lo sutil a lo denso, como las letras de sus canciones.

Personalmente, encuentro álbumes como Holiday (1994) y Get lost (1995), bastante aburridos y repetitivos en lo musical -con guiños, por momentos, a la angustia catatónica de Joy Division y uso exagerado de sonidos infantiloides, como cuando Jimmy Fallon se junta con The Roots-, aunque no dejan de soltar algunas brisas agradables como en The flowers she sent and the flowers she said she sent o With whom to dance?, en los que la combinación de estos elementos con guitarras distorsionadas y la yuxtaposición del tono gutural de Merritt con las voces susurrantes de Claudia Gonson y Shirley Simms (añadida al grupo en 1999) generan armonías de buena factura, que calzan a la perfección con la estética indie que se desarrolló al margen del grunge, el «rock alternativo» y el britpop noventeros.

Susan Anway, fallecida hace un mes a los 70 años, participó en los dos primeros álbumes del grupo, Distant plastic tres (1991) y The wayward bus (1992) grabados en el estudio personal de Merritt y publicados por el sello independiente PoPuP Records. En esa época, la escena musical pop-rock era dominada por Nirvana, Pearl Jam, Collective Soul (EE.UU.), Oasis, Blur y Garbage (Inglaterra), en el espectro guitarrero, tributario de todo lo ocurrido las dos décadas anteriores (Beatlemanía, blues-rock, punk, heavy metal) y por el techno y la música dance, ecos de la onda electro-pop británica (Human League, Depeche Mode, New Order). El sonido lánguido, melancólico de The Magnetic Fields se ubica en las afueras de estas modas. Y la voz de Anway, como las de Hope Sandoval (Mazzy Star) o el tándem escocés Isobel Campbell y Sarah Martin (Belle And Sebastian), entre otras, fue creando su propio público entre jóvenes universitarios y cafés literarios, con ciertos componentes extraídos del folk sesentero pero mirando al futuro.

En su momento, esos discos no tuvieron mayor resonancia, aunque pasó poco tiempo antes de que la banda se pusiera a la vanguardia del nuevo pop independiente, intimista y minimal. Conceptos como depresión, letargo, crisis emocional, comportamientos bipolares y desfachatez romántica fueron los insumos centrales de Merritt, canalizados a través de voces femeninas, una de ellas la de Anway, en temas como 100,000 fairflies o Tokyo à go-go, hoy considerados himnos del indie pop. Merritt escribió al anunciar su muerte que «era una persona adorable y será extrañada por todos nosotros», a pesar de que no hablaron más desde que Susan se mudó, alejándose del radar musical.

La consagración real de The Magnetic Fields llegó con una extensa producción, un álbum triple titulado 69 love songs (Merge Records, 1999) que, como su nombre indica, contiene 69 piezas musicales en las que Merritt, ya afianzado como vocalista principal, vuelve a desnudar su alma para tocar ciertas sensibilidades, hablando abiertamente de relaciones disfuncionales, desde múltiples opciones sexuales, crímenes pasionales y otros tópicos relacionados al amor pero desde puntos de vista absolutamente alejados de todo lo percibido como “normal”. Aun cuando es una prolongación sonora de lo que venían haciendo, la gruesa cantidad de información del disco consolidó el perfil de Merritt y su banda, algo así como lo que le pasó a Wayne Coyne y The Flaming Lips tras el lanzamiento de Zaireeka (Warner Bros. Records, 1997) -cuatro discos que deben ser escuchados en simultáneo-, no porque sean similares sino porque se trata de otro álbum conceptual, clásico del indie pero absolutamente inexistente para el gran público. No había marcha atrás para Merritt y su estatus de poeta maldito del nuevo pop ajeno a las radios y las ventas millonarias.

Entre 2004 y 2010, The Magnetic Fields dio un ligero vuelco a su propuesta electroacústica con otra producción triple, está vez por separado, conocida como «la trilogía sin sintetizadores». En los discos que la conforman, i (2004), Distortion (2008) y Realism (2010), Merritt y sus colaboradores prescinden de todo artilugio electrónico y construyen una selección de canciones suaves, pausadas y, al mismo tiempo, divertidas por todos los detalles que se esconden tras cada compás, usando bloques de madera, guitarras acústicas, pianos, cellos, flautas, glockenspiels, tamboras, tablas, acordeones, etc., en una paleta sónica desenchufada y honesta, alejada de marcianadas ruidistas o distorsiones artificiales, coartadas que utilizan algunos actos indie para disimular su carencia de destreza instrumental o los revisionismos que rozan al plagio. Esta etapa del grupo se cierra, precisamente, con el documental Strange Powers…, en el que incluso reciben elogios de Peter Gabriel, con quien Merritt intercambió canciones en el proyecto doble de covers Scratch my back/And I’ll scratch yours, del famoso ex vocalista de Genesis. Aunque siempre se refiere que Merritt «es» The Magnetic Fields, se trata de una banda estable desde 1999, completada por Claudia Gonson (piano, percusión, voz), Sam Devol (cello), John Woo (guitarras, banjo) y Shirley Simms (violín, voz), además de tener un elenco diverso de colaboradores. Luego vendrían otros álbumes como 50 song memoir (2016) -un ejercicio autobiográfico en que Merritt escribe una canción sobre sucesos de cada año de su vida- y, ya en pandemia, Quickies (Nonesuch Records, 2020), un comprimido set de 27 temas que van de los 17 segundos a los 2 minutos y medio.

Pero detrás de toda esta sofisticación de corte «arty» han aparecido, desde hace tiempo, señales de desgaste y auto repetición, cosas que por supuesto no pasaron en aquellos dos iniciáticos discos en los que asomó por vez primera el sonido de The Magnetic Fields, con la voz aterciopelada, cansina, de media tarde austera y sin mayores pretensiones de Susan Anway. La cantante, que nunca actuó en vivo con la banda, solía imitar a divas como Shirley Bassey o Aretha Franklin cuando ensayaba. Se retiró a las montañas a pintar y hacer música electrónica, de mucha menor resonancia incluso para los estándares de lo indie, con su propio grupo Diskarnate. Su fallecimiento fue anunciado el 9 de septiembre de este año, por complicaciones del mal de Parkinson. Una buena razón, aunque no muy agradable, de redescubrir la magia de Distant plastic tres y The wayward bus, que fueran reeditados como un solo álbum en 1994.

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Susan Anway

Querida Manuela,

Te cuento que nuevamente hubo cambios ministeriales. En solo dos meses, este gobierno en dos meses, ya va por su segundo gabinete ministerial. Lo que me preocupa es que no hemos aprendido que con tanto cambio no vamos a avanzar. Estamos como el perro que se muerde la cola en círculos. 

Tu lucha estaba comprometida en dar un futuro mejor a nuestro continente. Como libertadora del libertador soñaste en un país libre y una república consolidada. Tú conoces bien la volatilidad de la política y del poder.

¿Con tanto cambio,  ¿a dónde crees que vamos como país? El bicentenario no nos llevó a reflexionar. Nosotros, los ciudadanos consideramos importante cambiar de gabinete, así como cambiar a ministros cuando sentimos que las cosas no andan bien. Nos guiamos por las emociones contra un personaje determinado. 

En base a mi experiencia, considero que la situación actual de falta de protección de derechos, de desarrollo social y de inclusión no se debe al modelo económico, se debe a las terribles gestiones por parte del Estado en estos últimos años, en especial en el último quinquenio. Que los colegios no tengan infraestructura adecuada, que los hospitales hayan colapsado y que la violencia hacia la mujer y los grupos vulnerables se incremente es porque no existe una clara propuesta de gestión y no viene por una política económica neoliberal. El Estado ha  estado cambiando tantos gabinetes y presidentes que no hay una visión de gestión, de cumplimiento de metas y de supervisión eficaz y eficiente de la gestión pública.  Como ciudadanos nos hemos enfocado en descartar jefes de Estado y ministros pero no en fiscalizar de manera correcta la ejecución de gasto, así como exigir los perfiles adecuados para los puestos de gobierno y el buen funcionamiento de los servicios públicos.  

Para sustentar lo que te comento, usaré mi experiencia en el último cargo en gestión pública en plena pandemia Covid 19 como directora ejecutiva (junio-noviembre 2020) del Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la violencia hacia la Mujer e Integrantes del Grupo Familiar- Aurora. En esos 6 meses estuve bajo la dirección de cuatro ministras y cinco viceministras. Cada una con una visión y entendimiento de la problemática particular sin tener en consideración necesariamente  el Plan de Gobierno que iba del 2016 al 2021. Un ejemplo es el compromiso de i implementar 225 centros de emergencia mujer (CEM) dentro de comisarías donde solo se logró tener 170  a pesar que se tenían los recursos económicos. El programa ha recibido en el año 2019 el monto de S/. 438,793,450 millones de soles; en el 2020 el monto de S/. 416,984735 millones de soles y en el 2021 tenían proyectado S//. 394,681,992 millones de soles, un 5.3% menos por la pandemia Covid 19. Hemos llegado al bicentenario con recursos, de los cuales donde se asignaron interesantes presupuestos a los programas sociales. 

¿Manuela, ¿en qué fallamos? ¿Por qué ahora en la pandemia las desigualdades e injusticias aparecen? Creo que estamos equivocándonos en la fiscalización. Debemos pedir resultados según los compromisos de gobiernos y no pedir cambios constantes, ya que, no vamos a avanzar. 

La nueva Primera Ministra ayer ante el mandatario juramentó “Por Dios, por este país de mujeres y hombres que todos los días luchan por vivir con dignidad, sin discriminación y que promueven reales cambios, sí juro”. Le deseo lo mejor, que se mantenga por años en el cargo, que ejecute los presupuestos de desarrollo y bienestar social de manera eficiente y que supervise los servicios públicos para que nuestro bicentenario marque una pauta en la Historia del Perú. 

 

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política peruana, Presidente Castillo

El gobierno del profesor Castillo nació sin cabeza y fue creciendo desorganizado. Desde la campaña electoral, los peruanos sabíamos -sí, tú sabías- de las deficiencias y la evidente falta de liderazgo de Pedro Castillo, no como líder sindical o político cajamarquino; sino para un cargo presidencial. Los dos primeros meses de gobierno no tuvimos una real figura de presidente que sepa dónde está parado y tome el timón del país con una seguridad que no haga dudar. Pero esas dudas sobre Castillo que se hicieron tendencia en Twitter durante la campaña electoral ahora se han convertido en certezas. Tenemos un presidente débil, pero sus fanáticos seguidores no lo quieren decir.

Es evidente que Pedro Castillo calló y pasó por paños tibios por largos dos meses -tiempo en el que su imagen como «líder» se debilitó- las acciones y declaraciones irresponsables e impertinentes, no sólo de Guido Bellido, también de otros ministros cuya continuidad sólo ayudó a dejarnos claro que Castillo no es el líder que necesitamos.

Sin embargo, el twitt que colmó la «paciencia» o quizás sacudió, sólo un poco, al presidente fue el que publicó el expresidente de Consejo de Ministros, Guido Bellido, respecto a Camisea. El premier, quien debe responder al presidente, pretendió marcar la agenda al mismo, sin reunión de Consejo de Ministros, sin una llamada al jefe del Estado. Guido Bellido se creyó el Sony Corleone izquierdista de la política, pero sólo quedó como un Fredo Corleone en su escaño.

Señor presidente: usted permitió que le marcaran la agenda durante estos meses y delegó el poder que le dimos para que lo ejerzan los más radicales del partido que lo llevó al poder: Perú Libre. Sin embargo, con sus nuevas alianzas vemos cómo de un error pasa a otro de manera rápida, desleal y derrotista. Pedro Castillo ha cedido el manejo del país a esa izquierda «caviar», como muchos «opinólogos» y políticos de derecha han calificado, a un grupo de políticos y «opinólogos» con tendencias progresistas e izquierdistas que siempre ven la piedra en el ojo del adversario, pero jamás en el suyo. Yo los llamo la «Izquierda posera», que ha estado en diversos gobiernos, pero que siempre difunden el discurso del cambio.

Es importante hacer la pregunta: ¿Qué objetivo busca el presidente con este coqueteo en el tiempo con la izquierda de Verónika Mendoza? La excandidata presidencial está ubicando a sus «mejores» cuadros en el gabinete y ha logrado sentar en la PCM a su compañera Mirtha Vásquez, quien hasta el momento no tiene ningún cuestionamiento grave para manchar su inauguración como jefa de ministros, y ello genera más molestia en la oposición, porque saben que será un poco más complicado lanzar los dardos. Pero para nada imposible.

El presidente quiere cambiar la percepción y rostro de su gobierno que inició con el puño rojo de guerra, por otro puño rojo de guerra, pero con un discurso un poco más florido, sin llamar «explotadoras» a las empresas y que le encanta colgarse de la figura del genocida Alberto Fujimori para alborotar y hacer gritar a su público en Twitter, porque más allá no han logrado nada transcendental más que diversas marchas, nuevamente, contra los Fujimori.

Entiendo la molestia y sentimiento de traición de Perú Libre: el presidente está delegando la responsabilidad de gobierno a una izquierda «posera» que en las elecciones generales obtuvo 6.6% de la votación nacional, sólo un punto arriba del desaparecido Partido Morado, los dos partidos con menos representación en el Congreso. El Perú les dio la espalda, pero Pedro Castillo les está regalando el poder, sin merecerlo

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Guido bellido, Izquierda, Presidente Castillo

Una de las primeras poéticas escritas por Mariela Dreyfus se ocupa de espacios y motivos muy presentes en el horizonte de su tiempo: la ciudad, el ánimo explorador del cuerpo y la sexualidad y, también, la desacralización de la figura del poeta: “y yacemos desnudos / burdos semidioses” culmina aquel breve poema, un guiño a la soberbia vanguardista de Huidobro, que veía al poeta como un pequeño dios. Sin duda entre este texto y la filiación de la autora en el grupo Kloaka, hay un vínculo muy explícito. Sin embargo, luego de distanciarse del colectivo, la poesía de Dreyfus asumió la tarea de decantar su lenguaje y su mirada más allá de cuestiones programáticas, pues la ocupó, sobre todo, la construcción de una estética personal. 

Leyendo los libros de Mariela Dreyfus se transparenta un tránsito que va desde un inicio coloquial, en busca de la luz que late en el lenguaje urbano y sus márgenes, a un presente de carácter reflexivo y, por momentos, introspectivo. Hay que anotar que la disidencia de Dreyfus respecto a Kloaka no significó el abandono total de algunas preocupaciones pertinaces en ella, como establecer una relación crítica con el logos masculino, algo muy coherente con el perfil de su generación y el espíritu del convulso tiempo en que comenzó a escribir, los ochenta.

Memorias de Electra (1984) es quizá el libro que mejor se inscribe en su época. El deseo de liberar el cuerpo, el deseo de liberar la escritura de sus ataduras más solemnes, el deseo de integrar lo visceral desde lo femenino. Los versos finales de “Post coitum” son, en ese sentido, ejemplares: “El regreso a casa es solitario / y debo esconder mis pasos, / el olor que sorprenda a mi madre / mil veces violada y todavía virgen” (p.22). 

Placer fantasma (1993) nos enfrenta a indagaciones de mayor hondura y a una distancia respecto del impulso coloquial y a una constatación que revela la fragilidad de todo lo humano: descubrir que el instante en que el placer reina sobre los sentidos es efímero y siempre insuficiente para lograr la ansiada plenitud. La conciencia del yo poético es bastante clara en ese punto: “Llevo años luchando tras la imagen que acierte/ con este malestar. / La sensación de deslizarme por un terraplén, / galerías de espejos donde un viento cruel / me deposita en la apatía, el dolor, la soledad” (p.31). 

Ónix (2001) añade al caudal de experiencia que alimenta la obra de Dreyfus un asunto nuevo: la condición de extranjera, marcado por el inicio de su estadía en Estados Unidos. Los textos de Ónix revelan una mayor intensidad de sentimientos como la soledad, la extrañeza, cierta forma de alienación provocada por un mundo desconocido y algo hostil, que obliga al hablante a refugiarse en su propia interioridad “entonces el dolor /no es una palabra sino un cuerpo // un músculo cansado que destila / este aire de muerte” (p.40).

En tanto, Pez (2005) se mueve entre la celebración íntima y el horror del mundo contemporáneo. Los textos muestran el regocijo por la procreación y la maternidad a puerta cerrada, pero el contexto global contrasta dolorosamente, con sus constantes picos de violencia y deshumanización. El asombro de ver surgir la vida, a pesar de todo, es un sentimiento expresado con notable intensidad y ritmo en las páginas de Pez: “Del pecho fluye ya el calostro río / y el puente de la pelvis se levanta // Pero el centro es la esfera —digo, el vientre— / Su convexa armonía y su balance // Vientre: cántaro y fuente / esférica mansión labrada en carne” (pp.51-52). 

En 2010 aparece Morir es un arte y este libro plantea un dolorosa discrepancia con Pez. El segundo celebra la vida: la madre vive el proceso de la procreación, el primero se interna en los vericuetos del duelo y la pérdida: la hija, ahora madre, ha perdido a su progenitora. Hay unos vasos comunicantes indudables entre ambos textos: ver nacer y vivir la muerte de la madre, la raíz de casi todo: “y en la foto sonríe entristecida / ya mamá y sus ojos en el aire / con el gesto perdido con la mano / que me dice un abrazo y abrazadas despedidas las dos / acá en su cuarto mamá yo pequeñita y ella el ángel / eso es todo mamá y un flash que suena” (p.69). 

Finalmente, la aparición de Cuaderno músico (2015) cierra un ciclo creativo que, lejos de terminar, está en proceso constante. Cuaderno músico es el regreso a ciertas fuentes de la poesía de Dreyfus, como el cuerpo y la visceralidad, que vuelven a ser explorados, pero desde claves propias de la madurez artística: no hay rabia ni grito, hay observación, hay serenidad contenida, elementos necesarios, por ejemplo, para guardar la memoria familiar, un asunto importante en el poemario. 

Gracias a la idea de Peisa de lanzar Arúspice rascacielos, una selección de la obra de Mariela Dreyfus, se nos ofrece a los lectores un apartado, titulado “Poemas aparte”, que deja vislumbrar algo del futuro de su escritura. En suma, un libro que permite aproximarse, de manera global, a una de las poetas peruanas más interesantes de su generación. Y de estos tiempos, por qué no. 

Arúspice rascacielos. Poesía selecta. Peisa: Lima, 2021.

 

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Mariela Dreyfus

UNO

Es la mejor peli de Cameron Crowe. Lejos. Trata de perdedores. Como lo dice el personaje de Lester Bang (inolvidable Philip Seymour Hoffman): “Un grupo de nivel medio, en el cruel umbral del estrellato, luchando contra sus limitaciones”. Todo desde la mirada de un quinceañero-periodista llamado William Miller. Quien se embarca en un viaje con Stillwater, el grupo en mención, y acompañado de Penny Lane y demás groupies.

Cameron recorre la columna vertebral de América. No muestra a los santones del rock en persona. Hace lo correcto. Solo lo mencionan los personajes de la peli, o suena su música de acuerdo a la acción que se desarrolla. En una única vez, muestra de soslayo a David Bowie, entrando al ascensor del hotel, rodeado de fans. 

 

DOS

Pelo ensortijado y negrísimo, de contextura delgada y alto. Conversador neto. Hablaba hasta por los codos. Le conocí en el 2012, fui su profesor, de Literatura e Informática, en un ignoto colegio; enclavado en la frontera invisible entre dos barrios mesócratas. Estaba en el 2do año de Secundaria. Se sentaba en la última fila: la de los matones. 

Antes de las clases, el que suscribe, peroraba de lo sucedido en la semana, o de futbol, cine, tv o música rock. De manera, que un rato después empezaba la materia, sin problemas. Ya había captado la atención de los revoltosos. 

Había muchos fanáticos de rock en el aula. Rodo, más que fan, era un enfermo de la música. 

Eso sí, faltaba mucho. Al poco tiempo, me enteré que tenía problemas de salud. Después supe que era cáncer.

 

TRES

Gracias a esta peli, redescubrí a Elton John, su voz de tenor y un piano de cola son suficientes: Tiny Dancer y Mona Lisas & Mad Hatters nos envuelven en un estado de ensoñación y regocijo, del cual es difícil desprenderse. 

La grandeza de Led Zeppelin se muestra, en especial, a través de sus acústicos: Tangerine, Rain Song y Bron Yr Aur.

O el redescubrir a Yes, y su himno “I’ve Seen All Good People”. Imposible no conmoverse. 

Joni Mitchell y Cat Stevens, dos cantautores, nos regalan dos joyas: River y The Wind. Dícese que la canadiense no dejaba nada en el tintero. Directo a la herida, sin anestesia. Mientras, el inglés, nos susurra al oído, con una música relajante y letra reflexiva.

 

CUATRO

Rodolfo una oportunidad se me acercó – “tal chica me gusta profe, ayúdame a saber si le gusto”– Lo miré fijamente y me di cuenta que hablaba con la candidez de la juventud. 

Cuando enseñé en colegios secundarios, traté de indicarles a los jóvenes, la preparación que deben tener para la vida a posteriori. Que el mundo no se acaba cuando terminas una relación. Muy por el contrario, deben verlo como una experiencia, de las tantas que posiblemente tendrán. Que el hecho de estar de enamorado en la secundaria, no significa que será para toda la vida. Ni que, al salir del colegio, conseguirían el trabajo soñado.

Al poco tiempo, la chica en mención, me dijo que solo ofrecía a sus compañeros de clase “una linda y bella amistad”.

“No eres el único a quien le ha pasado esto, ni serás el ultimo. Ok” le dije a Villasboa. Aun así, sentí su pesar. 

 

CINCO

Las actuaciones son legendarias: Ni los secundarios decepcionan. Stillwater al final, no alcanza la fama tan ansiada. A lo más, obtienen una portada en la revista Rolling Stone. Subirán, cada verano, a Doris (el nombre del bus) para su gira anual. Y después, posiblemente, quedarán en el mapa del olvido.

Mientras tanto, William Miller continuará escribiendo en la revista. Con más éxito, posiblemente; aunque las chicas siempre serán un problema para él.

 

SEIS

Se me ocurrió visualizar la peli “Casi Famosos” con la sección. Durante 122 minutos, los chicos la vieron hipnotizados. Se cagaron de risa en la escena del avión, a punto de caer, y la confesión del baterista. Los varones, se quedaron con la boca abierta, pero les encantó la escena de del desvirgamiento. 

Al final, debatimos animadamente. Me indicaron sus momentos preferidos. Varios concordaron que la mejor escena fue cuando Russell crispado sube al bus. Ahí sentados, y en un ambiente cargado; de repente, retumba la mágica Tiny Dancer; y, de a poco, comienzan a tararearla. La música les cambió el humor.

Como tantas veces nos ha sucedido, ¿no?

 

EPILOGO

Tuvo una larga batalla contra el cáncer. 

Se acercó a Dios, cada vez más. Y allí conoció el amor.

Se enamoró de una chica llamada Laura. Y fue correspondido. 

Cuando me enteré, recordé que muchos ni siquiera conocen, en su larga vida, lo que es el amor verdadero.

Él sí. Se lo merecía.

Quiero pensar que se fue en paz consigo mismo.

Luego de su fallecimiento, me contacté con Laura. Ella me relató que él estaba convencido, que Dios la puso en su camino. 

“Fuimos felices en ese corto periodo de tiempo”.

Rodolfo Villasboa falleció el 21 abril de 2018. 

Tenía solo 21 años.

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Cameron Crowe

Nunca ha sido tan importante ganarle a Chile para llegar a un Mundial. La eliminatoria pasada Perú llegó a Rusia a pesar de perder los seis puntos contra ellos. Incluso, en 1997, cuando faltan dos partidos para llegar a Francia, con un empate en Santiago bastaba. Ahora, un punto no sirve. Perder es el sinónimo de una eliminación. Solo ganar extiende la respiración del equipo de Gareca.

En un partido visagra como este, en plena mitad del torneo, la realidad es que el rival solo ha ganado un partido oficial de los últimos catorce, contra Bolivia. Y se encuentra en un momento de recambio generacional, con un técnico casi nuevo. No estarán Vidal ni Vargas, tampoco Mena en la defensa. Para ambos equipos, este no es un partido para clasificar al Mundial, sino para no quedar fuera.  

En el lado de Perú, la realidad es que ya hace algún tiempo la selección no hace honor a los siete años de la gestión Gareca. La solidez defensiva no llega. El ataque no logra articulación. El gol se consigue con mucho sacrificio. La definición en la últlima jugada es un mal que ha regresado a la blanquirroja. Y en todos esos problemas, aún así, Perú puede ganarle a Chile. 

Pero para ello hay que tomar buenas decisiones de cambio. Atrévete, Tigre.

Hay un concepto en el fútbol imprescindible para el éxito. Es la jerarquía. Es ese elemento de experiencia, calma y dominio de escena fundamental para controlar las acciones de un partido. En una final como esta, y un clásico histórico donde se juega más que un simple partido de fútbol, el parámetro fundamental para tomar decisiones se basa en la categoría. 

En esa línea, es una buena noticia hoy Carlos Zambrano. El central de la actualidad con más experiencia y trayectoria futbolística en el más alto nivel de competencia, vuelve a la selección inmediatamente después de hacerle un gol de cabeza a River Plate de visita, con la camiseta de Boca Juniors. No es un detalle menor. Será suplente en el Xeneixe, pero me pregunto cuándo Zambrano no metió todo para sacar adelante partidos, con ese coraje que lo caracteriza.

A su lado, no es tampoco un detalle menor que Luis Abram haya jugado por primera vez un partido completo con la camiseta del Granada de La Liga española. Uno de los cinco mejores campeonatos del mundo. Al mismo tiempo, fue el primer triunfo del equipo en la temporada, nada menos que contra el Sevilla. En su lucha silenciosa por la titularidad, Abram ha dado un batacazo. 

Perú llegó a una final de Copa América en el 2019 con esos dos centrales. Zambrano y Abram. Es la segunda mejor expresión defensiva de la era Gareca, detrás de Ramos y Rodríguez. Además, empezaron la eliminatoria haciendo juntos dos dignos partidos contra Paraguay y Brasil (salvo la expulsión). Jerarquía resuena y presente futbolístico también. Una buena charla técnica y motivacional para Carlos y todo el respaldo para Luis debieran ser suficientes.

El complemento entre ellos es especial. Abram va al marcaje al cuerpo con la elegancia de saber quitar la pelota de los pies sin ocasionar falta. Zambrano en la misma situación va al choque fuerte y deja huella en el delantero. En las divididas, Zambrano cierra alto mientras Abram espera en las espaldas. En el anticipo, ambos son precisos. Tienen buen juego aéreo los dos. Y se conocen.

Callens, Araujo y Santamaría gozan de un buen presente, pero se ausenta en todos aún la jerarquía. El primero juega en un fútbol sin peso internacional. Araujo requiere aún de mayor rodaje. Y es solo un símbolo haber convocado a un buen back del fútbol mexicano como Anderson, pero que está muy desatinado con la selección peruana. Ah, y Ramos juega en la Vallejo. No más que decir. 

Advíncula va por derecha, que además viene de entrenar un par de meses con Zambrano en el mismo club. Trauco ya tiene dos partidos de titular y noventa minutos en la liga francesa, recuperando el ritmo futbolístico. López aún está en formación y es preferible volver a Trauco por su funcionamiento de equipo, porque Gareca no va a dejar de privilegiar que la pelota le llega limpia a Yotún.

En el mediocampo es un partido idóneo para poner a Tapia y Aquino juntos otra vez. El primero tiene un mecanismo de juego defensivo en el centro, y se desgasta demasiado cuando debe salir a cortar a una banda. Aquino es necesario para hacer los relevos por ese sector, cuando Advíncula vaya al ataque. Por el otro lado, Yotún en lo suyo. Si hablamos de jerarquía, el volante del Cruz Azul es el jugador con más rodaje del equipo actual, incluso algunos partidos internacionales por delante que el propio Guerrero. Si hay un momento para destacar, es este.

Adelante, Cueva es el diez de la selección de Gareca, llevó a Perú a un Mundial y pasa por un buen momento físico. Con Carrillo lesionado, apostar por Flores es insistir en un jugador que aún no recupera su mejor momento. No le ayuda tampoco estar jugando en una liga menor. Y Gonzáles o García carecen de la categoría necesaria para intimidar a una defensa chilena que saldrá con el cuchillo en la boca. La soberbia del jugador chileno al ver un jugador de menor relieve alimenta ese ego maníaco que los hace jugar mejor. 

Por la derecha pero jugando de interior, para las diagonales que envíe Yotún, y dejar el alma entera, a pesar de no ser su posición habitual, va Gianluca Lapadula. El delantero del Benevento ya tiene cuatro goles en un mes de la Serie B italiana y ha recuperado plena forma física. Comanda el ataque de un club que solo con él va a poder pelear su regreso a la máxima competencia italiana. 

Y el nueve, aunque no pase por su mejor versión, es Guerrero. Ante la ausencia de Carrillo, repito, no queda de otra. Ni Ruidíaz ni Ormeño podrían generar mayor peligro a Gary Medel. Aún son delanteros de goma a nivel internacional. Paolo debe jugar su partido 107 con la selección y buscar como un animal sangriento llegar a los 40 goles internacionales. Pues, es cierto, ya no le quedan muchos más. 

En esa sinfonía, a Chile se le puede ganar. Para el segundo tiempo, Peña y Farfán esperan en la banca. Principalmente el segundo, que parece haber encontrado la solución a sus problemas físicos metiendo sexta en los últimos veinte minutos con un Alianza que sin él no estaría invicto en la punta del torneo peruano. Pocas con más estimulantes para el equipo que el diez de la calle dando chocolate.

Perú se juega la vida en una oportunidad de oro para demostrar que se merece llegar a un nuevo Mundial. Es ahora o nunca. 

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Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Recuerdo un artículo de Mario Vargas Llosa del año 2006, en el que defendía a Günter Grass de las duras críticas que despertó el que se hiciera público que a los quince años, formó parte de las Waffen-SS, poco antes del final de la guerra mundial. Las Waffen-SS eran las escuadras paramilitares que dirigió Heinrich Himmler y que cometieron los principales y atroces crímenes de guerra. El artículo llamaba la atención porque Vargas Llosa no había mantenido buenas relaciones con Grass y su socialismo. De hecho, en el mismo artículo, él recordaba una polémica muy dura durante el congreso del PEN Internacional de 1986 cuando Grass le pidió que se disculpara con Gabriel García Márquez por haberlo calificado como “cortesano de Fidel Castro”. Ante la indignación de Grass, Vargas Llosa le respondió por escrito que no sentía lástima alguna por su afirmación, pues contenía verdad. Veinte años después, de pronto Vargas Llosa defiende a Grass. El nobel peruano dijo que lo defendería, como él, puso a la democracia por encima del comunismo y porque pertenecía a la “estirpe de escritores” protagonistas ideológicos de grandes temas políticos sociales, culturales y morales, agitadores de conciencias y líderes de una gesta intelectual, como Victor Hugo, Sartre o Camus. 

¿Dónde se ubica Vargas Llosa respecto de esa estirpe? Pues se ubica como un anticomunista, defensor de la democracia y testigo de cómo los escritores jóvenes se han liberado de la carga política en la civilización del espectáculo, cosa que le parece saludable. Un intelectual que ha logrado despertar de aquella ingenua ficción de creer que con la obra de un autor se puede cambiar el mundo. Ese despertar se lo recomienda a Grass. Finalmente, nada de lo ocurrido, dice Vargas Llosa afectará la obra literaria del autor del Tambor de hojalata, la gente olvidará que perteneció a la élite de la SS, aunque quedará cierto rabo de paja en lo que se refiere a sus opiniones políticas. En síntesis, perderá en el ámbito ideológico pero no en el literario. 

Vargas Llosa también tiene rabo, sino varios, de paja. Declarado anticomunista acérrimo, perteneció al grupo político Cahuide, en el que recibió lecciones marxistas del padre del expresidente Ollanta Humala, don Isaac, con el fin de reconstituir el partido comunista perseguido por Manuel Odría y su temible director de gobierno Alejandro Esparza Zañartu. Apoyó la Revolución Cubana hasta que en 1971 se detiene al poeta Heberto Padilla. Entonces, fastidiado también por la cultura popular e indigenista de los gobiernos de izquierda, incluido el de Juan Velasco, decide dejar el Perú y América Latina. Esa postura contra indigenista queda manifiesta cuando es convocado para presidir la Comisión Investigadora de los Sucesos de Uchuraccay en 1983. Su desconexión atraviesa el informe al describir a la comunidad bajo un enfoque decimonónico de “civilización y barbarie”, razón por la cual los comuneros se presentan aislados cultural y geográficamente y por ello capaces de asesinar a los periodistas. Deja de lado la responsabilidad de los Sinchis y, peor aún, ignora su solicitud de protección a las fuerzas armadas. Como consecuencia, el mismo año cientos de comuneras y comuneros fueron asesinados por Sendero Luminoso hasta que la comunidad quedó abandonada.  Vargas Llosa retorna en vano para liderar a la derecha en las elecciones de 1990, en las cuales es vencido por Alberto Fujimori. Como dos años después del autogolpe, se inicia la última dictadura que hemos vivido, Vargas Llosa desarrolla un discurso a favor de la democracia, de crítica al dictador que mantuvo su prestigio, no obstante, profundizaba su condena a la barbarie indígena peruana. En 1996 publica La utopía arcaica, crítica a la obra de José María Arguedas y el indigenismo. Tras la caída de Fujimori, conformó la Fundación Internacional para la Libertad y luego, a lo largo de las elecciones, respaldó a los candidatos opositores a la heredera Keiko Fujimori, investigada por montar una red de corrupción a través de su partido político. 

Y de pronto, en las últimas elecciones, el cambio fue sorprendente. Casi a la manera del poeta Ezra Pound, que pasó de ser un joven de antisistema a morir siendo un fascista –que, por cierto, parecía lidiar con la demencia–, Vargas Llosa de pronto apela al recurso de saber “votar bien” para justificar su apoyo a Keiko Fujimori y la desconcertante recurrencia al enfoque de civilización y barbarie con el que critica al presidente Pedro Castillo. Probablemente hasta aquí podría su literatura, como la de Grass, no verse afectada. Pero quizá haga inolvidable este episodio su aparición en las investigaciones de los Panama y los Pandora Papers, pues ya no se trata de una postura ideológica, sino también de realizar prácticas empresariales usualmente oscuras en términos fiscales, que remiten al estilo fujimorista: la cara bárbara del capitalismo, el trato íntimo con la corrupción, esa vena que despreciaba a los Zavalitas y que lo sienta animoso a Vargas Llosa en la mesa con Haya, Beltrán y Ravines, jugando a repartirse el poder en el Perú como en los años sesenta. 

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Keiko Fujimori, Mario Vargas Llosa, Presidente Castillo

Hay una estrategia no-tan-sutil de cambiar de tema que se repite con frecuencia en muchas conversaciones sociales. La estrategia consiste en evitar discutir perspectivas interesantes y sutiles sobre un tema, desviar la conversación hacia versiones ridículas y absurdas del mismo, y luego criticar dichas versiones. En lógica a esta estrategia se le suele llamar ‘construir un muñeco de paja’ (presuntamente debido a que suele ser más fácil de quemar que un muñeco de otro material). Para efectos de esta columna la voy a llamar ‘la estrategia del culebreo’, y a aquellos que la practican los voy a llamar culebreros. Quisiera comentar un par de casos típicos de culebreo.

Black Lives Matter. Al escuchar la frase black lives matter (las vidas negras importan) la mayoría de personas la interpreta en el sentido de que, en el contexto de la desproporcionada violencia policial y carcelaria contra la que se enfrentan las personas negras en los Estados Unidos y otras partes del mundo, las vidas de las personas negras son importantes también, no solo las de los blancos. Mencionar esa frase en una conversación suele ser una invitación para discutir sobre temas como el racismo sistémico, la violencia policial, etc. El culebrero, sin embargo, a pesar de que jamás en su vida ha leído un artículo serio sobre el tema, asegura que en realidad la frase significa que ‘solo las vidas de las personas negras importan’, y señala que el antirracismo ‘ya se fue al otro extremo’ porque él-tiene-un-amigo-que-dice-que-todos-los-blancos-son-malos. Así, en vez de embarcarse en una discusión razonable sobre violencia policial y racismo, el culebrero elige discutir una postura a todas luces absurda. En vez de meterse a correr una buena ola, decide zambullirse en una piscina de patitos a chapotear.  

Feminismo. La feminista estadounidense bell hooks, en las dos primeras páginas de su libro El feminismo es para todo el mundo, describe sus encuentros con los culebreros. Ella señala cómo cada vez que comentaba que era feminista en una conversación informal, su interlocutor reaccionaba con una serie de críticas desatinadas al feminismo: ‘las feministas odian a los hombres’, ‘las feministas atentan contra la naturaleza’, etc. Frente a ello, hooks respondía que el feminismo se trata de derechos y de igualdad, y procedía a explicar los matices de su postura. Sus interlocutores, sin embargo, le decían que ella no era una feminista ‘real’, porque las feministas reales odian a los hombres. Así, en vez de detenerse a profundizar sobre una postura informada y seria como la de hooks, y sobre los problemas de desigualdad y violencia de género, los culebreros gastaban sus energías en renegar contra posturas absurdas y fáciles de refutar como las de aquellas a quienes llaman ‘las otras feministas’. Es como si, en vez de probar un buen ceviche mixto, uno decidiera comerse unos fideítos cabello de ángel, pero sin mantequilla. 

No estoy seguro de cuáles pueden ser las causas de esta actitud culebréica. Se me ocurre que pueden influir factores neurobiológicos, pragmáticos, y psicológicos. Por un lado, es posible que el culebreo se deba a una cierta incapacidad intelectual. Al culebrero se le recalienta el Volkswagen si piensa sobre matices y sutilezas, y por eso decide enfocarse en temas facilitos no más (después de todo, no tienes que ser Marie Curie para saber que está mal odiar ‘a todos los blancos’ o ‘a todos los hombres’). Por otro lado, pienso que algo en el culebrero quiere evitar a toda costa hablar seriamente sobre sexismo o racismo porque prefiere seguir viviendo en la ignorancia, pues de esta manera evita sentirse obligado a perder ciertos beneficios tales como estar con la consciencia tranquila al no hacer tareas domésticas o reírse de chistes racistas. Por último, es posible que el culebrero pueda estar reaccionando a lo que considera como un ataque, pues siente que, si alguien le describe las estructuras sexistas o racistas de nuestra sociedad, indirectamente le está diciendo a él que es un machista o racista.  

No sé si el culebrismo tiene cura. Ciertamente uno no se va a curar si se desenvuelve en ambientes en los que la gente se siente inteligente y empoderada al criticar posturas ridículas. Lo que sí me queda claro es que es mucho más edificante discutir buenos argumentos en lugar de malos argumentos. Por esa razón, enfrentarse al culebrismo puede ser frustrante, y lo mejor es intentar enmendar al culebrero un par de veces. Pero si se detecta que se trata de un culebrero contumaz, recomiendo culebrearse a sí mismo fuera de esa discusión. 

[bell hooks es el nombre de pluma de Gloria Jean Watkins, quien prefiere que su pseudónimo se escriba en minúsculas]

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

 

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