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Opinión archivos | Página 61 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

En la última versión del Latinobarómetro, medición regional de indicadores democráticos, el Perú no queda mal parado, a pesar de la crisis política por la que transitamos desde hace un lustro. Citemos textualmente lo que dice el informe: “Perú es otro país que tiene una categoría propia. El apoyo a la democracia alcanza el 50% en 2023 habiendo aumentado de 46% en 2020, tiene un aumento de dos puntos porcentuales de 25% a 27% en la indiferencia al tipo de régimen en el mismo período y se mantiene en 17% en su preferencia por un régimen autoritario, habiendo aumentado un punto porcentual que no es significativo en el mismo período”.

“En otras palabras, se puede decir que Perú a pesar de la debacle de sus presidentes no está tan mal con la mitad de su población prefiriendo la democracia. Sin embargo, Perú tiene el 91% de su población insatisfecha con su democracia, como veremos más adelante, es decir casi toda la población que es indiferente o prefiere el autoritarismo está insatisfecha lo que constituye un capital político negativo en contra del régimen que sea que está de turno. La deja vulnerable”.

La insatisfacción con la democracia es el problema a resolver porque puede ser una larva de eventuales proyectos autoritarios o populistas en el futuro (hoy, un 17% apoyaría un régimen autoritario). Pero ello no pasa, propiamente dicho, tan solo por un fortalecimiento político de nuestras instituciones sino por una mejora económica de la ciudadanía. No es un descontento con las elecciones, la separación de poderes o el Estado de derecho lo que explica el resultado mencionado, sino el mal funcionamiento de los servicios básicos y, sobre todo, la sensación de no progreso económico (de otro modo, no se explicaría que aumente el apoyo a la democracia).

Se necesita que volvamos al círculo virtuoso de crecimiento que se empezó a desmoronar con el gobierno de Ollanta Humala, que se agudizó con la crisis tremenda del gobierno de Kuczynski y ya explosionó con el régimen de Castillo, y cuyos efectos aún perduran en el mandato de Boluarte, el que no logra hasta el momento consolidar un ánimo confiado de los inversores.

Con un país creciendo, clase media expandiéndose y pobreza reduciéndose, se establece la atmósfera adecuada para que la satisfacción con el establishment se incremente y se reduzcan de alguna manera, los riesgos autoritarios.

La del estribo: notable el libro de Rafael Dumett, El camarada Jorge y el Dragón, el primero de una saga que versa sobre las viscisitudes vitales de un personaje fabuloso, como fue Eudocio Ravines. Confirma la talla literaria del autor, ya exhibida en la gran novela El espía del Inca. Publica Alfaguara. A propósito, este martes 25 a las 8 pm., en el teatro Ricardo Blume, Dumett hará una performance teatral (The Reading show) de su libro. Entradas en Teleticket.

 

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apoyo a la democracia, Boluarte, Crisis política, insatisfacción, Latinobarómetro, Ollanta Humala

En la búsqueda de alcanzar la mayoría suficiente para hacerse de la Mesa Directiva del Congreso, la centroderecha no se está parando en mientes para conseguirlo.

Hace cosa de un mes iniciaron verbales coqueteos con Perú Libre, pero luego vino el úkase de Keiko Fujimori a través de Miki Torres y las tratativas quedaron convertidas en letra muerta. Ya no había nada que hacer entre Fuerza Popular y el partido de Vladimir Cerrón, con lo cual abortaba la posibilidad de que el hermano el del exgobernador de Junín ocupara un sitio protagónico en la mesa directiva a conformar.

A renglón seguido varios representantes parlamentarios del llamado Bloque Democrático han empezado a tirarle flores a la bancada del Bloque Magisterial, señalando que son más sensatos y dialogantes que sus pares de Perú Libre y que con ellos sí se podrían sentar y acordar un pacto.

La dificultad está en el pedido del Bloque Magisterial de que le otorguen la presidencia de la Comisión de Educación, lugar que, a su vez, Renovación Popular se niega a perder y, como veremos, con singulares buenas razones.

No sería admisible, ni ética ni políticamente, que parte del toma y daca con el Bloque Magisterial, pase por entregarle a éste la potestad de volver a poner sobre el tapete temas ya zanjados, como el intento de intervenir la Derrama Magisterial o el de brindarle reconocimiento sindical al Fenate, agrupación claramente vinculada al Movadef.

Nadie se puede cortar las venas porque se incluya a una agrupación de izquierda en una Mesa Directiva presidida por la derecha, sobre todo si pragmáticamente se necesitan sus votos para alcanzar la mayoría. Al final, lo que importa, políticamente hablando, es la Presidencia del Congreso, no las vicepresidencias, que son cargos más bien protocolares.

Lo que preocupa es que al son de las negociaciones, la derecha trance en temas inaceptables, sobre los que debe mostrar intransigencia. La agenda del Movadef no puede ser avalada por ninguna agrupación democrática, y si el Bloque Magisterial la pone sobre la mesa debe ser descartada de plano. Los tiempos infaustos del castillismo no pueden volver por la puerta falsa de una negociación política, por más perentoria que ésta sea.

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Bloque Magisterial, fenate, Keiko, Mesa Directiva, Miki Torres, Movadef, Vladimir Cerrón

[EL DEDO EN LA LLAGA]  «Convocamos, en primer lugar, a personas de reconocida trayectoria en la sociedad peruana para formar la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación. Se les encomendó la tarea de acoger a las víctimas de diversas formas de abusos y maltrato generados en su relación con el Sodalicio, y ofrecerles un primer paso en su camino de reparación, sin exigir un rigor de prueba o escrutinio de sus testimonios, sino procurando ofrecerles la escucha y acogida que su sufrimiento requería. Al finalizar su trabajo, la Comisión presentó su informe, y un conjunto de recomendaciones, sobre las cuales hemos venido trabajando.

Como parte de ese mismo proceso recurrimos al Sr. Ian Elliott, cuya experiencia de más de 40 años trabajando con víctimas de abuso en diversas partes del mundo permitió que un número significativo de personas pudieran presentarse para ofrecer sus testimonios».

Sin embargo, esto último no parece ajustarse a la verdad, pues la misma Kathleen McChesney, en un video publicado el 18 de febrero de 2017 por el mismo Sodalicio en su canal de YouTube (Canal S), afirmaba que tanto ella como Monica Applewhite y Ian Elliott recién fueron contactados por el Sodalicio en marzo de 2016, cuando la primera comisión ya tenía prácticamente listo su informe final, que fue finalmente publicado en abril de 2016. Más aún, no hay ningún indicio que demuestre que el Sodalicio habría tenido el plan de establecer dos comisiones desde un principio, sino más bien todo lo contrario. La convocación de una segunda comisión habría sido un plan alternativo para neutralizar las conclusiones a que había llegado la primera, tanto a nivel general como a nivel de informes personales.

Además, ninguno de los tres expertos contratados había trabajado jamás como representante de víctimas de abusos, sino más bien para organizaciones donde se habían cometido abusos, a fin de implementar programas de prevención y reparación, respetando por supuesto los intereses de la organización. Dicho de otro modo, eran profesionales de “control de daños” y “lavada de cara”.

La afirmación de que en el informe de la primera comisión hay «un conjunto de recomendaciones, sobre las cuales hemos venido trabajando» es ambigua. Puede entenderse como que están buscando cumplir esas recomendaciones, pero lo que el Sodalicio estaba haciendo en realidad era ver la manera de incumplirlas. De estas recomendaciones solo cinco eran para ser cumplidas por el Sodalicio, las otras eran para ser cumplidas por la misma Comisión de Ética o o simplemente eran recomendaciones a tener en cuenta por la Santa Sede.

Respecto a la primera recomendación, si bien el Sodalicio declaró a Figari “persona non grata”, no adoptó para él «la mayor sanción moral e institucional», que era la expulsión y tomar las medidas para que que se someta a la justicia civil. Al contrario, se le protegió y se le pagó incluso el abogado, Armando Lengua, uno de los más caros de Lima.

Respecto a la segunda recomendación, que «las víctimas de los abusos deben ser resarcidas», hay que decir que el Sodalicio no reconoció como víctimas a todas aquellas personas que la primera comisión había reconocido como tales, alrededor de un centenar, sino sólo parcialmente. Y las reparaciones ofrecidas estuvieron lejos de ser justas y proporcionales al daño sufrido. Igualmente respecto a «una solicitud de perdón y desagravio, de manera personal y escrita, por parte del Superior General a cada una de las víctimas», éstas aún siguen esperando que esto ocurra.

La tercera recomendación era ésta: «Compensación por los daños personales sufridos por quienes fueron privados de un adecuado discernimiento vocacional, y en esa medida, obligados a prestar servicios no remunerados, incluso en condición de “servidumbre”». Fue incumplida, o cumplida muy mezquinamente sólo con unos cuantos.

Las otras dos recomendaciones fueron incumplidas en su totalidad:

«El SCV deberá proceder a la devolución inmediata de toda la documentación correspondiente a cada una de las personas que forma o formó parte de la institución, que así lo solicite».

«Las personas que ejercieron algún cargo en la organización del SCV, durante los años en que se permitieron los abusos denunciados, deben ser impedidas de ejercer algún cargo representativo al interior de la organización».

Regresando al informe de los expertos internacionales, el mismo señala que «este informe fue originalmente preparado en inglés». Sin embargo, hay indicios para suponer que esto no es verdad.

En el mismo texto del informe se señala que fueron preparados «después de una extensa revisión de documentos públicos, registros del SCV y entrevistas de más de 245 personas», es decir, fuentes de información todas ellas en español, salvo algunas entrevistas que pudieron ser realizadas en inglés sólo gracias a que los entrevistados manejaban mal que bien este idioma.

Por otra parte, al traducir algunas partes del informe al alemán, me di con la sorpresa de que las traducciones del español eran más precisas que las traducciones del inglés. Por poner algunos ejemplos, la palabra “apostolado” aparece en la versión inglesa del informe como “ministry”, lo cual a grandes rasgos se puede considerar como correcto si la traducción es del español inglés. Pero en sentido contrario la cosa no funciona. “Ministry” (servicio de carácter religioso) no puede traducirse correctamente como “apostolado”.

De Jeffery Daniels se dice que era tildado de ser “payaso” —característica que le cae al pelo, según el testimonio de quienes lo conocimos personalmente—. En la versión inglesa dice “goofy” (bobalicón, ridículo o gracioso en sentido cómico), lo cual resulta aceptable con cierta flexibilidad si se trata de una traducción del español al inglés. Pero “goofy” no podría traducirse correctamente como “payaso”.

Además, el informe presenta alguna características inaceptables tratándose de un documento que debería cumplir con estándares académicos. Entre los abusadores sexuales, sólo se mencionan los nombres de Luis Fernando Figari —quien fue separado de la comunidad pero nunca expulsado del Sodalicio—, de Germán Doig —fallecido en el año 2001— y de otros tres, que ya no forman parte de la institución: Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels y Daniel Murguía. Sin embargo, hay otros tres abusadores sexuales que seguirían perteneciendo al Sodalicio, cuyos nombres no se mencionan. Asimismo, no se menciona el nombre de ninguno de los once abusadores físicos y psicológicos que identificó la comisión de expertos, nueve de los cuales seguirían perteneciendo al Sodalicio.

En una parte se mencionan «actos de abuso sexual que se han reportado como perpetrados por cuatro exsodálites, de quienes se ha reportado que han abusado sexualmente de un total de dieciocho varones menores de edad y una joven menor de edad». Para enterarnos de la edad de cada una de las víctimas, los nombres de sus abusadores y los detalles de los abusos tendríamos que esperar al Informe de la Comisión De Belaúnde (julio de 2019) —lamentablemente aún no difundido públicamente—, donde aparece toda esta información.

El informe de los expertos internacionales, además de ser fragmentario y demasiado breve para la cantidad de fuentes disponibles y el tiempo de un año dedicado a la investigación, cae en una que otra contradicción. En su carta de presentación, Alessandro Moroni, decía que «los expertos identificaron ciertos elementos dentro de la cultura del Sodalicio que, de alguna manera, permitieron que estos reprobables hechos hayan podido ocurrir». El informe dice más o menos lo mismo refiriéndose a una «cultura pasada del SCV», pero también señala que «no fue, entonces, la cultura del SCV la que causó que los agresores cometieran actos de abuso, pero hubo autoridades o sodálites mayores que permitieron o alentaron abusos físicos y psicológicos». ¿En qué quedamos?

De hecho, la versión en español del informe de los expertos internacionales se lee con más naturalidad y no tiene la pinta de ser una traducción, lo cual no ocurre con la versión en inglés, que parece más bien una traducción del español.

Si esto es así, nos hallamos ante una premisa grave, considerando que los expertos no dominaban el español al punto de poder escribir un informe profesional en esta lengua. ¿Quién redactó entonces el informe?

La primera hipótesis es que fueron sodálites encargados por la institución para apoyar a los expertos quienes estuvieron encargados de redactar y supervisar el informe final. Que el Sodalicio tenía en control de los procedimientos se manifiesta en el hecho de que ni Ian Elliott, ni mucho menos las otras dos “expertas”, decidían a quién se le podía considerar como víctima y acreedor de una reparación, sino que eso lo hacía un Comité de Reparaciones integrado por los sodálites José Ambrozic y Fernando Vidal; Claudio Cajina, abogado del Sodalicio, y Scott Browning, abogado estadounidense contratado por el Sodalicio, según lo declarado por Alessandro Moroni en el Congreso de la República. En otras palabras, ante las víctimas el Sodalicio fue juez y parte.

La otra hipótesis es que efectivamente hubo un extenso informe en inglés preparado por los expertos, pero que no es el mismo que se dio a conocer a la opinión pública, el cual sería más bien una especie de resumen o versión editada, preparada por el mismo Sodalicio a fin de apuntalar su propia narrativa de los hechos, donde —por ejemplo— se omite totalmente el papel que jugaron Rocío Figueroa, Pedro Salinas y Paola Ugaz en develar los abusos del Sodalicio. Alessandro Moroni dice en su carta de presentación que «los expertos no han encontrado indicios de complicidad ni conspiración entre los presuntos abusadores». La pregunta es dónde leyó esto, porque esta información no aparece en el informe publicado. ¿Lo habrá leído en el informe en inglés que efectivamente habrían preparado los expertos y que nunca fue publicado?

Queda claro que lo que se buscaba era cargar el peso de los abusos sobre un puñado de abusadores (Figari, Doig, Levaggi, Daniels y Murguía), de los cuales —con la excepción de Figari— ninguno forma actualmente parte del Sodalicio, y limpiar al Sodalicio institucionalmente de cualquier culpabilidad o responsabilidad en los abusos. Y el informe, curiosamente, no aborda en ningún momento el tema de los encubridores, de aquellos que fueron testigos de abusos y que sabían de lo que ocurría, pero prefirieron guardar silencio y proteger a los abusadores con el fin de salvaguardar a toda costa la imagen institucional. Y esos encubridores siguen en la institución, manteniendo en pie el sistema que permitió los abusos de poder y de conciencia que constituyeron la base y fueron una puerta abierta para los demás abusos.

Creer que el Sodalicio puso todo de su parte para que se conociera la verdad de los hechos es una quimera, una fantasía para ingenuos. Toda su estrategia sólo tuvo como objetivo engañar a la opinión pública.

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Abusos, controversia, encubridores, Figari, informe, manipulación, Sodalicio

[MÚSICA MAESTRO]  Cuando pensamos en la historia y evolución de la música, se dan dos clases de categorizaciones. La primera de ellas tiene que ver con los géneros y/o estilos. Ya sea por razones cronológicas, corrientes artísticas, ubicaciones geográficas -entre otras variables-, nos encontramos con una lista interminable de nombres y cada una de estas etiquetas contiene, a su vez, otra lista, aun más larga y en constante incremento, de derivados o subgéneros, como nos referimos a ellos quienes ejercemos el columnismo sobre este fascinante arte mayor, uno de los vehículos de expresión de sentires y opiniones más completos creado por la especie humana.

Así tenemos, solo por dar algunos ejemplos, música barroca -referencia a la época en que surgió, entre los siglos XVI y XVII-, música peruana -referencia geográfica que, en este caso, alude a un país-, música para niños -referencia al público al cual está dirigida-, música rock -contracción de “rock and roll”, nombre original de lo que salió a finales de la década de los años cuarenta, a partir de la fusión de varias formas musicales populares norteamericanas como el jazz, el blues, el country y el gospel. Y así podríamos continuar hasta llenar páginas enteras solo mencionando el frondoso árbol de géneros y subgéneros que han ido apareciendo a lo largo del tiempo. Cada una de estas ramificaciones tiene, además, una intención, un tipo de mensaje, un propósito.

Y allí es donde surge la segunda clase de categorización, más subjetiva, relacionada a las motivaciones que tienen los artistas para componer o interpretar. Hay música para enamorar(se) -música romántica-, para bailar y divertirse -música bailable-, para serenarse -música fácil de escuchar- y así por el estilo. Aunque menos concreta, esta clasificación también tiene matices asociados con las emociones, pretensiones artísticas e historias individuales de cada músico, aspectos que pueden ser de todo menos estáticos o invariables en el tiempo. Y esto último también aplica para el público consumidor/oyente, pues las categorías también son susceptibles de modificarse y cruzarse de acuerdo con qué sentimientos puedan llegar a identificarse más con una música u otra.

En ese sentido, la evolución -o, en algunos casos, involución- del largo catálogo de géneros y subgéneros existentes nos permiten contar con un amplio abanico de opciones, según nuestras edades, gustos y preferencias. Así, un grupo de personas que tengan entre 65 y 75 años bailarán hasta el cansancio con las elegantes y alegres rumbas de La Sonora Matancera o El Gran Combo mientras que sus nietos harán lo mismo escuchando las babosadas de Shakira, Rosalía o Bad Bunny, sin perder de vista que, gracias a la impredictibilidad de la naturaleza y el aprendizaje humanos, puede haber tanto adolescentes que prefieran la salsa clásica como ancianos reggaetoneros.

El problema aparece cuando pensamos en cómo los públicos han tenido acceso a las diferentes clases de música popular, desde la invención de las transmisiones radiales y los inicios de la industria discográfica. Para nadie es un secreto que el music business se rige por las leyes del mercado, por lo que siempre han predominado aquellos estilos y artistas que aseguren ganancias más rápidas y voluminosas.

En épocas pasadas, sin internet, TV por cable ni redes sociales, la radio y la televisión abierta eran los únicos canales a disposición de los artistas populares para dar a conocer sus producciones musicales, además por supuesto de los conciertos. Y, en virtud de las leyes del mercado mencionadas, estos medios de comunicación tradicionales se concentraban en difundir canciones que no causaran ninguna incomodidad, ya sea en términos de percepción sonora -ritmos fáciles de seguir, voces acompasadas, instrumentos reconocibles- como en aspectos líricos -letras cuyas temáticas no cruzaran la línea de lo social y políticamente correcto, con enfoques muy delimitados: relaciones interpersonales, rebeldía adolescente, fiestas y entretenimientos diversos. Podía ser pop, balada, rock, salsa o merengue pero, en líneas generales, las canciones solo podían ponerse de moda si trataban de alguno de esos ejes temáticos o posibles combinaciones de los mismos, que no contuvieran reflexiones muy profundas o cuestionadoras al statu quo.

Sin embargo, también han existido otros artistas, capaces de tocar de manera concreta o metafórica aquellos temas que el establishment preferiría desaparecer de toda agenda pública, tratando siempre de reprimirlos y, si estaba en sus posibilidades, hasta de anularlos con sofisticadas estrategias de censura -a través del ninguneo, la invisibilización, el desprestigio, que ahora se conocen como “cancelaciones”- y, en el caso de regímenes dictatoriales, con abiertas amenazas que incluyeron campañas de persecución y exilios. Y si dejaba pasar algún tema disonante era porque tenía ciertos matices que la hacían más ligera. Por eso, por ejemplo, en el Perú de 1986 era más fácil escuchar en radios un tema como Puedes ser tú de Miki González que Destruir de Narcosis, porque la primera suena más rítmica, graciosa y chacotera que la segunda, más amargada y oscura.

Hace treinta o cuarenta años, movimientos como el de la Nueva Canción Chilena -artistas afines a las ideas de izquierda que llevaron al poder a Salvador Allende en 1973 como Víctor Jara o Inti Illimani-, la segunda generación del folk-rock norteamericano -que abarca toda la década de los sesenta en plena era de la lucha por los derechos civiles, que tiene a Joan Baez y Bob Dylan como sus principales figuras- o la Nueva Trova Cubana -hijos del espíritu inicial de la revolución de Fidel Castro, con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés a la cabeza- fueron componiendo un bloque alternativo de canciones que encontraba su camino en patios de universidades, salas pequeñas de conciertos, publicaciones/programas culturales y una que otra aparición en medios masivos.

Aunque la internet ha solucionado en gran parte esta desigual distribución de oportunidades para la difusión musical con canales como YouTube o Spotify, el poder sigue teniéndole miedo y rabia a aquellos géneros musicales que busquen hacer pensar al público. Cuando la corrupción, el cinismo y la desvergüenza campea entre políticos y clases dirigentes, como lo que estamos viviendo hoy en el Perú, canciones grabadas y estrenadas hace tantas décadas se vuelven himnos modernos por la vibrante actualidad y contundencia de sus mensajes. Mientras, la fiesta interminable y la dicotomía amor/ desamor de géneros convencionales como el pop-rock, la salsa y el latin-pop sigue, aumentada por la chabacanería barata y exhibicionista del reggaetón, la cumbia y la bachata, dispuestos a hacer creer a las masas que la indignación no existe y solo tenemos tiempo para divertirnos, comer parrilla y comprar carros. Pero sí hay, para su disgusto, canciones para pueblos indignados. Y son muy buenas.

“Don’t you know? /They’re talking about a revolution and it sounds / like a whisper…” (¿No lo sabes? Ellos están hablando de una revolución y suena / como un suspiro”) cantaba en 1988 la trovadora afroamericana Tracy Chapman en Talkin’ ‘bout a revolution, que abre su sensacional álbum debut. El tema, de intenso mensaje político, tuvo cierta rotación en los programas de videoclips de la televisión local en su momento, en una versión en vivo extraída del concierto de Amnistía Internacional en donde la debutante cantautora interactuó con pesos pesados como Sting y Peter Gabriel, hoy brilla por su ausencia en las programaciones de las radios “rock and pop”, a diferencia de la suave (y excelente) balada Baby can I hold you? del mismo LP.

Chapman apareció como una rara avis entre Debbie Gibson y los New Kids on the Block, como heredera de un legado que incluía, por partes iguales, a Bob Dylan -que acuñó clásicos de la canción indignada pero a la vez esperanzadora como Blowin’ in the wind (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963) o The times they are a-changin (1964)- y a Marvin Gaye, autor del clásico What’s going on, himno en contra de la guerra y la brutalidad policial. Por cierto, el emblemático tema-título de la décima primera producción del recordado vocalista de soul, fue reactualizada en 1986 por Cyndi Lauper, una de las estrellas más exitosas del pop-rock ochentero, en su segundo LP True colors.

¿Podría una obra cargada de mensajes de genuina y justa protesta ciudadana como la Cantata de Santa María de Iquique del septeto chileno Quilapayún hacerse conocida en estos tiempos y generar empatía, como lo hizo en 1978, entre las masas actuales de jovencitos, de todas las clases socioeconómicas de Lima, que viven idiotizados por las redes sociales? Sus duras y patéticas palabras, descripciones de una masacre que perpetró el ejército chileno contra miles de obreros en Iquique a inicios del siglo XX, podrían usarse para recordar lo que ocurrió aquí, en Juliaca y Ayacucho, a comienzos de este 2023.

Durante sus casi cuarenta minutos, el conjunto de los ponchos negros resume con sus roncas voces, guitarras, charangos y bombos, una historia que es común a la historia de Latinoamérica, en frases como esta: “… es mejor que se vayan sin protestar / que aunque pidan y pidan nada obtendrán. / Vayan saliendo entonces de ese lugar / que si no acatan órdenes lo sentirán…”. Lo mismo ocurre con la conmovedora Te recuerdo Amanda de otro chileno, Víctor Jara (Pongo en tus manos abiertas, 1969) que en su momento fue himno para jóvenes idealistas y hoy sería imposible encontrarla en el playlist de un universitario promedio (salvo contadas excepciones, siempre pequeñas si las comparamos con las hordas de fans del TikTok).

Rubén Blades, el cantautor, actor y abogado panameño, es el ejemplo definitivo de las múltiples combinaciones que pueden darse en esto de los géneros y las intenciones de los artistas. Reconocido como uno de los salseros más importantes, se caracterizó por sus letras inteligentes y destacó en un género que es básicamente para bailar y no para la reflexión. En su tercer disco como solista, una vez terminada su con el sello Fania Records, titulado Buscando América (1984) incluye un reggae llamado Desapariciones, una crónica ficticia de cinco casos de ciudadanos inocentes secuestrados por abusivas “fuerzas del orden”. Los Fabulosos Cadillacs, popular combo argentino de latin-rock que usa géneros caribeños como el ska y el reggae, versionó esta canción en su sexto álbum El León (1992).

Y, siguiendo con los desaparecidos, el ícono del rock argentino Charly García colocó, en clave más metafórica, la luminosa Los dinosaurios, en su segundo álbum como solista, el extraordinario Clics modernos (1983). Otros músicos argentinos han contribuido a este catálogo de melodías comprometidas como, por ejemplo, León Gieco que estrenó en 1978 un himno a la esperanza frente a la corrupción y el abuso, Solo le pido a Dios o la cantautora María Elena Walsh que escribió en 1973 un poema musicalizado, Como la cigarra, hermosa alegoría dedicada a los luchadores sociales y víctimas de todo tipo de opresión política. Mercedes Sosa se apropió de ambas con sus telúricas interpretaciones registradas en el legendario concierto en Argentina tras su exilio (1982). Este recuento no puede terminar sin Get up, stand up, composición de Bob Marley y Peter Tosh que apareció en el sexto álbum de The Wailers, Burnin’ (1973).

Casi todos los artistas considerados aquí han cruzado, en más de una ocasión, la línea entre lo marginado y lo socialmente aceptable, con canciones que hasta hoy suenan en emisoras locales -Decisiones de Blades, El león de los Cadillacs, Three Little birds de Marley o Nos siguen pegando debajo de Charly. Un caso más contemporáneo es el de Calle 13, banda portorriqueña de hip-hop y ovejas negras del reggaetón, de quienes podemos seguir escuchando Atrévete-te-te, de su álbum debut (Calle 13, 2005), repleta de rimas divertidas y vulgares pero no Latinoamérica (Entren los que quieran, 2012), con líneas mucho más directas y transcendentes, ni siquiera porque cuenta allí con la colaboración de nuestra compatriota Susana Baca. Todo esto no hace más que confirmar la clásica estrategia de control social de los medios y los círculos de poder a través de la distracción y el embotamiento de los sentidos porque, como decía el compositor y docente universitario Gil Scott-Heron, la revolución no será televisada (1970).

 

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[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Como se recuerda, en un inicio se tenía a México como país invitado de honor, pero por asuntos ajenos al libro y a la lectura y en defensa de un desdibujado ex mandatario, López Obrador hizo sonar la orden de retirada. Una pena, considerando el enorme peso de la tradición literaria mexicana y los muchos autores que se leen aquí con devoción, empezando por Juan Rulfo.

Sin embargo, dedicar una feria a Vallejo no es mala idea, ni parecerá nunca remedio de última hora. Figura central de la vanguardia universal, Vallejo sigue siendo un apreciado objeto de estudio en nuestra lengua y más allá de ella. El programa de la FIL en honor de Vallejo es nutrido y habrá, además de presentaciones de libros, mesas redondas y conversatorios que intentaránn abarcar aspectos cruciales de su vida y de su obra.

Quisiera precisamente mencionar algunas de estas actividades. La editorial Infolectura, de Trujillo, lanzará un libro de Miguel Pachas Almeyda titulado Las mujeres de Vallejo, un exhaustivo recuento de su vida sentimental a través de las mujeres que, en distintos momentos de su vida, tuvieron una importancia decisiva.

María de los Santos Mendoza Gurrionero, hija de un sacerdote y madre del poeta, abre el volumen. Lo cierra Georgette Philippart, la viuda de carácter atrabiliario sobre quien pesan mitos y leyendas de todo calibre. Entre esos linderos, historias de amoríos, unos pasajeros y otros no tanto, incluyendo un episodio de infancia que roza lo incestuoso. Y no se trata de un simple repaso chismográfico, pues estas experiencias, salvando todas las distancias teóricas sobre el tema, encontraron un lugar entre sus versos.

Por su parte, la editorial Planeta pone en circulación El traje que vestí mañana, un esbozo biográfico del poeta, realizado también por Pachas Almeyda y que ha sido ilustrado por Celeste Vargas Hoshi y diseñado por Augusto Carrasco. Un texto que introducirá a legos y profanos en la fascinante trayectoria vital de Vallejo. Y de seguro material ideal para maestros.

Sinco Editores, de Jaime Chihuan, que en los últimos tiempos ha venido publicando ediciones facsimilares de libros de Vallejo, como Los heraldos negros y Trilce, así como volúmenes de ensayo dedicados al examen de la poesía vallejiana a cargo de reconocidos críticos, organiza un conversatorio alrededor de Escalas melografiadas, pieza central de la narrativa del poeta. De esta manera acompaña la aparición de un conjunto de textos sobre el tema.

La tecnología, finalmente, no ha sido ajena al recordar el espíritu de un escritor visionario. Gracias a la inteligencia artificial, la empresa Content Media ha desarrollado la posibilidad de acercarse al contexto histórico y cultural del poeta. Y no solo eso: si usted desea, puede chatear con Vallejo. Así como lo lee. Aquí el enlace: INGRESA AQUÍ

Dicho esto, solo queda una cosa: acudir a la FIL.

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La única manera de que las movilizaciones contra el gobierno de Dina Boluarte tengan éxito (no lo es convocar a 21 mil personas a nivel nacional; generosa cifra soltada por un incauto ministro del Interior), es que logren consolidar una amalgama similar a la de las fuerzas antifujimoristas. Es decir, que se reconstituya una suerte de frente anti Keiko y haga carne en las calles.

Ello es, sin embargo, difícil que ocurra, más aún después del duro pronunciamiento de la lideresa de Fuerza Popular en contra del gobierno, y que parece ser la clarinada de un paulatino distanciamiento del régimen. Dicho sea de otra manera, quien se oponga a Boluarte no se opondrá, por default, a Keiko Fujimori.

Una agenda tan dispersa como la que convocó a la marcha de anteayer (solo faltaba que pidieran la salida de Agustín Lozano de la Federación Peruana de Fútbol) y la ausencia de un liderazgo político unificado, atentaron contra la posibilidad de que se produjera una movilización de la magnitud que hemos visto en otros países de la región (Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, etc.), donde millones de ciudadanos protestando vehementemente sí fueron capaces de mover la aguja del reloj político.

El gobierno ha ganado una batalla, casi sin costos colaterales (a diferencia de lo sucedido en diciembre y enero, donde se mantuvo en el poder, pero a costa de perder legitimidad y herir su naturaleza democrática), pero deberá saber que la oposición no va a cejar en tratar de sacarlo del poder (ya se anuncian nuevas movilizaciones) y si no escucha a la calle, expresada no solo en las protestas sino también en las encuestas, y no enmienda rumbos, va camino a escenarios políticos cada vez más precarios y riesgosos para su estabilidad.

El hartazgo ciudadano no cuaja en marchas masivas por sinfín de circunstancias (sobrepresencia de la izquierda, informalidad, crisis económica, pasividad juvenil, etc.), pero si el Ejecutivo no empieza a gobernar con eficacia y el Congreso no le pone punto final al desmadre corrupto e indolente al que le da generosa cabida, puede llegar a elevar la temperatura de la irritación ciudadana y en el momento menos esperado, favorecer que estalle una situación social de mayor magnitud e impacto real.

 

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[CASITA DE CARTÓN] Este columnista no puede dejar de estar atento y a su vez entristecido ante la lamentable situación social que atravesamos, con un congreso y ejecutivo cada vez más desprestigiados y aferrados a la mamadera del estado, y con un repudio cada vez más grande y abrumador que el sol que aún acompañan por las tardes en este invierno triste y raro. Pero no solo eso me aqueja, sino también el penoso conflicto social que yace entre nosotros, los mismos peruanos, cada vez más divididos y sectorizados, como enemistados a muerte. Y justamente de esto, toma parte la exposición de Mary Ann Agurto, gestora cultural, cronista y poeta, entre otras facetas relacionadas al mundo del arte, y que viene de ganar merecidamente por su contenido e innovación en su trabajo, Estímulos Económicos otorgados por el Ministerio de Cultura.

Esta obra que, como su título lo señala, busca la trascendencia de nuestra memoria, es decir, trasladar del pasado al presente y a las siguientes generaciones el patrimonio cultural que vive en cada uno de los peruanos. La memoria de nuestra cultura, que mucho obviamos o lo dejamos al margen al estar ensimismados en nuestros quehaceres, engullidos en nuestra monotonía, pero que está presente hasta con el saludo o el “pe” clásico, entre otros distintivos que nos diferencia como sociedad y que nos acompañarán para todos lados, sea el país o vientos en que nos encontremos. De esto también refiere esta exposición que está dividida en tres partes.

Callao: Comienza con el barrio de la alegría y la salsa. Ya que ella es chalaca y de pura cepa, ya que nació por las arenas de nuestra ciudad portuaria. La autora ve este pasaje desde los lentes de una arqueóloga, que es lo que estudia en la Decana de América, aplicando el método transfer, y vemos la geografía en donde se dan los primeros pasos en su lugar en el mundo, que puede ser como el de cualquiera otro, el lugar donde naciste y que vas forjando, inevitablemente, tu identidad, con la familia, el barrio, los amigos, las calles, las tienditas y los vecinos, todo lo que comprende el cimiento de nuestro árbol social.

2016: Es la segunda etapa y se manifiesta dentro del derrotero de la artista en la sociedad, ya dejado su nidito y su familia y volando por otras latitudes. Estos números en mención son del año en que se murieron muchas personas cercanas a ellas, entre ellos artistas de la talla de Javier Salazar o Rodolfo Hinostroza (de los que decide hacerles un homenaje), grandes amigos de la fotógrafa. “Cada semana o mes presenciaba un funeral, no tenía fin”, cuenta. De la misma manera, es en aquel año donde decide romper con la vorágine cotidiana que llevaba para encaminarse de lleno en el arduo y duro oficio del arte, que es a donde pertenece y del lugar del que nunca se irá. Es allí que su identidad es sucumbida por esa nueva gente que conoce y que forma parte de su nueva obra, su nueva vida, y ese descubrimiento al ejercer día a día lo que lo apasiona.

¿Realmente quieres hacerme daño?: La tercera y no por eso menos atrapante. Acá ya es donde se interioriza en la sociedad dentro de la labor del artista y con una semblanza profunda, basado en la memoria y en relación a dos fenómenos que nos involucran como sociedad. Con una gráfica interesante de fotos, llegamos al capítulo más reflexivo: el conflicto armado interno y el feminicidio.  De aquel periodo aciago, trae una experiencia vivencial con el gran poeta Domingo de Ramos, en Ayacucho, y en relación a un residente de allá, que le “dolía recordar ese pasado”, mostrando el grado en el que aún hoy está vigente aquella herida social y que muchas veces no queremos hablar, o si se hace es con fines políticos como sucede en la política actual. Y en torno al feminicidio y la complejidad de la mujer en una sociedad violenta en la que estamos, con una estructura social donde las injusticias priman. Es aquí donde percibimos claramente que la violencia está dentro de la memoria colectiva y la identidad de uno, lastimosamente forjado por una sociedad enferma.

Detalle no menor, y es que no es casualidad que Sarita Colonia esté presente en la portada de la obra. “Sarita es mi memoria, mi casa casa, mi familia, mi barrio. Mi patrimonio ante el mundo y las siguientes generaciones”, detalla conmovida. “Y las urnas, como las que en donde depositamos el futuro de nuestro país o las urnas funerarias, como donde reposa mi padre, todo lo que hizo en este mundo, sus sueños, y todo, terminó en una caja”.

Mary Ann nos demuestra que la memoria es parte intrínseca de cada uno, nuestro primordial tesoro, donde están inexorablemente envueltos nuestros recuerdos que son parte de nuestro porvenir. Entendemos en relación al conjunto del taller, la memorable frase del filósofo existencialista Jean Paul Sartre: “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.  Y de la misma manera aceptar lo ya acaecido. La memoria no debería doler, ya que si sucede buscamos naturalmente negarlo y con eso nos estamos condenándonos a que vuelvan a suceder en algún momento, ya que no hay fin ni comienzo, sino un perecedero andar si no lo asimilamos.

Esta casita de Cartón cierra sus puertas con los versos del eterno poeta, Antonio Machado: “Todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar, /pasar haciendo caminos, / caminos sobre el mar”. Y me pregunto: ¿qué son las memorias sino el legado ante los vientos que dejamos? La rama familiar, mis sueños, mi vida. A su vez, ¿qué son nuestros recuerdos y memorias sino nuestro patrimonio único como personas? Todo esto me ha producido esta solemne obra que tendrá su cierra este Lunes 24 a las 7 pm en la Galería Kapulí, en Barranco. No vendría nada mal para comenzar la semana de manera reflexiva y pensar, algo que necesitamos imperantemente en estos tiempos, sobre nuestra realidad no solo personal sino social, porque si no entendemos las cosas a profundidad que nos conciernen estamos condenándonos a que vuelvan a suceder. No falten.

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[LA TANA ZURDA] Ya sabemos que nunca volvió a su Perú natal y menos a su materno Santiago de Chuco. Quizá por eso en su poesía y en sus crónicas el Perú y el terruño liberteño aparecen con frecuencia y son la fuente de una nostalgia conmovedora que infaliblemente nos araña las pupilas.

Por eso hay que saludar la gran iniciativa de la investigadora vallejista Gladys Flores Heredia de organizar el congreso internacional «Vallejo en el siglo XXI» con motivo del centenario de las primeras dos obras de narrativa del portentoso César, Escalas y Fabla salvaje, y, por supuesto, el centenario de su viaje definitivo.

Y lo hace nada menos que en el contexto y como parte del programa de la Feria Internacional del Libro de Lima que se inaugura mañana, viernes 21 de julio, en el ya habitual Parque de Los Próceres de la Independencia en el distrito de Jesús María, antes conocido como Parque Matamula.

¿Por qué es peculiar la celebración de este congreso en la FIL? Pues porque le da un toque de dignidad y por supuesto le eleva el nivel intelectual a la programación de un evento que año tras año se ha distinguido por exaltar «piononos de vitrina» o figuras de la farándula que dan vergüenza ajena en lo que se supone es una fiesta de la cultura en el mejor sentido de la palabra.

Ocurre que con el deterioro de las relaciones diplomáticas con el hermano país de México, que iba a ser este año el invitado de honor de la FIL, el país azteca decidió dejar «tirando cintura» al Perú y su feria más importante, lo que obligó a la Cámara Peruana del Libro a buscar una solución que le salvara el paso. Y ninguna mejor idea que dedicarle la feria al gran César Vallejo, tratándose no solo de los centenarios que se cumplen este 2023, sino también de la enorme producción bibliográfica que ha surgido desde el 2022 con motivo del centenario de esa obra cumbre de la vanguardia mundial que es Trilce.

Al congreso llegan notables vallejólogos como Antonio Merino, desde España, Mara García y José Antonio Mazzotti, desde Estados Unidos, Valentino Gianuzzi, desde Inglaterra, Ricardo González Vigil y Miguel Pachas Almeyda, gran biógrafo de Vallejo, desde la propia Lima, así como numerosos investigadores que completan una programación sumamente interesante.

Desde su mismo nombre de «feria» el evento general parece destinado a cumplir su mera finalidad comercial. Pero gracias a Vallejo y al desplante de México el efecto paradójico de una mejor calidad en la programación se hace palpable y convoca así a gente que se dedica con rigor y profundidad a la investigación sobre nuestro poeta bandera.

Hay cerca de 600 actividades de todos los calibres en esta FIL, pero albergamos la esperanza de que la inclusión de un evento académico como el congreso vallejiano siente un precedente que pone a la FIL-Lima a la altura de otras grandes ferias internacionales, como la de Guadalajara o la de Frankfurt, que siempre le dan un lugar importante a los cónclaves de investigadores, lo cual conecta esa producción especializada con el gran público fuera de los campus universitarios.

El congreso «Vallejo en el siglo XXI» es organizado por la Universidad Ricardo Pama y la Cámara Peruana del Libro, con el auspicio de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos, la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, y la Asociación Internacional de Peruanistas. El programa completo puede verse AQUÍ.

Dése una vuelta por la FIL de este año y báñese de Vallejo, que no solo es saludable, sino, sobre todo, placentero. Sin duda descubrirá muchas cosas que Ud. no sabía.

 

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La izquierda es la gran derrotada de la jornada de ayer, bautizada como “La tercera toma de Lima”. No logró movilizar masas suficientes como para hacer tambalear al gobierno y mucho menos para imponer la agenda ideologizada que se le había endosado a la protesta.

En todo el Perú ocurrió lo mismo. Ni por asomo nos acercamos a las protestas de diciembre y enero en cuanto a participación ciudadana. Pocos hechos de violencia y una impecable actuación policial -salvo por algunos aislados excesos- redondearon una faena que redundará en beneficio del gobierno.

Al final, la marcha ha fortalecido al régimen. Ahora puede enarbolar la permisión de protestas con una respuesta democrática, con respeto a las libertades civiles y con resguardo de los derechos humanos. No limpia los sucesos de fines de año, pero le da un barniz diferente a la coloratura autoritaria del régimen.

La dispersión de grupos convocantes, la puesta en escena de una agenda politizada al máximo, la actuación preventiva del régimen (inclusive, se habla de negociaciones fructíferas con la minería informal para que ya no financie la protesta), contribuyeron a que se diluya la convocatoria. Y a ello se suma la ausencia de masas juveniles, desencantadas del régimen, pero que no ven opciones que los activen más allá del grito de que se vaya Dina Boluarte.

El gobierno cometería un gravísimo error, sin embargo, si este relativo triunfo político lo lleva a reafirmarse en más de lo mismo, en esta estabilidad mediocre que nos rige, y no asume la urgencia de modificar radicalmente los términos de su gobierno en materia política, social y económica.

Y, por supuesto, se esperaría que el Congreso ponga las barbas a humedecer y entienda que la impunidad política con la que vienen actuando es el principal causante de la irritación ciudadana y del desgaste del establishment político.

La protesta de por sí, más aún por el tenor democrático y pacífico exhibido esta vez, alza una voz que debe ser escuchada en las alturas del poder. Se esperaría que el 28 de julio Dina Boluarte se dirija al 80% del país que la desaprueba y no al que la aprueba. La jornada del 19 de julio habría logrado algún efecto si ello se produce, y se esperaría que así sea. Hay que respetar al pueblo movilizado, más allá de las agendas politizadas de una izquierda que se quiere reciclar de su descrédito por haber sido comparsa cómplice del nefasto gobierno de Castillo.

 

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