Opinión

Hoy Lima cumple 487 años de fundación española. Le rendimos homenaje soltando una segunda lluvia de ideas (la primera fue publicada el pasado 15: http://ow.ly/XTJH30s7Gb4) sobre la ciudad que ojalá algún día se plasmen (sea por la autoridad edil o por el gobierno central, dependiendo de quién sea la prerrogativa jurisdiccional): ampliar los murales artísticos, como el recientemente restaurado de Ricardo Wiesse, en Miraflores, a todo el Zanjón; hacer lo propio en la Vía Expresa de la Javier Prado; habilitar zonas específicas para la expresión del arte urbano (grafitis); extirpar todas las rejas que rodean a parques públicos y recuperarlos como espacios abiertos de acceso universal; eliminar las tranqueras y rejas, grandes causantes del endemoniado tráfico limeño, y si lo que se teme es la inseguridad pues que se refuerce ella con activos humanos (serenazgos o policías).

 

No construir la vía aérea que pretende el MTC para unir el aeropuerto Jorge Chávez con la Costa Verde: sería un atentado urbano contra el Callao (en la columna anterior se proponía la unión de Lima y el Callao como una sola ciudad, por eso, esta propuesta no es extraterritorial); declarar vías nacionales todas las rutas de acceso hoy cerradas a los balnearios del sur y así eliminar las inconstitucionales playas privadas (y como esto es prerrogativa del gobierno central, que la medida vaya hasta más allá del límite con Cañete); activación cultural de todas las huacas, para que, junto con el recorrido de iglesias, casonas y restaurantes, se conviertan en un punto de atracción adicional para que el turismo también recale en la capital y no seamos solo un punto de tránsito hacia Cusco; eliminar los arcaicos rompemuelles y reemplazarlos por sensores de velocidad electrónicos, que se ha probado que sí funcionan y son inapelables e incoimeables; que no se construya un bypass más en la zona urbana; que se diseñe un sistema de tránsito inteligente, capaz de resolver los cuellos de botella sin ampliar carriles ni construir más vías expresas; que se agregue la isla San Lorenzo a la geografía urbana de la ciudad, como destino ecológico y turístico; disponer la obligatoriedad de tarrajeo y pintado de los muros externos de las casas y edificios (en zonas populares se debe disponer de un subsidio para facilitarlo): la buena impresión visual favorece la urbanidad (aplíquese la “teoría de las ventanas rotas”); (continuará)…

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18 de enero, 487 años, Aniversario de Lima, Fundación de Lima

La pandemia nos afectó a todos, definitivamente. Además de las graves consecuencias para la salud, también ha cambiado al mundo.  Aún más: nos ha cambiado a cada uno de nosotros. 

¿Qué pasó conmigo? Cuestioné mis hábitos y propósito de vida llegando a la conclusión que era momento de hablar menos y actuar más. Es así como, en enero del año pasado, me propuse tener un estilo de vida sostenible ya que los recursos del planeta se están agotando y urge un modelo respetuoso y saludable que asegure el futuro de las nuevas generaciones.

Pero, ¿qué es vivir sostenible? significa adoptar sin reservas el respeto por el medioambiente y tener un impacto positivo para las personas y el planeta. 

¿Cómo empiezo una vida sostenible? Antes que nada, debes encontrar un equilibrio realista entre la sostenibilidad y las necesidades de tu vida cotidiana. No tiene mucho sentido adoptar un enfoque tan estricto que no te permita manejar, subirte a un bus, usar plástico, tener un determinado número de hijos o disfrutar de un pollo a la brasa en un restaurante.

Ser tan estricto no encajaría en el estilo de vida de la mayoría y es posible que provoque frustración y que, al final, abandones por completo tu objetivo y buenas intenciones. 

Recordemos que la sostenibilidad es un proceso basado en la esencia. Por eso, es importante empezar haciendo una introspeccion de tu vida: en lo que te gusta, lo que necesitas y más valoras así como lo que podría ser prescindible y lo que te haría más feliz. 

Te sorprenderá descubrir cómo este proceso puede mostrarte algunas formas de ser sostenible que no aparecen en esas listas que a raja tabla te dicen lo que tienes y lo que no tienes que hacer. 

Por eso, más que reglas quiero presentarte algunos consejos para introducir cambios que generen hábitos sostenibles  que contribuyan positivamente a la salud, a la felicidad y a tu progreso a largo plazo:

  • Reducir la cantidad de residuos que producimos es quizás el más importante para ser más sostenible. Empieza a comprar menos, reutiliza lo que compres en lugar de tirarlo a la basura y elige productos que estén hechos de materiales que puedan reciclarse. 
  • Aprende a reciclar, pero de verdad. Participa activamente -como consumidor responsable- en la economía circular de los envases que utilices: plástico PET, cartón, vidrio, aceite, entro otros. Recuerda que hay muchos materiales que pueden tener infinitas vidas y no terminarán en los rellenos sanitarios.
  • Reduce el desperdicio de alimentos: revisa tus armarios, elabora un plan de comidas, haz la lista de la compra, compra solo lo que necesites, reutiliza las sobras o compóstalas.
  • Reduce el desperdicio de agua: dúchate en lugar de bañarte, cierra el grifo cuando te estés cepillando los dientes y utiliza la lavadora solo cuando tengas una carga completa.
  • Consume alimentos locales y productos de temporada: así evitarás kilómetros innecesarios de transporte, tiempo de cultivo y además, aproyarás al productor local.
  • Optimiza el consumo de energía: desenchufa los dispositivos electrónicos cuando no estén en uso. Apaga las luces cuando no estés en las habitaciones. Utiliza bombillas LED en lugar de halógenas.
  • Emplea aparatos de uso manual en lugar de dispositivos electrónicos como, por ejemplo, un recogedor y una escoba en lugar de una aspiradora.
  • Utiliza tu auto, un taxi o el servicio público solo cuando sea absolutamente necesario. Ve en bicicleta o camina cuando puedas.
  • Cada uno de los productos que utilizas generan impacto en el medio ambiente, desde su diseño hasta su embalaje y transporte.  Busca empresas que tengan un enfoque sostenible y que se empaquen en envases reciclables y/o hechos con materiales reciclados.
  • Escoge versiones de productos más sostenibles siempre que sea posible como, por ejemplo, champú, acondicionador y jabón sólido u opta por alternativas ecológicas como cepillos de dientes bambú para reemplazar a los de plástico.

Finalmente, la sostenibilidad  también es practicar la inclusión y la equidad, ser la escucha de las voces de quienes no tienen voz y por tratarte bien a ti mismo y a los demás. 

Y tú, ¿te subes al carro de la sostenibilidad?

 

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Medio ambiente, Sostenibilidad

Si sigue como va, este gobierno va a terminar muy mal. Sin nada que rescatar y mucho por cuestionar. No estamos frente a una izquierda capaz de hacer cambios sustantivos al modelo, ni ante un humalismo reciclado que, una vez con las riendas en mano, entiende que ir en contra del referido modelo es imposible. No es por izquierdista o neoderechista que a este régimen le va pésimo, es simplemente porque ha hecho de la mediocridad e inacción su bandera.

Quizás, inclusive -y lo digo desde mi pública orilla derechista-, lo mejor sería que Castillo hiciese un gobierno de izquierda, que, así, no ahonde la brecha de representación y crisis política estructural que, sin duda, genera en el Perú el hecho de que los políticos hagan, una vez que llegan al poder, algo radicalmente distinto de lo que prometieron en campaña (ocurrió más groseramente con Ollanta Humala).

En las últimas elecciones, claramente la mayoría del país votó por un cambio social y se espera, visto así, que Castillo no defraude esa expectativa. Por más que creamos que una ejecución gubernativa derechista es infinitamente superior a una izquierdista, cabe que aceptemos o valoremos esa conclusión política.

Pero ni siquiera eso se aprecia. Lo que reina y se impone es la minucia, la triquiñuela, la trampilla, el embuste y aprovechamiento, los indicios de corrupción, el copamiento partidario, la muralla comunicacional construida frente a la prensa y, por ende, frente a la ciudadanía, la vinculación y favorecimiento a sectores radicales que jamás debieran haber estado tan cerca del poder, en suma, la parálisis administrativa.

Por eso cae como cae en los niveles de aprobación en las encuestas. La última medición de Ipsos muestra que Castillo tiene la tasa más baja de popularidad de todos los gobiernos, desde el 2001 a la fecha, al cabo de seis meses de gestión. Ni Toledo se desplomó tan rápido, a pesar de que administrativamente la figura presidencial fue manejada calamitosamente desde el saque por el exgobernante. Hoy, Castillo tiene una aprobación de apenas 33% (cae tres puntos respecto de diciembre del año pasado) y una desaprobación del 60% (sube dos puntos respecto del periodo señalado).

Antes de discutir, pues, si conviene que Castillo gire al centro o se reafirme en la radicalidad originaria, lo que cabe es exigirle que asuma el cargo con la dignidad e investidura que corresponde, que corrija rápidamente los entuertos en los que es pródigo, y le brinde mayor profesionalismo al manejo administrativo del Estado. En suma, que se dedique a gobernar y a honrar, como corresponde, el encargo recibido por millones de ciudadanos peruanos en las urnas.

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copamiento partidario, corrupción, muralla comunicacional, Pedro Castillo, prensa peruana

Para Pedro Castillo -el año que acaba de pasar- fueron de muchos problemas, típicos de gobiernos que no cuentan con un real partido que lo sostenga tanto con técnicos como con políticos profesionales (como fueron también los gobiernos de Humala y Toledo). Hemos visto que recurren a activistas y sindicalistas que tienen una forma gremial de ver la acción política y con poca carrera pública. Para el ejercicio público no sólo es válido el conocimiento, sino también la práctica política y conocer país para hacer viables reformas importantes.

Eso lo pudimos apreciar con el mal manejo de los conflictos sociales el torno a la minería, teniendo –como ejemplo de este problema- el caso de las Bambas y el corredor minero del sur del país. Se puede apreciar también que no se encuentra un norte que tendrá el gobierno de Pedro Castillo. En los primeros cien días no se ha visto ningún gesto y dirección o qué tipo de reformas emprenderá. Lo que se ha podido apreciar es el copamiento del Estado peruano por parte de sus aliados, convirtiendo a las entidades públicas en un soviet de soviets. 

En el Perú hace años que se tiene problemas de representación tanto a nivel vertical (de gobernantes hacia los gobernados), así como a nivel horizontal (de organizaciones sociales hacia los ciudadanos). Por el bien del país, si el gobierno de Pedro Castillo hace un balance del tema, puede -a partir de este año en adelante- dar un giro mayor, acercándose a temas como, salud, educación, seguridad y empleo para desde ahí partir en búsqueda de acentuar cierto tipo de consenso político sobre estos temas urgentes. 

Tengamos en cuenta también que el Estado –frente al superciclo del precio de los comodities vinculados al cobre y al litio– debe avanzar hacia plan de reactivación económica por sectores y en tiempos precisos. Declarar en emergencia, por ejemplo, a la pequeña y mediana empresa para su proceso de competitividad. Pero eso no se hace sin dirección política. Pedro Castillo tiene que pensar que conducir un país no es fácil y que no necesariamente todos tienen que estar contentos. 

Hay que tener firmeza para la ejecución de los temas económicos y políticos pendientes aún en el país. La ciudadanía en general y la opinión pública así lo requiere.

 

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Gobierno peruano, Pedro Castillo

Un tribunal de Australia decidió recientemente que el retiro de la visa de Novak Djokovic o No-vac Yo-Covid -como simpáticamente han empezado a llamarlo- se ajusta a ley y por consiguiente fue expulsado del país y con ello se pierde la posibilidad de disputar el Abierto de Tenis de dicho país, donde muy posiblemente hubiese sido el campeón. ¿La razón? La salud pública. La consideración del Poder Ejecutivo, ratificada en los tribunales, de que permitirle la exención generaría una controversia interna y alentaría al movimiento antivacunas fue suficiente para terminar con un par de semanas de recursos legales y de disputa judicial.

El tenista serbio no está vacunado y el gobierno de Australia prohíbe el ingreso de extranjeros sin vacuna. La razón “legal” que esgrimía su defensa era que a mediados de diciembre había contraído el Covid y por lo tanto tenía una inmunización natural y por lo tanto podía proseguir su viaje sin problemas. Ello supone, como ha reconocido el propio Djokovic, que estuvo en reuniones con otras personas mientras estuvo con Covid y que en dichos encuentros no hubo mascarillas ni mecanismos de protección ni advertencias.

En resumen, la defensa para poder quedarse en Australia y jugar el torneo hizo que admitiera una conducta peor y que confesara que lo hizo sin mala intención. Como si bastara. Su padre, el viejo Djokovic, ha convertido el caso en una cruzada. Habla de su hijo como víctima y cree que el paradigma de la libertad en el mundo ha ganado un nuevo líder. Sí, su hijo. Se sienten discriminados. Sienten que les han amputado los brazos, como a Maradona las piernas cuando lo suspendieron por el doping que el sabía prohibido. Entonces, ahora resulta que no solo era que no quería vacunarse, sino que el no hacerlo implicaba un ejercicio de la libertad en su sentido más “revolucionario”. Hoy, gracias a la corte australiana, No-vac está camino a Dubai y su puesto lo ocupará un tenista que nadie conoce pero que tiene tres dosis de vacuna en su organismo.

El caso es que se trató de una batalla legal en la que diversos argumentos se esgrimieron. Con una primera etapa en la que la justicia estuvo a favor del tenista -y nadie la discutió- y con otra definitiva en contra -que nadie discutió tampoco-. Porque si algo debe tener la justicia, y el ejercicio de esta y quienes la determinan, es esa capacidad de ser respetada. Esa posibilidad de determinar sin dudas sobre el ejercicio hecho, quién es culpable y quién inocente. Apreciar el desarrollo de ese caso durante la semana resultó en satisfacción por el fallo y una profunda depresión por ver lo que ocurre en nuestro país.

El lunes 10 de enero, hace una semana, un juez supernumerario señaló que el periodista Cristopher Acosta era culpable de difamación en perjuicio de César Acuña, millonario político, experto en hacernos creer que es un meme permanente, siendo condenado a dos años de prisión suspendida y al pago de S/ 400 000 de reparación civil al agraviado, una bicoca considerando que había pedido la friolera de 100 millones de soles, lo que alegremente decían que era “lo que ganaba en un mes”. De manera solidaria, Jerónimo Pimentel, editor y representante de la casa editorial que publica el libro, fue sentenciado a lo mismo. Lo bueno es que la reparación es conjunta.

Desde el lunes lo que se ha vivido es un gran compendio de reseñas sobre el tema que se agrupan en dos temas fundamentalmente: en publicitar el libro (hoy por hoy debe ser un best seller sin precedentes) y en desestimar la actuación del juez. La lógica es la siguiente: es un juez que no sabe, un juez que no conoce, un juez que no ha seguido la doctrina básica, un juez que ha intepretado a su gusto, un juez que se dejó llevar por el abogado del demandante (a quien otro periodista señala como alguien que hace que el Poder Judicial se mueva al ritmo del dinero), etc. No se discute el acto legal sino quien lo ejecuta. Se discute al juez. Salen los antecedentes. Sale su CV. Nos preguntamos si estaba capacitado para algo así. Aseguramos que con un mejor juez la sentencia será otra. Damos por hecho, aún siendo muy lejanos al mundo del derecho, qué importa, que el juez está equivocado, comprado, incentivado, lo que sea que queramos que sea. Discutimos al juez. A partir de allí descalificamos la sentencia.

Un juez no es un “nadie”. Es alguien que tiene un mandato muy particular. Puede decidir, con los instrumentos y herramientas adecuados, quién es inocente y quién es culpable. Tomar esa clase de decisiones no es algo sencillo ni mucho menos grato. Más cuando se trata de casos tan públicos. Un juez está sujeto al sesgo, como Sunstein, Siboney y el Nobel Kahneman han señalado en su último libro Ruido, donde analizan centenas de sentencias judiciales y evalúan como los jueces pueden actuar distinto dependiendo del día de la semana, del clima o de la hora en que exponen. Sin embargo, un juez determina así y todo qué es lo que la justicia precisa en cada caso.

El problema es que, en un país de instituciones tan debilitadas como nuestro querido Perú, el ejercicio de la justicia es demasiado arbitrario. Si una sentencia no nos gusta, cuestionamos al juez. Porque los jueces son cuestionables. Porque no generan la confianza de que estarán en la capacidad de afrontar los retos que se demandan. Salimos de una crisis enorme generada por la evidencia comprobada de un Poder Judicial tomado por mafias que ponían y sacaban jueces a criterio propio y para beneficiar decisiones específicas. Los casos judiciales más escabrosos pasaron de ser los de homicidios y pasaron a ser los de los propios magistrados. Los hermanitos, cuellos blancos y demás solo socavaron una institución en la que cada vez confiamos menos.

De acuerdo con datos de la ENAHO 2018, la desconfianza hacia el Poder Judicial supera el 80% de la población peruana. Sin duda que la posibilidad de confiar en una decisión del Poder Judicial es bastante baja. 

¿Qué pasó? ¿Cómo puede ser que ni siquiera la justicia sea justa en el país? ¿Que nos atrevamos a desconfiar de lo único de lo que debiéramos -la capacidad de impartir justicia-? ¿Que un juez sea percibido más como parte de una mafia que alguien que realmente puede solucionar algo? ¿Cómo es posible que semana a semana discutamos esto? Si en un momento se jodió el Perú, Zavalita, creo que fue acá. Cuando asumimos directamente que la forma menos justa de solucionar algo es recurrir a la justicia.

 

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Desconfianza, juez, justicia, Poder Judicial

Contra todo lo que se temía, el gobierno de Castillo produce cifras macroeconómicas estables, incluso con crecimiento y reducción del déficit fiscal. Y hasta una Bolsa de Valores al alza. Achacar esto tan solo a una coyuntura de mejora de los precios de los minerales, que sin dudas influye, es bastante mezquino. Hay, también, un manejo responsable, y conservador, de la economía. 

Obviamente, el resultado tiene también que ver con que el anunciado ultraizquierdismo de Castillo no se tradujo en hechos como los que pregonaba. Aunque tampoco es que haya virado a la derecha, ni se ha dado alguna humalización, sustantivo que tendrá larga duración, a pesar de haberse ejecutado una sola vez. 

Ya es sentido común reconocer que todo lo que de izquierda tenía el peruposibilista Castillo provenía del alharaquiento ideario, que no programa, de su vientre de alquiler Perú Libre. Por lo demás, Castillo es hombre sin rumbo y sin ideas claras de gobierno, que está aprendiendo aún muy lentamente que no es igual ser sindicalista demandante que jefe del ejecutivo de todo un país. 

Entonces, para los realistas del dinero, los que la llevan, hubo mucho ruido y pocas nueces. Apostaron muchos a lo del fraude, pero ya se dieron cuenta que se pierde más que se gana con eso. Aún toman ciertas precauciones, y preferirían a uno de los suyos en palacio de gobierno. Pero es lo que hay, pues, y siguen produciendo e invirtiendo, y no hay fugas de capitales. 

El MEF y otros ministerios sin Perú Libre

Por lo demás, en el Ministerio de Economía y Finanzas, que desde hace décadas ha establecido una centralizada y eficaz dictadura de facto sobre todo lo que se mueve en el país, hay un ministro que tiene claro hasta dónde le es posible ir, no solo por el escenario político pleno de adversidades ideológicas, sino por la ya antigua burocracia de su propio ministerio que se mantiene en las ortodoxas rutas del liberalismo extremo, y con el que debe pactar casi a diario. 

Pero, asimismo, en todos los sectores, con la burocracia nombrada desde hace décadas, herencia sobre todo del aprismo y el clientelismo en general, así como de los criterios estrictos y tantas veces poco prácticos de SERVIR. 

El caso del ministro Pedro Francke es, entonces, el más emblemático – por la gran importancia que aún tiene ese ministerio – de lo que los técnicos provenientes del sector de la izquierda socialdemócrata aportan para la estabilidad del gobierno.  

El Ministerio de Salud ha hecho lo suyo bien, y con creces. Con un ministro de anterior militancia en el Frente Amplio, no podemos hablar de extremos sino de razonable sentido común y profesionalidad. El asunto de la pandemia, bien orientado durante la gestión del presidente Sagasti, ha seguido la ruta emprendida y hecho oportunos aportes que permiten que veamos el horizonte con natural cautela, pero con más optimismo también. Cabe destacar, asimismo, algo que no suele ser noticia de primera plana en la gestión del ministro Cevallos, como es el proceso de fortalecimiento del primer nivel de atención de salud, algo vital y trascendente y de lo que se verán los mejores frutos en adelante. 

El Ministerio de la Mujer hace un trabajo poco vistoso, pero con importantes avances, como el programa para los y las huérfanos de la pandemia por COVID, mediante la ley de orfandad, que permitirá la ampliación de la cobertura de la asistencia económica por orfandad bajo diversas causales, para las niñas, niños y adolescentes en tal condición. Hay una tendencia, positiva, en ese sector a fortalecer lo ya andado y mejorarlo, aunque ciertamente le falta mejor difusión.

La PCM

Se puede hacer muchas observaciones y críticas a la presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez, pero sería de la peor cicatería negarle el mérito de logros importantes en la relación con los movimientos sociales en conflicto. Hay ahora, a diferencia de antes, un diálogo sin muchas desconfianzas (salvo las que falta limar de lo heredado), y poco a poco se va logrando avanzar en cuestiones que parecían imposibles de solucionar, y para las que la gritería y demagogia de Guido Bellido no solo no servían para nada, sino que las empeoraban. 

Tiene enormes méritos Mirtha Vásquez. A muchos no les gustará su priorización de los aspectos ambientales, su firmeza en aquello que antes no importaba mucho a nadie, pero ese cambio es positivo, debe dejar huella, y deberán darse cuenta muchos que el cuidado del territorio para hoy y para las futuras generaciones, es tanto o más importante que obtener más plata para el inmediato PIB, o la caja del tesoro. Lograr eso será madurez en algo que falta: sentido de patria. 

Mirtha Vásquez ha demostrado, además, una enorme capacidad y coraje para apostar por ir construyendo mejores momentos, a costa de tragarse varios sapos indigestos con los que, apenas ha podido, ha saldado cuentas, no personales, sino a nombre del país que, con su cargo, representa: varios ministros y funcionarios absolutamente impresentables, designados por Castillo o sugeridos por Perú Libre, y que generaban conflictos y escándalos innecesarios, pudieron salir gracias a decisiones terminantes de Vásquez que supo aprovechar los momentos adecuados para arreglar la casa. 

Los horribles sapos

El caso del ex ministro del interior Barranzuela, es quizá el más emblemático de esos sapos, pero cuenta también lo del ex ministro de defensa Ayala, y casos de viceministros y directores nombrados al azar de misteriosas inspiraciones. 

Queda mucho por mejorar. No es posible que el ministro de energía y minas, Eduardo González Toro, además de su inoperancia, haya tenido comportamiento tan brutal con sus viceministros, al punto de la malacrianza y el maltrato. Tengo relación cercana con las federaciones indígenas amazónicas del circuito petrolero, agrupadas en la Plataforma de Pueblos Afectados por la Actividad Extractiva (PAAE), a las que asesoro, y su impresión sobre el ex viceministro de hidrocarburos, Antar Enrique Bisetti, es la mejor en tanto que interlocutor. No cito a una empresa petrolera, sino a federaciones indígenas con justos reclamos, que tenían frente a ellas a un hombre que conoce de lo que habla, y al que echan de menos. Ese mismo viceministro – así como al ex viceministro de Electricidad, Jaime Luyo Kuong – es al que el señor González Toro, se dio el lujo de ofender públicamente. Funcionario que tenía el respeto que el ministro González Toro ya quisiera tener. 

La presencia de un ministro del ambiente totalmente ajeno al asunto más importante de nuestros tiempos, pesa muchísimo en las decisiones del gobierno, que no logra más que acciones defensivas a cargo de la PCM. La ausencia de un técnico de primer nivel a la cabeza se nota. Y la reversión de contratos de personal sin calificación y ni siquiera preocupación por el ambiente, es de mucha necesidad en esta cartera. Por una vez, voy a desear que prospere la censura al susodicho ministro de cuyo nombre, permítanme, no me acuerdo. (Busco en Google, que me hace acordar que se llama Rubén Ramírez Mateo, el abogado de los invasores de terrenos en Cerro de Corvina). 

El entrampamiento del área de transportes y comunicaciones, que más parece una prolongación de los intereses particulares de los transportistas – al mejor estilo fujimorista – o del Ministerio de Educación, más preocupado durante gestión del señor Gallardo y también con el nuevo ministro Rosendo Serna, por las demandas sindicales que por la razón de ser de ese ministerio, es decir los estudiantes, son preocupaciones de todos, pero también parte de esos sapos que la cabeza del gabinete debe aún masticar amargamente. 

Sin “caviares”, no hay timón

En breve, con algunos ejemplos y sin remontarnos al increíble periodo de Guido Bellido como premier, podemos decir sin dudas que si el gobierno se mantiene a flote es por el aporte de los técnicos socialdemócratas que, en buena hora, fueron convocados. 

Ellos, y es justo decirlo, otros funcionarios provenientes de actividades independientes, que, felizmente, estuvieron dispuestos a ofrecer sus servicios. Léase, el ministro Carrasco, también Aníbal Torres a pesar de su excesivo papismo, y podemos agregar a funcionarias desechadas por Perú Libre, como la vicepresidenta Boluarte en el MIDIS, o la ministra de trabajo Betssy Chávez, cuyo delito parece ser el mostrarse realistas, prácticas, y razonables. 

A todos ellos la dirigencia y fanáticos seguidores de Perú Libre los llaman “caviares”. Y se muestran dispuestos a reemplazarlos por técnicos propios que no tiene, cualquier “patita” improvisado, en suma, o provenientes de cualquier lado con tal de que no haya “caviares” en el ejecutivo. 

Ojalá que el presidente Castillo, que debe estar madurando poco a poco, esperemos, tenga el tino de corregir lo que hay que corregir, pero no se le ocurra reemplazar a esos “caviares” que son los que le salvan la vida, por las propuestas de Cerrón. Son los que le dan gobernabilidad. Eso está claro como el agua, no hay que coincidir políticamente con ellos, cuando hablamos de estabilidad en la línea de flotación del bote en que todos viajamos. 

El retorno de la gritería y la demagogia sin resultados, como sería de esperar si volvieran Perú Libre y similares, solo fortalecerían a la alicaída ultraderecha, que – en esto como en tantas otras cosas – debe tener total coincidencia con Cerrón y compañía. 

 

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A Carolina

Cayó en mis manos “Freud en su tiempo y en el nuestro”, de Élisabeth Roudinesco, oportuna reivindicación del padre del psicoanálisis, luego de dos décadas de cancelaciones y escraches. Llegó a mí gracias a otra mujer, mi esposa, también psicoanalista, a la vez feminista y admiradora del intelectual vienés porque, racionalmente, se puede ser ambas cosas al mismo tiempo. 

Llevo pocos días con el texto, y como suele sucederme con lecturas no previstas, he comenzado a leerlo en desorden, de acuerdo a mis propios intereses y prioridades. Así que recién he concluido con el capítulo 2 de la Cuarta Parte que se titula “Frente a Hitler”. 

En él, Roudinesco opone a Sigmundo Freud con Adolf Hitler como a dos esencias contrarias y trae a colación las teorías freudianas que vinculan al hombre con sus instintos más autodestructivos. A estos instintos, Freud les opone la cultura y la civilización. Al respecto, señala Roudinesco que “había un camino muy distinto que era igualmente posible, explicaba Freud: el acceso a la civilización (la cultura), la única capaz de permitir, mediante la sublimación, la dominación de las pulsiones de destrucción, es decir, del estado de naturaleza, ese estado salvaje y bárbaro que es un componente de la psique humana desde la antigua horda primitiva”. 

Está claro que con Hitler se perdió todo eso, la civilización, la cultura y nos desbarrancamos hacia las pulsiones más autodestructivas del hombre. Si un equívoco ha despejado la posmodernidad es creer que progresamos y que, eventualmente, en simultaneo al avance material y técnico, superamos también nuestro estado salvaje. Este, más bien, depende de los siglos o las décadas, va y viene, puede emerger en cualquier momento. La mayoría de visiones cinematográficas sobre nuestro futuro son distópicas, proclaman el triunfo del animal salvaje que lo destruyó todo a su paso. Anticipan un advenimiento fatal, una profecía autocumplida. 

¿Y el Perú? ¿Y los peruanos? Hay un consuelo de tontos. No estamos mucho peor que el mundo. La vieja diatriba, “qué mal estamos en el Perú, quiero irme al extranjero” no funciona más. En Alemania hay neonazis en el parlamento, en España Vox crece como la marea al ponerse el sol y en USA al bueno de Joe Biden se le opone el malo de Donald Trump. 

Lo que tienen en común los neonazis alemanes, Vox española y Donald Trump es una forma de hacer política que rechaza la mirada freudiana de civilización, entendida como cultura, porque impugna el diálogo y se constituye y realiza desde la destrucción del adversario, lo que supone la vuelta de nuestras pulsiones más autodestructivas, posicionándolas, cada vez más, en el mundo contemporáneo. Y lo mismo hacen los y las radicales ultraliberales, con sus cancelaciones en redes sociales, las que hace tiempo dejaron de ser su patrimonio exclusivo. Así, la democracia, quintaescencia ideal donde debería establecerse el consenso en busca del bien común cede presto su lugar a los extremismos. 

Sin embargo, la situación en el Perú sí es peor por una razón. En los tres espacios nacionales que he referido preexistían clases políticas profesionales de muy alto nivel, y partidocracias sólidas que ahora enfrentan a capa y espada esta nueva corriente política que, finalmente, también es cultural. En el Perú, en cambio, la versión chicha y posmoderna de Adolf Hitler ha llegado, o llegará en cualquier momento, sin siquiera un partido político, o cincuenta cuadros políticos en el candelero, con la suficiente capacidad de convocatoria y movilización para hacerle frente. 

Por eso en las encuestas gana el centro y en las elecciones ganan los extremos; hasta que un día ya no haya elecciones, o lo que es peor, ya no haya república, total ¿acaso algún día la tuvimos?  

 

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Freud, Hitler

Hace algunos años se hizo una encuesta en EE.UU. que preguntaba a los ciudadanos si preferirían ser presidentes o pasar cuatro años en la cárcel. La mayoría eligió la cárcel. Los estadounidenses parecen reconocer que ser presidente es un trabajo difícil. 

Estoy de acuerdo en que el trabajo de presidente implica una gran cantidad de estrés, poca apreciación por parte de la ciudadanía, alta probabilidad de juicios y una exigencia continua durante el mandato. Aun así me sorprendió el resultado de la encuesta.

Sin duda es un trabajo difícil y demanda gran responsabilidad, finalmente se trata de manejar los asuntos públicos de una nación, lo cuál incluye manejar un presupuesto muy grande, así como tomar todo tipo de decisiones complicadas en temas diplomáticos, militares, sociales, económicos, culturales, ambientales, empresariales, etc.

La compensación económica que recibe un profesional en una organización ya sea empresarial, académica, científica o de otro tipo, suele ser directamente proporcional a la responsabilidad del cargo que asume, el cuál puede ser medido por el tamaño del presupuesto que maneja, el tamaño de equipo que supervisa y las implicancias de las decisiones que toma. 

Otros factores que afectan la compensación son la oferta y demanda de profesionales con similar experiencia y capacidad así como la compensación que reciben posiciones similares en la misma industria. 

El presidente de Singapur tiene el sueldo más alto del mundo con aproximadamente un millón doscientos mil dólares anuales. El siguiente es el presidente de EE.UU. con cuatrocientos mil dólares anuales seguido del primer ministro de Canadá con doscientos sesenta mil dólares y el canciller de Alemania con doscientos treinta mil dólares anuales aproximadamente.

Creo que dice mucho que Singapur, quizás el país mejor administrado del mundo (que pasó de un PBI per cápita de cuatrocientos dólares en 1965 a sesenta mil dólares en el 2020), sea el que más pague a su presidente. 

Mientras tanto, el presidente del Perú actualmente gana quince mil quinientos soles mensuales, lo que equivale a ciento ochenta y seis mil soles anuales o aproximadamente cuarenta y seis mil dólares anuales.

Algunos entendidos aseguran que el gerente general del BCP tiene una compensación anual de varios millones de dólares. Los ingresos del BCP son de alrededor de quince mil millones de soles anuales mientras que el presupuesto general de la república del Perú en el 2021 fue de ciento ochenta y tres mil millones de soles, o sea más de diez veces mayor. 

Esta comparación nos permite observar que el sueldo del presidente del Perú es bastante bajo para el nivel de responsabilidad y presupuesto que maneja. 

Si como presidente vas a estar mal pagado para la responsabilidad que asumes, vas a tener un tremendo estrés por cinco años, vas a correr el riesgo de irte a la cárcel y que te persigan cincuenta juicios después de tu mandato pero, por otro lado, vas a manejar un presupuesto gigantesco y va a estar a tu disposición emplear a la gente que tu elijas. ¿Qué tipo de personas atrae una propuesta profesional de este tipo? 

El resultado es que los candidatos que se presentan al puesto son personas que tienen poco que perder, bajas calificaciones y que pueden estar más interesadas en beneficiarse del manejo de un presupuesto tan elevado y de decisiones cruciales para diversos sectores empresariales.

Una compensación más elevada permitiría atraer a personas con mucho mayor experiencia y capacidad a las cuales ni se les ocurre postular a la presidencia por ser una fórmula tan poco atractiva para una persona honesta.

Normalmente en altos cargos empresariales la compensación suele estar compuesta por una parte fija y otra variable relacionada a la performance del profesional y/o de la empresa u organización. Esta estructura permite que el profesional tenga un incentivo para esforzarse y asegurarse que su performance le permita obtener la bonificación ofrecida y/o que la empresa logre los objetivos de rentabilidad planificados.

Todos sabemos que si un profesional sabe que va a recibir el mismo sueldo sea que se esfuerce o no, en la mayoría de los casos el resultado es que el profesional no se esforzara más de lo estrictamente necesario.

La compensación del presidente podría tener bonificaciones anuales relacionadas con la mejora de la calidad de los servicios públicos, de la ejecución presupuestal y de otros indicadores de manera que pueda recibir un bono anual en función de la buena performance de su gobierno.

Los ofrecimientos populistas de reducir el sueldo al presidente y a los puestos de responsabilidad en el gobierno, incluidos congresistas, lo único que logran es reducir el nivel profesional y moral de las personas más relevantes para el buen gobierno del país.

Propongo incrementar sustancialmente la compensación del presidente de la república de manera que su sueldo se acerque al de posiciones de responsabilidad con similar complejidad en el sector privado así como estructurar bonificaciones por cumplimiento de objetivos de gobierno que sean cuantificables y relevantes.

 

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Ni firmas falsificadas ni suplantaciones de identidad hubo en el proceso electoral. En otras palabras, no hubo fraude, según concluye la investigación de seis fiscalías provinciales abocadas a ello luego de que el Jurado Nacional de Elecciones les remitiera las denuncias de Fuerza Popular en ese sentido.

Se confirma así el papelón político monumental que supuso para un sector de la derecha la cantaleta del fraude para intentar explicar la derrota legítima, en las urnas, de Keiko Fujimori, una muy mala candidata; peor, que eso, una pésima perdedora.

Sin aprender un ápice del desastre político que generó por su resistencia a aceptar el triunfo de Pedro Pablo Kuczynski el 2016, esta vez, cinco años después, volvió a repetir el plato con mayor intensidad, tratando de que las autoridades electorales desconozcan el triunfo de Pedro Castillo y se vuelvan a convocar elecciones o se le proclamase a ella como la ganadora.

Será cuestión de recordar todos los nombres de quienes alentaron ese despropósito, porque revela su mala entraña política, capaz de ir más allá de los hechos con tal de plasmar sus objetivos. Y en ese afán, lamentablemente llegaron a involucrar a nuestro Nobel, Mario Vargas Llosa, seguramente mal informado, estuvo dispuesto a usar su influencia para lograr el mismo afán.

Dicho sea de paso, la derecha, lo que tiene que aprender es a lanzar buenos candidatos. No lo eran ni Keiko Fujimori, ni Rafael López Aliaga, ni Hernando de Soto. Hay que reconocer que la candidata de Fuerza Popular hizo una excelente campaña en primera vuelta y en buena parte del tramo de la segunda, pero cometió errores groseros en el desenlace casi final, que le costaron la estrecha derrota frente al muy básico y endeble candidato de Perú Libre.

Esta investigación de la Fiscalía debería bastar para que un grupo de enfebrecidos baje sus revoluciones y entienda también que a Castillo se le debe combatir usando las armas de la propia democracia constitucional y no con atajos golpistas. Porque entre quienes exigen vacancia exprés y quienes gritaron fraude hay una línea de continuidad que ojalá se empiece a resquebrajar.

La del estribo: monumental el esfuerzo de la Derrama Magisterial, en conmemoración del Bicentenario, de haber lanzado al mercado editorial la colección, en seis tomos, de la Nueva Historia del Perú Republicano. Bajo la conducción editorial de académicos como Manuel Burga, Carlos Contreras, María Emma Mannarelli y Claudia Rosas, se perfilan nuevas miradas, inquietantes preguntas, tratamientos novedosos de hechos ocurridos desde 1780 hasta la fecha. Edición de lujo, pero a precios asequibles que ya encuentra en kioskos y librerías.

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