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Opinión archivos | Página 17 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

[EL DEDO EN LA LLAGA]  Meses antes de la publicación del libro, Patricia le envió el manuscrito a su hija. Cuando volvió a verla, ésta le dijo con tono de voz decidido: “Mamá, hay dos cosas que tengo que decirte. Primero, tienes que dejar todo hasta que termines tu libro. Y segundo, debes aceptar el hecho de que te criaste en una secta”. Patricia, quien había estado trabajando en el libro durante ocho años, escuchó impactada lo que le decía su hija, una estudiante de tercer año de universidad, quien ya conocía la historia de su infancia en el St. Benedict Center. ¿Una secta? ¿Lo que había sido su hogar de la infancia era una secta?

Al escuchar las palabras de su hija, le vinieron a la mente las sectas que habían aparecido en las noticias: el asesino Charles Manson y su harén de mujeres enamoradas; Jim Jones, quien guió a sus 900 seguidores a una “tierra prometida” en Guyana sólo para forzarlos a participar de un suicidio masivo; David Koresh y la rama de los Davidianos, que se atrincheraron contra el resto del país en una fortín cercado en las cercanías de Waco (Texas) en la década de los 90. Cuando la fiscal general de los Estados Unidos, Janet Reno, ordenó el uso de la fuerza militar contra Koresh y los ocupantes del rancho, confiesa Patricia que sintió una afinidad instantánea con los hombres, mujeres y niños asediados detrás de la cerca de madera. Por un momento se sintió regresando a un tiempo y un lugar cuando, siendo niña en el St. Benedict Center, le decían que todo el mundo estaba en contra de ellos. Sin embargo, aun así no veía rasgos comunes entre la forma en que fui criada y las sectas que habían ocupado los titulares a lo largo de su vida.

Al año siguiente de la publicación de su libro, Patricia relató sus impresiones en un artículo aparecido el 6 de mayo de 2020 en “America: The Jesuit Review”, con el título de “I grew up in a Catholic cult. I had to tell my story before I could accept that” [“Crecí en una secta católica. Tuve que contar mi historia antes de poder aceptarlo”].

El St. Benedict Center fue fundado por Catherine Clarke en 1940 como un lugar de encuentro para estudiantes universitarios católicos en el área de Boston. En pocos años, su popularidad llevó a la designación del renombrado sacerdote jesuita Leonard Feeney como su capellán a tiempo completo. Hacia 1948, sin embargo, el centro se redujo a alrededor de 60 seguidores del Padre Feeney, todos los cuales se adherían a una interpretación rigurosa de la doctrina católica “extra ecclesiam nulla salus” (“fuera de la Iglesia no hay salvación”).

De niña la vida de Patricia se centró en las actividades de los hombres y mujeres que eligieron seguir al Padre Feeney, incluidos sus progenitores, varios matrimonios. y hombres y mujeres solteros, todos los cuales se convirtieron en miembros de la orden religiosa no oficial que establecieron y a la que llamaron los Esclavos del Inmaculado Corazón de María. En pocos años, el número de miembros se había incrementado a casi 100, gracias a los 39 niños nacidos de los matrimonios.

Los primeros recuerdos de Patricia están llenos del sonido de risas, de estar en constante compañía de hombres y mujeres enérgicos e intelectuales de la comunidad. No sabía que se habían unido en este enclave jubiloso debido a desacuerdos con las autoridades locales de la Iglesia Católica y Roma. El Padre Feeney fue expulsado de los jesuitas y excomulgado en 1953 después de negarse a responder a una citación al Vaticano. Tampoco sabía que su padre, profesor en el Boston College dirigido por los jesuitas, había sido despedido junto con otros dos profesores a principios de 1949 debido a sus rígidas opiniones teológicas, cuando ella tenía solo siete meses de edad.

Recuerda bien que cuando solo tenía unos tres años de edad, los miembros de la comunidad abandonaron sus atuendos “mundanos” y comenzaron a usar ropa idéntica: trajes negros para los hombres y faldas largas y plisadas negras, con blusa blanca y chaqueta negra, para las mujeres.

Cuando tenía cuatro años, el Padre Feeney ordenó que todos cambiaran sus nombres “mundanos” y adoptaran nuevos nombres “religiosos”. A Patricia no le importaba que le prohibieran llamar “mamá” y “papá” a sus padres y que tuviera que dirigirse a ellos como Hermana Elizabeth Ann y Hermano James Aloysius. Ella sabía que la amaban, y ella los amaba a ellos. Pero se enojó cuando teniendo cinco años, el Padre Feeney cambió su nombre de Mary Patricia a Anastasia. Aun siendo tan pequeña, ya sabía entonces que el Padre —como lo llamaban— y la Hermana Catherine tenían todo el poder en el centro.

No le importó cuando los “hermanos mayores” —como se les llamaba a todos los hombres— construyeron una cerca alrededor de las siete casas que servían como sus hogares y los aislaron del mundo exterior, siempre y cuando todavía viviera junto con sus padres, tres hermanas menores y un hermano menor. Pero quedó desolada cuando, a la edad de seis años, junto con su hermana de cuatro años y su hermano de tres años, fueron separados de sus padres y de los dos hermanos menores. Ya no eran parte de una familia amorosa; de repente, estaban siendo criados por una de las hermanas mayores, una mujer de voz potente que administraba castigos corporales de manera regular. Patricia observó con agonía cómo su hermana pequeña, Mary Catherine, se volvía una niña frágil y asustadiza, propensa a pasar días sin comer. Su único recurso fue asumir, lo mejor que pudo, el papel de protectora, lo que a menudo significaba comerse en secreto las comidas de su hermana para que ésta no fuera castigada.

Hubo ciertamente esperanza cuando la Hermana Catherine anunció que dejarían su hogar en Cambridge y se mudarían al pueblo de Still River en el centro de Massachusetts, donde, según prometió, podrían correr por los campos y tener perros y gatos de mascotas, y caballos para montar. Pero lo que no dijo fue que una vez que se mudaran, a los niños ya no se les permitiría ni siquiera hablar con sus padres, quienes habían sido obligados a hacer votos de celibato y ya no podían vivir juntos. Empezaron a llevar una vida monástica; el silencio y la oración llenaban gran parte del día. A los miembros de la comunidad se les obligaba a cortar todos los lazos con sus familias, y los niños recibían educación escolar en los mismos locales de la comunidad.

En este entorno, el Padre Feeney y la Hermana Catherine les repetían una y otra vez que eran “los niños más afortunados del mundo, porque ustedes han sido consagrados a Dios desde el día en que nacieron”. Tenían la suerte de haber sido salvados del mal del mundo exterior, de los peligros para sus almas que provenían de leer periódicos y ver televisión y películas, de escuchar la música pecaminosa de los Beatles y de vestir la ropa pecaminosa que llevaba la gente “afuera en el mundo exterior”.

A pesar de sus esfuerzos, Patricia fracasó en ver lo afortunados que eran. El castigo corporal severo era parte de su vida diaria, y la Hermana Catherine les recordaba con frecuencia que debían abrazar el martirio porque era la forma más segura de llegar al cielo.

No obstante las interminables advertencias sobre el mal acechando en el mundo exterior, la curiosidad de Patricia hacia todo lo que se encontraba más allá de los límites de su aislada comunidad era insaciable. Ya adolescente, comenzó a darse cuenta de que el rumbo de su vida estaba fuera de sus manos. Estaba siendo entrenada para convertirse en una hermana mayor, como su madre, y una novia célibe de Cristo. Nada podría haber estado más lejos de sus sueños: como esposo un príncipe y una hermosa casa rodeada de un jardín de flores y muchos hijos. Cuando, a la edad de dieciséis años, la obligaron a convertirse en postulante, se sintió atrapada.

Al mismo tiempo, desarrolló una serie de enamoramientos hacia hombres adultos dentro de la comunidad. No se les enseñaba biología, y mucho menos educación sexual, y no sabía qué significaban estos sentimientos ni qué hacer al respecto.

Durante su último año de educación secundaria, la Hermana Catherine le informó que “no todos tienen un llamado para ser monja”. En una reunión que fue tanto extraña como aterradora, le hizo saber que abandonaría su hogar cuando se graduara en seis meses. Era una especie de sentencia de muerte: ser desterrada del único lugar en el mundo que era seguro.

En junio de 1966, no más de una hora después de su graduación y a dos meses de cumplir los dieciocho años de edad, Patricia fue expulsada del centro sin siquiera poder despedirse del resto de la comunidad, a la que consideraba su familia. Cuando, en los próximos días y semanas, algunos miembros de la comunidad le preguntaron a la Hermana Catherine sobre su partida, ella respondió, como pudo averiguar Patricia posteriormente, que ella “estaba destruyendo las vocaciones religiosas de los hermanos”.

La Hermana Catherine murió dos años después. Después de su muerte, varios niños en el centro informaron a sus padres sobre las palizas secretas y violentas que habían recibido, lo que llevó a una éxodo masivo de familias. A principios de la década de 1970, el Padre Feeney se reconcilió con la Iglesia Católica, aunque nunca se retractó de sus opiniones sobre “extra ecclesiam nulla salus”, motivo de su anterior excomunión. La comunidad de hombres se convirtió en una abadía benedictina, mientras que las mujeres quedaron bajo los auspicios de la Diócesis de Worcester. Aunque algunos miembros formaron una nueva comunidad cismática en New Hampshire, la comunidad de Still River está en plena comunión con la Iglesia Católica.

Después de la publicación de su libro, Patricia comenzó a compartir su historia en bibliotecas, clubes y programas de radio en todo el país. Se dio cuenta entonces de que su audiencia estaba de acuerdo con su hija: se había criado en una secta. Las señales que había pasado por alto ahora saltaban a la vista: obediencia ciega a una autoridad absoluta, control centralizado de los asuntos económicos, paranoia hacia el mundo exterior, separación de las familias, desprecio hacia aquellos que abandonaban la secta. ¿Por qué no había notado lo que ahora parecía tan evidente?

El centro había su hogar, y lo amaba, así como a las personas que formaban parte de él. Todas ellas habían sido su familia. Por lo tanto, a Patricia no le era indiferente cómo recibirían el libro aquellos que actualmente consideraban el centro como su hogar. Compartió el manuscrito de su libro con las cabezas de las comunidades masculina y femenina antes de su publicación y se ofreció a colaborar con los líderes actuales, pero ese ofrecimiento fue rechazado.

Su madre, en cambio, le dio todo su apoyo. Sus padres habían abandonado la comunidad con dos de sus hermanos en 1969, tres años después de la expulsión de Patricia, y sus otras dos hermanas se fueron en 1971. Su madre tenía más de 80 años y leyó cada capítulo del libro mientras Patricia lo escribía, animándola a seguir adelante. A medida que se acercaba al final, le decía: “Algunas partes me entristecen, pero todo es verdad y necesitas publicarlo”. Murió seis meses antes de la fecha oficial de lanzamiento.

Patricia concluye su artículo testimonio con las siguientes palabras:

«Me han preguntado cómo pude perdonar a mis padres por lo que a muchos les parece un abandono. Entiendo ese punto de vista, pero lo vi y todavía lo veo de manera diferente. Incluso de niña era consciente del control creciente que el Padre Feeney y la Hermana Catherine tenían sobre todos en el centro. Sentía que mis padres y yo estábamos sufriendo juntos, y cuando nos volvimos a reunir como familia, varios años después de ser desterrada, nunca sentí enojo hacia ellos ni la necesidad de perdonarlos.

También me preguntan cómo puedo seguir siendo católica. Nuevamente, la respuesta es sencilla, al menos para mí. Los pecados de algunas personas dentro de la Iglesia, o, por el mismo motivo, en otras iglesias, gobiernos o corporaciones, no invalidan el bien que se ofrece. No hay religión que no se halle ante un desafío de vez en cuando debido al comportamiento de sus líderes. Abandonar el catolicismo no haría nada para inspirarme a llevar una vida mejor. Ésta puede ser una respuesta simplista, pero creo en ella sinceramente.

Quizás la pregunta más profunda que me han hecho mientras estaba de gira con mi libro provino de un caballero: “¿Qué cambiarías en tu vida si pudieras hacerlo todo de nuevo?” Sopesé su pregunta: a los dieciocho años me encontré expulsada de mi hogar, sin padres que me aconsejaran, sin dinero ni posibilidades de acceder a una educación superior. Armada solo con fe y la determinación de no fracasar, enfrenté un mundo del que me habían enseñado que estaba lleno de pecado y peligro. El viaje fue largo y arduo, pero también en muchos aspectos emocionante, y con coraje, suerte y una serie de mentores, logré sobrevivir y eventualmente prosperar”. […]

Respondí: “No cambiaría nada”, y lo dije en serio».

Al igual que Patricia Chadwick, yo tampoco cambiaría nada. Soy quien soy gracias a que pasé por el Sodalicio, un pasado que no puedo cambiar pero al cual pude sobrevivir para acometer un viaje largo y arduo que aún no termina y que será el legado que le dejaré a mis hijos y a todos aquellos que siguen buscando justicia y reparación ante los abusos perpetrados en esa secta católica.

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PatriciaWalsh Chadwick, Secta Católica, St Benedict Center, Testimonio

[LUZ ROJA] ¡ATENCIÓN a toda nuestra comunidad! Estamos emocionados de anunciar nuestro nuevo programa: “Luz Roja», conducido por el destacado periodista Juan Carlos Tafur.

Este proyecto está diseñado para analizar en profundidad la coyuntura y ofrecer un análisis claro y objetivo de la situación. No se pierdan el primer episodio donde exploraremos los acontecimientos más relevantes y daremos una perspectiva única sobre los temas que impactan a nuestra sociedad.

¡Compartan este mensaje para que más personas se unan a esta experiencia informativa!.

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Análisis, Juan Carlos Tafur, Luz Roja Programa

[PIE DERECHO] Parece que la tesis de la guerra ideológica, que un sector de la derecha radical considera fundamental en sus propósitos de enfrentar a la izquierda, lo tiene confundido a Javier Milei, quien le ha declarado la batalla al sector cultural de su país, Argentina, que durante décadas se ha distinguido por ser uno de los lugares que más apoyo ha brindado al mundo de las artes, con logros de excelencia en casi todas ellas.

Uno entendería que la prédica libertaria contra los beneficios sectoriales al mundo de la cultura sean parte de un andamiaje ideológico opuesto, en general, a toda intervención estatal en el circuito económico. Uno puede discrepar de ello, pero se podría entender. Lo que no cabe, dentro de su propia perspectiva lógica, es que se mantengan beneficios a ciertos sectores productivos y a la vez se arremeta, denunciando su privilegio sectorial, contra el mundo de la cultura.

Más parece resultado de una histórica fobia de ciertas élites por el pensamiento crítico y la contestación artística. Y particularmente, en la coyuntura actual, apunta a una ojeriza inexplicable de ciertas derechas hacia la cultura en general.

Se puede ser liberal y alentar el apoyo estatal a la cultura. El mundo de las artes debe ser entendido como el de una atmósfera de quehacer cívico. Alentarlo sería equivalente, en esa perspectiva, a la construcción de espacios públicos. Tiene el mismo resultado: la cohesión social y la activación de núcleos de integración.

Se puede y se debe abrir espacios para la participación de capitales privados en el quehacer cultural. Mientras más, mejor. Pero no puede soslayarse la necesidad de una política cultural de carácter público. Es indispensable, tanto como la existencia de una educación y salud públicas de calidad. Están casi en el mismo rango de importancia social.

Es una lástima que el pensamiento libertario, reivindicado por su propio fundador, Murray Rothbard, como una filosofía de izquierda, haya devenido en la costra ideológica de sectores conservadores, que aprecian casi todo pensamiento abstracto como “neomarxismo” o “marxismo cultural” y que consideran, por ende, que convertir al mundo de la cultura en un páramo es parte de la batalla ideológica que deben librar.

Ojalá fracase Milei en este propósito. Los buenos deseos que los sectores liberales le desean respecto del enderezamiento del desastre populista del peronismo, no se extienden a su afán destructivo de uno de los activos más valioso que puede exhibir la Argentina: su rica y variada vida cultural.

 

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Cultura Argentina, Fobia cultural, Javier Milei, pensamiento crítico


Carlos Prado Vigil
Socio Fundador – Grupo PRACDA

[HACIENDO EMPRESA]  Veamos, este año 2024 debe ser para muchos un año decisivo, donde nuestras decisiones financieras  serán determinantes para nuestros objetivos de la próxima década; bajo esta óptica queremos compartir un posible mapa de inversiones que tienen por objetivo alentar la independencia económica de las personas:

Sector inmobiliario: si bien es cierto, este sector ha sufrido muchos estragos en los pasados años post pandemia, dado que el escaso apoyo del sector financiero, este hecho genera hoy una gran oportunidad de desarrollo para las inversiones ya que este año entrará en recuperación, buscando financiación en banca paralela, abriendo así posibles inversiones para variado tamaño y perfil de inversionistas. Dató importante:  que la empresa idealmente tenga activos que respalden la inversión (suele ser el mismo terreno ) y que tengas confianza en los desarrolladores.

Sector Agricultura: La agricultura se encuentra en un momento importantísimo, dado que después de haber enfrentado al fenómeno del niño por 2 años consecutivos, seguimos al pie del cañón y liderando en exportaciones frente a varios  países, eso nos ha hecho más sólidos por lo que al día de hoy, invertir en campos de cultivo, negocios de acopio y exportación , o cualquier arista del sector, se ha vuelto altamente atractivo ya que no baja el nivel de producción y de consumo.

Tecnología : nuevamente la pandemia contribuyó nos a desarrollar mucho el sector, dado que nos hemos visto retados a implementar mejoras para nuestro trabajo remoto, nuestras necesidades han generado muchos start ups enfocadas en el hogar; consideramos, que el sector seguirá creciendo naturalmente ya que todos buscamos  cómo mejorar nuestra calidad de vida apoyados en la tecnología.

Consideramos que estos tres  sectores tienen un papel prioritario en el desarrollo económico de nuestro país en el presente año.

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Auge agrícola, Independencia económica, Inversiones 2024, Resurgimiento inmobiliario

[PIE DERECHO]  Nuevamente ha reaparecido el fantasma de la xenofobia en el país, a propósito de los sucesos de Ecuador y su vinculación con bandas criminales extranjeras. Las voces que claman por el cierre de fronteras y la expulsión de los venezolanos ya se hacen sentir y han escalado al ámbito político, por lo que, seguramente, será insumo de la campaña electoral del 2026.

En esa medida, será necesario reiterar hasta el cansancio la contundencia de los datos de la realidad para contrarrestar esta ola de opinión pública basada en la desinformación. No es verdad que del millón y medio de venezolanos que ha venido a estas tierras, la mayoría sea delincuencial. No lo debe ser ni una mínima parte, la misma proporción que seguramente existe entre la población peruana y sus grupos criminales.

Por el contrario, la mayoría de migrantes son gente de paz que ha llegado huyendo de las miserias políticas y económicas del régimen de Maduro. Y que, como suele suceder con las olas migratorias, luego del shock inicial por su masividad, terminan generando inmensos beneficios sociales, culturales y económicos al país recipiente de ese flujo.

Hay que saludar la venida de compatriotas venezolanos, vecinos de la patria grande. Y darles la bienvenida, como a la postre (porque al comienzo fueron mano de obra esclavizada) se hizo con la migración china, japonesa o africana, y que hoy tantos beneficios brindan a la riqueza cultural del país.

En este tema, el Perú ha demostrado una sapiencia social que no han tenido, hasta ahora, las naciones europeas, que a sus migrantes los han encerrado prácticamente en ghettos, apartándolos del flujo cívico normal, y quejándose luego de por qué no adoptan los patrones culturales del país que los ha acogido. Eso pasa, inclusive, en naciones supuestamente modernas e inclusivas, como las nórdicas, que hoy tienen un serio problema de marginalidad social producto de malas políticas inmigratorias.

En el Perú, los venezolanos se han integrado perfectamente al tejido social. Están por todo el territorio nacional, laborando en diversas actividades y poco a poco asentándose y prosperando, sin generar la pérdida de empleo de los peruanos, que suele ser el fundamento demagógico que en muchas latitudes se utiliza para aborrecer a los migrantes. Ojalá no eche raíces la primitiva xenofobia que algunos líderes políticos tratan de inculcar en sus seguidores. Sería una desgracia sumar ella, al deplorable racismo y clasismo que subsisten en nuestra sociedad.

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desinformacion, diversidad, Integración social, migración venezolana, xenofobia

[EN LA ARENA] Los países de América Latina hemos tenido diversos tipos de relación a lo largo de los últimos dos siglos. Nos unimos para enfrentar a la corona española, pero luego surgieron conflictos entre nosotros por delimitar fronteras. Recordemos las guerras entre Estados Unidos y México, la creación de los países centro americanos o las disputas entre Perú y sus países vecinos, ni hablemos de Bolivia que terminó sin salida al mar. A la par que sucedían estos conflictos territoriales, también nos costaba muchísimo instaurar la democracia dentro de cada país. Las dictaduras fueron tantas, sean por la imposición de un solo partido o por golpe de estado militar que llegaron a ser un rasgo distintivo de un país latinoamericano. Incluso surgió una novela de la dictadura, que planteó como reto el intentar conocer la mente del dictador y la crueldad con la que sometía a sus enemigos.

Otro elemento que nos ha unido ha sido el control que Estados Unidos ejerció sobre nuestras economías, nuestra cultura y nuestras legislaciones a lo largo del siglo XX. De modo que Estados Unidos reemplazó a España como esa suerte de enemigo mayor al que le conviene fomentar grandes brechas económicas y educativas para mantener una mano de obra más que barata en cada país donde sus grandes empresarios invertían. En muchos casos los dictadores eran obra de su angurria.

Víctimas de persecuciones, muchos hombres y mujeres latinoamericanos se asilaban en países vecinos, para contar con el apoyo de un aparato estatal. Y así nos hermanaba el refugio político y la producción cultural que iba de la mano, plena de canciones, poemas y películas, develando el castigo de quienes luchaban por cambiar las condiciones de indigencia en la que se encontraban grandes sectores de todo el continente.

Cuando en la década del 70 funda Estados Unidos la dirección de Administración de Control de Drogas, la DEA, emergen la producción de cocaína y marihuana como productos comerciales que no sólo se consumirían dentro del continente, sino que se exportaría hacia un mercado global. El narcotráfico se impuso una década después como un nuevo vínculo que nos uniría de manera ilegal por razones de producción, comercialización y consumo.

Dictaduras van, carteles de narcotráfico vienen, con el arribo del modelo neoliberal, a fines del siglo pasado, parecía que ya no necesitarían dictaduras y otros sistemas ineficientes, provocadores de pobreza, lastres que impedían que la democracia y la riqueza florecieran en nuestros países, a quienes ya les había llegado el momento de trabajar entre sí. Mayores alianzas entre los países, mejores ganancias y con ello, la llegada del buen y democrático libre comercio. Pero este ideal no funcionó, la pobreza siguió creciendo, las dictaduras reaparecieron y la población empezó a migrar hacia los países vecinos en grandes cantidades sin histórica comparación. Siendo siempre Estados Unidos la meca, otros países también nos recibimos: peruanos fuimos a Chile y Argentina, centroamericanos a México o Venezolanos a Perú.

Con la migración, el narcotráfico y la necesidad de armas para cárteles y guerrillas, la trata de personas y otros crímenes se han vuelto actos cotidianos. Nuestro nuevo vínculo con Ecuador ha quedado clarísimo: abarca hasta miembros de las fuerzas armadas peruanas, quienes trafican armas para fortalecer a Los Choneros o Los Tiguerones, aliados de otros cárteles mexicanos, como el de Sinaloa, con muchísimo poder. Sus historias ya no se narran tanto en novelas, como en series, películas y en los programas de noticias. Su música ya no es la salsa reflexiva, la nueva trova o el rock en español (ese que desafiaba al compuesto en inglés), sino un ritmo reguetón que recrea las aventuras de jóvenes armados dispuestos a tomar canales de televisión, universidades, a quemar autos, a matar como en Guayaquil.

En eso devino la economía liberal e ilegal que hoy nos hermana. Esta en nuestras manos organizarnos, como continente, ponerle fin y dar comienzo a vínculos que nos ayuden a resolver realmente los retos de una población que ya no podemos dejar que continúe en manos de la pobreza y el horror.

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DEA, Ecuador, narcotráfico, Neoliberal

[PIE DERECHO]  Contra los rumores que arreciaron en los últimos días respecto de un inminente cambio de ministros que podía incluir al propio presidente del consejo de ministros, Alberto Otárola, este gabinete parece más sólido que nunca.

La permanencia de un ministro tan endeble como Álex Contreras en el MEF -alfil de Otárola-, quien ha debido tragarse el sapo de Petroperú -su allanamiento a su salvataje financiero muestra cuán dúctil es el titular del jirón Junín y a qué está dispuesto con tal de mantener el fajín-, revela que el tablero del Premier sigue incólume y ha resistido el embate del sector boluartista.

Fue el titular del MIDIS, Julio Demartini, bajo el manto de la presidenta, quien, a pedido de la propia primera mandataria, organizó la velada con los economistas Luis Carranza y José Arista, que tanto escozor causó en el ministro Contreras y lo llevó a amagar una renuncia que luego fue amañada por las movidas del astuto y funcional Otárola. Hoy, Demartini sufre el hielo del Premier.

Las aguas parecen haber vuelto a su nivel, aunque ello genera un estado de cosas momentáneo, dada la precariedad del régimen. Una ventisca futura puede llevarse de encuentro al gabinete Otárola y su gestión ya está bajo el acecho de algunos lobbies empresariales que quieren poner a un Premier más funcional a sus intereses (allí, para variar, encabeza la lista de premierables, un inefable expremier aprista, quien se muere de ganas de volver a disfrutar las mieles y oros del poder político y sabe que por la vía electoral ello es imposible).

Lo cierto, en todo caso, más allá de este juego de intrigas e intentos de serruche, es que, de prosperar esta estabilidad mediocre, de la cual el único que se podrá congratular es el premier Otárola, más no el país, olvidémonos de una recuperación económica consistente con nuestras potencialidades y, lo que es más grave, descartemos que se construya una estrategia eficaz contra la delincuencia organizada que nos azota, a la sazón, los dos mayores problemas vigentes que como país enfrentamos.

No ocurrirá, al menos en el corto plazo, un upgrade político en el gobierno de Dina Boluarte. Seguirá funcionado de la misma manera como lo ha hecho en su poco más de un año de gestión. Mucha medianía y poca eficacia será el denominador común del periodo que se avecina. El Perú seguirá languideciendo al son de los apetitos de poder del establishment que ha dispuesto un Premier, más dado a la supervivencia que a la transformación ejecutiva de su entorno y la solución real de los problemas que afronta.

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Desafíos Económicos, Estabilidad gubernamental, gabinete Otárola, Intrigas políticas

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS]  Ya hace un tiempo, en mis clases, refiero como Conflicto Armado Interno y Lucha contra el terrorismo al luctuoso periodo en que SL y MRTA asolaron al país. Utilizo las dos denominaciones en simultáneo por respeto a las diferentes posturas que existen sobre aquella larga y dolorosa coyuntura.

Hoy, el Presidente Daniel Novoa, de derecha, le llama directamente Conflicto Armado Interno a la terrible situación que, súbitamente, se ha presentado en Ecuador, tras la fuga de dos cabecillas del narcotráfico (en total fugaron 39 reos de la cárcel de Ríobamba), la toma de un canal de televisión y de diferentes locales que cumplen diferentes funciones, pero que tienen en común ser lugares públicos, lo que ha motivado la toma de cientos de rehenes a manos de los grupos armados.

La expresión de Novoa puede resumirse con el siguiente parafraseo: las acciones de estos grupos son terroristas, por eso declaro el Conflicto Armado Interno. De esta manera, se valida lo que se ha señalado desde la CVR respecto de lo que sucedió en el Perú desde 1980 en adelante:  Conflicto Armado Interno, refiere un enfrentamiento que supera la delincuencia común, y que no es un Conflicto Internacional, pues este último implicaría el enfrentamiento entre dos Estados. De tal manera, CAI resultaría la denominación correcta para nuestro caso.

Además, así lo refieren los Convenios de Ginebra de 1949 que son los que hasta hoy ofrecen al mundo un marco de denominaciones oficiales para los diversos enfrentamientos entre grupos armados. Los Convenios también hacen referencia al terrorismo, pero lo entienden más como un método de acción utilizado por uno o todos los bandos en conflicto. Grosso Modo, hay terrorismo cuando alguno o todos los contendientes validan que un sector o individuos de la población civil puedan ser utilizados como blanco, como parte de sus objetivos militares. También puede entenderse como la intención de sembrar el terror entre la población con las mismas finalidades.

Por supuesto que los Convenios de Ginebra condenan duramente el uso de prácticas terroristas, las que se encuentran absolutamente al margen del derecho de la guerra. En tal sentido, lo que podríamos decir que ocurrió en nuestro país fue un Conflicto Armado Interno y podríamos añadir que este se caracterizó, principalmente, por las acciones terroristas perpetradas por los grupos armados SL y MRTA.

El problema con esta definición es que, de acuerdo con los datos de CVR, el 30% de las víctimas civiles del CAI cayeron a manos de nuestras Fuerzas armadas o policiales, aunque también es verdad que estas, finalmente, fueron las que derrotaron a las bandas terroristas y pacificaron al país. Esta situación complica alcanzar una fórmula que complazca todas las posturas que existen al respecto.

En el pasado he escrito sobre la actuación de nuestras Fuerzas Armadas y Policiales en el CAI. He dicho que poseen un doble y hasta un triple estatuto. El de víctimas, porque lo fueron muchas veces, el de victimarios, porque esta situación también se produjo, y el de vencedores de las bandas terroristas y pacificadores del país.

En tal sentido, me parece que definir o darle un nombre a lo que aquí comenzó a acontecer desde 1980 en adelante puede resultar sencillo, pero también muy complicado. Es sencillo porque Conflicto Armado Interno es el nombre oficial que establece el derecho internacional para casos como el nuestro, pero es complicado porque dicha denominación no satisface a todos los sectores de la sociedad.

A nuestro parecer, la solución pasa por una descripción más bien amplia de la escena, es decir, señalar que en el Perú se produjo un Conflicto Armado Interno en el que las bandas terroristas SL y MRTA asolaron al país, siendo responsables, además, de la mayor parte de bajas civiles que el enfrentamiento produjo. Estas bandas fueron combatidas por las fuerzas armadas y policiales las que también dañaron a un sector de la población civil. Finalmente, las fuerzas armadas y policiales lograron vencen a las bandas terroristas y pacificaron al país.

Entiendo cabalmente que explicar no es lo mismo que nombrar, y que, además, existen sectores radicales, a ambos lados, que, de seguro, no estarán de acuerdo con la descripción propuesta. En todo caso, saber que existe una definición que intenta reflejar todo lo ocurrido, sin negar nada y en una sola oración, podría resultar tranquilizador y hasta cierto punto consensual si la sociedad conoce que dicha definición está impresa y se difunde, por ejemplo, en los manuales escolares del Estado, tanto como en aquellos divulgados por casas editoriales privadas.

En fin, me temo que esta discusión no va a terminar nunca, pero quizá sí resulte posible generar un contexto en el cual podamos conversar del tema sin necesidad de atacarnos, dividirnos, ni de levantar la voz, así maduraremos, aunque sea un poco, como sociedad. ¿Será posible?

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Análisis Histórico, conflicto armado interno, fuerzas armadas, Reflexiones, Terrorismo

[PIE DERECHO]  No estamos lejos de que en nuestro país ocurra algo parecido a lo que acontece en Ecuador, con la reciente asonada violenta del crimen organizado.

Tenemos todos los ingredientes para que algo así nos suceda: debilidad del Estado democrático, corrupción de las fuerzas del orden (tanto policiales como militares) y del sistema de justicia (Ministerio Público y Poder Judicial), eslabón de partida del narcotráfico, vientre de todas las mafias habidas y por haber (narcotráfico, minería ilegal, trata de personas, contrabando, tráfico de terrenos, etc.) y proliferación de bandas criminales que empiezan por delitos comunes y luego se engranan con los grupos criminales señalados.

El Perú no es un paraíso para las inversiones -dejó de serlo hace muchos años- sino para el delito. Cualquier organización criminal que se sienta perseguida con eficacia en su país de origen verá que la migración al nuestro le abrirá una oportunidad de oro para desarrollarse, como ya ha sucedido con el sanguinario Tren de Aragua venezolano.

Toca asumir la responsabilidad de conducir el proceso de prevención y control de la inseguridad ciudadana a un gobierno débil y mediocre. Corresponde entonces a la clase política en su conjunto y a la sociedad civil, apuntalar un proceso consensual de elaboración de una estrategia eficaz respecto del crecimiento exponencial del crimen organizado, que amenaza con llevarse de encuentro no solo la paz social sino el Estado democrático.

Estamos todos los peruanos de bien en el mismo bote, por encima de cualquier opinión discrepante o parecer divergente respecto de temas ideológicos o morales. El Perú está a punto de cruzar la línea, si acaso no lo hizo ya, y de convertirse en un Estado controlado por las mafias delictivas, un peligro equivalente al que afrontamos cuando sufrimos la asonada asesina del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA y que en algún momento hizo temer que capturasen el poder.

Ya no se puede mirar de soslayo el problema. La ciudadanía, con sensibilidad frente a su cotidianeidad, ya lo identifica como el principal desvelo nacional, por encima de la crisis económica. Las calles, los negocios, la vida ciudadana en general están siendo sometidas por el delito y el hartazgo frente a ello, si no encuentra solución, va a encontrar alivio con propuestas populistas o autoritarias. Por ello, la urgencia de ponerle coto, democráticamente, dentro del estado de derecho, lo antes posible.

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crimen organizado, Estado democrático, Mafias delictivas, seguridad ciudadana
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