Opinión

Hwang-Dong-hyuk recibió un no como respuesta en la reunión que sostuvo con productores coreanos el 2008. No era la primera vez que presentaba su proyecto cinematográfico. Tenía 37 años y temió que su historia nunca pudiera convencer a nadie. El guion que escribió en ese entonces, resultaba poco convincente para quienes lo escucharon. Antes de desecharlo, decidió corregirlo. 

El pasado 17 de septiembre, sin embargo, su obra se estrenó en Netflix, 13 años después. Fueron los ejecutivos del canal de streaming, quienes mostraron entusiasmo por convertir este proyecto en una serie de 9 capítulos. Luego de 4 días de su presentación, “El juego del calamar» se consolidó como la serie más exitosa de la historia, al ser vista por 111 millones de cuentas en el mundo. 

La popular serie coreana trata de la competencia que disputan un grupo de personas. Estas contiendas están comprendidas en 6 juegos que son de carácter mortal y con el fin de obtener un premio económico. Dicho premio consiste en 45,600 millones de wones. Lo que equivale a 38 millones de dólares. Con respecto al nombre del calamar, este viene de un juego infantil en Corea, que es representado con trazos geométricos en el suelo. 

El impacto ha sobrepasado las expectativas no sólo de los ejecutivos de Netflix sino del propio director. Se ha convertido en la primera serie coreana en ser la número 1 en Los Estados Unidos. Ha marcado tendencia con la viralización de memes en todo tipo de comunidades y bajo diversas temáticas, además de idiomas. Ha generado una moda hasta con la elaboración de las galletas de azúcar. Incluso el número telefónico que aparece en la tarjeta, además de ser  real, ha recibido miles de llamadas pidiendo participar en el juego. 

Si bien los cómics han servido de inspiración a Hwang Dong-Hyuk para construir esta historia, es su propia experiencia la que motivó el guión. El no tener cómo pagar sus deudas en un momento de su vida, fue el mejor punto de partida para escribir. Por eso nos presenta a personajes en situaciones límites que tienen que tomar la decisión de hacerlo todo por dinero o actuar de manera justa y sobre todo, con humanidad. 

Resalta la dirección de arte en su paleta de colores y la simetría en la composición visual. El primero, no solo por encender la imagen, sino por presentar colores opuestos que determinan el rol de sus personajes. Mientras que el segundo, además de marcar los conflictos que atraviesan y la posición en la que se encuentran, demuestra un orden casi enfermizo en la organización de los juegos. 

Además de la simetría en cada uno de los escenarios construidos para los juegos también existe un guiño a algunas obras de arte. Las escaleras por ejemplo que conducen a las habitaciones tienen una similitud con el cuadro Relatividad de M. C. Escher. Dedicada a los espacios y arquitecturas imposibles como representación en este caso, del laberinto entre la vida y la muerte que experimentan los jugadores. 

Por un lado están los concursantes con diversas situaciones apremiantes, quienes con dinero podrían resolverlas y por otro lado los V.I.P.  Un grupo de millonarios aburridos de su existencia, que disfrutan al ver cómo la gente se muere o mata por conseguir efectivo. Los realizadores coreanos una vez, ponen en pantalla las diferencias sociales como cuadro principal para sus historias. 

Las competencias presentadas en el relato, empujan a los participantes a destruirse entre ellos. Algunos de la manera más cínica y otros de la forma más culposa. Finalmente, las reglas de juego son impuestas por quienes tienen el poder económico para deshacerse de la vida humana como si fueran simples piezas de cristal. 

El juego del calamar es una historia de hombres. La presencia femenina es silenciada, los grupos evitan tener mujeres por temor a perder. Ellas tienen un perfil desquiciado, Han Mi-nyeo es un ejemplo de ello o cumplen un rol decorativo. Como las féminas en la sala V.I.P. de cuerpos pintados, sin derecho al mínimo movimiento. 

Kang Sae-byeok en cambio, le tocó un papel femenino distinto. Demuestra mayor control y fortaleza en la historia. Sin embargo, un final inesperado la saca de la contienda. Quizás la idea del director era también demostrar que las diferencias sociales habitan con las de género. La joven actriz de 27 años hoy se siente más entusiasmada con su carrera de actriz, a pesar de que inició como modelo. 

El éxito alcanzado por Parasite el año pasado ha sido un precedente para que la industria mire a los realizadores coreanos. Pero el éxito de lograr entretener y envolver al espectador sirve para exponer algunas reflexiones que son el verdadero interés del director. 

¿Tiene la humanidad aún esperanza?. 

El 2011 Hwang Dong-hyuk presentó su film Dogani. La historia real de una violación en una escuela de sordomudos. El estreno de la cinta logró que se reabra el caso, se cierre la escuela y se apruebe una ley contra la violencia sexual. 

Con el reciente estreno de su serie, el director ha declarado: “Quería escribir una historia que fuera una alegoría o una fábula sobre la sociedad capitalista moderna, algo que representara una competencia extrema, algo así como la competencia extrema de la vida. Pero quería usar el tipo de personajes que todos hemos conocido en la vida real ”.

Los protagonistas se reencuentran hacia el final de la historia para formular la misma pregunta. ¿La humanidad aún tiene esperanza?. Pero esta vez la respuesta es positiva. Después de todo, Dong-hyuk aún cree en ella. 

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El juego del calamar, Hwang-Dong-hyuk, Netflix, película coreana

No está en discusión el hecho de que César Hildebrandt es una de las grandes personalidades del periodismo peruano de las últimas décadas. Tampoco se discute que sus opiniones, a veces, resulten incómodas o estén teñidas de arbitrariedad (y desde ya espero, lectores, que empiecen a arrojar sus primeras piedras). Yo mantengo nítido el recuerdo de haber leído por primera vez Cambio de palabras, un clásico de la entrevista como género en el Perú. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, esta tierna y dolorosa conversación con el poeta Juan Gonzalo Rose o aquella otra con Haya de la Torre, o acaso la magnífica sesión verbal que supuso el encuentro con Borges?

Aprovecho esta columna para confesar que sí, que esperaba que alguien como César Hildebrandt publicara un libro de memorias. Ver Confesiones de un inquisidor en el escaparate de una librería me dio la sensación, algo narcisista, la verdad, de pensar que Hildebrandt me había leído el pensamiento. La memoria es en realidad un largo diálogo entre Hildebrandt y Rebeca Diz Rey, que tuvo lugar en distintas fechas entre los años 2017 y 2020.

Descontando las erratas y las traiciones de la memoria, asunto del que se han ocupado ya bastantes caracteres en redes (y que supongo una próxima edición subsanará), el libro ofrece un variado mosaico de recuerdos personales y profesionales, que van desde la iniciación en la lectura hasta la construcción de la vocación periodística, la remembranza de grandes personajes, entre ellos periodistas como Raúl Villarán o Alfonso Tealdo, un pormenorizado relato de riesgos asumidos durante su carrera televisiva, vivida siempre en el precipicio del despido, la década fujimorista, el surgimiento de Sendero Luminoso, el retorno a la democracia en 1980, entre otros temas. 

Mi único enfado con este libro responde al hecho de que Hildebrandt no escribiera el texto, sino que este fuera el resultado de responder preguntas, lo que por cierto no quita interés al volumen y, más bien, realza las cualidades de Diz Rey como interrogadora. En todo caso, la fuerza testimonial de estas páginas no tiene pierde. Tampoco lo tiene la habilidad de Hildebrandt para producir frases memorables. Dejo por aquí algunas: 

La vocación

(…) la comunicación era mi mundo, el periodismo era mi destino. No tuve en ningún momento duda alguna. Y también supe que no iba a entrar a la universidad, que no me interesaba porque sentía que podía empobrecerme y encasillarme” (p.20).

Sobre Luis Alberto Sánchez

“Me unía con Sánchez el asunto de nuestra actividad de lectores. Nuestras lecturas comunes, nuestras fobias y filias a veces compartidas y a veces no. Pero hablábamos en muchos ratos libres y off the record sobre literatura latinoamericana. De Gallegos, de Azuela, de Chocano, de Darío…” (p.47).

Políticas

“Siempre me identifiqué con la izquierda, pero creyendo en el socialismo como un esquema libertario. Por eso, desde mis orígenes, fui antiestalinista. Leí muy temprano a autores como Solzhenitsyn y Pasternak. Y desde muy joven tuve lecturas heterodoxas que me curaron, me vacunaron, me inmunizaron respecto al socialismo realmente existente, es decir, la Unión Soviética y sus países presuntamente democráticos” (p.51). 

“La derecha bruta y achorada creo que es una definición perfecta, contemporánea y exhaustiva sobre lo que es la derecha hoy en el Perú” (p.57). 

“…lo más trágico es que de la lección de Sendero no ha surgido lo que debió brotar: una izquierda renovada, moderna, mundial, ecológica, brillante. Ese es el peor drama. Hemos tenido la guerrilla más primitiva, el marxismo más ininteligible y luego este apagón intelectual y esta debilidad de izquierda” (p.89). 

“El diagnóstico de Basadre, hecho por los años 40, está incólume, se mantiene. No hemos logrado cuajar un Estado funcional e incluyente y el abismo social nos parece natural, nos parece parte de un mandato divino. Es casi bíblico que haya peruanos en los cerros, sin agua y con poca comida. Y es parte casi de las leyes de la física que el Estado sea corrupto e ineficiente” (p.99).

Literarias

“…Neruda fue y es fundamental en mi vida. Descubrí un mundo, descubrí la ira con él. Descubrí las posibilidades de cambiar el mundo (…) Neruda se merece una memoria elefantiásica” (p.109).

“…casi me alegré de no haberle hecho alguna (entrevista) porque un tipo tan genial como García Márquez, hablando, parece otra persona. Parece un sustituto apócrifo, un impostor” (p.112). 

“…cuando entrevisté a Borges, en todo caso, ahí sí me encontré con un tipo que era deslumbrante por escrito y deslumbrante hablando” (p.113).

Una confesión

“Siento que no he sido un gran padre. Y eso es uno de los rojos más pronunciados, es un rojo carmesí. Pero lo acepto. Otro es que no tuve el coraje de abandonar el periodismo y dedicarme a la literatura, como debí hacerlo alguna vez (…) Yo creo que uno de los mayores rojos ha sido una cierta tendencia a arruinar mis placeres, a verlos desde un lado sombrío, a cuestionarme el derecho de ser feliz” (p.115).  

Últimas palabras

“¿Crees que hay alguien que vaya a salir airoso de esta crisis?

3M, los que fabrican mascarillas”. (p.245).

Confesiones de un inquisidor. Memorias de César Hildebrandt, en diálogo con Rebeca Diz Rey. Lima: Debate, 2021.

 

Portada Hildebrandt

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

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César Hildebrandt, Confesiones de un inquisidor, Literatura

La ya explícita ruptura de Vladimir Cerrón con el gobierno de Castillo y el gabinete Vásquez, a los que tilda de derechistas y caviares, le abre al Presidente una ventana de oportunidad que debiera capitalizar.

De hecho, son importantes los votos cerronistas en el Congreso. En principio, son 18, pero en los hechos deben ser menos. Tanto Dina Boluarte como Betssy Chávez, ya tenían juego propio e influencia en esa bancada, de modo que lo más probable es que los votos cerronistas duros se reduzcan a ocho o diez.

Igual, si se considera que la oposición en el Congreso (todos los partidos, menos Perú Libre -hasta el momento-, Juntos por el Perú y los lescanistas de Acción Popular), mantenían en ristre la fiscalización al régimen y observaban con ojo crítico la confianza, las interpelaciones a ministros, la delegación de facultades y, ahora que volverá a la palestra, el tema de la vacancia, es menester que Castillo recomponga alianzas en el Congreso si quiere salir bien librado.

La única carta de cambio que parece razonable es la de la Asamblea Constituyente. El puente de plata que el centro le debería anteponer al régimen en este momento de debilidad es que lo apoyarán siempre y cuando descarte esa tesis corporativista que destruiría el modelo económico y la democracia. No se le puede pedir a Castillo que se humalice, pero sí que despliegue un gobierno de izquierda sensato y razonable.

De otro modo, el riesgo de un recorte anticipado del mandato presidencial está a la vuelta de la esquina. Con los ocho o diez votos cerronistas, la oposición recupera la capacidad de alcanzar los 87 votos que le permitirían vacar a Castillo.

Si el Presidente, como ha demostrado, es pragmático y no se guía por anteojeras ideológicas, como las que caracterizan al ala magisterial (maoísta) y al ala cerronista (leninista), podrá entender que el camino expedito para seguir ejecutando una agenda de izquierda sin sobresaltos, pasa por descartar la zozobra permanente que generaría en el país la necia insistencia en tratar de cambiar la Carta Magna.

La realidad social y la realidad política hacen inviable ese proyecto. Si hoy, las circunstancias políticas provocadas por la pateada del tablero de su exsocio Vladimir Cerrón, la convierten en moneda de cambio eficaz, ojalá ello lleve a que el Primer Mandatario alcance ese entendimiento.

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UNO

“Los que siempre han pagado los platos rotos son las Instituciones. En este caso, la Marina. Que no está coludida en esto” – José Cueto Aservi

Saco sport y camisa a rayas, elucubra medias verdades y las lanza al tintero. Mientras la conductora impertérrita escucha la perorata. Esboza hipótesis y maldades sin fundamento. En ningún momento, habla de los llamados que, hacia Montesinos, desde las oficinas de la Base Naval de la Marina.

Vladimiro, en el Penal de la Base Naval, hacia lo que le daba la gana. Manipuló a sus custodios y las reglas para su beneficio. Ergo, los cojudeó. Pero según José Cueto eso jamás sucedió. 

En otra entrevista, teniendo detrás el retrato de Miguel Grau, minimizó la firma del Acta de Sujeción a Montesinos, por parte de los Oficiales de Mayor Rango de la Institución. Donde dieron el apoyo irrestricto a la Dictadura. 

La Semana pasada, con Jaime Chincha, restó importancia a los cambios en el gabinete. Hizo una declaración miserable: terruqueando, sin prueba alguna, a Gisela Ortiz la nueva Ministra de Cultura; quien sufrió la muerte de su hermano a manos del Grupo Colina. Esta Agrupación Criminal, que cumple una sentencia, con la cual, no está de acuerdo el personaje de marras. Para el Pelao, todo aquel que es una activista de los DDHH es un terrorista. O sea, luego de que mataran a su hermano, debió quedarse con los brazos cruzados. Simple nomas.

 

DOS

“No ha habido ninguna acta de sujeción jamás. El próximo que diga un acta de sujeción lo voy a denunciar por difamación y que me diga y pruebe dónde está el acta de sujeción. Ya se acabaron los falsos discursos”

Amenazante con tupida barba y voz estentórea: ordena, no pide. Jamás. Hay gente que ha nacido para mandar, otra para obedecer. Cumple con el cliché que se tiene de los militares. Le gusta que piensen en él como un marino, perdón, Almirante. 

“No se volverá a repetir lo que lamentablemente estamos viviendo. Promoveré una ley para que los partidos comunistas no puedan participar en las contiendas electorales” Twitter Montoya – 03 de mayo de 2021

Ególatra, sin el mínimo análisis de los porqués de la derrota de la derecha en las Elecciones; salió con una declaración que lo emparenta con Odría. Como sabe que esas actitudes venden, pues las dice sin tapujos. 

“Carajo, a mí nadie me va a contradecir”

Fue uno de los congresistas con mayor votación.

“Tiene antecedentes. Me dicen que alojó a Lori Berenson. Quiero confirmar si es cierto o no. Hay que ver los sesgos ideológicos en este tema” Montoya apenas conocido el Nuevo Premier.

Declaración ignominiosa sobre Mirtha Vásquez Chuquilin. Una de las Congresistas con mayor aprobación y más respetables de los últimos tiempos.

Luego se preguntan porque la derecha pierde.

 

TRES

La Marina siempre fue una Institución Clasista y Racista.  Los altos costos impiden el ingreso de jóvenes de otras clases sociales. ¿Has visto algún negro o cholo como Almirante u Oficial de la Marina?

Hildebrandt, con justa razón, los minimizó a ambos. Llamándolos “Amebas de la política”. Con respecto a la propuesta de Montoya contestó: “¿Porque no desterramos a los idiotas con un decreto ley?”. O parafraseando a Chilavert: “Tú no has ganado nada”.

Los diarios de derecha titulan: “Sendero sigue en el Gobierno”. 

Pareciera que a los conservadores nada le conforma. Ni el giro saludable que ha dado Pedro Castillo, con respecto a la salida de Bellido y Maraví. Claro, aún queda 2 satélites de Cerrón. No obstante, considero que el Presidente Castillo se dio cuenta de la oportunidad histórica que tiene. Y no puede desperdiciarla sosteniendo a los radicales de su partido. Sabido es, que no tiene a su lado a los militares, tampoco a la iglesia. Es un gobierno endeble. Con la derecha petardeándolo constantemente. Y así serán los 5 años. Sin lugar a dudas. Necesita a su lado a gente capaz.

Muchos lo llenan de improperios, la Plutocracia lo quiere fuera, por motivos varios; entre ellos, porque es “serrano”. Pero el pueblo lo eligió, mejor dicho, el interior del país, que también son peruanos, ¿no?  Y a quienes el modelo no los satisfizo.

Mientras tanto, Keiko se reunía en España con los representantes de Vox. 

 

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Por más que el gabinete Vásquez sea una mejora cualitativa importante respecto del presidido por Guido Bellido, queda claro que este es un régimen que no ha firmado hoja de ruta alguna y mantiene el perfil izquierdista que sus integrantes aseguran.

En esa medida, los gazapos económicos van a estar a la orden del día. Declaraciones altisonantes, interventoras, regulatorias de todo tipo surgirán de las bocas de los ministros, alterando los nervios de los agentes inversores, quienes no terminarán de darle la confianza necesaria al gobierno para soltar las amarras de la inversión privada contenida.

Si a ello le sumamos la necia terquedad presidencial de nombrar gente impresentable en cargos de importancia (ministros del Interior, de Educación, Indecopi, etc.), se termina por configurar un escenario mediocre, de cuya medianía no saldremos hasta que el gobierno no decida desterrar por completo la madre de todas las incertidumbres, como es la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

La Premier ha dicho que no es prioridad y que no es el momento. Seguramente lo será cuando Castillo conforme su partido y, si logra recuperar niveles altos de popularidad, lo lleve a confrontar con el Congreso para provocar su disolución y poder participar, con partido propio, en las nuevas elecciones congresales. Al parecer, ese es el plan de mediano plazo, que mientras esté allí, presente, arruinará las expectativas de corto plazo.

Si Castillo dura los cinco años de mandato (habrá que ver si Cerrón no lo termina involucrando en el caso de Los dinámicos del centro, y eso podría reactivar el escenario de la vacancia), será un periodo signado por la mediocridad y la impericia. Cinco años perdidos en la perspectiva de un urgente shock de inversiones privadas, que nos permitiera no solo salir rápido del atolladero de la recesión pandémica, sino recuperar el tiempo perdido por la medianía económica de la transición post Fujimori.

La designación de Mirtha Vásquez estabiliza al régimen, pero de ninguna manera implica la resolución del más grande problema socioeconómico que hoy aqueja al país, como es la falta de confianza de los agentes inversores privados. Igual, en un país tan complicado y azaroso como el Perú, la estabilidad mencionada no deja de ser momentánea y relativa.

 

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Era hoy, Ramón. Pero no fue. Esta vez no hubo gloria en las alturas. En La Paz es muy complicado. Se sabía. Bolivia ha ganado más partidos en la altura durante Eliminatorias de lo que ha perdido. El oxigeno falta, las piernas aflojan y el contragolpe es más difícil de aguantar. La angustia de perder sobre el final, sin embargo, es un golpe anímico impactante. ¡Cómo duele, carajo! 

Y sí, el poder de las Eliminatorias es generar siempre partidos improbables. Puede ocurrir que un equipo pierda cuatro partidos seguidos y luego gane los siguientes cuatro. Es posible que el último de la tabla le gane a un equipo en racha. O que muchos empates acorten la tabla y esta sea siempre muy apretada, hasta el final. Es el torneo más competitivo del mundo, una absoluta tierra de nadie. 

Para todos menos para Brasil y Argentina, esta vez. Tras ellos, ocho selecciones pelean casi palmo a palmo por tres cupos al Mundial. Y todos son equipos que sufren altibajos y pelean a muerte partidos hasta el último minuto. Hay patadas y el VAR no sirve para nada. Incluso, las selecciones sufren de varios lesionados, los equipos tienen poco recambio y suelen jugar leyendas al borde del retiro. 

Así y todo, hay un camino para que Perú llegue al Mundial. Aún. Aunque parezcan estar eliminados. De los siguientes siete partidos, debe hacer al menos doce puntos. Es decir, ganar cuatro. El resto pueden perderse, aunque sumar un punto siempre será más importante. Pero, repito, hay cuatro partidos que deben ser victorias. No hay otro desenlace para mantener la ilusión viva del Mundial.

Estos, por pura lógica y probabilidades simples, son contra Paraguay, Bolivia y Ecuador en Lima, y contra Venezuela de visita. El resto son gestas imposibles, dígamoslo con claridad. Argentina es una máquina y en Buenos Aires irán con todo para asegurar la clasificación. Colombia es un equipo superior y se ha demostrado largamente. Y Uruguay en Montevideo, ambrienta como estará de puntos, resulta un rival improbable de vencer. 

Que no se entienda mal. Paraguay, Bolivia y sobre todo Venezuela y Ecuador no son tres puntos asegurados. Todos ellos son equipos al nivel competitivo de Perú. La blanquirroja no está con claridad por encima de ninguno de estos rivales parejos. Pero, vale decir que en la ruta hacia Rusia 2018 se ganó ajustados esos mismos partidos de local. Solo el de Venezuela quedó en empate 2-2. 

Y aún con todo ese escenario de resultados logrables, Perú está en una condición de cuidados intensivos donde debe mirar el resto de partidos. Por ello, es bueno lanzar otra verdad importante y trascendental. Hay siete partidos futuros donde existe tolerancia cero y nulo margen de error en el resultado que Perú necesita, pero el equipo de Gareca solo podrá verlos por televisión. Se resumen en una idea sencilla: Brasil, Argentina y Colombia deben ganar todo lo que queda. Punto.

Pero, principalmente, es obligatorio que Brasil gane a Paraguay y Chile de local, y a Ecuador de visita. Son resultados probables, pues en las Eliminatorias al 2018 Brasil ganó los tres encuentros por goleadas 3-0. Lo mismo debe hacer Argentina con Chile en Santiago y Ecuador en Quito. Estas parecen gestas más complejas, y lo son, pero esos resultados también fueron conseguidos en la Eliminatoria pasada por una versión de Argentina muy inferior a la actual. 

Colombia, por su parte, debe darle dos alegrías al equipo peruano. Ganarle a Ecuador y a Paraguay de local, en forma obligatoria. Durante las Eliminatorias pasada, el primero quedó en un cómodo 3-1, pero perdieron sorpresivamente contra Paraguay 1-2 con goles en los últimos tres minutos. Sin embargo, en este torneo actual, Colombia necesitará esos triunfos para asegurar la clasificación.

Estas victorias se ven probables en el papel. Pero pueden ser arruinadas sobre todo si Argentina y Brasil, virtualmente clasificados, eligen probar equipos o sistemas alternativos de juego. Eso los pondría en gran vulnerabilidad sobre el final del torneo, como pasó con Brasil ante Venezuela la fecha anterior, cuando ya han jugado contra Perú pero aún no contra rivales directos.  

Son siete encuentros con resultados obligatorios, pero eso no es todo. Quedan seis partidos adicionales entre rivales de Perú donde el universo ideal sería que todos fueran empates. Bolivia contra Paraguay en La Paz; Paraguay contra Chile, Uruguay y Ecuador en Asunción; Chile con Ecuador en Santiago; y Venezuela y Bolivia en Caracas. Que empaten todos, ya está, así de simple.  

Pero si no pueden ser empates, el análisis permite ir uno por uno para ver a quién debe alentar el equipo peruano. Primero: Bolivia debe revalidar su victoria a Perú con un triunfo ante Paraguay en la altura, resultado recurrente. Luego Paraguay tiene que cobrarse la revancha con Chile en Asunción. Pasó ya durante el torneo anterior. Y Chile, resentido, deberá recuperarse ganando a Ecuador en Santiago. 

En el último tramo de la Eliminatoria, será conveniente ver a Paraguay perder con Uruguay en Asunción. Ya ocurrió así 1-2 para ir a Rusia 2018. Venezuela debe hacer lo propio contra Bolivia en Caracas. Y sí, la goleó 5-0 en la Eliminatoria anterior. Finalmente, deberá darse un triunfo paraguayo de local contra Ecuador en la penúltima jornada, como suele ocurrir. 

En resumen, hincha peruano, quedan 17 partidos cruciales para los intereses de Perú. Cuatro victorias peruanas, siete triunfos de Argentina, Brasil y Colombia, y luego una ruta de seis partidos adicionales donde hasta dos resultados convienen. Salvo el empate 2-2 de Perú en Maturín contra Venezuela la Eliminatoria pasada y un triunfo agónico de Paraguay en Barranquilla, todos los demás resultados necesarios se dieron en el camino a Rusia 2018. 

Parecen lógicos, son probables, pero las eliminatorias en Sudamericana son el torneo más complejo del planeta. Y aún así, aunque sea usando la calculadora y viendo un montón de partidos por televisión con total angustia, hay esperanza para Perú rumbo a Qatar. Esta es la única imperdible. 

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Hace unas semanas, ante el reiterado reclamo del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, el Papa Francisco le pidió disculpas a México por los excesos cometidos por los evangelizadores católicos durante la conquista y colonización del país. Desgraciadamente, las reacciones adversas al gesto papal por parte de políticos españoles conservadores, como el expresidente José María Aznar y la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz, no se hicieron esperar. Esta última, inclusive, subrayó que la colonización habría traído la civilización al continente americano. 

Al respecto hay varias cosas que decir: la primera atañe la memoria de los pueblos. Algo que debe entenderse es que las heridas históricas no sanan solas y que dicha memoria suele confundir tiempos; es decir, no distingue entre el perpetrador de una agresión y sus descendientes, aunque sean siglos los que separen a unos de otros. Por eso, los descendientes, que en realidad no son responsables individuales ni colectivos de los eventos que referimos, deben participar del proceso de sanación de las heridas históricas, que es en realidad simbólico y en el que gestos como el perdón resultan fundamentales para cortar el cordón umbilical que ata al pasado con el presente. De esta manera, el agresor se ubica, finalmente, tras una vitrina en el pretérito, como en un museo, y deja de manifestarse en la actualidad.

La segunda cuestión que quisiera señalar es que, sin negar los múltiples legados de la colonización española y la evangelización católica a nuestro continente, ambos procesos resultaron dolorosísimos para las poblaciones nativas americanas que las vivieron, y ese dolor es un hecho en el que no hemos terminado de reparar aún, salvo en obras como las del preclaro Nathan Watchtel Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570). Al respecto, yo pienso que el máximo de mi imaginación no alcanza para acercarme siquiera al sufrimiento de millones de hombres y mujeres ante el despojo de lo suyo, la sumisión al durísimo trabajo forzado, la violación de sus esposas e hijas, la persecución de sus dioses y quema de sus templos, y la extrema crueldad de las ejecuciones y tormentos a los que fueron sometidos. Si a esto le sumamos la brutal crisis demográfica producto de masivas pestilencias como resultado del contacto microbiano, consecuencia indirecta de la conquista, el resultado no puede ser sino desolador. 

La tercera cuestión a tratar es la herencia. Una vez en Madrid, un amigo español, con la mejor intención, me porfiaba que había que erigir un monumento a Francisco Pizarro en el Cusco y a mi no me resultó fácil -creo en realidad que fracasé estrepitosamente- explicarle que la mayoría de cusqueños hoy se relacionaban mucho más, en el imaginario colectivo, con el Inca y la civilización cuzqueña derrotada, que con el vencedor de la justa y posterior conquistador y colonizador, a quien tuvieron que servir. El tema es complejo ¿dónde queda ser peruano y la peruanidad? No dudo que los cusqueños se sientan al mismo tiempo peruanos, pero peruanos de una peruanidad que proviene de lo quechua, inca y andino mucho más que de lo español, debido a que sus tradiciones orales y memorias colectivas se duelen aún de la conquista y los brutales abusos con que esta se llevó a cabo. 

La cuarta cuestión trata de las narrativas históricas que colisionan. En este caso en particular la española que básicamente describe la conquista y colonización americanas como un proceso benéfico, civilizador y aculturador, en el cual los conquistadores inoculan la cultura allí donde no existía, en un conjunto vacío. Esa mirada parte de una definición de civilización decimonónica en la que se entendía como civilización a Occidente y como barbarie a todo lo que se situase fuera de su esfera. 

En realidad, tanto en Mesoamérica como en los Andes, los conquistadores y evangelizadores españoles hallaron civilizaciones bastante avanzadas en su proceso de sedentarización con altos picos de desarrollo como la arquitectura, la ingeniería, el control de las aguas, la organización social entre otras. Esto facilitó, para el caso de los Andes peruanos, la permanencia de formas de organización social  como el ayni y la minca, las mismas que persisten hasta hoy en sus formas originales o modificadas. 

Cada vez que se encuentra un galeón español hundido en el fondo del mar, repleto de oro, la Corona Española salta a reclamar lo que cree que le pertenece por derecho porque la nao es/fue suya y porque el mineral fue extraído de América en tiempos coloniales. Ignoro lo que al respecto señala el derecho internacional porque mi punto es moral y atañe la absoluta falta de empatía y la invisibilización del otro en la narrativa española sobre el periodo. Esta desconoce el extendido imaginario del saqueo sistemático durante la colonización y que la devolución, por propia voluntad, de los tesoros que cada tanto se hallan en el fondo del mar, supondría un gesto empático en favor de una rotura en el tiempo, entre pasado y presente, para situar al conquistador en el ayer y al ciudadano español contemporáneo en nuestros días. 

Esto es exactamente lo que ha hecho Francisco al pedirle perdón a México: ha separado a la Iglesia que extirpaba idolatrías de la Iglesia piadosa que quiere proyectar para el presente y el futuro. Ojalá ese perdón se lo pidiera a toda Hispanoamérica, aunque aquí proteste nuestra inefable derecha, y ojalá su Majestad Don Fernando VI pensase en ello alguna vez.  

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Andrés Manuel López Obrador, Papa Francisco

Pido disculpas a la memoria de Luis Hernández por tomar prestado el nombre de la antología que Mirko Lauer preparó sobre su obra poética, para graficar la deleznable conducta política de Keiko Fujimori en los últimos, al participar, feliz de la vida, como invitada a un evento del partido ultraderechista español Vox.

Vox representa lo peor de la derecha española. Conservadores hasta el tuétano, xenófobos, alberga algunos libertarios desorientados, pero mayoritariamente contiene franquistas agazapados a quienes el derechismo del Partido Popular se les antojó amanerado y timorato.

¿Qué hace Keiko allí? ¿Trata acaso de arrinconar y quitarle espacio al ultraderechista peruano Rafael López Aliaga, suponiendo erradamente que es ese el nicho ideológico en el que le corresponde estar para asegurarse un mejor futuro político?

Es un grave error. El fujimorismo, luego de los 90, debió evolucionar hacia un centro liberal. Era lo que correspondía. La mejor demostración de la calamidad que supone para el fujimorismo apartarse de ese eje fue el resultado de los cinco años de conservadurización al que condujo el partido Keiko Fujimori el periodo 2016-2021, dejando a Fuerza Popular en escombros, que solo logró disimular con una buena campaña en primera vuelta en las últimas elecciones y gracias a la fortuna de un resultado tan fragmentado, que con poco le alcanzó para pasar a la segunda vuelta.

Por cierto, el evento de marras ha tenido poca difusión y su impacto mediático será menor, pero lo destacable es el significado político que alberga. Si Keiko Fujimori vuelve a cometer el error de derechizar a FP, lo apartará de un eventual triunfo futuro en las elecciones que suponemos aún aspira a protagonizar (y que ojalá encuentre en el partido un candidato distinto a la ya perdedora nata Keiko Fujimori: urge un recambio en Fuerza Popular, y figuras tiene).

El 2026 -o antes, dependiendo de cómo se conduzca Castillo- ya no será terreno propicio para disruptivos. Es más, la mediocre performance del régimen vigente hará que la gente lo piense tres veces antes de volver a votar por un outsider o un radical. Será la hora de la ponderación. Y en esa perspectiva, gestos como los de Keiko la apartan de la senda correcta.

La lideresa de Fuerza Popular no brilla por su sagacidad ideológica y política, pero, a estas alturas, luego de tres derrotas consecutivas al menos debieran haberle despertado algún sentido de ubicuidad, lo que, por lo que se ve, no ha ocurrido.

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Fuerza Popular, Keiko Fujimori, Rafael Lopez Aliaga

Hoy, 12 de octubre, se cumplen 529 años de la colonización europea y el establecimiento de un sistema económico blanco supremacista de apropiación de tierras, explotación laboral y políticas de exterminio contra los pueblos originarios y sus culturas. Surge también la resiliencia de los pueblos originarios, al que se suman las luchas de otras comunidades secuestradas desde África y Asia por el régimen colonial. Estas luchas continúan hasta hoy resistiendo el modelo capitalista que se ha perpetuado en el poder e intenta imponer sus privilegios hasta los extremos del continente.

Las más de 200 mil muertes por Covid-19 en el Perú, los millones de empleos perdidos, una mayoría de población sin acceso a servicios sanitarios mínimos, expuesta en la trágica subida de los balones de oxígeno, son ejemplos de la terrible realidad del capitalismo en el Perú y la confirmación de que su único compromiso es con las ganancias y no con la vida. Desde la invasión europea a los tiempos del Covid-19, el capitalismo ha matado por ganancias y ha fracasado como sistema socioeconómico en asegurar el sostenimiento y reproducción de la propia vida. Los altos niveles de desigualdad, pobreza, discriminación racial y de género, y la crisis ecológica, demuestran el desvanecimiento de una ilusión que se transforma en pesadilla. Esa crisis sistémica no puede ser reformada. El capitalismo está en crisis y no es nuestro deber salvarlo.

Con el triunfo de Pedro Castillo y Perú Libre parecía que se iba formando una izquierda capaz de enfrentarse a las demandas ideológicas y políticas dentro un sistema capitalista en crisis. Se abría la posibilidad de un proceso constituyente popular y plurinacional apoyado por la clase trabajadora urbana y rural. La composición de un gabinete multicultural y con posiciones claramente de izquierda podía afianzar ese nuevo camino por la justicia e igualdad, sin embargo, el retroceso permanente y los cambios en el gabinete marcan un nuevo rumbo que algunos llaman “responsable” o “moderado” en nombre de la gobernabilidad.

Desde la salida del ex-canciller Béjar, se iba cimentando el camino de la derrota frente a los poderes fácticos. Ahora el gobierno cuenta con la venía de la CONFIEP, que saluda de manera entusiasta al nuevo gabinete. Se perdona el racismo y terruqueo de la derecha y la prensa, y se premia con un ministerio a una congresista de Perú Libre por acuñar el término derogatorio de “izquierda bruta y achorada» contra quienes se enfrentan de manera frontal a la derecha fascista y golpista.

Esta tendencia viene desde Alejandro Toledo y pasa por Ollanta Humala con su promesa de la gran transformación. Se claudica frente una clase dominante que ha afianzado su poder en las últimas décadas gracias a la constitución del ‘93, diseñada para la acumulación de más poder económico. Este proceso neoliberal también terminó de afianzar la derechización y corrupción de las fuerzas armadas y policiales, actuales peones de los ricos en el Perú. 

La utopía capitalista

Se le acusa al socialismo de ser utópico, pero ¿quien está siendo realmente utópico? ¿Cuántos siglos más vamos a esperar por “justicia e igualdad” de un sistema capitalista que se enfrenta con todos sus recursos contra un cambio mínimo? Esperar que la clase empresarial actúe con humanidad y respeto a la clase trabajadora es utópico. El poder empresarial se bajó al exministro Maraví, con el apoyo de la mayoría del gabinete, con excepción de Bellido, Ceballos, Maraví y Sánchez, el resto no estaba dispuesto a enfrentar a la derecha. ¿Tendrá el nuevo gabinete la convicción y fuerza para la defensa de los intereses de las mayorías excluidas en la repartición de la torta neoliberal? 

Es utópico creer que el capitalismo va a eliminar el racismo en el Perú. Cedric Robinson, teórico y activista político negro, decía que el “capitalismo y el racismo no rompieron con el feudalismo, sino que evolucionaron a partir de él para producir un sistema mundial de capitalismo racial dependiente económicamente de la esclavitud africana, robo tierras de naciones indígenas, genocidio y violencia. El sistema capitalista no va a eliminar el racismo porque es parte de su propia naturaleza.

También es utópico creer que la economía se va a recuperar para la clase trabajadora porque no se ha recuperado desde la crisis financiera del 2008 ni desde los 30s, 80s y 90s. Las mayorías que reciben las migajas de este sistema siguen siendo descendientes de los que resistieron a los invasores 529 años atrás. Según algunos expertos no habrá boom económico después de la pandemia porque la crisis de la pandemia es la crisis del capitalismo. Una posición moderada no va a solucionar las contradicciones de un capitalismo en declive. No seamos utópicos.

El capitalismo está en extinción y solo lo sostiene un sistema de explotación y el uso de la violencia. No debemos focalizarnos en gestionar el fracaso del capitalismo sino demandar un cambio de rumbo. No más maquillaje al capitalismo con un “rostro humano”. El trabajo de la izquierda no es salvar el capitalismo, sino trabajar en la construcción de un proyecto político desde las bases de oposición a un estado corporativo y al capitalismo colonial y hetero-patriarcal. 

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