Opinión

Obviamente, por más exitosa que sea (que no parece que vaya a serlo), la marcha de mañana no va a provocar ninguno de los desenlaces que forman parte del disperso pliego máximo de reclamos (renuncia de Boluarte, adelanto de elecciones, cierre del Congreso, Asamblea Constituyente, estatización de proyectos de inversión, etc.), pero sí debería generar una respuesta múltiple del gobierno a la insatisfacción ciudadana detrás de la protesta.

1.- Asunción de responsabilidades políticas por los muertos de diciembre y enero. Ello tendría como símbolo máximo la salida del premier Otárola, ministro de Defensa cuando las muertes se produjeron, y su reemplazo por un personaje con visos más dialogantes y menos confrontacionales. Otárola ha sido funcional y operativo, pero ya cumplió su ciclo político.

2.- Cambio en las políticas de ayuda social para aliviar el incremento de la pobreza y el impacto de la inflación en los sectores de menores recursos. Esto es urgente y no implica mayor gasto fiscal. Ya lo dijimos: aumentar de 200 a 340 soles el programa Juntos, por ejemplo, solo supondría el 0.1% del PBI.

3.- Destrabe de todos los proyectos mineros, hoy paralizados por grupos extorsivos. Hacerlo sería un potente mensaje en favor de la inversión privada, que si bien se está recuperando, no lo hace a la medida de lo que las circunstancias exigen. La inversión privada es fundamental para mejorar el empleo, la pobreza y dar un poco de mejor perspectiva a muchos desesperanzados que encienden las hogueras políticas por razones de bolsillo.

4.- Compromiso serio del Congreso (para empezar, que sus integrantes se den cuenta que la protesta también es contra ellos) para desterrar los blindajes a niños y mochasueldos, además de viajes dispendiosos e inútiles. El Legislativo debe dejar de ser una fábrica de escándalos y transformar su desidia e indolencia en una actitud reformista que se trace una agenda legislativa seria y democrática.

5.- Reconfiguración de la agenda del régimen. Con estabilidad mediocre, no se aguanta indemne hasta el 2026. Es necesario incorporar agresivamente un conjunto de reformas y anunciarlas integralmente el 28 de julio. Esa fecha puede ser el parteaguas de un gobierno que anda a la deriva.

 

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[BATALLAS PERDIDAS] La escena descrita  es una estampa muy común en nuestros días. La pantalla se ha convertido en la niñera de la era digital. Incluso hay portacelulares diseñados para los coches de bebé. Unos se colocan en la baranda para que el pequeño pueda ver la pantalla y otros permiten a los padres manejar el cochecito mientras usan el celular.

El uso de pantallas en los niños es un tema que ha generado mucha controversia en los últimos años. Y a pesar de que por sus características el debate puede ser bastante fundado por uno y otro lado, no está exento de pasiones: los digitallovers versus los digitalhater. En el medio, por supuesto, los moderados calmando las aguas: “el problema no es la tecnología, sino cómo se usa y los límites que se le ponen”, suelen sentenciar con el tono del más elemental sentido común.

Hace unos días circuló la noticia de que en Suecia, un país que había avanzado mucho  en la digitalización de la educación, se han detectado algunas deficiencias en el aprendizaje de los alumnos y se ha decidido volver a dar más protagonismo a los libros físicos. Después de consultar a 60 organismos de investigación, incluido el Instituto Karolinska, llegaron  a la conclusión de que la digitalización no beneficia del todo el aprendizaje de los niños y tiene consecuencias negativas para la adquisición de conocimientos. La ministra de Educación de ese país consideró que se implementó demasiado rápido sin tener en cuenta los impactos en la infancia sueca. Esto no significa que se hayan deshecho de la tecnología en las aulas, pero sí han decidido darse un tiempo antes de continuar con su adopción, hasta contar con mayores evidencias.

Suecia no es el único país  en que se ha puesto en cuestión las bondades de la digitalización. En Francia, Italia y Holanda han prohibido o limitado los teléfonos móviles en las aulas, para evitar la distracción y la dependencia de los jóvenes a la tecnología. En Chile se ha sugerido reducir el tiempo de pantalla durante las clases en línea, para favorecer el bienestar de los estudiantes y en  China se han impuesto regulaciones para controlar el tiempo de pantalla y de videojuegos de los estudiantes, por motivos de salud visual y mental.

Las restricciones al uso de pantallas que algunos países están implementando se fundamentan en investigaciones recientes que han hallado una relación inversa entre el tiempo que los niños pasan frente a estos dispositivos y su desempeño intelectual. Sin embargo, un estudio realizado en 2019 por un equipo de investigadores de la Universidad de Calgary, en Canadá, fue el primero en establecer una correlación directa entre estas variables, al  demostrar que el uso de pantallas en los primeros años de vida puede afectar negativamente el desarrollo infantil en varias áreas. El estudio se basa en datos de 2.400 niños canadienses que fueron evaluados a los tres y cinco años, y muestra que las pantallas pueden interferir con el aprendizaje de habilidades físicas, sociales y comunicativas.

Los defensores del estado de cosas sobre la digitalización argumentan que las pantallas pueden tener beneficios educativos, culturales y lúdicos si se usan de forma adecuada y supervisada. También, consideran que es imposible aislar a los niños de la realidad digital en la que vivimos y que es mejor enseñarles a usar las pantallas con criterio y responsabilidad.

En un mundo ideal, esta sería la opción más razonable, pero en la realidad es impracticable. ¿Cómo puede un niño usar un celular de manera supervisada y adecuada? Seamos honestos: el aparato, más bien, suele ser el recurso más cómodo para los padres con falta de tiempo que buscan mantenerlos supuestamente tranquilos, sin exponerlos a riesgos. Los defensores del uso de celulares en niños de temprana edad ignoran el potencial adictivo que tienen los dispositivos electrónicos. El diseño de los videojuegos y las redes sociales estimula la liberación de dopamina, una sustancia que produce placer y recompensa en el cerebro. Esto puede generar una dependencia de las pantallas que dificulta el control del tiempo y la frecuencia de uso.

Ante el discurso de las supuestas bondades que nos pueden ofrecer, se podría retrucar: ¿es indispensable el celular para conseguir los objetivos educativos, culturales y lúdicos? ¿No pueden alcanzarse por otros medios? Quienes defienden este uso también parecen obviar que el día tiene 24 horas y el tiempo que se destina a la pantalla es tiempo que se le resta a otras actividades. Por otro lado, es muy difícil competir con ese mundo fantástico que ofrecen los celulares. Los padres que han tenido a sus niños desde muy pequeños enganchados a este aparato pueden dar fe de lo difícil que es, luego, despegarlos.

Este texto no pretende ser una catilinaria contra la tecnología ni proponer su total eliminación de las aulas, ya que eso sería, por supuesto, retrógrado. Sin embargo, sí busca proponer a los padres considerar una moratoria en el uso de pantallas durante los primeros años de vida de los niños y niñas. Esta idea no es nueva, pues desde hace tiempo la Organización Mundial de la Salud y la Asociación de Pediatras de Estados Unidos ha recomendado evitar el uso de pantallas desde el nacimiento hasta los dos años, y limitar su uso a una hora diaria desde los dos hasta los cinco años.

No es imposible, créanme, ni implica ninguna tragedia para los niños. Al contrario, puede aportar beneficios significativos a su desarrollo. Debemos empezar por cuestionar ciertas ideas que algunos asumen como verdades absolutas: «Los niños pequeños no pueden prescindir de los celulares». Eso no tiene nada de científico, es solo una creencia.

Durante los primeros años, el cerebro de un niño experimenta un rápido crecimiento y desarrollo, y las interacciones con el mundo real son fundamentales para estimular su imaginación, creatividad y habilidades sociales. Para cuando sea indispensable usar estos dispositivos, el niño estará mucho mejor preparado.

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Si el gobierno comete este 19 de julio la bestialidad de reeditar la represión asesina de diciembre y enero, habrá puesto el primer peldaño para su inminente caída. Hasta ahora esperamos una disculpa auténtica, sanción política a los responsables y su respectivo procesamiento penal, y esa ausencia explica, entre otras varias razones, la alta desaprobación del régimen, sobre todo en las regiones donde la represión se desató inmisericorde.

Lo que corresponde en una democracia y en un Estado de Derecho es que las protestas y las marchas se respeten y cautelen. Y si se produjera algún desborde violento, pues proceder a la inmediata captura y detención del vándalo, su pase a la fiscalía y su procesamiento penal respectivo.

No hay pena de muerte por protestar, ni siquiera por bloquear una carretera, cerrar un puente o intentar tomar un aeropuerto. La policía o la fuerza armada solo puede hacer uso de sus armas letales en caso peligre su integridad vital o la de otros ciudadanos.

El problema de fondo es que si el terruqueo ya es moralmente deleznable en la sociedad civil o la clase política, resulta altamente riesgoso si lo asumen los hombres de uniforme, que creen, en muchos casos, que en este tipo de protestas están enfrentando a terroristas encubiertos (lo vimos en declaraciones grabadas a policías durante la incursión en la San Marcos).

Con esta actitud, el gobierno, en lugar de despertar temor en la ciudadanía, la alienta a salir a protestar, porque hay evidente molestia en el país por una gestión mediocre y por un Congreso corrupto y deleznable. La gente está harta y por más que haya una agenda izquierdista que quiera reciclarse con esta marcha, se entiende que a ella se sumen porciones ciudadanas independientes y sin agenda ideologizada.

El Ejecutivo tiene que saber leer la realidad. Y ésta le exige un cambio radical de gestión, no solo política sino también económica e institucional. El país no llega indemne al 2026 si las cosas siguen como están. Fuera de la agenda politizada de los convocantes oficiales de la marcha, la demanda ciudadana de fondo no puede ser soslayada y muchos menos reprimida abusivamente.

 

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[EN EL PUNTO DE MIRA] Julio Hevia dijo en una entrevista, poco antes de que partiera a la eternidad, que “el DNI del peruano era el habla, la comida y la bebida”. Razón no le faltaba. Ayer, luego de escuchar casualmente una conversa en jerga por las calles de Lima, mientras pensaba sobre qué tema escribir para mi columna de hoy, me dije “nosotros, los peruanos, tenemos identidad más allá de la escarapela y el desfile militar, pero no nos damos cuenta”.

¿Por qué sostenía eso Hevia? Porque el peruano en esas tres acciones genera condiciones democráticas de convivencia. Hablar, comer y beber integran a los peruanos positivamente, generan espacios para compartir anécdotas, encuentros con el pasado que dialoga con el presente. Se rompen barreras.

Hace uno años atrás sostuve eso —en un Congreso sobre temas chinos—, en un texto que escribí sobre el chifa como elemento integrador y democratizador. Casualmente encontré un tema muy importante, que habría que decirlo en voz alta: por qué no pensar desde temas cotidianos —como la bebida, la cocina y el habla— nuestra identidad como peruanos rumbo al Bicentenario de la Independencia del país.

A través de esos temas se rompen prejuicios que hasta el día de hoy nos embargan como sociedad; como el racismo, el clasismo y la imposición de ideas. Hugo Neira dijo: “El peruano se odia profundamente”. Sobre el habla, cotidianamente —mediante el uso de jergas— no hacemos más que permitir que culturas diversas (desde geográficas hasta urbanas) integren nuestra lenguaje cotidiano. Y mediante el diálogo, por extensión, aportamos al espacio público. Escucharnos es importante para reconocernos como iguales ante la ley y para sincerarnos como personas.

En lo que respecta a la comida, Gastón Acurio afirmó en una entrevista que “la cocina es amor, tolerancia y compartir”, porque permite —en el diálogo de los insumos con los que se prepara un platillo— el encuentro de diversas culturas y diversos tiempos, además de generar canales de conversación y entendimiento.

Ni qué decir de la bebida, que es un elemento que nos permite un diálogo sin parangón. Claro está, sin excesos. A través de ella vencemos el miedo y podemos expresar lo que pensamos y lo que sentimos. Nos vuelve alegres y jocosos.

Es el momento de que contemos en la currícula escolar con temas como la cocina porque —como ya se explicó líneas arriba— nos permite entrar en algo importante del ser humano; aparte de las condiciones democratizadores que genera, como la sensibilidad. En un país de feminicidios, violencia sexual, racismo e imposición de ideas, la cocina aportaría al buen entendimiento y respeto entre los peruanos y peruanas de todas las condiciones sociales. En otras palabras, aportaría a la moral pública del país.

Pensarnos en estos 200 años de la Independencia parte por hacer políticas públicas efectivas, a partir también de la cocina.

 

 

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Las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) fueron parte esencial de las iniciativas de reforma planteadas por la comisión Tuesta, pero se suspendieron en las últimas elecciones por la pandemia. Hoy deben ser asumidas como filtro obligatorio ante la avalancha de partidos que se está inscribiendo.

Los propios partidos del statu quo no las quieren, claro, prefieren seguir manteniendo el esquema de que los candidatos presidenciales y las listas parlamentarias se decidan prácticamente a dedo, por los “dueños” de los partidos. Así, se diluye la posibilidad de generar una situación que les convendría a ellos mismos, ya que las PASO no tienen otro propósito que reforzar a los partidos políticos, piedra angular de una democracia más funcional que la que tenemos.

Si este mecanismo, que se aplica con éxito en varias democracias del mundo y de la región, se aplicase en el Perú, influiría en gran medida para que un poder integrado por partidos, como es el Congreso, recupere algo de la legitimidad y representatividad que en nuestro país ha venido perdiendo paulatinamente (cada Parlamento es más desacreditado que el anterior), hasta llegar a los límites actuales, con un poder del Estado con aprobación que apenas llega al 6%, según algunas encuestas.

Los partidos políticos son una parte fundamental de la democracia. Son las organizaciones que canalizan las demandas de los ciudadanos y las llevan a las instituciones gubernamentales. Sin partidos políticos, la democracia sería una mera formalidad, sin capacidad de representar los intereses de la mayoría.

Los partidos políticos no son perfectos, y a menudo se ven envueltos en luchas de poder y corrupción. Sin embargo, son una parte esencial de la democracia, y su función es básica para el funcionamiento de las instituciones gubernamentales.

Los partidos políticos son los pulmones de la democracia. Sin ellos, la democracia sería una máquina sin combustible, incapaz de funcionar. Ellos son los encargados de llevar el oxígeno de la participación ciudadana a las instituciones gubernamentales, y de asegurar que éstas funcionen en beneficio de la mayoría.

Hay que recuperar la legitimidad del establishment democrático en el país. Lo que hoy sucede no es solo culpa del gobierno de Boluarte. Es parte de un proceso histórico de paulatino deterioro, que, si no hacemos algo para remediarlo, irá de mal en peor, alentando la posibilidad de aventuras autoritarias y radicales.

La del estribo: agenda obligada de la cartelera teatral acudir al Teatro de Lucía a espectar Hasta que la muerte nos separe, con la dirección del gran Alberto Isola y las actuaciones de Sandra Bernasconi, Javier Valdés, Roberto Ruiz, Airam Galliani, Antonella Gallart y Sol Nacarino. Va hasta el 21 de agosto y las entradas se venden en Joinnus.

 

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[MENTE ABIERTA] Etiquetas diagnósticas en redes sociales

En primer término, debemos abordar los peligros del autodiagnóstico a partir de contenido psicológico que encontramos en revistas e internet, sobre todo en redes sociales como Instagram o Tiktok, bajo títulos cómo “5 señales de que eres bipolar”, “Red flags que de tu pareja puede tener trastorno de personalidad límite”, entre otros.   Estos contenidos son denominados psicología folk o “de bolsillo”, para referirse al pseudo conocimiento psicológico informal, simplista, no verificado y carente de cientificidad, que circula, hoy más que nunca en las redes.

Este contenido resulta un arma de doble filo. Por un lado, genera conciencia en la población sobre la importancia de la salud mental, pero, por otro, la información corta y no verificada puede llevar a los lectores a una malinterpretación  y sobre todo a auto diagnosticarse sobre un trastorno que no necesariamente tienen.

Las consecuencias de ello pueden ser muy negativas para la autoestima, como perpetuar estereotipos dañinos, generar malestar emocional y retrasar la búsqueda de ayuda profesional.

Además, es muy posible que la persona que consume psicología folk caiga en lo que se llama “profecía auto cumplida”, una creencia inicial, aunque sea falsa o infundada, que se convierte en realidad debido a que las personas actúan de manera coherente con esa creencia, lo que finalmente lleva a que la profecía se cumpla.

Revisemos un ejemplo. Jorge, un estudiante de ingeniería, encuentra en Instagram a un influencer que sufre de déficit de atención y quiere llamar a concientización sobre este trastorno. Ahí ve que algunos de los síntomas son la dificultad para mantener la concentración, problemas al momento de seguir instrucciones y capacidad de organización muy baja. “Dios mío, yo tengo estos síntomas, o sea que podría tener déficit de atención, con razón se me dificultan tanto los estudios”, piensa Jorge preocupado, más aún cuando lee sobre supuestas consecuencias devastadoras para quien sufre de este trastorno, como riesgo elevado de caer en adicciones a sustancias, fracaso académico y pobre rendimiento laboral.

Al quedar convencido de que sufre de déficit de atención, Jorge nota con mucha mayor frecuencia que se le dificulta concentrarse y organizar sus quehaceres diarios, decayendo su rendimiento académico y su confianza en sí mismo, pero culpa de ello a un supuesto desbalance químico cerebral e incluso deja de esforzarse como debiera en los estudios, pues lo considera un esfuerzo inútil, tomando en cuenta la condición que considera tener. En realidad, podría ocurrir simplemente que a Jorge no le gusta la carrera que eligió, ingeniería de sistemas, a la cual atribuía la garantía de un futuro laboral seguro. Ahora, en lugar de buscar una solución adecuada, como podría ser cambiar de carrera, se niega a sí mismo la posibilidad de mejorar la situación en la que está, bajo la premisa que padece del trastorno citado, aumentando de paso su frustración y baja autoestima, con riesgo incluso de caer en el hoyo de la depresión.

El rol de las etiquetas en un proceso terapéutico

Pero las etiquetas pueden ser nefastas, no solo en la referida psicología folk, sino muchas veces también cuando un psicólogo clínico o un psiquiatra realizan el diagnóstico cayendo en el sesgo de confirmación “de manual”, con resultados similares a los señalados. Al ofrecer un tratamiento inadecuado o, en el peor de los casos, que la cura sea peor que la enfermedad, al no reparar en la experiencia completa y subjetiva, la diversidad y el contexto, entre otros factores fundamentales de la historia clínica.

Volvamos al ejemplo de Jorge. Si finalmente busca ayuda profesional y se le confirma el diagnóstico de déficit de atención, a partir de sesiones en las que le da mucho énfasis a estos pocos síntomas y sin indagar más profundamente, se expone a perder su tiempo al recibir un tratamiento terapéutico para “curar” un mal que no padece e incluso a que aparezcan nuevos síntomas, como ansiedad y baja autoestima, al ver confirmados sus temores sobre el trastorno que supuestamente padece.

Peor aún, Jorge podría ser derivado por el psicólogo clínico a un psiquiatra quien probablemente le recetará medicinas que alterarán su química cerebral y le pueden provocar peligrosos efectos secundarios. Sobre este punto debemos agregar que, bajo la lupa de los manuales de diagnóstico, cada vez son más los pacientes que reciben de los psiquiatras psicofármacos para tratar el déficit de atención (sobre todo en niños), la depresión o la ansiedad, cuando podría haber alternativas menos invasivas.

Otro aspecto que debemos señalar sobre los efectos en el paciente de las etiquetas diagnósticas en psicología, son las dificultades en el camino para llegar a un equilibrio y adaptación adecuadas. Para muchos, escuchar que padecen un trastorno psicológico puede sonarles como una condena de la que no se podrá escapar.  Adicionalmente, algunos psicólogos recalcarán al paciente que deberán aprender a “convivir” con el trastorno diagnosticado; vale decir que este estará presente en su vida sin importar qué haga, como una bestia que tiene que aprender a domar porque si no, será ella quien lo dome.

De otro lado, cabe recalcar que tanto psicólogos como psiquiatras tienen efectivos métodos para confirmar los diagnósticos y prevenir falsos positivos, pero esto tampoco garantiza necesariamente que la respectiva etiqueta sea de utilidad para su proceso terapéutico pues, al igual que en el caso anterior, el paciente no escapa a los efectos negativos de la estigmatización y de la profecía auto cumplida.

Por supuesto, es innegable que existen innumerables casos de pacientes que deben convivir con un trastorno diagnosticado de carácter limitante, el cual requerirá, según sea el caso, medicamentos y terapia constante. Pero aún en estos casos, queda en entredicho la necesidad de que al paciente se le haga conocer una etiqueta y, más bien, un enfoque más sano sería el de guiarlo a través de su historia, sus síntomas y sus opciones de tratamiento, más que en los perjudiciales estereotipos.

En defensa de los diagnósticos psicológico y psiquiátricos, es imposible decir que, aún con todo lo mencionado anteriormente, se hayan vuelto obsoletos. Sin duda, hay gran variedad de casos en los que estos son necesarios para encontrar un tratamiento, como cuando el paciente necesita de medicamentos con urgencia y es a partir del conjunto de síntomas que se prescriben. Además, la investigación en psicología clínica se basa casi en su totalidad en estos conceptos para seguir generando conocimiento.

En última instancia, la controversia que rodea al concepto del diagnóstico psicológico no debe tratarse desde lo absoluto ni lo dogmático. No es una herramienta que la psicología deba abandonar, pero sí cuestionar y adaptar a las nuevas tendencias de salud mental que se están manifestando en la actualidad. El propósito de estos diagnósticos siempre debe ser dar agencia al paciente de actuar frente a su condición de manera positiva y no encasillarlo en una etiqueta que más se asemeja a una condena. Un paso a favor de esto sería implementar un enfoque diagnóstico que tome en cuenta la variación continua de los síntomas y una visión más integradora de factores sociales, biológicos, culturales y ambientales.

 

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Este gobierno no va a salir de su zona de mediocridad. Carece de visión y de capacidad para convocar cuadros capacitados para las circunstancias que le toca manejar (aun cuando esté a años luz del desastre administrativo que supuso la gestión nefasta de Pedro Castillo) y lo vemos en designaciones como el de la nueva presidenta de EsSalud, un cargo de suma importancia para millones de peruanos.

En esa medida, a pesar de resultar conveniente, en términos políticos, darle cierta estabilidad al país, luego de haber tenido cinco presidentes en cinco años (Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino, Francisco Sagasti y Dina Boluarte), lo más sano es proceder a un adelanto ordenado de las elecciones, tanto presidenciales como congresales, y que se reinicie el proceso desde fojas cero.

Los niveles de descontento de la inmensa mayoría de la población son de tal envergadura que dejarlos crecer o mantenerse, nos va a poner al borde de un polvorín en las elecciones del 2026 (si Boluarte insiste en completar su mandato, como ya ha dejado saber). Igual, unas elecciones adelantadas no aseguran que no vaya a surgir con posibilidades un disruptivo radical como lo fuera Castillo, pero más probable es que si algo así ocurre, sea el 2026 y no antes.

No obstante ello, la marcha de protesta convocada para el 19 de julio, ampulosamente denominada Tercera Toma de Lima (como si hubiera habido dos precedentes), no responde a esas consideraciones, sino a una agenda ideológica de la izquierda que hoy quiere, con la oposición a Boluarte, lavarse la cara de su desprestigio radical por haber sido comparsa cómplice del gobierno ineficiente, corrupto y golpista de Castillo.

La izquierda merece castigo político y electoral por no haber sido capaz, seducida por las migajas del poder, de tomar la distancia que debieron tomar del desastre castillista, el mismo que de haber continuado hubiera puesto al Perú al borde de ser un Estado fallido. Pero al respecto, ya no una marcha, ni siquiera una performance crítica en algún espacio público (en el colmo de la impostura, algunos líderes de la izquierda creen que por haber publicado tres o cuatro artículos en algún periódico, ya cumplieron con su cuota de responsabilidad y de alejamiento del fiasco castillista).

La izquierda no merece, por un buen tiempo, la oportunidad de reciclarse y regenerarse, por más argumentos que le regale un gobierno mediocre y torpe como el que tenemos. Y el objetivo político de esta marcha es ése: que esa izquierda silente se recoloque en el establishment político-electoral del país. A ello no hay que sumarse.

 

 

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[MÚSICA MAESTRO] “Creo que es uno de los músicos más creativos y dotados que Dios nos ha regalado” escribió Steve Vai en las notas que acompañan al CD Vai Piano Reductions Vol. 1 (2004). Y los halagos prosiguen: “Lo he visto hacer cosas en varios instrumentos (al mismo tiempo, ocasionalmente) que desafían a la realidad y, aunque el dominio técnico que posee es extraordinario, es la profunda voz de su oído interior la verdadera razón de su brillo”. El álbum, incluido en The Secret Jewel Box, una colección especial de 10 discos producida por Vai contiene -como indica el título- once composiciones suyas, transcritas al piano y tocadas por Mike Keneally (61), un músico nacido en New York y criado en San Diego, California, que a pesar de sus extraordinarios talentos e ideas innovadoras -como en este video de YouTube en el que muestra las múltiples aplicaciones de su nueva guitarra Strandberg-, nunca aparece en los listados de “los mejores” que suelen publicarse cada cierto tiempo en revistas especializadas como Guitar Player o Rolling Stone.

Para cuando Keneally decidió hacer este homenaje a la música de su colega, su discografía personal ya bordeaba la veintena de títulos, tanto en solitario como al frente de su banda de hard-rock y jazz fusión Beer For Dolphins. Desde que inició su carrera como músico, con Drop Control, grupo amateur que armó con su hermano Marty, entre 1983 y 1987, Mike orientó su creatividad y destreza hacia un estilo estrambótico y poco convencional, combinando ideas de músico serio y experimental con juegos sonoros y parodias, emulando a su ídolo Frank Zappa. Precisamente, fue junto al genio de Baltimore que Mike Keneally, a los 27 años, tuvo su primer trabajo formal.

Como él mismo cuenta, llamó por teléfono a Frank, a fines de 1987, y le dijo que estaba “profundamente familiarizado con su material”. Como Zappa andaba planificando una gira mundial le dio una oportunidad al postulante. Para su audición, se preparó practicando algunas de las piezas más complejas que se sabía de su extenso catálogo. Consiguió el puesto, convirtiéndose en el “stunt guitarist” del renovado combo de Frank Zappa, un lugar que había sido ocupado previamente por Adrian Belew (1976), Warren Cuccurullo (1977-1980) y su futuro amigo, Steve Vai (1981-1983). “Stunt”, que en español significa “acrobacia, truco”, es también el término con el que se denomina, en la industria cinematográfica, a los “dobles”, encargados de grabar escenas peligrosas o físicamente exigentes. Keneally, además de la guitarra, se encargó de los teclados -cubriendo al anterior, Tommy Mars- y de ser vocalista de apoyo.

De hecho, el primer instrumento de Mike Keneally fue siempre el piano -comenzó a tomar lecciones a los siete años- pero poco a poco la guitarra fue ganando espacio en su vida profesional. Como gran admirador que era de Zappa, aquella oportunidad de salir de gira con su ídolo fue un sueño hecho realidad. Entre marzo y junio de 1988, la banda hizo 81 conciertos en Estados Unidos y Europa. Lamentablemente, la gira terminó de forma abrupta debido a problemas internos y de financiamiento. Aun así, Zappa se las arregló para generar, a partir de esos shows, tres álbumes en vivo: Broadway the hard way (1988), The best band you never heard in your life y Make a jazz noise here (ambos de 1991).

En esos discos, podemos escuchar a Keneally reproduciendo complejos solos y riffs, además de cantar en temas como Elvis has just left the building, What kind of girl? -haciendo el papel de “groupie”- e imitando a Johnny Cash en el cover de Ring of fire, la parodia country Rhymin’ man y en el monólogo de Who needs the Peace Corps?, así como en la célebre reproducción, nota por nota, del solo de Jimmy Page en Stairway to heaven, al unísono con la sección de metales integrada por Bruce Fowler (trombón), Walt Fowler (trompeta), Paul Carman (saxo alto), Albert Wing (saxo tenor) y Kurt McGettrick (saxo barítono). En el 2018, para conmemorar los 30 años de aquella gira, se lanzó al mercado por primera vez el último concierto de Zappa en los Estados Unidos, completo, realizado el 25 de marzo de 1988 en el coliseo Nassau de New York.

El universo sonoro de este virtuoso e hiperactivo guitarrista/tecladista se nutre, por supuesto, del aprendizaje que fue para él su breve y sustancioso paso por la escuelita de Frank. Lo notamos tanto en las evoluciones instrumentales de álbumes como el primer disco de Beer For Dolphins, Sluggo! (1997) como en los arrebatos experimentales de su debut como solista, el impredecible hat. (1992) o en las progresiones acústicas de Wooden smoke (2001). Y hasta en su más reciente producción discográfica, The thing that knowledge can’t eat (2023) -en cuyo single Celery puedo oírse a Steve Vai con uno de sus inconfundibles solos- se sienten con claridad los ecos de aquella influencia. Ya sea como líder de la banda que se formó en 1991 para el concierto-homenaje The Zappa’s Universe o como integrante del proyecto musical de los hijos de su maestro y guía, Dweezil y Ahmet, una divertida banda de hard-rock y heavy metal llamada simplemente Z, que lanzó un par de álbumes entre 1994 y 1996, Keneally lleva siempre el estandarte del legado musical que admiró desde su adolescencia.

La música que escribe e interpreta Mike Keneally no es fácil de escuchar para el oyente promedio. Las disonancias y ataques polirrítmicos son permanentes en cada una de sus producciones y pueden llegar a ser excesivas aun para los oídos más entrenados. Además de las evidentes referencias al estilo de Frank Zappa, hay en sus desarrollos mucho de Robert Fripp y Allan Holdsworth, de Adrian Belew y Tom Morello, de Pat Metheny y John Scofield. Basta con escuchar un par de canciones de álbumes como The mistakes (1995), su extraordinario segundo disco en solitario, Boil that duck speck (1994) o Dog (2004, tercer álbum de Beer For Dolphins), para tener una ligera idea de sus alcances.

Para dar forma a sus intrincadas ideas, Keneally tiene como cómplices estables al bajista Bryan Beller, el guitarrista Rick Musallam y Joe Travers, extraordinario baterista que además está encargado, desde hace varios años, de conservar y digitalizar las grabaciones contenidas en las legendarias bóvedas donde Frank Zappa almacenó las grabaciones que hizo de todos sus conciertos y sesiones, un almacén que sirve de base para la infinidad de colecciones póstumas que viene publicando The Zappa Family Trust. Unas veces como Beer For Dolphins y otras simplemente como The Mike Keneally Band, estos cuatro instrumentistas se zurran en todas las tendencias y enrostran al mundo su enorme talento y destreza, ganados con años de obsesiva práctica y disciplina, sin importar los ataques de quienes critican su exceso de técnica y academicismo interpretativo. Aquí podemos verlos en acción, en un concierto de 2018 realizado en el club Silo de Napa, California.

En 1997 el mundo del rock corporativo tuvo ocasión de enterarse de quién era Mike Keneally cuando, como parte de la banda de Steve Vai, participó en la primera gira G3 junto a Eric Johnson y Joe Satriani. El CD G3 Live in Concert tiene una versión en DVD en la que podemos ver cómo Mike y Steve tocan, al unísono, en perfecta sincronía y con sorprendente tranquilidad, los vertiginosos solos de The attitude song y Answers, dos conocidos temas de Vai.  Al final de este show -un clásico para los amantes del “shredding”- Keneally entona, acompañado por los tres guitarristas, My guitar wants to kill your mama, del octavo álbum de The Mothers Of Invention, Weasels ripped my flesh (1970). También aparece permanentemente en las tocadas de The Aristocrats, el power trío instrumental conformado por Guthrie Govan (guitarra), su compañero en Beer For Dolphins Bryan Beller (bajo) y el alemán Marco Minnemann (batería), con quien Mike lanzó un par de álbumes como dúo, los extraños Evidence of humanity/Elements of a manatee (2010), díptico cargado de densas e inextricables improvisaciones. Aquí lo vemos junto al británico Govan -otro de los “shredders” del momento- tocando juntos un clásico de Zappa, el proto-metal Zomby Woof, del disco Over-nite sensation (1973).

Mike Keneally grabó, el año 2004, dos álbumes con The Metropole Orkest, The universe will provide y Parallel universe, uniéndose de esta manera a una selecta lista de personalidades de rock y jazz -Elvis Costello, Snarky Puppy, Todd Rundgren, Robert Fripp, Steve Vai- que han trabajado con este prestigioso ensamble holandés fundado en 1948. En clave de música instrumental contemporánea, estos discos proponen un viaje incierto por sonidos confusos y a la vez estructurados, un caos sinfónico que se inscribe en la tradición de compositores vanguardistas como Pierre Boulez (1925-2016) o Edgard Varèse (1883-1965) pero mezclados con fuertes dosis de rock progresivo y jazz al estilo King Crimson, Eric Dolphy, Miles Davis, Ozric Tentacles y, por supuesto, Frank Zappa.

Además de haber lanzado, en las últimas tres décadas, más de cuarenta álbumes con material para guitarras y teclados particularmente complejo y exigente, compuestos y producidos por él mismo, Mike Keneally se da siempre tiempo para colaborar con otros artistas, alternando tanto con estrellas del rock progresivo como del universo de los “shredders” -instrumentistas extremadamente rápidos y virtuosos. Por ejemplo, ha participado en diversos lanzamientos del sello norteamericano Magna Carta Records, en discos-tributo a bandas como Genesis, Yes o Gentle Giant. Entre 2021-2023, una vez superadas las restricciones por pandemia, Keneally se involucró en tres proyectos musicales de alto calibre, además de mantener actualizada su web www.keneally.com con detalladas crónicas y descripciones de sus giras, ideas y lanzamientos.

Dream Sonic es el más reciente. Se trata de una gira conjunta de tres importantes nombres del metal progresivo, que se viene realizando en estos días en varias ciudades de Estados Unidos y Canadá. Mike Keneally aparece como integrante de la banda de Devin Townsend, cantante y multi-instrumentista canadiense de larga trayectoria. Completan el cartel Animals As Leaders -trío instrumental fundado por el guitarrista norteamericano-nigeriano Tosin Abasi, una sensación de la nueva generación de “shredders”- y los legendarios Dream Theater. Por su parte, Prog-Ject es un supergrupo organizado por el baterista Johnatan Mover, ex integrante de Marillion y GTR, el conjunto que armaron en los ochenta Steve Hackett (Genesis) y Steve Howe (Yes), que realizó una extensa gira el año pasado y viene calentando para hacer lo propio entre agosto y octubre de este año, además de ser parte del Cruise To The Edge 2022, un crucero que navega de Miami a Jamaica y las Islas Gran Caimán con un nutrido listado de conciertos durante seis días. El repertorio de Prog-Ject -que también integran el tecladista Ryo Okumoto y el baterista N. D’Virgilio (Spock’s Beard, The Neal Morse Band), el bajista Pete Griffin (Zappa Plays Zappa), el cantante Michael Sadler (Saga)- está conformado por temas de bandas como Pink Floyd, King Crimson, Yes, Genesis, Rush, Emerson Lake & Palmer, Jethro Tull y muchos más exponentes del rock progresivo clásico.

Con respecto a The Zappa Band, se trata de ex miembros de distintos periodos de la historia musical de Frank, que se reunieron en el 2018 como parte de un proyecto llamado The Bizarre World of FZ en el que ellos acompañaban a una versión holográfica del fallecido cantante y guitarrista. Junto a Mike estuvieron Robert Martin (voz, teclados, saxos), Ray White (voz, guitarra), Scott Thunes (bajo), Ed Mann (percusiones), Jamie Kime (guitarra) y Joe Travers (batería). Después de eso, fueron invitados para ser teloneros de King Crimson en el tramo norteamericano de su primera gira postpandemia Music is our friend, veinte shows entre agosto y octubre del 2021.

No es la primera vez, desde luego, que Keneally es parte de estos tributos a su mentor. Además del ya mencionado The Zappa’s Universe, ha estado en diversas ediciones del Zappanale para tocar, ya sea solo o como parte de colectivos expertos en el repertorio zappesco como The Ed Palermo Band, The Grandemothers o The Band From Utopia. Precisamente, en la edición #32 de este festival anual que, desde 1989, se celebra en Bad Doberan, al norte de Alemania, se presentó al frente de The Mike Keneally Report, con la participación especial de Robert Martin, para hacer un concierto de casi dos horas incluyendo varios temas de Zappa como The jazz discharge party hats o Yo’ mama. Un homenaje permanente a la figura que inspiró a este virtuoso e hiperactivo artista.

 

 

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[CARTAS A MANUELA SÁENZ] Estimada Manuela,

Estamos a pocos días de las Fiestas Patrias 2023. Como te mencione en la carta anterior, este debe ser un mes de reflexión sobre nuestra historia y la realidad contemporánea. Como peruanos nos sentimos orgullosos de nuestro pasado inca y preinca, pero a la vez saqueamos sus sitios sagrados e invadimos sus santuarios o zonas arqueológicas. Esa contradicción me intriga. Tal vez es por el gran desconocimiento que tenemos de nuestra historia que no nos permitimos valorarla o entenderla y respetarla. Son las contracciones que tenemos como país conquistado, violentado y saqueado. Te comenté lo importante que puede ser el arte para transformar, educar, así como sensibilizar a las personas; por ello te cuento que actualmente está la interesantísima exposición Los Incas, más allá del imperio, en el Museo de Arte de Lima (MALI).

El MALI está ubicado en el Parque de la Exposición, en lo que tu conociste como la puerta sur de las murallas de Lima-Puerta de Guadalupe, que fueron demolidas con la idea de modernizar la capital. Así se creó este gran parque que actualmente es patrimonio de la Nación. Esta exposición nos presenta la historia de los Incas, desde sus orígenes pasando por el Tahuantinsuyo hasta llegar al nuevo orden colonial e, inclusive, a nuestra sociedad contemporánea mediante el arte y diseño actual. Hay más de 250 objetos arqueológicos y obras de arte de colecciones públicas y privadas, muchas nunca antes exhibidas. La muestra busca contestar bajo un enfoque multidisciplinario la difícil pregunta: ¿quiénes fueron los Incas?

Es bastante ambicioso tratar de responder esa pregunta, pero creo que la exposición sí logra transmitirnos la grandeza del Imperio, mostrando con recursos audiovisuales la expansión del Tahuantinsuyo, la importancia y vigencia del sistema vial o Qhapaq Ñan, el misterio del sistema de registro de información de los quipus, el origen y expansión del idioma del quechua como parte de su conquista cultural, los avanzados conocimientos tecnológico aplicados a la agrícultura, así como varios sitios arqueológicos y la perfecta arquitectura que puede ser  apreciada también desde el aire. Grandezas recopiladas en nuestro territorio llenas de misterio.

Los Incas eran innovadores, creadores de perfección en contacto siempre con la naturaleza, desarrollando sistemas eficientes de producción, comunicación y conexión. Dominaban las alturas y los ecosistemas, cosa que cambió con la conquista. Cusco fue el ombligo del mundo y centro del Imperio. ¿Qué ha pasado Manuela con nuestro conocimiento ancestral, con el control vertical de los pisos ecológicos, con los restos arqueológicos, con los caminos incas, el quechua, la cerámica, la orfebrería, el conocimiento de los textiles? ¿Desapareció?

La semana pasada estuve en la semana de la innovación organizada por Consejo Nacional de Tecnología y la Innovación Tecnológica (Concytec), muy interesantes propuestas, creativas y realmente innovadoras. Somos un país que tiene muchas riquezas naturales con una geografía privilegiada con grandes ríos, mares, desiertos, picos nevados, bosques tropicales y bosques secos. En fin, viste las maravillas, porqué no podemos optimizar y ser eficientes y respetuosos con el ambiente y la naturaleza como lo fueron los Incas. Hubo charlas, talleres, plenarias y exposiciones de proyectos de innovación, legislación, política nacional y universitaria. Estuvo bastante interesante, especialmente los startups y los hubs. En un país con tanto, a veces es difícil ser creativo porque la naturaleza todo nos da, pero es importante, con la agenda 2030 y lograr los objetivos de desarrollo sostenible innovar. El Estado actualmente invierte menos del 2% del Producto Bruto Interno (PBI) en innovación y son muy pocas empresas las que realmente invierten en investigación + desarrollo + innovación (I+D+I).

Perú de 2023 está estancado, necesitamos cambios y con I+D+I se logran, no solo en la ciencia y la tecnología, sino en lo político. Reestructurar nuestras mentes, trabajar de manera eficiente y sistémica para el bien común. En la semana de innovación, vi cambios en los paradigmas de las empresas innovadoras y el Estado, que plantean tener redes, trabajar de manera colaborativa, incorporan a los jóvenes universitarios, crear sistemas de desarrollo y negocios que lleven a cumplir con metas de sostenibilidad. Sería conveniente que estas ideas nos salpiquen a todos, en especial a la política. Se viene la marcha de Lima, vienen delegaciones de todo el Perú, en especial del sur Cusco y Puno, territorios que han sido golpeados por exigir ser escuchados. Cansa seguir oyendo los mismos discursos de miedo, mentiras y ataques y, por otro lado, no escuchar, ni asistir, ni atender las demandas. El futuro es hoy, pensando en la famosa frase que le atribuyen a Antonio Raimondi “El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”, es hora que ese mendigo se levante y transforme ese oro y no solo dejar que lo extraigan.

 

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agenda 2030, Concytec, MALI, Tahuantinsuyo
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