Opinión

A pesar de la pérdida de terreno mediático en los últimos años, la hípica tiene un lugar ganado y está plenamente inscrita en la tradición deportiva nacional. Los triunfos de Santorín y Flor de Loto, por ejemplo, en la década de los setenta del siglo pasado, han pasado al plano de la memoria nacional como acontecimientos que produjeron un júbilo colectivo y popular genuino. Mi abuelo, un “hípico de toda la vida”, aún me cuenta, con emoción, lo que significaron estas victorias, el ánimo con que iba a presenciar sus grandes carreras, así como la relación que se trazaba con respecto de los éxitos deportivos de la selección peruana, que practicaba un fútbol exquisito, creativo y clasificó a dos mundiales.

 

A pesar de ello, pocos son los libros que permiten adentrarse, con amenidad, documentación histórica y estilo, al mundo del turf. En ese sentido, el último libro publicado por el periodista Juan José Esquerre, titulado “De Don Jota sus anécdotas hípicas” y publicado el año pasado, constituye un aporte fundamental y sumamente necesario en la literatura no solo hípica, sino deportiva peruana.

 

De amplia trayectoria periodística, desarrollada especialmente en El Comercio, Esquerre, expone una presentación articulada de relatos tanto vividos en primera persona como investigados e incluidos por su relevancia, siempre bajo el hilo conductor de lo que podría considerarse una real pasión hípica. No de casualidad, en las primeras páginas, tras contar su acercamiento personal a este deporte, señala que “He tenido la suerte de ver correr a verdaderos campeones, especialmente a partir del año 1962 en el Hipódromo de Monterrico. Es maravilloso el espectáculo que brindan caballos y jinetes en las pistas. El colorido de las casaquillas de los studs es admirable, uno goza con los cracks o con un reñido final. Las carreras para el auténtico aficionado son un manjar”.

 

Entre las historias que provienen de su experiencia, la del Derby de 1972 fue una de las más interesantes. De hecho, para él, esta fue la edición de dicho clásico más emocionante que vivió, con la victoria de Rascal —montado por Arturo Morales—, caballo del cual fue copropietario junto a Federico Roggero, quien también fue periodista de El Comercio y su compañero de muchas jornadas hípicas. El grado de implicación y las sensaciones eran fortísimas.

 

Capturando el carácter emotivo de la carrera, se lee en el relato: “El final fue realmente no apto para cardíacos. Más de 500 metros ambos ejemplares —Rascal y Tenaz, que ya tenían una rivalidad previa— pelearon palmo a palmo el triunfo. Rascal se defendía por los palos. […] Rascal, Tenaz. Tenaz, Rascal, se escucha su voz clara —de Federico Roggero, que transmitía la carrera—, pero él casi ni miraba la carrera. Qué carrera, qué emoción. Una llegada escalofriante y la espera de la fotografía me pareció un siglo. Finalmente, el juez de llegada dio ganador a Rascal por mínima de mínima.”

 

Conocer, a su vez, el lado humano de personajes que aportaron decisivamente a la formación de la hípica nacional, como el preparador Ambrosio Malnatti, uno de los pocos que se desempeñó tanto en Santa Beatriz, San Felipe y Monterrico —los tres hipodrómos—, y que tuvo bajo su dirección a cracks como Altanero, Misterio, Perinox, Pertinaz, cada uno con sus historias particulares, también resulta valioso. En realidad, lo mismo podríamos decir de cada uno de los protagonistas que incluye en su libro el autor, como por ejemplo el divertido fotógrafo Miguel Nava, el jockey y luego preparador Arturo Morales; vale resaltar que esto, a su vez, no se restringe únicamente al ámbito nacional, sino también amplía su visión hacia lo global.

 

En ese sentido, también me pareció muy acertada la inclusión de historias como las del preparador estadounidense Allen Jerkens, el más joven en ser incluido en el Salón de la Fama de la Hípica Norteamericana. Con una capacidad singular, una comprensión especial hacia los caballos, este sacó el máximo rendimiento de muchos de ellos —considerados no como los más “tops”— y logró que compitiesen al más alto nivel y obtengan victorias impensadas, estableciendo uno de los récords más respetables en su campo.

 

De igual manera con la historia sobre Eddie Sweat, quien trabajó con el reconocido campeón Secretariat y está contada desde la perspectiva de un compañero suyo. En ella, justamente, encontramos esta indicación fundamental acerca del cuidado y sensibilidad que debería prevalecer en la cotidianidad del trabajo hípico: “La única forma en que un caballo gane es que pases tiempo con él. Que lo ames. Que le hables. Que le demuestres que estás tratando de ayudarlo. Que lo conozcas. Eso es lo que tienes que hacer. Ámalo y el caballo te amará. Eso era el catecismo de Eddie, y funcionaba, nunca les dijo caballos, ni matungos, como tantos otros, él le decía amigos. Les hablaba y parecía que lo entendían. Nunca un grito. Nunca un golpe.”

 

Curiosidades como la de Disney, el único caballo en el mundo que perdió una carrera corriendo sin contrincantes, las fascinantes trayectorias de caballos legendarios como el venezolano Cañonero, la de los estadounidenses Hyperion —con la particularidad de sobreponerse al mito de que un caballo de cuatro patas blancas no tiene futuro— y John Henry, entre una diversidad mayor de historias, nos permiten detenernos, conocer y ampliar la perspectiva sobre el singularmente tradicional y emocionante ámbito del turf. En definitiva, combinando el rigor documental con la mirada particular , expresando amplia experiencia en el campo y un conocimiento sólido de lo que representa y rodea a la hípica, la publicación de este libro es sumamente grata y positiva.

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Deporte, Hípica

Llegamos al cierre de la primera vuelta de unas elecciones complejas. Si le daban una semana más o Castillo ganaba en primera vuelta o no pasaba. Así de frágiles nuestras apuestas políticas. Tenemos tres países en uno y la tarea urgente es convertirnos en uno solo.

 

Al cierre de este artículo, la ONPE ya reportó avances a más del 55%. Pero el conteo rápido de IPSOS al 100% ya nos dijo que tendremos una segunda vuelta clara: Castillo – Fujimori. La semana pasada ya se veía venir el movimiento. Lo que no sabíamos era qué movimiento se venía. Alcanzamos nivel 10 de turbulencia en la escala el jueves. Ya el domingo nos agarró algo más prevenidos.

 

Subidas, bajadas, estacionados. El siguiente lunes tendremos un mejor y más oficial mapa. Y más tranquilos los ánimos ya que hoy todos nos preguntamos qué pasó con cierto estupor de resaca. Por ahora, algunas cosas que valen la pena ir colocando en su sana dimensión.

 

Un Perú, dos Perús, tres Perús

 

No es nuevo pero por viejo no es menos relevante. Revisando el 100% del boca de urna de IPSOS, que es lo que más podemos hacer mientras ONPE avanza (más rápido de lo planeado además) vemos con claridad el origen de los votos de Castillo y cómo se “comió” a Lescano por donde compitió. También vemos bloques conservadores de derecha muy claros.

 

Perú 1. Apurímac, Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica, Puno (el único sitio donde Lescano le compite y aún así le gana), Castillo ha ganado arrasando, con más del 35% de votos. Es clave. El Perú más pobre y el más rural masivamente votó por Castillo y dejó de lado a quien venía ganando cierto espacio. Pero además, allí, la izquierda moderada de Mendoza dejó de prender desde el 2016. Aún muy pronto para evaluar qué pasó con la candidata y sus tropiezos de campaña.

 

Pero no solo allí. Castillo ganaría con holgura también en Amazonas, Ancash, ¡Arequipa!, Cuzco, Huánuco, Junín, Lima Provincias, Madre de Dios, Moquegua, Pasco San Martín y Tacna son departamentos donde el candidato obtendría más del 20% y el primer lugar. El lápiz pintó más de lo previsto.

 

Perú 2. Pero no solo está Castillo. La costa norte, Piura, Lambayeque,  La Libertad más Ica de la costa sur, apuesta como casi siempre por el fujimorismo y además por López Aliaga que ha entrado con fuerza en estas ciudades. Es importante ver cómo el fujimorismo cedió parte de su capital político de antaño a una opción más a la derecha de ellos como la de López Aliaga.

 

Perú3. Y nos queda Lima. Una Lima que elige a De Soto, Fujimori y López Aliaga. La mitad de limeños apuesta por una de estas tres opciones. Pero es la capital y es lo que casi termina metiendo a De Soto en la pelea. Tal vez ahí era donde Las Vegas tomaba la información para sus apuestas. Lima es una incógnita cerrada. Muy difícil también de comprender cómo su apuesta es principalmente por opciones tan de derecha.

 

 

El eje conservador

 

Una de las cosas que más me llamó la atención con la aparición de López Aliaga en la escena electoral nacional fue su discurso abiertamente conservador y a la vez tan confrontacional y agresivo. Muchos antes tal vez intentaron exponer una lógica en ese sentido, pero RLA tuvo los medios, el medio y el discurso para hacerlo.

 

Lo terrible es que no es el único. Haciendo una suma de fuerzas políticas que suman a Castillo, Fujmori, Lescano y Lopez Aliaga, estamos hablando de una fuerza de 50% del electorado. La mita del país que vota hoy por una alternativa de control de los derechos individuales. Que desea que el ejercicio del gobierno impida la ampliación del ejercicio de los derechos individuales. Si quitamos a Castillo y nos quedamos con el eje conservador de derecha, la cifra llega a la cuarta parte de la población. Uno de cada cuatro.

 

Lo peor es que es un discurso que basa su premisa en una palabra: libertad. Aunque suene paradójico, en nombre de la libertad se apuesta por un Estado menos inclusivo y más represivo. Hoy, los movimientos que consideran que el Estado “no debe imponerles una forma de vida liberal” ya tienen una cara política que se va a quedar allí.

 

El centro que no existía

 

El Partido Morado que se debate entre la valla y la desaparición. El experimento Forzai (estoy seguro de que da para una película). Buena parte de Juntos por el Perú. Representan al 18% de los electores. La alternativa ganadora decíamos. El modelo no quiere extremos decíamos. Al final fueron propuestas que se consideraron tibias y que no significaron mucho ni siquiera en Lima, que era donde debieron prender.

 

¿Por qué? Porque si de algo este columnista está seguro sin pruebas -aún- pero sin dudas también, es que los candidatos no prendieron, que sus apuestas no funcionaron y que se relacionaron muy mal con sus electores.

 

Pero tienen un fiel de balanza muy importante que es donde será importante pelear. Si logran amalgamar una bancada única van a tener peso propio y van a poder construir. Quién sabe si de allí no se vislumbra algo para las regionales y para el 2026. Gente hay. Proyecto no.

 

El Congreso del terror

 

No conocemos a los congresistas. Tampoco a sus partidos de procedencia. Qué van a proponer, cómo lo van a negociar, qué tipo de relación tendrán con el ejecutivo. Fragmentado además. No habrá mayoría de nadie. Pero parece evidente por donde vendrán las alianzas. Parece que la principal bancada no llegaría a 30 congresistas (la de Perú Libre), pero acá siempre es buena la variedad.

 

No es menor que el candidato que mayor votación ha sacado ha manifestado su intención de cerrar el Congreso si le bloquea la posibilidad de una nueva Constitución. Llevado a ese extremo, ¿el país se puede someter a otros cinco año de tensión permanente entre Ejecutivo y Legislativo? ¿Seremos capaces de aguantarlo?

 

El ajedrez

 

Fujimori salió anoche, antes de saberse -quizás sabiéndolo- ganadora otra vez del segundo lugar a lanzar el primer piropo a Hernando de Soto con quien hasta ese momento disputaba el pase al balotaje. Comienza así la temporada de ofertas y alianzas, del dame-que-te-doy político. Claro, con menos de 15% del país van a necesitar mucho de los perdedores. También salió el VP de López Aliaga, almirantazo él, a tender puentes de apoyo, pero con condiciones: no comunistas, no cambios a la constitución, que crean en la libertad (ya explicamos su significado líneas arriba). Le hablaba ¿a quién?

 

¿Quién va a convocar a Acción Popular y a cuál Acción Popular además? ¿Quién se va a sentar con Forzai papá y con la Vero a animarlos? ¿Con Urresti y Luna? ¿Será posible? ¿Castillo tiene al lado operadores políticos para hacerlo?

 

JP es la incógnita. ¿Se pegarán a la izquierda de Castillo como parecería el derrotero natural y después de que por haber endosado a PPK el 2016 Mendoza dejó de conectar con el sur? ¿Dejarán libertad a sus votantes? Lo que es claro es que no van por el fujimorismo de ninguna manera. Esa ficha va a estar interesante y no se espera una definición pronta.

 

De estas alianzas depende, en buena parte, nuestro país.

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Bicentenario, Elecciones 2021, Mauricio Saravia, ONPE

No hay sumatorias a priori que valgan. Uno, ingenuamente, podría pensar que Castillo, sumado a Mendoza, Arana y una parte de Lescano no pasaría del 30% y, por ende, perdería fácilmente la segunda vuelta. Seguramente se alinearan los demás actores políticos, derrotados em esta primera vuelta, pero muy pocos tienen la capacidad de endosar su propia votación en favor de alguno de los dos candidatos.

Al tener a Keiko Fujimori al frente Castillo tiene frentes que explotar. A Castillo lo perseguirá su radicalidad, su cercanía al Movadef, la vinculación de algunos de sus candidatos al Congreso con Sendero Luminoso; a Keiko Fujimori, el pasado de corrupción y autoritarismo de los 90 y la tenebrosa actuación política de los últimos cinco años que de algún modo ha sido la causante de la crisis política que hoy vivimos.

A Keiko le pasó lo mismo que al candidato de Perú Libre: mientras la derecha se concentraba en Mendoza, la izquierda lo hacía en López Aliaga. Pasaron a la segunda vuelta los dos candidatos menos vapuleados de la contienda, siendo, en la práctica, los que mayor antivoto tienen y mayores flancos débiles exhiben.

Más fácil, le hubiera ido a Castillo contra De Soto o López Aliaga. La figura del cholo provinciano, rural, maestro, pobre, versus el blanco pituco, señorial, limeño, es casi imbatible en términos de una campaña electoral en el Perú.

Con Keiko no va a poder hacer lo mismo, porque el fujimorismo tiene pueblo (más bien, los sectores AB han abandonado a Keiko, lo que de algún modo la favorece y la emparenta más con los orígenes sociales del fujimorismo auroral), tiene presencias subregionales fuertes y tiene organizaciones de base.

Faltan casi dos meses para la elección. Va a ser una contienda polarizada. Normalmente, las segundas vueltas constituyen un torneo por ver quién captura el centro, pero esta primera vuelta ha demostrado que el centro virtualmente ha desaparecido. Si uno suma a Forsyth, Guzmán y Humala no llegan ni al 8%. La gran batalla va a ser confrontacional y el teatro de operaciones va a ser la defensa o la crítica al modelo económico. Allí va a estar cifrado el resultado de esta elección.

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Juan Carlos Tafur, Keiko Fujimori, Pedro Castillo, Segunda vuelta

Durante mis primeros años en el Sodalicio, a fines de los 70, Germán Doig me recomendó leer un pequeño libro que también le gustaba mucho a Luis Fernando Figari: “Izquierdas y derechas: Su sentido y misterio” (1974), de Jorge Martínez Albaizeta. Publicado en España por la ultramontana Fundación Speiro —a cuya revista mensual “Verbo” estaba suscrito Figari—, este librillo de 124 páginas pretende analizar los términos de “derecha” e “izquierda” no sólo desde la política, sino también desde la teología y la metafísica, considerando ambos términos como categorías del ser y del lenguaje, afincadas en el subconsciente colectivo de la humanidad. De este modo, la derecha estaría asociada al dogma (entendido como verdad sólida e incontestable), la jerarquía y el orden, mientras que la izquierda implicaría el escepticismo, el igualitarismo y el desorden. La derecha se caracterizaría por “pensar bien” (objetivismo ante la realidad) mientras que en la izquierda primaría el “pensar mal” (subjetivismo). La derecha se asociaría con lo correcto y la dicha, mientras que la izquierda estaría asociada a lo incorrecto y la desdicha. En resumen, la derecha sería el Bien y la izquierda, el Mal. Así, con mayúsculas.

 

Ni qué decir, el autor, un estudiante argentino de 21 años cuando escribió este panfleto, es también un católico ultraconservador que cree a pie juntillas en la doctrina medieval que postula que Dios ha creado el mundo con un orden y jerarquías (metafísicas y sociales), por lo cual no extraña que considere que en el siglo XIII —época de su admirado Santo Tomás de Aquino— se dio la sociedad perfecta (teocrática, ciertamente) y que los siglos posteriores verían un proceso de decadencia debido a la progresiva “izquierdización” de Occidente.

 

Lo cierto es que la división del espectro político en derecha e izquierda tiene su origen en una votación del 28 de agosto de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa. Los diputados que estaban a favor del mantener el poder absoluto del Rey se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que aquellos que estaban en contra y propugnaban la soberanía nacional y la voluntad general por encima de la autoridad del monarca, se situaron a la izquierda. Entre éstos se hallaban los jacobinos, que sostenían que la soberanía reside en el pueblo y defendían una democracia con sufragio universal, la obediencia a la Constitución y a las leyes, el libre comercio —lo que ahora llamamos economía libre de mercado—, el Estado como garante del bien común, las libertades civiles, la libertad de prensa, la libertad de conciencia, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la abolición de la esclavitud y la educación gratuita obligatoria —por lo menos a nivel de enseñanza primaria—. Es decir, el liberalismo —basado en la doctrina de Jean Jacques Rousseau— comenzó prácticamente su carrera política como ideología de izquierda.

 

A lo largo de la historia posterior se ha ido aplicando las categorías de “derecha” e “izquierda” a las más variadas ideologías, siendo la única constante que en la derecha se situaban los que defendían el status quo imperante, mientras que en la izquierda estaban todas aquellas posiciones que implicaban un cambio sustancial —y hasta revolucionario— del orden vigente.

 

Tratar de definir lo que es derecha o izquierda según otros criterios resulta complicado. Pues posiciones democráticas tanto como dictaduras las hay y las ha habido a ambos lados del espectro. El intervencionismo del Estado se da tanto en lo que se llama posiciones de extrema derecha cercanas al fascismo como en los regímenes socialistas. Y cuando uno habla de países europeos con sistemas socialdemócratas (como Alemania, Dinamarca y los países nórdicos), se considerarán como de derecha o de izquierda según el cristal con se que los mire. De hecho, no encajan dentro de las definiciones rígidas y prefabricadas de ambos conceptos, dándose en ellos una mezcla de intervencionismo estatal con economía de mercado sujeta a restricciones en aras de un sistema social que beneficie a todos sin excepción.

 

A fin de cuentas, los términos de “derecha” e “izquierda” han terminado convirtiéndose en la práctica en etiquetas vacías que expresan un juicio de valor. O un prejuicio. Pues cada uno de ellos suele despertar sentimientos encontrados y obnubilar la razón cuando se trata de analizar propuestas concretas.

 

Lo mejor que podemos hacer ante estas elecciones presidenciales y congresales, si queremos emitir un voto razonado, es aparcar en el desván del entendimiento ambas categorías y, prescindiendo de ellas, revisar las intenciones y los planes de gobierno de cada candidato. Y las capacidades y competencias personales que han mostrado en campaña.

 

Ni la izquierda ni la derecha son buenas ni malas, al contrario de lo que planteaba el libro que se me recomendó en el Sodalicio, o como pretenden hacernos creer ciertos discursos que alimentan el odio y el miedo en estas épocas aciagas. Lo único que debería hacernos temer son aquellas candidaturas que buscan defender privilegios injustificados, obviar los derechos humanos, imponer gobiernos dictatoriales de “mano dura” y posponer las reformas necesarias en educación, salud, política y economía.

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Derecha, Elecciones 2021, Izquierda, Martin Scheuch

El candidato de Perú Libre resume lo peor de la política peruana. Autoritario, conservador y antimercado. La suma de todos los males en la perspectiva de un Perú bicentenario.

Sorprende leer en las redes sociales a muchos votantes de Verónika Mendoza cambiar su voto a favor de Castillo por considerar que el de Juntos por el Perú es un voto perdido. Es verdad que en la práctica lo es, Mendoza tiene remotas posibilidades de pasar a la segunda vuelta, pero debería ser irreconciliable para quien hace unas horas votaba por ella trasladarle su voto a alguien que va en contra de todas las libertades civiles (matrimonio gay, aborto libre, equidad de género, etc.), que Mendoza propugnaba.

En la derecha sí cabe el voto perdido. López Aliaga no llegará a la segunda vuelta y sus electores no deberían tener reparo en votar por Keiko Fujimori o Hernando de Soto. Es más, propiamente hablando estarían haciendo un upgrade notable. Pero eso no equivale a la migración que algunos proponen en la izquierda.

Castillo es alguien funcional a los intereses de facciones subversivas. No solo por sus cercanías claras con el Movadef sino por la presencia en sus listas parlamentarias de gente que abiertamente dice adscribir la ideología senderista. No es terruqueo, es simplemente verdad.

Castillo no es demócrata. Solo utiliza los mecanismos electorales para alcanzar el poder y una vez allí disolver el Congreso y convocar a una Asamblea Constituyente, que entre otras perlas incluirá, sin duda, la posibilidad de la reelección (con medidas populacheras seguramente tendría alta aprobación).

Para remate, el candidato de Perú Libre -al menos hay que agradecerle su honestidad- se quiere tirar abajo el modelo económico que, ya hemos dicho, con remiendos mercantilistas y enorme corrupción, ha sido capaz, a pesar de ello, de generar prosperidad en los últimos veinte años, reducir la pobreza y acotar las desigualdades (la gran falencia fue descuidar la salud, educación, seguridad y justicia, reformas institucionales de segunda generación que ningún gobernante de la transición tuvo el empaque de emprender).

No hay voto estratégico en la izquierda. Los votantes de Verónika Mendoza, si son consecuentes, deben morir en su ley. Votar por Castillo sería una traición a sus principios.

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Elecciones 2021, Terrorismo

El viaje es un tópico central en la tradición latinoamericana. Tanto en el terreno de la historia, la literatura (basta recordar al cubano Alejo Carpentier) y el ámbito de lo que hoy clasificamos bajo el paraguas de “no ficción” (que por cierto no excluye los discursos autobiográficos), el viaje y los discursos de los viajeros ofrecen una amplia gama de posibilidades interpretativas, pues se vinculan con distintas áreas de reflexión: la expresión de la experiencia colonial, la acumulación de saberes dirigidos a los centros de poder europeos, las heridas y costuras de la otredad o la necesidad de construir identidades propias.

 

La marca del viajero es la marca del forastero. Pero eso no limita la figura del viajero a la condición extranjera. En el Perú, por ejemplo, libros emblemáticos como Paisajes peruanos, de Riva Agüero (publicado en 1955 en edición póstuma al cuidado de Raúl Porras) o Costa, sierra y montaña (1938), de Aurelio Miró Quesada, constituyen exploraciones en pos de lograr un concepto, una idea, acaso esbozar un fragmento de eso tan inestable y resbaladizo que llamamos la identidad nacional. El viaje, en todo caso, se convierte en una experiencia de conocimiento del propio territorio.

 

La condición extranjera juega inicialmente otro papel. La conquista española, por ejemplo, puso en acción toda una maquinaria narrativa uno de cuyos objetivos era llevar a la práctica un registro minucioso y exhaustivo de los nuevos territorios que iba dirigido a la corona, información valiosísima para un imperio en plena expansión y atacada por la ansiedad de expandir sus fronteras económicas. La puerta de entrada de este universo es el Diario de Cristóbal Colón, la primera mirada europea sobre América.

 

Durante el siglo XIX numerosos viajeros recorrieron el Perú, acumulando en muchos casos información geográfica, económica, biológica que alimentaría estrategias de inversión y penetración de capitales por parte de potencias como Inglaterra y Francia, principalmente. Estuardo Núñez y Edgardo Rivera Martínez, entre otros, han estudiado prolijamente este significativo segmento de nuestra literatura y han sido responsables, en más de un caso, de impecables reediciones.

 

Estas reflexiones se han suscitado por la lectura de una reciente publicación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el Instituto Francés de Estudios Andinos: Una vida en los Andes. Diario (1864-1896) de Théodore Ber, un ciudadano francés cuya biografía está llena de momentos rocambolescos y fascinantes. Nació en 1820 en Francia, en la localidad de Figeac, en una región conocida también como Mediodía-Pirineos. Aprendió el oficio de sastre, trabajó como obrero en talleres textiles y llegó a ocupar una gerencia.

 

En 1860, Ber decide “hacer la América” y se instala primero en Valparaíso, Chile y luego, en 1863, en Lima, oficiando de maestro de francés. Cuando comienzan a sonar los clarines de la Comuna de París, en 1870, regresa a Francia y participa activamente de la revolución que culminaría con el primer régimen socialista europeo de inspiración obrera. Luego de esta aventura vuelve al Perú donde, entre otras actividades, funda un diario en francés, titulado L´Etoile du Sud.

 

Desde entonces dedica múltiples esfuerzos a realizar estudios arqueológicos en distintos lugares del Perú, en misiones avaladas por el gobierno francés que no tuvieron un final exitoso. En 1879 se instala en La Merced donde hace de todo un poco, desde cultivador de café hasta juez de paz, pasando por jefe de Correos e incluso gobernador de la ciudad. Finalmente regresa a Lima en 1884, donde permanecería hasta 1900, año de su desaparición. Dejó un diario, que resume su vida en el Perú, una existencia marcada por una curiosidad cultural militante y un ansioso deseo por la escritura.

 

Pascal Riviale y Christophe Galinon, editores de este valioso texto, refieren: “Théodore Ber es un hombre lleno de curiosidad, una mente crítica, movido por una pasión avasalladora por escribir. El deseo de testimoniar, transmitir, se satisface hilvanando anécdotas y recuerdos inscritos en simples cuadernos o bien en imponentes registros (…) entre 1864 y 1896” (p.26).

 

El diario, como género, puede darse el lujo de registrar simultáneamente las experiencias, la temporalidad que media entre los hechos y su traspaso a la escritura se estrecha de modo notable; de ahí que su conexión con la cotidianidad del autor sea, con frecuencia, un rasgo central. El diario de Ber no escapa a esta regla, pero tiene además otras lecturas: es pergamino íntimo, pero también documento cultural, vivencia de la otredad.

 

Lo cierto es que a Ber le tocó vivir momentos importantísimos de nuestra historia. Estuvo presente en el combate del 2 de mayo y sobrevivió a la Guerra del Pacífico, así como también a una epidemia de fiebre amarilla que provocó una espeluznante mortandad en Lima y Callao en 1868.

 

Un ejemplo de su escritura minuciosa tiene que ver con un pasaje del Combate del 2 de Mayo: “Durante el combate, el Loa y el monitor Victoria, ambos blindados, pero de pequeñas dimensiones, utilizaron con provecho sus cañones, sin haber sido incomodados por los españoles. Unos pequeños barcos de madera, como el Colón, el Sachaca y el Tumbez, han podido participar del combate sin ser seriamente averiados. Todos se extrañan de la retirada de los españoles, a sabiendas de que una hora más de combate les confería una apariencia de victoria. Se terminó por saber que el almirante [Méndez] Núñez había sido herido a bordo de la Numancia y los hay que dicen que está muerto” (p.157).

 

No te privo más, lector, de bucear por ti mismo en las páginas de este importantísimo rescate bibliográfico, cuya lectura recomiendo desde ya con total entusiasmo.

 

Una vida en los Andes. Diario (1864-1896). Pascal Riviale y Christophe Galinon (editores). Traducción de Isabelle Tauzin-Castellanos, José Gabriel Castellanos y Mónica Cárdenas Moreno. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos e Instituto Francés de Estudios Andinos, 2021.

Theodore Ber
Una vida en los andes

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Alonso Rabí Do Carmo, Crítica, Literatura

Usted es el voto perdido de la derecha. No tiene posibilidad de pasar a la segunda vuelta y aún si ocurriera el improbable caso de que el milagro se produjese, usted no le ganaría a nadie, ni a Pedro Castillo.

Es imperativo, en salvaguarda del modelo económico que usted dice defender, que renuncie a su candidatura y permita que sus votantes se vayan donde Keiko Fujimori o Hernando de Soto, y de ese modo evitar la catástrofe que sería una segunda vuelta entre Yonhy Lescano y el ultraradical Pedro Castillo.

El país se juega mucho en esta elección. Con mediocridades mercantilistas que siempre hemos denunciado, y con tremenda corrupción de por medio, a pesar de ello, la estabilidad macroeconómica y las reformas incompletas que se hicieron básicamente en los 90, han permitido que en las últimas dos décadas el Perú crezca, se reduzca la pobreza y disminuyan las desigualdades.

Lo que cabe es cortar de un solo tajo los nudos de privilegios mercantilistas que inundan nuestra legislación, transitar del Estado proempresa al Estado promercado, reformar el Estado y lograr tener una salud, educación, seguridad y justicia mínimamente decentes. Eso solo se logra profundizando el modelo, no destruyéndolo o cambiándolo por populismos o estatismos reaccionarios.

Usted, López Aliaga, perdió la ocasión por su virulencia, intolerancia y ánimo autoritario. Creció en las encuestas por disruptivo, pero su personalidad lo traicionó y desengañó al electorado que le quitó la confianza y así frenó su ascenso. Se convirtió en el líder de la derecha bruta y achorada al pretender convertir al Estado peruano en una filial política del conservadurismo religioso. Felizmente fracasó en su intento, pero ahora tiene la oportunidad de reivindicarse.

Tiene que haber por lo menos un candidato de derecha en la segunda vuelta, que genere alguna expectativa razonable. Idealmente, podrían ser dos. Pero no está usted invitado a esa fiesta. Más bien, puede depender de su generoso gesto de renuncia que ello se logre. Sus votantes y el país se lo agradecerán.

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Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur, Rafael Lopez Aliaga
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