Opinión

Esta vez la pobreza peruana no necesitó de un grupo de élite militar que diera un golpe de estado a la élite económica que la causaba. Tampoco tuvo necesidad de que un grupo de católicos comprometidos hablara por ella. La pobreza cobró vida doscientos años después de fundada la República y se encarnó en personas con mayoría de edad, capaces de elegir a un candidato presidencial que ha llevado sus reclamos hasta el gobierno con la ilusión que los resuelva. Un candidato y un partido que no son de Lima.

Cuando se promulgó la Ley orgánica de Gobiernos Regionales el 19 de noviembre de 2002 se aceptó, tras varios intentos fallidos de integración departamental, que cada departamento establecido en la Constitución de 1979 tuviera su propio gobierno regional, menos la capital, la ciudad de Lima (y luego dicen que no hay discriminación). Desde ese momento las elecciones regionales fueron provocando una crisis en los partidos nacionales que ya en la década de 1990 habían sufrido una desideologización severa. En las primeras elecciones regionales del 2002 se impuso el APRA como el principal partido de oposición a Perú Posible, el partido del entonces presidente Alejandro Toledo. Pero en las siguientes elecciones del año 2006 la mayoría de los gobiernos regionales fueron a manos de movimientos políticos locales en lugar de ir a partidos nacionales. El APRA, que ganó las elecciones presidenciales, sólo logró ganar en dos departamentos y los demás partidos nacionales aún menos. Se produjo entonces una escisión entre los partidos nacionales, todos con sede principal en Lima y los movimientos políticos locales, de tal manera que los nacionales lideraban las elecciones presidenciales, y los locales, las regionales. Mientras tanto, el Congreso se mantuvo como un lugar de confluencia de gobernantes regionales o alcaldes provinciales que al culminar sus periodos se integraban a las listas de candidatos al congreso que albergaban los partidos nacionales. En este proceso de democratización y desarrollo político de movimientos locales la fragilidad de su permanencia en el tiempo y el clientelismo han sido rasgos característicos debido a que los cargos públicos en muchas ocasiones son la principal fuente de ingresos para un sector de la población, sobre todo en zonas de difícil acceso. En ese marco, el Movimiento Político Regional Perú Libre fundado en Junín el año 2007, da origen a un Partido Político Nacional que hasta el año 2016 simplemente se retira en las elecciones presidenciales. De ahí que se pueda deducir que ha sido el candidato Pedro Castillo y no el fundador del partido, acusado de corrupción, quien ha logrado atraer la votación del 40% de votantes regionales.

Más allá de que concordemos o no con los reclamos y soluciones de los que nos habla el candidato Castillo en sus discursos, estamos viviendo un momento particular en nuestra historia. En esta ocasión no es un migrante que viene del campo a la ciudad para poder sobrevivir huyendo del hacendado, tampoco es un senderista que viene del campo a la ciudad para imponer su justicia de terror: nos encontramos ante un dirigente político que tuvo el poder de derrocar a la ministra de Educación y que ha conseguido que la población más pobre del país se sienta representada por su discurso. El discurso del SUTEP es sumamente criticado. Se considera que su orientación ideológica prioriza lo salarial y la estabilidad laboral al aumento de calidad en la enseñanza, pero en una crisis como en la que nos encontramos, ¿cómo no va a representar al más pobre el defensor de la protesta, del salario y de la estabilidad laboral? ¿No es acaso lo más deseado por sus votantes?

El Perú es un país que cumple doscientos años de ser gobernado por alguna élite costeña que siempre se ha enriquecido gracias al trabajo mal remunerado o alguna forma de enganche. Nos acostumbraron a vivir pensando en que algo nos chorrearía. Pues resulta que doscientos años demoró la democracia peruana en conseguir que la mayoría decida. Si la mayoría del país está signada por la pobreza y desde ahí toma sus decisiones, aceptemos la responsabilidad de haber tenido la educación como parte de un sistema que buscaba la conveniente sostenibilidad de la ignorancia y por favor, como limeños, dejemos de lanzar aullidos de miedo, abstengámonos de imponer nuestras recetas y propuestas políticas al candidato. Tiene todo el derecho a decidir a quiénes se acercará para conformar el equipo que pueda realizar sus ideas lo más cercano que pueda a como él las ha imaginado para el país y para la población que representa. Nuestra tarea consistirá en defender, nuestros derechos, nuestras instituciones democráticas y el equilibrio de poderes si sus propuestas son injustas, autoritarias o ineficaces. Demos un salto de madurez política. Las peruanas, los peruanos más pobres ya no creen en promesas de 3,000 colegios. Han conseguido llevar su demanda laboral, y desconfianza en la corrupción y el extractivismo hasta la presidencia. Les queda ahora asumir su responsabilidad al respecto. Llegó la hora de que nos tratemos como iguales.

5 de mayo de 2021

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Elecciones 2021, Gobierno, Perú Libre

El foco de las críticas en la campaña electoral está puesto sobre el planteamiento económico del candidato de Perú Libre. ¿Está equivocado en todo lo que propone? ¿En qué sí y en qué no?

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Elecciones 2021, Pedro Castillo, Perú Libre

Es una buena fórmula verbal la empleada por Keiko Fujimori para expresar su diferencia respecto del cambio radical que propone Pedro Castillo. Según la última encuesta de Ipsos, 86% de la población quiere un cambio del modelo (32% radical, 54% moderado), de modo que mal puede estacionarse como una simple defensora del modelo.

Pero cualquier narrativa antiestablishment que quiera desplegar la candidata de Fuerza Popular tiene que ser respaldada por los hechos y por los gestos. Y en esa medida, poco o nada ayuda que presente un equipo técnico conformado por los rostros gastados de Carmen Lozada, Martha Moyano, Jorge Baca y Patricia Juárez!!! Eso es más de lo mismo. No es renovación. ¿No tenía a nadie más que mostrar? Si la idea era reforzar el albertismo, es un esfuerzo absurdo porque ese voto ya lo tiene consigo.

Es verdad que el antivoto keikista viene disminuyendo (de 70% en marzo a 50% en la última medición), pero si Keiko de verdad quiere aliviar esa mochila va a tener que mostrar algunos propósitos de enmienda respaldados en nombres frescos, independientes, no fujimoristas.

El de Luis Carranza es, por ejemplo, una buena muestra de lo que debe mostrar. Carranza es un economista que garantiza un manejo macroeconómico serio y fue él el artífice del boom económico del segundo gobierno de Alan García. Pero a la par se necesita conocer una baraja de potenciales Premier o, muy en particular, de probables ministros de Educación, considerando que las mayores rabias y furias keikistas de los últimos cinco años se asentaron en ese sector (teniendo como víctimas a Jaime Saavedra y Marilú Martens).

Keiko tiene el camino cuesta arriba. Debe recuperar el sector AB derechista (empeño que ya está casi logrado), debe conquistar los sectores D y E (aún en proceso), debe asegurarse algún porcentaje significativo en el arisco sur antifujimorista (lo más complicado), y debe aminorar el antivoto (tarea que parece haber olvidado).

Todo ello requiere de una estrategia fina, múltiple, de varios frentes de batalla simultáneos. Pero no puede cometer errores tan ingenuos como el del anuncio de su “equipo técnico” de la vieja guardia. Le resta, no le suma.

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Elecciones 2021, Fuerza Popular, Keiko Fujimori

Se acerca poco a poco Keiko Fujimori a Pedro Castillo, según la última encuesta de Ipsos. El 16 de abril estaba el candidato de Perú Libre en 42% y la candidata de Fuerza Popular en 31% (le llevaba 11 puntos). Ahora, el 30 de abril, están en 43-34 (9 puntos de diferencia). Si sigue la tendencia, la final será de fotografía.

Algunas cifras relevantes de la encuesta: en Lima Keiko pasa de 43 a 51%; en la región Centro, Castillo cae de 68 a 55% (la dura campaña contra Cerrón parece estar surtiendo efecto); en el sur Castillo sube de 58 a 64%; en el oriente Keiko sube de 29 a 36%.

En el sector A, Castillo cae de 17 a 11% y Keiko arrasa, subiendo de 52 a 81%; en el B, Keiko sube de 39 a 45%; en el D Castillo cae de 50 a 46% y Keiko sube de 25 a 28%; en el E sube Castillo de 56 a 60%.

Entre los jóvenes de 18 a 25 años se ha producido un vuelco: Castillo cae de 42 a 39% y Keiko sube de 29 a 38%. Finalmente, entre la población femenina, Keiko crece de 32 a 38%.

Viene funcionando, al parecer, la estrategia keikista de ir primero conquistando el A, B y C y luego pasar al D y E. Por ello, la narrativa antiestablishment estrenada en el debate y que seguramente veremos repetirse a lo largo de la campaña.

La candidata de Fuerza Popular tiene aún tarea pendiente en zonas del país que le son adversas (básicamente el sur y aún el centro), pero sobre todo tiene que ganar la batalla en el E.

Otro dato relevante es que el antivoto keikista ha venido disminuyendo de 70% en marzo, a 55% el 16 de abril y ahora 50% a fines de abril. El antivoto de Castillo sube, en cambio de 30 a 33% (en marzo no se le medía porque no aparecía en las encuestas). Al parecer, conforme se le va conociendo va perdiendo adeptos.

La encuesta de Ipsos no mide el debate, el mismo que creemos ganó Keiko y que vieron cuatro millones de personas. La encuesta referida es, sin embargo, reveladora de tendencias y promete una final ajustada.

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Antivoto, Encuestas, Keiko Fujimori

Por: Banda, García Contto, Sialer y Saravia

Si nos acostumbramos a entender todo de la misma manera, nada nos va a parecer diferente. Por eso en este artículo quisimos traer miradas diferentes para entender las implicancias del último debate. Desde la antropología, la política y la semiótica. Lo que leas acá no estará en ninguna editorial ni en el prime time. Pero créeme, te va a ayudar más a entender lo que pasa.

La foto de la encuesta de anoche de Ipsos, que es predebate, muestra básicamente lo mismo que se mostraba la semana pasada. Y la ante pasada. Un Castillo pasando apenas el 40%. Una Fujimori escalando bastante lento. Lima opuesta al interior. Los planos de interpretación en este momento nos llevan a tratar de sacarle el jugo a las cifras, aunque éstas nos digan muy poco más de lo que ya sabemos. Por eso, planteamos un diálogo virtual a partir del debate con 3 profesionales que desde sus disciplinas nos ayudarán a darle un poco de vueltas al actual panorama.

Gabriela Sialer, Gonzalo Banda y Jose García Contto, desde la antropología, la política y la semiótica nos dan luces interesantes sobre cómo se dio el debate y lo que podemos esperar a partir de ello.

El sábado a la una, mejor dicho a la una y media de la tarde, muchos nos pegamos con este primer debate y hubo tantas interpretaciones como cuentas de tuiter existen. Reconozco mi incapacidad para saber quién ganó, sobre todo porque no hay un método que nos guíe en esta tarea. Pero encontramos una frase de Matheus Calderón que nos llamó la atención:

“Corruptos como la «gallina que come huevo». Corrupción como «barrer las escaleras». «Votar por el pueblo, no por su verdugo». «La gran corrupción es constitucional». El manejo del lenguaje (a la vez coloquial y político) de Pedro Castillo es tremendamente superior al de Keiko.” 

Y nos planteamos la pregunta de si estábamos en capacidad de lograr descifrar la apuesta que cada candidato hacía y sobre ello le consultamos al panel. Sobre el debate en sí mismo, hay que señalar que estamos ante un factor pérdida que García Contto señala muy bien, que tiende a igualar a los candidatos: 

“una importante parte del “encuentro” en Chota se perdió en la transmisión televisiva, el “sabor de mitin”, la sensación de “acto público”. Creo que son pocas las tomas abiertas o planos panorámicos de la audiencia en la plaza mayor de Chota. Por tanto, pasamos a lo que “se nos deja ver” en la transmisión. No aparece alguno de los personajes como más fuerte o débil, visual o gestualmente, tampoco en su despliegue verbal”

Pero en el desarrollo mismo del debate, aparentemente la correlación de fuerzas estuvo pareja. Opino de manera similar, en un debate de plaza abierta se miden gestos incluso más que mensajes, y en ese sentido, Banda señala que:

“En lo simbólico, que es lo cuenta en esta reyerta callejera a la que se desafiaron en Chota. Castillo se mostró calmado y hasta diría contenido, no mostró ningún ademán autoritario, confiado de su respaldo popular, tuvo momentos notables de confrontación buenos. A Keiko es muy justo reconocerle el temple de haberse parado en una plaza opositora, quizá le jugó mal el tuve que venir “hasta aquí” y visiblemente su actitud fue más fuerte y confrontacional”.

Sialer va en ese mismo sentido: 

“Fuera del discurso, el acto de Keiko de salir de su zona de confort directamente a “territorio enemigo” en el primero de los debates con su competidor y “no correrse” fue en justa medida, rescatable considerando que este acto elemental de diálogo tuvo una valla muy baja en primera vuelta. El problema es que repetir al menos 4 veces la frase “He venido hasta aquí” se interpretó más como un meme y un innecesario ejercicio de ego, sin empatía, sin un deseo de aproximación genuinamente deseado.”

En esa confrontación de fuerzas, es claro que no hay un ganador por unanimidad, pues cada quien tendrá su evaluación en función de cada variable que considere relevante. Por eso sería injusto declarar a algún ganador como avasallante. Porque, como pocos han notado, García Contto señala que buscar un ganador “se vuelve absurdo cuando tienes candidatos hablando a sectores sociales opuestos en la escala económica, y para quienes el “ganador” va a ser radicalmente diferente, según su percepción y lectura”

Un elemento que Banda destaca y que pareció un eje de contención de Castillo contra Fujimori es la condición de localía. En los moderadores y en el mismo candidato hubo muchos gestos de agradecimiento a Fuerza Popular por llegar a su casa, recibiendo como respuesta el ya famoso “tuve que venir hasta acá”

“Creo que Castillo ha conseguido que se lo identifique como el candidato del campo que recibe a la candidata de la ciudad. Al candidato de las regiones que recibe a la candidata de Lima.  Keiko ha conseguido asegurar que se le identifique como una candidata que no huye de los retos, que no arruga. Es claro que ella ha dado un giro de timón para acercarse a los sectores más populosos.”

Ese coraje de Keiko ha sido reconocido también por propios y extraños. ¿A nivel de arrastre popular va a significar algo? Considero que se balanceó con la torpeza de llegar tarde. Pero un elemento percibido por Sialer en su análisis lo hace muy interesante. Cómo se presentó cada candidato y qué nos quieren transmitir con ello:

“Keiko ha incorporado la camiseta de la Selección Peruana de Fútbol, con su poderosa polisemia: el concepto de “ponerse la camiseta”: compromiso, entrega, darlo todo por el Perú. Lo mismo hizo Castillo, con una casaca blanca con el logo de, ¡oh sorpresa!, Marca Perú. 

Con esto, algunas hipótesis: el candidato no fue consciente de todo el background marketero de Marca Perú dentro del concepto global de marca país y partió de la internalización popular que ya tiene el concepto para el colectivo, relacionado al orgullo y la esperanza nacional; es una jugada maestra sutil para subrayar que está a favor de la economía internacional y las alianzas empresariales, tema que aún le falta muchísimo por aclarar y desarrollar; y otro eje es que Chávez también se ponía la casaca deportiva olímpica oficial de Venezuela. A estas alturas debería tener símbolos mucho más claros y de menos libre interpretación, pero creo que esto es parte de la zona gris en que se encuentra en cuanto a qué cede y qué mantiene de su discurso original.”

Sobre la orientación del discurso García Contto hace un análisis de cómo será percibido el mismo por los diferentes NSE:

“Para el NSE A y B, Castillo es inconsistente, inorgánico, incoherente, no deslinda de Cerrón, su discurso es desordenado y poco comprensible. No ven propuestas concretas y solo retórica y dichos populacheros. Para D y E, Castillo les habla “como ellos” con expresiones claras y metáforas cotidianas que son comprensibles sobre cómo eliminar la corrupción (barrer la escalera de arriba abajo), o figuras de cercanía sobre “ser como ellos” (sus hijos y la educación estatal). Eso sumando a sus discursos previos de nacionalismos.” Esa empatía consideramos que puede ser crucial en esta campaña.

Finalmente, ¿qué implicancias tendrá el debate? Sialer considera que se ha tratado más de una pelea de egos y que no se ha logrado exponer o mostrar nada que sea relevante. Banda considera que sí se ha logrado obtener un buen termómetro: “Castillo si bien tuvo momentos buenos en el ataque, ante Keiko es muy sencillo ganar en el ataque, se enredó en lo programático, y muy pocos reflejos políticos para responder por su flanco más débil que es Cerrón. Keiko ha comenzado a pronunciar la palabra cambio, pero se enfrenta a la montaña más dura que es su antivoto, a ella cada punto le cuesta muchísimo, al revés que a Castillo.”

Por su parte García Contto nos devuelve a la pregunta inicial, de cómo medir a cada candidato en el debate y estresando las diferencias señala:

“Castillo no podrá crecer en el sector AB, el tema es más que ideológico o sobre “el modelo”, es también de lenguajes (socioculturales), que “no se le entiende”. El misterio es el sector C, particularmente el urbano. ¿Qué lenguajes y prácticas rigen en estos espacios? ¿En qué medida las acciones y discurso de Castillo son entendidos (o no) ahí? Por su parte, sospecho que Fujimori seguirá fortaleciéndose en sector A, y creciendo en el B.  Pero dudo que eso ocurra en los sectores D y E. Más allá de la multiplicación de sus promesas populistas, Fujimori no logra adquirir esa “aura popular”, una suma de gestualidades y modales que se traducen como “ser parte de”. Por supuesto, me pregunto si eso es algo que “se puede adquirir”, o se tiene que “sufrir”, o si algún gobernante lo tuvo realmente o fue ficción.”

Ideas relevantes, novedosas, que aportan un punto de vista diferente al análisis de una campaña que nos reta y nos va a retar por mucho tiempo como decodificadores de la opinión pública. Hay que abrir más la ventana para iluminar más la casa.

 

Fue un triunfo ajustado el que obtuvo Keiko Fujimori en el debate de ayer sábado en Chota. En el intercambio formal, estuvieron casi a la par, Castillo no es tonto y sabe desenvolverse. Pero no fue en ese terreno que se logró la victoria.

Hay que ver el debate en sentido estratégico, como parte de las respectivas campañas electorales. Y en esa medida, de arranque, que Keiko le haya arranchado el debate a punta de presionarlo y que además haya estado dispuesta ir a jugar de visitante le juega a su favor en el imaginario popular (en la provincia de Chota Perú Libre sacó el 66.48% de los votos en la primera vuelta). La candidata de Fuerza Popular está perdiendo y tiene mucho más que ganar que Castillo, quien anda arriba en las encuestas.

Pero el triunfo efectivo pasa por las narrativas empleadas durante el debate. Keiko Fujimori, como ya adelantamos en un informe en Sudaca (https://n9.cl/843gm) pasa del anticomunismo inicial al despliegue de estrategias antiestablishment, populistas, dirigidas a conquistar los sectores D y E. Así, su planteamiento del canon directo a las poblaciones, la reactivación de los recordados programas sociales de los 90 (Pronaa, Foncodes, Pronamachas, Caminos Rurales), la duplicación de ingresos de Pensión 65, etc., apuntan directamente a ese bolsón.

Frente a ello, Castillo luce paralizado. Ni siquiera aprovechó el debate para arremeter en los flancos débiles de su rival, como son el recuerdo del autoritarismo corrupto de los 90 y la virulencia irracional de la bancada fujimorista de los últimos cinco años. Castillo tiene que alimentar al antivoto fujimorista y antikeikista, pero no lo hizo. Al parecer, juega instintivamente esta segunda vuelta y no tiene una estrategia diseñada.

No tendrá poca incidencia este debate. Solo en señal abierta superó los dos millones de telespectadores, a ello hay que sumarle los canales de cable, las radios nacionales, las radios regionales (poderosa sumatoria de audiencias) y los portales digitales que se sumaron a la transmisión. Debe haber habido cuatro millones de peruanos escuchando en vivo el debate de Chota. De a pocos, Keiko parece írsele acercando a Castillo.

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Chota, Debate, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

Realmente es increíble lo que sucede ahora en el Perú. Al observar desde la lejanía una se da cuenta de que carecemos de muchos valores esenciales, y uno de ellos es la dignidad. Tal vez no tengamos memoria en recordar todas las nefastas acciones que vivimos en la década del 90, todo lo que sufrimos los peruanos bajo una dictadura en que la corrupción afloró, como la pus, de mil maneras. Hoy en día tenemos un escenario complejo, con dos opciones electorales, y lo que un grupo importante de peruanos hace es irse por lo malo conocido, ¿por qué?…. Por el egoísmo que los circunda y sin duda por miedo a lo desconocido.

Nuestra nación se une siempre en los partidos de fútbol, cuando juega nuestra selección, pero luego volvemos a caer en ese sentimiento individualista, racista y clasista que caracteriza en gran parte a los sectores dominantes. Lamentablemente, también cunde a veces entre los más populares. He vivido los últimos años en el Perú, y sé que hay gente con mucho potencial. Hay mucho talento y mucha gente óptima y trabajadora. En contraste, he visto también gente que por contactos y “vara” ocupa sitios que les quedan grandes. Por eso apoyo al profesor Pedro Castillo. Creo que la puntualidad, la humildad, y la experiencia de haber trabajado toda la vida lo han preparado mucho mejor para enfrentar a un Perú que cada día sufre más las consecuencias de gobiernos corruptos y mafiosos.

Creo que si realmente queremos un cambio y anhelamos ser mejor país no podemos apoyar ni el robo, ni el crimen y mucho menos a una candidata que ha sido procesada y que todavía lo sigue estando, y que solo busca la impunidad…. Por favor, lo que necesita el Perú es trabajo, inclusión y una economía que trascienda a los más abandonados, sobre todo ahora en esta crisis de dimensiones bíblicas que significa la pandemia, en que los peruanos están muriendo por decenas de miles.

¿Que el Perú se convertirá en Venezuela? Lo dudo mucho. Ya ha asegurado el candidato Castillo que implementará cambios dentro de las normas constitucionales, trabajando a fondo con el nuevo congreso. ¿Que habrá golpe militar si va muy lejos, como predice el Marqués de Vargas Llosa? Pues también hay sectores dentro de nuestras Fuerzas Armadas y Policiales que están por el cambio siempre que se respeten las normas vigentes, lo cual incluye renegociar los contratos con las grandes corporaciones internacionales y utilizar esas ganancias para mejorar los sectores de salud y educación, sobre todo. ¿Que Castillo es “resentido y reaccionario” porque no apoya de plano las agendas por la igualdad de género y de los grupos LGTBIQ? Eso estará por verse, pues esa igualdad debe pasar primero por el empoderamiento social y económico de esos sectores junto con el del resto de peruanos. Y de hecho tiene congresistas que lucharán por esas justas causas. Keiko, por otro lado, fue consistente en bloquear desde su bancada congresal muchas normas en favor de esos grupos a lo largo de los últimos años.

Es un riesgo, sin duda, apostar por esta opción. Pero el riesgo es mejor que la podredumbre, las esterilizaciones, los asesinatos y la escandalosa corrupción que ya le conocemos al clan Fujimori (porque el papá de Keiko sin duda gobernará tras bambalinas, con toda la corte de los 90 que ya la candidata exhibió como su equipo de gobierno).

Recuperemos la dignidad, hermanos peruanos. Nuestro país es muy grande, muy rico en historia y recursos. No dejemos que los saqueadores de siempre, como ocurre desde casi quinientos años, lo sigan depredando.

 

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Elecciones 2021, Pedro Castillo

Corría la segunda mitad del año 2011, Ollanta Humala recién había asumido la Presidencia de la República y el flamante canciller, Rafael Roncagliolo, me convocó a su despacho en Torre Tagle. El ministro de exteriores lucía inquieto, tenía dos metas que, sobre la mesa, parecían irreconciliables: de una parte, buscaba defender la posición peruana en el litigio contra Chile ante La Haya, para lo cual requería de una vocería de prensa, esto es periodistas y analistas que, fuera del sector exteriores, difundiesen homogéneamente la postura oficial peruana. De la otra, que el proceso no se descarrile y que la larga historia de exabruptos nacionalistas de ambos lados no terminase con alguno de los dos países pateando el tablero para quedarnos sin fallo, sin mar y con todas las especies marinas que pudiesen navegar bajo el extremo sur de nuestro litoral chapoteando en la arena. 

La segunda vía, que estaba intrínsecamente vinculada con la primera, abría además la posibilidad de desarrollar aspectos de la relación bilateral en las que ya hacía algún tiempo yo me encontraba particularmente interesado. Es este tema de la reconciliación binacional, asunto en el que, valgan verdades, no me han hecho mucho caso, o tal vez sí, pero sin alcanzar a convertirlo en política de estado, que es lo que considero prudente y necesario. En todo caso, esta es materia para otra discusión.  

Para organizar la vocería de prensa, Rafo Roncagliolo trabajó de la mano con estupendos diplomáticos, como los embajadores Gustavo Meza Cuadra y Claudio de la Puente, pero requería también de los servicios de un viejo zorro de la prensa, de alguien capaz de lograr que los convocados consensuemos. Vaya si no aprendí en Torre Tagle el valor de las relaciones humanas en el éxito o fracaso de las políticas de los estados, en el estallido de las guerras y el advenimiento de largos periodos de paz. Ese hombre fue Santiago Pedraglio, y desde entonces se dio el peruanísimo milagro (porque en el Perú rara vez ocurre) de que nuestro país contó con dos docenas de voceros de las más diversas procedencias políticas, ideológicas, profesionales, y que todos insistíamos, en cuanto medio de prensa visitamos, en que la declaración de Santiago de 1952 no constituía un tratado de límites y que, por consiguiente, correspondía al prestigioso jurado holandés establecer la línea equidistante entre los mares del Perú y Chile en nuestra frontera marítima sur. Supimos también que el Tratado de Libre Pesca de 1954, a pesar de no ser limítrofe, se nos presentaba más complicado pues mencionaba en alguna parte que el paralelo geográfico era la frontera marítima, aunque no decía que tan hacia el fondo del mar se extendía ese paralelo y por eso la corte lo fijó en 80 millas, obteniendo el Perú un ganancial de 120 millas respecto del estatus quo vigente hasta ese momento que era hasta las 200 millas náuticas. 

Los dos milagros

Alguna vez, entrevistado por Augusto Álvarez Rodrich, señalé que el mejor fallo sería el fallo acatado. Es que, más allá del voluntarismo victorioso de ambas partes, el verdadero triunfo cívico e integracionista solo se lograría el día en que las marinas del Perú y Chile tracen la nueva frontera establecida por la CIJ, en el marco del derecho internacional, y superando de este modo, la sempiterna desconfianza mutua, que hasta el día de hoy habita en algunos sectores de nuestras sociedades. Y ese milagro se produjo apenas dos meses después de conocida la sentencia, en marzo de 2014. 

Pero el otro milagro, que se dividió en varios pequeños, fue la eclosión integracionista de la sociedad civil para generar un efecto cojín frente al fallo por venir. Recuerdo la pareja de cantantes binacional, Dámaris y Américo, y su canción a la integración; las ediciones de El Comercio-El Mercurio y La República-La Tercera que compartieron días previos a la sentencia las versiones del otro país en sus páginas centrales, pues conocerse es el primer paso para desterrar la desconfianza. Ciertamente, muchas de estas medidas fueron la continuación de las dos vías iniciadas por Rafo Roncagliolo, en los tiempos de su sucesora, la primera canciller mujer del Perú, Sra. Eda Rivas, también de destacada labor. Días antes del fallo, tres decenas de historiadores binacionales publicaron Las Historias que Nos Unen, compilación que tuvo por finalidad mostrar a nuestros pueblos que no solo nos une –o separa- una guerra fratricida. 

Mucho trecho queda por recorrer. A  poco de anunciarse el fallo, un problema de espionaje nos obligó a retroceder abruptamente mucho de lo avanzado durante el periodo de las dos vías del canciller. Pero la semilla estaba sembrada, recuerdo que tiempo después me avisaron que, tras el lío de los espías, ya los embajadores habían retornada cada cual a su embajada sin que nos enteremos el común de los mortales. El litigio les había enseñado a los diplomáticos de ambos países a trabajar en silencio en un nivel de coordinación y de confianza que hoy es la base para pasos futuros que son indispensables para mirar el porvenir como una esperanza compartida. En esa mirada, Rafael Roncagliolo fue sin duda un estadista que señaló un camino de integración para el siglo XXI. Ojalá sepamos transitarlo. 

No encuentro las condiciones autoritarias predisponentes que Steve Levitsky halla en el proyecto fujimorista actual. Nadie duda, por cierto, del gen autócrata que anida en una candidata que, inclusive, basó su estrategia de primera vuelta en resaltar la “mano dura”.

Pero no le sería posible emprender esa ruta, reeditando los parámetros autoritarios de los 90, así lo quisiera. ¿Puede controlar el Poder Judicial y el Ministerio Público? No puede. Hay una flamante Junta Nacional de Justicia que ha reemplazado al corrupto Consejo Nacional de la Magistratura y la JNJ está blindada constitucionalmente. Para tumbárselo necesitaría controlar siete poderes del Estado.

¿Puede tumbarse el Tribunal Constitucional y lograr así una última instancia que avale sus eventuales devaneos autoritarios? Es imposible. Es cierto que toca cambiar a seis de los siete magistrados del TC que ya cumplieron su mandato, pero para hacerlo, se requiere de 87 votos que no tiene.

Keiko Fujimori podría lograr en el Parlamento una coalición de 65 parlamentarios a lo sumo, sumando los propios de Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Renovación Popular, Avanza País y hasta los de Somos Perú. Con ese número apenas logrará aprobar leyes, evitar que la vaquen o que le censuren ministros a cada rato. No más que eso.

Levitsky no le da relieve a que el experimento autoritario de los 90 fue posible gracias a un golpe respaldado por las Fuerzas Armadas y a una elección posterior del Congreso Constituyente Democrático donde Fujimori obtuvo mayoría absoluta. Y Montesinos labró el control de ciertos circuitos del Poder Judicial en labor de años, con el objeto paralelo de administrar la autoridad electoral.

¿Eso puede o quiere hacer Keiko? Es imposible. Los poderes fácticos que supuestamente la podrían respaldar están muy venidos a menos. Los gremios empresariales, los medios de comunicación y la tecnocracia liberal -la trenza derechista- no pesa hoy ni la mitad de lo que podía hacerlo hace diez años. Y las FFAA de hoy están dirigidas por quienes eran jóvenes oficiales que vieron la podredumbre del montesinismo y la cárcel de sus superiores. ¿Se sumarían graciosamente a un proyecto autoritario?

Keiko va a tener una oposición fuerte en el Congreso por más que Perú Libre se parta en tres si Castillo pierde. Y tendrá además una calle antikeikista dispuesta a movilizarse al menor atisbo de autoritarismo. Y ya vimos cómo bastaron algunos miles para tumbarse a un gobierno.

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Encuestas, Keiko Fujimori, Pedro Castillo
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