Opinión

[OPINIÓN] Recuerdo, hace muchos años, que en casa teníamos una ama entrañable, Mama Zoila, que nos crió desde niños. Una señora morena, de esas que marcan la vida. En las elecciones de 1980 me preguntó, con toda seriedad:
—Rik Ahrdito, dime quién va a ganar para votar por él.

Desde entonces entendí que las encuestas, además de números y gráficos, son para muchos peruanos una brújula improvisada: un atajo para no pensar.

El problema es que en el Perú esa brújula suele estar imantada por cualquier cosa menos por la realidad. Las encuestas pasaron de ser medianamente acertadas a convertirse en una broma. Hace apenas dos días, el alcalde de Lima insultó la encuesta de Ipsos que —ironía suprema— lo coloca primero a ocho meses de la elección. Pero Porky, bien asesorado, puso el parche antes de que salte el chupo: como quien teme que lo acusen de haberla comprado, y la descalifica de arranque. Gran movida.

El archivo de las encuestas

Para aterrizar la discusión, pedí a la inteligencia artificial un repaso de lo ocurrido entre 2006 y 2021. El resultado confirma lo que sospechamos:
• 2006: Lourdes Flores lideraba con 30%. Terminó tercera. Humala, que arrancó en 3%, se llevó la primera vuelta.
• 2011: En marzo hubo triple empate en 22%. Un mes después, Humala subió 13 puntos y ganó.
• 2016: Guzmán apareció fuerte, pero lo sacaron. Verónika Mendoza pasó de 4% a casi 19% en semanas.
• 2021: Castillo marcaba 3% en marzo. Un mes después tenía 19% y fue primero. Forsyth, que empezó primero, acabó sexto.

El patrón es claro: los favoritos tempranos suelen desinflarse y los desconocidos, cuando la coyuntura los empuja, crecen como cohetes en cuestión de días.

La conclusión incómoda:

No se trata de que Ipsos, Datum o CPI midan mal. Se trata de que el electorado peruano es volátil, impredecible y decide en la recta final. Las encuestas no predicen; entretienen. Son espejos de feria que deforman la figura y nos hacen creer que vemos el futuro, cuando en realidad apenas miramos un reflejo distorsionado del presente.

 

[EL DEDO EN LA LLAGA]  Alejandro Bermúdez, exsodálite expulsado el 25 de septiembre de 2024 de la suprimida sociedad de vida apostólica Sodalicio de Vida Cristiana, afirma en un artículo del 20 de agosto de 2025 en su blog Hoy en la Iglesia que sigue haciendo “trabajo apostólico-periodístico”, que es como él le llama a lo que en realidad es propaganda ideológica proselitista, donde la objetividad y la honestidad intelectual brillan por su ausencia. Lo que sí tenemos que agradecerle es su cruda sinceridad para confesar las interpretaciones que él sostiene —y qué probablemente comparten muchos exmiembros de la extinta Familia Sodálite— sobre el proceso de supresión de las asociaciones fundadas por Luis Fernando Figari, a las cuales la Santa Sede borró del mapa eclesiástico por ausencia de carisma. Del Espíritu Santo, se entiende.

La sinceridad de Bermúdez —un sujeto que se cree todas las elucubraciones surgidas de su enfermiza mollera— no implica objetividad, como se constata en el siguiente párrafo:

«El Sodalicio de Vida Cristiana está muerto. Lo ejecutó Jordi Bertomeu —con la rúbrica de Francisco—, junto a dos comunidades femeninas: la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y las Siervas del Plan de Dios. Todas, criaturas de Luis Fernando Figari».

Mons. Bertomeu sea quizás uno de los eslabones menos poderosos en la cadena de mando de la decisión de suprimir las criaturas de Figari. Pero es hacia él que se dirigen los misiles verbales de Bermúdez, cargándole con toda la responsabilidad. Para el dizque periodista católico, Mons. Bertomeu sería un genial titiritero, que supo manipular magistralmente a todos los actores involucrados en la decisión final, entre los cuales cabe mencionar al cardenal Carlos Castillo (arzobispo de Lima), al cardenal Pedro Barreto (arzobispo emérito de Huancayo), al cardenal Robert Prevost (obispo emérito de Chiclayo y actual Papa León XIV), a Mons. Charles Scicluna (secretario adjunto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe), a Sor Simona Brambillla (prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica) y al Papa Francisco, quien —según Bermúdez— se habría limitado a firmar los decretos de supresión mientras pensaba en las musarañas de Marte.

Lo que no reconoce Bermúdez, a través de esta confesión, es que Mons. Bertomeu había sido designado como representante nada menos que por el Papa Francisco para investigar al Sodalicio y gozaba de su absoluta confianza. Mucho menos reconoce que al Sodalicio lo suprimió la Santa Sede, la instancia suprema de la Iglesia católica, y no una persona en particular.

La siguiente confesión de Bermúdez es sumamente inquietante. Más que revelar las intenciones de quienes decidieron liquidar al Sodalicio por falta de carisma, revela lo que los capitostes del Sodalicio consideraban intocable, inaccesible, cuasi sagrado. Dice Bermúdez:

«El problema, como siempre, es el dinero. Los míticos mil millones de dólares —los MMM— que, según la leyenda urbana, el Sodalicio escondía en algunas bóveda secretas, no existen. Y da igual cuántas “investigaciones” publique Paola Ugaz, la “especialista” autoproclamada en las finanzas del difunto: el tesoro es tan real como el Arca perdida en versión Hollywood».

Tan míticos como pretende Bermúdez no parecen ser esos mil millones, considerando que en la Asamblea General del Sodalicio de 2012 se reportó el balance económico de la institución que, hasta ese año, llegaba a la suma de casi 450 millones de dólares. Resulta lógico inferir que, pasados más de 12 años desde entonces, esa suma debe ser considerablemente mayor. Ciertamente no estaban a nombre de la institución, como el mismo Bermúdez confiesa:

«El total de los bienes con el que contaba el Sodalicio han sido consolidados y puestos a disposición de la Santa Sede. Y la cifra, comparada con los MMM, es microscópica».

Es el mismo Bermúdez el que se encarga de aclararnos dónde pueden estar esos millones:

«Lo que fue el dinero operativo del Sodalicio está en manos de asociaciones civiles legítimas y autónomas. Están legalmente constituidas, no son entidades eclesiales y actúan con la libertad que les concede la ley, allí donde se encuentren. Y no hay maniobra canónica —y mucho menos mediática— que cambie la realidad. […] ¿Resultado? El “tesoro” está tan fuera de alcance como la Atlántida».

El 4 de agosto, en su podcast Punto de Vista, Bermúdez apuntaba sobre el mismo tema:

«Hay gente que se sigue quejando de que al Sodalicio no han podido sacarle —ni le van a poder sacar— todo el dinero que esperaban para las víctimas, y las supuestas víctimas, que son más que las víctimas».

Se percibe un cierto regocijo en que el Sodalicio haya puesto a salvo el dinero y que éste no se halle disponible para pagarles reparaciones justas a las víctimas. Más aún, Bermúdez le niega arbitrariamente esa condición a la mayoría de los afectados, cuando la experiencia demuestra que en casos de abusos las víctimas falsas suelen ser una minoría muy reducida. Es ésta quizás una de las confesiones más perversas que nos brinda la honestidad brutal —en sentido literal— de alguien que hace de la violencia verbal y del sarcasmo su modo habitual de proceder. Y que hace de la falta absoluta de empatía un motivo de orgullo, cosa que creíamos sólo propia de los psicópatas.

Y aun cuando Bermúdez admite la existencia de un “dinero operativo” —según las investigaciones de la periodista Paola Ugaz, alrededor de mil millones de dólares— que el Sodalicio ha logrado poner fuera del alcance de las autoridades eclesiásticas para que no vayan a un fondo de reparación de las víctimas, insiste en que en el cálculo de las indemnizaciones «los MMM no entran en la ecuación, porque no existen». ¿No existen o más bien no estaban a nombre del Sodalicio como institución? ¿Nos dirá Bermúdez algún día a cuánto asciende ese “dinero operativo”? ¿O también negará que existe?

Más adelante vuelve a insistir en la misma afirmación errada ya señalada más arriba:

«Bertomeu disolvió el Sodalicio, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, las Siervas del Plan de Dios y, en un arranque de omnipotencia, el Movimiento de Vida Cristiana.

Pero disolver un movimiento de fe es como abolir la ley de la gravedad: buena suerte con eso».

El sujeto gramatical de la oración es incorrecto, pues no corresponde a los hechos —como ya he señalado—. No fue Bertomeu, sino la Santa Sede —por voluntad expresa del Papa Francisco— la que efectuó las disoluciones. Asimismo, si el Movimiento de Vida Cristiana pudo en 1994 ser aprobado por el Consejo Pontificio para los Laicos con la categoría de asociación internacional de fieles de derecho pontificio, de la misma manera también puede ser disuelto.

Pero la supresión de una asociación no implica la supresión de las personas, que siguen estando en libertad de practicar una vida cristiana de acuerdo a su conciencia. Y mantienen su derecho a la libertad de asociación, que les garantiza la ley eclesiástica a todos los fieles católicos. Sin embargo, han de tenerse en cuenta las observaciones del Código de Derecho Canónico:

«305 § 1. Todas las asociaciones de fieles están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente, a la que corresponde cuidar de que en ellas se conserve la integridad de la fe y de las costumbres, y evitar que se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica; por tanto, a ella compete el deber y el derecho de visitarlas a tenor del derecho y de los estatutos; y están también bajo el régimen de esa autoridad, de acuerdo con las prescripciones de los cánones que siguen.

  • 2. Todas las asociaciones, cualquiera que sea su especie, se hallan bajo la vigilancia de la Santa Sede; están bajo la vigilancia del Ordinario del lugar las asociaciones diocesanas, así como también las otras asociaciones en la medida en que trabajan en la diócesis».

«La vida cristiana no pide permiso» dice Bermúdez. Pero es deber de cada obispo y de la Santa Sede vigilar toda asociación de fieles que se reconozca a sí misma como católica y evaluar si merece su beneplácito, para evitar que se caiga en los diversos abusos que se dieron incluso en el Movimiento de Vida Cristiana. Y afortunadamente no es Bermúdez quien tiene la última palabra al respecto ni sobre lo que es auténtica vida cristiana.

Con su supresión, el Movimiento de Vida Cristiana ha perdido poder en las estructuras de la Iglesia católica, pero donde haya grupos atomizados del MVC que ya no ostenten ese nombre sino otro y que sigan aplicando el mismo sistema de disciplina y la misma “espiritualidad”, habrá que seguir denunciando sus excesos, advirtiendo de sus peligros, aun cuando el obispo —que también los hay— les haya dado patente de corso. Estoy de acuerdo con Bermúdez en que la vida sigue, pero esta vida tiene que ser distinta a como era antes para que la misma historia no se repita.

Finalmente, Bermúdez —aunque expulsado del ahora inexistente Sodalicio— confiesa que sigue convencido de su llamado a la vida consagrada. Esto más puede ser un indicio de que aún no ha procesado el duelo por la desaparición del Sodalicio, y sigue en etapa de negación. Y no le queda más remedio que soñar en quimeras, o imaginarse lo que no puede ser. Pues si el llamado de Bermúdez se dio en una institución que nunca tuvo carisma del Espíritu Santo, y cuyo fundador Figari —un abusador en toda línea— jugó un papel importante e irreemplazable en ese llamado dentro de su historia personal, entonces no hubo llamado sino engaño. Y Bermúdez prefiere seguir creyendo en esa farsa antes que aceptar la realidad y buscar un derrotero más conforme con la prédica del Jesús de los Evangelios.

Es verdad que Dios puede inspirar a una persona a vivir los consejos evangélicos o a seguir un camino de entrega radical incluso en contextos no formales. Por ejemplo, alguien podría sentirse llamado a una vida de oración y servicio, pero para que esto se considere vida consagrada en sentido canónico, debe integrarse en una estructura aprobada por la Iglesia. En ausencia de un carisma reconocido, el llamado no podría interpretarse como vida consagrada propiamente dicha.

Aparentemente, Alejandro Bermúdez todavía no ha terminado su proceso de adaptación a la pérdida significativa que han significado su expulsión del Sodalicio y la disolución de la institución, y sigue levantando defensas emocionales que perpetúan el conflicto interno, con predominancia de emociones negativas. Mientras no resuelva ese conflicto, seguirá buscando un chivo expiatorio en Mons. Jordi Bertomeu y lanzando mierda con ventilador sobre las sabias decisiones que ha tomado la Iglesia respecto al Sodalicio y las demás fundaciones de Luis Fernando Figari.

[Música Maestro]  Bajo el cielo celeste de la ciudad de Huancayo, a tres horas de las pampas de Junín donde se produjo, hace 201 años, una de las batallas que sirvieron para la retirada del ejército español -que intentaría regresar cuatro décadas después- las comparsas y pasacalles llenan actualmente de alegría las calles en cada festividad de esta linda ciudad conocida hoy como “La Incontrastable”, apelativo recibido por otro combate histórico, ocurrido en diciembre de 1820.

En esas fiestas modernas, densas capas de saxofones se entremezclan con las agudas voces de hombres y mujeres usando trajes típicos en una fiesta de colores, sonidos y simbologías que reflejan el peso que ha tenido el mestizaje instalado desde la colonia y perdura hasta hoy como marca de identidad y orgullo de la capital cultural del centro del país.

Saxofón: herencia europea

El saxofón es un instrumento de viento netamente europeo. Fue inventado a mediados del Siglo XIX por el fabricante belga Adolphe Sax (1814-1894) y pasó de inmediato a ser parte fundamental del sonido de bandas militares, orquestas sinfónicas y ensambles operísticos y tradicionalistas de Europa. Durante la década de los años veinte del siguiente siglo el saxofón llegó a los Estados Unidos a través de espectáculos parisinos de vaudeville y se incorporó al lenguaje del jazz, género en el que se estableció de manera definitiva, con músicos que hicieron evolucionar su sonido y técnicas de ejecución a niveles de alta complejidad. A través del jazz y sus derivados, el saxo se hizo vital en bandas de estilos tanto anglosajones como latinoamericanos, adquiriendo una presencia global, transversal a toda la música popular.

¿Cómo llega el saxofón a los andes peruanos?

A comienzos del siglo XX, según algunos investigadores, habría llegado el saxofón al Valle del Mantaro. Como relata brevemente el musicólogo Juan Clímaco Huayre Cochachín, en una tesis publicada por la Pontificia Universidad Católica del Perú, existen algunas teorías acerca de ese primer encuentro entre el dorado instrumento europeo y las montañas cobrizas de nuestra serranía: “… son varias las historias de su llegada al valle, como la del minero norteamericano que ofreció en venta su saxofón para compensar a una familia por haber accidentado a su hijo, los militares que regresaron a sus tierras después de haber cumplido el servicio militar donde aprendieron a tocar el saxofón, entre otras…”

Lo cierto es que, junto al clarinete -otro instrumento de viento de raigambre europea, en este caso de Alemania- el saxo y sus principales variantes -soprano, alto, tenor, barítono- fueron asimilados por los músicos huancaínos y su uso, que iba de lo ceremonioso/ritual a lo celebratorio -y todo lo que podamos encontrar en medio- se convirtió en sello característico de la tradición musical huanca, tanto como lo fueron también el arpa y el violín, también provenientes del Viejo Mundo.

El estilo de ejecución de los saxos de la región Junín es totalmente diferente al que se desarrolló en sus países de origen, más acotado y elemental, marcando líneas melódicas rotundas, secas, en bloques que van de seis hasta veinte saxos, con dos o tres voces armónicas distribuidas de forma equitativa, espacios para líneas libres entre compás y compás, que pueden ser cubiertas por intervenciones de algún saxo solista, un clarinete o un violín. En el microcosmos de las orquestas típicas, tener más saxos es señal de fuerza, jerarquía y capacidad económica de sus organizadores.

Orgullo huanca: entre huaynos, huaylarsh y mulizas

A solo 300 kilómetros de la capital del Perú, colindando con las provincias limeñas de Huarochirí y Yauyos, se encuentra Huancayo, principal ciudad de la provincia de Jauja, región Junín, donde históricamente muchos expertos aseguran que debió ubicarse el centro administrativo de nuestro país. Conocida como “La Incontrastable” desde 1822, por la valentía y coraje de sus pobladores además de su impertérrito cielo claro, es una de las zonas del centro de los Andes peruanos que más aportes ha dado al folklore nacional.

Huaynos, mulizas y santiagos conforman la tríada de géneros que, ya sea cantados o en versiones instrumentales, animan el nutrido calendario de festividades que unen la herencia española con las costumbres agrícolas, ganaderas y mineras de esta parte del Perú. A esos tres debemos sumar, por supuesto, el huaylarsh que, tanto en sus versiones clásicas como moderna, expresan la alegría, identidad y picardía de danzantes en pareja que, lanzando agudos gritos y zapateando con energía, ofrecen a los visitantes una visión completa de lo que significa ser huancaíno. Los Ases de Huancayo es una de las principales orquestas cultoras del folklore de la sierra central, junto con otros Ases, los de Huayucachi, ambos formados por integrantes de la familia Unsihuay y su líder Javier Unsihuay Bello, fallecido en el año 2021, víctima del COVID-19.

Compositores como los hermanos Maximiliano (1931-2013) y Emilio “Moticha” Alanya Carhuamaca (1925-1989) -recordados por sus huaynos Corazón de piedra, Ayrampito y Falsía-, Francisco Leyth Navarro (1942-2005) -director y líder de la Estudiantina Perú- y, especialmente, Zenobio Dagha Sapaico (1920-2008) -violinista considerado el máximo impulsor del folklore huanca-, por mencionar solo a tres, han contribuido con sus creaciones y grabaciones a mantener vivo el legado musical de Huancayo, con canciones que han sido interpretadas por los mejores exponentes del canto andino.

Asimismo, la región Junín es pródiga en danzas extremadamente significativas y vistosas, con trajes coloridos y máscaras que representan personajes de la Colonia y las faenas socioeconómicas de la región. Por ejemplo, podemos mencionar a las más populares como la chonguinada, la tunantada, los avelinos y la huaconada. Cada una posee sus propios lenguajes y simbologías, usando como fondo el estentóreo y ronco coro de saxofones que le aportan personalidad a una de las expresiones vernáculas más admiradas en el Perú. El 8 de noviembre del año 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) integró a la Incontrastable Ciudad de Huancayo en la Red de Ciudades Creativas en la categoría de música.

Flor Pucarina y Picaflor de los Andes: Íconos

Durante los años sesenta y setenta se produjo un fenómeno artístico que abrió los ojos de la capital, ensimismada en el vals criollo, los ritmos afrocaribeños y la música negra. Como consecuencia de las migraciones del campo a la ciudad, importantes intérpretes de distintas regiones de la sierra peruana llegaron a Lima e impusieron sus repertorios, dirigidos a amplios públicos que trajeron a la capital la efervescencia de los coliseos provinciales. Así, las clases populares tuvieron contacto directo con aquellas opciones musicales que, debido al centralismo, eran totalmente ajenas y desconocidas.

De aquella ola de cantantes destacaron notablemente dos hijos ilustres de Huancayo: Víctor Alberto Gil Mallma y Leonor Efigenia Chávez Rojas, más conocidos por sus nombres artísticos, Picaflor de los Andes (1928-1975) y Flor Pucarina (1935-1987). Ambos grabaron, si sumamos sus producciones individuales, algo más de 25 discos de larga duración con los principales sellos discográficos del país -Iempsa, Sono Radio, Infopesa, El Virrey- y centenares de discos de 45 RPM con huaynos, mulizas y huaylarsh. Picaflor de los Andes sobresalió además como compositor, siendo Flor Pucarina una de sus principales intérpretes. No podemos dejar de mencionar al cantautor Juan Pablo Bolívar Crespo (1918-1998), más conocido como El Zorzal Jaujino, compositor de Jauja, canción popularizada por Alicia Maguiña en 1976 y que podemos ver aquí, interpretada por “La Novia del Perú”, Amanda Portales.

La popularidad de ambos cantantes se mantuvo inalterable durante décadas, gracias a su ascendencia entre los nuevos públicos limeños conformados por segundas y terceras generaciones descendientes de migrantes nacidos en la capital. Sin embargo, con la decadencia del sistema educativo promovida desde los años noventa, la música de Huancayo se limitó a ser fondo para videos de PromPerú y reportajes de canales de señal abierta concentrados en aspectos superficiales de posicionamiento turístico mientras que en las escuelas nacionales el folklore y sus figuras más emblemáticas fueron desapareciendo hasta volverse artistas de culto, recordados por minorías conformadas por sus colegas, paisanos, investigadores y melómanos, pero inexistentes para las grandes masas.

Orquestas típicas: tradición y actualidad

El periodista y fotógrafo nacido en Lima y radicado en Huancayo, Guillermo Joo Muñoz (81), dedicó su vida profesional al estudio, difusión y recopilación de historias e imágenes relacionadas a la escena musical del folklore huanca. Desde 1967 ha construido un archivo valioso que ha reunido en diversas publicaciones, entre las que destacan Huancayo y sus intérpretes (2015), Testigo de una época (2017) y la más reciente, Orquestas típicas en Huancayo (1926-1985), del año 2021, resaltando la presencia y participación de las orquestas típicas en la vida de la comunidad como vehículo de expresión de emociones y acompañamiento de festividades y recitales.

En su último libro, Joo Muñoz recorre la historia y evolución de las orquestas típicas de Huancayo, colectivos de instrumentistas que animan festividades en todo el Valle del Mantaro como, por ejemplo, la subida y peregrinación al nevado Huaytapallana, en el mes de julio. La religiosidad, marcada por el sincretismo o combinación de elementos españoles con iconografía andina; más el espíritu celebratorio de los pueblos huancaínos produjeron la conformación de estas orquestas típicas, en las cuales brillan clarinetes y saxos, marcando el paso de santiagos, avelinos y huacones con firmeza y profundidad.

Las orquestas típicas más famosas del Valle del Mantaro se cuentan por decenas, desde las primeras formadas entre 1930 y 1950 hasta las del periodo dorado del folklore nacional, entre 1955 y 1975: Juventud Huancaína de Zenobio Dagha (1950), Los Ases de Huayucachi de la familia Unsihuay (1974), la legendaria Lira Jaujina de Tiburcio Mallaupoma Cuyubamba (1932) y Los Engreídos de Jauja de los hermanos Marcial y Julio Rosales (1964), posteriormente conocida como Los Engreídos del Perú.

Muchas de estas orquestas han continuado su camino artístico hasta hoy, gracias a los descendientes de sus fundadores, al margen de las modas y preferencias de las grandes masas, interpretando repertorios clásicos de la región y acompañando a artistas reconocidos, como la mencionada Amanda Portales y Eusebio “Chato” Grados (1953-2020), nacido en Pasco pero muy identificado con el sonido huanca, hasta valores más contemporáneos que combinan tradición y modernidad.

Los saxos y sus roles en la orquesta típica

  • Saxo soprano: es el de sonido más agudo. Realiza líneas melódicas en la octava más alta de la escala, tocando al unísono con el clarinete.
  • Saxo alto: es el registro central de la orquesta. Generalmente aparece en los fraseos solistas entre compás y compás, aunque también sirve como segunda voz.
  • Saxo tenor: se ubica en el registro grave de la orquesta, a una octava por debajo del saxo alto. Se usa como segunda voz armónica y le da color a la melodía principal.
  • Saxo barítono: cierra el registro grave las orquestas con un sonido profundo, a dos octavas por debajo del saxo alto.

El país de los saxos, una aproximación documental

En el año 2007, la periodista Sonia Goldenberg (Lima, 1955) estrenó el documental El país de los saxos, una aproximación valiosa al universo personal de algunas de las figuras más destacadas de las orquestas típicas del Valle del Mantaro, sus sueños y experiencias, así como esa conexión especial con el saxofón que ha caracterizado a la música de la región Junín desde inicios de la década de los años cincuenta.

En el largometraje conocemos la historia de don Julio Rosales (1932-2019), fundador y líder de la prestigiosa orquesta Los Engreídos de Jauja quien, por necesidades económicas, tuvo que emigrar a los Estados Unidos, donde trabajó y vivió muchos años. La película narra sus dificultades para adaptarse al anonimato y la soledad en tierras extrañas y la nostalgia que lo forzó a retornar a su tierra, en el año 2006, en medio de homenajes y emotivos reencuentros con sus amigos y familiares que lo recibieron como una estrella popular.

En paralelo, la documentalista nos presenta a Gady Mucha, descendiente de otra familia musical de Huancayo, fundadores de la orquesta típica Selecta Mucha Hermanos. A diferencia de sus paisanos, Gady desarrolló un gusto más global por el saxofón y, a partir de su afición al cine clásico de Hollywood, integró fraseos de jazz en los pasacalles en los que participaba, lo cual le ocasionó algunos problemas con sus colegas.

Aunque no ofrece mayor información sobre los músicos, dejándolos siempre en el anonimato a pesar de sus importantes trayectorias en el ambiente musical peruano -Rosales y su orquesta ha acompañado durante años a los principales iconos de nuestro folklore como Flor Pucarina, Picaflor de los Andes, entre otros-, el documental de Goldenberg exhibe por primera vez ante una audiencia global la interesante y significativa tradición del uso del saxo, un instrumento de la vieja Europa, en varios de los géneros y danzas de música andina más representativos de nuestro país.

[OPINIÓN] El mayor yerro de la historiografía que ha estudiado la polémica Haya-Mariátegui es establecer su análisis siguiendo la pauta establecida por el “Amauta” para  romper con Haya de la Torre y con el APRA. Las cuestiones partido-frente, denominar socialista al movimiento, o lo relativo a las simpatías de Haya por el Kuomintang  fueron los tópicos elegidos por el fundador del socialismo peruano para atacar a la novel organización fundada por su contemporáneo trujillano pero no constituyen las cuestiones de fondo que explican el enfrentamiento.

Nosotros planteamos, y lo hemos señalado en nuestro artículo LIMA NO RESPONDÍA (Parodi 2022), así como en una reciente conferencia en la Universidad del Pacífico y otros textos más, que tanto Haya como Mariátegui fueron marxistas, ambos creían en la revolución, la lucha de clases y la instauración del socialismo al final del camino. La cuestión que los separó al punto de la más abrupta colisión fue la hoja de ruta a seguir para llegar hasta él, o, en un primer momento, a la captura del poder para, paso seguido, construir el socialismo.

La formación marxista de Haya de la Torre recibe influencia directa y prioritaria de Vladimir Lenin. El líder de la revolución rusa creó un partido de cuadros y de células perfectamente coordinadas y conformadas por militantes de la más alta formación y preparación para, al presentarse el momento crítico, asaltar el poder e iniciar la construcción del socialismo. Fue precisamente lo que hizo Ulianov a partir de octubre de 1917 en la tierra de los soviets.

Víctor Raúl adaptó las ideas de Lenin a las realidades peruana y latinoamericana. A través del Esquema del Plan de México, urdió una estrategia para que, en virtud del levantamiento simultáneo de un ejército obrero que debía formarse en la norteña ciudad de Talara y de ocho células apristas desperdigadas por el país que debían insurreccionarse en simultáneo se derrocase al dictador Augusto B. Leguía y se capturase el poder.

El marxismo de Mariátegui se formó en Europa. Es sintomático que, a diferencia de Haya, el “Amauta” no llegase a la URSS. Esa puede ser la explicación de la fuerte influencia que recibió de marxistas revisionistas europeos como Antonio Gramsci, George Sorel, Antonio Labriola, entre otros. A diferencia de posturas como las de Bernstein y Masaryk, que planteaban el socialismo sin marxismo y sin revolución -ideario desde el que se construye por entonces la socialdemocracia europea- Mariátegui, como Labriola antes, sí reivindica la revolución, pero la dota de una espiritualidad que Lenin rechazó rotundamente.

Influenciado también por Gramsci y su concepto de hegemonía cultural, José Carlos llega a la conclusión de que antes de la revolución el proletariado debe elevarse a la conciencia de sí mismo y de su rol en la historia. Solo cumplida esta premisa, y  dotado de una mística cuasi religiosa, a la que aporta Sorel desde sus mitos -más específicamente el mito de la huelga general- podrá el proletariado alzarse en revolución y tomar el poder.

Un elemento adicional, pero fundamental a tomarse en cuenta, es la intervención de la Internacional Comunista en el enfrentamiento entre nuestros dos personajes. Haya había roto con ella en 1927, seguidamente los soviéticos contactaron a Mariátegui quien pasa a integrar su atmósfera al menos dos años antes de que sus postulados colisionasen con los de Victorio Codovilla -Jefe del Secretariado Sudamericano de la IC- en junio de 1929.

El resultado de los caminos y circunstancias aquí descritas fue el rechazo rupturista de Mariátegui al Plan revolucionario de Haya -Esquema del Plan de México- en epístola del primero fechada 16 de abril de 1928, en la que, inclusive, acusa de fascista a Víctor Raúl. Nosotros sostenemos que debido a la concepción marxista original del “Amauta”, este no hubiese aceptado sumarse a la revolución aprista en ciernes en 1928. Sin embargo, su cercanía con la Comintern lo llevó a adoptar posturas que fueron más allá de una polémica, discrepancia o intercambio de ideas. La consigna cominteriana era destruir al APRA y disputarle el espacio en el Perú, Mariátegui actuó en consecuencia y triunfó parcialmente en el empeño: dividió a prácticamente todas las células apristas existentes y bloqueó la insurgencia que Haya planeaba levantar en el Perú.

La <<polémica Haya-Mariátegui>>, en su manifestación historiográfica, presenta dos problemas de fondo: el primero es haberse desarrollado a partir de las acusaciones que Mariátegui levantó en contra de Haya, sin inquirir que estas podrían ubicarse en la superficie de motivaciones mucho mayores. La segunda es caer en el maniqueísmo de destacar el marxismo de uno y vilipendiar el del otro, o, lo que es más grave, romantizar la imagen de uno y, en simultáneo, denostar la del otro. De esta manera, la intencionalidad política suplantó el análisis desde las ciencias humanas y sociales.

Dentro de los límites de este artículo, nosotros proponemos que tanto Víctor Raúl Haya de la Torre -durante la fase internacional del APRA 1924-1930- y José Carlos Mariátegui, hasta su partida el 16 de abril de 1930, fueron dos marxistas brillantes que adaptaron, cada cual a su modo, las tesis marxistas soviéticas y europeas a las realidades peruana y latinoamericana. Colisionaron porque cada uno manejaba un tiempo de la revolución distinto. Pensamos que en tanto que marxistas latinoamericanos deben ser materia de estudio riguroso, así como de enseñanza y  recordación pues constituyen puntales del pensamiento político peruano y continental.

Sobre el mismo tema ver la siguiente conferencia pronunciada en la Universidad del Pacífico para el grupo de diálogo Visionarios.

https://www.youtube.com/watch?v=U4VEpPNJGok&t=79s

[ENTRE BRUJAS] La promulgación de la ley de amnistía en el Perú es una afrenta directa a la memoria, la verdad, la justicia y a las víctimas, bloqueando sus procesos de reparación. Nadie puede negar que la violencia política que sacudió al país entre los años 1989 -2000 fue iniciada por los grupos terroristas, especialmente Sendero Luminoso, cuyas acciones sangrientas dejaron un saldo devastador. El Estado tenía derecho —y obligación— de responder para proteger a la población. Sin embargo, ese derecho legítimo no podía usarse por los agentes estatales para, con taras racistas y clasistas, desplegar practicas brutales que llevaron a graves violaciones de derechos humanos: violaciones sexuales, muchas de ellas colectivas y sistemáticas; torturas; desapariciones forzadas; ejecuciones extrajudiciales. Estas atrocidades golpearon a las comunidades más vulnerables del país, y entre ellas, de manera particular y brutal, a mujeres, niñas, adultos mayores, en su mayoría quechuhablantes o de territorios indígenas.

La Comisión de la Verdad y Reconciliación documentó que la violencia sexual fue usada de manera sistemática como arma de guerra: mujeres fueron violadas delante de sus hijos, niñas fueron sometidas por grupos de soldados, y muchas víctimas quedaron embarazadas producto de estas agresiones. Estos crímenes no solo buscaban humillar y destruir a las víctimas, sino desintegrar el tejido social de comunidades enteras. Son violaciones que, por su gravedad implican una responsabilidad penal que trasciende el paso del tiempo, se constituyen en crímenes de lesa humanidad y no prescriben.

Las matanzas de Putis, Accomarca, Barrios Altos, Socos y tantas otras no son episodios aislados: son heridas abiertas y deudas pendientes de reparar. En Putis, alrededor de 92 personas —casi la mitad menores de edad— fueron asesinadas y enterradas en fosas comunes, tras haber sido sometidas a tratos crueles y abusos. En Accomarca, 69 comuneros, entre ellos mujeres embarazadas y niñas, fueron ejecutados y sus cuerpos quemados para borrar la evidencia. En Barrios Altos, 15 personas, incluido un niño de ocho años, fueron acribilladas por un escuadrón paramilitar. En Socos, 32 civiles fueron masacrados en una noche por efectivos de la Guardia Civil.  Es a estos criminales despiadados a quienes hoy se pone como héroes y se celebra.

Quienes defienden a estos criminales son cómplices y se han encargado de construir una narrativa falsa; ya que no son héroes de la “patria”, muchos de los verdaderos policias y militares que si hicieron su trabajo éticamente y lucharon por alcanzar la paz, han sido olvidados por aquellos mismos que hoy protegen a algunos y promuevan la amnistía de delincuentes.

Solo puedo expresar mi consternación y solidaridad frente los familiares de víctimas, ya que sus procesos de verdad, justicia y reparación quedan bloqueados, avivando nuevamente la llama del olvido. La amnistía recién aprobada no solo cierra las puertas a cientos de juicios en curso, sino que anula condenas firmes, incluyendo aquellas por violencia sexual. Esto significa que responsables de crímenes contra mujeres, niñas y adolescentes, podrán quedar libres sin cumplir sus penas y en total impunidad.

El retroceso no se limita al plano interno. Esta decisión coloca al Perú de espaldas a sus compromisos internacionales. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha establecido de manera inequívoca que las leyes de amnistía que protegen crímenes de lesa humanidad —incluyendo la violencia sexual— son incompatibles con la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Al ignorar estos fallos, el Estado peruano entra en abierta rebeldía contra un tribunal cuya jurisdicción aceptó libremente, debilitando su legitimidad frente a la comunidad internacional. A ello se suma el impulso de acciones para salir de su jurisdicción, como la creación de una mesa de trabajo que reevaluará la permanencia del Perú en el Sistema Interamericano y discursos que respaldan esta salida.

Lo más indignante es que esta ley ha sido celebrada por algunos de los condenados, como si se tratara de un triunfo personal, mientras las víctimas, siguen esperando justicia. La presidenta Dina Boluarte, al firmar y avalar esta norma, ha optado por la impunidad, enviando un mensaje claro y devastador: en el Perú, incluso los crímenes más atroces pueden quedar sin castigo.

Esta amnistía no borra los crímenes ni sana las heridas: solo oficializa el olvido y le da un marco legal a la injusticia. Hoy, más que nunca, debemos recordar que sin justicia no hay reconciliación, y sin memoria no hay futuro. El silencio o la indiferencia frente a este atropello es, en sí misma, una forma de complicidad.

[OPINIÓN] En el Perú, lanzar un proyecto de transporte público serio no es cuestión de salir en una foto con casco y chaleco. Requiere años de planificación, estudios, licitaciones y presupuestos. No es un formalismo, es la ley: es la diferencia entre un servicio seguro y sostenible, y un desastre en cámara lenta. Pero el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, parece convencido de que esos pasos son solo un estorbo para su “visión” de ciudad… y, de paso, para su agenda electoral.

Su más reciente ocurrencia: intentar poner en operación trenes en una red que no le pertenece a la municipalidad, sin permisos, sin planificación técnica, sin estudios de factibilidad, sin presupuesto aprobado y sin un sol de respaldo financiero real. Y todo esto, a pesar de que la ley es clarísima en que nada de lo señalado puede obviarse.

¿El material rodante? Tampoco es que ayude: no está a la altura de los estándares que el transporte moderno del Perú requiere. Pero ese es un problema secundario. Lo central es que el proyecto completo nace ilegal, improvisado y fuera de su competencia. Un tren fantasma… pero con su logo y bandera.

Frente a eso, el ministro de Transportes y Comunicaciones, César Sandoval, hizo lo que dicta la cordura: decir no. No por capricho, no por “poner trabas” —como ya repite el libreto del alcalde—, sino porque el transporte urbano en Lima es política de Estado. Y porque no se puede usar una red ferroviaria nacional como si fuera una maqueta personal para la precampaña presidencial.

El MTC y la ATU lo han dejado claro: las líneas 1, 2, 3 y 4 del Metro, el Ferrocarril Central y otras obras multimillonarias se vienen planificando y ejecutando con reglas, contratos y garantías. No se arriesga todo eso por un arranque populista que, además, puede meter a funcionarios en problemas judiciales antes de que el tren llegue siquiera a encender luces.

Sandoval no se ha limitado a decir “no”: a pesar de los insultos y maltratos del alcalde, ha ofrecido buscar soluciones legales y técnicas. Pero la ley es la ley, y su despacho no va a avalar un caballo de Troya pintado de modernidad.

La ironía es que el alcalde, experto en trenes y en victimizarse, quiere vender la historia de que él es el innovador bloqueado por la burocracia. Pero aquí, el guion le falla: el que improvisa y arriesga no es el héroe, y el que defiende la legalidad no es el villano.

Sin embargo, y para terminar, lo que más me sorprende —y decepciona— no es el capricho del alcalde, sino la comparsa que lo celebra. Un coro de aplausos con los pies, integrado por gente que fue a buenos colegios, que presume formación y que debería conocer, como mínimo, la ley. Pero ahí están, justificando lo injustificable, disfrazando un arranque populista de visión de estadista y validando que la improvisación se vista de gestión con tal de llenar el vacío electoral con un malo conocido.  Al final, parecen olvidar que un tren sin destino no deja de ser eso: un viaje directo… a ninguna parte.

[Música Maestro] Una pérdida irreparable

En sus conciertos y presentaciones en televisión, Eddie Palmieri era una incontenible fuerza de la naturaleza. Siempre con la boca abierta, emitiendo un extraño rugido, mecía al público con la mirada fija en sus músicos, arpegiando desde el piano sutiles líneas rítmicas que pasaban del jazz a la música clásica -como en la fantástica introducción de casi siete minutos de Un día bonito (The sun of the latin music, 1974)- y, de repente, cuando ordenaba el inicio de la descarga, todo se transformaba en un revolucionario huracán, un caos controlado por su experto dominio del ritmo y la improvisación.

Eddie se agitaba y aporreaba el piano. Por eso, en algún momento de esa carrera que sostuvo durante más de seis décadas, lo apodaron “el rompeteclas”. Y la cosa iba subiendo de intensidad. Se paraba, se sacudía y saltaba de espaldas al público, delante de su sección de vientos, lanzaba los brazos hacia arriba y los dejaba caer sobre el instrumento, tocando con los codos, con la mitad de su cuerpo, para después seguir con ese flujo que parecía disparar rayos eléctricos desde la mano derecha y un imparable tumbao, con la izquierda.

Su poblada barba negra y su apellido delataban la ascendencia de sus padres, portorriqueños de origen italiano. En sus años de mayor fama, Palmieri lucía como una combinación del tenor italiano Luciano Pavarotti y el cantante griego Demis Roussos. Pero en su toque nada había de mediterráneo, era puro fuego afrocaribeño. Solía aparecer vestido de un solo color, totalmente de blanco o de negro -de mayor prefería las camisas coloridas y los sombreros-. Para la última canción de cada espectáculo, terminaba despeinado, con la camisa abierta y el saco en el suelo, como si hubiera estado en el epicentro de un sismo de grado 8. El pasado miércoles 6 de agosto, en New Jersey, se apagó su llamarada a los 88 años, una pérdida irreparable para el universo de nuestros ritmos que hicieron bailar al mundo entero con elegancia y energía.

La exquisita música latina que produjo este extraordinario artista será recordada por los amantes de la salsa y el latin-jazz como una poderosa y auténtica manifestación de orgullo e identidad, en las antípodas del descalabro de poca monta, vergonzosamente chabacano de las “estrellas” actuales del latin-pop y el reggaetón, que se esfuerzan día a día por degradar la noción de “lo latino” a una sola imagen, asociada al exhibicionismo barato y la hipersexualización de todo.

Eddie Palmieri, uno de los arquitectos de la salsa

Aunque no le gustaba para nada el término “salsa”, no cabe duda de que Eddie Palmieri fue uno de los responsables de armar las bases que originaron el popular membrete, con su permanente preocupación por modernizar la receta de esa paila en la que se cocinaban todos los ritmos afrocubanos, allá en el Bronx neoyorquino, donde sus padres se habían establecido tras salir de su querida Ponce. Inspirado por su hermano Charlie, casi diez años mayor que él, que había estudiado en la prestigiosa escuela de Julliard, pidió a sus papás que lo inscriban en clases de piano. Juntos, a los 14 y 9 años, los hermanos Palmieri participaron en concursos de talentos y sorprendieron a todos con sus habilidades.

En los cincuenta, Eddie llegó a trabajar con algunos de sus ídolos, como las orquestas de los boleristas Vicentico Valdés y Tito Rodríguez. Para cuando formó el conjunto La Perfecta, a los 25 años, los Palmieri ya tenían un sólido dominio de la guaracha, el guaguancó, el bolero son y otros subgéneros provenientes de Cuba. Como las charangas del dominicano Johnny Pacheco y el boogaloo de Rafael Cortijo, Ray Barretto -con quien la prensa le inventó una supuesta rivalidad- o El Gran Combo, la música de Eddie Palmieri sirvió para cimentar la identidad salsera.

Entre 1961 y 1968, el Conjunto La Perfecta lanzó álbumes como Eddie Palmieri and his Conjunto La Perfecta (1961), El molestoso (1963) o Lo que traigo es sabroso (1965), en los que aparecieron clásicos como La Gioconda, Conmigo o Muñeca y, especialmente, una exploración rítmica llamada Azúcar pa’ ti que en su versión original alcanza casi los diez minutos. Ese tema se hizo fijo en sus presentaciones en vivo en las que podía extenderse al doble de su duración.

En paralelo, el pianista fue mostrando su orientación hacia el jazz, reflejada en dos elegantes discos junto al norteamericano Cal Tjader, lanzados a través del prestigioso sello discográfico Verve Records, El sonido nuevo (1966, donde destaca el tema Picadillo, escrito por Tito Puente) y Bamboléate (1967, que incluye la composición de Palmieri Resemblance, que revisitaría años después en su álbum de 1975, Unfinished masterpiece).

Los años setenta: Salsa vanguardista, experimentación y fusiones

Entre 1969 y 1979, se sumergió mucho más en la experimentación y el cruce de la naciente salsa dura con una decidida intención de meterle jazz y otros ritmos afroamericanos, sin alejarse nunca del sonido latino que era su principal fuente de inspiración. Ya en los sesenta, la voz que corría entre los bailadores era que, por sus extensos vuelos instrumentales, cada vez que tocaba Azúcar pa’ ti -su ineludible tour-de-force en esos años- “si querías salir a bailarla, tienes que esperar a que acabe el solo de piano, porque si no nunca podrás hacerlo”.

Así, discos como Champagne (1968) y Justicia (1969), sirvieron de prólogo para las que serían sus mejores producciones de la década siguiente. Desde Superimposition (1970, que contiene otro clásico, La malanga) hasta Unfinished masterpiece (1975), cada uno de sus discos contiene una inteligente mezcla de feroces ataques de salsa pura, en temas como Óyelo que te conviene o Nada de ti y joyas del latin-jazz como Una rosa española, en la que usa la melodía de un clásico beatlesco, You never give me your money (Abbey Road, 1969) o Caminando (con Eddie tocando el Fender Rhoads), del alucinante Vámonos pa’l monte (1971).

Por cierto, en el tema-título de ese LP se escucha un solo de órgano de su hermano Charlie que nos hace imaginar cómo habría sonado Jon Lord (Deep Purple) si alguien le hubiera enseñado a tocar música afrolatina. Eddie cruzó caminos con su hermano,-quien tenía por sí mismo un lugar bien ganado como colaborador de Tito Puente, Mongo Santamaría y muchos otros-, hasta su repentina muerte en 1988, víctima de un paro cardíaco, a los 62 años. Acá podemos verlos juntos, tocando en algún lugar del Central Park de New York.

Ese mismo año, 1971, Eddie armó una banda de latin-funk y soul llamada Harlem River Drive, que grabó un alucinante disco epónimo con letras de descontento político y social cantadas en inglés. En el álbum tocan Charlie Palmieri, algunos de sus colaboradores de La Perfecta y músicos muy conocidos en la escena norteamericana de jazz como Ronnie Cuber, Randy Brecker (saxos), Bruce Fowler (trombón) o Bernard Purdie (batería), quienes algunos años después comenzaron a trabajar con Steely Dan, The Blues Brothers, Frank Zappa y la banda residente del programa de televisión Saturday Night Live.

Mientras que los discos Sentido (1973) y The sun of latin music (1974, el primer disco de música latina premiado con un Grammy) se inscribieron también en el canon de la salsa dura, con canciones como Adoración o Nada de ti -donde se luce el violinista Alfredo de la Fe-, en 1978 volvió a romper esquemas con una producción titulada Lucumbí macumba voodoo, en donde encontramos influencias de la música disco, soul, funk y jazz con ritmos afrocaribeños y brasileños.

Un iconoclasta de naturaleza indomable

Aunque (casi) todos reconocemos a Eddie Palmieri por sus arrebatados hábitos sobre el escenario, una de sus facetas poco exploradas es su férrea vocación por defender a capa y espada causas civiles, desde las manifestaciones setenteras del movimiento revolucionario Los Jóvenes Lores -una organización de izquierdas surgida en Chicago y New York que luchaba por la independencia de Puerto Rico- hasta su decisión de no pagar impuestos a los Estados Unidos.

Como cuenta el periodista Giovanni Russonello en The New York Times, en una semblanza publicada tras conocerse el fallecimiento del pianista: “Su trabajo atrajo la atención no deseada de las autoridades más de una vez”. Cuando un grupo de independentistas fue arrestado por cubrir la cabeza de la Estatua de la Libertad con una bandera gigante de Puerto Rico, Palmieri ofreció un concierto benéfico para apoyarlos. Incluso dio recitales, al frente de Harlem River Drive, dentro de la conocida prisión de máxima seguridad neoyorquina de Sing Sing, que quedaron reflejados en dos sensacionales LP editados en 1972.

“Entre finales de los setenta e inicios de los ochenta”, refiere Russonello, “el señor Palmieri solía recibir la visita de los agentes de la I.R.S. -la SUNAT gringa- incluso en sus conciertos”. Para evitar ser capturado, muchas veces el pianista se vio en la necesidad de salir del escenario a la mitad de su presentación, encargándoles a sus músicos que terminen sin él. Incluso en alguna ocasión fue esposado y llevado delante de un juez. A mediados de los ochenta, esta situación lo llevó a serias dificultades económicas por la confiscación de sus regalías, un problema del que salió gracias a la intervención de su hijo Eddie Palmieri II, quien logró recuperar en 1992 alrededor de cinco millones de dólares que no había podido cobrar durante años.

Los cantantes y músicos de Eddie Palmieri

Como compositor, Eddie Palmieri ofreció suficientes espacios para mostrar los talentos de sus ensambles y, aunque en vivo se tomaba largos minutos para sus exploraciones en las blancas y negras, puso siempre especial énfasis en los músicos y cantantes que lo acompañaron, dejando que los instrumentos destaquen y las voces brillen con mensajes de orgullo latino, románticos sentimientos e identidad salsera.

Desde las épocas de La Perfecta, entre 1961 y 1969 tuvo como vocalista principal a Ismael “Pat” Quintana, quien después consolidó su fama como una de las estrellas de la Fania. En el camino, el conocido intérprete de clásicos como Vámonos pa’l monte, Conmigo, Adoración o el bolero Solo pensar en ti tuvo como compañeros, en la línea de micrófonos, a otros nombres destacados como Jimmy Sabater, Cheo Feliciano y Justo Betancourt. En 1981, para el disco Bárbaro -también conocido como “el álbum blanco” de Eddie Palmieri- se volvió a juntar el dúo de Cheo Feliciano e Ismael Quintana.

Entre 1973 y 1976 tuvo al boricua Ubaldo “Lalo” Rodríguez quien ingresó a la orquesta apenas a los 15 años. El cantante hizo suya la nueva versión de Óyelo que te conviene, incluida en el LP Unfinished masterpiece (1975), que Quintana había grabado una década antes para el disco Azúcar pa’ ti (1965). Rodríguez, poseedor de una potente y aguda voz, se hizo muy conocido como parte de la generación de la llamada “salsa sensual” con éxitos como Después de hacer el amor o Ven, devórame otra vez (Un nuevo despertar, 1988).

También pasaron por la orquesta de Eddie Palmieri dos cantantes muy conocidos. Por un lado, a fines de los ochenta, se unió Tony Vega, quien venía de otros dos reconocidos combos salseros, La Selecta de Raphy Leavitt y la banda del “Señor Afinque”, Willie Rosario, donde fue a parar en reemplazo de otro grande de la salsa portorriqueña, Gilberto Santa Rosa. Con Palmieri, Tony Vega -quien luego tuvo una exitosa carrera como solista- grabó el álbum La verdad (1987). Y, en 1992, una joven de 23 años llamada Lindabell Viera Caballero sorprendió al universo salsero con su potente voz, en un disco titulado Llegó La India, que inició su ascenso en el panorama de la música latina.

Un dato aparte es que el cantante peruano Renzo Padilla (46), residente en Estados Unidos desde el 2000, se unió a la orquesta de Eddie Palmieri en el 2015. Al año siguiente se le pudo ver acompañando al maestro en el segundo de los dos únicos conciertos que dio en el Perú, en un festival compartido con Rubén Blades. Eddie Palmieri había visitado por primera vez nuestro país en el año 1990, para el Gran Estelar de la recordada Feria del Hogar, velada inolvidable para quienes tuvimos la suerte de estar allí.

Entre los instrumentistas que han trabajado con Eddie Palmieri a lo largo de su trayectoria podemos mencionar, entre otros, a Manny Oquendo (percusionista neoyorquino que, después de trabajar con muchas leyendas del latin-jazz se abriría paso como solista frente a su propia orquesta, El Conjunto Libre), los trombonistas Barry Rogers (EE.UU.) y Jose Rodrigues (Brasil), el bajista Andy González, el trompetista Alfredo “Chocolate” Armenteros, el violinista Alfredo de la Fe, el percusionista cubano Francisco Aguabella y los saxofonistas Lou Marini, Randy Brecker y Ronnie Cuber, responsable del profundo saxo barítono presente en muchos de sus clásicos..

Entre la salsa y el latin-jazz

A partir de 1995, coincidiendo con el declive de la salsa, Eddie Palmieri se entregó de lleno al latin-jazz, sin dejar de presentarse con su ensamble salsero cada vez que tuvo oportunidad. Álbumes como Arete (1995), el sensacional Masterpiece, a dúo con Tito Puente y un elenco de invitados de lujo (2000) o Listen here! (2006), son verdaderas joyas, virtuosas y atemporales.

En este último, publicado con el prestigioso sello Concord Picante, Palmieri produjo un maridaje perfecto entre músicos afrocaribeños de amplio recorrido -John Benítez (bajo), Giovanni Hidalgo (congas), Horacio «El Negro» Hernández (batería)- y estrellas del jazz como Michael Brecker (saxo), Brian Lynch (trompeta) y Christian McBride (bajo) en una selección de standards y composiciones originales tocadas con brillo y pasión.

McBride, quien contó con la colaboración del pianista en su disco Conversations with Christian (2011), fue uno de los destacados músicos no latinos que lamentó profundamente su partida en redes sociales: “Usted bendijo al mundo al enseñarnos la historia compartida entre África, Norte, Centro y Sudamérica, que fluía a través de su piano. Fuimos afortunados”.

 

[EL DEDO EN LA LLAGA] No. No me refiero al congresista peruano Fernando Rospigliosi, quien militó en su juventud en el partido marxista Vanguardia Revolucionaria y ahora forma parte de la derecha autoritaria, mercantilista y antidemocrática representada por el partido Fuerza Popular de Keiko Fujimori. Me refiero al abogado alemán Horst Mahler, quien ha fallecido recientemente, el 27 de julio, a la edad de 89 años.

La primera vez que supe de él fue cuando leí su nombre en la extraordinaria investigación periodística plasmada en el libro “El complejo Baader-Meinhof” (“Der Baader-Meinhof-Komplex”) del periodista Stefan Aust, publicado por primera vez en 1985. Allí se narra al detalle la historia de la Fracción del Ejército Rojo (Rote Armee Fraktion, RAF), el grupo terrorista de izquierda que mantuvo en vilo a la sociedad alemana allá en la década de los setenta.

Al haber planeado la liberación violenta de Andreas Baader, quien purgaba prisión por ser responsable de haber iniciado incendios en dos tiendas de departamentos de Frankfurt, Horst Mahler es considerado junto con el mismo Baader, además de la periodista Ulrike Meinhof y Gudrun Esslin, pareja de Baader —quienes también participaron del plan efectuado el 14 de mayo de 1970—, uno de los iniciadores del grupo terrorista.

Ya el año anterior, el 1° de mayo de 1969, Mahler había fundado, junto con los abogados Klaus Eschen, Hans-Christian Ströbele y Ulrich K. Preuss, el Colectivo Socialista de Abogados (Sozialistische Anwaltskollektiv), un bufete gestionado colectivamente en Berlín Occidental, que defendió principalmente a estudiantes del movimiento del 68 de acusaciones penales y se hizo especialmente conocido en la opinión pública por la defensa de varios miembros de la Fracción del Ejército Rojo en el proceso de Stammheim (Stuttgart, mayo de 1975 a abril de 1977).

Pero Mahler no participaría de ese proceso ni como acusado ni como abogado defensor. Tras la liberación de Andreas Baader, huyó con más de 20 miembros de la RAF a Jordania para entrenarse allí en la “lucha armada”. De regreso en Alemania, tras participar en tres asaltos a bancos, fue arrestado en septiembre de 1970 y posteriormente condenado a 14 años de prisión. En 1974 decidió unirse a un insignificante partido maoísta y fue expulsado de la RAF. Asimismo, renunciaría al terrorismo como vía política. Con la ayuda de su entonces abogado, el ulterior canciller federal Gerhard Schröder, fue liberado anticipadamente en 1980 tras cumplir dos tercios de su condena. Su oficial de libertad condicional fue el teólogo evangélico Helmut Gollwitzer.

En 1987, el Tribunal Federal Supremo le permitió a Mahler recuperar su licencia como abogado. Nuevamente fue representado por Gerhard Schröder. El abogado exterrorista de izquierda, ¿se había finalmente rehabilitado? Aparentemente. Sin embargo, otro cambio se iba a operar en la vida del protagonista de esta historia.

Aproximadamente a partir 1997, Mahler comenzó a hacer pública su inclinación hacia el extremismo de derecha y a moverse en ese entorno. El 12 de agosto de 2000, se unió al Partido Nacionaldemócrata de Alemania (Nationaldemokratische Partei Deutschlands, NPD), una agrupación política de orientación neonazi, fascista y antisemita. En su comunicado de prensa al respecto, afirmó que consideraba la constitución alemana (Grundgesetz) como un «texto provisional para el período de transición hasta la restauración de la capacidad de actuar del Reich alemán». Entre 2001 y 2003, Mahler representó al NPD ante el Tribunal Constitucional Federal, cuando el gobierno federal intentó lograr su prohibición. Sus comunicaciones escritas al tribunal consistían en gran parte en pasajes de textos ideológicos de diversas procedencias. En 2003, tras el fracaso del procedimiento de prohibición, Mahler abandonó nuevamente el NPD, argumentando: «El NPD es un partido orientado al parlamentarismo, por lo tanto, anticuado y, al igual que el propio sistema parlamentario, condenado al colapso». Confirmaba así sus convicciones antidemocráticas.

En noviembre de 2003, Mahler fundó una asociación para la rehabilitación de los perseguidos por negar el Holocausto, a la que, además de él mismo, pertenecían varios conocidos negacionistas del Holocausto judío. La asociación fue prohibida en 2008 por ser contraria a la constitución.

Desde su liberación de prisión, Mahler defendió una y otra vez posiciones antisemitas. La base era una interpretación antisemita del idealismo hegeliano, en la que veía el germanismo y el judaísmo como opuestos dialécticamente. De la superación de esta oposición esperaba la constitución del “espíritu objetivo”, de acuerdo a la filosofía de Hegel.

Desde febrero de 2004, como cofundador del extremista Deutsches Kolleg junto con Reinhold Oberlercher y Uwe Meenen, enfrentó un juicio en el Tribunal Regional de Berlín por incitación al odio. El motivo fue un panfleto titulado “Proclamación del levantamiento de los decentes”, publicado en internet el 15 de octubre de 2000, poco después del llamamiento de Gerhard Schröder al «levantamiento de los decentes». En este texto se exigía, entre otras cosas, la prohibición de las comunidades judías en Alemania y la expulsión de todos los solicitantes de asilo y de «todos los extranjeros que se hayan quedado sin empleo». Además, se acusó a Mahler de haber permitido, en septiembre de 2002, la distribución a periodistas en la sede del NPD en Berlín-Köpenick de un documento en el que el odio contra los judíos se describía como «una señal infalible de un sistema inmunológico espiritual intacto». Según Mahler, los judíos «trabajan conscientemente en la descomposición de los espíritus nacionales y aspiran al dominio sobre los pueblos». Por ello, afirmaba, «incluso los Protocolos de los Sabios de Sion, aunque sean una falsificación, son testimonio auténtico del espíritu judío».

Debido a diversos delitos y actividades inconstitucionales —algunos de ellos ya descritos anteriormente—, incluyendo negación del Holocausto, amenazas de muerte y violencia, declaraciones antisemitas y neonazis, y el uso de símbolos de organizaciones contrarias a la constitución, Mahler fue condenado al pago de multas y a penas de prisión. Con una interrupción de dos años, estuvo encarcelado desde 2006 hasta 2020. Además, una prohibición provisional en 2004 para ejercer la profesión de abogado fue confirmada en 2009 con la revocación definitiva de su licencia de abogado.

Poco antes de su liberación de prisión en 2020, Mahler manifestó que existía una «dominación extranjera judía sobre el pueblo alemán». Los «alemanes con voluntad de ser alemanes» serían, según él, «presa fácil en el ámbito del poder judío».

Hay algunas constantes en la trayectoria de Horst Mahler, donde parece cumplirse aquello de que «los extremos se tocan». Sea de izquierda o derecha, siempre tuvo una posición antidemocrática, alimentada por un fanatismo extremista y un odio hacia determinados sectores de la población, que debían ser expulsados —si no suprimidos— de la sociedad. Y, por supuesto, un desprecio hacia los derechos humanos de esos grupos poblacionales.

Lo cierto es que su trayectoria de vida, desarrollada en otro contexto que el peruano, nos ilumina y nos ayuda a entender la metamorfosis cucarachenta de Fernando Rospigliosi, quien pasó de ser un militante de izquierda recalcitrante a un fujimorista derechista de línea dura, que se zurra en los derechos humanos de las víctimas de la violencia y defiende los derechos de los victimarios —entiéndase, derecho a que sus crímenes queden sin castigo— a través de leyes de impunidad y amnistía. Y eso sólo se explica, al igual que en el caso de Horst Mahler, por una posición antidemocrática, un fanatismo extremista y una defecación habitual, carente de principios e ideas, sobre los derechos a la justicia y a la reparación de los más vulnerables y afectados. Y sobre el derecho a una vida digna según valores democráticos, valores en los cuales Rospigliosi parece nunca haber creído realmente.

[MÚSICA MAESTRO] Con todo el revuelo que ha generado la serie Sin querer queriendo (HBO Max), una de las cosas que ha acompañado a la genuina nostalgia de tres generaciones que crecimos riendo a carcajadas con sus creaciones, es la retahíla de historias oscuras detrás de la vida real de aquel entrañable elenco: las malas artes de Florinda, las traiciones de Roberto, las rabietas de Villagrán, la renuncia y posterior desaparición del ojo público de Enrique Segoviano, mano derecha de Chespirito en sus años de mayor éxito televisivo.

Resulta difícil, a pesar de tener clara la diferencia entre realidad y ficción, aceptar que detrás de cada frase, gesto y rutina que, de tanto verlas, ya nos las sabíamos de memoria -repitiendo, sin darnos cuenta casi, lo que Doña Florinda, La Bruja del 71 y La Chilindrina hacían viendo las novelas de Héctor Bonilla- se estuvieran cocinando rencillas y enconos que nada tenían que ver con una buena vecindad. En muchas ocasiones, los personajes ficticios terminan convenciéndonos de su existencia, al punto de invisibilizar las iniquidades de las personas reales que los interpretan.

Lamentablemente, esas situaciones son las que generan mayor interés en las masas, muestra de cuáles son sus prioridades, determinadas por el morbo y la revelación, el destape de intimidades, mientras los gratos momentos que nos hicieron pasar quedan reducidos a ser parte de una estratagema elaborada para distraer -en el mal sentido de la palabra-, para engañar o, como se ha dicho más de una vez en estudios relativos al impacto del universo Chespirito, como herramienta embrutecedora y propagandística de objetivos sociopolíticos.

Óyelo, escúchalo

Aunque esto último tenga algo de cierto, como ocurre también con las telenovelas mexicanas, yo prefiero conservar un poco la inocencia a la que me remiten las eternas imágenes de cada programa inventado por Gómez Bolaños y recoger lo positivo, lo que me marcó como televidente ochentero.

Más allá de seguir al detalle cada información sobre la serie y sus consecuencias -los spoilers, las bravatas, los aclares-, o sobre los culebrones nada infantiles protagonizados por los integrantes de esa genial tropa de actores y comediantes hasta el punto de destruir amistades que parecían irrompibles, es lo que menos me importa del tema.

Uno de los aspectos más decisivos para mi conexión emocional con el universo Chespirito es su experto y cuidadoso manejo de la música, tanto para elegir melodías que, con el tiempo, se convirtieron en sinónimo de las escenas y personalidades en cada historia, como para componer canciones que han pasado a ser patrimonio de la música para niños, como las de Cri Cri o Topo Gigio.

Con sus bandas sonoras, Chespirito -como lo hicieron también los estudios Disney o la galería de dibujos animados de la Warner Brothers- contribuyó a educar nuestro oído, haciendo una pedagogía musical de invalorable calidad.

El elefante nunca olvida y La fiesta barroca

¿Quién no conoce el tema inicial de El Chavo del Ocho? En toda Latinoamérica y más allá, es virtualmente imposible encontrar a una persona que no relacione esos sonidos juguetones con la introducción del “programa número uno de la televisión humorística”. La pieza fue grabada originalmente en 1970, bajo el extraño título The elephant never forgets, por el músico, productor y arreglista francés Jean-Jacques Perrey, incluida en su noveno disco Moog indigo, nombre que modifica el clásico de Duke Ellington, Mood indigo, grabado cuatro décadas antes.

Perrey, pionero de la música electrónica con fines de entretenimiento masivo, a diferencia de sus contemporáneos Jean-Michel Jarre, Connie Plank o Brian Eno, se había especializado en trasladar melodías de jazz, vaudeville y música clásica al lenguaje de los sintetizadores, con especial énfasis en los teclados Moog. The elephant never forgets es una adaptación de una composición del genio alemán Ludwig Van Beethoven, La marcha turca, de inicios del siglo XIX.

 

Otra grabación de Perrey, esta vez del LP Kaleidoscopic vibrations: Electronic pop music from way out (1967), le sirvió a Chespirito para musicalizar los créditos finales de varias temporadas de El Chapulín Colorado. Baroque hoedown, un country de sonido futurista, fue compuesto por el francés junto a un colega, el alemán Gershon Kingsley. Los fanáticos de The Beastie Boys saben perfectamente quiénes son, pues el impredecible trío neoyorquino se basó en uno de los discos de pop electrónico primigenio que lanzaron los europeos durante la segunda mitad de los sesenta para el diseño de su recopilatorio de jazz instrumental The in sound from way out! (1996).

La popularidad mundial alcanzada por El Chavo del Ocho le trajo más de un problema a Roberto Gómez Bolaños, pues usó estas grabaciones sin pagar las correspondientes regalías. Después de una escaramuza legal, el asunto se resolvió por la vía judicial y, actualmente, los créditos del artista francés fallecido en el 2016 aparecen cada vez que se emiten los programas de Chespirito.

Major Records: Música incidental

En tiempos sin inteligencia artificial ni discografías completas alojadas en YouTube, la melomanía de Roberto Gómez Bolaños debe haberse formado paso a paso, a través de su contacto con otros artistas, de ver cientos de películas desde niño, escuchar mucha radio y coleccionar vinilos.

Además de haber puesto en vitrina del público latinoamericano, sin permiso y sin querer queriendo, a un artista como Jean-Jacques Perrey que, de cualquier otra forma, habría estado lejos de ese radar, los programas de Chespirito incluyeron una larga y diversa selección de fuentes musicales, desde extractos de bandas sonoras de películas famosas hasta una galería interminable de composiciones de música incidental usadas en la televisión y el cine anglosajón.

La escena es legendaria, entrañable. Doña Florinda está, como casi siempre, peleando con alguien. Puede ser por alguna majadería de La Chilindrina o El Chavo, o puede estar tomando vuelo para sacudirle una cachetada a Don Ramón. De repente voltea y su gesto enfurecido se transforma en amplia y enamorada sonrisa, al encontrarse de golpe con El Profesor Jirafales quien, con los brazos extendidos, la boca abierta y ligeramente empinado hacia adelante la mira, extasiado.

Mientras todo esto pasa y siempre en perfecta sincronía, comienza una romántica ola de arpas, violines y cornos franceses que nos remite inmediatamente a esta rutina en que, sin palabras, ambos personajes expresan su apasionado amor platónico. ¿De dónde sacó Chespirito esa canción? La respuesta está en una colección de vinilos que apareció, entre 1959 y 1969 a través de un sello discográfico llamado Major Records. El título es Opening title y dura poco más de un minuto. Su autor es un tal George S. Chase, compositor especializado en jingles para televisión y cine, que firmaba casi todas sus obras bajo el pseudónimo “Michael Reynolds”.

Muchas de las piezas incidentales que, entre 1971 y 1995, usó Roberto Gómez Bolaños para sus programas provienen de esa fábrica neoyorquina de temas cortos orquestados. En este link pueden encontrar varias de ellas y, apenas las escuchen, recordarán alguna secuencia en el patio de la vecindad o se verán acompañando al Chapulín a resolver algún misterio. Además de Reynolds, otros compositores como Erik Markman, Dan Kirsten o Tom Elliot contribuyeron, desde muy lejos, a nuestra cultura musical con estas mini sinfonías capaces de generar toda clase de emociones.

Entre las más conocidas, incluidas en esa colección de discos editadas por Thomas J. Valentino Inc., podemos mencionar a dos que sirvieron para identificar al torpe pero noble superhéroe de las antenitas de vinil y el chipote chillón: Freedom march y, especialmente, Comedy Fanfare #1 que, gracias a un trabajo pirata de edición, quedó inmortalizada como la presentación de El Chapulín Colorado junto a un breve fragmento de The red sea, parte de la banda sonora de una de las películas que más vemos en Semana Santa, Los diez mandamientos, compuesta por el norteamericano Elmer Bernstein en 1956.

Cine clásico, jazz y películas de animación

¿Sabían que la extraña melodía usada como introducción para El Dr. Chapatín es un cover de una canción clásica de Simon & Garfunkel? Efectivamente, se trata del éxito The 59th street bridge song, más conocida como Feelin’ groovy (LP Parsley, Sage, Rosemary and Thyme, 1966), pero en una versión tocada íntegramente con teclados Moog, lanzada en un disco de 1969 titulado Switched-on rock, del colectivo The Moog Machine, concebido por Columbia Records e inspirado en el proyecto Switch-on Bach, del compositor Walter Carlos (hoy Wendy, uno de los primeros casos de disforia y transformación sexual de los setenta), que tuvo enorme éxito en esos años.

Otro de sus programas, Los Chifladitos, comienza con una melodía, extraída también de Major Records, The whistling tune (autor: Samuel Spence). Y cada vez que aparecía un personaje sensual -la vecina nueva que enloquece a Don Ramón o las femme fatale que solían interpretar Florinda Meza o María Antonieta de las Nieves- sonaban los sinuosos requiebros de una trompeta con sordina y una retumbante batería. Se llama Pickin’ cotton (Bobby Scott) y pertenece a la banda sonora de una oscura película llamada Slaves (1969). El tema es interpretado por la orquesta de Grady Tate y Gary McFarland.

Siguiendo con el cine, la saltarina melodía usada para anunciar sus programas misceláneos es Finale, composición original de los Sherman Brothers para la banda sonora de Tom Sawyer (1973), versión fílmica de este clásico de la literatura universal. Asimismo, tenemos el tema A blessed event del italiano Riz Ortolani que Chespirito usó tanto en sus shows más conocidos como en su programa Los Supergenios de la Mesa Cuadrada (1968-1973), en el que se gestaron varias de las ideas que lo harían mundialmente famoso. La canción pertenece al soundtrack de una comedia protagonizada por Gina Lollobrigida, Buona sera, Mrs. Campbell (1969).

Además de la naciente música electrónica, el cine de su tiempo y el jazz, Chespirito fue gran admirador de las películas animadas de Disney, algo que se reflejó en su uso de melodías como Bath time/Hide and seek (Oliver Wallace, 1941) y Second star to the right (Sammy Fain, 1953), de las bandas sonoras de Dumbo y Peter Pan, respectivamente. La segunda es más conocida como “el tema triste” que le ponen al Chavo cuando se queda solo antes del viaje a Acapulco o cuando se va de la vecindad, acusado de ladrón.

En esa misma línea, una divertida viñeta de clarinetes y saxos titulada Minnie´s Yoo-Hoo (Carl Stalling) sirvió para identificar momentos graciosos o bochornosos de Don Ramón. La versión original fue escrita para uno de los primeros cortos animados de Mickey Mouse, Mickey’s follies (1929). Y la usada por Gómez Bolaños, que posteriormente fue también introducción de Los Caquitos, está en un LP que grabaron los músicos de Disneylandia, titulado A musical souvenir of Walt Disney World’s Magic Kingdom (1973).

Otros referentes musicales de Chespirito

Como vemos, la lista de referencias musicales que utilizó Chespirito para enriquecer sus libretos es inagotable. Además de estas fuentes poco convencionales, el mexicano también se nutrió de canciones conocidas y otras no tanto que, gracias a su talento y creatividad, ingresaron a nuestro imaginario colectivo como parte de su universo humorístico.

Podemos mencionar, por ejemplo, el dúo de El Profesor Jirafales y Doña Florinda en la fiesta de la vecindad, para interpretar la romanza Caballero del alto plumero, perteneciente a la zarzuela Luisa Fernanda (Federico Moreno Torroba, 1932) o la ranchera Otra vez, escrita en 1969 por Ignacio “Tata Nacho” Fernández y popularizada por el charro Antonio Aguilar, que Don Ramón, El Señor Barriga y El Profesor Jirafales entonan, cada uno a su estilo, mientras intentan de dar clases de guitarra a Quico y El Chavo, sin éxito, por supuesto, uno de esos capítulos que pueden verse una y otra vez, sin aburrirse.

Cada ocasión en que Doña Clotilde, La Bruja del 71, trataba de conquistar a Don Ramón -o sea, siempre- cantaba una línea que sonaba tan graciosa y extraña que podría haber sido escrita por Chespirito mismo. Sin embargo, se trata de una melodía nicaragüense, Son tus perjúmenes mujer, escrita en 1977 por el folklorista y trovador Carlos Mejía Godoy, quien en su momento respaldó el Frente Sandinista de Liberación Nacional que consiguió derrocar, en 1979, al dictador Antonio Somoza, señal de que Gómez Bolaños estaba también al tanto de las luchas sociales de entonces.

Y no podemos dejar de mencionar sus homenajes a clásicos de Broadway -Si yo fuera rico del Fiddler on the roof-, obras literarias como El Sastrecillo Valiente, Don Juan Tenorio; personajes históricos como Napoleón Bonaparte, Sansón, Federico Chopin; o a referentes de la comedia como Charles Chaplin, Laurel & Hardy, La Pantera Rosa o Jerry Lewis, todas musicalizadas con piezas inmortales. Si escarbamos en los más de cien capítulos de El Chavo del Ocho, encontraremos canciones de Pedro Infante, Joaquín Pardavé o clásicos hoy olvidados de la música latina como El alacrán o Huesito de chabacano, a menudo cantados por Quico.

Gómez Bolaños, compositor

Y como si todo ese bagaje musical, cultural e histórico no fuera suficiente, Roberto Gómez Bolaños compuso canciones infantiles con mensajes universales como, por ejemplo, La pata y el tulipán, una fábula romántica; El país de la fantasía, reivindicando a los cuentos clásicos; Óyelo escúchalo, en que El Chavo y sus amigos abordan la Navidad; Somos cursis, otro dúo romántico para parejas de un mundo que ya no existe; divertidas piezas como Churi churin funflais o Las brujas, para aquel episodio inspirado en Blanca Nieves y Los Siete Enanos; Taca la petaca, la alocada serenata de Juleo y Rumieta, basada en el clásico shakesperiano Romeo y Julieta; Si tú eres joven aun y las inolvidables El Chapulín Colorado, Qué bonita vecindad o Buenas noches, vecindad, muchas de las cuales fueron lanzadas en los cinco discos de vinilo editados por el sello discográfico Fontana, subsidiario de Philips, entre 1976 y 1980. que hoy son artículos de colección.

Estas y otras canciones del universo Chespirito resuenan en nuestra memoria como testimonio de una sensibilidad artística muy profunda. Una sensibilidad que no merece quedar en segundo plano frente al triste y mezquino desenlace que desarmó ese mundo paralelo inventado para la sana diversión de grandes y chicos.

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