Opinión

El cine negro presenta héroes sumergidos en un camino oscuro, cubiertos del fango hasta la narices. Oscuridad generada por ellos mismos. Lo fascinante del género pocas veces utilizado pero grandemente admirado, es su virtud de esconder giros narrativos en una atmósfera creíble. Pues porque en las penumbras de la mente humana, cualquier camino es una opción. 

Las habilidades de Guillermo del Toro para contar historias trastornadas son un complemento preciso para el cine negro. Despues de treinta años de carrera, resulta una sorpresa que sea el primer encuentro entre el género y el director. Y sí, el sentido retorcido con el que Del Toro contempla la condición humana lo llevan a un nuevo nivel narrativo con Nightmare Alley. 

Stanton Carlise es un solitario viajero que se cruza con un circo ambulante en los profundos Estados Unidos rurales de 1940. Ahí empieza como un ayudante y va en ascenso entre cada acto, aprendiendo de una pareja de pitonisos el espectáculo de leer las mentes. Al darse cuenta de su habilidad para engañar a las personas, emprende un camino a la grandeza a todo costo.

Del Toro enfoca la historia desde el cuestionamiento moral. Cuáles son los límites del show cuando alguien del público involucra su historia personal y tiene mayores expectativas sobre el supuesto poder de un pitoniso, como la imposible habilidad de hablar con los muertos. El cineasta recrea una sociedad dispuesta a consumir mentiras, donde abudan los puritanos morales y los sádicos retorcidos. 

Nightmare Alley es un festín visual. La precisión arquitectónica de cada plano y el nivel de detalle en el diseño de las locaciones son logros admirables. Permiten a Del Toro construir metáforas con los elementos puestos a disposición y utilizar el espacio como un personaje más. Pero a veces el poder visual abunda y el cineasta se enamora de su recreación, frustrando a la audiencia con su parsimonia.

Stanton Carlise es un personaje estremecedor. No solo por el desarrollado de su turbulenta moralidad, sino por tener impregnada la esencia de la estructura del ascenso y caída del héroe, tan útil en la historia del cine. Sin embargo, Bradley Cooper falla en convencer sobre su caracterización de un hustler sucio y trastornado por la codicia. Es demasiado inexpresivo, adulto y serio para ello. 

Tampoco hay química entre él y su coprotagonista Rooney Mara. La actriz está impecablemente pálida en un rol donde debe ser seductora y fría, pero tierna y condescendiente al mismo tiempo. Lástima que no logran hacer atractiva la relación con Cooper. Ella parece extrañar algo más introspectivo y surrealista en el papel de Carlise, con un mayor registro de excentricidades e histrionismo.

Sin dudas Guillermo del Toro debió aplicar una podadora al metraje de la película. Hay mucho por extraer, sobre todo en la primera parte de la historia. El error más sustancial es no centrarse en definir un objetivo claro en el personaje desde el inicio. Por más de una hora, Carlise parece no ir a ninguna parte. Si bien le pasan cosas atractivas, la película no logra transmitir el por qué de sus decisiones. 

Pero toda esa larga espera para entender hacia donde va nuestro anti heroe, bailando la danza lenta de un cineasta con pocas obligaciones debido a sus extraordinarios logros en Hollywood, se compensan en el último acto. El mismo Cooper parece entenderlo y enternece como se entrega por completo, llevado de la mano por dos instituciones del cine como son Cate Blanchett y Richard Jenkins. 

La última poco más de media hora de Nightmare Alley disipa todas las dudas, lustra la brillantez del director y hace recordar la grandeza y crueldad del cine negro. Mientras la sangre sale de la pantalla, la película deja una profunda desazón en el alma, capaz de -irónicamente- estremecer a cualquiera. Y aunque hubiera hecho falta más explicación, es cine de infinito disfrute.

Este último trabajo de Guillermo del Toro es un fracaso en taquilla y, aunque tendrá nominaciones aseguradas al Oscar, da pena ver cómo una película tan personal no recibe los ajustes necesarios para atraer más seguidores. Es un ejemplo de cómo las más grandes virtudes de un artista paradojicamente pueden opacar el resultado final. Aún así, los fieles discípulos del cine negro bien trabajado recomendamos su revisión y goce. 

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Guillermo Del Toro, Nightmare Alley, premios Oscar

La entrevista que el presidente Castillo le ha dado al periodista Fernando del Rincón, de la cadena internacional CNN, tiene muchos matices y lecturas, pero resaltan algunas conclusiones:

-Castillo no tiene la menor idea de los cambios constitucionales que desea. Sus propósitos de mejorar la salud y la educación, son, como bien le reiteró el periodista mexicano, sin hallar eco cognitivo en nuestro Primer Mandatario, políticas de Estado, que, por ende, dependen de lo que haga o no el gobierno al respecto, no de una modificación del texto constitucional. Si Castillo quiere una educación y salud públicas de primer orden, lo que tiene que hacer es cambiar el Presupuesto y reformar el Estado en ambas áreas, no cambiar la Carta Magna.

-Castillo es un ave de paso palaciega que carece de visión de Estado. Pretender, por asomo, que se puede consultar al pueblo, vía referéndum, la cesión de una franja territorial soberana para darle salida al mar a Bolivia, muestra la pasmosa improvisación e indigencia de nuestro gobernante en materia de política exterior. Lo reafirma con su cobarde evasiva de pronunciarse respecto de las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela. El orden democrático regional no tiene en Castillo a un aliado, ha quedado sentado con claridad.

-Castillo ya aprendió a mentir como estrategia política. Para ello, aunque fallidamente, ha dado estas entrevistas: para justificar su mediocridad victimizándose y anticipar argumentos que le brinden impunidad respecto de su participación en actos reñidos con la moral pública, como son su injerencia en los ascensos militares y su participación en la gestión de intereses privados. Fue vergonzoso, al respecto, su vano intento de demostrar que no tenía relación alguna con la lobista Karelim López. El problema de su performance es que demuestra que no parece haber propósito de enmienda y obliga al país a seguir vigilante respecto de estas inconductas palaciegas.

-Castillo no tiene una barrera moral que lo haga marcar clara distancia del terrorismo. Para él, puede haber personas que hayan estado vinculadas a Sendero o al MRTA, que estuvieron confundidas y que en el presente merecen tener la oportunidad de participar en asuntos de Estado. Así lo dijo explícitamente. Su indolencia en este tema, por supuesto, ofende la memoria de millones de peruanos afectados por la violencia terrorista y da argumentos para seguir haciendo de este tema uno de acuciante vigilancia. No es terruqueo reaccionario el estar alertas al respecto, sino sana actitud democrática y cívica frente a una persona con laxitud ética sobre la materia.

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CNN, entrevista al presidente Castillo, Pedro Castillo en CNN

La Secretaría de comunicación estratégica de la Presidencia de la República siempre debe fortalecer el liderazgo político del presidente porque todo país democrático comprende que gobernar es saber hacia dónde lo dirigen. Un buen ejemplo peruano fue el de Martín Vizcarra, quien, desde el primer día del estado de emergencia, proyectó dar una conferencia de prensa diaria para informar sobre las medidas del gobierno para contener la expansión del coronavirus. Sus mensajes se realizaban en vivo alrededor del mediodía a través de la mayoría de canales de señal abierta y a través de una empresa de cable y Youtube. Acompañado del gabinete, el cual era presentado como el equipo que lideraba, Vizcarra se concentraba en explicar las medidas que se estaban tomando en función de las cifras y los últimos estudios. También explicaba las razones de los cambios de ministros y de las medidas que iban redimensionado la pandemia y las restricciones sociales. La estrategia era muy funcional: no tenía por qué responder él mismo a las preguntas de los periodistas, sino que las derivaba a los ministros especialistas, utilizaba un lenguaje muy claro y directo, e incluía la traducción simultánea en lengua de señas. En un contexto de muerte continua, crisis económica y sobre todo de incertidumbre, el traductor fue celebrado, pues transmitía directamente el mensaje de cuidado y solidaridad muy necesario en el momento. Apelar a la lucha y compromiso de todos, de pronto elevó la ciudadanía en el público que se acostumbró día a día a esperar las noticias que oscilaban entre el temor y la esperanza. Los periodistas entregaban previamente sus preguntas para responderlas de manera ordenada y se recogían algunas pocas del público por las redes. El poder ejecutivo alcanzó así, un claro dominio sobre la conducta de los periodistas que debían acatar las reglas establecidas para las conferencias. 

La iniciativa no era nueva en América Latina. En México, Andrés Manuel López Obrador la desarrolló durante el tiempo que fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, entre los años 2000 y 2005, consiguiendo muchísima popularidad. Actualmente, mediante las conferencias llamadas las «mañaneras» (7 am), el gobierno anuncia los programas sociales, responde a los periodistas y da mensajes políticos a todo el país. Esta estrategia le ha permitido construir la popularidad que lo caracteriza, pero, sobre todo, dar instrucciones que con mucho ingenio le permiten construir la agenda política, de tal manera que la opinión pública y sus rivales políticos siempre deben responderle a él y no a la manera inversa, como, lamentablemente, parece estar ocurriendo con Pedro Castillo y sus malas relaciones con la prensa peruana e internacional. 

En las tres entrevistas, Castillo ha dejado en claro que ahora sí se siente dispuesto a responderle a la prensa tras meses de silencio que él justifica diciendo que se había visto muy afectado por cómo había sido maltratado por los periodistas durante la campaña electoral. Ahora, siguiendo a López Obrador, parece que ya no teme a las preguntas incómodas, no obstante, sigue manteniendo un victimismo que lo aleja simbólicamente de la postura del líder que se le reclama. Dice él estar aprendiendo a ser presidente, pero una de sus tareas debe ser discutir con su secretario de comunicación estratégica, su paisano Rodolfo Jaime Idrago, cómo encontrar una manera de contener a la prensa y marcar la agenda política del país. Que lo sigan vinculando con el terrorismo o matengan la presión sobre el caso de Karelim López, en lugar de que Castillo ponga sobre la mesa la corrupción universitaria, el narcotráfico, la salud del país o el bienestar de la población, es la razón por la que continúa bajando en las encuestas. 

Si el señor Idrogo quiere detener las entrevistas en las que los periodistas, por más famosos que sean, sólo se dedican a acorralar al presidente, debe investigar primero cuál es el sesgo mediático del medio del que provienen, y así evitar a personajes como Fernando del Rincón, cuya única fuente citada durante toda la entrevista no fue otra que el diario El Comercio, medio decidido a convencernos hasta hoy día que debe triunfar la vacancia. 

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Comunicación, Pedro Castillo, política peruana

Hola amigos. Soy Pedro Guevara y esto es: “En pellejo ajeno”. Quiero empezar agradeciéndole a Juan Carlos Tafur por permitirme estar con ustedes este y todos los miércoles. Tengo que hablar un poco de mi porque ustedes dirán: “¿Quién es este pata?”. Soy arquitecto, urbanista, economista, politólogo y músico. Por eso recurrí a mi piano para ponerle una introducción al programa, como algunos me sugirieron.

En este programa hablaremos de política, de gestión pública y de políticas públicas tratando de mirar al futuro con optimismo y con propuestas concretas. Ustedes se preguntarán: ¿Por qué ese nombre: “En pellejo ajeno”? Pues porque los países pueden también “aprender en pellejo ajeno”. Por eso hablaremos de la experiencia exitosa de los “Tigres Asiáticos: Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong, y también de la experiencia no tan exitosa y nefasta de países como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Corea del Norte.

Hablaremos de temas que son urgentes e importantes y de temas que son importantes pero no urgentes. Y también, de los temas que no son ni urgentes ni importantes, porque distraen nuestra atención de lo prioritario.

En la actual coyuntura, tenemos que ocuparnos de lo que es urgente e importante, y es la inestabilidad que está viviendo el Perú, generada por la indefinición y la falta de decisión del Presidente. Estamos viviendo lo que en el mundo académico se conoce como un equilibrio inestable. Es decir, una situación que puede volcarse hacia el éxito y el progreso del país o, hacia el abismo. Y, en el medio, una situación en la que la indefinición no va a -sino- traer perjuicios al país.

En esta coyuntura pues, se presentan 3 escenarios que dependen de lo que decida el presidente. En primero lugar, la ruta de persistir en sacar adelante su Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución prescindiendo del Congreso. Esta ruta, implica una alianza con las fuerzas de la izquierda radical y, concretamente, con Cerrón.

El segundo camino es el de optar por buscar un equipo de gente que: (i) ame al Perú, (ii) que sea honesta y (iii) que sea competente. Cuando llegan al poder los gobernantes, a veces no tienen idea de qué es lo que hay que hacer. En algunos casos, saben qué es lo que hay que hacer. Pero no siempre llegan al poder sabiendo qué y cómo lo van a hacer. En ese sentido, la segunda ruta del presidente sería -justamente- rodearse de ese equipo que (i) ame al Perú, (ii) que sea honesta y (iii) que sea competente.

Y la tercera ruta para el presidente es la de la renuncia. Probablemente el presidente ame al país. Para muchos peruanos, todavía está en duda si es una persona honesta. Pero lo que ha quedado claro, es que no está rodeado de gente competente. Por amor al Perú, le queda al presidente también la opción de renunciar.

La pregunta que nos hacemos es: ¿por qué es que el presidente opta o ha decidido seguir por ese primer camino? ¿Será que Cerrón tiene algo en el legajo del presidente, y se vale de eso presionarlo y hasta chantajearlo? En los próximos días esperamos que todo esto se aclare…

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Pedro Castillo, política peruana

Sobre descentralización, dice bien Juan Carlos Tafur (Sudaca, 19 de Enero): “los gobiernos regionales, provinciales y distritales son antros de corrupción, las obras un desastre inacabado, las responsabilidades esenciales son abandonadas” y enumera un largo etcétera de problemas; efectivamente, el resultado de ese proceso es muy malo hasta ahora, pero, como también añade el director de Sudaca,  “No se puede volver al centralismo. Es antirepublicano y antidemocrático”

 

Y tampoco sería realista intentar volver atrás, la descentralización es obligatoria en una realidad como la nuestra: el Perú es enorme, ocupa el lugar número 20 en magnitud de superficie en el mundo, dato que esconde una topografía que parece un papel arrugado, decenas de climas simultáneos, una gran diversidad humana … Las disposiciones del gobierno central normalmente han sido letra muerta fuera de Lima y las principales ciudades, carecen de valor por falta de información específica local actualizada, sus procesos de implante por lo regular se interrumpen por el cambio de autoridades; se necesita instancias regionales que conozcan territorio, población, y trabajen en su propio espacio, y estas solo pueden ser resultado de procesos democráticos para tener legitimidad. 

 

Hablando más precisamente de la regionalización, hay medidas que sería conveniente implementar pero que resultan imposibles sin pasar por grandes tensiones sociales, por ejemplo, reagrupar las regiones que se crearon erróneamente tomando como base los antiguos departamentos. Seguramente esto sería deseable desde la perspectiva de la política pública, pero altamente resistido por la ciudadanía regional.

Buscando alternativas de mejora que pudieran tener viabilidad, creo que vale la pena dedicarle atención a la baja definición de la división del trabajo entre gobiernos regionales y el gobierno central. Para esto propongo usar un esquema muy conocido en el desarrollo organizacional y también en la gestión pública: el ciclo Diseño-Ejecución-Evaluación-Mejora (los términos varían ocasionalmente); casi cualquier actividad puede analizarse siguiendo este flujo de operaciones. 

Si aplicáramos el esquema a la división gobierno central/gobierno regional, habría que asignar la Ejecución al segundo. Por ejemplo, en Educación esto pasaría por habilitar colegios, contratar profesores, garantizar los materiales impresos y electrónicos, etc. La Evaluación, complementariamente, debería ser independiente de los procesos mencionados , nadie puede ni debe ser al mismo tiempo ejecutor y evaluador de una misma actividad (es buena parte del origen de la tensión actual entre SUNEDU y los rectores de universidades truchas). Por esto, lo más razonable sería asignar la función evaluativa al gobierno central, pero coordinando con los gobiernos regionales los estándares respecto a los cuales serán evaluados y amarrando los avances a la disposición de recursos.

Las otras dos grandes funciones, el Diseño de las acciones y la Mejora post evaluación son más complejas; respecto a la primera, el gobierno central vía el ministerio de educación es rector del sector, por lo que debería ser tarea suya; esto cubre cosas como el currículo (no usar la expresión “currícula”), los lineamientos para materiales impresos y electrónicos, la formación y capacitación docente, etc. Sin embargo, esta también es una función compartida, el diseño central generalizable a todo el país, debería limitarse a lo mínimo indispensable y dar a las regiones suficiente autonomía como para que la regla no termine ahogando la ejecución. Y lo mismo vale para la mejora, la instancia central no debería excederse en sus prerrogativas y entregar lineamientos más que productos acabados; esto implica manejar los tiempos de la gestión de modo distinto y reducir la “creatividad” en las políticas, que en realidad es generada por la alta rotación de las autoridades, la llamada con ironía “gestión por ocurrencia”.

Pero, se preguntará el lector, ¿podemos darle estas funciones a unos gobiernos que se han mostrado ineptos durante años para implementar incluso tareas menores? Podemos si hacemos esto con seriedad, iniciando la transformación de un par de regiones en acuerdo con el gobierno central en un proceso muy pautado y seguido de cerca, donde se pueda aprender y mejorar la propuesta en la propia ruta. 

Pero estos cambios dibujan unos ministerios distintos de los actuales; que dejen de trabajar en paralelo a los gobiernos regionales, contengan su afán regulador, profesionalicen sus capacidades de evaluar, desarrollen programas de asistencia técnica que impulsen la mejora del trabajo en las regiones en acuerdo con ellas. Y que aprendan a gestionar el conocimiento requerido contratando bien y transparentemente, porque para cumplir tareas de esta magnitud no basta el sector público: el Estado nacional y los gobiernos regionales requieren de socios, privados, del “tercer sector”, etc. para poder transformarse.

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estado nacional, gobiernos regionales, sector privado, tercer sector

No hacía falta, en verdad, que el Congreso expidiera una ley prohibiendo que se pueda convocar a un referéndum para aprobar una reforma constitucional o convocar una Asamblea Constituyente. Pero de lo bueno, mejor que sobre a que falte.

La propia Carta Magna es explícita, y taxativamente señala que la única manera de reformar la Constitución de 1993 pasa por lograr 87 votos en dos legislaturas consecutivas o 66 en una y consolidarla en un posterior referéndum. En ambos casos, el pase por el Congreso es de obligatorio cumplimiento.

El gobierno, mal asesorado por esa decepción ministerial que es el titular de Justicia, Aníbal Torres, ha anunciado que va presentar una demanda de inconstitucionalidad de la ley aprobada en el Congreso, ante el Tribunal Constitucional. Claramente, no hay que ser un erudito constitucionalista para anticipar que el Ejecutivo va a perder, con estrépito, esa causa.

Debemos alegrarnos como país que ocurra así y no prospere el deseo de las izquierdas de reformar la Constitución y tirarse abajo el modelo económico que el texto del 93 dispuso, felizmente, con celo reglamentarista (el trauma de la hiperinflación y la demagogia económica del primer alanismo, fueron la causa política del puntilloso desvelo).

La izquierda peruana es, en su mayoría, antediluviana y a pesar de las experiencias globales, no entiende y se resiste a aceptar que el libre mercado, cuando es competitivo y no mercantilista, es un lecho rocoso inamovible, el único sobre el cual se puede construir prosperidad y reducción de la pobreza.

Los nativos de izquierda siguen creyendo en un modelo estatista, regulatorio, intervencionista. No han logrado, por ventura, retrotraernos a los 70s o los 80s, como parecen desear, y el Perú, a pesar de haber sufrido gobiernos corruptos y mediocres en estas últimas décadas, ha podido, gracias a la vigencia relativa de una economía de mercado (o de semimercado, sería más propio decir), crecer de manera asombrosa y reducir la pobreza de modo ejemplar.

Y por ventura mayor, cuando, como ha ocurrido este año, esa izquierda retrógrada gana las elecciones y llega al poder, no cuenta con los votos suficientes en el Congreso para lograr sus cometidos a plenitud y tiene que resignarse a los corsés democráticos que, felizmente, le ponen coto a sus anhelados desmanes ideológicos.

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Asamblea Constituyente

Una enorme cantidad de personas cree en el relato de los pastorcitos de Fátima. Según este, a comienzos del siglo XX la virgen María se les apareció repetidas veces a tres pastorcitos portugueses, revelándoles tres secretos acerca del futuro de la humanidad. Es obviamente falso que esas apariciones hayan ocurrido. La razón por la que tantas personas creen esa barbaridad tiene que ver con su educación católica. 

Muchos colegios católicos les enseñan a sus alumnos patrañas como esa. No solo eso, sino que les enseñan que deben aceptar esas tonterías sin objeciones, porque ‘son cosas que deben aceptarse por fe’. De esta manera, los colegios ahogan el sentido crítico de sus alumnos y los educan en la credulidad. La credulidad, como estamos comprobando tristemente en esta época de desinformación y movimientos anti vacuna, es tal vez uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. 

Es más, al poner énfasis en la fe, se manipula a los niños diciéndoles que los que creen esas cosas son buenos, y los que no las creen son malos (porque no tienen fe). De esta manera, se incentiva a que los niños se autosugestionen para no escuchar la voz de su razón. No se me ocurre nada más antipedagógico que eso. 

Conozco muy pocos sacerdotes que se atreverían a afirmar categóricamente que el relato de los pastorcitos de Fátima es falso. No sé si alguno de los que sí lo haría se atrevería a hacerlo públicamente, sin ambigüedades ni ejercicios de gimnasia mental del tipo “los niños de Fátima construyen su propia realidad, y en ese sentido el relato es real”, o cosas por el estilo. 

La enseñanza de la religión suele estar acompañada de pensamientos mágicos como los del relato de Fátima. Es cierto que más adelante, al madurar, uno puede aprender que la religión no se limita a ello, y que hay mayores sutilezas y complejidades. Pero la gran mayoría de la población es completamente ajena a estas estas sutilezas y complejidades, y ciertamente estas están por encima del nivel de comprensión de los niños.

Se dice frecuentemente que la enseñanza de la religión es una manera de introducir a los alumnos al pensamiento ético, pero este no es un buen argumento, básicamente por dos razones. En primer lugar, los valores positivos que enseña la fe católica, tales como el amor al prójimo, el respeto a los demás, la dignidad de la persona humana, etc. pueden aprenderse perfectamente fuera de un contexto católico (independientemente de si algunos de estos valores se originaron, históricamente, en contextos católicos). Por otro lado, la gran mayoría de la población no entiende la religión en términos de valores, sino de consecuencias personales: si hago x, me voy a salvar. La retórica de la salvación, ya sea en vida o después de la muerte, se suele entender en términos de recompensa individual. Y si bien es cierto que la idea católica de la salvación es más compleja que eso, dicha complejidad pasa por encima de la cabeza de la gran mayoría de personas, especialmente de los niños.  

Por esas razones sostengo que es contraproducente enseñar religión a los niños en el colegio. Comencé esta columna diciendo que es obviamente falso que las apariciones de la virgen María hayan ocurrido. Que a varias personas esta afirmación les parezca problemática o polémica es prueba suficiente del terrible daño que le hace la educación religiosa a los escolares.  


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Colegios, Educación, pensamiento crítico, Religión

Mientras en el Perú en cada campaña electoral nos la pasamos discutiendo sobre el gas de Camisea- fuente no renovable de energía que, además, se acabará en los próximos 30 años- nuestro vecino del sur (Chile) ha anunciado que quiere convertirse para el 2050 en líder mundial de producción y exportación de hidrógeno verde, una de las energías renovables más prometedoras de los últimos tiempos. 

El hidrogeno verde es una energía renovable que se obtiene de un proceso llamado electrólisis del agua, utilizando electricidad proveniente de fuentes renovables. Este proceso transforma el agua en moléculas de gases de hidrógeno y oxígeno. El hidrógeno obtenido puede ser una fuente de energía alternativa limpia muy versátil, utilizable para automóviles, cocinas, aviones, etc. El papa Francisco, por ejemplo, conduce un carro alimentado con hidrógeno. 

El hidrogeno verde viene ganando relevancia entre las diferentes energías alternativas, dado que solo emite vapor de agua al ser utilizada, además de ser fácil de almacenar y transportar. Así, se presenta como una buena alternativa para la industria de transportes, por ejemplo, para la cual las baterías pueden resultar bastante pesadas.

Empresas de Retail como Walmart ya han comenzado proyectos en Estados Unidos y Chile para migrar hacia un sistema de transportes a base de hidrógeno verde, reduciendo significativamente su huella de carbono. En el caso de Chile, la empresa Engie viene trabajando de la mano de Walmart para implementar en el 2022 la primera planta de producción de hidrógeno renovable a nivel industrial del país.

La estrategia de nuestro vecino del sur no tiene fines solo medio ambientales, sino también económicos. La demanda de energías renovables verdes a nivel global podría aumentar hasta diez veces para el 2050 dados los objetivos de carbono- neutralidad firmados por 185 países en el mundo. Esto sin contar que Chile, al igual que el Perú, es un país importador de petróleo y desarrollar esta industria le permitirá independizarse de la importación de dicho recurso.

Chile busca aprovechar su posición geográfica ventajosa, que cuenta con una fuerte radicación solar y fuertes vientos en el sur. Vale la pena resaltar que la prioridad que se le está dando al desarrollo de energías alternativas al petróleo es transversal a los colores políticos: este proyecto fue impulsado por el ex presidente de derecha Sebastián Piñera, y es también una prioridad del plan de gobierno de presidente electo de izquierda, Gabriel Boric.

El Perú también tiene potencial para convertirse en un país productor y exportador de hidrógeno verde, dado su potencial para generar energía eólica y solar en el norte y sur del país. Sin embargo, aún no se han desarrollado políticas de gobierno concretas para desarrollar esta industria, pese a las condiciones favorables. Algunas empresas del sector privado vienen impulsando poner el tema en agenda nacional, y desastres medioambientales como el ocurrido este fin de semana en la costa peruana nos hacen reflexionar más que nunca sobre la urgencia de abrirnos un camino hacia el cambio de nuestra matriz energética. ¿Para cuándo pues, este tema en agenda? 


*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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Exportación, gas de Camisea, hidrógeno verde

La empresa petrolera transnacional Repsol ha cometido una cadena de errores y negligencia mayúscula en este desastre ambiental ocasionado por el derrame de crudo en el litoral costero limeño, que ya se extiende, inclusive, hasta la región Áncash.

Desde la incapacidad de percatarse rápidamente de lo que sucedía, sin esperar a que el flujo que se escapaba de control fuera tan grande, hasta la falta de respuesta inmediata para contenerlo; desde la negligencia para remediar rápidamente los daños, hasta la torpe estrategia comunicacional para aclarar el tema; desde la ausencia de una cabal respuesta tecnológica hasta la pueril insistencia en que todo se debió a un oleaje anómalo que muchos entendidos señalan que no es causa suficiente de lo ocurrido. Todo lo que se pudo hacer mal se hizo pésimo.

El daño reputacional de la empresa es gigantesco y el perjuicio legal y penal que va a acarrear este desastre, como corresponde, va a ser inmensamente oneroso, pero lo que hoy corresponde también subrayar es la falta de respuesta del entorno público y privado a lo sucedido, sin desmedro ni soslayo de las responsabilidades propias de la empresa.

Primero, el Estado peruano, que ha demostrado una pasmosa orfandad de respuestas institucionales inmediatas, y aún hoy mismo, a días del desastre, no es capaz de organizar siquiera un operativo de supervisión adecuado del problema.

Segundo, los gremios privados. Han brillado por su silencio. Comunicados tibios y tardíos no remedian la carencia de una enérgica condena a lo sucedido y una exigencia de investigación y sanciones a una de sus asociadas (porque Repsol es parte de la Sociedad Peruana de Hidrocarburos, de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía, lo es, por tanto de la Confiep, y seguramente de muchos otros gremios). El mutis o el dicho esquivo han sido la norma.

Tercero, la clase política, que no ha sido capaz de actuar con diligencia y seriedad frente a un problema que ha afectado y va a afectar por buen tiempo a miles de ciudadanos peruanos a los que ellos representan y que verán afectados sus negocios o su vida común por culpa de este desastre sin atenuantes. Peor que eso, algunos demagogos oportunistas han tratado de llevar agua a sus molinos ideológicos con un absurdo discurso antiempresarial.

Todo lo que se pudo hacer mal, se hizo pésimo, repetimos. No queremos ni pensar en la eventualidad de un desastre mayor al sucedido, o alguno de otra índole (como un terremoto), que seguramente hallará al Estado peruano y a su sector dirigente presos de la parálisis o atrapados en el despropósito. Una tragedia institucional ha sido puesta de relieve.

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derrame de petróleo, desastre ecológico, desastre institucional, Repsol
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