Opinión

Que la recién fundada república peruana decidiera con justificaciones racistas, condenar a dos terceras partes de su población al abandono, la explotación laboral y la marginación territorial, produjo que la distribución del territorio y del gobierno del país se realizara entre hombres con acceso a las mejores escuelas, regentadas por docentes de buen nivel intelectual, usualmente extranjeros vinculados a congregaciones religiosas europeas o intelectuales peruanos con estudios y experiencia laboral internacional, varios luego ministros o embajadores. Eso no aseguraba que no hubiese corrupción y repartija en todos los gobiernos, pero sí traía consigo el imaginarse como un país algún día desarrollado. Existía un discurso de progreso y modernidad que en medio de tanta calaña consiguió que el analfabetismo se redujera año tras año, ampliando la cobertura escolar. 

Claro que costó trabajo. Durante los 200 años que ya tiene la República, el negar la educación se aprovechó con fines electorales; por ejemplo, durante casi un siglo (1896-1979) no se pudo votar siendo analfabeto, lo cual excluyó del gobierno no sólo a la población indígena sometida, sino también a la mujer peruana. No obstante, la población marginada, consciente del poder que estudiar implicaba migró, reclamó y luchó por su derecho, sin tomar conciencia de que el Estado peruano no se encontraba en condiciones de poder cumplirlo. 

Durante las últimas cuatro décadas de democracia y dictadura, las dos terceras partes de la población antes excluida por pobreza y condición étnica tuvo acceso a una mala educación escolar que devino en una mala educación universitaria. Universidades públicas y particulares formaron malos profesionales que refugiados en la corrupción, se adueñaron en ese lapso de la carrera pública magisterial, judicial y burocrática. Como resultado, se consiguió que sus allegados se enriquecieran permitiendo el fortalecimiento de la informalidad en el transporte y la minería, y la consagración del narcotráfico, del comercio de armas y la trata. Hoy, tras haber tomado también el Congreso, muchos de ellos se han enriquecido invirtiendo en mantener el sistema universitario lucrativamente exitoso, condicionado a perpetuar su conveniente sistema de mala formación. 

Pueda ser que exista algún antecedente escondido en algún libro de historia, pero estoy casi segura de que nunca antes en el devenir de este país, el Congreso de la República se había propuesto emitir una legislación que socavara la vital formación personal, ciudadana e intelectual de nuestra población. Esto implica que la mayoría de estos parlamentarios, con anuencia del Poder Ejecutivo y bajo la protección del Poder Judicial han acordado tirarse abajo los largos esfuerzos de mejora y los pocos logros conseguidos en las últimas tres décadas en el sector Educación: el cambio en la formación de los nuevos docentes y la carrera meritocrática, la ampliación de su cobertura a casi todo el país y el ingreso al sistema de evaluación internacional tanto de la formación escolar, como de supervisión de la calidad universitaria. Es cierto que todos estos procesos tienen bemoles que salieron a la luz durante la pandemia: al revés de lo necesario, los mejores profesores no se destinan a los lugares de mayor exigencia en la educación escolar, como las zonas bilingües, sino que se destierra a los malos docentes a las zonas más agrestes. Pero llegan. La infraestructura está colapsada, pero aún asegura la presencia del Estado. Aún no alcanzamos los promedios latinoamericanos de ciencias, matemáticas y lectura en las evaluaciones de organismos internacionales avales de nuestra economía, pero los docentes han conseguido que al menos una tercera parte de sus estudiantes realmente comprendan lo que leen. 

Y sin que fuera imaginable, este Congreso acaba de promulgar que 14,000 docentes que jamás aprobaron una prueba puedan regresar a enseñar. Contra toda expectativa, los acreedores de una de las peores universidades, la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, han conseguido que retome su funcionamiento a pesar de que la Superintendencia Universitaria, la Sunedu, le negara definitivamente su licencia años atrás. Y peor aún, gracias al Poder Judicial, ha regresado a dirigirla su temido rector Luis Cervantes, quien repartió entre él y sus allegados, los ingresos de la universidad. Aquel señor que se pagaba a sí mismo 2 millones de soles mensuales, diez veces más que el sueldo del rector de Harvard, celebra su retorno.  

Y no hay alma escolar o universitaria que salga a las calles a protestar. Pareciera que ya no hay fuerza alguna o que la mala educación se comió al Perú. Lo cierto es que en los últimos siete años nuestro analfabetismo y abandono escolar están creciendo y con estas medidas pareciera que ya nadie los pueda parar.

Alan García se suicidó hace cinco años y aún seguirá en discusión el balance de su historia política. Si acaso, qué pesará más en la balanza, su desastroso primer gobierno o su eficiente segundo gobierno, con superlativo éxito económico.

Me inclino a pensar que más allá de las controversias sobre su moralidad personal, que es lo que finalmente lo convierte en un personaje que despierta tantos odios como afiliaciones, el término del balance se tendrá que inclinar favorablemente. Lo que logró en su segunda gestión en términos de reducción de la pobreza (y no fue solo por los altos precios de las materias primas, como mezquinamente se señala) fue extraordinario, pero al mismo tiempo sembró el terreno para su desgracia política posterior.

Porque un clasemediero emergente, como los millones que surgieron gracias a su buena gestión, elevaron sus exigencias exponencialmente, como suele suceder. El pobre puede resignarse a su desgracia, el ciudadano de ingresos crecientes exige buena educación, mejor salud, seguridad, calidad de vida.

Y es ese ciudadano el que, al parecer, no le perdonó a García que en su segunda gestión no emprendiese reforma alguna en materia institucional. Su maníaca disposición a alentar inversiones privadas no fue acompañada de una dinámica similar para lograr una mejora de la paupérrima salud pública, la abandonada educación estatal, etc.

Apristas cercanos a él con los que he conversado me señalan que nunca se pudo explicar por qué, a pesar de su buen segundo gobierno, el pueblo lo rechazó de la manera tan brutal como lo hizo en las elecciones del 2016, las últimas en las que participó, aliado torpemente al PPC y a una figura tan poco carismática como Lourdes Flores (apenas pasó la valla electoral con 5.83% de los votos válidos).

La razón de ello es mencionada líneas arriba y, por lo mismo, debiera servir de lección futura para quienes aspiren a ocupar el poder el 2026. La pandemia arrojó a la pobreza a millones de peruanos y eso explica el voto airado del 2021 por alguien como Castillo. Hoy que empieza la recuperación económica, lo más probable es que el 2026 la agenda de necesidades ciudadanas vuelva a ser la de mejor salud, educación, seguridad, transparencia gubernativa, etc. Quien quiera ganar, desde la centroderecha, tendrá que poner especial relieve en ello, si quiere enfrentar con éxito a las fuerzas centrífugas que el inmenso malestar ciudadano hará que muchos se inclinen por opciones radicales. Que el caso de un animal político inédito, como Alan García, sirva de espejo a los nuevos liderazgos.

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Alan García, Apra, apristas, clase media, Partido Aprista Peruano

La mentira en la política ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia. Desde las pequeñas omisiones hasta las grandes falsedades, los políticos han utilizado el engaño para obtener o mantener el poder. Las razones para mentir son variadas. Algunos políticos mienten para ocultar sus errores o para evitar escándalos. Otros mienten para hacer promesas que saben que no pueden cumplir. Y otros mienten simplemente para manipular a la opinión pública y ganar votos.

Un flagrante ejemplo de la mentira en la política lo encontramos en el escándalo conocido como «Rolexgate». A pesar de las evidencias que señalan a la presidente Dina Boluarte como beneficiaria de la compra de los lujosos relojes por Wilfredo Oscorima, generoso y desprendido gobernador regional de Ayacucho, la presidenta ha negado cualquier responsabilidad, afirmando que no le fueron obsequiados, sino prestados. Cabe destacar que, al admitir este préstamo de manera pública, la mandataria habría incurrido en el delito de enriquecimiento ilícito.

La actitud arrogante, y despectiva de Dina Boluarte hacia la fiscalía que la investiga, ha generado indignación en la población. ¿Cómo es posible que la mandataria Dina Boluarte se permita ostentar este tipo de lujos mientras el país atraviesa una grave crisis económica y social?

Además, en el Congreso de la República, se han registrado casos de legisladores que se apropiaban parte del salario de sus trabajadores, los consabidos «mochasueldos». Estos congresistas, abusando de su poder y posición, explotaban a sus empleados y se enriquecían a costa de su trabajo. Una conspicua representante de los mismos, que haciendo eco del sentir de cada uno de ellos, sostuvo que la «mochada de sueldo» constituye «una práctica parlamentaria, (…) una costumbre, que no es correcta, pero costumbre al fin y al cabo». Esta “costumbre”, lejos de ser un hecho aislado, refleja la profunda crisis moral que atraviesa el poder legislativo. 

Estos casos no son hechos aislados, sino que forman parte de un patrón alarmante de falta de integridad en la política. La opacidad y la ausencia de rendición de cuentas por parte de autoridades como la mandataria, congresistas y gobernadores regionales socavan la confianza en las instituciones democráticas y propician un clima de impunidad.

Es fundamental que se lleven a cabo investigaciones exhaustivas, siempre dentro del marco del debido proceso, para que los responsables de los delitos cometidos sean llevados ante la justicia. Solo así se podrá restaurar la confianza en el sistema judicial y el Estado de derecho.

La lucha contra la impunidad política no es una tarea sencilla, pero es una batalla que no podemos eludir. Se trata de una lucha por la justicia, por la transparencia y por la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Es hora de que los ciudadanos y los partidos políticos genuinamente democráticos asuman el liderazgo en esta crucial batalla.

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Congreso, Dina Boluarte, impunidad, mentira

El general retirado Roberto Chiabra ha anunciado que se lanza a la presidencia para el 2026. Lo acompañan buenos augurios.

Es congresista. Ingresó por las filas de Alianza para el Progreso, de la cual rápidamente se alejó. No carga, no obstante, con el desprestigio de los congresistas. No se le ve como parte de la claque parlamentaria, con bajísimos niveles de aprobación y enorme rechazo popular.

Está ubicado en unas coordenadas ideológicas propicias. Es alguien de centroderecha, sin resquemores de ninguno de ambos sectores, pudiendo ser capaz, por ende, de aglutinar esfuerzos multipartidarios y encabezar un frente político amplio y convocante, con mayor posibilidad de pasar a la segunda vuelta en medio de la atomización brutal de la oferta electoral.

Tiene activos políticos importantes, el principal, haber sido el líder de la lucha militar contra Ecuador en la guerra del Cenepa, goza de elocuencia y energía, suficientes como para enfrentar los arrestos de la izquierda radical y en particular de alguien como Antauro Humala, la bestia negra de los radicales disruptivos. Tiene biorritmo, a diferencia de muchos lanzados a las arenas electorales y cuya aguja vital no mueve ni conmueve a nadie.

Su condición de militar, además, le otorga créditos en materia de la inseguridad ciudadana y le roba así el protagonismo bukeliano que algunos quieren enarbolar (Antauro, Álvarez, etc.).

Ojalá entienda la urgencia de armar su propio partido y no depender de un vientre de alquiler, de la necesidad de conformar equipos técnicos suficientes y, sobre todo, del imperativo de armar coaliciones de diversas agrupaciones.

Su presencia puede romper la terrible pendiente que a muchos ya aterroriza, como es una segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Antauro Humala.

Su presencia, asociada a la defensa de un modelo de mercado y la institucionalidad democrática, le puede dar nuevos bríos a un sector de centro que hasta hoy no hallaba un candidato con liderazgo suficiente para tomar las riendas del sector ciudadano más amplio del país. Y la derecha no lo ve mal, pudiendo también capitalizar de allí (no sería de extrañar que la guerra sucia que, sin duda, le caerá encima, provenga no de la izquierda, sino de sus pares del centro o la derecha).

Asoma un buen candidato y si actúa con inteligencia y modulación, seguramente será protagonista principal de la justa electoral venidera.

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Alianza Para el Progreso, Roberto Chiabra

Jorge Coaquira Del Arroyo

Socio Fundador – GRUPO PRACDA

Existen diversas perspectivas sobre las finanzas personales y la inversión, aquí les compartimos una que puede aplicarse al tema de la deuda buena y la deuda mala, en donde el argumento que tendremos como base es el siguiente: el manejo inteligente de la deuda es fundamental para construir un patrimonio y lograr una seguridad y tranquilidad financiera.

Según esta perspectiva, la deuda buena es aquella que se utiliza para adquirir activos que generen ingresos pasivos o flujo de efectivo. Estos activos pueden incluir bienes raíces, acciones, bonos u otros instrumentos financieros que aumenten en valor o produzcan dividendos. Por ejemplo, tomar un préstamo hipotecario para comprar una propiedad de alquiler puede considerarse deuda buena, siempre y cuando el ingreso generado por el alquiler pueda superar los costos del préstamo y generar beneficios a largo plazo.

Por otro lado, la deuda mala es aquella utilizada para financiar gastos de consumo o, también llamados, pasivos. Éstos pueden incluir compras a plazos de bienes de consumo, vacaciones financiadas con tarjetas de crédito o préstamos personales para financiar un estilo de vida lujoso, pero insostenible. La deuda mala no contribuye a la creación de riqueza o patrimonio, y puede llevar a una espiral de endeudamiento y dificultadles financieras.

La clave para aprovechar la deuda buena y evitar la deuda mala radica en la EDUCACIÓN FINANCIERA, y en entender la diferencia entre Activos y Pasivos. Los activos ponen dinero en nuestro bolsillo, mientras que los pasivos sacan dinero de nuestro bolsillo. Utilizar la deuda para adquirir activos que generen ingresos puede ser una estrategia inteligente para aumentar la riqueza a largo plazo, siempre y cuando se gestione adecuadamente y se tenga en cuenta el manejo del riesgo.

Es importante destacar que esta perspectiva sobre la deuda puede no ser aplicable a todas las situaciones y contextos. Tomar préstamos conlleva riesgos y es fundamental evaluar cuidadosamente la capacidad de pago y el potencial de retorno de cualquier inversión antes de endeudarse. Además, es esencial tener en cuenta factores como las tasas de interés, los plazos de pago y la estabilidad financiera personal antes de tomar decisiones sobre endeudamiento.

En resumen, la distinción entre deuda buena y deuda mala, según esta perspectiva, radica en cómo se utiliza el dinero prestado y si contribuye o no a la creación de riqueza o patrimonio a largo plazo. Al utilizar la deuda de manera inteligente para adquirir activos que generen ingresos, se puede aprovechar el apalancamiento financiero para alcanzar objetivos financieros y construir un futuro mejor y próspero. Sin embargo, es fundamental ejercer prudencia y responsabilidad en el manejo de la deuda para evitar caer en la trampa de la deuda mala y sus consecuencias negativas.

Recordemos que la deuda puede convertirse en tu aliado o en tu enemigo, todo dependerá de cómo la utilices.

Contra las mafias delictivas que se han adueñado de grandes porciones del territorio nacional (minería ilegal, narcotráfico, bandas extorsionadoras, tratantes de personas, etc.) no hace falta mano dura, tan solo, sino, sobre todo,mano inteligente.

Su combate se ve entorpecido porque han infiltrado y cooptado buena parte de las instituciones públicas (Congreso, autoridades locales y regionales, Poder Judicial, Ministerio Público, Policía Nacional, Fuerzas Armadas), porque manejan miles de millones de dólares y basta que una porción minúscula de esos montos la destinen a la corrupción estatal y habrán logrado su cometido criminal de alcanzar impunidad.

¿Cómo enfrentarlas si lo más probable es que cualquier orden ministerial o, inclusive, presidencial, para combatirlos se va topar con toda esa trama de permisividad que les facilita la impunidad final (aun si son inicialmente capturados)?

La firmeza de su combate debe ir acompañada de la conformación de un equipo de élite, con miembros correctamente seleccionados de los institutos policiales y castrenses. Hoy en día el GEIN o los servicios de inteligencia de los institutos uniformados, carecen de recursos mínimos para operar.

Y la Junta Nacional de Justicia, que tan mediocre labor ha realizado en su mandato, debiera responder rápidamente sancionando a los malos jueces y fiscales que liberan a los mafiosos capturados. Es muy rápida para reaccionar cuando se trata de casos mediáticos, como el de la exfiscal Patricia Benavides, pero cuando se habla de casos graves de acción de las mafias señaladas brilla por su ausencia.

Se debe actuar con prontitud, además, si no queremos tener, de acá a dos años, dos cámaras infestadas de parlamentarios subyugados al financiamiento electoral de estas mafias. Error, dicho sea de paso, de la comisión de alto nivel de la reforma política limitar el financiamiento privado, porque lo que a la postre ha logrado es que las poderosas mafias delictivas hagan a su antojo al respecto sin ningún control, porque operan en las sombras.

El principal enemigo de la democracia peruana hoy en día es el poder impune ejercido por estas mafias delictivas. Corremos el riesgo de ver consagrado al delito a las más altas instancias del poder político si de acá al 2026, este gobierno no hace nada para subyugar dichas mafias y ponerlas tras las rejas, como corresponde.

El escándalo de los Rolex ha paralizado al gobierno, que no halla rumbo fijo, que deambula sin norte, y que ha imbuido de la misma inopia a todo el gabinete ministerial y la principal burocracia pública (veámos lo que pasa en Indecopi, en Proinversión, etc.).

Atrapado, además, en las garras de un Congreso mediocre y corrupto, que responde a intereses subalternos (en pocos días ha destrozado la carrera pública magisterial, ha favorecido a las mafias mineras ilegales, augura hacer lo propio con el transporte público), no ata ni desata respecto de cómo enfrentarlo sin poner en riesgo su propia estabilidad, ya de por sí precaria, con los bajísimos niveles de aprobación con los que se maneja y, adicionalmente a ello, sin bancada congresal propia.

Hay decisiones importantes que tomar. En el aspecto legislativo falta reglamentar correctamente, por ejemplo, la bicameralidad. Sin una correcta definición de las circunscripciones electorales, de poco o nada servirá haber aprobado las dos cámaras. Lo mismo sucede con la eliminación del voto preferencial, piedra de toque de una buena elección. Corresponde ello al Legislativo, pero el Ejecutivo tiene voz, y potente, para hacerse sentir en la materia, pero no lo hace porque anda enredado en su propio laberinto sin saber cómo escapar.

Justamente, una de las maneras de salir del atolladero en que se encuentra pasa por tomar iniciativas políticas importantes. Liderar la reforma política, acometer la reforma de la descentralización, hoy tan urgente, conocidos los enormes casos de despilfarro, ineficiencia y corrupción que anidan en ese ámbito, disponer una estrategia integral, ejecutiva y célere sobre el lacerante problema de la inseguridad ciudadana, acometer un potente impulso a la inversión privada, en base a la estabilidad macroeconómica de la que aún gozamos, a pesar de todo, etc.

Si el gobierno no se mueve, mejor será rogar que pronto estalle todo, porque lo peor que le podría pasar al país es que ese estallido social contenidoen la indignación popular creciente, lo haga en las elecciones del 2026. El mediocre gobierno de Dina Boluarte está sembrando las semillas de la disrupción radical en el venidero proceso electoral y la clase política sana -no la que está en el Congreso, obviamente-, tiene que ejercer presión para que se mueva y actúe en consecuencia.

La del estribo: dos buenas lecturas esta semana. Tanta vida yo te di, de Fernando Ampuero, y La lealtad de los caníbales, de Diego Trelles Paz. Y esta noche a ver F*ck Cáncer, con la dramaturgia de Anahí de Cárdenas y Josué Méndez y la dirección de este último. Va hasta el 28 de abril en el Teatro La Plaza. Entradas en Joinnus. ¡Promete!

Me parece bien que no se le haya inhabilitado al exPremier, Aníbal Torres. La moción consideraba tan solo sus expresiones beligerantes como razón para dicha inhabilitación, lo cual hubiera constituido un despropósito democrático tremendo.

Otra cosa sería si el Poder Judicial finalmente determina que tuvo efectiva participación -como todo lo hace pensar- en el fallido golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo. En tal caso, la inhabilitación caería por su propio peso, pero en tanto ello no suceda, solo estamos, claramente, ante un intento antidemocrático de excluir candidatos que se considera riesgosos (una última encuesta de Ipsos lo coloca en lugar expectante).

Lo mismo sucede con el manido afán de algunos congresistas de reformar la Constitución para impedir que Antauro Humala pueda postular el 2026. También es claramente antidemocrático. La razón -señalan- es que su mensaje no se condice con los valores democráticos y que la democracia se debe defender. Pregunto: ¿deben prohibirse entonces todos los partidos comunistas? Eso no ocurre en ningún país desarrollado del mundo, a pesar de que claramente dichos partidos trastocarían el orden político vigente.

O, para medir con la misma vara, entonces que el fujimorismo también sea excluido de cualquier contienda electoral ya que tiene probada solera antidemocrática y riesgo latente de reeditar el autoritarismo de los 90.

Lo peor de todo es que semejantes actos de exclusión no tendrían ningún efecto práctico, como el que desean sus promotores. ¿Creen realmente que si excluyesen a personajes como Aníbal Torres o Antauro Humala, la izquierda radical desaparecerá del escenario electoral venidero? Claramente eso no va a ocurrir. Surgirán otros en su reemplazo. Hay una pulsión antiestablishment radical en el país, asentada sobre todo en el sur andino, que se va a expresar por los mencionados o por cualquiera que asome el rostro el 2026, por más exclusiones que la derecha congresal perpetre.

A la izquierda radical se le debe desterrar del país. Es un peligro para la economía de mercado y la institucionalidad democrática, pero se la debe derrotar en las calles y las urnas, no mediante leguleyadas que, además, fácilmente podrían ser revertidas en instancias legales, nacionales o supranacionales.

Se asoma un horizonte electoral de alto riesgo, pero por culpa, sobre todo, de la irresponsabilidad política del centro y la derecha. Que no pretendan zafar responsabilidades excluyendo adversarios inconstitucionalmente y destruyendo los parámetros electorales democráticos.

Hace algunas semanas, diversas páginas web musicales lanzaron, a través de sus redes sociales, una noticia que ha generado gran expectativa entre los amantes del rock clásico en general -y del progresivo en particular-, que se viene viralizando y actualizando constantemente. Se trata de la conformación de un supergrupo integrado por cuatro extraordinarios instrumentistas para traer al siglo XXI unos discos que, entre 1981 y 1984, representaron la vuelta al ruedo de una de las bandas más respetadas e influyentes de los setenta, después de siete años de ausencia.  

Adrian Belew (74), Tony Levin (77), Danny Carey (62) y Steve Vai (63) son músicos consagrados, de largas trayectorias impulsadas por la creatividad y la innovación, de innegable vocación vanguardista pero sin alejarse de manera radical del mainstream y de uno que otro coqueteo con los gustos populares. Cruzando géneros y expandiendo las posibilidades de sus respectivos instrumentos, esos cuatro nombres se consolidaron como garantía de autenticidad, talento y mucho virtuosismo, ubicándose por encima del espectro común y corriente de lo que consideramos pop-rock para, desde allí, contribuir individualmente a su evolución y permanencia en el espectro sonoro, ajenos a las tendencias y modas masivas. A estas alturas, sin nada qué demostrarle a nadie, estos señores pueden hacer lo que quieran.

Y lo que han decidido hacer es rendirle tributo al periodo 1981-1984 de King Crimson, reinterpretando las canciones de la trilogía Discipline (1981), Beat (1982) y Three of a perfect pair (1984), un retorno que consiguió unir las brillantes sonoridades del pop ochentero más arriesgado y experimental con las características que los hicieron mundialmente famosos durante la década anterior, sin perder prestigio ni generar división entre sus seguidores más fieles, algo que sí ocurrió con varios de sus contemporáneos como por ejemplo Yes, Genesis o Pink Floyd y sus intentos por adaptarse a las tendencias sonoras de esa década, dominadas por la new wave y el pop-rock de estadios. 

La idea de ver al incontenible Steve Vai, considerado uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos, replicando los crispados, arácnidos y complejos solos de Robert Fripp y a Danny Carey, dinámico y explosivo baterista de Tool, traducir la polirritmia electroacústica de Bill Bruford, pone a los fans del Rey Carmesí al borde del delirio, de solo imaginar cómo sonará eso. Por otro lado, será ocasión de ver en concierto, otra vez juntos, a Adrian Belew y Tony Levin, quienes junto a otro integrante de King Crimson, el baterista Pat Mastelotto, crearon en 2013 el campamento musical Three Of A Perfect Pair, un evento anual de cuatro días en el que interactúan con sus fans de una manera más cercana y personal. Pero verlos sobre el escenario, tocando de nuevo el material que construyeron junto a Fripp y Bruford hace cuatro décadas, simplemente no tendrá pierde. 

La noticia está tan fresca que, como es común en esta era del tráfico de información en tiempo real, a diario aparecen nuevos datos sobre cómo y desde cuándo surgió la idea, qué expectativas tiene el público, los músicos y demás detalles. De hecho, se acaba de confirmar hace poco que el cuarteto hará una gira de 44 fechas por Estados Unidos y Canadá, que arrancará el 12 de septiembre en San José, California y terminará el 8 de noviembre, en Las Vegas, Nevada. La semana pasada, los cuatro se reunieron con el reconocido YouTuber, productor musical y guitarrista Rick Beato, en Los Angeles, para una conversa exclusiva de una hora que ya superó las 350 mil reproducciones. 

Fripp, conocido por su férrea manera de proteger todo lo relacionado a la emblemática banda que fundó en 1969, aprobó el proyecto -fue Belew quien se lo planteó, hace algunos años, antes de pandemia- e incluso ha declarado que Vai es el único guitarrista capaz de tocar sus partes. El líder absoluto de King Crimson hasta le puso nombre a la nueva creatura. El supergrupo se llama Beat, como el segundo volumen de aquel alucinante tríptico de símbolos arcanos y carátulas monocromáticas. 

Entre 1969 y 1974, King Crimson produjo siete álbumes en estudio y dos en vivo, con Robert Fripp como único miembro estable y un total de dieciséis músicos que entraron y salieron, en ese quinquenio, de acuerdo con las decisiones estrictas del capitán de aquel buque sonoro experto en mellotrónicas atmósferas oscuras, entre lo sublime y lo tétrico, cargadas de patrones armónicos difíciles de digerir a la primera, en los que coincidían jazz, rock, fusiones étnicas, música concreta y proto heavy metal. 

Ese último año, 1974, el guitarrista británico de gesto imperturbable y gustos eclécticos -lo inspiran por igual Jimi Hendrix (1942-1970) y Béla Bartók (1881-1945)- decidió dar fin a esta primera etapa de la banda para tomarse un año sabático. En 1976 retomó sus actividades musicales y se involucró con varios artistas destacados, entre ellos Peter Gabriel, con quien trabajó como músico y productor en sus primeros álbumes en solitario tras separarse de Genesis.

Para cuando estaba por llegar la década de los ochenta, Fripp ya se había reinsertado plenamente en su mundo: en 1977 grabó, a instancias de su buen amigo Brian Eno, el icónico riff de “Heroes”, tema central del décimo segundo álbum de David Bowie del mismo nombre; en 1979 lanzó su debut como solista, Exposure, resultado de diversas exploraciones previas; y, en 1980, armó The League Of Gentlemen, un breve e interesante intento de orientarse hacia la estética sonora de la new wave, un aprendizaje que sería fundamental para su siguiente paso.

En ese momento se embarcó en la formación de un nuevo conjunto que sirviera de vehículo para algunas de sus nuevas composiciones. Para ello llamó a su compatriota Bill Bruford, baterista que estuvo en la última encarnación de King Crimson (1973-1974) y a dos músicos norteamericanos: el guitarrista y cantante Adrian Belew -que venía de trabajar con Frank Zappa, David Bowie y Talking Heads- y el bajista Tony Levin, a quien conoció durante las sesiones de los dos primeros álbumes de Peter Gabriel. 

King Crimson ingresó así, con todo el peso de su bien ganado estatus, a la década de los ochenta. Era la primera vez que Fripp interactuaba con otro guitarrista y, para aprovechar al máximo el toque afilado, poco convencional y lleno de extraños efectos de Belew, lo entrenó durante seis semanas para implementar un estilo fluido de arpegios, en tiempos extraños como 5/4 o 17/8 que se repiten de manera cíclica, se entrelazan y contraponen, creando un sonido continuo de resultados hipnóticos, basado en la música tradicional de Indonesia que, por entonces, interesaba profundamente a Fripp para desarrollar su arquetípico estilo en la guitarra eléctrica. 

Levin, bajista de enorme versatilidad y recursos técnicos, trajo consigo el Chapman Stick, instrumento de diez cuerdas que es bajo/guitarra a la vez y se toca con ambas manos aplicando la técnica del tapping, inventado por el músico norteamericano Emmett Chapman (1936-2021) en la década de los setenta. Con ese instrumento se integró, casi como un tercer guitarrista en la sombra mientras que, a la vez, mantenía las notas graves de su bajo para cimentar, en combinación con Bruford, una sección rítmica impredecible y asincopada, ideal para las cascadas de notas, efectos sonoros y riffs cargados de distorsión que disparaban Fripp y Belew. 

De fondo, los Frippertronics, ráfagas de ruido electrónico que Robert Fripp estrenó en el disco que hizo en 1973 con Brian Eno, el pionero (No pussyfooting), en combinación con los experimentos que él y Belew hicieron con un nuevo sintetizador para guitarras eléctricas, el Roland GR-300; reemplazaron al omnipresente mellotron de lanzamientos clásicos como In the court of the Crimson King (1969), In the wake of Poseidon (1970) o Red (1974). Todos estos elementos, más el arsenal de percusiones electrónicas Simmons de Bruford y la pureza vocal de Belew, fueron la base de esta nueva etapa.

La trilogía se inicia con Discipline (1981), el disco de la portada roja. Del caos controlado de Indiscipline -que alguna vez fuera usado por Canal N como cortina para uno de sus noticieros- al plácido arrullo cósmico de Matte kudasai -«espérame, por favor» en japonés-; del funk enfermizo de Thela Hun Ginjeet -anagrama de Heat in the jungle, en referencia a las peligrosas calles de New York- a la enigmática calma del instrumental The sheltering sky; el debut del nuevo cuarteto fue reluciente y, a la vez, recogió el sonido de King Crimson del lugar en que había quedado encapsulado desde 1974. Discipline -otro instrumental- y Frame by frame son buenos ejemplos de las secuencias circulares de arpegios que Fripp y Belew llevaron a un nivel magistral, sobre todo en vivo. Y Elephant talk, con ese inicio de Levin en el Chapman Stick y la guitarra de Belew simulando el barritar de un elefante, es un modelo de cómo ser sarcástico sin decir nada concreto.

Beat (1982) es un homenaje a la literatura norteamericana de los cincuenta y sesenta, base ideológica e intelectual del hippismo. Belew, quien escribe todas las letras en los tres discos, ha contado que durante esos primeros años en King Crimson, sus escritores de cabecera fueron Jack Kerouac, Neal Cassady y Allen Ginsberg. Precisamente, el tema que abre el disco azul se llama Neal and Jack and me, en clara referencia a Cassady y Keroauc. El instrumental Sartori in Tangier, por ejemplo, toma parte del título de una obra de Ginsberg -Satori in Paris (1966)- y menciona a la ciudad marroquí donde la Generación Beat solía reunirse. Neurotica -uno de los temas más robustos del álbum- toma el nombre de una revista asociada al movimiento Beat. Y Heartbeat, brillante tema pop que tuvo incluso un videoclip que muchos recordarán haber visto en Disco Club, está inspirado en el libro del mismo nombre escrito por la esposa de Neal Cassady. Por otro lado, el misterio de The howler y la suavidad de Two hands son prueba de la versatilidad del cuarteto. Musicalmente, Beat incorpora ritmos africanos a todo el aquelarre crimsoniano, que le permiten brillar a Bill Bruford -las muestras más claras de ello son Waiting man y Sartori in Tangier-, que aportan frescura a los arrebatos disonantes de Robert Fripp y los conecta con otros artistas interesados en estas fusiones, como Peter Gabriel y Talking Heads.

Cierra el tríptico Three of a perfect pair (1984), el de portada amarilla, con canciones como el tema-título, Man with an open heart y Model man, piezas de creativo pop-rock progresivo que suenan accesibles si las comparamos con temas más desafiantes, guiados por la improvisación, como las instrumentales Industry, Nuages (That which passes, passes like clouds) o Larks tongues in aspic III, vínculo conceptual con el King Crimson clásico -las dos primeras partes están en el quinto disco de 1973, del mismo título- que son, junto a los convulsos requiebros de Requiem, del álbum anterior, los extremos de una banda que no conoce límites cuando se trata de innovar y sorprender al oyente. En Sleepless, Levin ataca su bajo de cuatro cuerdas con solvencia, algunos años antes de que hiciera lo mismo, para públicos más grandes, en el recordado éxito de Peter Gabriel, Sledgehammer (álbum So, 1986). Mención aparte para Dig me, canción que en solo tres minutos combina la oscura experimentación con un intermedio rockero luminoso.

Después de una gira que los llevó hasta Japón, la banda se separó, de acuerdo con los planes originales de Fripp -tres años, tres giras, tres discos-, cerrando un ciclo brillante en la trayectoria del grupo. En 1998 apareció el doble en vivo Absent lovers: Live in Montreal, que recoge un concierto de 1984 y, años más tarde, en el 2016, Fripp lanzó al mercado una gigantesca joya para coleccionistas, en edición limitada. Se trata de On (and off) The Road (1981–1984), una caja que contiene 11 CDs, 2 DVDs y 5 discos Blue-Ray de audio y video, con prácticamente todo lo que hizo el cuarteto, desde versiones remasterizadas de los álbumes originales hasta conciertos, tomas alternas y un largo etcétera de grabaciones inéditas (aquí un video del “unboxing” del masivo compendio). 

Este legado adquirió vida propia en la trayectoria artística de King Crimson, a pesar de la densa sombra que le hacia su propio pasado. De hecho, Discipline iba a ser el nombre original para el cuarteto y, luego, en los noventa, Fripp usó nuevamente el término para bautizar su primer sello discográfico, Discipline Global Mobile Records, desde donde se han realizado todas las producciones de King Crimson desde el inicio de su tercera etapa, en 1995.

Esas 24 canciones y, probablemente algunas otras sorpresas del catálogo anterior y posterior de King Crimson, formarán parte del repertorio de Beat, como viene deslizándose en redes sociales. Las conjeturas van desde las más serias -¿estarán registrando en video los ensayos? ¿insertarán fragmentos de 21st Century schizoid man en medio de Indiscipline, Dinosaur a la mitad de Elephant talk?- hasta las bromas que alucinan a Steve Vai tocando sentado, como Fripp, o a Danny Carey negándose a tocar de espaldas al público los paneles hexagonales de la batería electrónica de Bruford. Pero una cosa sí es segura: Beat será el acontecimiento musical del año. Faltan solo unos cuantos meses para comprobarlo. 

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beat, King Crimson 1981-1984, Prog-Rock, Steve Vai, Supergrupo
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