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Opinión archivos | Página 275 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

La encuesta del IEP que ha publicado La República sobre la marcha del gobierno es contundente: un 46% lo desaprueba y apenas un 38% lo aprueba. Según la medición, inclusive en el sur, su reducto político, si bien el Primer Mandatario obtiene 50% de aprobación y 32% de desaprobación, en el mes de julio, antes de jurar como jefe de Estado, tenía el 64% de respaldo, revelando una caída de 14 puntos porcentuales.

Además de ello, un 79% de peruanos considera que deben hacerse algunos cambios en el gabinete (52%) o que deben ser cambiados todos (27%). Y no hay distingo global de estrato social o región geográfica. En el centro -la región de Cerrón- el 53% considera que se debe hacer algunos cambios y el 23% que deben salir todos los ministros. En el sur -región castillista en la segunda vuelta- el 55% estima que deben salir algunos ministros y el 21% que deben irse todos.

En el sector C, el 51% señala que deben hacerse cambios parciales del gabinete y el 27% que el cambio debe ser total. Y en el D/E, un 50% solicita un cambio parcial y un 27% cambio total. En la sierra, el 55% cree que deben salir varios ministros y el 19% que deben marcharse todos sin excepción.

Y en cuanto a identificación ideológica, dentro de la propia gente que se considera de izquierda, un 49% considera que se debe cambiar a algunos ministros y el 22% cambiar a todos.

Por lo demás, un 43% de los ciudadanos cree que la situación económica nacional estará peor en los próximos 12 meses y un 44% lo mismo sobre la economía de su hogar. Solo un 29% cree que la economía peruana mejorará en el año que viene y un 24% tiene esa percepción optimista sobre su futuro económico en el hogar.

La solución está a la mano: recomposición del gabinete, apartamiento de Cerrón, descarte de la Asamblea Constituyente, y que, sin menoscabo, insista en desplegar un gobierno de izquierda para no traicionar a su electorado. Nadie le pide la humalización.

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Encuestas, IEP, IPSOS, Pedro Castillo

Esta nueva entrega de la versátil poeta y artista Vanessa Martínez Rivero nos ofrece una muestra significativa de su fructífera obra poética iniciada a comienzos del presente siglo.  Definitivamente configurado por ese estilo vivaz, juguetón, lúdico y agresivo, la poeta nos invita a hacer un recorrido sobre su trayectoria y nos invita a abordar sus textos poéticos iniciales para luego notar la presencia de poemas inéditos que recogen un nuevo temple de ánimo, una actitud distinta frente a la vida, una genuina intensidad. Es así como ARTE-FACTA (Casa editorial Vallejo y Company, 2021) recopila textos de sus distintos poemarios, desde La hija del carnicero (2007), Coraza (2009), Carne (2012), Redondo (2015), Un tercer ojo para la tristeza (2019) para seguir con esa temática pero ahora también exponiendo nuevas propuestas: la inmediata, las traducciones de estos poemas a diversos idiomas: inglés, italiano, esloveno, canarés, entre otros.

Como el título lo menciona, ARTE-FACTA se presta para una multiplicidad de significados, pero a lo que yo me ciño es a esa enfermedad de piel, conocida como dermatitis artefacta que define como “cualquier patología dermatológica cuyas lesiones son provocadas por el propio paciente, quien reiteradamente niega su participación en ellas”.  Es así como el título manifiesta esas heridas causadas inconscientemente y que salen a relucir para que desde esa condición se pueda enfrentar a otros retos, como lo demuestra esta última entrega.

La búsqueda de un yo firme, que se lamenta pero que a la vez, se nutre de lo cotidiano para ser finalmente una entidad que se rebela contra presupuestos es lo que nos ofrece Vanessa Martínez Rivero, una poeta cuyo temple de ánimo se interpone e impone para darnos una visión nueva de la realidad, cómo enfrentar las injusticias diarias, cómo tener una voz.  La voz poética en el poema “Espina y credo”  afirma: “Me dices/ yo soy la esposa de Dios/ ¿Qué sería yo?/ Que me mato sacando las espinas/ De las rosas robadas de mis supuradas manos,/ para llevárselas a mi madre”.

ARTE-FACTA, antologa  poemas y abre en diálogo con grandes poetas contemporáneos, en “Canto desocupado” notamos un epígrafe que corresponde a la gran Gabriela Mistral cuyos versos son: “Y lleva vivos y lleva muertos/ el tambor/ indio de la tierra”.  Por medio de estos versos notamos la importancia del ritmo, de la sonoridad que existe en la poesía de Vanessa, los latidos, los golpes, la voz, y los instrumentos musicales en sí, brindan a sus versos, cadencia y musicalidad propias de una música original cuyo bagaje es la experiencia misma de la autora quien también irrumpió en la escena musical como cantante.

Asimismo, encontramos que la poesía de Vanessa Martínez se configura a menudo por imágenes personificadas donde los objetos se sensibilizan y tienen su propia identidad. En “Tal vez la noche” encontramos los siguientes versos, “Parece que tu sol es tan cercano de mi luna/ que solo esperamos el rayo verde/ para contarle la niebla”.

Finalmente, la poesía de Vanessa Martínez ha sido traducida a importantes idiomas como el inglés e italiano, ya que su discurso propone nuevas lecturas y utiliza cierto tipo de lenguaje que un lector atento y ducho  puede identificar las voces de poetas consagrados.  Con gran ironía y perspicacia encontramos que la voz hablante afirma encabezando la lectura de su poemario, Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza,  “¡Oh padre César/ ¿por qué no me has abandonado”.

ARTE-FACTA nos lleva por distintos caminos y pone en tela de juicio ciertos temas canónicos para verlos bajo una nueva luz.  Asimismo, ARTE-FACTA llevará a la poeta a visitar nuevos mundos europeos que sin duda alguna la conducirán a otros proyectos.

¡Grande, poeta!

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Libro, Novelas

Desde que trabajo en el rubro audiovisual comprendí que la novedad mañana puede ser obsoleta. Hace unos días me enfrenté con una tecnología completamente nueva para mí y los estándares bajo los que normalmente trabajo la puesta en escena y el diseño de producción. Se trata de una tecnología que está revolucionando la producción audiovisual al ofrecer infinitas posibilidades creativas. Había estado acostumbrada a trabajar con Chromakey o Chroma, técnica que sirve para sustituir un fondo de color plano, verde o azul, por una imagen. Pero esta vez, me ofrecieron la opción de trabajar con “Stagecraft” y, sinceramente, no tenía idea de su complejidad ni a lo que me estaba enfrentando. Acepté sumergirme en este sistema desconocido y me recomendaron ver el detrás de cámara de la serie The Mandalorian, producida por Disney+ y dirigda por Jon Favreau, que había sido rodada con este recurso.

El “Stagecraft” es la evolución de la retro proyección, una técnica cinematográfica que se empleó desde 1930 y que consistía en filmar colocando a actores y escenografía delante de una proyección. Este efecto visual situaba a los actores entre la cámara y una pantalla. Detrás de esta última se encontraba un proyector que se encargaba de reproducir sobre ella una imagen fija o en movimiento que había sido filmada con anterioridad. Es así como podían crearse escenarios diversos sobre distintos planos sin tener que esperar el momento de postproducción para hacerlo, como sucedía con el Chroma.

No lo sabía, pero investigando me encontré con datos como que Fox había introducido esta técnica en 1980 en películas como “Más allá del porvenir” o “Liliom”. Más adelante, películas como “King Kong”, “Terminator 2: El juicio final” y hasta “Pulp Fiction” utilizan la técnica del “Stagecraft”. De hecho, este recurso se hace conocido por las “escenas de conducción”, en las cuales se sitúa a la cámara en un carro mientras la retroproyección hace la simulación del movimiento de la calle y el vehículo queda delante.

Es así como fui comprendiendo esta tecnología a la par que iba trabajando la preproducción del proyecto que acepté trabajar bajo este sistema. El Stagecraft permite, por un lado, Integrar visualmente los personajes y escenografía gracias a la incidencia en el set de la luz proyectada por las pantallas led de alta resolución. Se trata de un escenario con un suelo físico real que puede ser desde arena hasta un asfalto y que está rodeado por tres grandes paneles LED con definición 4k que actúan, por ejemplo, como cielo, uno de ellos, y otros dos como piezas que envuelven la escena. A estos paneles se les denomina “Render Nodes”. A su vez, el Stagecraft es capaz de cambiar escenarios en tiempo real. Por ejemplo, puede pasar en instantes de un desierto al interior de un avión. También puede mover de posición los elementos que están proyectados en el escenario. Y, finalmente, todos los movimientos de cámara son posibles.

La retroproyección del pasado no permitía varios movimientos de cámara debido a que estaba fija y que solo tenía un punto de vista para que así no afectara a la perspectiva de la proyección. En cambio, en las pantallas led los escenarios CGI 3D proyectados se generan con el motor de gráficos Unreal Engine que permite todos los movimientos físicos de cámara en los llamados “tres ejes”: X, Y y Z. Esto significa que con cada movimiento de cámara el escenario que se proyecta reacciona a este movimiento y crea experiencias únicas. El Unreal Engine 4 es el motor gráfico responsable de casi todos los videojuegos, como por ejemplo el Star Wars Jedi: Fallen Order. Es impresionante la calidad fotorrealista de estos escenarios preconfigurados. Yo hasta ahora no puedo creer la profundidad de campo que te brinda y la sensación de realidad.

Las posibilidades del Stagecraft van mucho más allá de la tecnología, pues también permite, en especial a los directores de fotografía realizar un “scouting” de locaciones estando “dentro” del contexto digital y usando un set de realidad virtual. Fui descubrimiento a medida que íbamos avanzando en la preproducción que podíamos acceder al render, viajar a través de él, modificar la escenografía, la luz, la geografía. Podíamos cambiar la utilería, variar texturas, colores. Simular lentes, planificar encuadres. Un sinfín de oportunidades.

Trasladarnos a espacios imposibles hoy es posible. En Perú se puede encontrar esta tecnología gracias a la empresa “La escena virtual”, conformada por un grupo de audiovisuales talentosos y muy profesionales que son los pioneros en traer este sistema al Perú.

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3D, CGI 3D, Efectos visuales, Teconología

En su sugerente columna diaria, Mirko Lauer ha observado la evolución y casi banalización en los usos de la palabra terrorismo.  Mientras hasta hace pocos años por terrorismo se tenía a las acciones violentas de SL y MRTA, hoy la categoría se extiende a cualquier izquierda, centro o hasta centro derecha que no concilie con la agenda de la derecha conservadora.

Aunque la narrativa se ha expandido a todo lo que se mueve a la izquierda de posiciones cercanas a las de Fuerza Popular o Renovación Popular, las opiniones por las cuales el excanciller y académico Héctor Béjar fue obligado a dejar Torre Tagle ha reabierto la polémica sobre el “terrorismo de estado” y las violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas armadas en las zonas de emergencias durante la guerra interna.

La controversia nos devuelve a lo que no ha resuelto la CVR y su museo, y menos por fallidos o sesgados, cuanto porque debieron y deben entenderse como el punto de partida para la ejecución de un proyecto de reconciliación nacional y no como el punto final de este proceso. El informe de la CVR, en este sentido, es la base de datos, desde la cual comenzar a trabajar y el Museo de la Memoria uno, no el único, de los medios de comunicación en el que deben exponerse los resultados de este trabajo con la finalidad de generar una narrativa más conciliadora acerca de la guerra interna.

A la reconciliación se llega a través de una serie de políticas, pero el gesto basal es el perdón, y el perdón que se le exige a los grupos terroristas no es, ni puede ser el mismo que se espera de las FF.AA. y policiales. En el primer caso se trata del perdón incondicional que tienen que pedirnos dos bandas armadas cuyos roles fueron los de ser violentos victimarios, además de únicos iniciadores y responsables directos del conflicto. En cambio, los roles de las FF. AA. fueron diversos: defensores de la sociedad y el Estado ante la amenaza terrorista, víctimas de la brutalidad de los grupos subversivos y victimarios cuando, en su lucha contra estos grupos, violaron derechos humanos y atentaron contra la población civil.

En tal sentido, una política de la reconciliación de las fuerzas armadas con la sociedad debe contemplar estos tres aspectos y no solo concentrarse en uno o dos de ellos. De hecho, esta es la razón que nos viene dividiendo como sociedad hace dos décadas: la derecha y sectores cercanos a las fuerzas armadas exigen que se reconozca el heroísmo y defensa de la sociedad por parte de estas, mientras que la izquierda enfatiza sus violaciones a los derechos humanos. Es por ello por lo que no hay acuerdo, porque no alcanzamos un consenso en el cual reconozcamos que ambas afirmaciones son básicamente correctas, y que pueden serlo simultáneamente y requerir políticas de reconocimiento y de reconciliación para cada premisa, o inclusive políticas conjuntas, que se cristalicen en los mismos actos y lugares de la memoria.

Yo he pensado mucho, para plantear una idea inicial, en reunir a las madres de las víctimas militares de la violencia terrorista, con las madres de las víctimas civiles de acciones militares. Esas mujeres tienen en común el mismo dolor del hijo arrancado por una guerra de la que solo son responsables SL y MRTA. Su abrazo podría comenzar a acercar a la familia militar, que también fue víctima de la violencia política, con aquellos sectores de la sociedad civil más dañados por la actuación castrense en esos tiempos.

La reconciliación siempre trata de gestos, pues busca reparar simbólicamente algo que se rompió en el pasado. La reconciliación nunca devuelve a los que partieron, pero cicatriza heridas abiertas y, si se hace bien, tiene la facultad de tranquilizar al pasado, logra que sus gritos cesen de perturbarnos en el presente para finalmente ocupar su lugar en la historia, dejándonos una enseñanza. El consenso de querer hacerlo es el primer paso para sanar aquel dolor que todavía vive entre nosotros.

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CVR, MRTA, SL

El factótum radical Vladimir Cerrón y el congresista Bermejo se dan el lujo de criticar públicamente una decisión presidencial, la de nombrar como nuevo Canciller al embajador Oscar Maúrtua. Claramente, es Cerrón el gran titiritero que parece creer que el Presidente es su subalterno.

Lo que cabe preguntarse es qué pasa con los otros socios del régimen, que son Juntos por el Perú y Nuevo Perú. ¿Han decidido, desde el Congreso, desde el Ejecutivo o desde afuera, con sus respectivos liderazgos, guardar absoluto silencio respecto de los despropósitos enfebrecidos del cacique de Junín?

Ya de por sí era cuestionable el incondicional apoyo que Verónika Mendoza, Marisa Glave, Indira Huillca, Marco Arana y demás líderes de la izquierda moderada del país le extendieron a una propuesta política como la de Perú Libre que en plena campaña de segunda vuelta, a través de Cerrón, hacía absoluto derroche de inmadurez e infantilismo ideológico, además de mostrar un radicalismo pueril y desplegar un profundo irrespeto por los derechos civiles que la izquierda de JPP y NP supuestamente enarbolan.

¿La “gratitud” por los ministerios entregados los conduce a la obsecuencia absoluta respecto de los desmanes políticos cometidos con la designación del gabinete Bellido, con sinfín de impresentables como ministros, incluido el propio Premier?

La contención al riesgo radical, populista y autoritario del gobierno, que lidera la dupla Castillo-Cerrón, no puede provenir solamente del centro y de la derecha, que felizmente han entendido que su rol de vigilancia debe ser activista y pertinaz.

También desde dentro del propio gobierno, donde se notan las tensiones y fisuras existentes, la izquierda moderada tiene un papel que cumplir. Nadie podría exigirle a Francke, Sánchez o Durand que, al estilo Bermejo, resuelvan sus eventuales diferencias a través de las redes sociales. En su caso, la batalla debe ser silente y persuasiva más que impositiva.

Pero desde las orillas externas, sorprende el silencio de los líderes sociales, políticos, ideológicos o intelectuales de la izquierda moderna, que no anteponen lo que a estas alturas ya merece una crítica legítima y contundente.

Si esa izquierda moderada quiere tener algún futuro político y electoral debe saber mantener una perspectiva propia respecto del gobierno de Castillo. Y si en determinado momento, las circunstancias lo ameritan, ser capaz de romper y marcar un rumbo distinto. La mímesis que hasta el momento se aprecia entre el proyecto castillocerronista y la izquierda más centrada es deleznable.

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Guido bellido, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

La pandemia nos robó, entre muchas otras cosas, los conciertos. Esas masivas congregaciones en estadios o teatros, explanadas o auditorios, en que se producía una mágica comunión entre artista y público. Apretujados en las primeras filas o sentados en la parte más alta de una tribuna, los asistentes a conciertos nos olvidamos de todos los problemas y nos entregamos a esa catarsis colectiva, esa euforia que se desata cuando escuchas, en vivo y en directo, los acordes de tu(s) canciones(s) favorita(s) y das de gritos, así nadie te escuche.

Cuando el coronavirus se instaló en nuestro país, en marzo del 2020, ya tenía compradas mis entradas para la tercera vez de Guns ‘N Roses en Lima. Y se cayeron, como piezas de dominó, algunos otros a los que no pensaba faltar: Pat Metheny -extraordinario guitarrista de jazz, en su primera visita al Perú-, Martin Barre -legendario guitarrista de Jethro Tull, junto a Dee Palmer y Adam Wakeman, hijo de Rick, para celebrar 50 años del grupo-, Kiss -tras 11 años del explosivo concierto que ofreció en el Estadio Nacional. Todos, hasta nuevo aviso, cancelados. Dicho sea de paso, Teleticket aún no anuncia hasta ahora la devolución de lo pagado por GN’R, a pesar de que ya están publicitando algunos conciertos presenciales para la última parte de este año.

Esta semana se cumplen, para mí, 24 meses sin experimentar esa liberadora sensación, combinación de cansancio, satisfacción y deseos de seguir que se produce cuando las luces blancas se encienden y el estruendo de parlantes y destellos de pantallas LED son reemplazados por una tenue música de fondo y el murmullo del público que comienza a salir del recinto. Algunos, haciendo comentarios a grito y lisura pelada. Otros, sin poder hablar. Pero todos, como ocurre pocas veces en la vida, sintiendo y pensando lo mismo. El último concierto presencial en el que estuve fue el 17 de agosto del 2019, hace exactamente dos años y cuatro días.

Tres horas antes de la programada en aquel día soleado, el concierto ya había comenzado en la amplia explanada en las afueras del BB&T Center, un impresionante complejo deportivo y centro comercial en Fort Lauderdale, a 45 kilómetros de Miami. Cientos de fanáticos llegaban, solos o en parejas, grupos y familias completas, muchos con polos alusivos a la banda, esperando que se abran las puertas. Dos estaciones de radio prendían el ambiente desde inmensos parlantes, con las clásicas canciones que, algunas horas después, harían delirar a los enfervorizados seguidores de Queen. Nosotros -mi esposa y yo-, fanáticos y conocedores del grupo, habíamos volado seis horas la noche anterior, desde Lima, un viaje relámpago para hacer realidad, aunque sea de manera parcial, el sueño de ver, en vivo, a esa banda que habíamos escuchado hasta el cansancio, desde niños, por separado y juntos, desde que nos conocimos.

Por la mañana nos cruzamos, en el hotel, con grupos de personas que habían llegado desde distintos lugares del mundo para asistir a la fecha 21, en Norteamérica, de The Rhapsody Tour, gira organizada tras el éxito mundial de la película acerca de la vida de Freddie Mercury, el venerado compositor, pianista, cantante y líder de Queen, fallecido en 1991. La banda entraría en un pequeño receso para luego remecer Japón, Nueva Zelanda y Australia, en enero y febrero del 2020, con su espectacular show, cosa que lograron completar antes de las prohibiciones ocasionadas por el virus de Wuhán.

Afuera del BB&T Center, casa de los Florida Panthers, uno de los equipos de hockey sobre hielo más populares de la zona, el calor abrasador se fundía con la expectativa, que crecía a cada minuto. El puesto de merchandising no se daba abasto para atender los pedidos: polos, gorras, bolsos, tazas y libros con motivos de la gira. Adentro, una gran fiesta estaba por comenzar. A las 8:30pm., una versión orquestal de Innuendo, canto de cisne de la Reina, comenzó a sonar y el sitio se vino abajo cuando Brian May (74) y Roger Taylor (72) saltaron al escenario tocando Now I’m here, poderoso tema rockero del tercer LP, Sheer heart attack, de 1974. Ellos son el principal atractivo de esta nueva etapa de Queen, que se inició en el 2009 tras el intento de cubrir el espacio de Mercury con el legendario vocalista Free y Bad Company, Paul Rodgers (2004-2008).

Durante dos horas y media, más de veinte mil personas se estremecieron con los electrizantes riffs y solos de Brian May, disparados desde su inseparable Red Special. En el fondo, Roger Taylor sostiene el ritmo con contundencia y acompaña con su inconfundible voz, rasposa y aguda, las armonías vocales que hicieron famoso al cuarteto. Ambos han encontrado en Adam Lambert (39) a un talentoso “hermano menor” con estilo y personalidad propia. El joven norteamericano, quien saltó a la palestra tras quedar en segundo lugar en la octava temporada del programa concurso American Idol, es un eficiente intérprete que muestra un profundo respeto por Freddie Mercury, a quien describe como “irreemplazable”, toda una Verdad de Perogrullo. Con amplio dominio del escenario y una actitud natural y extravagante, Lambert supera el desafío de ponerse en los zapatos de Mercury (alcanza las notas más altas sin problema, lo cual no es moco de pavo) y lo hace a su manera, sin caer en la caricaturización o el disfuerzo por imitarlo.

La puesta en escena, un despliegue de elegantes decorados, sonido, luces y pantallas de alta resolución, resume todo lo que siempre fue Queen: teatralidad, sofisticación y energía, pero con los estándares del Siglo XXI. En reemplazo del elusivo John Deacon (70), quien decidió retirarse por completo de la música tras el fallecimiento de Freddie, el bajista Neil Fairclough hizo un trabajo impecable; Tyler Warren acompañó con percusiones y coros; mientras que un viejo conocido, Spike Edney, se encargó de pianos y teclados tal y como lo hizo con Queen en los ochenta. Desde himnos rockeros como Tie your mother down, Fat bottomed girls, I want it all o Hammer to fall hasta las infaltables Don’t stop me now, Somebody to love, Radio Ga Ga, I want to break free o Crazy little thing called love, Queen + Adam Lambert ofrecieron un alucinante setlist, basado en el soundtrack de la taquillera película Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018). Un momento especialmente emotivo fue cuando Brian May empuñó la guitarra acústica para entonar, junto al público, la romántica Love of my life, acompañado por la voz e imagen de Freddie Mercury proyectada en fondo negro.

El último show de The Rhapsody Tour fue el 29 de febrero del 2020 en Brisbane, Australia. La porción europea de la gira fue reprogramada, primero para este año –que habría coincidido con el 50 aniversario de la banda- pero, como las complicaciones del COVID-19 aún están lejos de desaparecer, tuvo que volver a posponerse para el 2022, comenzando el mes de mayo con varias fechas en Irlanda, Escocia e Inglaterra. May, Taylor y Lambert esperan con ansias ese momento: “Regresaremos mejor que nunca”, declararon en su página web.

Durante el aislamiento pandémico, Brian May publicó tutoriales de guitarra en sus redes sociales y participó de diversas conferencias científicas y ambientalistas; Roger Taylor lanzó un single, Isolation, y anuncia para este 1 de octubre su sexto disco como solista, Outsider. Por su parte, Lambert publicó, en marzo 2020, su cuarta producción, Velvet, en la onda pop discotequera que sigue como solista. Los tres lanzaron una nueva versión del clásico We are the champions, cuyas ventas fueron donadas a una fundación solidaria con los médicos de primera línea, promovida por la OMS. Y además produjeron el álbum y DVD Live around the world, disponible online, que recoge los mejores momentos de las cuatro giras que han realizado desde el 2009.

Pero volvamos al BB&T Center. Para su acostumbrada guitar stravaganza, el doctor en astrofísica Brian May integró música y astronomía en un espectáculo audiovisual grandioso: Montado en un asteroide lanzó sus fabulosas orquestaciones –que incluyeron extractos de la Sinfonía del Nuevo Mundo del checo Antonín Dvořák (1893)-, rodeado de planetas y estrellas que giraban en torno suyo. Por su parte, Taylor hizo de David Bowie en el clásico Under pressure, interpretó una versión algo contenida de su composición I’m in love with my car y cantó las primeras estrofas de Doing all right, una de las primeras canciones de Queen. Para Bohemian rhapsody, la sección operística sonó, como siempre, en su versión original, mientras la banda en pleno se preparaba para romper todo con el portentoso final. El fin de fiesta llegó, por supuesto, con We will rock you/We are the champions. Una noche inolvidable que aun tengo grabada en mis ojos y oídos.

Quizás nunca vuelva a asistir a aglomeraciones de esta naturaleza pero, de ser así, me siento afortunado de que, el de Queen, haya sido mi último concierto.

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Conciertos, Pandemia, Queen

Va a ser importante que el centro político del país se reactive y no sea solo la derecha la que lidere la contención de cualquier arresto radical y autoritario de un régimen sobre el que aún no hay plena certeza respecto de cuál camino ideológico va a seguir.

Eso requiere que no solo hablen o actúen políticamente figuras como César Acuña, Raúl Diez Canseco, Jonhy Lescano, Daniel Urresti o Julio Guzmán, sino también otros personajes vinculados a este segmento ideológico de la población que ya de antemano apreció con horror que la segunda vuelta se definiera entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo.

Particularmente, sería importante que personajes como Francisco Sagasti o Salvador del Solar, ambos con gran predicamento en amplios sectores de la población, hagan sentir su voz y parecer respecto de la situación crítica por la que pasa el país.

Como es público y notorio ambos no gozan de muchas simpatías en ciertos predios derechistas. A Del Solar no le perdonan haber sido el artífice de la disolución del congreso fujiaprista y a Sagasti lo tildan, en franco delirio, de comunista o de haber pertenecido al “Moradef” (¿?).

Pero ojalá la derecha o el fujimorismo entiendan que frente al riesgo potencial de que la dupla Castillo-Cerrón, nos lleve a la deriva venezolana o nicaraguense -posibilidad abierta en tanto insistan con el tema de la Asamblea Constituyente-, lo que se necesita es la unidad de opciones políticas diversas, eventualmente enfrentadas entre sí, pero que coincidan en que la democracia y el modelo de mercado son lo mejor que tiene nuestro país y que ambos activos políticos y económicos no pueden ser arrasados por un gobierno sin mandato legítimo para hacerlo.

Hay que aprender las lecciones regionales. Proyectos populistas radicales como los que se aplicaron en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador o, inclusive, Argentina, solo fueron posibles porque la oposición se dividió, se peleó entre sí, y permitió que los gobernantes de marras se apropiasen de la narrativa y legitimidad populares y luego pudiesen hacer tabla rasa de cualquier resistencia cívica a sus despropósitos.

Hoy, el régimen está débil, en gran medida por sus propios errores, pero no hay que confiar en que se mantenga así en el tiempo. Si encuentra la fórmula de desplegar políticas populacheras, o azuzar la confrontación con el Congreso o la prensa (ambos poderes lamentablemente desprestigiados), podría reencontrar algún rumbo de popularidad que lo anime a seguir la ruta radical que hoy su debilidad parece tornar inviable. No se puede bajar la guardia frente a tan seria amenaza y se van a necesitar todas las voces para evitarla.

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Francisco Sagasti, Pedro Castillo, Salvador Del Solar

Confieso que los epistolarios ejercen sobre mí una intensa fascinación: son puertas que se abren a una intimidad desconocida, pero cuyos entresijos anhelo con curiosidad de entomólogo y fervor afiebrado.

El género epistolar, que forma parte de los diversos discursos en que se puede dividir lo autobiográfico, tiene características únicas, sobre todo en el marco de su propia escritura, que coincide plenamente con el mundo representado a través de ella. Es decir, en la carta, como en el diario, el tiempo de la escritura y el tiempo de la representación suelen fundirse.

En la carta hay cierta prisa, acaso no haya mucho tiempo para meditar, su naturaleza puede llegar a ser más impulsiva o espontánea y las posibilidades de editarlas antes del envío no tan frecuentes. Por eso tendemos a pensar que en las cartas primaría un principio de veracidad, aunque sus garantías sean igualmente discutibles que las de un libro de memorias o una autobiografía.

Anoto todo esto porque el Fondo de Cultura Económica y Casa de la Literatura Peruana han editado un precioso volumen titulado Eternidad de la noche y que contiene las cartas que enviara César Moro a Emilio Adolfo Westphalen a lo largo de dieciséis años que transcurren entre 1936 y 1955.

Moro y Westphalen tuvieron una intensa amistad, mediada seguramente por el surrealismo, estética en la que Moro militó y de la que Westphalen fue sin duda un atento seguidor, al punto de evidenciar, en su poesía, más de una huella del ideario surreal. Moro y Westphalen representan dos figuras fundacionales de la lírica moderna en el Perú, dos cumbres expresivas y artísticas.

Moro, militante surrealista, aceptado sin reservas en el círculo de André Breton, organizador de exposiciones y activista; Westphalen, poeta de expresión siempre límpida y de imágenes que navegan entre lo onírico y lo irónico, lúcido y visionario ensayista literario (fue el primero en hablar de El zorro de arriba, el zorro de abajo, de Arguedas). Las epístolas de Moro revelan no solo un universo afectivo, sino también una suerte de hermandad que seguramente las respuestas ausentes de Westphalen podrían confirmar sin dejar resquicio de duda.

Estas cartas sin duda se enmarcan en dos motivos centrales: la urgencia y la confesión. No se trata de ámbitos separados, sino de motivos profundamente imbricados. A la urgencia de Moro por sobrevivir, se suma la sensación terrible de una existencia sin sentido, mal aderezada por la depresión y acosada por fantasmas como la soledad, la melancolía, el desamparo y la desesperación.

El 29 de enero de 1941 Moro escribe: “Mañana tengo que mudarme, de modo que te pido que dirijas toda la correspondencia, de ahora en adelante, al liceo. De seguro no me quedaré mucho tiempo adonde voy a vivir, puesto que el ambiente allí es repugnante. Todo me cae encima en estos momentos; todas las penas, todos los problemas. Si estuvieras al tanto de la mitad de lo que me ocurre, de la horrible angustia en que me encuentro, no entenderías cómo hago para seguir viviendo. Igual no creo que a esto se le pueda llamar vivir” (p.179). Líneas más adelante añade: “Si no te escribiera, ya habría muerto” (p.180).

Temas diversos aparecen en una secuencia siempre sorpresiva: el amor entre Moro y Antonio; las profundas decepciones que a veces suscita esta relación; proyectos creativos, publicaciones, traducciones, algunas que llegan a buen puerto y otras que quedan en el umbral del olvido; las carencias, sobre todo económicas que ensombrecen a Moro y lo que permite adivinar más de una epístola: la incondicionalidad tácita de Westphalen. Nada define una amistad verdadera como una lealtad a prueba de cualquier sombra. Impecable edición para un libro fecundo en emociones y desgarramientos.

 

Eternidad de la noche. Cartas de César Moro a Emilio Adolfo Westphalen (1939-1955). Traducción, compilación y notas de Inés Westphalen. Colección Tierra Firme. Lima: Fondo de Cultura Económica, Ministerio de Educación y Casa de La Literatura Peruana, 2020.

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César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Eternidad de la noche

Calzón rojo es uno de los más de 40 cortometrajes que se presentan en las redes del Teatro La Plaza y en TvPerú para conmemorar el bicentenario de nuestra independencia. Pero esta propuesta audiovisual no pretende caer en la vieja mirada hegemónica y patriarcal, sino más bien, presentarla desde otro punto de vista. El punto de vista de las mujeres. Es por eso que gestoras, directoras, productoras y actrices, técnicas y performers han dado forma a este proyecto buscando distanciarse de la cultura que se ha impuesto a lo largo de estos 200 años. 

Bicentenaria es como se denomina este proyecto colectivo y femenino impulsado desde la investigación y curación de Karen Bermedo bajo la concepción de Chela de Ferrari. Ellas presentan la necesidad de contar la historia del Perú bajo la mirada femenina y con ello evidenciar las taras sociales que han sido impuestas en estos dos siglos. Poner a la mujer en primer plano significa en esta propuesta no solo que sean ellas las que produzcan, dirijan y actúen, sino también que puedan caracterizar a estos personajes masculinos de nuestra historia con cuerpo y voz femenina. 

Estos casi 50 cortometrajes realizados han sido dirigidos por mujeres como Marisol Palacios, Lucero Medina, Enrica Pérez, Diana Daf Collazos y Claudia Tangoa. Además están divididos en tres series diferentes con el objetivo de abarcar desde los próceres de la independencia, las mujeres que han luchado a través de la historia y que siguen luchando, hasta las jóvenes que hoy quieren decir cual es la sociedad en la desean vivir. Tres series distintas de ficción y documental que engloba la diversidad femenina desde diferentes escenarios y realidades. 

La primera parte, que es la serie número 1, desnuda por medio de seis actrices el pensamiento masculino que ha sido impuesto culturalmente. Personajes como Jose de San Martin, interpretado por la actriz Alejandra Guerra en un episodio hilarante de nuestra historia, cuenta cuando las mujeres fueron condecoradas por el libertador  por su “patriotismo más sensible». También está Javier Prado, al que casi todos solo conocemos por la avenida y por otro lado el juez que absolvió a un violador porque la víctima llevaba un calzón rojo. A Javier Prado lo caracteriza la actriz Anahi Padilla que desde su activismo le ha tocado el reto de personificar a un hombre que habla de una raza superior siendo ella afroperuana. Próximamente tendremos el acercamiento a un personaje como Fujimori en la piel de Biviana Goto. 

En la serie número 2, se recuerda a las mujeres luchadoras de la historia. La selección solo ha podido abarcar a 10 como las más representativas. Importante esta mención tomando en cuenta que muchas de ellas han sido simplemente dejadas de lado a la hora de contar la historia del Perú. Desde la batalla por los derechos humanos, pasando por la política, ciencia, arte, deporte, literatura y activismo desfilan figuras como Victoria Santa Cruz, Indira Huilca en un corto aún por estrenar; Maria Elena Moyano, Angelica Espinoza, Mama Angelica, Etna Velarde, entre otras. 

Finalmente la serie número 3, es la que se viene gestando en alianza con Bicentenaria y el Programa de Juventudes Red Pública del PNUD para que las jóvenes aprendan cómo realizar sus cortometrajes desde la etapa misma de la escritura. El objetivo es que los adolescentes que han sido también seleccionados puedan diseñar y expresar cuáles son sus expectativas y deseos de una sociedad distinta bajo conceptos transversales. 

Este proyecto Bicentenaria nació el 2017 cuando 200 mujeres tomaron el parque de los Próceres de la Independencia en Jesús Maria y con sus diferentes expresiones, revisaron el papel que ellas han tenido desde la independencia. El resurgimiento del feminismo a nivel mundial es definitivamente un punto de partida para que se puedan impulsar proyectos de esta naturaleza. 

La pandemia obligó a los artistas del teatro La Plaza a considerar el audiovisual como formato y realizar estos cortometrajes que dan vida a este enorme proyecto. Enorme no solo porque se extiende desde julio hasta octubre de este año, sino porque revisa, celebra y propone lo que como sociedad nunca se ha considerado antes, que es el saber escucharnos. Escucharnos desde la diversidad e incluyendo a todas las comunidades que antes han sido puestas en categorías inferiores por el orden social, patriarcal y colonial impuesto. 

Un motivo para celebrar el bicentenario es encontrar proyectos como este que recojan desde la cinematografía un registro diferente, libre y con verdadera independencia y pluralidad. 

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Calzón rojo, Karen Bermedo
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