Opinión

En estos días le prestamos mucha atención a las tensiones que el Poder Ejecutivo genera con un gabinete que obtuvo la confianza en un Parlamento que podemos llamar hostil. También a los movimientos que desde el Poder Judicial y el Ministerio de Justicia se realizan con distintos actores: Montesinos fue movilizado de la Base Naval a Ancón II en un proceso que ha activado las más disparatadas reacciones y que supone que es el inicio del proceso de liberación e Abimael Guzmán (es en tono de broma, por si me lee de forma adusta); y la Fiscalía ha intervenido no solo los locales partidarios del partido de gobierno sino de su líder Vladimir Cerrón por el caso de los Dinámicos del Centro.

En este panorama hay un elemento que pasamos por alto y es que el nuevo Congreso ya empezó funciones. Mejor dicho, ya se presentaron muchos con la visita del gabinete Bellido y otros y otras decidieron hacer su propia performance: la presidenta del Legislativo Alva haciendo un desplante al presidente del Perú Castillo, después de una reunión en la que ni siquiera quiso posar junto a él en la foto protocolar; la congresista Roselli Amuruz que decidió unificar su cumpleaños con la reactivación económica del país dándole trabajo a mozos, DJs y sastres en su conocida celebración; o el congresista Guerra García señalando mediante un lapsus linguae que afirmaba que su partido no tiene moral.

Nada nuevo bajo el sol, Congreso normal, suele ser así. Pero así como hay una presentación y sustentación de planes del gabinete, debería existir lo mismo del Congreso para poder conocer cuáles serán sus principales líneas o áreas de trabajo durante los siguientes cinco años (sí, son cinco aunque un temblor de pánico haya recorrido su organismo).

Como este espacio quiere ser útil, le preguntamos a nuestros seguidores de Twitter cuáles serían las iniciativas legislativas que les gustaría ver en este período y este es el resultado. Obtuvimos más de 300 respuestas de carácter referencial. Pero las consideramos valiosas y creemos que es una forma en que los congresistas puedan tener un canal de representación basado en expectativas ciudadanas. Que no todos usan Twitter es cierto, pero el canal es lo de menos. Creo que este país ganaría más si podemos conocer qué es lo que la gente realmente quiere que su Congreso trabaje.

Dividimos las respuestas por los distintos ejes en los que los participantes de esta espontánea encuesta ubicaron sus propuestas. Así, el eje más relevante era uno que engloba los temas básicos de la situación actual: economía, salud y educación. Casi en igualdad de cantidad de respuestas, estos tres elementos llevaron una buena cantidad de respuestas. ¿Qué se pedía con exactitud?

En economía el primer pedido tenía que ver con temas tributarios. La pregunta subyacente era cómo hacer para que los que más tengan tributen más. Con “los que más tengan” nos referimos en general a la gran empresa mencionada por muchos de los seguidores. El tono general era legislar para evitar los subterfugios legales que puedan permitir que estas grandes empresas encuentren el marco normativo para no pagar impuestos. Que paguen lo justo, pero que paguen.

El otro punto sobre temas tributarios que me pareció sumamente interesante es cómo hacer que los impuestos realmente generen un impacto en el que tributa. La idea es: la clase media, media alta, no ve un impacto real en el pago de los impuestos: no usa los colegios del Estado, ni se atiende en la red de salud pública, no llega a incorporar lo publico dentro de su marco de necesidades. Pero que pasaría si con esos impuestos hay un mejor acceso para sus hijos a la educación universitaria a través de becas. Si es que lo que se paga por impuestos genera una rentabilidad adicional a su fondo de jubilación. Si su contribución impositiva es “premiada” de alguna manera. ¿No podría generarse una mejor actitud hacia los impuestos y su cumplimiento? Se puede intentar.

Además de lo tributario, los que respondieron nuestra inquietud señalaron que el otro aspecto económico central tenía que ver con la protección del dinero de las personas. Algunos radicales hacia a la izquierda mediante congelamiento de ahorros de dólares; otros hacia la derecha, buscando cero límites a las posibilidades de qué hacer con su dinero. Lo que está al medio, más allá de la forma, es cómo tener medidas que protejan nuestros capitales. Más allá del modelo.

Pero también hay una demanda que es común -en mi timeline- y es la abrumadora cantidad de menciones orientadas a la liberación de los fondos de AFP. Realmente se abrió una caja de Pandora en el Congreso anterior, que ha calado en un sector muy importante de la población que siente que el discurso de “es mi dinero y yo estoy en condiciones de hacer lo que quiera con él” es el correcto. Particularmente no estamos de acuerdo con esta posición, pero el efecto que tiene es bastante extendido.

En temas de educación, la vuelta a las clases presenciales es la idea más relevante que se presenta. Con ella, la vacunación docente urgente y prioritaria y la evaluación de la vacunación de menores en edad escolar. A nivel legislativo se espera que se pueda ayudar dando marcos normativos para que el regreso a clases sea lo más seguro posible.

Pero hay una reflexión subyacente que es muy valiosa y que se pregunta cómo hacer para recuperar estos dos años que los niños han perdido de manera presencial. No existe claridad en cuanto qué es lo que el Congreso puede ofrecer o hacer, pero sí la demanda explícita de recuperación que se hace sentir.

En cuanto a salud, se percibe que tenemos un sistema que ha colapsado y por lo tanto se propone modificarlo. ¿Cómo? No se tiene claridad tampoco. Pero algunas pistas van por: tener un solo sistema de salud público a nivel nacional; una autoridad autónoma de salud nacional encargada de la reorganización; sistemas público-privados, etc. Es decir, generar menos burocracia, más atención y de mayor calidad. A costo de impuestos, ligando el primer tema con este.

Asimismo, en temas de salud la vacunación y la prevención en pandemias se vuelven temas de suma importancia. Reglas para promover la vacunación y beneficios o castigos civiles para los no vacunados son los más pedidos.

Así como economía, salud y educación son los temas urgentes que debe tocar el Congreso, la corrupción es el cuarto en importancia.  Pero de eso hablaremos en una siguiente entrega.

Es muy importante que se entienda que este es un resumen de respuestas dadas a algunas cuentas de Twitter. Por lo tanto es un universo restringido. Pero es un ejercicio valioso por el cual hemos preguntado a las personas qué quieren que SU Congreso haga. Y la gente ha respondido. Con temas en común. ¿Por qué no hacerlo por canales más oficiosos? ¿Por qué el Congreso no toma en cuenta esos intereses reales y deja de pensar que los conocen?

A ver si el centro, que claudicó en la cuestión de confianza, extendiéndosela sin ninguna condición al peor gabinete ministerial conformado en nuestra historia republicana, escala su chato nivel de estrategia política, le hace un upgrade, y convierte una traición a sus electores en una oportunidad positiva para el país.

El presidente Castillo estuvo a punto de romper con el cerronismo. Así ocurrió en una reunión de la que Sudaca dio cuenta (http://ow.ly/4pK130rSs6M) y que luego ha sido confirmada por el titular de Justicia, presente en ella. Si no fuera por el lamentable papel de Verónika Mendoza a favor de Cerrón, probablemente hoy estaríamos frente a un gabinete recompuesto, con Castillo fuera de Perú Libre y con el camino a la moderación sin Constituyente en curso. Mendoza, por cierto, nunca más tendrá autoridad moral para arrogarse la voz y el rostro de una izquierda moderna y moderada.

El centro puede ayudar a que ese tránsito presidencial ocurra, tendiéndole un puente de plata y haciéndole ver que si rompe con Cerrón y éste lo amenaza con disponer de sus congresistas para hacerle una oposición brutal que conduzca a su vacancia, los votos del centro estarán allí para ayudarle a superar el impasse.

Pero eso pasa porque los líderes de Acción Popular, básicamente Lescano, quien controla la mayoría de su bancada, César Acuña, José Luna Gálvez y quien lleve la voz cantante de Somos Perú, se apresten a reunirse con el propio Presidente y no con el impresentable de Bellido, y le hagan saber explícitamente de ese potencial acuerdo.

La posibilidad de que Castillo entienda que el camino de la radicalización, su consecuente confrontación, el intervencionismo antiempresarial y el devastador impacto de una Asamblea Constituyente, no solo destruirían al país sino a su propio gobierno, es factible. Va a depender en gran medida de que la oposición sea capaz de tenderle una alternativa, que, de paso, corrija moralmente la claudicación de haberle brindado la confianza al gabinete Bellido sin ninguna condición política previa.

El Perú, bajo esa perspectiva, podría tomar otro rumbo, infinitamente más llevadero y tolerable que aquel que el exgobernador de Junín le ha puesto al frente al profesor chotano. Nadie tiene investidura para exigirle a Castillo que se convierta en un Humala II y haga del suyo un gobierno de derecha, pero sí corresponde anhelar que asuma que es perfectamente posible hacer un gobierno de izquierda, inclusivo y transformador del país, sin necesidad de caer en la paporreta leninista que el inflamado sentenciado por corrupción, Vladimir Cerrón, cree que está en potestad de imponerle al país y al propio Presidente.

La del estribo: extraordinario el Club del Libro de Alonso Cueto. Va por su segunda sesión este sábado 18 de setiembre. La primera fue sobre la fenomenal Madame Bovary, de Gustave Flaubert (se entiende por qué Mario Vargas Llosa se enamoró de la protagonista) y esta segunda ocasión toca Cumbres Borrascosas de Emily Bronte. ¡Suscribirse vía Patreon!

Con ritmo de ranchera comenzamos esta columna dominguera para echar luz sobre el revuelo que ha causado la decisión del nuevo Ministro de Cultura, Ciro Gálvez, de modificar la lista de 60 invitados nacionales a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, que había dejado dispuesta el gobierno anterior. Ocurre que este año el Perú es el país invitado de honor a este importante acontecimiento cultural, editorial, comercial y mediático y por eso la necesidad de definir una lista de invitados ya ya.

La FIL Guadalajara, como coloquialmente se le conoce, se realizará del 27 de noviembre al 5 de diciembre de este año. Ya antes, el 2005, el Perú había sido el país invitado y el gobierno de Alejandro Toledo y sus burócratas culturales compusieron una lista numerosa con grandes altibajos, pero en la que predominaban los autores capitalinos ligados a algunas editoriales transnacionales. Los representantes del interior del país eran escasos.

Este año, bajo otro gobierno neoliberal como el de Francisco Sagasti, se compuso, justo hacia finales de julio y a punto de ocurrir el cambio de gobierno, la mencionada lista de 60 invitados, que se supone costarán, junto con el alquiler de locales y publicidad, la friolera de unos cuatro millones de soles.

La lista está dividida en tres rubros: 1) “programa literario” (con 40 invitados); 2) “expertos y académicos” (8 invitados), y; 3) profesionales (12 invitados). 

Cerca del 70% de ellos son limeños o viven en Lima hace mucho tiempo, habiendo solamente una autora quechuahablante.  (No contamos aquí a un famoso retablista ayacuchano, pues no se sabe bien qué hace dentro de una lista de escritores).

¿Dónde están, pues, los otros autores quechuahablantes, aimarahablantes, shipibohablantes y de las otras 45 lenguas originarias reconocidas por el propio estado? ¿Es que no tienen literatura? ¿Por qué, del total de 60 invitados, 58 son hispanohablantes, como si el Perú fuera un país culturalmente homogenizado por esa lengua?  

No hablemos ya de la procedencia regional. Con solo un 30% de provincianos, se ha dejado afuera a valiosos escritores de Cuzco, Arequipa, Piura, Lambayeque, Loreto, Ucayali, Puno y otras importantes zonas del país. Pienso, por ejemplo, en autores como Boris Espezúa, Leoncio Luque Cota, William Guillén Padilla, Domingo de Ramos, Gloria Cáceres, Isaac Huamán Manrique, Gloria Mendoza Borda, Fredy Roncalla, Juan Yufra, Carlos Sánchez Paz, Luis Nieto Degregori, Enrique Rosas Paravicino, Oscar Colchado y el chalaco Dante Castro. (Y dejo muchísimos más en el tintero). Nuestros escritores afincados en el extranjero son apenas representados por unos pocos nombres que para colmo ya han participado en otras ferias como invitados oficiales del estado peruano.

Sería muy largo analizar cada uno de los nombres y no quiero lastimar sensibilidades, pero encuentro autores de cómics y de libros patrocinados por Tiendas Wong, aparte de varios narradores “light” frente a una clamorosa minoría de poetas (entre los que, sorprendentemente, se encuentra alguna novel con apenas tres libros y un bachillerato en ciernes –aunque muy ligada a los lobbys feministas, eso sí– y varios poetas favorecidos consuetudinariamente por el propio MinCul con medallas, subvenciones y otros reconocimientos, como si solo las distinciones de esa cartera importaran).

En las listas de “expertos y académicos” y de “profesionales” encontramos una economista limeña que fue Ministra de Desarrollo, historiadores de distinto pelaje y varios personajes menores en el campo de la cultura. ¿Se justifica su presencia?

El gusto desinformado de la redacción de Perú21 ha defendido ayer, sábado 28, la lista del anterior ministro Alejandro Neyra, es decir, la lista del gobierno de Sagasti. En ella, como dije, son muchos los nombres que se repiten de ferias anteriores o están (o han estado) ligados laboralmente al estado. Con un nuevo gobierno de izquierda, es lógico que se busque visibilizar a autores y creadores de provincias y de las lenguas originarias, habladas por una cuarta parte de nuestra población y que son muestra de nuestra riquísima variedad lingüística. De ahí que la medida del ministro Ciro Gálvez tenga perfecto sentido si es que se quiere ser consecuente con la voluntad popular que eligió a este gobierno democráticamente.

Ya es hora, pues, de que se democratice el Ministerio de Cultura. Y ya estuvo bueno de repetir el mismo plato en estos eventos oficiales. 

En unos días empiezo un nuevo viaje promovido por mi gran sueño de hacer ficción. Me mudo a Los Ángeles a estudiar la maestría en Dirección de Cine en CALARTS (California Institute of The Arts), fundada por Walt Disney en 1961. A propósito de esto, hoy quería compartirles un poco sobre las influencias que inspiran mi trayecto como directora, películas y directores que han marcado un antes y después en mi carrera. Y no me refiero solo a nivel profesional, sino como humana y mujer.

  1. “In the Mood for Love”

Director: Wong Kar-Wai

Para mí la escena más inspiradora de la película es la puesta en escena y la danza que se genera en las escaleras, donde los personajes caminan sin un rumbo fijo en busca de hechos reales, o tal vez no, que van y vienen sin ningún orden lógico. Destaco, además, el recurso de la cámara lenta para ralentizar el tiempo y mostrar el fluir natural, las miradas tímidas, los movimientos agitados y nostálgicos, que crean secuencias que parecen una sola. Particularmente, me gusta ralentizar el tiempo y trabajar con los entendimientos y malentendidos como lo hace Wong Kar Wai.

  1. “Lost in Translation”

Directora: Sofía Coppola

La historia de dos almas perdidas en una tierra extranjera, encontrándose como desconocidas y separándose, más tarde, como amigas, ha inspirado mi último cortometraje en progreso llamado “Nadie Nos Dijo”. Este corto trata sobre los sentimientos compartidos que siguen a 4 mujeres en un camino de búsqueda de identidad, existencial, de sentirse parte de una sociedad que las ha olvidado o con la que no se identifican, en el momento adecuado para vivir lo que tienen que vivir. Disfruto mucho de las escenas de Lost in Translation sin partitura musical, en donde solo se escucha el sonido ambiente natural y podemos quedarnos con Charlotte y Bob como si fuéramos voyeurs, al estilo Hitchcock en “la Ventana Indiscreta”, con un profundo sentido de intimidad.

  1. “Midsommar”

Director: Ari Aster

Lo que me gusta de esta película es que no es la típica historia de terror oscuro, en cambio, es una pesadilla a la luz del día. Se han inventado todos los géneros, pero la originalidad de jugar con ellos como autor es única. Ari Aster juega con las superficies del género en Midsommar, que se trata de empatía y emoción compartida, pero también de una celebración en una remota comuna sueca. Me gusta el diálogo entre los movimientos de la cámara y la historia. La cámara gira sobre sí misma para representar que a partir de ahí lo que vamos a vivir es una nueva experiencia en un mundo completamente diferente al que conocemos. Un viaje para el que ni los protagonistas ni nosotros estamos del todo preparados.

  1. “La Ciénaga”

Directora: Lucrecia Martel

Lucrecia me enseña a valorar la importancia del tiempo en la narración, en este caso, la idea del tiempo suspendido. La historia de La Ciénaga se desarrolla a lo largo de dos o tres días que se representan de forma incierta. Los espacios en los exteriores que intervienen en la historia, la montaña, la ciudad, dan la sensación de un espacio claustrofóbico. Me encanta la sensación de la espesura del tiempo. La sensibilidad de Lucrecia me inspira en mi objetivo por contar historias con esa textura tan romántica y sensorial.

  1. “Little Miss Sunshine”

Directores: Valerie Faris, Jonathan Dayton

Una “roadmovie” con una historia auténtica llena de simbolismo. Me identifica y logra que sienta lo que sienten los personajes hasta el punto en que casi parece que estoy cambiando de lugar con ellos. Esto es algo que busco en mi trabajo como directora, trabajar con símbolos para contar historias genuinas, retratar con otro punto de vista lo que supuestamente se entiende por una sociedad perfecta. En Little Miss Sunshine, los personajes principales son personajes «extraños», pero tanto como cualquiera de nosotros podría serlo. La estética naturalista y los colores realistas son miradas y detalles que le dan una personalidad única a esta película.

50 años después de que la reforma agraria supuestamente acabó con el gamonalismo y todo lo que este representaba, Vladimir Cerrón señaló, el 4 de agosto pasado, que la presentación del Gabinete Bellido en el Congreso de la República será la colisión de dos mundos, el criollo y el andino. Cada uno expresará su interés de clase subjetivo u objetivo, superficial o profundo, conservador o revolucionario, materialista o metafísico. En otras palabras, para Cerrón, Velasco no pasó por aquí, en el Perú no hubo reforma agraria, el Estado no ha extendido sus servicios a todos los distritos de Lima y la informalidad, a su manera, no ha terminado de igualar, en sus propios términos, todo lo que faltaba igualar en este confín que es antes paradoja que país, cada vez lo tengo más claro.

¿Deploro el discurso clasista de Cerrón? Claro que lo deploro. No solo es clasista. A lo que llama, en realidad, es a un choque de civilizaciones, a lo Huntington, de culturas y lo hace explícitamente. Pero partamos de una premisa, si por un lado no somos más la sociedad que, conforme a ley, divide a las personas de acuerdo a su raza y linaje, como sucedió en tiempos coloniales, tampoco somos el ágora ateniense en el que ciudadanos y ciudadanas discurren libremente sabiéndose y sintiéndose iguales. La sola campaña para la segunda vuelta ha revelado que sí subsisten seculares percepciones, actitudes y marginaciones que nos separan y de las que, en muchos casos, no somos ni siquiera consientes. Me refiero al trato cotidiano, al juego de roles, a la manera como nos tratamos unos a otros en la calle.

He escuchado a varios políticos, de los tradicionales, diciéndole al Presidente Castillo: “el Perú no es solo Chota, no es solo la sierra rural, el Perú somos todos”. La afirmación es cierta, cómo no, lo que pasa es que en doscientos años se ha producido todo lo contrario, el Perú ha sido Lima, como diría Valdelomar, y a Lima le ha importado un comino Chota, la sierra rural y el resto del país.

Para no ahondar en ejemplos históricos, vamos al presente: el arrasador voto rural andino por Pedro Castillo es el mismo voto desesperado que se repite en todas las elecciones buscando finalmente a quien pudiese representarlo o abogar por aquel. Hasta que encontraron a Castillo. La pandemia ha demostrado que en el Ande no hay Estado, el friaje de este año y la patética recolección de frazadas para proteger a niños que duermen a 20 o 30 grados bajo cero, es otro persistente ejemplo de dicho abandono.

Nunca nos importó el Perú rural andino, y ahora nos tiene que importar, esa es la cuestión y el problema adopta ribetes de patetismo cuando un sector de la representación parlamentaria, incluida su titular María del Carmen Alva, reaccionan casi asqueados cuando el Presidente del Consejo de Ministros “se arroba la atribución” de saludar y despedirse del país en Quechua y en Aimara. En el Perú no solo nos odiamos tanto: nos negamos y nos tememos patológicamente unos a otros. Dijo bien Jorge Basadre, al señalar que la Independencia debió producirse en 1815, durante la rebelión de los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua. De haber sucedido así, hoy seríamos una nación más integrada en sus diversas manifestaciones lingüísticas y culturales.

El Perú no ha votado por el comunismo; ese es un tema que tienen que comprender Castillo y Cerrón; Pero el Perú, mayoritariamente, ha votado por no dejar a nadie fuera del proyecto y por un Estado que se ocupe del Ande, su gente y su cultura, y también a la Amazonía, cómo no, como parte constitutiva de la nación y no como subordinados que esperan la buena fe de los señores del pueblo, como en el Puquio de Arguedas.

 

De la reconciliación entre los peruanos

Pero quería hablarles de reconciliar, lo primero que tengo que decir es que no se reconcilia colocando el problema bajo la alfombra, ni con discursos negacionistas. Todo lo contrario, se reconcilia reconociendo la afectación de quien ha sido afectado. Durante el segundo gobierno de Alan García (2006 – 2011) se creó el Museo Afro-Peruano y se le pidió disculpas a los afrodescendientes por la esclavitud que se prolongó, en tiempos republicanos, hasta mediados del siglo XIX.

Pues bien, el Perú rural andino merece una enorme disculpa, y no reiteradas afrentas, por parte del Estado peruano que permitió se le mantuviese en condición de servidumbre y limitado en sus derechos ciudadanos hasta bien entrado el siglo XX; sin acceso a servicios básicos como los de salud y educación. El perdón es el primer piso del edificio. Los gestos, a este nivel, son más importantes de lo que solemos creer, curan heridas, reivindican, sanan.

Después viene el reconocimiento, poner en valor, rescatar el aporte cultural de una manera más viva y menos “vintage” de lo que se ha venido haciendo hasta ahora. Lo andino no es solo un producto para vender en ferias internacionales. Reconocer es participar en la fiesta, es escuchar, es aprender, es dejar que aquel a quien siempre vimos como el otro tome el micrófono, sea portador de la iniciativa y no solo el retrato que adorna una muestra fotográfica para una galería limeña o del exterior.

Finalmente vienen la reconciliación, sus políticas y sus espacios. He escrito en el pasado sobre el aula de clase. En el país, los últimos 20 años, se produjo un milagro: a nuestras universidades, públicas y privadas, ha llegado todo el Perú. En una misma aula puedes encontrarte con estudiantes de diferentes regiones, de diferentes distritos de Lima, y de distintos estratos socioeconómicos.

Yo siempre invito a esos jóvenes a charlar entre sí, a conocerse, invitarse en vacaciones a la casa de playa si es el caso, o a la estancia rural, o a la ciudad provinciana. Les digo que ellos tienen la oportunidad de construir la nación pues finalmente se ha operado el milagro de que estén juntos en el mismo espacio y que entonces tienen dos opciones: dividirse en trincheras y enfrentarse, como ha sucedido por siglos, sucede en el Congreso y sucede en las redes sociales juveniles, o conocerse, abrasarse y construir una nación pluricultural y desprejuiciada.

Esta política no es ocurrencia mía, necesariamente. Me inspiran las políticas para la juventud que aplicaron con sus juventudes franceses y alemanes después de la Segunda Guerra Mundial. La intención era que sus nuevas generaciones dejasen de vivir con rencor, como, paradójicamente, porque el tiempo transcurrido es mayor, vivimos aun muchos peruanos y chilenos, rencor de una parte, y orgullo de la otra. Eso sucede porque no hemos trabajado el tema en serio a través de las políticas de estado necesarias, y esto es exactamente lo que estoy proponiendo en el nivel interno, es decir, entre peruanos.

En fin, este es un ejemplo acotado, y ofrece la propuesta de un camino por donde transcurrir si queremos, de aquí a una o dos generaciones, dejar de ser un país de cruces de Borgoña y llamados a la confrontación entre las culturas a las que adhieren los peruanos.

Hay una premisa fundamental: hay que tomarse el problema en serio, lo que implica aceptar la parte que a cada a uno le toca, comprender desde dónde se mira el mundo y aprender a colocarse en la posición del otro. Sólo así lograremos ver la inmensa dimensión del problema que queremos (o no queremos) resolver.

 

*Amar con ternura y devoción

El Congreso de la República ha tenido una de las jornadas más vergonzosas de las últimas décadas al otorgarle ampliamente la confianza al que debe ser el peor gabinete ministerial presentado jamás ante el Legislativo.

Ya después de la jornada de ayer, mejor que se elimine la cuestión de confianza y se la den automáticamente al Ejecutivo. Porque si no interesa la calidad moral y profesional de los ministros, si no es relevante la solvencia programática del consejo ministerial, entonces mejor que se descarte ese filtro democrático.

La claudicación del centro político (Alianza para el Progreso, Acción Popular, Podemos y Somos Perú), desplegada supuestamente en aras de la gobernabilidad, va a traer consecuencias negativas para ella, al abrirle la puerta al desmán ideológico que ha supuesto que el presidente Castillo elija el gabinete que finalmente ha elegido y al cual, a pesar de las múltiples y probadas denuncias, se ha aferrado.

Si alguno de los claudicantes cree que su voto amainará las fuerzas radicales que anidan en el gobierno y que, por ende, atemperará su objetivo final de refundar constitucionalmente la República, al antojo de la ideología maximalista de Cerrón, se equivoca groseramente.

Veremos los pasos siguientes. Se ha anunciado la interpelación individual de los ministros impresentables. Si AP, APP, Podemos y Somos Perú le vuelven a conceder la gracia de sus votos a tales ministros, ya implicará no un cálculo político o la desenvoltura de una estrategia light de contención, sino una deleznable concesión que permitirá sospechar que seguramente hay detrás algún beneficio colectivo o particular a favor de tales agrupaciones o de sus líderes y sus intereses empresariales.

Mientras el gobierno, en boca de Castillo, no anuncie que se ceñirá a la autónoma decisión congresal respecto del intento de reforma del artículo 206 de la Constitución -que tiene la intención de permitirle al Ejecutivo la convocatoria a un referéndum que lo faculte a llamar a una Asamblea Constituyente- y que no hará cuestión de confianza por ese proyecto de reforma, el gobierno seguirá siendo un potencial peligro antidemocrático.

Y si eso se plasma, como todo lo hace suponer, entonces los centristas claudicantes que ayer le han dado graciosamente su respaldo al gabinete Bellido, tendrán que responderle al país por su ignominia política y su irresponsabilidad. Ayer, la gobernabilidad democrática del país ha perdido una batalla.

El P. Wolfgang Rothe, vicario parroquial en la zona de Múnich conocida como Perlach, además de tener un doctorado en teología y otro en derecho canónico, es un especialista en whisky, habiendo vertido sus conocimientos al respecto en ponencias y artículos en revistas especializadas, así como en programas de radio y televisión. No sólo le gusta degustar, con moderación por cierto, esta bebida espirituosa sino que también sabe relacionarla con temas culturales y espirituales. Además de haber publicado algunos libros sobre el tema, entre ellos “Agua de la vida: Introducción a la espiritualidad del whisky” (“Wasser des Lebens: Einführung in die Spiritualität des Whiskys”, Editions Sankt Ottilien, Sankt Ottilien 2018), también ha organizado peregrinaciones a Escocia, donde los participantes pueden visitar lugares importantes para la cultura del whisky y para la tradición espiritual cristiana.

En septiembre saldrá a la venta un nuevo libro del llamado “vicario del whisky”, que esta vez poco tiene que ver con el licor escocés, sino más bien con otro tema candente de actualidad: el abuso sexual en la Iglesia católica. El título: “Iglesia abusada: Un ajuste de cuentas con la moral sexual católica y sus defensores” (“Missbrauchte Kirche: Eine Abrechnung mit der katholischen Sexualmoral und ihren Verfechtern”, Droemer, München 2021). Puede parecer extraño que un clérigo católico publique un libro crítico sobre la Iglesia en relación a los abusos. Pero en este caso existe una razón de peso. El mismo P. Rothe fue víctima de abuso ya siendo sacerdote, y como ocurre con la mayoría de las víctimas, mantuvo silencio al respecto durante más de una década.

Resulta que en febrero de 2019 estaba viendo un programa de televisión donde Doris Reisinger (Wagner de soltera), una ex monja de la comunidad religiosa austríaca “Das Werk” (“La Obra”) quien había sido sometida sexualmente por un un sacerdote, mantenía un diálogo con el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena. Reisinger le decía al cardenal que durante años nadie le había creído cuando había relatado los abusos espirituales y sexuales que había sufrido en la comunidad. Le pregunta a Schönborn si él le cree. «Yo sí le creo», fue la respuesta del prelado. Cuando el P. Rothe escuchó eso, algo hizo clic en su interior. A él le había ocurrido algo semejante. El obispo emérito de la localidad austríaca de St. Pölten, Klaus Küng, había abusado sexualmente de él en el año 2004. Y durante unos 15 años había reprimido el recuerdo de esa experiencia, porque nadie le hubiera creído. Había llegado el momento de hablar, de modo que redactó una carta de diez páginas detallando todo lo que le había sucedido entonces y se la envío al cardenal Schönborn.

En 2004 ya había estallado el escándalo del seminario diocesano de St. Pölten, del cual el P. Rothe era vicerrector. En el año 2003 la policía había encontrado en los discos duros de las computadoras unas 40 mil imágenes de contenido sexual comprometedor, que incluían pornografía infantil, zoofilia e incluso fotos de seminaristas en situaciones comprometedoras. Incluso se difundió una imagen del mismo P. Rothe, en el cual parecía estar dándole un beso en la boca a un seminarista, lo cual el clérigo ha negado, indicando que no hubo nada de eso y que se trata de un malentendido debido al ángulo desde el cual fue tomada la foto. Sin duda alguna, esta interpretación es posible. A esto se suman las prácticas homosexuales, fiestas gay y romances entre seminaristas, algunos de los cuales también habrían acosado a niños en las parroquias circundantes. El obispo Kurt Krenn, miembro del Opus Dei, se vio obligado a renunciar y el cierre del seminario era inminente.

El sucesor de Krenn, el obispo Klaus Küng —quien fue primero nombrado visitador apostólico de la diócesis—, cita el 6 de diciembre de 2004 al P. Rothe a la residencia episcopal para anunciarle que quedaba relevado de todos sus cargos y que debía tomarse un tiempo de descanso. El sacerdote, descompuesto por la situación y temiendo por su reputación, sufre un desvanecimiento. El obispo, que había estudiado medicina para no tenía licencia para ejercer, le da una pastilla tranquilizante. Más tarde, de regreso en su habitación, el P. Rothe se toma una copa grande de vino tinto, sale al balcón de su departamento ubicado en la planta alta y cae desde lo alto. Afortunadamente, sólo se rompe una mano. Pero el análisis de sangre que le hacen en la clínica revela un dato inquietante: le había sido suministrado benzodiazepina, un psicofármaco.

¿Qué es lo que había sucedido como para que decidiera beber una buena cantidad de vino después de la visita al obispo? Había sido para vencer su asco y repugnancia ante hechos que durante 15 años se resistió a denunciar. El obispo Küng, sentado junto a él en el sofá, lo había acariciado, no en los genitales pero si en partes del cuerpo donde nadie desearía que lo toquen contra su voluntad. A pesar de estar sedado, el P. Rothe logró sustraerse al manoseo episcopal, pero era tal la vergüenza que le había sobrevenido, que calló el incidente. Y mantuvo ese silencio durante más de una década, hasta el momento en que decidió enviar la carta con su testimonio al cardenal Schönborn, quien meses después la remitiría a Roma para iniciar un proceso canónico.

Antes de que eso ocurriera, el P. Rothe ya había presentado una denuncia ante las autoridades civiles. En abril fue interrogado por la Policía Criminal de Múnich, posteriormente por la policía austríaca. Penalmente no se logró esclarecer la imputación contra el obispo Küng, dado que no había pruebas ni testigos de lo que había ocurrido en la residencia episcopal sino solamente palabra contra palabra, y en mayo de 2019 la fiscalía de St. Pölten archivó el proceso por prescripción del delito.

El 14 de septiembre de 2020 la diócesis de St. Pölten, ahora a cargo del obispo Alois Schwarz, emite un comunicado de prensa informando que el sacerdote Wolfgang Rothe había acusado al obispo emérito Klaus Küng de abuso sexual. El Vaticano había archivado el proceso, concluyendo que la acusación era infundada. «Para el obispo Küng, quien siempre rechazó los cargos de la manera más enérgica, con esta decisión de Roma el caso queda resuelto», concluye el comunicado.

Lo que no dice el texto es que en abril de 2020 el obispo Schwarz ya le había informado por carta al P. Rothe sobre la decisión vaticana, amonestándolo canónicamente con la advertencia de no mantener o difundir sus acusaciones en el ámbito público, bajo pena de ulteriores sanciones. Se debe tener en cuenta que este tipo de amonestación suele ser el paso previo a una suspensión.

El incidente sexual no fue el único de que fue víctima el P. Rothe después del accidente del balcón. Él mismo cuenta que se le aisló durante meses en un convento . Por indicación del obispo Küng, se le ordenó someterse a un test psiquiátrico-psicológico para determinar si era maricón, el cual ha sido considerado como “inequívocamente discriminatorio” y “atroz” por el psiquiatra forense Norbert Leygraf, consultado por el “Süddeutsche Zeitung”, uno de los diarios más importantes de Alemania. El obispo habría intentado de esta manera tener argumentos para cuestionar su idoneidad para el trabajo pastoral, especialmente con niños y jóvenes. Además, lo habría presionado a fin de que renuncie al sacerdocio e incluso habría buscado que se le reduzca al estado laical. La caída del balcón habría sido interpretada como un intento de suicidio, lo cual lo habría hecho no apto para seguir ejerciendo el sacerdocio, considerando que el derecho canónico establece que un intento de suicidio incapacita al candidato para recibir las órdenes sacerdotales. El obispo Küng también fracasaría en sus intentos de que el P. Rothe fuera trasladado a Rumanía.

Tras la archivación del proceso canónico y la amonestación recibida, el P. Rothe se sentía en un callejón sin salida. En julio de 2020 el periodista Bernd Kastner del “Süddeutsche Zeitung” toma contacto con él, tras conocerse el caso a través de medios periodísticos austríacos, sin ninguna participación del P. Rothe. Esta vez se le pudo convencer de que era conveniente que contara él mismo su historia a la prensa, y no de manera anónima como quería en un principio, sino con nombres y apellidos. Los dos artículos sobre su caso serían publicados en enero de 2021 en el “Süddeutsche Zeitung”.

El P. Rothe cree que ésta ha sido la decisión correcta. Ninguna autoridad eclesiástica se ha manifestado, ya sea para decirle que creen en su palabra, ya sea para sancionarlo. Romper el código del silencio ha sido para él la única manera de protegerse de los abusos de autoridad. «Hay situaciones en la vida en la que hay poner todo sobre el platillo de la balanza». Y esto es lo que ha hecho al publicar un libro donde no sólo relata su caso sino cuestiona una moral sexual que genera las condiciones para que los abusos se repitan una y otra vez en la Iglesia católica.

Iba en un taxi, el martes pasado, pensando sobre qué escribir para mi columna de hoy, cuando recibí la noticia. Primero fue un mensaje por messenger, luego en el Facebook y grupos de WhatsApp. Por un par de minutos, la posibilidad de que fuera uno de esos «fakes» -como el que anunció, hace una semana, la muerte del charro mexicano Vicente Fernández- me entretuvo revisando fuentes. Infobae, The Guardian, Ultimate Classic Rock, TMZ, The New York Times, CNN, BBC. Ya no hay dudas. Charlie Watts, el inamovible baterista de los Rolling Stones, falleció esa tarde en un hospital de Londres, dos meses después de haber cumplido 80 años.

Su salud ya estaba quebrada, al punto que se había anunciado su no participación en No filter, la gira que traerá de vuelta a esta pandilla de viejos zorros, la primera vez que no subiría al escenario, en casi sesenta años, como integrante de la banda de rock más longeva de la historia -la noticia fue difundida en Twitter por Andrew Loog Oldham (77), amigo y productor del quinteto en sus años más rebeldes. La explicación no ahondaba en detalles, solo mencionaba que el legendario baterista iba a ser sometido a un procedimiento quirúrgico. De hecho, los resultados de aquella operación habían sido positivos, según pudo conocerse. El comunicado oficial de los Stones, en el que informan sobre esta lamentable pérdida, es también escueto y no ofrece pormenores de las causas del deceso. En cambio, muestra profundo cariño y admiración por el compañero caído y pide respeto a la privacidad de sus familiares y amigos.

«Es un día triste para el rock and roll» dijo el músico, productor y personaje de redes sociales Rick Beato, conocido entre músicos y melómanos por sus videos de YouTube en los que decodifica el lenguaje musical. Entre los acordes de Brown sugar (1971), Angie (1973) y Can’t you hear me knocking (1971), el norteamericano rindió homenaje, a su estilo, al motor de este grupo británico que lideró, junto a los Beatles, la escena rockera en sus primeros años. El ritmo sólido y contenido, los redobles colocados con precisión entre las rugosas guitarras, el hábil manejo del hi-hat, la química con Bill Wyman, descritos en 13 minutos cargados de duelo rockero. Keith Richards declaró alguna vez que Watts era «el cuarto de máquinas» de los Rolling Stones. Mick Jagger, durante los febriles y alcoholizados años ochenta, lo llamó «su baterista». Y recibió por respuesta un puñetazo y una aclaración: «Jamás vuelvas a llamarme tu baterista. ¡Tú eres mi cantante!». Aunque siempre declaró no sentirse orgulloso de aquella reacción, el buen Charlie se dio el gusto de poner en su sitio a uno de los cantantes de rock más temidos por su carácter irascible y engreído.

Presente en los Rolling Stones desde el día 1 de su formación -y en los más de sesenta discos que publicaron entre 1963 y 2016-, Charlie Watts mantuvo siempre su perfil bajo, casi invisible si lo comparamos con la extravagante personalidad de los «Glimmer Twins», como se les conocía a Jagger y Richards. Aun cuando muchos consideraban que Bill Wyman era «el tranquilo» -de hecho, un interesante documental sobre el bajista se llama, precisamente, The quiet one (Oliver Murray, 2019)-, este título representa mucho mejor a Watts. A pesar de que pasó también por oscuros lapsos de adicción durante los ochenta (la época del puñetazo a «su cantante»), la vida del baterista fue, en medio de la vorágine de los estudios de grabación y las permanentes giras alrededor del mundo, bastante tranquila: ningún escándalo mediático, ningún ingreso a prisión, un solo matrimonio, una sola hija, no groupies. De hecho, los periódicos ingleses de los años setenta no pensaban en el atildado baterista y diseñador gráfico cuando les preguntaban a las madres de entonces, en sus titulares, si «dejarían a sus hijas escaparse con un Rolling Stone».

Convertidos en íconos del rock y asociados al arte y la cultura de toda una época, los Rolling Stones han sido retratados en libros y documentales de toda clase. Cineastas como Jean-Luc Godard y Martin Scorsese registraron sus movimientos, gestos y procesos creativos, en distintas etapas. El primero en One plus one, desde un punto de vista vanguardista y en el contexto de la lucha por derechos civiles y las protestas estudiantiles, mientras la banda grababa su noveno álbum Beggars banquet (1968), que contiene el clásico Sympathy for the devil, como también se conoció al film; y el segundo en Shine a light (2008), para mostrarnos a la banda en pleno concierto, desde ángulos nunca antes vistos. Watts, de mirada adormecida y sonrisa socarrona, fue testigo y protagonista de una de las sagas más interesantes y desenfrenadas de la música popular contemporánea.

El toque de Charlie Watts es directo, de tamborazos agresivos y secos, rellenos y fraseos impredecibles, y sutiles remates en platillos y hi-hats, recursos aprendidos de su gran amor por el jazz y sus ídolos Max Roach, Roy Haynes o Elvin Jones. Basta con observar su forma de sostener las baquetas, tan diferente a la de sus contemporáneos y grandes amigos Ringo Starr (The Beatles), Mick Avory (The Kinks) o Keith Moon (The Who) para entender ese estilo 100% jazzero, que aportaba singularidad al blues, rock y R&B de la banda. Tampoco tuvo la espectacularidad de Ginger Baker (Cream), Mitch Mitchell (The Jimi Hendrix Experience) ni el protagonismo de Mick Fleetwood (Fleetwood Mac), también afectos al jazz norteamericano. Lo suyo era la base, la tierra firme sobre la cual se sostenía todo el sonido de los Stones. Podía ser estricto rock and roll –Gimme shelter (1969), Hang fire (1981)-; balada –Fool to cry (1976), Wild horses (1971)-; o disco funk –Emotional rescue (1980), Miss you (1978)-, la batería de Charlie Watts siempre resolvía con personalidad y acentos propios. En Waiting on a friend (1981), por ejemplo, acompaña únicamente con el borde de su tarola, bombo y un suave hi-hat, mientras que en Love is strong (1994), el ataque es rotundo, contundente.

En términos de imagen, Watts también se distanciaba de sus compinches, algo que comenzó a notarse más en la tercera y cuarta etapas de la banda. Entre 1963 y 1979 todos lucían relativamente igual: pelos revueltos, uniformes al estilo Beatle (a veces), pantalones acampanados, bufandas coloridas, maquillaje en los ojos. Cómo olvidar su disfraz de dandy psicodélico en Rock and Roll Circus (1968) o la carátula del álbum en vivo Get yer ya-ya’s out! (1970), en la que Charlie aparece, ingrávido, de blanco y con gorro del Tío Sam, sosteniendo dos guitarras junto a un burro. Pero, a partir de los ochenta, mientras Jagger era capaz de aparecer semidesnudo, Wood, Wyman y Richards salían despeinados y, en el caso de Keef, con sus inseparables bandanas y aretes, Watts mantuvo una apariencia muy sobria, dentro y fuera del escenario. Incluso desarrolló una obsesión por el buen vestir, al punto de ser considerado «el rockero más elegante» por una revista especializada en moda.

Entre 1986 y 2017, el baterista formó su propia banda, para tocar jazz, swing y boogie woogie a sus anchas. Con The Charlie Watts Quintet -que, en ocasiones, llegaba a ser una big band de diez músicos- grabó una decena de álbumes, en vivo y en estudio, entre los que destacan un concierto de 1986 en el Fulham Town Hall de Londres (con una orquesta de 30 integrantes) y dos tributos a Charlie Parker –From one Charlie (1991) y With strings (1992). Su capacidad de trabajo era inagotable. Estamos hablando de una persona que, hace apenas un par de años, en el 2019 –tras superar sus adicciones y hasta un cáncer a la garganta que amenazó su vida en el 2004- le decía a New Musical Express, una de las revistas musicales más importantes de Gran Bretaña, que no pensaba para nada en retirarse y, aunque resentía cada vez más eso de salir de giras, estaría junto a los Rolling Stones cada vez que fuera necesario.

Charlie Watts es el segundo miembro fundador de los Rolling Stones que abandona el mundo físico, 52 años después de que Brian Jones fuera hallado muerto, a los 27, en la piscina de su propia casa. En cierto modo, es increíble que Jagger (78), Richards (77) y Wood (74) lo sobrevivan, dados sus excesos a través de los años. Estrellas del rock como Paul McCartney, Elton John y Ringo Starr han expresado su pesar por este fallecimiento, resaltando su amabilidad y estilo. Lars Ulrich, baterista de Metallica, comentó alguna vez que su objetivo de vida era llegar a la edad de Charlie Watts y seguir tocando. Ray Davies, vocalista y líder de The Kinks, recordó cuando Watts le contó, en algún pub londinense mientras tomaban unas cervezas, que lo habían invitado a unirse a una banda llamada The Rolling Stones. “Acepta” –le respondió- “puede ser que paguen bien”. Pero la mejor frase me la regaló la cantautora norteamericana Joan Baez, quien lo recordó como “un príncipe entre ladrones”. Eso era.

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Bastaría la mediocridad del discurso de presentación del Premier Bellido ante el Congreso, como suficiente motivo para no darle la confianza solicitada ayer ante el Pleno legislativo.

Pocas veces se ha visto un mensaje tan generalista, sin precisiones de políticas públicas, detallado solo en las dádivas populistas que entregará, sin ninguna invocación a los motores de la reactivación económica como son los agentes privados, trayendo a colación un rol más activo del Banco de la Nación y Petroperú, creyendo que el mejor destino económico pasa por un mayor rol del Estado, etc.

Pero no es solo un mensaje anodino lo que debería llevar al Parlamento a negarle -insistimos- la confianza al gabinete, sino el prontuario judicial, penal y político de la mayoría de integrantes de ese gabinete (en muchos casos con vínculos probados con organizaciones filosenderistas), y por la mostrada incompetencia de muchos de ellos para manejar asuntos gubernativos. Eso no ha cambiado de ayer a hoy. ¡En otros tiempos hubiese bastado uno solo de esos personajes en un gabinete para que el Congreso le negase la confianza!

No se trata siquiera de discrepancias ideológicas con los radicalismos de izquierda que alberga este gabinete. Reiteramos, ganó un gobierno de ese perfil y está en el legítimo derecho de desplegar políticas en esa línea. Lo que se pone en entredicho es la idoneidad del gabinete presentado, a todas luces carente de ella.

La oposición congresal cometería un grave error si se queda prendada de las impostadas buenas maneras del Premier Bellido y se olvida de que estamos ante un gabinete plagado de allegados a un pasado violentista que cobró miles de víctimas y veinte años de horror en el país (empezando por el propio Premier), un gabinete pleno de personajes incompetentes para el cargo que ocupan, un gabinete remendado que solo busca ganar tiempo para hacer realidad la agenda máxima del gobierno, como es convocar a una Asamblea Constituyente corporativista que asegure la construcción de una patria socialista y chavista, sin importar que la mayoría del pueblo peruano no votó por ello.

El gobierno está ganando tiempo. Sabe que ha cometido groseros errores que le han costado la desaprobación al propio presidente Castillo, a su premier Bellido y al factótum partidario Vladimir Cerrón. Ir al Parlamento con afectaciones falsamente educadas solo busca que el Congreso, incauto, caiga en el juego y le extienda un manto de confianza a un régimen que claramente no se va a contentar con hacer los siguientes cinco años, los pobres planteamientos presentados ayer ante el Pleno. Si el Congreso le da la confianza será cómplice del desastre que anuncia este régimen.

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