Opinión

Cuando trabajé en Karlsruhe (estado de Baden-Wurtemberg, Alemania) de 2008 a 2013 en el servicio telefónico multilingüe al cliente para unos productos (máquinas de diagnosis de automóviles) de la empresa Siemens, durante más de tres años —desde octubre de 2008 a febrero de 2012— tuve como compañero de trabajo a Odfried Hepp, un alemán ligeramente subido de peso, simpático, correcto, tranquilo y muy responsable que se encargaba de los clientes de habla alemana y francesa. Lo que yo ignoraba al principio era que quien realizaba sus labores a pocos metros de donde yo estaba sentado había sido el terrorista alemán más buscado por la Interpol entre 1983 y 1985 hasta su captura en París en este último año.

Nacido en 1958 en Achern, una localidad de la Selva Negra (suroeste de Alemania), Odfried se unió en su juventud al grupo paramilitar del neonazi Karl-Heinz Hoffmann y estuvo en el Líbano para ser entrenado en tácticas de guerrilla por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En 1982 fundó junto con el neonazi Walter Kexel la célula terorrista Hepp-Kexel, a la cual se le atribuyen cinco asaltos a bancos y por lo menos once atentados con bombas a objetivos estadounidenses en suelo alemán entre octubre y diciembre de 1982, en los cuales, además de haber daños materiales, resultaron heridos soldados norteamericanos. Cuando la célula fue desactivada por la policía a inicios de 1983 con la captura de Kexel y otros cuatro miembros más, Odfried huyó a través de Berlín hacia la entonces República Democrática Alemana, siendo reclutado por el Ministerio para la Seguridad del Estado —más conocido como la Stasi, órgano de inteligencia del gobierno comunista—, cuyos representantes lo enviarían a Damasco para labores de espionaje en calidad de doble agente. En Medio Oriente tomaría contacto con el Frente para la Liberación de Palestina (no confundir con la OLP), se trasladaría a Túnez y después a Marsella (Francia) donde fungiría de contacto a fin de conseguir armas para los terroristas palestinos.

Odfried fue capturado en París en abril de 1985, cuando intentaba conseguir un nuevo pasaporte falso, y entre Francia y Alemania pasaría más de ocho años en prisión hasta su liberación en diciembre de 1993, obtenida gracias a su colaboración con la policía para detener a otros antiguos camaradas que habían estado activos en el ámbito del extremismo terrorista de derecha.

En el año 2000 Odfried terminaría graduándose en Ciencias Aplicadas de Lengua y Cultura en la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia (en su sede en Germersheim, a 17 km de donde yo vivo actualmete) y se reintegraría al mercado laboral.

¿Una excepción? De ninguna manera. Pues el objetivo del Estado alemán nunca ha sido la eliminación de los ex-terroristas o la anulación de sus derechos, sino su reintegración en la sociedad. Tras cumplir su condena, tanto ex-terroristas de derecha como de izquierda que participaron en atentados incluso con víctimas mortales, se han reintegrado a la sociedad, trabajando en diversos oficios como maestros de escuela, escritores, documentalistas, traductores, transportistas, gastrónomos, etc. Algunos de ellos incluso han recibido una nueva identidad para que no se les vincule con su pasado.

Ser abogado de terroristas tampoco constituye en Alemania un motivo de deshonra, pues el derecho a una defensa legal le corresponde a todo aquel que sea acusado en un proceso judicial, independientemente de cuáles hayan sido sus delitos. En los 70 el abogado Otto Georg Schily (1932- ) defendió legalmente a terroristas de izquierda, miembros de la Fracción del Ejército Rojo, lo cual no fue obstáculo para que llegara a ser Ministro del Interior de Alemania de 1998 a 2005 durante el gobierno del canciller Gerhard Schröder.

Llamar terroristas a quienes son de izquierda, pretender vincular a los defensores de derechos humanos con grupos terroristas, considerar terrorista a quien tuvo encuentros casuales con personas que sí estuvieron vinculadas a grupos terroristas, señalar como apología del terrorismo las denuncias hechas contra quienes violaron derechos humanos en la lucha contra Sendero Luminoso y el MRTA, en fin, la infame práctica del terruqueo asume éstas y otras formas en su intento de descalificar a quienes no comulgan con las propias ideas. Detrás se esconde también una de las peores taras de la sociedad peruana: la discriminación de sectores enteros de peruanos y el recorte de sus derechos fundamentales.

Porque en el Perú nunca ha habido políticas para la reinserción social de quienes alguna vez militaron en grupos políticos que practicaron el terrorismo. O de quienes sólo colaboraron o simpatizaron con ellos. En el fondo se cree que la eliminación del terrorismo pasa por la eliminación de los terroristas, seres humanos de carne y hueso. Y como su eliminación física ya no es posible, se pretende eliminarlos como ciudadanos y dejarlos sin derechos.

Ciertamente, quienes planearon y ejecutaron acciones criminales deben ser juzgados y sentenciados, como se ha hecho con Abimael Guzmán, con Víctor Polay, y con varios militantes de Sendero Luminoso y del MRTA. Pero la pena debe consistir en la privación de la libertad y no en la anulación de los derechos inalienables que les corresponden por su condición humana.

El 25 de agosto de 2017 Mávila Huertas, conductora de Canal N, le hizo la siguiente pregunta al renombrado periodista César Hildebrandt: «Hace muchos años recuerdo mucho y claramente, cuando el cáncer era una enfermedad incurable, que me dijiste: “el terrorismo en el Perú es como un cáncer”. Claro, hoy el cáncer si se detecta a tiempo y se recibe los tratamientos adecuados quizá ya no sea una un enfermedad incurable. Pero en ese momento me dijiste: “Si las distancias sociales continúan en el Perú como está, siempre habrá caldo de cultivo para el terrorismo”. Si la estrategia hoy es pelear con ideas, teniendo en cuenta cómo están nuestros partidos, es decir, quienes entrarían a discutir ideas con el MOVADEF y con estas otras plataformas, ¿tú estarías de acuerdo en permitirles participación política, así como están las cosas hoy?»

Ésta fue la respuesta deHildebrandt: «Es que la otra vía es que el caldero empiece a hervir y no tenga desahogos ni salidas. Si ellos quieren convertirse en partido político, renunciando a la lucha armada… ¡hombre! ¿no ha pasado en Colombia? ¿no está pasando en España con ETA? ¿no pasó en el Reino Unido con Sinn Féin, con los que fueron los terroristas más perversos de Dublín? ¿Quiénes somos nosotros para decir: no, es que el Perú es especial, aquí nadie retrocede y aquí, en fin, los rencores son invictos y el pasado manda? ¡No, pues! […] Tendrían eso sí, por supuesto, que renunciar a la política de la lucha armada, de la violencia y del terrorismo. Pero si quieren convertirse en partido político, ¡bienvenidos, puente de plata! Hay que ser muy torpe para decirle “¡no!” al adversario que quiere transformarse y quiere tener una vía pacífica de presencia, de protagonismo».

En el Perú se logró reprimir el terrorismo mediante la captura de sus líderes y la derrota de sus seguidores mediante el uso de la fuerza. Lo que nunca se hizo fue ofrecerles la posibilidad de una reintegración en la sociedad a quienes habían militado en las filas de Sendero Luminoso y del MRTA. Por otro lado, la gran mayoría de las violaciones de derechos humanos efectuadas por las fuerzas armadas y avaladas por los gobiernos de Fernando Belaúnde Terry, Alan García y Alberto Fujimori —aquello que podríamos denominar “terrorismo de Estado”— han quedado impunes. Y mientras que tener vinculaciones con personas que apoyaron ese terrorismo de Estado no es mal visto en la sociedad peruana, la vinculación —por más remota que sea— con personas que participaron del terrorismo de izquierda es utilizada para desacreditar incluso a quienes ahora respetan las vías democráticas.

Mientras no se hagan realidad en el Perú políticas de inclusión que abarquen a todos los peruanos sin excepción —incluyendo a quienes alguna vez optaron erróneamente por el camino de la violencia—, seguirá habiendo miedo y rabia en el ambiente, y no podrán cicatrizar las heridas que ha dejado una historia de confrontaciones, divisiones y discriminación.

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Odfried Hepp, Terrorismo

«Mother, did it need to be so high?» («Madre, ¿era necesario estar tan alto?») suspira Roger Waters al final de esta extraordinaria canción del álbum conceptual The wall (1979) de Pink Floyd, en la que el cantante y bajista describe, con desgarradora oscuridad, el profundo daño psíquico que puede ocasionar una madre controladora, sobreprotectora, castrante, en la mente frágil de su hija/hijo adolescente, hasta el punto de convertirlo en una persona insegura, medrosa, antisocial y/o egoísta.

Esta versión críptica de la relación madre-hijo -que existe, por cierto, y es muchísimo más común de lo que hubiésemos querido en nuestras sociedades y familias-, colisiona frontalmente con el tratamiento más bien romántico y convencional que se suele darse a las madres en la música popular contemporánea. La chocante confesión del personaje central de aquel díptico floydiano respecto del carácter manipulador de su mamá puede ser dura, difícil de procesar para quienes hemos tenido madres que más parecían ángeles, pero es una realidad cuyas secuelas tienen una onda expansiva que afecta a muchos adultos de por vida.

Como es fácil de suponer, abundan más los ejemplos de composiciones que ensalzan el cariño, la inspiración, el bonito recuerdo de una madre perfecta, ideal(izada), mezcla de religiosidad y amor filial. Tenemos, por supuesto, a Paul McCartney cantándole, a un tiempo, a su madre Mary –fallecida cuando él tenía solo 14 años y a la que había visto en sueños durante la etapa más difícil de los Beatles diciéndole que “debía dejar ser las cosas para que salgan bien”- y a la Virgen María en Let it be («When I find myself in times of trouble Mother Mary comes to me…» / “Cuando me encuentro en problemas, Madre María se me acerca…”). O a John Lennon, declarando su devoción a la mujer que lo trajo al mundo, también fallecida prematuramente, en Julia («Half of what I say is meaningless but I say it just to reach you…» / “La mitad de lo que digo no tiene sentido pero solo lo hago para alcanzarte…”).

Ambos temas, clásicos de la última etapa del inmortal cuarteto de Liverpool (1968-1969), ofrecen ese homenaje tradicional a la madre, aquella persona incapaz de hacerte daño o hablar mal de ti, aunque cuando te haya dejado en ciertos momentos de tu vida. Lennon mismo compuso, ya como solista, Mother, en la que le reclama a Julia por haberse ido durante su infancia. El tema aparece en el primer LP de la Plastic Ono Band, publicado apenas unos meses después de la separación formal de los Fab Four.

A diferencia del Día del Padre, en el que solo escuchamos una canción (Mi viejo, del ítalo-argentino Piero, grabada originalmente en 1969), en el Día de la Madre las opciones son muchas y muy diversas. Podemos mencionar, al vuelo, el vals Cabellitos de mi madre, composición del arequipeño Elisbán Lazo, que grabara en 1974 Carmencita Lara pero que se hiciera más conocida en nuestro país en la versión de bolero cantinero de Ramón Avilés (uno de los cinco hijos del recordado guitarrista criollo Óscar Avilés). O las populares A la sombra de mi mamá (1964) y Se parece a mi mamá (1972), de los ídolos de la nueva ola argentina Leo Dan y Palito Ortega, respectivamente, ideales para actuaciones escolares. O el melodramático ruego de Camilo Sesto en Perdóname (1980), en que el atribulado cantautor español se postra ante una madre a la que hizo padecer por su personalidad desordenada y llena de conflictos. O Amor eterno, ranchera que la española Rocío Dúrcal grabó en 1984 en el sexto volumen de su serie de LPs, Canta a Juan Gabriel. La versión del mexicano, incluida en el álbum en vivo desde el Palacio de Bellas Artes (1986), se convirtió en un clásico del Día de la Madre, infaltable en serenatas y homenajes en toda Latinoamérica. En estos últimos dos casos, más de un psicólogo clínico nos sorprendería con sus hallazgos detrás de los mensajes emotivos, de amor exacerbado, escondidos en sus versos.

Pero si el autobiográfico Roger Waters construyó en los seis minutos de Mother un panorama psicopático de terror filial, a Jim Morrison -otro poeta maldito del rock- le bastó una línea inserta en un tema épico que dura el doble para tocar un tema tabú: el incesto, llevando al extremo el Complejo de Edipo. Me refiero, por supuesto, a The end, tema estrenado en el LP debut del cuarteto californiano The Doors, allá por 1967. Unos años después, en 1976, Brian May se conectó mentalmente con todos los palomillas del Perú y del mundo que, hasta ahora, hacen bromas y memes sobre la relación con sus suegras, y compuso la brillante y poderosa Tie your mother down, un guitarrero grito de liberación de la opresión materna, para el álbum A day at the races de Queen.

Pero volvamos a las madres buenas. Silvio Rodríguez, el genial trovador cubano, escribió en 1973 uno de sus mejores poemas musicalizados, titulado simplemente Madre, dedicado a los soldados vietnamitas que desactivaban minas antipersonales en 1969, por orden de Ho Chi Mihn, en pleno Día de la Madre. La letra es conmovedora y valiente, ubicando nuestra imaginación en la mente de hijos que, en guerra, piensan en sus madres («Madre, que tu nostalgia sea el odio más feroz. Madre, necesitamos de tu arroz…»). El tema no figura en ninguno de sus álbumes oficiales, pero vio la luz en una recopilación de 1977, Antología. También vale la pena recordar aquí la intensa relación que tuvo Facundo Cabral con su madre, Sara, la misma que era permanente protagonista de sus reflexivos y divertidos monólogos, en los que nos hablaba de una mujer poco instruida pero capaz de las respuestas más agudas. Cabral contaba que, antes de un concierto, el ex Presidente Carlos Menem se acercó al camerino y, tras rendirle sus respetos, le confesó que era gran admirador de su hijo, para luego preguntarle qué podía hacer por ella. «Con que no me joda, es suficiente», dijo la señora, dejando en claro su personalidad indomable.

Una carta al cielo es, probablemente, el vals que todo hijo peruano dedica a su madre fallecida. La imagen del niño que roba un ovillo de hilo hacer llegar su cometa «allá donde se ha ido mi adorada mamá» posee una potente e innegable efectividad emotiva. Compuesta por el trujillano Salvador Oda y popularizada por Lucha Reyes, «La Morena de Oro del Perú», en 1971, condensa el sentimiento de amor irreductible por la madre como esa entidad inmaculada, que no admite reproches. Amor de madre, éxito de Los Embajadores Criollos de fines de los años cincuenta, es otro de esos valses lacrimógenos que, en este caso, tiene como protagonista a un hombre huérfano que no puede creer cómo “hay hijos inconscientes que, lejos de adorarla, ultrajan a la madre con sus viles acciones”.

En la otra orilla -y de una forma mucho más brutal y agresiva- nos encontramos con el rapero blanco Eminem quien, el año 2009, grabó My mom, la peor de las varias diatribas que ha perpetrado contra su madre, Debbie Rae Nelson, a través de los años. En el tema, contenido en su sexta producción discográfica Relapse, el deslenguado artista urbano acusa a su mamá de haberle pasado, prácticamente desde la infancia, su adicción a los antidepresivos; y, en el colmo de lo terrible, haber envenenado a su perro con el coctel de fármacos que ella tomaba mañana, tarde y noche. Ya los Rolling Stones, en 1966, habían explorado el tema de las madres dependientes de pastillas en su clásico Mother’s little helper, del LP Aftermath (1966).

Como vemos, no solo las buenas madres han inspirado a los músicos del mundo, hasta las más desnaturalizadas y nocivas tienen su canción. En ese contexto no puedo dejar de mencionar dos temas, poco conocidos, con madres como protagonistas y temáticas diametralmente opuestas: Canto a la madre/Canto a la muerte, del panameño Rubén Blades (álbum Amor y control, 1992) y Yo’ mama, de Frank Zappa, que cierra el collage sonoro Sheik Yerbouti de 1979. En la primera, «El Poeta de la Salsa» llora la muerte de su progenitora. En la segunda, el líder de The Mothers Of Invention habla de una madre apañadora de sus hijos engreídos (“Maybe you should stay with yo’ mama, she can do your laundry and cook for you…” / “Quizás debas quedarte con tu mamá, ella puede lavar tu ropa y cocinar para ti…”). Hoy que las madres, más superficiales y vacías que nunca, quieren, de regalo, celulares 5G y son capaces de crearle un perfil en Tinder a sus hijos, en lugar de enseñarles a lidiar con sus fracasos amorosos de manera normal, resulta difícil pensar en madres que calcen con historias como las de Amor eterno, Una carta al cielo o Let it be.      

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Anécdotas, Madres, Música

Corroborando lo que venimos diciendo desde hace semanas, la diferencia inicial entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori se ha ido reduciendo paulatinamente. De acuerdo a la última encuesta de Datum, ésta pasó de 41-26% (15 puntos) el 22 de abril, a 44-34% (10 puntos) el 30 de abril, y ahora se reduce a 5 puntos (41-36%).

El punto de quiebre claro parece haber sido, sin duda, el debate de Chota, que los keikistas consideran en la interna una “gesta” por las circunstancias adversas en las que se libró, y que ello le habría otorgado a Keiko la imagen de arrojo y valentía necesaria para proyectar un talante presidencial.

Keiko sube en casi todos los segmentos en que se divide la encuesta (hombres, mujeres, edades 18-24, 25-34, 35-44, 45-54, Norte, Centro, Sur, Oriente, A/B, C y D (solo cae un punto en el E y dos puntos en Lima). En cambio, Castillo cae en todos, menos en el Norte que crece 3 puntos.

De hecho, el parteaguas ha sido el debate. Según la propia encuesta de Datum, un 44% considera que Keiko Fujimori lo ganó y un 32% que lo hizo Castillo. Allí se puso en evidencia una prueba de carácter, pesando ello más que el contenido mismo del debate.

A sabiendas de las tendencias, Castillo ha intentado una jugada ansiosa con este pacto mostrenco con Juntos por el Perú, que no se sabe siquiera en qué consiste y nuevamente pone en evidencia la absoluta falta de tino y criterio político de Verónika Mendoza (con justicia bautizada como la “Lourdes Flores de la izquierda”).

Si se mantiene la tendencia de Datum, la próxima semana, aún a tres semanas de la elección, estaríamos hablando de un empate técnico entre ambos candidatos, con la ventaja para Keiko de la imagen proyectada de ir en ascenso frente a un Castillo estacionado o en plan descendente.

Está funcionando la estrategia keikista de conquistar primero el reducto derechista propio (de allí el mensaje “peruanos versus comunismo”) y empieza a rendirle frutos la inclusión de una narrativa disruptiva antiestablishment que la haga mejorar en los sectores populares. Lo que aún no se aprecia es la profusión de gestos necesarios para reducir el antivoto, considerando que en verdad lo que la presencia de los mendocistas en la campaña de Castillo le va a brindar es la facilitación de equipos publicitarios especializados en el antifujimorismo (por allí van a venir las balas de la izquierda en esta fase final).

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Datum, Encuestas, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

No es difícil imaginar que las vidas de algunos escritores pueden contener material suficiente como para un ambicioso biopic o una serie de varias temporadas. Unas vidas a caballo entre la aventura del lenguaje, innumerables viajes, importantes premios, homenajes en cantidades industriales, el testimonio directo y vivido de muchos hechos trascendentes y la aparición de personas igualmente relevantes. Sin duda, un arsenal de experiencias que podría terminar en la construcción de un mito, el mito de sí mismo.

Quienes leemos textos autobiográficos sabemos que ese es un riesgo siempre presente: que el autor, al seleccionar los materiales que conformarán ese discurso –por lo general ordenado y secuencial– de la propia vida, puede terminar eligiendo las máscaras más convenientes porque, al fin y al cabo, la ficción en sí misma no ofrece la posibilidad tan fluida de crear una identidad entre el autor y el narrador, como sí suele ocurrir en las memorias.

Hago este apunte por la reciente reedición de un clásico del discurso autobiográfico en América Latina: Confieso que he vivido, del poeta chileno Pablo Neruda. La reedición incluye textos inéditos, hallados en los archivos de la fundación que lleva el nombre del poeta; los textos pueden identificarse fácilmente en el tramado del texto, pues llevan una tipografía diferente. Se dice que Neruda quería publicar este libro en 1974, cuando cumpliera setenta años, pero falleció a pocos días del golpe de Pinochet, en 1973. La abnegación de su viuda, Matilde Urrutia, cumplió el deseo de manera póstuma.

Confieso que he vivido presenta una estructura fragmentaria, a pesar de su orden secuencial. ¿De qué otra manera puede recordarse o reconstruirse una vida si no es a través de retazos de la memoria que van entretejiéndose en la ilusión de que el tiempo transcurre? La infancia es la primera estación, donde no falta la escena de lectura como motivo central: “Fui creciendo. Me comenzaron a interesar los libros. En las hazañas de Buffalo Bill, en los viajes de Salgari, se fue extendiendo mi espíritu por las regiones del sueño” (p.24). 

Hay otra escena fundadora, aunque con un final no exento de ironía: el primer poema. “(…) tracé unas cuantas palabras semirrimadas, diferentes del lenguaje diario. Las puse en limpio en un papel, preso de una ansiedad profunda, de un sentimiento hasta entonces desconocido, especie de angustia y tristeza”. Luego de mostrárselo a su padre, este se limitó a preguntarle de dónde lo había copiado. “Me parece recordar –anota el poeta– que así nació mi primer poema y que así recibí la primera muestra distraída de la crítica literaria” (p.33).

También hay lugar para el primer libro, Crepusculario, de 1923, publicado no sin penurias: “Para pagar la impresión tuve dificultades y victorias cada día. Mis escasos muebles se vendieron. A la casa de empeños se fue rápidamente el reloj que solemnemente me había regalado mi padre (…) El crítico Alone aportó generosamente los últimos pesos, que fueron tragados por las fauces de mi impresor; y salí a la calle con mis libros al hombro, con los zapatos rotos y loco de alegría” (p.67-68). 

El retrato de César Vallejo es otro momento interesante en el recuento. Ocurrió en Montparnasse, en 1927. “Por esos días conocí a César Vallejo, el gran cholo; poeta de poesía arrugada, difícil al tacto como piel selvática, pero poesía grandiosa, de dimensiones sobrehumanas (…) Tenía un hermoso rostro incaico entristecido por cierta indudable majestad” (p.87).

Otra presencia peruana en esta memoria es la visita a Machu Picchu, que inspiraría uno de sus poemas más conocidos: “Me detuve en el Perú y subí hasta las ruinas de Machu Picchu (…) Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra; ombligo de un mundo deshabitado, orgulloso y eminente (…) Había encontrado en aquellas alturas difíciles, entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas, una profesión de fe para la continuación de mi canto” (p.193).

Exceptuando el deplorable episodio de la violación de la mujer tamil –que provocó justas e indignadas relecturas en años recientes– el relato va construyendo una imagen plenamente literaria y libresca de la persona. Amoríos, viajes, la evolución de la propia poesía, su amistad profunda con poetas españoles, entre ellos Lorca y Alberti, su militancia comunista, su vínculo fraternal con Salvador Allende, personaje que cierra la edición canónica del libro con notas de enorme tristeza: “aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las ametralladoras de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile” (p.402).

Esta memoria, sin embargo, no está exenta de cuestionamientos que reseña muy bien Sergio R. Franco en su libro In(ter)venciones del Yo, donde se contrasta la opinión de varios críticos que descreen, por la fecha de composición, que Neruda hubiera escrito aquellas páginas finales, con el testimonio brindado por Matilde Urrutia quien expresa tajante y brevemente que nada fue quitado o añadido. Tras esta estela de suspicacias y sombras, nos esperan muchas vibrantes páginas de Confieso que he vivido. En todo caso, hay que decir que las infamias y las dudas que pesan sobre esta memoria le pertenecen plenamente y deben ser leídas en su dimensión precisa. 

Confieso que he vivido. Memorias. Bogotá: Planeta, 2020.

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Pablo Neruda

Estamos a un mes de la segunda vuelta electoral, hay mucha confusión, violencia y desánimo hacia el nuevo gobierno que ingresa el 28 de julio del 2021. Estamos viviendo una realidad política polarizada y adversa, supongo que parecido a lo que viviste en los primeros años de la independencia de América.

En estos momentos de confrontación, solo pienso en la lucha patriota, en el ideal de ser libres, crear una patria y liberar el continente americano. “No estoy aquí para informarles a ustedes, sino para sacrificarme por la causa de la libertad», frase célebre de nuestra heroína anónima María Parado de Bellido quien en vida fue mujer ayacuchana, mestiza, analfabeta y quechuahablante, que exponiendo su bienestar y el de su familia, sacrificó su vida en mayo de 1822. Hace 199 años, ella era informante de los patriotas respecto de los movimientos de los realistas en su región.

María fue llevada en procesión en torno a la plaza huamanguina y en cada esquina un oficial leyó el bando de la sentencia de los realistas estableciendo que era «para escarmiento y ejemplo de los posteriores por haberse rebelado contra el rey y señor del Perú». Fue en la plazuela del Arco donde le esperaba el pelotón de fusilamiento luego de ser torturada para que revele quiénes estaban involucrados en su conspiración patriota. Tú recordarás bien esta historia, ya olvidada con el pasar de los años. Esta fue una de las tantas demostraciones de prepotencia y abuso de las fuerzas realistas cuando escaparon a la sierra una vez que Lima fue independizada. Entraron con represión y pueblos enteros fueron incendiados, arrasados y sus pobladores masacrados.

Actualmente la zona andina sur tiene los mayores índices de pobreza. En el 2019 el INEI identificó a Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica y Puno como las regiones con mayor índice de pobreza monetaria del país y cuyos niveles se encontraron entre los rangos de 34.4% y 39.4%. Asimismo, en la actualidad, Uchuraccay, Pucacolpa y Chaca son los distritos más pobres de la república. Son tierras de hombres y mujeres trabajadores, dedicados al agro que alimenta a todos los peruanos; artistas de cerámicas hermosas, de retablos que cuentan historias y música que inspiran como la Flor de Retama.

En diciembre de 1824, tú estuviste las 4 horas que duró la batalla en la Pampa de Ayacucho colindante al pueblo de la Quinua, conoces la zona y su realidad. ¿Qué significa pobreza extrema en 2021? Te explico, significa que los pobladores no pueden cubrir los gastos básicos como alimentos, educación y vivienda. Manuela, parece que nada cambió en tantos años. Sin servicios, sin alimentos, sin derechos, probablemente no es muy diferente a lo que tú conociste. Pero fue en esas tierras donde se firmó la Capitulación de Ayacucho que no solo significó la independencia del Perú sino que abrió la independencia hispanoamericana. Hasta hoy, existe la marcada diferencia entre Lima y la sierra, en especial, la zona sur.

Saludos,

Sil

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Elecciones 2021, María Parado de Bellido

Es difícil saber aún si el pacto de Perú Libre con Juntos por el Perú tendrá un impacto electoral significativo. Por lo pronto, ya el 59.5% (según encuesta del IEP) de los votantes de Verónika Mnedoza se habían inclinado por Castillo y solo el 4% por Keiko. Pero había un 19.8% que pensaba votar en blanco y un 15.4% que aún no decidía. Este bolsón podría ahora inclinarse por Castillo, pero si uno recala en que Mendoza apenas sacó el 6.39% de los votos emitidos se da cuenta que no será superlativo el caudal de votos que le pueda aportar.

La jugada, que es inteligente, apunta más a los indecisos en general, aquellos que no votaron por ninguno de los dos finalistas y eventualmente por ninguno en la primera vuelta (el 12% votó en blanco), y además busca obtener los cuadros técnicos de los que Castillo carecía.

Castillo mueve el tablero y obliga a que Keiko medite sus siguientes pasos. Por lo pronto, ya sabemos que con esta “contratación” de cuadros técnicos lo más probable es que Castillo ahora sí acepte los cuatro debates planteados y que en ellos le vaya algo mejor.

Por supuesto, es mejor un gobierno de Dancourt y Francke que uno lleno de psicópatas leninistas cerronistas, pero queda el sinsabor de que la izquierda moderna o que pretendía serlo se haya puesto a disposición por un plato de lentejas (es como si en el otro lado, el partido Morado hubiese firmado un pacto con Fuerza Popular basado tan solo en la promesa de que Keiko no buscaría la reelección).

Y lo más probable es que si Castillo llega al poder los trate como Fujimori a los evangelistas y encaramado -luego de dictar las medidas demagógicas que anuncia- en un 70 u 80% de aprobación popular simplemente vuelva a su redil ideológico, aplique el plan de disolver el Congreso y convoque una Constituyente que le permita realizar sus sueños chavistas de copar todo el poder y perpetuarse en él. Y Mendoza y compañía solo habrán servido de maquillaje electoral.

Igual, sea moderada o radical, la propuesta económica de la izquierda peruana es un desastre. Mayor si primaban las ideas castillistas, menor si priman las mendocistas (eso está por verse). Lo que el Perú necesita es capitalismo a la vena para poder salir de la recesión pandémica y poder construir el Estado de bienestar que la población reclama. Y esa opción está negada si gana Perú Libre.

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Juntos por el Perú, Perú Libre

¿Qué le ha sucedido a De Soto? ¿Puede un economista, en sus ambiciones capitalistas, ser de izquierda o, peor, comunista?

 

    Coqueteó con el comunismo. Veintiún días. No paró desde que cayó derrotado en la primera vuelta electoral, el 11 de abril. En silencio se acercó tanto a Castillo que llegó hasta su mesa «suplicando una cita» con él. Hernando de Soto, dejó de lado la vergüenza y fue tras el trebejo de Vladimir Cerrón. Lo encontró en un restaurante en la carretera hacia Tumbes, en el norte del Perú, a varias horas de Lima. Según De Soto, su viaje hasta allá era para rescatarlo de un «secuestro» —claro, él nos quiere convencer de que es un mesías—. Dijo en un programa de televisión que Pedro Castillo estaba secuestrado por la ideología marxista leninista de su partido, Perú Libre, y que él lo iba a salvar.

 

    ¿Qué le ha sucedido a De Soto? ¿Puede un economista, en sus ambiciones capitalistas, ser de izquierda o, peor, comunista? Es una contradicción hasta biológica, ¿no creen? ¿Acaso se inventó toda esa fábula mesiánica para ocultar algo más?

 

    Todavía recordamos los titulares de la prensa publicados entre el 14 y 16 de abril, cuando ya se sabía quiénes eran los candidatos de la segunda vuelta. Varios diarios imprimieron casi el mismo encabezado: «Hernando de Soto estaría pidiendo el premierato y cinco ministerios» (Correo), «Hernando de Soto estaría pidiendo ser premier a cambio de apoyar candidatura de Keiko Fujimori o Pedro Castillo» (CuscoPost), «Hernando de Soto estaría pidiendo el premierato y cinco ministerios, afirma Paredes Terry» (Perú 21). Y hace solo unas horas otra vez Paredes Terry, el excolaborador de campaña electoral de De Soto, ha declarado para el diario Expreso que el 11 de abril, durante una reunión con el equipo de Keiko Fujimori, «De Soto pidió el Ministerio de Educación para su pareja».

 

    Si ese indecoroso pedido se hizo el mismo día de la primera vuelta, y luego De Soto se fue en la búsqueda de Pedro Castillo a «suplicarle una cita» —como describió Jorge Paredes Terry—, quiere decir que su proposición indecorosa no fue bien recibida por los fujimoristas aquel 11 de abril. Y ahora que, finalmente, el excandidato de Avanza País regresa a Lima 21 días después, otra vez derrotado, con su misión incumplida de rescatar a Pedro Castillo del marxismo leninismo, supongo que el fujimorismo y quienes votaron por él ya lo están mirando feo. Keiko ni siquiera lo ha llamado luego de que él se dignara en decidir su voto por ella.

 

    Veintiún días coqueteó Hernando con el comunismo. En todo ese tiempo fastidió a sus propios electores y hoy se queda sin soga ni cabra.

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Comunismo, Hernando De Soto, Pedro Castillo

Una gran cantidad de medios de prensa en nuestro país, incluyendo a varios respetables, tiene una sección dedicada al horóscopo. Muchas personas consideran a la astrología como una fuente confiable de conocimiento y se dejan guiar por ella para tomar decisiones en la vida. Otras la toman como un simple juego. Y un tercer grupo no la toma tan en serio, pero, mostrando una falsa apertura de mente, no la rechaza de plano porque piensa que “¿quién sabe? Tal vez sí funcione”. 

Lo cierto es que la astrología no tiene fundamento alguno. No hay razones para pensar que si una persona ha nacido cuando la tierra pasaba bajo una constelación de estrellas que vagamente se asemeja a un toro, esa persona poseerá aspectos de la personalidad de ese animal, y que eso influirá en su suerte a lo largo de su vida (por ‘pasar bajo una constelación’ me refiero a que la proyección de la línea que parte de la tierra en dirección al sol llega hasta dicha constelación). Pero el rasgo más problemático de la astrología es la actitud de desdén por la verdad que promueve. 

Por un lado, los astrólogos hacen predicciones de manera muy general, o las reinterpretan después de los hechos. “Algo terrible te va a ocurrir mañana” es compatible con muchos estados del mundo. E incluso si no te sucede absolutamente nada, los astrólogos no lo aceptan como un error, sino que reinterpretan los hechos diciendo que en verdad sí te sucedió algo terrible, solo que fue muy sutil como para ser percibido. 

Por otro lado, la astrología enfrenta muchos problemas. Algunos de estos, señalados por el filósofo Paul Thagard, son los siguientes.

Gemelos. Muchos gemelos, a pesar de haber nacido bajo el mismo signo zodiacal, tienen personalidades bastante diferentes, y su suerte en la vida es muy diferente también. Incluso en los casos en que tienen personalidades similares, esto podría explicarse por la crianza común, o por herencia genética. Pero la astrología no solo no se interesa en abordar este problema, sino que no intenta ni si quiera compararse con teorías alternativas de la personalidad. 

Constelaciones. Existen 88 constelaciones visibles desde la tierra, y la tierra pasa bajo 13 de ellas, no 12. Los astrólogos babilonios simplemente obviaron la constelación Ofiuco por razones prácticas, pues ya contaban con un calendario de 12 meses. 

Precesión. El fenómeno de precesión ocurre porque el eje de la tierra respecto al plano del sol es inclinado, y la rotación de la tierra hace que la perspectiva de la tierra respecto a las constelaciones cambie ligeramente cada año. Se necesitan 26 mil años para que esa perspectiva vuelva a ser la misma. Ahora bien, las fechas del horóscopo se establecieron hace unos 2 mil años, lo cual quiere decir que la perspectiva de la tierra se ha corrido 1/13 desde entonces (¡casi un mes!). Esto, combinado con el hecho de que existen 13 y no 12 constelaciones, hace que en la gran mayoría de casos los días en los que la tierra pasa bajo una constelación no correspondan con lo que se indica tradicionalmente en los horóscopos. Por ejemplo, según el horóscopo tradicional, una persona es Aries si nació entre el 20 de marzo y el 20 de abril, pero en realidad la tierra estuvo bajo Aries entre el 18 de abril y el 13 de mayo. Alrededor del 86% de personas no ha nacido bajo el signo zodiacal que cree. 

A pesar de estos problemas, los astrólogos no muestran ningún interés en buscar soluciones, tanto así que la astrología se ha mantenido prácticamente intacta desde los tiempos de Ptolomeo. Las ciencias de verdad no ignoran sus problemas, sino que plantean programas de investigación alrededor de dichos problemas, lo cual explica el desarrollo fascinante, a lo largo de su historia, de ciencias como la física, la biología, y la psicología (piense en todo lo que han avanzado estas disciplinas en los últimos 100 años). 

Los medios de prensa deberían, por un tema de ética profesional (pues su deber es informar con la verdad), o eliminar sus secciones de astrología, o indicar claramente que se trata de un juego. No debemos olvidar que los lectores de la sección de astrología también votan en las elecciones, y que a todos nos conviene que la gente aprenda a no dejarse engañar.  

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.  

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Si el mentado acuerdo entre Perú Libre y Juntos por el Perú no pasa por la exigencia de un mínimo de moderación de los postulados económicos de Castillo-Cerrón, la aceptación de los requisitos democráticos para el cambio constitucional (no forzar la disolución del Congreso, como ha sugerido el presidente de Perú Libre), y una vigorosa agenda de respeto a los derechos sociales y políticas de género, habremos asistido al suicidio de una opción de izquierda moderna en el país.

Desde esta columna nunca nos hemos sumado al terruqueo de Verónika Mendoza, ni siquiera a su chavistización (que nos ha parecido siempre absurda y reaccionaria), porque entendemos que la suya era una propuesta de izquierda más sensata y democrática (aunque igualmente equivocada en materia de orientación económica).

Por ello, debemos suponer que su acercamiento a Perú Libre pasa por el establecimiento de algunos acuerdos mínimos y no por una entrega incondicional de cuadros y votos. Si JPP se suma al proyecto radical de Castillo, que es un claro programa marxista leninista de copamiento autoritario del poder político, económico y social, esa izquierda veronikista jamás podrá volver a presentarse bajo un rostro de supuesta modernidad y moderación.

Mientras no conozcamos los resultados finales de las conversaciones entre ambas agrupaciones estaremos especulando, pero cabe hacerlo en la medida que lo único que se escucha de las canteras de Perú Libre es claramente un proyecto bolivariano, de destrucción de la democracia formal, de la economía de mercado y de los mínimos derechos liberales que tanto trabajo ha costado conquistar.

Ojalá llegase el día en que la izquierda peruana acepte el lecho rocoso de la economía de mercado y entienda que puede y debe hacer mucho en materia de redistribución y de políticas de equidad, sin que el libre mercado sea un obstáculo para ello, sino, por el contrario, su condición necesaria. Si a ello le suma un talante democrático (que pasa, sobre todo, por el respeto a la alternancia democrática y no por la perennización en el poder, a lo Chávez, Correa o Morales), el Perú habrá ganado mucho.

Si nada de ello figura en la agenda explícita del pacto que se cocina entre Perú Libre y Juntos por el Perú, habremos asistido a la autoeliminación política e ideológica de la izquierda moderna y liberal en el país.

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Pedro Castillo, Perú Libre, Vladimir Cerrón
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