Opinión


JOSÉ LUIS OLIVERA
Director de Unidad de Negocios

[HACIENDO EMPRESA]  Disciplina: La Brújula de la Sostenibilidad Empresarial

La disciplina es el núcleo que orienta todas las acciones de una empresa. Se trata de mantener una visión a largo plazo, resistiendo las tentaciones de la complacencia inmediata. Implica una planificación rigurosa, una gestión prudente de recursos y una dedicación constante hacia la excelencia.

En el contexto empresarial, la disciplina se manifiesta en la estructuración organizativa sólida, en la implementación de procesos eficientes y en la toma de decisiones estratégicas basadas en datos y proyecciones a futuro. Además, la disciplina engloba la capacidad de adaptación y flexibilidad frente a los cambios del mercado, manteniendo siempre la integridad y el rumbo de la empresa.

Trabajo: El Motor que Impulsa el Crecimiento Sostenible

El trabajo incansable, entendido no solo como dedicación de horas, sino como inversión de esfuerzo y pasión, es el motor que impulsa el crecimiento de una empresa. Desde la gestión diaria hasta la innovación estratégica, cada empleado aporta su talento y compromiso para el avance colectivo.

En una empresa donde se valora el trabajo, se fomenta una cultura de colaboración, donde cada integrante aporta lo mejor de sí mismo en pos del éxito común. Se reconoce que el trabajo va más allá de la simple tarea asignada; es un compromiso con la calidad, la superación personal y la constante búsqueda de soluciones creativas.

Honradez: El Pilar de la Confianza y la Reputación Empresarial

La honradez es la base sobre la cual se construye la confianza y la reputación de una empresa. Se manifiesta en la transparencia en las transacciones comerciales, el respeto por los compromisos adquiridos y la integridad en todas las interacciones, tanto internas como externas.

En el mundo empresarial, la honradez se refleja en la toma de decisiones éticas incluso cuando son difíciles, priorizando la integridad por encima del beneficio inmediato. Esto construye una reputación sólida, generando lealtad tanto de clientes como de empleados y estableciendo relaciones duraderas con socios comerciales.

Sintetizando Valores para la Rentabilidad Empresarial

Estos tres valores, cuando se combinan y se integran en el ADN de una empresa, generan una sinergia que fortalece la rentabilidad y sostenibilidad a largo plazo.

La disciplina proporciona la estructura necesaria para el crecimiento y la toma de decisiones estratégicas. El trabajo constante y enfocado impulsa la ejecución efectiva de las estrategias y la generación de valor. La honradez, por su parte, crea relaciones sólidas y duraderas con todos los involucrados en el entorno empresarial.

Ejemplos Inspiradores de Empresas Guiadas por Estos Valores

  1. Patagonia: Esta empresa ha demostrado su compromiso con la sostenibilidad y la responsabilidad social. A través de la transparencia en sus procesos de producción y su dedicación a causas ambientales, ha construido una base de clientes leales.

https://es.wikipedia.org/wiki/Patagonia_(marca_de_ropa)

  1. Toyota: Reconocida por su enfoque disciplinado en la calidad y la eficiencia, Toyota ha mantenido su posición en la industria automotriz, demostrando que la disciplina en la mejora continua es clave para la longevidad empresarial.

Conclusión: La Fórmula para el Éxito Empresarial Sostenible

La rentabilidad empresarial no es solo una cuestión de ingresos y ganancias a corto plazo. Se trata de construir un legado sólido, sostenible y ético. La disciplina, el trabajo y la honradez son los cimientos sobre los cuales se erige una empresa rentable y exitosa, una que no solo prospera en el presente, sino que también perdura en el tiempo, inspirando confianza y admiración en su entorno.

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Disciplina, éxito a largo plazo, rentabilidad, Sostenibilidad empresarial, valores empresariales

SANTIAGO.- Cuando en una visita fugaz, pero nutritiva, a Chile, uno descubre que la informalidad en nuestro vecino sureño es del 27% y que eso les preocupa al sector empresarial y académico, no puede dejar de asombrarse de que después del estallido social del 2019 -que cambió el país para mal en todo sentido-, la fortaleza institucional chilena siga siendo envidiable.

Hay malestar en el sector inversor por la falta de confianza y, por ende, de inversión privada -como sucede en el Perú-, pero al mismo tiempo hay claridad de que la energía que se ponga en las protestas gremiales no puede saltarse a la garrocha la institucionalidad oficial del país.

Un país gobernado por la improvisación supina de Gabriel Boric, logra sobreponerse porque mantiene incólumes los pilares institucionales que le otorgaron décadas de progreso ininterrumpidos.

El propio Boric ha tenido que pisar tierra. De sentirse una suerte de Che Guevara reencarnado, llamado a tareas políticas trascendentes, ha debido reconvenir en que necesita convencer al centro del país para poder gobernar (por ello, dicho sea de paso, su reciente viaje a la asunción de mando de su antípoda Javier Milei en Argentina, a sabiendas de que no hacerlo hubiera despertado las furias del sector mayoritario de la opinión pública chilena).

No hay manera de pronosticar cuál va a ser el resultado del plebiscito constitucional de este domingo respecto del texto esta vez aprobado por la derecha chilena. Lo más probable es que se rechace, con lo cual se mantendría el statu quo. Boric no tiene salida victoriosa, sin embargo. Si se aprueba la reforma, pierde y si no se aprueba, también pierde, porque mantendría vigencia la Constitución de Pinochet (así considerada, a pesar de que ha merecido ya infinidad de cambios durante los diferentes gobiernos de la transición).

Hoy los problemas chilenos son muy parecidos a los del Perú. Encabeza la lista la inseguridad ciudadana y la sensación compartida de que el gobierno no sabe qué hacer al respecto. La ola delincuencial que sacude al país del sur es inédita en su historia republicana y genera, como es previsible, un impacto social que, entre otras consecuencias, produce cierta inmovilización política ciudadana o un menoscabo de la valía de las protestas, sobre todo si son violentas. Mucho por ver y mucho por aprender de las experiencias chilenas.

 

 

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Chile, Estallido Social, Gabriel Boric, Informalidad, Inversión, seguridad ciudadana

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS]  Es imposible hacer ideología en el siglo XXI con los criterios del siglo XX y esto es precisamente lo que me ha venido pasando. Hasta 1989 teníamos más o menos claro lo de capitalismo-democracia vs. comunismo-dictadura del proletariado. Luego, desde dentro, la democracia no necesariamente acompañaba al capitalismo, también lo enfrentaba, lo moderaba, lo atemperaba, podía efectivamente sumarle todo aquello que no tenía de social (Marshall 1998) y detener o moderar sus ansias “salvajes”, que es como una vez lo definió el recordado Papa Juan Pablo II.

Los años maravillosos

Al caer el muro, pasamos, hasta cierto punto, a El Fin de la Historia de Francis Fukuyama (1992). No voy a comentar lo muchísimo de este libro que refuto. Me quedo aquí con la idea, bastante ilusa pero real para sus contemporáneos, de que la democracia y sus derechos se habían impuesto en el mundo como utopía y que solo se quedaron empantanados en la historia, en el tiempo, en lo secular, aquellos países que no la pudieron concretar.

En todo caso, es cierto que, cuando cae el Muro de Berlín, se abre un amplio espacio para la deliberación democrática. Las izquierdas y derechas podían discutir hasta dónde debía llegar el rol del Estado o su intervención en la economía, pero dentro del marco constitucional republicano-liberal, presente en todas las democráticas del mundo y que nadie ponía en discusión.

Nuevos autoritarismos al ataque: nacionalismo y corrección política

Esta situación duró poco. Primero fueron los nacionalismos en Europa. Apenas terminada la Guerra Fría, la de los Balcanes -exYugoslavia-estremeció al mundo, al mismo tiempo que proliferaban nuevas nacionalidades resultantes de las antiguas repúblicas soviéticas y el nacionalismo, como doctrina, comenzó a empoderarse en Europa, lenta pero persistentemente. Este levantó como su bandera principal el rechazo a la migración tercermundista, principalmente la africana y la musulmana (Sartori 2003).

De allí a plantear que las razas no debían mezclarse había solo un paso. En los últimos tiempos, ya Giorgia Meloni, Presidenta del Consejo de Ministros italiano, en varios de sus discursos, y Marine Le Pen, lideresa de la ultraderecha francesa, hablan de defender la civilización europea de todo aquello que la rodea y amenaza. Las reminiscencias fascistas se presentan por si solas, inclusive en los saludos con el brazo derecho extendido como en el caso de la activista española Isabel Peralta.

A la izquierda, las cosas también se radicalizaron y los grandes sacrificados fueron el disenso/consenso, la tolerancia y el espíritu democrático. Los derechos finalmente conquistados y universalizados tras el derrumbe del bloque socialista devinieron de pronto en autoritarismo jacobino. Le llamaron dictadura de la corrección política; en otras palabras, no podías pensar, ni mucho menos expresarte extramuros de ciertas premisas porque corrías el riesgo de ser rechazado por tu entorno. Esto sucedió mucho en ámbitos académicos, intelectuales y artísticos (Fernández Riquelme 2020).

Recién le pasó al eurodiputado de la ultraconservadora Vox Hermann Tertsch, quien defendió la dictadura de Augusto Pinochet en el Parlamento Europeo. Sus colegas del PSOE pidieron drásticas sanciones para el parlamentario. A mí me parece deplorable la dictadura de Pinochet, y más negar que Salvador Allende fuese su víctima, pero lo que aparentemente olvidaron los representantes del socialismo español es que buscaban aplicarle a Tertsch sanciones en contra de la libertad de conciencia bastante parecidas a las que el dictador chileno le impuso a sus opositores.

Está claro que los referidos políticos españoles, ni asesinan, ni desaparecen ciudadanos en virtud de sus ideas, pero a François-Marie Arouet, Voltaire se le adjudica la frase «Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo» y este precepto parece haber sido olvidado por los nuevos progresismos radicales que se han posicionado por todo el planeta.

Y así se popularizó el triste hábito de prohibir, de cancelar, de desaparecer todo lo que, en el lenguaje, en la historia, en la literatura y hasta en lo cotidiano pudiese amenazar el nuevo pensamiento emergente ante cuya arremetida colapsaron las fronteras de la democracia y los derechos fundamentales que consagró la ONU en 1948.

La 4ta ola del feminismo: de la igualdad a la lucha contra el patriarcado

Las luchas de las mujeres por sus derechos, junto a la de los colectivos LGTBI constituyen un punto de inflexión en la configuración de la izquierda del siglo XXI. Casi podríamos afirmar que representan su ala dominante. Desde estas líneas nos mostramos favorables a la igualdad entre mujeres y hombres, deploramos toda forma de abuso en contra de la mujer y nos manifestamos a favor de que las personas LGTBI posean los mismos derechos que cualquier otro ciudadano.

El problema se ha manifestado en la radicalidad de los programas ideológicos y plataformas de lucha de estos colectivos que parten de la premisa de que el capitalismo es un sistema por definición patriarcal que debe ser suprimido para ser reemplazado por otro. Desde este punto de partida, inclusive la democracia, como hoy la entendemos, no sería suficiente por favorecer al hombre y, por consiguiente, es susceptible, o de ser revocada o de ser sometida a reformas radicales. Como el movimiento feminista prioriza lo cultural vinculado a la conciencia de una situación dada, se plantea además la reeducación de los seres humanos conforme a su propia concepción del mundo (Varela 2023).

Como ya hemos sostenido, nosotros defendemos la igualdad total y afirmamos que, en tal sentido, debe perfeccionarse la democracia: hombres y mujeres poseen y disfrutan, o deben poseer y disfrutar, de las mismas salvaguardas constitucionales, incluidos el derecho al honor, a la presunción de inocencia y a un juicio justo, lo mismo los colectivos LGTBI. Estos derechos son inalienables al individuo y deben ser preservados por encima de cualquier otra consideración, no son negociables.

Por ello, violentar ciudadanos a través del linchamiento y el escarnio públicos desde las redes sociales, en lo que se conoce como ciberfeminismo, supone transgredir las fronteras del Estado de Derecho, así como flirtear con el autoritarismo como medio político para alcanzar metas específicas. El derecho a la justicia es también inalienable y solo el Estado tiene la facultar de impartirla, no la muchedumbre, presencial, en turba, o a través de las redes sociales.

Reacción conservadora con Biblia a la mano

El avance del progresismo radical, como lo denomina el nuevamente citado Francis Fukuyama (2023) en su reciente libro El Liberalismo y sus desencantados, ha generado una reacción conservadora que no es menos radical. Esta propone defender a la familia tradicional, padre madre e hijos, del “lobby feminista y LGTBI” y, para hacerlo, ha desatado una virulenta campaña en la que se confunden elementos jurídicos, ideológicos y teológicos.

En tal sentido, la denostación de las personas LGTBI y una muy mal disimulada misoginia, se han difundido abierta y descaradamente desde el otro extremo del tablero, adornados, inclusive, con versículos bíblicos y amenazas de castigos infernales. Así, entre intentos de prohibición de la libre expresión y su máxima exacerbación, la que se expresa en la destrucción del oponente a través del epíteto y de la descalificación, asistimos, con aburrida indiferencia, a la muerte de la democracia.

En España y América Latina, por sus enraizadas tradiciones católicas, estos movimientos conservadores se han diseminado rápida y masivamente, abarcando inclusive todos los espectros del abanico ideológico tradicional, como sucede en el caso peruano. En Perú, la alianza parlamentaria dominante reúne a Fuerza Popular, partido de derecha conservadora y a Perú Libre, movimiento de izquierda radical. ¿Qué los une? Que para la izquierda radical peruana no existe contradicción entre la lucha en pro de reivindicaciones populares y la oposición a agendas culturales como las de los colectivos feministas y LGTBI. ¿Qué los caracteriza? Ser plebiscitaristas, es decir, si son mayoría entonces pueden revertir siglos de desarrollo constitucional, entiéndase, pueden cancelar derechos fundamentales u oponerse, como lo hacen militantemente, a la conquista de otros, como el matrimonio LGTBI, el que, en el Perú, sigue durmiendo el sueño de los justos.

Como he mencionado en otras entregas, el mayor ejemplo del rechazo conservador al progresismo radical es Chile. Este país sudamericano el año pasado desaprobó abrumadoramente un proyecto constituyente en cuyo texto se trocaron las demandas por mejoras socioeconómicas de la población por las agendas de las vanguardias feminista y LGTBI, lo que, a juzgar por los resultados, resulto un exceso y un gigantesco error. Lo más lamentable de esta derrota es que las reformas sociales por las que clamaron los chilenos quedaron sin hacerse y un nuevo proyecto constitucional, de corte conservador, podría ser aprobado el siguiente domingo 17 de diciembre. Si suceden así las cosas, Chile habría perdido soga y cabra.

¿La democracia como utopía?

Comencé estas líneas señalando que no se podía hablar de política en el siglo XXI con los códigos del siglo XX, y yo soy un hombre del siglo XX. ¿Qué decide el voto hoy? ¿Qué consideraciones tiene en cuenta el ciudadano al momento de elegir a sus gobernantes?

Un fenómeno global, con diferentes aristas, pero básicamente similar en todo el orbe, es que estamos votando por propuestas y consignas culturales cuyo denominador común es lo poco que importa el respeto a la democracia situada en el marco de sus constituciones las que se sostienen en los derechos fundamentales. Esta realidad posee un elemento paradójico pues difícilmente la cuestión de la inmigración en Europa o el matrimonio gay en los países de América Latina decidirá la mejora de la calidad y las condiciones de vida de los ciudadanos. Talvez el tema que atañe el feminismo radical pudiese ser el más relevante en el debate contemporáneo toda vez que apunta a modificaciones estructurales en el esquema de la sociedad.

En todo caso, si algo nos demuestra esta reflexión es lo muy equivocado que estuvo Marx al señalar que la cultura se subordina a la economía. Esos tiempos pasaron; en días en los que los jóvenes pasan la mayor parte de sus horas conectados a la red y los adultos también, son otras dimensiones las que se abren paso. Estas van convirtiendo al imaginario en realidad sin que apenas nos demos cuenta. Creo que, junto a la revolución de las máquinas, de la virtualidad y de la inteligencia artificial, estamos ya inmersos en una guerra cultural que hoy se libra desde extremos irreconciliables.

Pensaba concluir esta digresión con algún llamado a recuperar los valores democráticos perdidos, lo que hubiese implicado proponer que la salida a esta crisis paradigmática se sitúa en la vuelta al pasado. Algunas veces ha ocurrido, hay futuros no iguales, pero sí parecidos a ciertos pasados y la historia, como la economía cíclica del ruso Nikolái Dimitrievich Kondrátiev o el tiempo pendular del italiano Giambattista Vico, va y viene, como las olas del mar.

Sin embargo, creo que al conflicto actual tendrá que reemplazarlo un nuevo sentido común, una nueva estabilidad, pero esta solo durará un tiempo determinado. Cuánta razón tuvieron Georg Wilhelm Friedrich Hegel, con su dialéctica, y Víctor Raúl Haya de la Torre -aunque a algunos les moleste que lo cite- con su devoción por el cambio y las grandes coyunturas mundiales.

Ese hombre, ninguneado en su propio país, comprendió que la Segunda Guerra Mundial abría necesariamente un nuevo paradigma (1946) y que había que adaptar el pensamiento a los nuevos tiempos. Además, coligió que el cambio prevalecía sobre la historia y, por consiguiente, sobre la teoría, la interpretación y el conocimiento. Ya lo había anticipado en su Sinopsis Filosófica del Aprismo, cuando finalmente se separa del marxismo, publicado en la Revista Claridad de Buenos Aires en 1936 y luego reproducido como primer capítulo de su Espacio Tiempo Histórico (1948).

Las ideologías de hoy no son las de la pasada centuria. Por ello, en estas líneas les dejo sus principales derroteros, porque al centro político no lo vamos a encontrar volviendo al republicanismo liberal del siglo XX, sino buscando los equilibrios de los que hoy carecen las doctrinas del siglo XXI.

Bibliografía:

Fernández Riquelme, Sergio. Sobre la corrección política. En La Controversia, Julio 16, 2020.

Fukuyama, Francis. El fin de la historia y el último hombre. Barcelona, Editorial Planeta, 1992.

Fukuyama Francis. El liberalismo y sus desencantados. Cómo defender y salvaguardar nuestras democracias liberales. Bogotá, Ariel, 2023.

Haya de la Torre, Víctor Raúl. Y después de la Guerra ¿Qué? Lima, Editorial PTCM, 1946.

Haya de la Torre, Víctor Raúl. Espacio Tiempo Histórico. Lima, Ediciones La Tribuna, 1948.

Marshall T.H. Ciudadanía y Clase Social. Madrid, alianza Editorial, 1998.

Sartori, Giovanni. La sociedad multiétnica: pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, México, Taurus, 2003

Varela, Nuria. Feminismo. La cuarta Ola. México, Penguin, 2023

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Cultura contemporánea, derechos humanos, desafíos políticos, Nacionalismos

[PIE DERECHO]  Haría bien la coalición derechista en empezar a marcar mayor distancia respecto del gobierno. No basta, por si acaso lo creyesen así, con la censura al ministro del Interior, Vicente Romero.

El fujimorismo ahora anda embelesado con Palacio por el allanamiento del Ejecutivo al indulto a Alberto Fujimori dispuesto por el Tribunal Constitucional en desacato de una resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero bajo la perspectiva de su propio interés político -que es el que, imaginamos, predomina en el gabinete allegado a Keiko Fujimori-, la juntura es tóxica.

Peor aún si se toma en cuenta la aprobación del Congreso, aún menor que la de la presidenta (apenas 7%). Se entenderá que el pacto tácito entre ambos poderes del Estado, percibidos por los sectores populares como una alianza derechista, destroza y corroe las posibilidades políticas futuras de las canteras centroderechistas del país. De poco sirve que algunos congresistas aislados de este sector se empeñen en tomar la distancia crítica debida respecto de un gobierno tan mediocre y pusilánime (como lo hemos dicho, después del de Castillo, este es el peor gobierno desde el 2000 en adelante).

Según la última encuesta de Datum, publicada en El Comercio este domingo, Dina Boluarte tiene 9% de aprobación, la más baja desde que inició su mandato. Y en el sur llega apenas a 5%. Hasta un expresidente tan lerdo como Kuczynski ha salido a aconsejarle al gobierno que emprenda una cruzada en el sur andino para recuperar la legitimidad perdida. Y, descontado está, el Ejecutivo no va a hacer nada al respecto.

No se puede esperar otra cosa de este gobierno, que no sean acciones destinadas únicamente a sobrevivir hasta el 2026. Ese es su norte, su motor y motivo. No va, por ende, a recuperar niveles de aprobación ciudadana. Que las fuerzas de derecha en el Congreso la apoyen tan pasivamente, es un craso error que le va a pasar factura a todo el segmento ideológico de esa laya en los próximos comicios generales.

En tanto la derecha pierda las banderas de la oposición, se las entrega en bandeja a una izquierda corresponsable del desastre -por su complacencia con el nefasto y corrupto régimen de Castillo-, pero que ahora se presenta como virginal oposición.

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Aprobación ciudadana, Coalición derechista, elecciones generales, futuro político

[PIE DERECHO] Hoy asume el libertario Javier Milei en Argentina, concluyendo una meteórica carrera, que en pocos años lo llevó a derrotar a ese animal político llamado peronismo, que es casi un lugar común en el país de los asados, el fútbol y el buen teatro.

Es verdad que ha debido acotar en cierta medida algunos de sus planteamientos originales, pero los centrales, vinculados al arreglo del desastre económico dejado por la gestión del peronista Alberto Fernández, se mantienen en pie, como lo demuestra el equipo de gobierno ya anunciado.

Hay expectativa mundial por lo que Milei pueda hacer. De hecho, el resultado de su gestión tendrá impacto político en la región. Si tiene éxito irradiará su mensaje en un continente preñado de populismos izquierdistas, contrarios a la prédica del excéntrico gobernante -desde hoy- de la Casa Rosada.

Si así ocurriera, habrá dos faros políticos que ya muchos en la región enarbolan: Bukele y Milei. Serán lo que fue Fujimori en los 90. Cuando en esa década uno viajaba a otros países de la región, muchos políticos, empresarios y periodistas decían “cómo no tenemos un Fujimori en nuestro país”.

Los casos contrarios: López Obrador, Petro, Lula o Boric -para no hablar de los desmanes autoritarios de Maduro u Ortega, descontando el caso de Cuba, que ya no es referente en ningún sentido-, no despiertan el sentido de emulación que sí convocan los mencionados presidentes de El Salvador y Argentina, por los temas de seguridad ciudadana, el primero, y el manejo económico, el segundo.

Si Milei lo hace bien, tendrá tiempo de remontar la inflación y recesión que inicialmente producirá el ajuste y empezar a cosechar los frutos justo en los momentos previos a la elección peruana. No será un factor determinante, claro está, pero al menos alentará a muchos políticos peruanos a entender que las propuestas económicas liberales no tienen por qué esconderse, sino que pueden resultar hasta electoralmente atractivas. Quizás allí radicará el mayor impacto de un gobierno exitoso del economista argentino.

La del estribo: hay que saludar una feliz ruptura de la mala tradición del teatro peruano de prácticamente paralizar funciones durante el verano, con el anunciado estreno de La Doctora, en el Teatro La Plaza. Con la dirección de Urpi Gibbons, y actuaciones estelares de Diana Quijano -quien vuelve a las tablas peruanas después de un buen tiempo-, Magali Bolívar, Augusto Mazzarelli, Ebelin Ortiz, Gabriela Velásquez y otros, va desde el 18 de enero hasta mediados de marzo. Entradas en Joinnus.

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Argentina, Impacto regional, Javier Milei, Liberalismo, peronismo

[MÚSICA MAESTRO] Hace unas semanas comentábamos acerca del nuevo ingreso de los Beatles a las primeras planas a través de Now and then, canción construida meticulosamente con retazos de grabaciones hechas en tres años distintos y muy alejados entre sí -1977, 1995 y 2023- y a nuestros oídos regresaron también las creaciones del Fab Four, que tenían en John Lennon -cantante, compositor y multi-instrumentista altamente eficiente en guitarras, pianos y armónicas- una de las dos grandes columnas que sostuvieron aquella máquina de éxitos musicales y logros artísticos.

Como sabemos, los Beatles fueron, básicamente, una entidad en las que cada individuo valía en función a lo que aportaba a la suma de las partes. Pero dentro de ese innegable trabajo de equipo, John y Paul tuvieron siempre un peso mayor al de George y Ringo, sin ser más importantes unos que otros. Y, en un tercer nivel de análisis de las estructuras beatlescas, se suele pensar que si McCartney simbolizaba, en lo musical, el lado más amable -por decirlo de alguna manera- mientras que en lo administrativo se mostraba calculador y orientado al negocio; Lennon poseía un perfil musicalmente más confrontacional y una visión despreocupada en cuanto a los aspectos comerciales de pertenecer a una banda de rock, más cercano al pragmatismo de Ringo y a la espiritualidad de George, aunque de una forma menos etérea que la del entrañable autor de joyas como Something, While my guitar gently weeps o Here comes the sun.

Esta definición de personalidades al interior del grupo, que ya se intuía en las composiciones de The Beatles, el romanticismo de Paul en Yesterday, Blackbird o Michelle frente a la oscuridad de John en Dear Prudence o Help!, el pop barroco de Macca en Penny Lane o Eleanor Rigby frente al rock ácido de Johnny en Happiness is a warm gun o Tomorrow never knows -aunque todas venían siempre firmadas por ambos como muestra de ese trabajo conjunto al que hacíamos referencia- se hizo aún más evidente en lo que hizo John Lennon como solista entre 1969 y 1980, año en que se produjo su lamentable asesinato en New York, un día como ayer, 8 de octubre, a las 10 de la noche.

La llegada de Yoko Ono (Japón, 1933) marcó un antes y un después en su vida personal y artística. Desde los cambios físicos -los pelos y barbas largas, los lentes redondos, los trajes blancos- hasta sus intentos por hacer música vanguardista con aquella triada de álbumes publicados entre 1968 y 1969 -incluso se atrevió a emular al compositor experimental norteamericano John Cage (1912-1992) con dos minutos de silencio en el LP Unfinished music No. 2: Life with the lions-, publicados en medio del desmoronamiento de la química de su banda, todo lo relacionado a su intensa relación con esta eterna aspirante a diva del avant-garde, que inició mientras aun estaba casado con Cynthia, la madre de su primer hijo Julian -a quien Paul McCartney compusiera Hey Jude- impregnó sus actividades y decisiones, elevando a la potencia aquel perfil que iba de lo libertario a lo díscolo, con serias preocupaciones sociales manifestadas desde la cínica ironía y ocasionales arranques de extravagancia y agresividad.

Así, Lennon pasó de declarar que los Beatles eran más populares que Jesucristo en 1966 -un hecho que trajo reacciones extremadamente violentas como la incineración pública de discos del grupo- a aparecer, dos años después, junto a Yoko completamente desnudos en la carátula del LP Unfinished music No. 1: Two virgins, el primero de esos lanzamientos experimentales, repletos de los insufribles alaridos de Yoko que harían palidecer a la mismísima Chilindrina en frenesí llorón (lo único rescatable es la viñeta Remember love, con arpegios al estilo de Julia), para luego hacer titulares en el mundo entero con su protesta pacifista en la cama, primero en un hotel de Holanda y luego en Canadá, en junio de 1969, desde donde grabó, guitarra acústica en mano y a grito pelado, ese himno antibélico llamado Give peace a chance -lanzado apenas dos meses después de The ballad of John and Yoko, grabada con los Beatles-, su primer single en formato convencional.

En los once años de su carrera en solitario, Lennon se paseó entre la polémica, el brillo musical y el activismo político a través de sus canciones y apariciones públicas. En diciembre de 1968, aun en actividad con los Beatles y en medio de sus jugueteos con la música concreta, la manipulación de cintas y los gritos de su flamante novia-como en esos insoportables veinte minutos titulados John & Yoko, del Wedding album-, una invitación de su amigo Mick Jagger para participar en el especial de televisión de los Rolling Stones, Rock and Roll Circus, terminó con la formación de un supergrupo, The Dirty Mac. Sus integrantes eran, todos, parte de la realeza del rock de esa época: Keith Richards (bajo), Eric Clapton (guitarra) y Mitch Mitchell (baterista de The Jimi Hendrix Experience) se unieron al Beatle para interpretar una desgarrada versión de Yer blues, clasicazo de The White Album, una rareza que se mantuvo oculta al público hasta 1996, en que se lanzó de forma oficial.

Luego de Give peace a chance, siguieron un par de singles más, Cold turkey e Instant karma! (We all shine on), grabados en los estudios Apple con Phil Spector como productor asociado. En 1970 aparecería el primer larga duración de John Lennon de pop-rock, titulado simplemente John Lennon/Plastic Ono Band, en referencia al grupo de músicos que solía acompañarlo, entre quienes estuvieron ocasionalmente George Harrison, Ringo Starr, Eric Clapton, Billy Preston, el bajista Klaus Voorman, el baterista Alan White -antes de unirse al quinteto de rock progresivo Yes- y, por supuesto, Yoko. Con ellos también grabó Imagine (1971).

En estos dos discos Lennon se mueve entre la introspección autobiográfica –Jealous guy, Isolation, Mother-, referencias a su ex banda –Hold on, con la melodía que usó para Sun King, del Abbey Road; o How do you sleep? en que lanza venenosos dardos a Paul McCartney- y baladas de tono reflexivo/confesional como Working class hero, Love, God y la archiconocida Imagine, himno utópico a la búsqueda de un mundo más solidario y humanista, algo cada vez más imposible de conseguir en estos tiempos. Ese mismo año lanzó dos singles más, el alegato democrático Power to the people y Happy Xmas (War is over). Ambas, junto con Gimme some truth -también del LP Imagine- y la mencionada Give peace a chance, conforman el canon básico del discurso pacifista y político de John Lennon, temas que fueron desapareciendo poco a poco de sus composiciones, pero no de sus actividades fuera de los escenarios.

La vida pública de John Lennon y su inseparable esposa Yoko Ono estuvo marcada por un poderoso compromiso por diversas causas sociales e incluso se le llegó a relacionar con movimientos políticos de izquierda. Sus manifestaciones contra la guerra de Vietnam, su constante apoyo en marchas -megáfono en mano- y conciertos en defensa de los derechos civiles y canciones abiertamente politizadas como John Sinclair (dedicada a un conocido escritor y activista de izquierda), Angela (para la célebre comunista afroamericana Angela Davis) o The luck of the Irish (sobre los sucesos que convulsionaban Irlanda en ese entonces) lo pusieron en la mira del FBI -el cantante vivía en New York desde 1971- y del gobierno de Richard Nixon, que trató de deportarlo en varias ocasiones, a pesar de considerarlo “poco peligroso por su permanente uso de narcóticos”.

Las canciones mencionadas aparecen en el álbum Some time in New York City, el mismo que contiene la legendaria colaboración de John y Yoko con The Mothers Of Invention, que terminó en polémica por la violación a los derechos de autor perpetrada por Lennon (ver aquí). En aquel disco figura también uno de los títulos más controvertidos de Lennon, Woman is the nigger of the world. El uso del término despectivo “nigger” generó, en su momento, gran confusión respecto de esta canción que es, en realidad, una ácida crítica contra la cosificación de la imagen femenina en la televisión. En este doble, mitad en estudio y mitad en vivo, la profusa participación vocal de Yoko Ono termina contaminando su escucha, algo que también ocurrió lastimosamente años más tarde, en 1980.

Entre 1973 y 1975, John Lennon publicó tres álbumes más: el atmosférico Mind games (1973), que contiene el soñador tema-título, un retorno a las formas musicales introspectivas de sus primeros discos, y una nueva referencia a su pasado Beatle en la canción Out the blue, usando los mismos acordes del clásico Sexy Sadie (The White Album). En 1974 apareció Walls and bridges, de sonido mucho más ecléctico, donde encontramos la famosa colaboración con Elton John, Whatever gets you thru the night (aquí la versión en vivo, con la banda del hombre del piano, en el Madison Square Garden), el bolero Bless you y hasta un instrumental en clave de funky, Beef jerky. Durante este tiempo, John estuvo separado de Yoko e inició una relación sentimental con su asistente personal y creativa May Pang, en lo que se conoció como “el fin de semana perdido”.

Cierra este ciclo el disco Rock and roll, publicado a inicios de 1975, en el que rinde homenaje a su adolescencia, desde la carátula con una foto suya tomada en la puerta de una casa en Hamburgo (Alemania), con versiones de clásicos del rock, soul, R&B y blues, entre los que destacan Be bop-a-lula (Gene Vincent, 1956), Sweet little sixteen (Chuck Berry, 1958) y Stand by me (Ben E. King, 1961). En octubre de ese mismo año, debido al nacimiento de Sean, su único hijo con Yoko Ono, Lennon decide retirarse de la actividad musical para cumplir su rol de padre, un largo paréntesis que duraría cinco años, en que reapareció con nuevos bríos y un álbum, titulado Double fantasy, grabado en New York tras un liberador viaje de vacaciones en la isla caribeña de Bermuda.

La crítica especializada vio, al principio, este retorno como demasiado “cursi” pues todas las canciones -siete de John y siete de Yoko- se centraban en su vida familiar. La animadversión por este edulcorado giro en las nuevas canciones de Lennon hizo que se pasaran por alto sus extraordinarias melodías, letras positivas, sofisticada producción e instrumentación. Desde la carátula, que mostraba a la pareja dándose un tierno beso, Double fantasy era testimonio del recuperado optimismo del ex Beatle. El disco, lanzado por el sello Geffen Records, se publicó en a comienzos de noviembre de 1980. Nadie sabía lo que iba a ocurrir tres semanas después, el 8 de diciembre.

El execrable crimen de Mark David Chapman, quien aun cumple condena en la Institución Correccional Green Haven de Beekman, New York -la tercera desde su encarcelamiento en 1981-, conmocionó al mundo de la música y de la cultura en general. Muchos fanáticos de los Beatles que vivieron aquel momento lo recuerdan como el más triste de sus vidas. Apenas tenía 40 años cuando las balas de ese enloquecido y obsesionado seguidor lo fulminaron en la puerta del edificio Dakota, ubicado a pocos metros del Central Park, en el corazón de Manhattan. Tras el lamentable hecho, Double fantasy se convirtió en un éxito de ventas y canciones como (Just like) Starting over, I’m losing you, Beautiful boy, Watching the wheels y, especialmente, Woman, se convirtieron en clásicos de inmediato.

Con la colaboración de un elenco variado de músicos, Lennon dejó material grabado que bastó para lanzar un álbum póstumo, Milk and honey (1984) del cual se extrajo el single Nobody told me, que compuso originalmente para cedérsela a su viejo amigo Ringo Starr. Dos años después, aparecería un disco con tomas alternas de varias canciones del periodo 1973-1975, llamada Menlove Ave. En años posteriores, decenas de recopilaciones y remasterizaciones de la obra musical de John Lennon han mantenido vigente su genio y figura, convirtiéndolo en un ícono del siglo XX. Del mismo modo, numerosos libros han ofrecido análisis profundos de su vida. En cuanto a producciones audiovisuales dedicadas al ex Beatle, destacan Imagine (Andrew Solt, 1988), The U.S. vs. John Lennon (David Leaf, 2006) y John & Yoko: Above Us Only Sky (2018).

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#Rock, 8 de diciembre de 1980, Imagine, John Lennon, The Beatles, Yoko Ono

[PIE DERECHO] Está a punto de inscribirse el partido de Antauro Humala y reaparecen las naturales inquietudes de un sector importante de la sociedad respecto de qué reales posibilidades de alcanzar el poder tenga un sujeto tan disruptivo y díscolo como el líder etnocacerista.

En un reciente discurso a sus seguidores ofreció cumplir dos grandes objetivos de llegar al poder: recuperar Arica y Tarapacá, y enviar un comando de etnocaceristas a secuestrar al rey de España y utilizarlo para desagraviar los saqueos de la Conquista (¿?). Ese es el estándar narrativo del excéntrico potencial candidato.

Tuvo un traspiés cuando apoyó la asunción de Dina Boluarte, al amparo de la realpolitik, pero que fue malentendido por sus propias bases socioelectorales que repudiaron ese hecho y que, más bien, no respaldara al vacado Castillo (hasta ahora un sector el sur andino no lo ve con buenos ojos por esa razón).

Pero el ánimo predominante antiestablishment en la sociedad peruana -expresado en sinfín de encuestas respecto del malestar por la democracia, el modelo económico, la propia idea del país, los grupos sociales dominantes, etc.-, llevan a pensar que la izquierda radical ha recuperado presencia en el país, luego de haberse casi suicidado por su labor de comparsa del nefasto régimen de Castillo.

Antauro Humala, Guido Bellido y hasta el propio Aníbal Torres -según una conocida encuestadora- asoman en el horizonte. Los aventaja Humala porque es más disruptivo y antiestablishment, tiene una épica propia (entre el locumbazo y el andahuaylazo le suman, por más que el primero haya tenido mucho de sainete, y lo segundo haya sido un delito que fue el que lo llevó a prisión tantos años).

Es un personaje inteligente, elocuente, políticamente culto, exmilitar, combatió a Sendero, astuto, por más desenfocado o desencajado que se muestre, con regularidad que ya parece premeditada. Cometerían un grave error el centro y la derecha si lo subestiman por su excentricidad. Despejado el camino, en la izquierda, de la centroizquierda o de líderes como Verónika Mendoza, absolutamente desprestigiada, reaparecerán con fuerza sucedáneos de Pedro Castillo, en cuanto a su carácter de outsider.

Antauro Humala es un viejo conocido en el proscenio político peruano, pero la virulencia de sus opiniones y la narrativa fuera de la caja que exhibe, lo colocan en lugar expectante para recoger la furia popular que la crisis política, social y económica vienen labrando.

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Antauro Humala, Izquierda Radical, Malestar popular, Narrativa política

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Supongo que a estas alturas es poco probable que alguien quiera reivindicar la actualidad de Balzac, Tolstoi o Dostoievski. Sin embargo, nadie que reclame un conocimiento aceptable del realismo en la novela occidental podrá ignorar esos nombres y, sobre todo, los libros producidos por esos autores. Es decir, constituyen un legado, como legado serán, si no son ya, novelas como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral o La guerra del fin del mundo.

Pero en estos días impera la costumbre de denostar para quedar bien con las audiencias, sedientas de sangre e insultos. El elogio a una obra significativa universalmente está mal visto. Lo tachan a uno de complaciente, acrítico y no sé qué otras idioteces más. Las opiniones políticas de Vargas Llosa probablemente le han jugado mal, pero, realmente, exigiendo al máximo el sentido común, ¿qué tienen que ver esas opiniones con la calidad indiscutible de cuatro novelas que ya son historia?

Tampoco se trata de promover la imitación, que hoy goza de nulo valor. Lo importante es el estudio de la obra, sus secretos estructurales, sus magias, sus atributos técnicos, las capas de sentido en las que nuestra conciencia lectora puede encontrar agua donde nadar. Escribir al modo de Vallejo o Adán no asombraría particularmente a nadie, valdría más tener una comprensión amplia y suficiente de sus mundos creativos. La escritura es o debería ser un territorio personal, permeable a las influencias, claro, pero con ciertos límites.

¿Entonces, de dónde viene esa urgencia cancelatoria? ¿Dónde se origina esa infantil soberbia de descalificar autores que durante décadas han dado grandes lecciones en el ejercicio de una vocación cada vez peor entendida? Bajo esa lógica, ya deberíamos haber enterrado el pasado y cremado a Homero, a Cervantes, a Borges, a García Márquez. ¿Por qué? Porque no consideramos la idea de legado. Porque decir “ya fueron” está de moda.

Yo soy profesor de literatura. Y estoy cada vez menos interesado en dejar de estudiar los verdaderos hitos de nuestra tradición que seguir la ola frívola y el cuestionable deporte de mascullar contra todo salvo contra lo que sí me parece. Entender a fondo un arte, una literatura, significa también ponerse por encima del gusto, revisar contextos, sopesar la recepción de los textos en diversos momentos históricos e ir registrando las variaciones de la práctica lectora.

Me preocupa poco o casi nada que sobre la última novela de Vargas Llosa caigan rayos y centellas. Quizá las merezca, quizá no. Pero perder la oportunidad de examinar el conjunto de una obra y su significación por apedrear una novela me parece, sin más una tontería, una lectura sin propósito. Por supuesto soy respetuoso del hecho de que cada quien lee como le da la gana y construye sus propios horizontes. No pienso entrar en esa discusión. Enorgullecerse de leer poco y mal, esquivando el legado, en cambio, es una frecuente aberración, una máscara más de la banalidad de nuestros días. Y de eso sí reniego.

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Crítica Literaria, legado literario., Literatura, Mario Vargas Llosa, Novela contemporánea

[PIE DERECHO] Más allá de los cuestionamientos legítimos al modo de haber procedido con el indulto a Alberto Fujimori, que ya hemos planteado en esta columna, la pregunta de rigor es qué implicancias va a tener en el ámbito político y eventualmente electoral.

Por lo pronto, queda claro que el indulto, por más pronunciamientos de la Corte Interamericana que hayan, no va a mover la aguja del gobierno, más interesado en mantener sus relaciones políticas con la bancada fujimorista y las de derecha en paz suficiente, como para asegurar la permanencia de la presidenta hasta el 2026.

¿La salida de Alberto Fujimori reactivará el kraken antifujimorista? Sí, sin duda, pero a despecho de ello, ya era un monstruo políticamente debilitado, que no impidió que Keiko Fujimori estuviera a punto de ganar las elecciones tres veces y que, en la última ocasión, más que haber sido el factor determinante, lo fuera el voto antiestablishment de Pedro Castillo, el mismo que lo encumbró al poder.

A Fujimori padre, más lo recuerdan en los sectores populares por haber derrotado al terrorismo, por haber sacado al país de la mega crisis económica de los 80 y por la inmensa red de micro obras que desperdigó por todo el territorio nacional. El pasivo de la corrupción ha sido diluido por la hallada a todos los presidentes de la transición y el de los derechos humanos ya ha demostrado no ser eficaz electoralmente (si no, no hubiérase votado por Ollanta Humala, y hasta la izquierda lo hizo sin remilgos, a pesar de las denuncias de Madre Mía).

Es un bonus track para Keiko la libertad de su padre, más aún teniendo en cuenta que lo más probable es que luego de período de silencio estratégico, el exgobernante decida participar desde fuera (no va a ser candidato a nada, suponemos) en la campaña venidera.

Así se entiende, de paso, la histérica reacción de algunos operadores de López Aliaga, contra el indulto, producto de que el burgomaestre limeño se veía ya como el único representante de la derecha en las elecciones del 2026, y este probable upgrade de Keiko Fujimori lo coloca nuevamente en lugar secundario.

Al alimón, esta situación cambia o acota el escenario probable, al que nos encaminábamos a paso firme, de tener una definición electoral entre dos candidatos de izquierda radical, dada la pasmosa fragmentación del centro y la derecha. Por lo pronto, es más probable que la derecha se realinee, que haya aglomeraciones del amplio espectro fujimorista bajo la invocación del padre fundador, y que Keiko Fujimori, salvo que haya sorpresas imprevistas (como que a su progenitor se le ocurra irse del país), se vuelva a recolocar en el partidor protagónico.

 

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derechos humanos, elecciones 2026, Implicancias políticas, Indulto Alberto Fujimori
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