Opinión

Es verdad que en primera vuelta se produce un desfleme de propuestas y que recién en la segunda vuelta -en la búsqueda de conquistar el centro- éstas se morigeran, pero de por sí, si nos guiamos por el formato discursivo de los candidatos, el panorama que se viene para los siguientes cinco años no es muy alentador.

Yonhy Lescano y Rafael López Aliaga, los dos candidatos más potentes (a pesar de la aparición de George Forsyth en la última medición de Ipsos), han hecho gala de un populismo desmadrado. Lescano ha anunciado controles de precios y tasas, presiones al BCR por plata, empleos en base a inversión pública; López Aliaga ha arremetido contra los monopolios mediáticos, lechero y farmaceútico con clara connotación intervencionista.

En ambos casos, no proponen el libre mercado competitivo como mecanismo de solución de los problemas que se puedan encontrar sino la intervención estatal.

A esa situación de riesgo populista se agrega el escenario de un Congreso tan o más fragmentado que el actual y, por ende, lleno de competencias internas por ver quién lanza la iniciativa más populista y demagógica. Y el problema es que a diferencia de lo sucedido con PPK, Vizcarra o el propio Sagasti, lo más probable es que esta vez estas iniciativas tengan eco en el Ejecutivo.

El último bastión contra propuestas de este tipo ha sido en los últimos tiempos el Tribunal Constitucional, pero a la vez hay que tener en cuenta que será el nuevo Congreso hiperfragmentado el que designará a los seis reemplazantes de los magistrados con mandato ya vencido. Así pues, probablemente toque en suerte un TC a la medida del populismo desembozado del flamante Legislativo.

Ya que no está Verónika Mendoza en lugar expectante, se podría descartar un cambio del modelo económico, pero sí vamos a ver infinidad de perforaciones populistas. No veremos expropiaciones, pero sí regulaciones ad hoc contraproducentes; no veremos empresas estatales creadas, pero sí injerencia en procesos privados.

No se ve muy halagueño el panorama. Queda un mes todavía por delante y podría ocurrir que los candidatos más liberales (Keiko Fujimori o De Soto), o menos populistas (Forsyth), logren crecer o mantenerse en lugar expectante y variar la perspectiva, pero la foto de hoy nos muestra un panorama sombrío.

Tags:

Candidatos presidenciables, Elecciones 2021, Populismo

«Las carreteras correrán solas, buques y aviones en pelotón y las corvinas, sobre las olas, nadarán fritas con su limón». Siempre, en cada proceso electoral peruano -sea para elegir Presidente/Congresistas o Alcaldes/Gobernadores Regionales- resuenan en mi cabeza estos versos que, con socarrona chispa criolla, grabó el recordado «Carreta» Jorge Pérez, en su etapa como cantante del dúo Los Troveros Criollos, allá por 1954.

Ese valsecito picado, compuesto por la poeta y periodista limeña Serafina Quinteras (1902-2004) -madre de Blanca Varela, nada menos- hace casi setenta años, lleva por título Parlamanías y es, por supuesto, una aguda y graciosa burla de todas las ridículas promesas que suelen hacer los candidatos para llegar al poder. «Haremos casas de ochenta pisos, ómnibus nuevos ¡más de cien mil!» secunda entusiasta Luis Garland, el otro trovero, para complementar al «Carreta» que en la primera estrofa anuncia que, con sus «mil planes de todo tamaño, de todo calibre, de toda extensión y gracias al rey mago, vueltas de campana dará la Nación».

Pero esta vez es diferente. Lamentablemente, las múltiples indigencias -intelectuales, ideológicas, lingüísticas y, las peores de todas, las espirituales- que exhiben (casi) todos los aspirantes a la Presidencia del Perú en estas elecciones del Bicentenario hacen que uno deje de sonreír, incluso recordando la mencionada cancioncita que, por cierto, nadie propala en radios criollas en estos días a pesar de su aplastante vigencia, merced de una ingeniosa y palomilla letra que podría funcionar como antídoto de buen humor ante tanto descaro.

Y es que una revisión ligera de este elenco de extras, algunos con un poco más de experiencia que otros sobre las tablas del teatro de máscaras que es la politiquería local, produce tanta rabia, frustración y vergüenza que ya no basta el escapismo que nos ofrece nuestra tradición musical, tan pródiga en salidas jocosas para todo tipo de situaciones. Pero si nos fijamos, hay una enorme cantidad de canciones, de todo género y época, que podemos dedicarles a nuestros abnegados aspirantes al sillón presidencial que, en esta campaña tan corta, vienen alcanzando picos nunca antes vistos de ridiculeces y bajezas.

A veces me pregunto, ¿acaso soy el único peruano que siente deseos de callar a Acuña, a Urresti, a Forsyth o a De Soto con The five year plan, clásico de 1987 de D.R.I., el políticamente incorrecto cuarteto tejano de thrash y hardcore? ¿Soy el único que quiere subirle el volumen al máximo a God hates us all (Slayer, 2001) para que los gritos blasfemos de Tom Araya silencien las peroratas fanáticas de López Aliaga, de Arana, de Beingolea, de Keiko? ¿No dan ganas de vestir cada entrevista, reportaje o comercial de Guzmán, Salaverry, Lescano, Mendoza o Humala con las divertidas notas de Mentira (álbum Clandestino, 1998) del gitano trashumante Manu Chao? ¿Nadie más que yo se pone a tararear el tema central de Los Pitufos (Hoyt Curtain, 1981) cuando escucha, de casualidad, apellidos como Santos, Vega Antonio, Cillóniz, Gálvez, Alcántara, Castillo, asociados a noticias electorales?

A riesgo de «oler a espíritu adolescente» como el título de aquel himno grunge que vociferaba Kurt Cobain en 1991, declaro mi absoluto desprecio por el presente proceso electoral. Y cuando imagino alguna banda sonora para acompañar los rostros contrahechos y los discursos retorcidos, las palabras y promesas vacías de los candidatos, los “debates” en los que brillan más las chavetas que las ideas, las preguntas insulsas de periodistas jóvenes que no tienen lo que hace falta para exponer a los embusteros y los análisis y entrevistas grandilocuentes de los programas dominicales, expertos en no llamar a las cosas por su nombre; pienso más en las diatribas lisurientas de los vascos de La Polla Records que en esos jingles de América TV, Canal N o Frecuencia Latina que pretenden hacer que esta campaña caricaturesca suene a rally norteamericano entre demócratas y republicanos y no al circo de horrores que es.

 

Pero si de rock en nuestro idioma se trata, podemos acudir a La marcha de la bronca, aquel himno de protesta compuesto en 1970 por Miguel Cantilo, pionero del rock gaucho, para el primer LP del dúo Pedro y Pablo –que completaba Jorge Dieritz. O a Los Prisioneros. Jorge Gonzáles, líder indiscutible del trío chileno, escribió canciones como Nunca quedas mal con nadie (1984), ¿Por qué los ricos?, Quieren dinero (1986) o Usted y su ambición (1987), que podríamos dedicar a cualquiera de los candidatos, en especial los de corte empresarial y ultraderechista.

«El problema, señor, será siempre sembrar amor», cantaba el cubano Silvio Rodriguez (álbum Rodríguez, 1998) después de reflexionar, en el marco de una desolada melodía arrancada a su preciosista guitarra acústica, sobre las cosas que aquejan al mundo, como la política rapaz, la religión, la incomunicación, las revoluciones fallidas. Y si a alguien le da urticaria la mención al cantautor del castrismo, entonces le propongo A quien corresponda del catalán Joan Manuel Serrat (álbum En tránsito, 1982), una carta abierta al Dios de su preferencia en la que le reclama, entre otras cosas, «que el mar está agonizando, que no hay quien confíe en su hermano, que la tierra cayó en manos
de unos locos con carnet».

Y así, entre trovadores, metaleros extremos y dibujos animados, la campaña con sus encuestas, los mohínes disforzados de sus personajes de ocasión -que van desde impostadas sonrisitas hasta fingidas indignaciones y abiertos cinismos-, se va oscureciendo hasta acercarse a su verdadera dimensión: un agujero negro de naderías y lugares comunes con la coral Ave Satani, compuesta por Jerry Goldsmith para el clásico film de terror La Profecía (Richard Donner, 1976) de fondo, la misma que, dicho sea de pasada, identificaba en ciertos programas cómicos al Alan Damián que padecimos en dos ocasiones (1985-1990 y 2001-2006).

Pero si se trata de describir con precisión de cirujano la pobreza de la política local y mundial, ninguna canción supera a Cambalache, un tango compuesto por Enrique Santos Discépolo (1901-1951) y popularizado por el uruguayo Julio Sosa (1926-1964) en los años cincuenta, la misma década en que Los Troveros Criollos lanzaron las Parlamanías. Mi generación conoció el genial libelo argentino gracias a Juan Ramírez Lazo, legendario hombre de radio que lo ponía todos los días al iniciar su programa de noticias en las recordadas estaciones de AM y FM Radio Victoria y Radio Cora.

Es difícil, casi imposible, encontrar expresiones musicales nativas que describan la desazón política actual sin necesidad de caer en el insulto subte, con excepciones como el primer álbum de La Sarita de 1999 (Más poder, ¿Qué pasa?) o el cantautor Jorge Millones quien, en discos como Crítica de la miseria pura (Kskabel Producciones, 2014) lo hace con cierta imaginación y moderado lenguaje, aún cuando su relación conyugal con una de las candidatas en carrera sea, para muchos, más que suficiente para cuestionar su imparcialidad.

Quinteras escribió Parlamanías quizás pensando en el Apra y la Unión Nacional Odriísta. O en el Parlamento del gobierno inconcluso de Bustamante y Rivero. Pero sus estrofas le van como anillo al dedo a nuestra actualidad: «Vamos al Congreso a hacer firuletes, una vida nueva vamos a empezar. Vamos a rajarnos hasta los juanetes, no defraudaremos la fe popular». ¿Le suena familiar?

BONUS TRACK: En su espectáculo de 1999 Unen canto con humor, el extraordinario conjunto humorístico y musical de instrumentos informales Les Luthiers hacen un retrato fidedigno de cualquier candidato a la Presidencia, en su rutina Vote a Ortega. Dicen en la presentación: «… el doctor Alberto Ortega siempre supo poner por encima de los mezquinos intereses partidistas, los supremos intereses personales; porque cada vez que lo creyó necesario, no vaciló en dividir a su propio partido, hasta convertirlo en el más partido de todos; porque es un prohombre respetado por propios y ajenos, insobornable custodio de lo propio, inflexible amigo de lo ajeno, y por último, porque es incapaz de una traición, es incapaz de una falsa promesa, es básicamente incapaz». Cambie usted “Dr. Abelardo Ortega” por el candidato de su preferencia y listo.

 

George Forsyth: ha detenido aparentemente su caída. Es el candidato antipolítico. La encuesta de Ipsos le da nuevos bríos. La del IEP lo debe haber postrado en la depresión. Puede jalar los votos de quienes están dispuestos a votar por cualquiera con tal de evitar que López Aliaga pase a la segunda vuelta.

Rafael López Aliaga: sigue en crecimiento. Creo que está pronto a llegar a su techo. Si hubiera empezado su rush actual de acá a dos semanas no solo pasaba a la segunda vuelta segundo sino que podía amenazar a Lescano. Lo han empezado a atacar de varios frentes no solo políticos sino también mediáticos. Hay quienes creen que los ataques ayudan porque colocan la marca. No, los ataques hacen daño. Pronto se detendrá su ascenso y probablemente empiece a descender.

Keiko Fujimori: está condenada a no salirse de su eje de campaña y apostar a que el voto duro fujimorista -mucho del cual está escondido- a la hora de acercarse a las urnas se manifieste. Si desciende López Aliaga ese voto se dividirá entre Keiko y De Soto. Para la lideresa de Fuerza Popular es una partida de póker. No puede perder la calma.

Verónika Mendoza: es mala candidata. Lo ha sido y lo es. La izquierda debió buscar otro rostro. Su discurso es inasible, oenegero. Encima, equivocadamente trató de migrar al centro sin percatarse de que ésta era una elección polarizada. Sus huestes se han dedicado a pelear con los morados de Guzmán en lugar de confrontar con Lescano, que es quien los ha pulverizado en sus bastiones históricos.

Daniel Urresti: es un buen candidato, pero debió buscar otro convoy electoral. Ir de la mano con el conspirador Luna Gálvez, el mandamás de la principal universidad trucha del país y además comprometido en procesos judiciales, ha terminado por complicarle vida a quien, corriendo en otro vehículo, pudo y debió haber sido quien ocupase hoy el lugar de Lescano.

Hernando de Soto: reaccionó tarde, pero al final lo hizo. Tendría que duplicar su intención de voto para entrar a la segunda vuelta. Pero crecer cinco o seis puntos en un mes es perfectamente factible. Todo depende de que sepa sostener su campaña y no desaparecerse por temporadas como hizo hasta hace poco. Hace bien en confrontar con López Aliaga: son sus mismos votantes. De taquito, también podría intentar quitarle algo a Keiko.

Tags:

Keiko Fujimori, Rafael Lopez Aliaga, Verónika Mendoza

“Revolución Caliente (Una historia del Perú)” es la nueva entrega del polifacético Rodolfo Ybarra -poeta, novelista, ensayista y cuentista- quien siempre destaca en el ámbito artístico. Se trata de una novela que nos lleva a las décadas de los ochenta y noventa y nos recuerda lo difícil que era vivir en esa época.

 

Configurada en tres partes llamadas período autóctono, período colonial y período de independencia, en cada una de ellas encontramos la vida contracultural de ciertos artistas de distintos géneros musicales, los cuales van recobrando vida de acuerdo con la perspectiva con que el narrador protagonista relata ciertas anécdotas.

 

“Revolución Caliente” surge de un pregón popular que se encuentra como epígrafe de la novela: “Revolución caliente, música para los dientes; azúcar, clavo y canela, para rechinar las muelas. Por esta calle me voy, por la otra me doy la vuelta, la chinita que me quiera, que me deje la puerta abierta” (7).

 

Es decir, la incertidumbre, el tedio vital, la desesperanza, la falta de decisión y de control son motivos literarios que se perciben a través de toda la historia.  Definitivamente, esta novela nos sumerge en los problemas vitales que se dieron durante estas décadas de violencia y corrupción (aunque esta última no tiene cuándo acabar).

 

Es interesante mencionar que esta novela, narrada en primera persona, nos da una visión totalizante de lo que era el Perú, pero desde una perspectiva única. El ritmo y la intensidad del lenguaje son vitales en su conformación, puesto que a veces se encuentran ciertos párrafos que parecieran ser ráfagas lingüísticas, a la manera del flujo del inconsciente o monólogo interior joyciano, lo cual es un gran acierto.

 

De la misma manera que nos enfrentamos a novelas ya consagradas como “Rayuela” de Julio Cortázar, o “El obsceno pájaro de la noche” de José Donoso, “Revolución Caliente” propone una lectura interactiva, en la que el lector tiene que reconstruir distintas historias y darles un significado al juntar todas las piezas para lograr una visión global al final del rompecabezas.

 

Compuesta por distintas historias que se entrelazan resaltadas bajo perspectivas múltiples, “Revolución Caliente” es una novela posmoderna en su totalidad.  Está conformada por segmentos narrativos de distintas vertientes, de reflexiones, de historias, de orígenes y de búsqueda. Política, música, arte se confunden con problemas de violencia, con indagaciones personales y con coqueteos adictivos; los jóvenes de esa época pierden el control y la brújula en su entorno social y político.  Una nación que arrastra un pesar, una nación sola y tediosa que no ampara sino desampara y deja de lado a sus habitantes. “Revolución Caliente” propone una lectura intensa, ávida (son seiscientas páginas) en las que se reflexiona sobre la situación de un Perú enfermo. Desde lo personal, amoríos y problemas anecdóticos de parejas como conceptualizaciones y definiciones de búsquedas internas, “Revolución Caliente” propone una lectura de introspección, crítica hacia los políticos y las instituciones que de hecho no han servido durante el colapso de esta pandemia.  En uno de los últimos segmentos narrativos encontramos un cuestionamiento:

 

203. ¿Por qué nos levantamos?

 

Vivimos en un sistema injusto, donde el hambre y la opresión son la consigna de todos los días. Lo que llaman “democracia” es un invento burgués para justificar los abusos contra del pueblo. Los derechos no existen. Los deberes son el látigo con el que se castiga a los trabajadores, obreros, campesinos, empleados, amas de casa, jubilados, etc. Al pobre solo le quedan deberes que cumplir en nombre de esa triquiñuela que llaman “libertad”, “democracia”, “el gobierno de los pueblos por los pueblos” y toda esa mierda con la que tiene secuestrado a un país entero. Por eso, nos levantamos y tomamos las calles (569).

 

La voz narrativa cuestiona frecuentemente el abuso y la corrupción que han menguado las vidas de los peruanos desde hace muchos años atrás. Hastiada por todos los conflictos políticos y sociales, la voz narrativa hace frecuentemente llamados para concientizar y alertar a un lector activo.

 

Asimismo, la voz narrativa utiliza un lenguaje irónico donde hace guiños a la realidad y reflexiona con una introspección de su vida y su quehacer cotidiano.

 

Finalmente, “Revolución Caliente” trata también de los orígenes de movimientos contraculturales, del rock subte, de la letra de canciones configuradas por párrafos con un lenguaje intenso. Rodolfo Ybarra nos muestra la complejidad de un Perú pandémico que necesita una vacuna mental anticorrupción para mejorar nuestro futuro como nación, y sentir que llegamos a las puertas de un Bicentenario justo.

 

Muy recomendable.

La lucha encarnizada por el segundo lugar lo ha dejado indemne a Lescano, pero en una segunda vuelta sí va a recibir fuego cruzado de su eventual contendor.

Salvo la sorpresa de que Forsyth detiene su caída prácticamente no hay diferencia entre las encuestas del IEP y de Ipsos, en cuanto a los resultados. Si consideramos que la de Ipsos puede ser más acercada a la realidad por haber sido simulacro de votación (con cédula y urna), podemos considerarla más precisa.

En esa medida, anteponiendo el hecho de que mes antes de las elecciones es una eternidad, queda claro que si hoy fuesen las elecciones y mañana fuese la segunda vuelta, Yonhy Lescano será el próximo presidente de la República.

Ha sabido hacer una campaña a la antigua recorriendo el país, no creyéndose la burbuja de las redes sociales, ha sabido recoger un voto izquierdista, con el que se identifica por sus posturas antimonopólicas (su larga batalla con Telefónica aún perdura en el imaginario nacional), ha sabido colocarse en un nicho antiaprofujimorista, el mayor antivoto del país, y además tiene detrás suyo una marca conocida como la de Acción Popular, a la que no parece haberle hecho mella las inconductas mafiosas del grueso de su bancada actual. Por si fuera poco, a pesar de su relativo izquierdismo, combina con ello posturas conservadoras con las que comulga la mayoría del país.

Lescano no es un outsider. Está afincado en la política peruana hace décadas. Es, propiamente hablando, un insider. Es un focus group andante. Les lleva cuerpos de ventaja a sus adversarios en materia de experiencia política y seguramente la sabrá aprovechar.

Va a ser muy difícil que alguien le gane en segunda vuelta. Tendría que ocurrir una catástrofe política, un desatino mayúsculo, una denuncia poderosa, un error inconmensurable. Según Ipsos, Lescano les gana a todos en la segunda vuelta.

El único flanco débil que increíblemente sus adversarios no han sabido aprovechar es el de sus propuestas económicas populistas y retardatarias al progreso económico del país. La lucha encarnizada por el segundo lugar lo ha dejado indemne, pero en una segunda vuelta sí va a recibir fuego cruzado de su eventual contendor.

Veremos si el ánimo mayoritario de la población por una opción de mercado pesa a la hora de que empiece a recibir esos ataques. La segunda vuelta es otra historia. Se resetea todo, más aún con un resultado tan apretado como el que aparentemente ocurrirá en esta primera vuelta.

Tags:

Elecciones 2021, Yonhy Lescano

La Iglesia católica está de capa caída. O mejor dicho, de mitra caída. Porque a nivel mundial la confianza en los obispos católicos está venida a menos, con honrosas excepciones. La responsabilidad recae sobre los mismos obispos que, buscando defender la imagen de una Iglesia santa e impoluta, han encubierto los casos de abusos sexuales que han ido saliendo a la luz de manera viral, cual enfermedad grave, pandémica, que en cualquier momento deviene en terminal. Si es que algunos de ellos no han sido también abusadores, no sólo sexuales, sino también de conciencia, negadores de derechos humanos reconocidos por la conciencia moral colectiva de nuestro tiempo —esa cojudez, diría un arzobispo opusdeísta de nefasta memoria—.

 

Alemania no es una excepción. Las recientes decisiones que el cardenal Rainer Maria Woelki, arzobispo de Colonia, ha ido tomando desde octubre de 2020 han generado una crisis de tales proporciones, que en febrero de este año las solicitudes online de citas para salirse oficialmente de la Iglesia católica colapsaron la página web del juzgado de primera instancia de Colonia. Pues, a diferencia de otros países, el Estado alemán tiene que llevar registro de quién se considera católico o de cualquier confesión cristiana y quién no, ya que ello va unido al pago de un impuesto que se descuenta de los ingresos personales y que está destinado al sostenimiento de las instituciones eclesiásticas. Quien no esté dispuesto a pagar este monto, tiene que declarar ante el Estado su desafiliación de la Iglesia a la que pertenece, la cual lo considerará a partir de entonces prácticamente como un excomulgado.

 

Todo comenzó cuando, en un supuesto arranque de transparencia, Woelki le encargó en el año 2018 a un bufete de abogados de Múnich la realización de un peritaje sobre abusos sexuales en perjuicio de menores cometidos en la arquidiócesis de Colonia, para lo cual se les permitó acceso a los archivos diocesanos a fin de investigar los casos correspondientes desde el año 1946.

 

Ya listo el informe del bufete Westpfahl Spilker y Wastl, el 30 de octubre de 2020, sin embargo, el cardenal Woelki anunció en conferencia de prensa que no lo iba a hacer público debido a que presentaba deficiencias metódicas considerables y que, por lo tanto, no serviría para sacar consecuencias judiciales tanto a nivel de justicia civil como de derecho eclesiástico. Los abogados de Múnich, por el contrario, rechazaron las críticas de Woelki y se manifestaron posteriormente dispuestos a publicar el informe a riesgo propio, más aun cuando un informe similar elaborado por ellos mismos fue publicado en noviembre de ese año en la diócesis de Aquisgrán.

 

Aparentemente, el contenido del informe sería explosivo, pues en vez de las 135 víctimas de abuso y los 87 perpetradores entre 1946 y 2015 reconocidos oficialmente por la arquidiócesis de Colonia en el año 2018, en realidad habrían unas 300 víctimas y unos 200 perpetradores, además de encontrar responsabilidad de encubrimiento grave por parte de actual arzobispo de Hamburgo, Stefan Hesse, entonces encargado de la sección de personal pastoral en Colonia, y Dominikus Schwaderlapp, actual obispo auxiliar de Colonia.

 

Woelki encargó la elaboración de un nuevo informe a otro bufete de abogados, que debería estar listo a más tardar el 18 de marzo de este año. Sin embargo, el descontento de los católicos alemanes ante lo que ellos consideran una falta de transparencia, con la consiguiente sospecha de hallarse ante un acto más de encubrimiento, se ha hecho sentir. El Consejo Diocesano de los Católicos de Colonia, el Comité Central de los Católicos Alemanes, la Asociación de Periodistas Católicos de Alemania, e incluso el arzobispo de Múnich, el cardenal Reinhard Marx, quien fuera presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, han criticado el bloqueo a la publicación del informe por parte del cardenal Woelki. Esta manera de proceder es «desastrosa para todos nosotros», en palabras de Marx.

 

El 6 de enero de 2021 Woelki ofreció a cada periodistas la posibilidad de echarle un vistazo al informe durante 20 minutos, bajo la condición de que firmaran un acuerdo de confidencialidad. Toda la prensa sin excepción rechazó esta amañada propuesta.

 

Las consecuencias han sido devastadoras. ¿Cuántos católicos que se toman en serio van a querer seguir aportando vía impuestos a una Iglesia que desampara moral, psicológica y judicialmente a las víctimas y protege a los perpetradores? Los representantes de la Iglesia han perdido toda su confianza.

 

Mientras tanto, el juzgado de primera instancia de Colonia ha tenido que elevar de 1000 a 1500 las citas disponibles al mes para hacer una declaración de abandono de la Iglesia. Hay muchos creyentes que en lo personal siguen manteniendo su fe cristiana, pero no están dispuestos a seguir colaborando con un sistema que se asemeja a la mafia en su proceder, con código de silencio incluido.

 

Este esquema, que también se ha verificado en el caso del Sodalicio, sigue en pie. Cuando un informe de abusos no es de satisfacción de la institución que lo encarga, entonces se manda hacer otro que dé la impresión de que se está haciendo algo para combatir los abusos, cuando lo que en realidad se está haciendo es ocultar sus verdaderas dimensiones.

 

Autor: Martin Scheuch

Fecha: 12/03/2012

 

Hace unos meses, Ayacucho FC ganó la Fase 2 de la Liga 1 en una emotiva final frente a Sporting Cristal. De hecho, en sus diez cotejos previos a los dos últimos partidos frente al cuadro celeste, consiguió seis triunfos, tres empates y una sola derrota. Y, aunque cayó en esos cotejos definitorios frente al futuro campeón del torneo, la sólida campaña del cuadro de los “zorros” fue elogiada y reconocida como la mejor desde su presencia en la máxima división.  No obstante, finalizó la temporada y, lejos de cuidar y potenciar lo que le había permitido la conformación de un equipo protagonista, perdieron tanto a su técnico Gerardo Ameli como futbolistas que mostraron un gran rendimiento; entre otros, Ángel Zamudio, Diego Minaya, Alexis Cossio, Jorge Murrugarra y, su emblemático goleador, Mauricio Montes.

Con la llegada de algunos refuerzos sin un pasado cercano favorable en participaciones internacionales, con apenas unos partidos de práctica y sin el «ritmo futbolístico» adecuado, el panorama para encarar una Copa Libertadores no era el más alentador. De ese modo, se configuró el contexto coyuntural en el que se consumó la apabullante derrota de 6-1 frente a un equipo de la jerarquía del Gremio de Brasil. Una derrota que, en el marco de las últimas participaciones de los clubes peruanos en los torneos continentales, no hace sino afirmar y volver a sacar a la luz la vigencia sintomática de problemas estructurales que moldean nuestra realidad futbolística.

Ahora bien, reconocer la existencia sistémica e histórica de problemas que impiden el desarrollo futbolístico integral del Perú -desde el establecimiento de una ética y una lógica de gestión directiva perniciosa, hasta el descuido generalizado del trabajo y la competencia en divisiones menores-, no implica asumir la inexistencia de niveles de análisis; es decir, este reconocimiento no determina negar la capacidad ni la existencia de un campo de acción posible propio de cada equipo.

Así, retomando el ejemplo de un club provincial, vale la pena recordar que en la pasada edición de la Copa Sudamericana, Sport Huancayo superó y dejó fuera a Argentinos Juniors y a Liverpool de Montevideo. Y, en la del 2019, lo mismo hizo con Unión Española, equipo chileno, que, en los últimos años, ha participado de forma continua en los torneos continentales. Un aspecto importante aquí es que la institución huancaína sí ha mantenido y sostenido una forma de jugar y una base de futbolistas que, de hecho, ya son plenamente identificables con los colores de su equipo como Joel Pinto, Víctor Balta, Ricardo Salcedo, Marcos Lliuya y Marcio Valverde, por ejemplo. Clasificado de nuevo a una Copa Sudamericana, con la dirección técnica del estratega Wilmar Valencia, inició esta Liga 1 con una victoria frente a Deportivo Municipal. En gran medida, este criterio razonable en las decisiones directivas se funda en el aprendizaje de las primeras y duras experiencias en sus primeras participaciones a nivel continental allá por los inicios de la década pasada.

Entonces, asumiendo el carácter variable del fútbol, es posible que en el futuro próximo, algún club consiga algún objetivo trazado, pero se corresponderá más a una suma de esfuerzos singulares que al soporte de una política deportiva de desarrollo institucional. Esto no niega,el carácter sintomático del cotejo del cuadro ayacuchano que, como sabemos, es solo el indicativo, la señal, la manifestación concreta de algo que, en un nivel más profundo, existe, aqueja y merece una atención detenida y crítica para ser modificado, pues tiene una multiplicidad de elementos y merece un abordaje especialmente complejo.

No sorprenden los resultados de la encuesta del IEP. Constatan las tendencias que se venían apreciando, pero a la vez confirman que falta mucho trecho por recorrer y que los candidatos están tan apretados que cualquier cosa puede suceder.

Si se analiza la encuesta no tanto por los porcentajes brutos que aparecen, si no por la tasa de crecimiento o decrecimiento de los candidatos uno se encuentra sorpresas. Así, yendo en el orden de aparición en la medición de marzo y comparándola con la de febrero, veamos cuánto han crecido o decrecido: Lescano (+23%), López Aliaga (+25%), Fujimori (-12.2%), Mendoza (-21.35%), Forsyth (-16.5%), De Soto (+35.71%), Urresti (-6.25%), Castillo (la sorpresa!!!: crece 45.83%), Acuña (-10.53%), Humala (+4.16%), Guzmán (-25.81%), Salaverry (-45.46%).

Grosso modo, se confirma el desplome del centro. No es una opción en la primera vuelta. Se pondrá en juego para la segunda cuando los dos finalistas traten de conquistar ese grueso sector del electorado. Por ahora, las propuestas polarizadas crecen. Así, caen Forsyth, Urresti, Acuña y se desploma Guzmán (el que ha hecho campaña más direccionada y explícita en favor del centrismo).

Por el lado izquierdo, la cosa parece ya jugada. Lescano está puntero y en franco crecimiento. Mendoza ya empezó a caer y seguramente quien le está arranchando votos es Pedro Castillo, el candidato de Perú Libre, quien es el que más crece en esta encuesta y tiene un potente 8% en el sur, la región más disputada por las izquierdas (Lescano tiene 19.3%, Mendoza 10.4% y sigue muy de cerca Castillo).

Por el lado derecho, la cosa aún no está definida. López Aliaga se ha despuntado y probablemente crezca un poco más, pero su conservadurismo tiene un techo. Keiko Fujimori ha caído, pero no se le puede subestimar. Hay un voto escondido en favor de ella, que no parece probable que se arredre por la reciente acusación fiscal. Y De Soto viene creciendo de modo significativo (crece más que López Aliaga), confirmándose ello en varias encuestas. El autor de El misterio del capital podría sorprender y meterse en la pelea por pasar a la segunda vuelta. Si sigue creciendo así, lo puede alcanzar al candidato de Renovación Popular.

A poco menos de un mes de la elección, la cosa claramente no está definida. Las piezas se seguirán moviendo y el que pestañee perderá. Quien se ponga nervioso cometerá errores. El mejor estratega saldrá adelante.

Tags:

Encuesta, IEP, Pedro Castillo

Las entrevistas a un escritor registran no solo palabras de coyuntura (la publicación de un nuevo libro o un premio son siempre motivos), sino además van fijando la sensibilidad, el carácter, el temperamento y las ideas con las cuales se ha construido el particular universo en que habita cada creador. Una vez reunidas estas conversaciones, uno como lector queda ante una suerte de fresco verbal, la reconstrucción de un testimonio personal y un ordenamiento del proceso mental y creativo a través del flujo de las palabras. El género confirma, de paso, la especie de hermandad que existe entre el periodismo y la literatura.

 

Digo todo esto motivado por la reciente aparición de un verdadero tesoro: Entrevistas a Blanca Varela, compiladas impecablemente por Jorge Valverde Oliveros. El volumen está ordenado cronológicamente, ha sido ilustrado con fotografías de alta calidad (algunas poco conocidas) y al final del volumen una rigurosa cronología biográfica nos impide olvidar el tránsito vital y literario de nuestra gran poeta.

 

Cierto es que no todas las entrevistas ofrecen el mismo atractivo, aunque debemos apuntar que, en un horizonte común, ninguna de estas piezas carece de valor documental, algo que en última instancia constituye la aspiración natural de todo texto que, como una entrevista, contenga el diálogo con una figura de los quilates de Blanca Varela.

 

Como sabemos, Blanca Varela pertenece a la gran Generación del 50 y es una de las poetas más importantes de nuestra tradición. Ajena a esa inútil polémica entre “puros” y “sociales”, Varela resuelve el falso dilema con una poesía cargada de tinte existencial, que expresa la condición femenina no desde una propuesta programática sino desde el propio tejido metafórico de sus poemas, entre los más notables, “Monsieur Monod no sabe cantar”, de donde cito: “Querido mío/ te recuerdo como la mejor canción/ esa apoteosis de gallos y estrellas que ya no eres/ que ya no soy que ya no seremos/ y sin embargo muy bien sabemos ambos/ que hablo por la boca pintada del silencio/ con agonía de mosca/ al final del verano (…)” .

 

Una poeta que apostó muchas veces por el minimalismo, la expresión desnuda y contenida de las palabras fue, coincidentemente, una mujer de pocas palabras, poco tolerante a los asedios mediáticos, pero capaz de declarar siempre con honestidad sobre sí misma y su proceso artístico. Así, en la página 55, por ejemplo, Peter Elmore y Federico de Cárdenas le preguntan: “¿Qué tipo de escritora cree que es?” Llega sin demora la respuesta: “Miren, creo que hay dos tipos de escritores: los que escriben desde la conciencia y los que escriben desde el otro lado, desde una zona muy próxima a la locura. Creo que soy alguien que al trabajar con esta materia tan delgada de la literatura, trata de rescatar algunas cosas, algunas evidencias, de ese otro lado irracional –pero no necesariamente inconsciente– desde el cual escribo”.

 

Por supuesto hay mucho más. Y eso permite trazar un itinerario, algo siempre útil al lector. Hay conversaciones notables desde el punto de vista literario; otras informan de esa tortuosa vitalidad que en Banca Varela era el motor de su propia escritura y una en particular, la discutida entrevista publicada por la revista Casa de Citas, que queda inscrita en una historia de ribetes polémicos. Creo que los lectores más asiduos y leales de Blanca Varela (quisiera sumarme a ellos) encontrarán en este libro eso no dicho en sus poemas, pero igualmente inasible: el misterio de la escritura en palabras igualmente cargadas de misterio.

 

Entrevistas a Blanca Varela. Edición de Jorge Valverde Oliveros. Lima: Isagoria, 2020.

 

x