Opinión

[Agenda País] La Comisión para la Promoción de las Exportaciones y el Turismo – PROMPERU, es un organismo técnico especializado que se encuentra adscrito al Ministerio de Comercio Exterior y Turismo-MINCETUR.

Promperú se ha caracterizado por contar con profesionales capacitados, con muchos años en la institución, y que conocen muy bien tanto a los sectores que representan como a las herramientas necesarias para una efectiva promoción.

En los últimos años, y especialmente, con la llegada del gobierno de Pedro Castillo y el nombramiento de Roberto Sánchez como titular del Mincetur, Promperú ha sufrido una infinidad de cambios en la alta dirección e incluso, en su plana de gerencia intermedia, que le ha ido quitando efectividad y consistencia a las estrategias y acciones que devienen de las políticas que se emanan del Mincetur.

Si bien Roberto Sánchez mantuvo a Amora Carbajal como presidenta ejecutiva de Promperú, nombrada por su antecesora, Claudia Cornejo, la presión política hizo que personas sin conocimiento técnico del sector, empezaron a ubicarse en puestos de alta dirección y otros en puestos CAS, que, ante los alcances de la nueva ley, no pueden ser removidos salvo por falta muy grave.

Con la llegada de la presidenta Dina Boluarte y el nombramiento de Luis Helguero a la cabeza del Mincetur, nuevos aires trajeron, de nuevo, profesionales conocedores del sector, tanto al Mincetur como a Promperú. Es loable que después de 3 ministros posteriores a Helguero, los viceministerios de comercio exterior y de turismo, continúan siendo liderados por las mismas personas que él nombró.

Sin embargo, en Promperú, pasa lo contrario.

Ante la renuncia de Amora Carbajal como presidenta ejecutiva de Promperú, se nombró a Walter Vizarreta en febrero del 2023, que, por razones que desconocemos, solo permaneció en el cargo un mes. El puesto quedó encargado por varios meses hasta que el flamante ministro del Mincetur, Juan Carlos Mattheus, nombró a Angélica Matsuda en esa posición en julio del mismo año.

Con Matsuda empezó una nueva era, con la experiencia adquirida en otras posiciones del sector público, como, por ejemplo, de directora ejecutiva del Consejo Nacional de la Competitividad, se intentó mejorar la organización interna y relanzar a las oficinas comerciales en el exterior (OCEX), pero, lamentablemente, las barreras administrativas burocráticas demoraron estas importantes acciones.

Con la intempestiva salida de Mattheus, la nueva ministra, Elizabeth Galdo, destituye a Matsuda cortando un proceso de nueve meses y nombra a Claricia Tirado como presidenta ejecutiva de Promperú. Tirado, de una importante trayectoria pública principalmente en el sector turismo, asume con responsabilidad y entusiasmo el encargo, pero ante el reciente cambio ministerial en el Mincetur, donde ingresa Desilú León, es invitada a renunciar con menos de seis meses de gestión. En menos de dos años vamos a tener cinco presidentes ejecutivos en Promperú.

Nuevamente Promperú ha encargado la presidencia ejecutiva a Ricardo Limo, funcionario con amplia experiencia en el sector y apreciado por el gremio exportador, y hasta la fecha, luego de casi dos semanas, no se oyen voces ni rumores de la designación de quien ocupe ese importante cargo. Esperemos que esta demora no refleje el runrún que corría en los whatsapps y en algunos medios que se iba a desaparecer el cargo de presidencia ejecutiva, algo que, confiamos, sea solo una especulación.

Promperú tiene que desligarse de los vaivenes políticos del Mincetur. Es un organismo técnico, no hace política, más bien transforma las políticas públicas en estrategias y acciones para incrementar nuestras exportaciones no tradicionales, atraer más turistas y captar inversión extranjera.

Los cambios constantes a la cabeza de esa institución no ayudan a una planeación y ejecución de mediano y largo plazo, e incentiva tanto la salida de buenos profesionales, como la entrada de personas sin conocimiento del sector.

Lograr que Promperú sea considerado un organismo autónomo ayudaría, no completamente, a que se respete la meritocracia y le permita actuar con mayor rapidez sin candados burocráticos o políticos. Si esta propuesta parece una utopía, entonces el camino de adhesión a la ley Servir debe tener el énfasis necesario para que la definición del Cuadro de Puestos de la Entidad (CPE) y sus respectivos perfiles, que se han debido presentar el pasado mes de mayo a Servir, sean realmente meritocráticos.

En Promperú, según el Cuadro para Asignación de Personal Provisional – CAP, publicado por Resolución Jefatural el 26 de enero de 2024, existen 675 puestos de los cuales 50 son de confianza ( un 7.4%) que excede el 5% de personal de confianza establecido por Servir. De estos 50, 28 son los Consejeros Económico-Comerciales en el exterior, que ingresaron por concurso público y que no deberían ser catalogados de confianza. 

Finalmente, un perfil clave es justamente el del/la presidente ejecutivo/a. Este debería ser designado previo concurso público ante un jurado compuesto por el consejo directivo de Promperú, al cual se le puede agregar al presidente de la comisión de comercio exterior y turismo del congreso, solo para este efecto. El funcionario elegido, debería ser nombrado por resolución suprema por 5 años y sus causas de cese, así como de una posible renovación, explícitamente detalladas. Sería un primer gran paso para darle continuidad a Promperú.

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autonomía, continuidad, Ejecutivo, estabilidad, Gestión, Gobierno, MINCETUR, presidencia ejecutiva, Promperú, transparencia, trasciende

En reciente entrevista a la cadena Telemadrid en España, la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, ha declarado que aún no decide si postula o no a la presidencia de la República.

Por el bien del Perú, no debería postular ni ella ni nadie en su reemplazo por Fuerza Popular, un partido político que se ha constituido en una rémora para la construcción de un Estado moderno, democrático y liberal.

Es de verdad una lástima que el encomiable esfuerzo de construir un partido se haya ido por la borda al conducirlo a la deriva autoritaria, mercantilista y conservadora, a la que Keiko Fujimori lo ha conducido.

Pudo ser -por ello el lamento- un partido liberal popular, con gran arraigo social en los estratos bajos, cosa que es un activo enorme para un partido de derecha, pero los gruesos errores políticos de su lideresa han aniquilado esa perspectiva.

La tremenda irresponsabilidad mostrada en el sabotaje al gobierno de Kuczynski, peor aún cuando se le habían abierto las puertas para firmar una alianza gubernativa, ya de por sí mostraba la entraña pueril del liderazgo keikista. Pero la actuación que está teniendo ahora la bancada de Fuerza Popular en el Congreso, sirviendo de sostén político de un régimen desprestigiado, mediocre, insolvente e incompetente como el de Dina Boluarte, nos revela que el error del 2016 no fue casual sino que el radar político de Keiko Fujimori está seriamente averiado.

Su abstención en las elecciones del 2026 podría permitir que algún partido o alianza de centroderecha coseche un caudal de votos que le permita pasar a la segunda vuelta (ojo que no viene en automático la cosa, que la matriz de transferencia del voto keikista es variopinta y va hasta a la izquierda) y nos evitaría el trance de tener que elegir entre un Antauro o similar y Keiko Fujimori.

Ya eso solo le otorga la valía suficiente a la abstención de Keiko de postular el 2026, quienpodría dedicarse ya con tiempo y tranquilidad a otros menesteres, que la política definitivamente no es lo suyo.

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Keiko Fuimori

La indolencia de las autoridades levanta la indignación de una población que quiere salir a trabajar sin temor, cuidar a sus familias y vivir con tranquilidad. No presa de extorsionadores y mafias. 

La gente está diciendo a gritos, basta a esa endemia que se llama corrupción. La cual se refleja no solo en la dramática inseguridad sino además en la cooptación de las universidades, la criminalización de la protesta y la vulneración del principio de separación de poderes. 

Culpables, todos. No se trata solo del gobierno central o el Congreso. Estamos frente a una clase política podrida, que con actitud carroñera espera la caída de una de las piezas para aniquilar a quien sea y seguir cooptando el poder, que, aunque muchos/as no lo tengan de manera formal, lo tienen de forma efectiva. Son estos actores, quienes han jugado perversamente por años, los responsables de la crisis que venimos arrastrando. 

El poder de esta corrupta clase política se apoya en la inacción ciudadana, en el temor, en la desidia o el miedo frente a la protesta. Escenario que viene cambiando drásticamente con las últimas movilizaciones de los gremios de transportistas, de los comerciantes y las y los estudiantes. Aunque las demandas son diferentes, el origen del descontento es el mismo: una corrupción mafiosa que está copando el Estado, generando un retroceso en derechos y un escenario de sangre que nos atemoriza.

Hace algunos meses parecía muy difícil que la ciudadanía active su capacidad y poder movilizador, que vuelva a apropiarse del derecho ciudadano de protestar y exigir derechos. Aunque se han generado, en los últimos años diferentes esfuerzos, quienes hoy convocan al paro lo hacen con hartazgo de un gobierno y un Estado que no los protege.

 ¿Se ha llegado a un punto de inflexión?, quienes lideran este proceso sienten que no tienen nada que perder. “Es mejor perder un día de trabajo que la vida”, señalaba uno de los dirigentes del paro hace unas semanas. 

El paro de hoy convoca no solo a diferentes gremios de transportistas sino también estudiantes, comerciantes y organizaciones preocupadas por la debilidad democrática del país. Se han ido sumando actores. ¿Este es un síntoma claro de hartazgo, un punto de inflexión que empieza a aglutinar o un nuevo punto de partida?

Esperemos que la solución a la crisis estructural se encauce por canales democráticos y pacíficos. Esto requerirá madurez de los partidos políticos y – en lo inmediato- que las autoridades respeten el derecho constitucional a la protesta y no se genere más violencia de la ya vivida en las calles. 

¡Estemos vigilantes! 

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ParoNacional

La percepción que transmitió la presidenta Boluarte en su reaparición ante los medios de prensa, fue la de una persona soberbia, altanera, sobradora y, sobre todo, evasora de la verdad.

Boluarte, ese es el principal resumen de lo acontecido, no es consciente de la enorme responsabilidad que conlleva conducir las riendas de un país al borde de la ingobernabilidad por culpa del desborde delincuencial.

Para ella, su altísima desaprobación es producto de la mala prensa que tiene, que solo la critica y cuestiona en lugar de ensalzar los sonoros triunfos (¿?) que ha logrado.

El problema político que se desprende de este perfil psicológico de la primera mandataria, es que la lleva a ser refractaria al cambio y, por el contrario, a reafirmarse en lo que viene haciendo, creyendo que está bien hecho. En otras palabras, nada o casi nada va cambiar de acá a julio del 2026, si dura hasta entonces el régimen.

Boluarte se precia del crecimiento económico, cuando no es ese un logro suyo, sino de la resiliencia del inversor privado, producto de la estabilidad macroeconómica que el BCR ha logrado asentar a pesar de la crisis política.

En materia de seguridad ciudadana resalta avances que nadie de la población percibe (hoy justamente hay un paro de transportistas por este hecho) y, más bien, hizo gala de una gran xenofobia hacia los venezolanos, creyendo quizás que eso le da a dar algún rédito político, cuando todos los expertos coinciden en que la naturaleza del problema de la delincuencia no nace ni se asienta en la migración masiva de compatriotas venezolanos.

El problema es que no tenemos gobierno, sino solo uno de utilería, tan débil que depende de su alianza con un Congreso que también muestra tasas de desaprobación superiores al 90%.

Deberíamos crecer a 5 o 6%, no lo vamos a hacer. Debería haber un comando unificado contra la delincuencia encabezado por la presidenta, no lo va a haber, porque a Boluarte le importa poco resolver ese problema. Debería haber una lucha frontal contra la corrupción de los gobiernos regionales y municipales, no la va a haber porque Dina Boluarte les regala el dinero a cambio de su apoyo sin que le interese el destino de las generosas partidas presupuestales que dispone. En suma, estamos fregados hasta que venga un nuevo gobierno que ojalá no nos lleve a un disparadero mayor.

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gobierno de boluarte

El Instituto Peruano de Gestión – IPG, es una asociación civil sin fines de lucro, que fue constituida el 2024, con el propósito de proponer soluciones a los principales problemas de gestión pública del Perú, difundir las propuestas, contribuir a que estas soluciones se ejecuten y así intentar resolver problemas prioritarios del país. 

Sin embargo, también se tiene un objetivo más ambicioso, el poder convertirse en una plataforma de colaboración multidisciplinaria para especialistas con capacidad y experiencia, de todos los ámbitos y orientaciones políticas, que deseen contribuir en mejorar la gestión pública en el Perú.

En resumidas cuentas, se trata de un esfuerzo pragmático por buscar soluciones a los problemas del Peru, sin necesidad de adoptar posiciones políticas o partidarias, uniendo a todos los peruanos interesados en mejorar a su país.

El IPG ya empezó a trabajar y el primer tema que se ha abordado es el de la gestión municipal, por considerar que el gobierno local es el que está más cercano a la ciudadanía y que existen claras señales de que hay mucho por corregir y mejorar. 

Para esto, el IPG realizó su primer conversatorio sobre gestión municipal, el 26 de junio del 2024 en Lima, con la presencia de Aldo Facho, arquitecto urbanista especializado en planificación y gestión de ciudades, Saul Barrera, experto en gestión municipal con larga experiencia en posiciones públicas y Jose Tisoc, actual regidor de la Municipalidad de Lima. El moderador del conversatorio fue quien escribe, Rafael Letts.

Las preguntas que se abordaron fueron las siguientes: 

Primera: ¿Cuál es la situación de las principales áreas de responsabilidad municipal en el Perú? 

Segunda: ¿Como medir la calidad de la gestión municipal en el Perú? ¿Qué metodologías o criterios se pueden usar para evaluar la gestión municipal? ¿Cómo se diferencia la evaluación rural versus la urbana?

Tercera: ¿Qué factores afectan la gestión municipal? 

Cuarta: ¿Cuáles son las propuestas de solución?

Las respuestas que se obtuvieron a estas preguntas están lejos de ser completas y definitivas, pero podemos adelantar algunas líneas generales de respuesta a la primera pregunta.

La gestión municipal en el Peru está en una situación muy grave, un reflejo de esto son las encuestas que muestran altos niveles de desaprobación ciudadana respecto a los servicios municipales que reciben. 

En los últimos 10 años los gobiernos locales han pasado de manejar alrededor de 20 mil millones de soles anuales a manejar el doble de esa cifra, sin embargo, es preocupante que este incremento no se haya traducido en una mejora de la prestación de los servicios.

El transito es caótico. Las áreas comunes que se generan están lejos de ser suficientes. El estado de las vías empeora. Se ejecutan obras no prioritarias. La ejecución de los presupuestos es deficiente.

La planificación urbana brilla por su ausencia. Estudios recientes de GRADE muestran que el 93% del área urbana que se ha añadido en los últimos 20 años es informal. La huella urbana de Arequipa se ha duplicado desde fines de los noventa y ese crecimiento ha sido 95% informal. Mientras que en Lima el crecimiento informal ha sido cercano al 60%.

Las municipalidades no han desarrollado la capacidad para planificar y gestionar el territorio. La gestión del suelo es considerada como el principal problema de las municipalidades del Perú por muchos urbanistas.

En conclusión, la gestión municipal está en crisis y se necesitan plantear soluciones. 

El espacio de este articulo no permite delinear las respuestas a todas las preguntas planteadas en el conversatorio, pero ofrezco hacerlo en siguientes entregas.

Solo les dejo una reflexión: es indispensable poder medir la gestión municipal para poder administrarla debidamente. En este momento no existe ningún sistema apropiado que permita medir la gestión municipal y así poder comparar la gestión de distintos distritos y provincias, poder identificar cuáles son los aspectos en los que se necesita incidir prioritariamente, informar a la ciudadanía sobre la gestión de sus autoridades locales y permitir que así puedan elegir mejor.

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gestión pública

Puede discutirse el periodo de la sanción penal impuesta a Alejandro Toledo, pero que la sentencia final es histórica y marca un hito judicial significativo es indudable.

Los delitos están comprobados, el expresidente recibió sobornos para facilitarle la entrega de una concesión a Odebrecht, lo hizo apenas ingresado al poder, o sea que ni siquiera tiene el atenuante de que el dinero que desfila usualmente por los pasillos palaciegos terminó por envilecerlo. Toledo empezó su gobierno robando.

Y debería servirnos, además, de lección política, respecto de los falsos moralizadores, aquellos que como Toledo supuestamente irrumpía virilmente contra la marmaja corrupta del fujimontesinismo, pero que a la postre terminó siendo igual o peor de corrupto.

Es el primer exmandatario sentenciado por el caso Lava Jato y seguramente vendrán más, y por ello asume el rol significativo que le adjudicamos. Es un triunfo de la justicia, nos guste o no que su protagonista haya sido un fiscal politizado y altamente cuestionado, que ya no debería seguir en el cargo que ocupa.

Se espera lo mismo con Martín Vizcarra, Susana Villarán, quizás Ollanta Humala (su caso no es tan claro), Keiko Fujimori no está comprendida en el mismo saco y, por el contrario, con ella se viene cometiendo una tremenda injusticia.

No creemos lamentablemente que esta sentencia sea disuasoria de casos futuros. Ya vimos cómo la trama judicial que llevó presos a decenas por la corrupción de la década fujimorista, fue sucedida por gobernantes corruptos por el caso Lava Jato. Y ya vimos también cómo ni siquiera eso inhibió a un gobernante como Pedro Castillo a resistir la tentación de meterle uña al erario nacional, sin ningún rubor y con absoluto descaro.

Pero sin importar ello, es ejemplar para el país que se haga justicia y que la ciudadanía vea que se castiga a los gobernantes corruptos. Es una lección democrática de primer orden y constituye, sin duda, un desfogue a la indignación popular por el grave problema de la corrupción generalizada en el país. Tarde o temprano, la mano de la justicia podrá llegar a sancionar al pillo.

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sentencia de Toledo

[El dedo en la llaga] «Tienes que pasar la página» es un consejo que hemos escuchado repetidamente quienes hemos sido víctimas de abusos, consejo proveniente de personas que carecen de una comprensión de la vida más allá de sus costumbres burguesas y de sus aspiraciones a una existencia donde pasarla bien es el objetivo supremo, aunque el mundo y el entorno social se derrumben a su alrededor. Como decía Charles Bukowski, escritor estadounidense con fama de maldito: «La mayoría de la gente va de la nada a la tumba sin que apenas les roce el horror de la vida».

Y entienden ese “pasar la página” como un olvido de lo sucedido, que permite el inicio de de una nueva etapa en la propia biografía, sin influencias negativas del pasado, guardando silencio y dejando de hablar de las experiencias de abuso sufridas y de sus consecuencias. Como si esto fuera posible en la realidad.

Si bien creen que es necesario que uno “pase la página” por el bien propio de uno mismo, en el fondo son ellos los que no quieren escuchar esas historias, ya sea porque les resultan incómodas, ya sea porque no sabrían cómo lidiar con ellas, ya sea porque desestabilizan su percepción de la realidad y resquebrajan sus frágiles seguridades. Como, por ejemplo, su creencia de que la Iglesia católica, por definición, no puede dejar de ser “santa”.

A decir verdad, uno nunca pasa la página. Porque ello es imposible. Porque nuestro historial de abusos forma parte de nuestra identidad. Porque pasar de ser víctima a sobreviviente es un triunfo encomiable. Porque queremos tener siempre la libertad de poder relatar a qué hemos sobrevivido, sin que la gente promedio sienta que tenga que taparse los oídos o te pida que no hables de “eso”, de aquello de lo cual no se debe hablar, como si se tratara de una cosa obscena. Porque seguimos luchando y tenemos una responsabilidad hacia otros que han sufrido abusos y todavía no se atreven a hablar. Porque no hay página a la que darle la vuelta mientras sigan existiendo las condiciones que permiten los abusos. Porque nuestra historia no es sólo nuestra, sino que debe formar parte de la memoria colectiva de la humanidad, para que no se vuelva a repetir aquello por lo que dolorosamente hemos pasado.

Y a fin de cuentas, porque dejar el libro abierto para narrar las transgresiones contra nuestros derechos fundamentales es también una vía terapéutica que nos permite sanar y cicatrizar las heridas. Heridas que ciertamente tenemos, pero que ya no constituyen el núcleo de nuestras vidas desde el momento en que decidimos salir adelante, enfrentarnos a los retos que afrontan los mortales comunes y corrientes, y experimentar gozos y alegrías en compañía de las personas a las que queremos y que nos aprecian. El aprender ha vivir ha sido duro, pero lo estamos logrando o lo hemos logrado, sin tener que pasar la página. Aunque para algunos la experiencia haya sido como lo que alguna vez señalara Charles Bukowski: «Hay veces que un hombre tiene que luchar tanto por la vida que no tiene tiempo de vivirla».

Hace poco he terminado de leer el libro “Verdades silenciadas: De los miedos y los pecados” de un tal Ángel Campos, autopublicado en noviembre de 2023, donde narra su infancia y adolescencia —desde los 2 hasta los 18 años de edad— en instituciones para huérfanos administrados por órdenes religiosas de la Iglesia católica en la España de los años 70 y 80. Su madre lo entregó desde pequeño a un orfanato gestionado por las Hijas de la Caridad, solamente porque había nacido fuera de una relación matrimonial. Según la mentalidad católica tradicional en la sociedad española de los 60, había sido concebido “en el pecado” y se había convertido en un lastre para su joven madre y sus abuelos, temerosos del “qué dirán” y de la discriminación que sufriría su joven hija por ser madre soltera.

El mismo Ángel resume así su historia:

«Crecí en un orfanato desde los 2 años hasta los 18, y quiso el azar de la vida que fuese en un colegio donde además de educado, también fui maltratado física y psicológicamente, sufriendo abusos sexuales por parte de curas, alguna monja y gestores del colegio con cargos públicos».

Los abusos, más que nada físicos y psicológicos —aunque también en ocasiones sexuales—, que narra el autor en las más de 200 páginas del libro son estremecedores y configuran una historia de terror con varios remansos de paz que, sin embargo, no impiden que se originen traumas que le acompañaran por el resto de sus días.

¿Por qué a los 56 años de edad, cuando ya han pasado varias décadas desde los hechos ocurridos, decide Ángel Campos contar su historia? Él mismo lo explica:

«Durante años me he mantenido en silencio debido al miedo y la vergüenza, hasta que he conocido a personas que, al igual que yo, han experimentado el mismo sufrimiento. A ellos les estoy muy agradecido por darme la fuerza necesaria para dar el paso y hablar de ello.

Actualmente, estoy sumando fuerzas para seguir adelante y no volver a callar frente a ningún pederasta que cometa abuso sexual infantil y dañe de forma permanente la vida de menores en este país.

Escribir este libro ha sido la única forma que he encontrado de liberarme un poco de la pesada carga que durante décadas arrastro en una mochila que yo no pedí colgar a mis espaldas».

Cómo Ángel Campos, muchos de los sobrevivivientes del Sodalicio hemos vencido el miedo y nos hemos atrevido a contar nuestras historias. Tenemos el derecho a hacerlo, pues narrar lo sucedido es una forma de sanación, de superar los traumas y cicatrizar las heridas. Afortunadamente, el Papa Francisco en su carta apostólica “Vos estis luz mundi” (25 de marzo de 2023) prohíbe que se obligue al silencio a quienes denuncian abusos en la Iglesia católica y a las víctimas:

«Al que presenta un informe, a la persona que afirma haber sido ofendida y a los testigos no se les puede imponer alguna obligación de guardar silencio con respecto al contenido del mismo».

Pues obligar a callar a las personas afectadas es restringir no sólo su derecho a la libertad de expresión, sino también cerrarles un camino que lleva a la curación. Y eso resulta evidente en la experiencia de Ángel Campos, quien nos dice:

«Necesito compartir mi historia, liberarme de este peso invisible que he cargado desde niño. Aunque la voz tiemble y las lágrimas fluyan, debo sacar afuera el dolor construido palabra a palabra, golpe a golpe, abuso tras abuso. […]

Me rodearé de amor, perdonaré setenta veces siete, me levantaré las veces que haga falta. Volveré a confiar, a reír, a abrir los brazos sin miedo ni vergüenza. Y cuando mire atrás, ya no con ira, sino con compasión, me sentiré orgulloso del largo trecho recorrido. Y sabré que mi lucha no fue en vano, porque ayudará a otros a encontrar el camino para salir del oscuro pozo en el que un día otros nos arrojaron».

Vos estis lux mundi” del Papa Francisco señala que «la legítima tutela de la buena fama y la esfera privada de todas las personas implicadas, así como la confidencialidad de sus datos personales, se deben salvaguardar de todas formas». Es decir, las entidades y organizaciones de la Iglesia católica que reciben denuncias de abusos tienen ese deber de confidencialidad. Pero esa confidencialidad no obliga a denunciantes, víctimas y testigos —como ya se ha señalado—, que siempre gozarán del derecho a hacer públicos los abusos denunciados. La razón la señala muy bien un aforismo con el que Ángel Campos inicia su libro:

«El silencio sólo permite al abusador que abuse».

Por eso necesitamos seguir hablando y narrando historias, sin callarnos jamás. Pues quien pasa la página y se olvida de todo lo leído hasta ese momento, nunca logrará comprender en su totalidad el sentido del maravilloso libro de su vida.

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Abusos, ángel campos, Iglesia católica, Libertad de expresión, Sanación, sodalicio de vida cristiana

Se suspendió la huelga nacional indefinida que desde hoy iba a realizar el Sutep, paralizando toda la actividad escolar del país y colocando al gobierno en un disparadero político de imprevisibles consecuencias.

Hay que felicitarse de lo ocurrido. La flexibilidad del gobierno y el lúcido pragmatismo de la dirigencia del Sutep, acordaron avalar los justos reclamos del magisterio en su inmensa mayoría, por lo cual se decidió la suspensión de la medida de lucha.

Lucio Castro, secretario general del Sutep, ha demostrado capacidad para reflotar un gremio sindical venido a menos, desbordado por los radicales del senderismo reciclado, y esta vez ha logrado un triunfo resonante que lo fortalecerá.

Castro es precandidato presidencial del partido de los trabajadores y emprendedores y esta victoria sindical, sin duda lo catapulta a niveles políticos de primer orden. La sapiencia con la que ha sabido manejar el conflicto y la mesura firme de sus decisiones ha llevado a buen puerto lo que amenazaba con convertirse en un parteaguas político para un régimen absolutamente débil como el de Dina Boluarte.

Es hora de que la izquierda renueve sus liderazgos y los reemplace por apuestas democráticas. La de Lucio Castro se inscribe en ese talante y lo ha demostrado con creces con la inteligente manera en que ha conducido las jornadas de protesta que galvanizaron al magisterio nacional de una manera que no se veía hace años.

Hay que estar vigilante, por supuesto, respecto de que el gobierno cumpla su palabra y no termine por tirar por la borda el feliz acuerdo. La dirigencia nacional del Sutep es la primera que debe exigirlo, a cuenta de una vuelta al conflicto que a nadie beneficia y que felizmente se ha interrumpido momentáneamente a la espera de que el régimen no incumpla lo acordado.

Al final del día, una buena noticia, pragmatismo puesto a prueba, flexibilidad de ambas partes y renovados liderazgos, es el balance de lo sucedido.

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lucio castro, Sutep, tafur

[Música Maestro] Al momento de escuchar música, la diversidad no tiene límites. Dependiendo del estado de ánimo y de las cosas que uno puede estar pensando o atravesando -a veces muchas a la vez y diferentes entre sí-, la necesidad de descargar energía a través de géneros extremos es tan urgente que no queda más que entregarse, lanzarse de cabeza a un imaginario stage diving y perderse en las sensibilidades agresivas de artistas capaces de expresar esas emociones con autenticidad, sin temores. Después de ver cómo sicarios asesinan en mi país a profesores y a transportistas, y las Dinas y los Santivañez siguen impunes, ahí bien tranquilos, fantasear con lanzarlos en medio de un pogo salvaje, sin zapatos y con los ojos cubiertos, aparece en mis sueños como un acto de justicia divina.

Como dijo Flea, bajista de los Red Hot Chili Peppers, la noche que presentó la inducción de Metallica al Salón de la Fama del Rock and Roll, en el año 2009: “La música agresiva e intensa hace volar nuestras mentes y usar toda esa energía para algo positivo”. Digamos que no todos lo ven de esa manera pero es una buena forma de encaminar nuestros pasos para evitar prejuicios y, sobre todo, para reconocer la destreza de este tipo de músicos.

Las opciones para acceder a géneros extremos se cuentan, en la actualidad, por miles, literalmente hablando. Desde los clásicos, los pioneros, hasta las tendencias más recientes, todas tienen un subgénero, un rótulo. Y como ocurre con las baladas o con la salsa, más allá de preferencias u obsesiones 100% personales, hay tantas alternativas que cualquier recuento va a quedarse corto. Los tres discos aquí escogidos son solo un pequeñísimo botón de muestra de aquellas cosas que jamás tendrán el favor de los grandes públicos, pero que congregan en sus propios espacios a cientos de miles de personas que piensan y sienten lo mismo, en los cinco continentes. Y que emocionan más que las calculadas propuestas del degradado pop moderno. 

CARCASS – HEARTWORK (Earache Records/Columbia Records, 1993)

Los tres primeros álbumes de Carcass son sumamente repulsivos, en cuanto a sonido y letras, y dejaron en claro que no se iban con rodeos al momento de incomodar. Reek of putrefaction (1988), Symphonies of sickness (1989) y Necroticism–Descanting the insalubrious (1991) son los discos creadores del «goregrind», sub-sub-género que une elementos del death metal con el grindcore, ambos especializados en voces monstruosas, ritmos agresivos y letras escatológicas y viscerales. Ideales cánticos para darles los buenos días a los congresistas y ministros que legislan a favor de delincuentes y sicarios.

Pero, para su cuarta producción discográfica, este cuarteto británico dio un pequeño paso hacia un death metal más melódico, pero conservando la brutalidad musical y el ataque directo a las yugulares de sus seguidores, quienes no renegaron mucho por el cambio, casi imperceptible, como casi todas las diferencias entre los múltiples derivados de esta vertiente del rock duro, solo reconocibles para los más conocedores y amantes de las subdivisiones y taxonomías en un estilo que, para los no iniciados, no es más que nada una sola cosa, ruido.

Jeff Walker (voz, bajo), Billy Steer (guitarra), Michael Amott (guitarra) y Ken Owen (batería) exhiben una poderosa destreza en sus instrumentos, la cual es resaltada en este trabajo titulado Heartwork, gracias a una producción mucho más pulida que en sus anteriores lanzamientos. Al incluir solos elaborados y menos cacofónicos, con intermedios de medio tiempo cercanos al thrash y otras variantes anteriormente ajenas a su propuesta, Carcass logró meterse en el gusto de los públicos noventeros seguidores del ahora llamado «groove metal», que iniciaron clásicos como Sepultura y Pantera y siguieron, en una segunda etapa, Meshuggah y Machine Head, sobre todo en temas como This mortal coil (aquí en vivo en combo con Reek of putrefaction, clásico del debut epónimo) o la inicial Buried dreams; pero sigue siendo un reto incluso para quienes disfrutan del escándalo a niveles exasperantes. 

La batería de Ken Owen (55) es aplastante y, por momentos parece una ametralladora, sólida y profunda, dejando a los Cannibal Corpse barriendo el piso con su capacidad de devastación. Por su parte, las guitarras de Steer y Amott intercambian riffs y solos que van de lo pesado a lo decididamente death, combinando sus estilos y referencias de manera asombrosa. Billy Steer (54) es uno de los guitarristas más talentosos dentro del universo del metal extremo, no por nada ha sido miembro de Napalm Death y fundador de Carcass, dos de las bandas más importantes de este tipo de música, no apta para almas delicadas y oídos sensibles. 

Heartwork, el tema título, inicia con una tormenta provocada por bajo y batería para luego tornarse melódica y espacial, casi como un intermedio de Iron Maiden, y posteriormente disparar nuevamente ráfagas de un furibundo y demoledor death metal. La voz de Jeff Walker (55) se escucha aquí mejor que nunca, sin tonos graves guturales que permiten decodificar mejor las diatribas que lanza, ahora contra la sociedad y la política, la religión y las relaciones personales, aunque sin dejar de lado el uso de esa terminología típica en la banda, que incluye mención permanente de fluidos humanos, tecnicismos médicos relacionados a autopsias, disecciones y demás imaginería lírica que es gritada con furia y sin concesiones, aunque definitivamente están más moderados que en sus primeros álbumes. 

La combinación de death metal melódico con letras chocantes hacen de este disco un punto de inflexión en la corta pero notable discografía de Carcass. Los solos y riffs de Steer y Michael Amott (54, de nacionalidad sueca) en temas como Embodiment, Blind bleeding the blind, Carnal forge o No love lost, son excelentes invitaciones a la catarsis, terroríficas descargas eléctricas de una banda que no debes escuchar antes de irte a dormir. La carátula incluye una escultura del reconocido artista suizo H. R. Giger (1940-2014), el mismo que diseñó la portada del clásico álbum de rock progresivo Brain salad surgery (1972) de los también ingleses Emerson, Lake & Palmer. 

SODOM – PERSECUTION MANIA (Steamhammer Records, 1987)

Cuando se trata de excelencia en thrash metal, nada mejor que remontarse al período 1983-1989 para disfrutar del vértigo puro de riffs veloces, bombos dobles galopantes y versos de contenidos extremos, de enfrentamiento directo con lo establecido, las institucionales tutelares y descripciones de esa maldad inherente al ser humano que genera guerras, corrupción política y genocidios, al margen del escapismo positivo que estimulan quienes desean que todos sigamos pensando que todo va bien o las periodistas “lideresas de opinión” que cuestionan a dirigentes que requieren apoyo para sus acciones motivadas por la defensa de sus vidas, mientras las peores cosas e injusticias les siguen pasando en todos los distritos y regiones del país.

Y detrás de la línea de ataque norteamericana formada por los Big Four -Metallica, Megadeth, Slayer y Anthrax- seguía una segunda vanguardia que llegaba desde Alemania, conformada por un tridente de terror: Kreator, Destruction y Sodom. A estos últimos pertenece esta obra maestra del metal extremo, su segunda producción discográfica de larga duración, Persecution mania. 

Con letras que hablan de los horrores de la guerra, la violencia extrema, la injusticia social, la corrupción humana y la desolación frente a una religión dominada por el miedo y la represión, la formación clásica de este trío proveniente de la ciudad meridional de Gelsenkirchen , Tom «Angelripper» Such (61, voz, bajo), Frank «Blackfire» Gosdzik (58, guitarra) y Chris «Witchhunter» Dudek (1965-2008, batería) atropella a los oyentes con una potencia instrumental basada en el talento de Blackfire, que llegó para remozar el estilo de Sodom, más orientado al black metal en su primer disco Obssessed by cruelty (1984). 

La agresividad de la voz de Angelripper, oculta bajo los efectos de eco y cierta distorsión, no llega a ser 100% gutural, colocándose en un punto intermedio entre lo gritante de Tom Araya (Slayer) y lo discursivo, casi a media voz, entre dientes, de Dave Mustaine (Megadeth). De hecho, sorprende que las letras sean tan articuladas y densas, al no ser el inglés su lengua natural. 

La explosión de temas como Nuclear winter y Electrocution, que abren el disco, no dejan lugar a dudas: estamos frente a uno de los mejores álbumes de thrash en sus años dorados. El cover de Iron fist, clásico tema del quinto álbum de Motörhead (1982), es directo y contundente, un verdadero puñetazo de acero. En la sección intermedia instrumental de Electrocution hay una referencia directa a Seek and destroy de Metallica (Kill’em all, 1983), muy breve pero reconocible de inmediato. 

La carátula refleja con exactitud los dos temas centrales del disco: la guerra y la religión: además de las mencionadas, tenemos el tema-título, una canción extremadamente rápida y violenta, de mensajes paranoicos y ráfagas de riffs guitarreros y tarolazos que desafían el aguante de cualquier baterista. Por su parte, Bombenhagel finaliza el disco con una versión en guitarras del himno nacional teutón, ideal para darle carisma bélico a este poderoso bombazo. 

Sodom reta a los creyentes católicos con canciones como Enchanted land, Conjuration y Christ passion, expresando un desprecio hacia la religión que se basa en la naturaleza inicua de muchos de sus principales representantes, que han dejado clara su realidad en casos deplorables de abusos de toda índole. Esta última, cuya letra contiene el título de su recordado álbum doble en vivo Mortal way of life (Steamhammer Records, 1988), un clásico del thrash de todos los tiempos, viene precedida de un alucinante instrumental de dos minutos y medio, Procession to Golgatha, pesado y ominoso, que estremece por su sonido influenciado por Black Sabbath. 

En las versiones digitalizadas de Persecution mania se incluyen cuatro bonus tracks: una nueva versión de Outbreak of evil (incluido originalmente en el EP de 1984 In the sign of evil) y las tres canciones de otro EP, lanzado unos meses antes que este disco, titulado Expurse of sodomy: Sodomy & lust, The conqueror y My atonement, que inicia la pesadilla con suaves arpegios de guitarra y gongs al fondo. Para no escuchar con las luces apagadas. 

VENOM – BLACK METAL (Neat Records, 1982)

La carátula muestra una ilustración de trazo amateur, en blanco sobre fondo absolutamente negro, del macho cabrío, con pequeños ojos que infunden temor y una estrella de cinco puntas en medio de la frente –una de las tantas representaciones clásicas del demonio- y en la parte inferior, letras góticas, también blancas, con el título del álbum mientras que en la cabecera (sobre los cuernos del diabólico chivo) el logo clásico de la banda corona el segundo álbum de este trío británico, formado en Newcastle, que sentó las bases del thrash metal con su sonido agresivo, desprolijo y amenazante. 

Esta estética de fanzine, con tipografía y calidad de impresión casi facsimilar, domina también el crudo sonido del disco, que fue considerado casi desde su lanzamiento en 1982 como una de las obras fundacionales del género que, un par de años más tarde, sería dominado por bandas norteamericanas. Venom quizás es, junto a Mötorhead, una de las bandas que estableció la rudeza del heavy metal en una de sus vertientes extremas, y se declaró abiertamente satánica, en una época en que se suponía que los rockeros escondían sus mensajes oscuros detrás de sofisticadas técnicas de grabación que les permitían lanzar frases de subliminal contenido que solo se entendían escuchando el disco al revés. 

Acá no hay trucos. Canciones como To hell and back, Leave me in hell o Buried alive no necesitan esconder sus intenciones, mientras que otros temas como Black metal –la primera vez que se hace esta combinación de palabras, que dieron posteriormente el nombre a todo un subgénero de la música metálica, caracterizada por las voces guturales y las letras demoníacas y/o escatológicas; o Don’t burn the witch, prefieren temáticas ocultistas y misteriosas, siempre con una base musical más orientada al thrash en formación, otra de las características en las que coinciden con el grupo liderado por Lemmy (1945-2015). 

Esta es la formación clásica de Venom, con Conrad “Cronos” Lant (61, bajo, voz), Jeff “Mantas” Dunn (63, guitarra) y Anthony “Abbadon” Brain (67, batería). Cronos posee una de las presencias escénicas más atemorizantes de la historia del metal, con sus collares de cuero ceñidos al cuello, rodeados de púas, su bajo modelo Bulldozer, negro como su vestuario y esa voz potente, que por momentos parece estar reproduciendo los ladridos de un perro rabioso. 

Aun cuando el título del álbum remite al género subterráneo que surgió pocos años del después, la música de este disco está más asociada al thrash de Mötorhead, Diamond Head y los primeros álbumes de Metallica, con riffs veloces de guitarra, baterías con doble bombo y un nivel de producción de regular para abajo. Las letras abiertamente infernales y violentas generaron en torno a Venom mucha controversia, con su respectiva cuota de publicidad gratuita, aunque poco después esa influencia quedó rezagada por el surgimiento de toda una generación de nuevos músicos que, inspirados en ellos, hicieron cosas aun más fuertes. 

Sin embargo este disco, además de sus méritos intrínsecos en el universo metalero, posee un par de sorpresas: At war with Satan (preview), un adelanto de sus coqueteos con la composición más elaborada de su siguiente disco, titulado precisamente A war with Satan (1984); y la sección intermedia de Teacher’s pet, en que Mantas, Abbadon y Cronos se meten de cabeza en un alucinante e inesperado jam bluesero que contrasta con la furia desatada del resto de canciones.

Discos como estos pueden servir como vía de escape de una realidad atosigante como la que vivimos actualmente. Pero no solo eso. También ofrecen una oportunidad para colocar en palabras de otros todo aquello que no podemos gritarles a la cara a los políticos que se ríen a diario en nuestras caras de los dolores y temores de la ciudadanía. Ministros y periodistas, congresistas y autoridades a quienes (casi) nadie aprueba, son la representación de esa farandulería barata y ese reggaetón horroroso que tanto gusta a extorsionadores y ladrones. Venom, Carcass, Sodom y muchos otros son lo que viene a mi mente cuando pienso en ellos, en sus declaraciones absurdas, en sus pretextos, en sus cinismos.

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Black metal, Carcass, Death metal, Sodom, Thrash Metal, Venom
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