Opinión

Querida Manuela,

Estamos ya en julio de 2021, mes del bicentenario. Seguimos con la pandemia y todavía no nombran a quien será el nuevo presidente para el siguiente quinquenio. Hay pocas actividades programadas para la celebración, a diferencia de la conmemoración que hubo por los 100 años, cuando Augusto B Leguía organizó grandes fiestas con delegaciones internacionales en el Palacio de Gobierno, en los clubes, carreras hípicas de gala, fiestas populares, la gran parada militar, desfiles escolares, desfiles de carros alegóricos, y una serie de inauguraciones como la inauguración del monumento al generalísimo José de San Martín, en la plaza que desde entonces lleva su nombre y que ha sido tan utilizada para las protestas y marchas democráticas.

Creo que la mejor conmemoración de lo que va para nuestro bicentenario es la Serie Numismática «La Mujer en el Proceso de Independencia del Perú«, acuñada el 30 de diciembre de 2020 del Banco Central de Reserva (Nota informativa. Circular 0037-2020-BCRP), que pone en circulación tres monedas alusivas a mujeres patriotas que colaboraron en la independencia: Heroínas Toledo, Brígida Silva de Ochoa y María Parado de Bellido recorrerán mercados en forma simultánea con las actuales monedas de 1 sol.

Tu seguro que las conociste o escuchaste de ellas. Al igual que tú, recibieron medallas de parte del General San Martín. Brígida Silva de Ochoa fue una valiente patriota que arriesgó su vida siendo informante de los insurgentes, y dio apoyo económico y moral a patriotas prisioneros. Ella fue calificada como una forjadora de la opinión pública, siendo declarada por San Martín como “Hija de la Patria” por sus virtudes y compromiso con la independencia. María Parado de Bellido, como te comenté en mi segunda carta, abrazó con convicción el proyecto independentista con su frase célebre: “No estoy aquí para informar a ustedes, sino para sacrificarme por la causa de la libertad”. La tercera moneda es de Las Heroínas de Toledo, Cleofé Ramos y sus hijas María e Higinia Toledo, tres mujeres que cortaron las amarras del puente colgante sobre el río Mantaro en medio del fuego enemigo con una rapidez que hasta hoy sorprende. Por su liderazgo y valentía, San Martín las reconoció con la Medalla de Vencedoras.

El legado de todas hoy lo celebramos. Ellas, al igual que tú, representan el sacrificio por la patria y son un símbolo de coraje, resistencia y lealtad a los ideales que forjaron la república. Manuela, creo para este bicentenario tan movido, con tan pocos festejos, el mayor logro es que mujeres estén ocupado los puestos más importantes el el Estado: están Violeta Bermúdez Valdivia, Presidenta del Consejo de Ministros; Mirtha Esther Vásquez Chuquilín, Presidenta del Congreso de la República del Perú; Zoraida Ávalos Rivera, Fiscal de la Nación; y Elvia Barrios Alvarado, actual presidenta de la Corte Suprema del Perú y del Poder Judicial (la primera mujer en asumir dicho cargo en el Perú). Asimismo, tres universidades públicas de larga tradición, como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Universidad Nacional de Ingeniería y la Universidad Nacional de Educación “La Cantuta” tienen rectoras mujeres. Según datos de la Autoridad Nacional del Servicio Civil (Servir), 5 de cada 10 servidores públicos son mujeres, número que supera al del sector privado donde el promedio de colaboradoras es de 3 por cada 10 colaboradores. Por otro lado, el 24% de jefas de hogar forman parte del aparato estatal a nivel nacional, mientras que en el sector privado solo 19%. Queda claro que hay mucho que trabajar para nosotras, las mujeres, solo espero que para ello no se necesiten 100 años más.

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Augusto B Leguía, Bicentenario

César Vallejo concibe la poesía como una forma radical de intervenir en la reflexión sobre el acontecer existencial, ético y político de los hombres. Sus poemas, sobre todo a partir de Trilce (1922) se articulan en una trama de interpelaciones que revela la crisis contemporánea y en la necesidad no tanto de “representar” el mundo, sino de presentarlo como el todo que es: trunco, contradictorio, múltiple, tenso. A eso se deben sumar las posibilidades de la redención y la utopía que, en su caso, no son pocas. Nada de esto sería posible sin una condición previa que Vallejo cumple cabalmente: hacer visibles los resortes políticos que habitan su escritura.

Eso explica que Víctor Vich, un destacado crítico y académico peruano ponga a examen la poética vallejiana bajo el marco del acontecimiento, una categoría que, precisamente, contribuye a colocar el foco en las relaciones existentes entre la escritura de Vallejo y la “idea comunista”, pero no como una cuestión programática, sino como evidencia de que el sujeto contemporáneo necesitaba un lugar de enunciación fuera de los mecanismos de enajenación que sostenían a las sociedades capitalistas y a los discursos hegemónicos.

La invitación a leer a Vallejo desde la crisis del sujeto y la crisis del lenguaje, en el marco de la experiencia, de lo vivo, de lo actuante, adquiere pleno sentido: su poesía no es mera expresión sentimental o un catálogo de juegos con la palabra; más allá del artificio hay verdades profundas sobre la existencia histórica del hombre contemporáneo. Ese elemento es el que tiende puentes hacia la comprensión de la(s) poética(s) de Vallejo en un escenario político. “Vallejo está convencido de que la poesía y el arte deben estar articulados a un ´proceso de verdad´ y que esa verdad debe encontrarse socialmente situada” (p.98), anota Vich.

El mundo contemporáneo pasa ante los ojos de Vallejo tamizado por una amplia gama de sentimientos, que van de la agonía a la esperanza; esa mirada múltiple, además, se vincula con experimentaciones en lo estético. De Los heraldos negros (1918) a España, aparta de mí este cáliz (1939) hay un derrotero cuyos elementos transversales (el otro, la historia, el sujeto) se conservan intactos y sobreviven a los cambios que opera el propio Vallejo en su escritura. La visión crítica de la historia, la lectura política de la realidad, se traducen en figuras y alegorías que enriquecen la interpretación de la presencia del hombre en la escena contemporánea. Vallejo habló para su tiempo, pero su palabra sobrevive.

No olvidemos, como apunta Vich, que “el sujeto de la poesía de Vallejo es, también, un sujeto de la voluntad. Si bien toda su obra se propuso representar el carácter fundamentalmente frágil de la condición humana y nunca tuvo reparos en mostrar cómo la subjetividad evade tomar grandes decisiones, vale decir, cómo se acobarda ante el acontecimiento (…), lo cierto es que la suya es una poesía que también constata que el ser humano puede hacerse parte de una verdad universal y afirmarla con compromiso” (p.187).

¿Su lectura puede tener también el mismo sentido? Por supuesto. Leer a Vallejo es una aventura del sentido, una exploración en nuestras disfuncionalidades como seres humanos, un viaje hacia las tensiones y la enajenación producidas por el capitalismo en sus versiones más dogmáticas y la lucha que supone enfrentarlas. Vida, muerte, pasión por la vida y lo real, redención. Aquí hay, pues, Vallejo para rato: “Hoy me gusta la vida muchos menos,/ pero siempre me gusta vivir: ya lo decía./ Casi toqué la parte de mi todo y me contuve/ con un tiro en la lengua detrás de mi palabra”.

César Vallejo. Un poeta del acontecimiento. Lima: Editorial Horizonte, 2021.

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César Vallejo, poesía, Víctor Vich

Allí sigue, en su cuenta de twitter, incólume, el post del presidente electo Pedro Castillo, distorsionando la verdad al atribuir la muerte de un correligionario a la acción violenta de un grupo fanático de la ultraderecha y reclamando que su muerte no puede quedar impune.

El tuit, lanzado precipitadamente a las dos de la madrugada, revela claramente el intento de utilizar políticamente una tragedia sin darse el mínimo trabajo de verificar la realidad de los hechos.

Haría bien Castillo en rectificarse, pedir disculpas y, sobre todo, aprender de lo sucedido para no reiterar error semejante más adelante, cuando ya sea presidente en ejercicio.

Un error de ese calibre le puede costar la Presidencia. Un mandatario que mienta o cometa un error semejante puede verse expuesto, ante un Congreso en el que no tiene mayoría y no cuenta además con los votos suficientes para evitar una vacancia (tiene solo 42 votos seguros, entre los 37 de Perú Libre y los 5 de Juntos por el Perú, y necesitaría 44 para estar a salvo), a un descalabro fatal.

La gravedad del cargo de jefe de Estado exige una severidad que no puede exponerse a dislates de semejante calibre. Es cierto que somos humanos y cometemos errores y un Presidente no está libre de cometerlos, pero lo que acá queda claro es que el señor Castillo no revela propósito de enmienda ni voluntad política de rectificación.

El poder es la peor droga. La circulina es más potente que la cocaína. Lo peor que le podría ocurrir a un mandatario poco preparado, con enormes precariedades políticas, es entregarse al cauce de la precipitación o el exceso, imbuido del alto cargo que ni siquiera aún ocupa.

De por sí, los pronósticos políticos de la gestión de Castillo no son buenos. Aún a pesar de su saludable moderación económica, hay tremendos problemas por delante para los que no parece correctamente equipado y que van a requerir de una sabiduría particular, que por cierto no se aprecia en este poco feliz tuit.

Manejarse en medio de una pandemia que aún no cesa, resolver las enormes expectativas que sobre su gestión se ha generado en millones de peruanos -la mitad del país-, atender el teje y maneje de un Congreso donde no tiene mayoría, no son poca cosa, y van a exigir un manejo serio y responsable, una mano de estadista, no la perseverancia de un candidato beligerante e irresponsable.

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circulina, Congreso, Pedro Castillo

UNO

“Montesinos puede parecer un monstruo, pero es nuestro monstruo” – Luis Jochamowitz

Una escena los delata. Enfundado en un traje Dior, pañuelo en el bolsillo del saco, cuidadosamente peinado y maletín, en mano, entra al juzgado. Ahí se encuentran ambos: cara a cara. Fujimori con campera de color oscuro y corbata, lo mira expectante. Vladimiro inclina la cabeza, en señal de reverencia, y le regala una sonrisa, cómplice, levantando las cejas; el otro guiña un ojo.

Moviendo impertérrito un dedo, gesticula mientras mira desafiante a un fiscal, anonadado, ante la retórica del sociópata. Dominaba la escena, como siempre lo hacía en el SIN, ante todos.

¿Usted tiene un parentesco con el Gral. Torres Aciego?

“En absoluto…. somos colombroños para su conocimiento” musitó Vladi

“¿Y eso qué significa?” pregunta intrigado el fiscal.

“Personas que tenemos el mismo apellido, pero no tenemos parentesco. Eso se llama Co-lom-bro-ño” silabea burlonamente; mientras en el rostro de su socio-amigo se dibuja una sonrisa sardónica.

Estaba dejando en ridículo al fiscal de turno.

En el Mega Juicio tenía los mismos gestos que AF. Una concordancia perfecta. Cuando 2 personas hacen clic, se sincronizan los cuerpos. Es así. Delata la cercanía perfecta que tuvieron.

Da respuestas buscando la aprobación del ex-presidente. Se muestra extasiado ante las cámaras. Es el circo mediático. Más tarde, por consejo de su abogada da por terminada su alocución.

DOS

Dícese que era esmirriado de adolescente. Una pintura típica del microcosmo adolescente: los patas del barrio, sentados en la clásica esquina ocupados, haciendo nada. De repente, uno de ellos, sin razón alguna, agarra de punto al que tiene pinta de boludo o de sabihondo.

  • ¿Oye cojudazo porque me miras?
  • No miro huevadas, por si acaso, respondió el aludido.
  • ¿Qué dijiste huevón?
  • Escuchaste bien, cojudo.

Se miraron, entre ellos, asombrados, se levantaron y le dieron un correctivo al contestón. Vladi entonces erosionó. Investigó y reveló a los padres de los abusivos, sus travesuras y pecadillos. Logró así su venganza y respiró aliviado. Había encontrado una forma de sobrevivir.

Había crecido en un hogar carenciado. Su padre era un tiro al aire. Había pertenecido a una familia de alcurnia; quienes le dieron la espalda al contraer nupcias con una proletaria.

Todo eso lo afectó, profundamente.

Tuvo una relación de amor-odio con don Pancho Montesinos. Quien acorralado por problemas financieros, se suicida.

Jochamowitz lo relata en su libro.

“A un amigo en común, lo llevó a un edificio, abrió la puerta de uno de los departamentos, y le mostró el cuerpo de su padre, que se acababa de suicidar, espetándole una pregunta.

¿Tú crees que la muerte de este hijo de puta, va a afectar mi carrera?”

TRES

“Nunca seas pobre”

Francisco Montesinos

Visualizó que el Ejército era una institución netamente vertical. Llena de formas y símbolos. Donde uno se podía acoplar y lograr ascender rápidamente, si usaba la incriminación y  lisonja (in extremis) ante las personas correctas.

Hubo un quiebre.

En 1976 entregó una lista de armamento a funcionarios de inteligencia de los EE.UU. Tras un viaje clandestino a ese pais, fue detenido y procesado en el fuero militar. El Gobierno Militar había comprado armamento a URSS, ante la posibilidad de un conflicto militar con Chile. No fue acusado de traición (para no incriminar a su jefe), fue dado de baja, por deserción y puesto en prisión.

Hombre pragmático, al salir de prisión se graduó de abogado. Tenía labia, pero lo más importante: sabia crear redes de servicios integrales (incluía policías y jueces corruptos).

Entonces se dedicó a defender a narcotraficantes. Por ende, se hizo de billete.

En los lejanos ochentas, la Hacienda Nápoles lo tuvo como visitante. Pablo Escobar, Todopoderoso, lo miró fijamente y supo de inmediato que era uno de los suyos.

En aquellos años aciagos, se hizo asesor de un inepto, pero con ganas de sacar rédito al cargo: el Fiscal General.

Llevó información personal de los desaparecidos por Sendero Luminoso.

En ese ínterin, le solicitaron que asesore a un ignoto candidato: Alberto Fujimori.

……..

Luego de los audios que presentó Popi Olivera la semana pasada, alguien duda que el 2026 (cuando salga libre), ¿le queden cartas por jugar?

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Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos

El Páramo reformista. Eduardo Dargent, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2021.

Eduardo Dargent ha hecho una contribución indispensable y notable para entender por qué es tan difícil hacer reformas en el Perú con su reciente libro.

Su argumento central es que la dificultad para reformar en el Perú tiene que ver no solo con los intereses corruptos que infiltran el Estado, a los que Dargent se refiere como las malas manzanas en el barril, usando la metáfora de Mario Montalbetti. Si fuese así bastaría con extirpar esas manzanas del barril, pero no es el caso.

Si se les saca, se pudrirán otras. Por eso Dargent sostiene que la dificultad de reformar es más compleja y profunda, y tiene que ver con el barril mismo, que tiene una madera que malogra las manzanas: una “estructura social e institucional que limita los esfuerzos de cambio”. Su argumento colisiona contra el discurso facilista que muchas veces predomina en parte de la ciudadanía que culpa a los políticos corruptos de los problemas del Estado. Sin duda esas manzanas podridas hacen daño, pero Dargent profundiza mucho más para entender por qué siguen apareciendo.

Y el problema, explica el libro, es la existencia de fuerzas que se oponen a las reformas ya sea porque amenazan sus intereses o porque tienen diagnósticos ingenuos y fallidos (o una combinación de ambos). Dargent identifica tres grupos, a los que llama “conservadores populares”, “libertarios criollos”, y “izquierdistas dogmáticos”.

El siguiente párrafo del libro los describe bien y la forma como cada uno torpedea la posibilidad de reformas:

“Los conservadores populares minimizan la necesidad de reformas y la razón principal para ello es estar atravesados por intereses particulares. Los libertarios criollos no reconocen los límites de sus recetas privatizadoras, los beneficios que obtienen del orden actual ni lo conservadores que son frente al cambio. Ambos tipos de actores son parte de la madera. Los izquierdistas dogmáticos sí entienden que el poder está en la base de la resistencia al cambio y pregonan la necesidad de curar la madera, una postura que, como verán, comparto, pero son irresponsables al creer que un cambio en el poder, en los términos que ellos consideran positivo, traerá necesariamente mejoras sustantivas.”

Dargent explica de manera muy clara y convincente cómo estos tres grupos se convierten en obstáculos para reformas, y de esa manera logra proveer una visión más completa sobre los desafíos que enfrenta cualquier esfuerzo reformista.

Quizá mi única diferencia con su tipología es que los libertarios criollos y los conservadores populares son aún más parecidos de lo que él sugiere, y podrían encajar en una sola categoría. Las elecciones y los acontecimientos post-electorales muestran que muchos liberales criollos son en el fondo conservadores, o al menos no tienen ningún reparo en adoptar las mismas posiciones cuando perciben que tienen al frente a un rival común. En esos casos la argumentación liberal termina siendo usada solo para maquillar intereses conservadores que buscan preservar poder y statu quo.

En cambio, los liberales genuinos son un grupo mucho más pequeño y casi sin influencia.

Dargent escribe con el loable propósito de ayudar a construir una demanda social por reformas, y para eso intenta hacerle ver al lector cómo el comportamiento y narrativa de cada uno de estos grupos conspira contra ellas.

Busca lograr una reflexión crítica sobre el debate político en el Perú y advertirle al lector el efecto tóxico que tienen estos tres grupos sobre la madera, con la esperanza de que pueda alejarlo de ellos.

Coincido que eso es necesario y Dargent lo expone de manera magistral. Pero a pesar de que no es su intención, el libro me llevó a adoptar una reflexión más pesimista que la del autor: ¿bastará con crear una mayor conciencia ciudadana por lo que requieren estos procesos de reforma? Me temo que quizá no, y que estos tres grupos podrían ser un síntoma de un problema más profundo: lo fragmentado y desarticulado que es el Perú.

En ese sentido, durante la lectura me acechó continuamente la pregunta de si realmente es posible reformar en países tan fragmentados, con tan poco capital social. Me explico: la formación de coaliciones ciudadanas amplias para promover reformas que creen bienes públicos requiere por definición que los integrantes de esas coaliciones puedan confiar entre ellos lo suficiente como para unirse bajo una agenda común. Si cada uno desconfía de las motivaciones del otro, la acción colectiva se dificulta. En el Perú la desconfianza que existe entre grupos distintos de la sociedad es casi patológica. Para un sector del empresariado ser profesor de la PUCP ya es señal de sospecha. Para un grupo de intelectuales ser empresario es casi sinónimo de no ser demócrata. Un ejemplo reciente es la Proclama Ciudadana. Una iniciativa que promovía compromisos básicos que en principio cualquiera suscribiría, era vista con muchísima sospecha por ambos lados.

La peruana es una sociedad muy dividida, muy fragmentada. No conozco ejemplos de coaliciones amplias exitosas en países así.

Por eso quizá los tres enemigos de la reforma que Dargent identifica florecen o logran importancia porque la madera con la que se hizo el barril proviene de un árbol que no tiene la materia prima adecuada: una sociedad desarticulada, sin lazos de confianza interpersonal que faciliten que la acción colectiva.

Por eso me temo que soy más pesimista que Dargent sobre la posibilidad de “curar el barril” a través la creación de una demanda ciudadana por reformas. Esos esfuerzos pueden dar resultados en algunos casos (Sunedu es un buen ejemplo de cómo una coalición social puede defender una reforma de los ataques de políticos corruptos y de algunos de los grupos que Dargent identifica), pero no como para reformar de manera sistemática, como el Perú requiere.

Creo que necesitamos algo más, que para mi pasa un shock institucional como lo que describí con Andrea Stiglich en El Perú está calato (Planta 2015).

Sin embargo, reconozco la contradicción: ese shock institucional no es posible sin una demanda ciudadana como la que Dargent busca crear. Por lo tanto coincido en que el esfuerzo que plantea a través de su libro es indispensable.

Finalmente, Dargent pone el dedo en la llaga al enfatizar que la necesidad reformista del Perú es vasta: se requiere un conjunto de cambios profundos y en varias dimensiones. Esto es algo que los tres grupos mencionados por Dargent, cada uno a su manera, pasa por alto, con la consecuencia de banalizar la discusión sobre los problemas del país. Para los conservadores se requiere mano dura para sacar adelante proyectos mineros, para los libertarios desregular más, para los izquierdistas dogmáticos cambiar la Constitución.

Y más aún, como señala el libro, no solo se trata de diseñar mejores y nuevas políticas, sino también fortalecer la capacidad del Estado para implementarlas con éxito, algo que no es tomado en cuenta por ninguno de los tres grupos.

La mayoría de los países que han vivido milagros y en poco tiempo (relativamente) transitaron de ingreso bajo a ingreso alto o medio-alto pudieron hacerlo secuenciando bastante sus reformas en el tiempo. Con algunas cosas básicas (estabilidad macro, economía al menos medianamente abierta, etc.) pudieron aprovechar sus ventajas comparativas y desarrollar industrias exportadoras intensivas en mano de obra. El argumento de la hipótesis de modernización (e incluso su versión revisada -Acemoglu et al-) es que eso generó una fuente de empleo masiva que sacó gente de la pobreza y empezó a crear una clase media favorable a ciertas reformas e instituciones económicas y políticas que permitieron seguir creciendo y robustecerse.

El problema es que por cambios tecnológicos y globalización esas industrias exportadoras intensivas en mano de obra ya no parecen ser una buena locomotora. En el mundo de ingreso bajo y medio la participación de la manufactura en el empleo se viene reduciendo desde hace años, a diferencia de lo que la teoría clásica habría sugerido.

¿Qué nos queda entonces? Hacer reformas bastante más complejas para desarrollar industrias que dependen de ventajas comparativas más sofisticadas, que van más allá de materias primas y mano de obra barata. Estas requieren acción del Estado muchísimo más compleja que la que requirieron los países de milagros del siglo XX. Ninguno de ellos tuvo que arreglar sus sistema educativo antes de empezar a crecer, o tener colaboración público-privada para promover la innovación antes de empezar a crecer.

Por lo tanto, las reformas que le tocan al Perú son verdaderamente desafiantes y sin parangón en la historia económica moderna. Eso significa que nuestra incapacidad para reformar es aún más incapacitante para nuestro desarrollo de lo que creemos.

Y por eso el libro de Dargent trae una discusión tan necesaria.

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Eduardo Dargent, izquierdistas dogmáticos, libertarios criollos, reformas

A propósito del día internacional del orgullo LGTBIQ (lesbiana, gay, trans, bisexual, intersexual y queer) celebrado este lunes en el mundo y en nuestro país, cabe manifestar sincera preocupación por la proliferación de futuros parlamentarios conservadores en el próximo Congreso de la República.

Por lo pronto, los de la bancada de Perú Libre sumados a los de Renovación Popular ya constituyen un número significativo (37 más 13, suman 50), a los que se sumarán, sin duda, parlamentarios de bancadas como Avanza País, Podemos, Alianza para el Progreso, del keikismo o de Somos Perú, y que a la postre seguramente harán mayoría congresal.

Ello nos hará ir a contramarcha de la tendencia mundial a favor de las libertades morales e individuales concomitantes al desarrollo del capitalismo liberal, que en líneas generales ha permitido que el feminismo o el arte contemporáneo, como expresiones contestatarias, se sumen a la causa de la diversidad sexual como elementos propios de una cultura moderna.

El erotismo humano tiene cada vez más libertad de expresar y manifestar su inmensa complejidad y variedad, que paulatinamente hará que, inclusive, la heterosexualidad excluyente sea minoritaria. Los seres humanos, liberados de las ataduras biológicas del instinto animal, hemos logrado desplegar un erotismo saludable fuera de los imperativos genéticos.

Es absolutamente normal en términos psíquicos la multiplicidad de fórmulas eróticas que se despliegan en las sociedades liberales. No hay patología ni motivo de discriminación alguno.

Se espera, en consecuencia, que la legislación respectiva de los países que acogen el reino de las libertades se adecúe a esa realidad y supere atavismos excluyentes y discriminatorios.

Mal pronóstico tiene esta causa de la libertad con el nuevo Congreso próximamente entrante. Será necesario movilizar a la sociedad civil, a los colectivos activistas y a los líderes de opinion liberales -sean de derecha o de izquierda- para impedir que se retroceda en una lucha esencial, tan importante como la defensa de las libertades políticas o económicas.

No hay sociedad liberal ni democrática que se pueda preciar de serlo si no incorpora en su orden establecido el más profundo respeto y tolerancia por las hoy minorías eróticas que pronto serán predominantes. Es una causa de la modernidad que se debe mantener en ristre.

 

La incertidumbre que rodea la política peruana hoy nos recuerda las palabras de la filósofa Martha Nussbaum «el miedo bloquea con demasiada frecuencia la deliberación racional, envenena la esperanza e impide la cooperación constructiva para un futuro mejor».

Asimismo, Aristóteles dice que oradores políticos serían capaces de generar miedo si cumplen con tres condiciones. Primero, si pintan el evento inminente como necesario para la supervivencia o el bienestar. Segundo, que la gente se dé cuenta de la urgencia de la situación. Finalmente, que se sienta que las cosas están fuera de control.

El argumento del fraude electoral cumple con estos tres elementos establecido por Aristóteles. ¿El resultado? El verdadero ganador de estas elecciones es el miedo, que probablemente continuará dañando la democracia peruana durante los próximos años a través de la advertencia de Nussbaum: de que el miedo allana el camino para el chivo expiatorio, la venganza y la envidia de los más poderosos.

Aunque muchas personas han discutido durante los últimos meses sobre las desigualdades económicas, las divisiones de clases, el subdesarrollo de las áreas rurales y el impacto devastador de la pandemia de la COVID-19, hay un tema en particular que merece una mayor atención: la desigualdad política en Perú.

No es un hecho tan conocido que el voto universal se implementó en el Perú en 1980. Hasta ese entonces, las mujeres, quienes obtuvieron el voto en 1956,  y los analfabetos en el interior quedaron fuera del proceso democrático. Como consecuencia, los peruanos no eligieron a un solo presidente indígena entre los siglos XIX y XX. Como dice la científica social Alicia del Águila, estas exclusiones tenían el «perverso efecto de tener partidos surgidos de Lima, sin peso nacional». Es por esa razón que el voto interior tiene mayor relevancia hoy. El Perú no tiene ni un partido con alcance nacional que sea aceptable tanto para la costa como para el interior. Estas divisiones históricas deben ser abordadas si el país quiere liberarse del malestar sociopolítico que ha estado burbujeando durante dos siglos. Si se anulan los resultados de esta elección, se abriría aún más el abismo entre la costa y el interior.

Igualmente, debemos recordar que lo opuesto al miedo es la esperanza. Ambos reaccionan a la incertidumbre, pero de formas diferentes. Hoy, el Perú se encuentra en una tormenta de miedo. El objetivo debe ser capearla y mirar hacia adelante.

Si Castillo asume la presidencia, el único camino es moderarse. Las advertencias que predicen que convertirá a Perú en otra Venezuela son bastante alarmistas: Castillo no tiene la popularidad ni el capital político para promulgar medidas radicales a través del Congreso o por decreto presidencial. De hecho, su radicalización sería un suicidio político, ya que los partidos de centro, centroderecha y derecha tienen suficientes escaños en el Congreso para vacarlo. La única forma para sobrevivir un período presidencial sería alejándose de Vladimir Cerrón y acercándose más a moderados como Pedro Francke y Verónica Mendoza. Hasta que esto suceda, tomamos el consejo del matemático John Allen Paulos: «La incertidumbre es la única certeza que hay, y saber cómo vivir con inseguridad es la única seguridad».

 

Hari Seshasayee. Profesor Internacional de ESAN Graduate School of Business, investigador del Woodrow Wilson Center en EEUU y asesor de ProColombia, una agencia del gobierno colombiano.

* Las opiniones expresadas son del autor y no reflejan las del gobierno colombiano.

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Fraude, Pedro Castillo, Política

“Es una pena que un equipo como el de ahora nos empate con muy poco”, dijo Pervis Estupiñan, lateral izquierdo ecuatoriano. Perú le acababa de sacar un empate imposible a Ecuador en Goiânia. A sus 23 años, Pervis roza la gloria con el Villarreal de España, donde acaba de ganar la Europa League. Su juventud y éxito lo hacen insolente. Menosprecia así a un equipo que ha sabido ganarle cuatro puntos de seis posibles en veinte días.

A pesar de su altanería, hay algo en las escuetas palabras del buen Pervis donde encuentro cierta verdad. Lo que él puede ver, seguramente, es un equipo al que le hacen falta individualidades que destaquen, potencia en ataque, orden defensivo, jerarquía en el mediocampo y solidez colectiva. Seguramente Pervis distingue un equipo frágil, que se encuentran en proceso de armado una vez más, lejos todavía de la consolidación colectiva. 

Si así fuera, Pervis tendría razón. 

Perú demuestra poco. Seamos brutalmente honestos. Ecuador en Quito fue una selección que se creyó superior antes de jugar el partido y salió confundida. Colombia no tuvo puntería y regaló el partido. Ecuador de nuevo tuvo una laguna mental de diez minutos que le costó el triunfo en Brasil. Y se le ganó a una Venezuela plagada de suplentes con lo mínimo indispensable. 

Perú hoy es un equipo muy diferente a su versión más exitosa pocos años atrás. No está Advíncula y no es lo mismo para Carrillo no tenerlo. Lopez y Trauco alternan el puesto. Callens es una novedad, aunque ya se lesionó de nuevo. La dupla Abram y Zambrano ha desaparecido. Ni que decir de Ramos y Rodríguez, que es una leyenda urbana. Guerrero y Farfán también lo son. ¿Flores, Polo, Gonzales? 

Sigo. La defensa peruana todavía no se conoce y marcan en desorden. Los laterales son lentos. Trauco apenas puede conectar un par de centros por partido. Corzo en realidad es un jugador muy menor, que disimula todas sus falencias con empuje. Carrillo y Cueva viven de la chispa (que entre ellos la llaman chocolate). Lo bueno es que, obligados por Gareca, casi siempre van a la marca ordenados. Yotún está lejos de ser el volante decisivo del pre-Mundial. 

Mientras que Peña sigue en un proceso de encontrar su lugar, casi que lo único sólido está en un Lapadula motivado y el estandarte Tapia. Pero nadie, ninguno de los doce o treces jugadores que alternan, es una individualidad decisiva. Ni siquiera el italiano, que es un gladiador y ha logrado efectividad. Pero en el transcurso de los noventa minutos, Perú no es un equipo sólido hacia la victoria.

De hecho, si Perú gana será siempre sufriendo.

En 77 partidos como técnico, Gareca ha tenido 32 victorias. De esos triunfos, el 40% han sido por más de un gol de diferencia, de las cuales solo siete fueron en partidos oficiales. 3-1 a Bolivia y 2-0 a Paraguay en la Copa América del 2015; el 4-1 a Paraguay para ir al Mundial; el repechaje 2-0 en Lima con Nueva Zelanda y el 2-0 con Australia en Rusia; y los 3-1 y 3-0 a Bolivia y Chile en la Copa América del 2019, que Perú llegó a la final. 

No es una sorpresa que la selección sea un equipo que carece de contundencia. La mayoría de sus triunfos son 2-1 o 1-0, por márgenes estrechos, donde realmente el partido lo pudo haber ganado cualquiera. En el fútbol, un resultado contundente requiere de un golpe evidente, que no deje dudas por su claridad e incluso definición temprana en el transcurso del partido. Sin sufrir. 

Ese factor es lo que necesita Perú ante Paraguay el viernes para lograr la victoria, por las características del rival. Paraguay no es un equipo contundente ni se basa en sus individualidades, porque no las tiene. Es otro Perú. Va al ataque, porque si espera atrás se volvería muy sensible de sufrir una derrota. Mejor es pelear arriba. Se ordena bien en el fondo, pero busca salir jugando rápido por las bandas para buscar el pase al vacío y encontrar al punto milagroso.

Berizzo, el técnico de Paraguay, es muy Gareca. Ha potenciado las opciones que tiene, con jugadores jóvenes y de poca experiencia internacional, pero que cumplen religiosamente la parte táctica de su esquema de juego. Su sistema es versátil, modifica el mediocampo entre ataque y defensa con facilidad, dependiendo del vaivén del partido. Se basa en un defensa ordenado que corte el balón (un Rodríguez), un distribuidor de juego (un Yotún) y un punta que las vaya a buscar todas arriba (un Guerrero). 

Paraguay se extiende y se acorta como un acordión. Presiona fuerte arriba y llega al área con muchos jugadores. Para marcar se estira lo suficiente y va hombre a hombre. Los extremos se vuelven laterales y los volantes defensivos se meten entre los defensores. Aún defienden bien la pelota parada, aunque no los centros a velocidad y contragolpe. Los jugadores que escoge Berizzo están todos a punto físicamente. No hay jugadores emblema en Paraguay, en la cancha todos tienen menos treinta años y hambre de quedarse. 

Para ganarle a Berizzo, Perú necesita un equipo efectivo y contundente. Que pueda aprovechar de tener al mismo técnico por seis años y a un equipo que se conoce y articula entre sí más de lo que es capaz de reconocer. Aunque sea una eventualidad en la historia reciente, la selección debe buscar uno de sus trece triunfos por más de un gol y replicarlo. 

La clave de esa contundencia se encuentra en los pies de tres jugadores: un defensa centro que corte rápido el ataque rival, un volante creativo que marque el espacio con pases decisivos y un delantero que encuentre el espacio para marcar la diferencia. Que esto ocurra de forma permanente, controlando el balón en el medio, y no dejando progresar a un Paraguay que tratará de encontrar el gol paso a paso en su sistema de artesano. 

Ante Paraguay, esos serán Abram, Yotún y Lapadula. Si estos tres tienen una buena tarde en Goiânia, Perú tiene una opción de ser -como muy pocas veces ha sido en los últimos seis años- un equipo contundente capaz de meterse de nuevo entre los cuatro mejores de América. El resto del equipo, ordenados por Tapia en defensa y desplegando el chocolate por las bandas, deben cumplir su rol de violinistas, en el orden táctico matemático de Gareca. 

El enamoramiento de Perú con la Copa América continua y parece que este torneo, una vez más, puede resucitar al equipo de Gareca de cara a las Eliminatorias. Quizás suene injusto, porque es demasiada presión para una selección tan frágil como la peruana, pero seamos brutalmente honestos de nuevo, como Pervis. Ante Paraguay, Perú se juega una final moral que puede o no confirmar la vigencia del manual de juego de Gareca.

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El usar rituales y fraseos religiosos ha sido el recurso más notorio en la cadenciosa retórica de Keiko Fujimori en toda su campaña. Pero tras los resultados de la segunda vuelta ha llegado al punto de dejar de lado la realidad y pasar a un mundo regido sólo por creencias. Una creencia es una forma de conducta adecuada a la satisfacción de las propias necesidades tal como el mundo es percibido y no a la verdad. Las religiones y algunas ideologías sustentan sus creencias en dogmas, es decir, en afirmaciones innegables solo por ser sagradas, como la perpetua virginidad de María.

Apelar en el Perú a ese discurso no es para nada una novedad, en tanto su población ha intentado ser conquistada, sometida y engañada durante siglos por discursos basados en una palabra divina emitida por la clásica trilogía de Clorinda Matto de Turner: la del juez, el sacerdote y el hacendado. Tres figuras que comunicaban distorsionadamente los marcos jurídicos, territoriales y morales para explotar campesinas y campesinos mediante el dominio y control del castellano y de la escritura, dos herramientas fundamentales de la escuela, ausente hasta la reforma agraria. Lo sorprendente es que la vigencia de estos dogmas haya salido a la luz en un amplio sector de las clases medias y altas: aún cree que el campesino pertenece a una raza sometida por la suya, que solo pueden ser noticias aquellas que les son convenientes, que la justicia debe satisfacer hasta su despecho, y que toda norma del Estado que contradiga los puntos anteriores será ejemplo de su ineficacia.

Como el triunfo del maestro rural Pedro Castillo ha ido contra esos dogmas, el sector social que Keiko representa ha reaccionado, despechado, con la sacralización y ritualización como bandera, el medio más apropiado por tratarse de un reclamo basado solo en sus creencias. Ni el desconcierto nacional e internacional ha sido suficiente para detener sus reacciones. Su racismo se concentró en burlas al castellano rural y a la supuesta incapacidad de Castillo para poder ejercer el cargo de Presidente de la República. Lo mismo ocurrió con la tergiversación del rol de las rondas campesinas, reconocida y respetada forma de autoorganización para la protección del ganado y resolución de conflictos locales. Que portaran machetes como equivalentes a la espada, a la usanza formal de cualquier guardia, sirvió para negar el deslinde que ya Castillo había dejado en claro respecto de cualquier vínculo con Sendero Luminoso. Por todos los medios de señal abierta, los fieles de Fujimori acusaron a los ronderos que habían vencido a SL en todo el país, de ser “terrucos”, tal y como actuó el Estado peruano durante el conflicto armado, cuando no podía distinguir entre campesinos y terroristas, y optó perversamente por masacrar. Estas reacciones se vieron respaldadas por lo que el Tribunal de Ética del Consejo de la Prensa Peruana ha considerado como una falta de los medios de comunicación contra el derecho a una información en las campañas electorales: titulares que tergiversaban los hechos ocurridos, la invitación a especialistas en programas políticos que daban opinión interesada presentada como correcta e imparcial, y la desigual cobertura de ambos candidatos en los medios, pese a  que algunas actividades de Castillo eran incluso más trascendentes a nivel nacional e internacional.

Pero el dogma más gravemente afectado parece haber sido el de la justicia hecha para sí. Cuando debiéramos vivir como un acto de justicia con la población campesina, históricamente excluida de la ciudadanía, el que un maestro rural, hijo de campesinos analfabetos pueda alcanzar el cargo más alto del país, los fieles de Fujimori se enfurecen. Es algo inconcebible. Más aún cuando resulta amenazante porque de perder Keiko Fujimori no podrá protegerse de inmunidad presidencial mientras ella y varios protagonistas de su campaña se encuentran con un proceso de investigación judicial abierto por corrupción. Su argumentación basada en creencias para anular las elecciones rompe no solo con todo el marco jurídico electoral, sino con un principio básico del Derecho y la Justicia: no se puede acusar sin ninguna prueba sólo porque se cree. Lo terrible es que el círculo se cierra al volver al racismo, pues de los de los 945 pedidos de nulidad presentados para inventar las pruebas, más del 60% se realizó en 164 distritos con territorios indígenas. En un absurdo mayor, tras amenazas de marinos y militares retirados vinculados con Vladimiro Montesinos, anunciando un posible golpe de Estado, se culpa al Estado de no querer presentar las pruebas para que ellos acusen a nuestras instituciones electorales de no haberle dado el triunfo.

En el Perú, siempre se ha sostenido con desprecio que en las zonas rurales prima un pensamiento inferior, que debe ser erradicado, el pensamiento mágico religioso. Pues en las zonas urbanas, particularmente en Lima, existe un pensamiento mucho más peligroso, violento y vinculado directamente con el poder de la corrupción política y mediática que estoicamente estamos derrotando. Cual fiera herida, este pensamiento político religioso lanza como último recurso desfiles con banderas monárquicas que cantan la muerte de los terrucos. Sus fieles se niegan fanáticamente a aceptar que su poder ya nunca más nos va a engañar, que hasta en comunidades alejadas se sabe leer y escribir, que hay medios de comunicación alternativos y que, la mayoría digna del país siempre se guiará por la justa verdad de los hechos.

30 de junio de 2021

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Campesinos, Keiko Fujimori, Ronderos
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