Opinión

[PIE DERECHO] Es imperativo que la élite empresarial, académica y sindical reingrese a la arena política y recupere los fueros de un ámbito de acción que sido capturado por las mafias ilegales que pululan en nuestro país: el narcotráfico, la minería ilegal, la trata de personas, el tráfico de tierras, el transporte informal, el contrabando, etc.

El capitalismo delictivo ha capturado los partidos y prácticamente todos los poderes públicos (alcaldes, gobernadores, congresistas, ministros y hasta llegó a la Presidencia, bajo el mandato de Pedro Castillo), alejando de la política a los mejores cuadros técnicos y académicos. Con su capacidad de financiamiento ha logrado, además, asegurar su presencia dominante en cuanta campaña electoral se despliega.

La desafección política es un mal global, pero en el Perú alcanza ribetes mayúsculos por algunas razones particulares, y ello le abre las puertas a las mafias que aprovechan el vacío generado. La informalidad, que signa al 80% de la Población Económicamente Activa, genera ciudadanos inactivos por naturaleza, los aleja de la actividad política, porque el día a día les gana; la despolitización universitaria ha roto la cadena de transmisión generacional que antes la política tenía, recogiendo cuadros de renovación de las canteras estudiantiles; la crisis pavorosa de los medios de comunicación ha destruido una atmósfera de discusión política que de alguna manera complementaba a las calles como campo de acción de debates y polémica; la politización de la justicia ha hecho que los mejores se desanimen de ingresar a un terreno del que van a salir mal parados, con una mochila de juicios y persecuciones judiciales aplastantes.

Por eso la importancia de las reformas políticas que propendan a la ruptura de esta porosidad de la democracia respecto del capitalismo delictivo. La aprobación de la bicameralidad y la reelección es una gran noticia. Ahora toca complementar ello con otras reformas consecutivas, pero básicamente con la manutención de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, las llamados PASO, que le otorguen a la ciudadanía poder sobre las cúpulas partidarias, que tienen incentivos perversos para permitir la influencia de dichas mafias. Las PASO le rompen el espinazo a los dineros mafiosos que se quieren perpetuar en la vida política.

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Bicameralidad, Mafias, Primarias abiertas, reformas políticas

[MÚSICA MAESTRO] Durante años se rumoreó su llegada a nuestra capital, sin concretarse. Miles de fans de The Cure organizaban grupos en Facebook, lanzaban cartas abiertas a los promotores de conciertos pero nada. Problemas de agenda, problemas en la banda, problemas. En plena época de megaconciertos, la visita de The Cure seguía siendo una deuda pendiente para el público limeño. Sin embargo, la espera por la cura a tanta ansiedad llegó la noche del miércoles 17 de abril de hace una década, y con sabor a sobredosis.

Fueron más de tres horas de concierto, quizás el más largo que se haya producido -de un solo grupo- en Lima, suficientes para que The Cure demostrara, luego de 34 años de trayectoria hasta aquel 2013, por qué siempre fue considerado el buque insignia de ese volátil combo de subgéneros que incluye new wave, post-punk, shoegazing, dark rock, gothic rock, dream pop, dance pop, del cual muchísimos grupos no resistieron la prueba del tiempo. Y ¿cuál es el secreto? Ninguno, solo el talento de su líder, factótum y único miembro original Robert Smith. Su virtuosismo, originalidad y carisma han permitido que The Cure perpetúe su estatus de grupo leyenda del rock, no solo de los ochenta sino de todos los tiempos.

En la nota de contracarátula que Perú21 publicó la mañana siguiente mencionaron que, entre los temas que interpretó The Cure, destacó “To me”. Me pareció un ejemplo contundente para graficar el desdén y la ignorancia con los que la prensa convencional trata estos importantes eventos musicales. En televisión el resumen de noticias no podía ser más aburrido: los pleitos verbales entre Ollanta Humala y Nicolás Maduro, el funeral del líder aprista Armando Villanueva, la melindrosa Nadine Heredia y sus poses amplificadas en Canal 7, “el Canal del Estado y no del Gobierno” como suelen repetir a manera de cantaleta todos, cuando saben perfectamente que es del Gobierno y no del Estado, desde siempre. Pero del concierto ni una letra, ni una imagen, ni una mención en el cintillo de titulares. Las notas «más extensas» de los demás diarios -incluyendo la portada de la sección Luces de El Comercio- abundaron en lugares comunes y adolecieron de reseñas aburridas. Incluso hubo uno que tuvo la osadía de poner una foto de Carlos Alcántara viendo el concierto. ¿Ni siquiera la nombradía de esta banda merece que se olviden de las pachotadas de la farándula local? La respuesta es, por supuesto, no.

Dicho eso, hablemos de aquel show. Hubo dos teloneros, a quienes no vi (Kinder y Resplandor) y supongo que, más allá de lo mal o peor que hayan sonado, tuvieron la noche de sus vidas. Bien por ellos. Cuando llegué a mi ubicación en tribuna norte, como a las 9pm., el Estadio Nacional ya lucía casi lleno. Para la polémica quedará decidir si las casi 40 mil personas estaban realmente seguras del grupo que habían ido a ver o, como yo creo, un gran porcentaje habrá salido de allí con rostros somnolientos preguntándose “¿por qué habrán tocado tanto si solo tienen cuatro conocidas?”

En todo caso, Robert Smith (voz, guitarra y una ocasional zampoña), Simon Gallup (bajo), Roger O’Donnell (teclados), Jason Cooper (batería) y Reeves Gabrels (guitarra) prepararon para aquella primera visita al Perú un kilométrico setlist con el que se propusieron complacer a toda su gama de seguidores: desde los más fieles conocedores de su vasta discografía hasta los advenedizos que únicamente han escuchado las mismas tres o cuatro canciones que rotan en las radios desde hace 25 años, desde que se hicieran populares a partir del LP Standing on a beach: The singles (1986) -línea inicial de Killing an arab-, la primera recopilación oficial del grupo; y los videoclips que programaba Gerardo Manuel en Disco Club.

Casi media hora después de la hora anunciada, la música ochentera -en clave new wave del más duro- que se escuchaba de fondo se apagó y comenzó a sonar una inesperada e incomprensible ranchera. Un atisbo de papelón rondó mi mente por un momento: “¿Y si la banda creía que estaba en México?” En fin, nada grave pasó y cuando saltaron al escenario el estadio simplemente estalló. Y The Cure lanzó la primera parte de su concierto, de dos horas de duración, de corrido y sin respirar, intercalando los temas con escuetos «gracias» que a veces sonaban a estornudo. Por allí pasaron temas luminosos como Just like heaven, High, In between days, Friday I’m in love, viñetas mágicas como Open (que abrió la noche), Push, Lullaby, Pictures of you, Lovesong, Fascination street y bombazos oscuros como The end of the world, Play for today, Trust, A forest y One hundred years. Distintas épocas, distintos matices de una banda que llegó a nuestro país sonando mejor que nunca.

La prensa convencional, idiotizada por las cotidianas coberturas a programas y personajes intrascendentes, se fijó principalmente en el sobrepeso de Robert Smith y sus patillas canosas. Sin embargo, nadie apuntó que el cantante, compositor y guitarrista, a cinco días de cumplir 53 años -hoy tiene ya 64 cumplidos- conservaba su voz intacta, tal y como la escuchamos en míticos álbumes como Pornography (1982), The head on the door (1985), Kiss me kiss me kiss me (1987), Disintegration (1989) o Wish (1992), algunos de los discos que más contribuyeron al repertorio que estuvieron paseando, con algunas modificaciones, en esa gira del 2013 que marcó su retorno, después de 25 años, a Latinoamérica.

Simon Gallup, convertido en su lugarteniente desde la primera deserción de Lawrence Tolhurst en 1987, lanzó sus líneas de bajo profundas y muy bien tocadas, desde la distorsión hasta los quiebres jazzeros de The lovecats y la onda disco de Let’s go to bed. Roger O’Donnell, que reemplazó a Tolhurst y es ya parte de la historia de la banda, dominó todo desde sus teclados y aportó mucha emoción durante los temas más oscuros. El baterista Jason Cooper exhibió un pulso más duro que el de su antecesor Boris Williams y Reeves Gabrels, ex guitarrista de aquella banda Tin Machine que David Bowie formara a finales de los ocenta, hizo olvidar completamente a Porl Thompson, con una técnica y filo rockero que acrecentaba la tensión en los momentos más sombríos que ofreció The Cure durante el show, complementando el trabajo guitarrístico de Smith, pletórico en tonalidades graves y punteos aparentemente simples pero capaces de generar esa carga emocional tan característica del grupo.

Luego de esa monumental primera descarga de 25 canciones, el quinteto abandonó el escenario del Estadio Nacional por primera vez. Las noticias en internet ya habían puesto en sobreaviso al público (me refiero al público seguidor de la banda): “The Cure sigue con su costumbre de realizar shows extensos, que pueden llegar a las tres horas de duración”. De manera que era obvio que iban a salir otra vez. Los demás, un tanto aturdidos por tantas canciones «desconocidas», alistaban sus celulares y cámaras digitales para captar el momento en que la banda saliera a tocar Boys don’t cry.

Pero The Cure no hizo concesiones así, tan fácilmente. Como si el concierto comenzara de nuevo, la banda hizo seis canciones más, extraídas del más tenebroso baúl de sus posibilidades sónicas: The kiss, If only tonight we could sleep y Fight del disco Kiss me kiss me kiss me (1987); y Plainsong, Prayers for rain y Disintegration del álbum del mismo nombre pusieron a volar a los conocedores, a sorprender a los nuevos con sentido de la apreciación y a dormir a los poseros, con muros de sonido -cortesía de densas guitarras y teclados – y alaridos vocales que pusieron a prueba a aquel público que esperaba más hits radiales.

Segunda desaparición del grupo. Y aun faltaban canciones. El cierre vino con una colección de temas clásicos, todos en clave más optimista: The lovecats, The caterpillar, la esperadísima Close to me (la “To me” de Perú 21 ¿se acuerdan?) y las festivas Hot hot hot y Why can’t I be you? calentaron lo suficiente a la multitud antes de lanzarle a la cara lo que tanto estaba esperando: Boys don’t cry, ese gran éxito de 1980 que da título al primer-segundo álbum del grupo -en realidad fue un single que después se convirtió en disco-, tocada a un tiempo más acompasado, que hizo saltar a todo el estadio. Para finalizar, dos clásicos más: 10:15 Saturday night y Killing an arab -basada en la novela El extranjero de Albert Camus-, interpretados con furia desatada, algo alucinante si tomamos en cuenta que ya eran más de las doce de la noche y la banda llevaba tocando tres horas y veinte minutos. Una proeza de resistencia y entrega al público.

El sonido y las luces fueron de primera, además de los impresionantes equipos de filmación que la banda trajo, pues piensa elaborar un documental de esta gira. Detrás de los músicos, una inmensa pantalla LED proyectaba imágenes que iban desde referencias a las carátulas de sus álbumes hasta dantescas escenas en blanco y negro, de una resolución sorprendente. Todo un acontecimiento musical y artístico que, a pesar de no recibir el tratamiento debido por parte de la prensa, pudo ser disfrutado por los miles de personas devotas que esperaron tanto la llegada de esta icónica banda británica. Y por los miles de infiltrados que fueron a tomarse fotos para sus Facebook.

Este 22 de noviembre, The Cure nos caerá nuevamente con la misma formación que remeció el Estadio Nacional hace diez años: Robert Smith (voz, guitarra), Reeves Gabrels (guitarra), Simon Gallup (bajo), Roger O’ Donnell (teclados), Jason Cooper (batería) y un integrante más, Perry Bamonte (guitarra, teclados), músico asociado a la historia del grupo, primero como asistente de guitarras en los ochenta y, en la década siguiente, reemplazando por un breve lapso a O’Donnell. La gira, que recorrerá varios países de Latinoamérica, se titula Shows of a lost world, una variación del nombre del que vendría a ser su décimo cuarto álbum con material original, Songs of a lost world, cuyo lanzamiento se viene anunciando desde el año 2022 pero aun no se produce formalmente, a pesar de que vienen circulando canciones en diversas plataformas digitales. A esperar.

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Conciertos en Lima, Robert Smith, The Cure

[EL DEDO EN LA LLAGA] Según se cuenta en la página web de la rama peruana de la congregación, el P. Natili tuvo que dejar su tierra natal en 1870 debido a los vientos revolucionarios que soplaban en Italia, trasladándose a Múnich, donde en 1874 entraría a trabajar junto con Mons. Angelo Bianchi como secretario de la Nunciatura Apostólica.

«Más adelante en el año 1890 conmovido por la dura realidad que afrontaban los pobres y enfermos de Alemania en tiempos de pos-guerra [en referencia a la Guerra Franco-Prusiana de 1870 a 1871] fundará una congregación religiosa femenina que se dedicará completamente a manifestar a los enfermos y pobres la misericordia y el amor de Dios. […] El P. Natili, como buen conocedor de medicina y ejercitando su ministerio religioso, estuvo siempre al servicio de los enfermos pobres. Haciendo uso del ingenio que poseía, llegó a alcanzar buen prestigio, tanto así que la fama de sus curaciones, realizadas gracias a los medicamentos naturales, lo hizo familiar a muchos adinerados quienes recompensaban sus servicios».

Lo que no dice la página web es que Natili era seguidor de las ideas del conde Cesare Mattei (1806-1896), iniciador de la electrohomeopatía y elaborador de productos naturales de tan dudosa efectividad como su pseudociencia. “Vendedor de sebo de culebra”, se diría en el Perú.

«Por la popularidad adquirida y por su obra (habiendo también fundado casa para los pobres y las religiosas) el P. Natili se gana la envidia y la enemistad de los médicos y de los padres alemanes, los cuales basándose en calumnias abren un proceso donde lo acusan por abuso en el ejercicio de la medicina. Este proceso termina con el decreto de la expulsión del P. Pedro Natili de Baviera y por ende de Alemania. Es así como tiene que regresar a Italia, su tierra natal».

En 1900 lo encontramos de regreso en Roma.

«Fueron muchas las contradicciones que acompañaron el camino del P. Natili, pero lo más terrible y fuerte que él jamás hubiera podido esperar llegó de manos de su superior en el mes de agosto de 1904. Es mediante una carta en donde éste le dice con duras palabras que desde hace mucho tiempo está ya fuera de la orden. Esta cruda e incomprensible realidad sumirá su corazón en un profundo dolor, llevándolo a pasar noches enteras en medio de lágrimas y desconsuelos. La congregación a la que él había dedicado toda su vida, hoy después de 50 años lo echaba fuera sin explicación alguna de esta separación. […] A la mañana del 16 de febrero de 1914, contando Pedro Natili con 71 años, se fue apagando poco a poco su vida. Ésta fue la vida de un hombre que, respondiendo al llamado de Dios, sembró la semilla del Evangelio en muchos corazones; un hombre que, con su ejemplo de entrega y servicio, manifestó el amor misericordioso de Dios a sus hermanos, especialmente en los pobres y enfermos, en quienes descubrió el rostro de Cristo sufriente».

Hasta aquí los extractos de la biografía del P. Natili, que probablemente será modificada o eliminada de la página web en un futuro cercano, pues la verdad que ha salido a la luz es otra. Es la misma congregación la que ha tomado las riendas para conocer sin filtros el pasado de su fundador. Y esto por iniciativa de Regina Pröls, la superiora general residente en la sede en Alemania, donde las religiosas son conocidas como las Franziskusschwestern von Vierzehnheiligen (Hermanas Franciscanas de Vierzehnheiligen), en alusión a la Basílica Vierzehnheiligen (Catorce Santos) en Bad Staffelstein (Alta Franconia, Alemania), en cuyo terreno tienen su casa madre las hermanas de esta congregación de derecho diocesano del arzobispado de Bamberga, la cual cuenta no sólo con comunidades en el Perú sino también en la India.

La investigación de la historia de la congregación, sobre todo en su etapa fundacional, se realizó en colaboración con la Universidad de Ratisbona y con el acompañamiento de la teóloga Barbara Haslbeck, colaboradora académica del proyecto de investigación “Violencia contra mujeres en la Iglesia católica”. Y lo que salió a luz revela el lado oscuro del fundador, llenando de grietas la historia oficial que se mantenía sobre él. Pietro Natili había sido un abusador sexual, según hechos documentados ocurridos entre 1885 y 1899, y este habría sido el motivo por el cual fue expulsado en 1900 de Baviera.

Según declaraciones de la superiora general Regina Pröls al portal informativo katholisch.de, a partir de los archivos históricos se descubrió que el Padre Natili abusó sexualmente de tres religiosas y de otra mujer muy cercana a la congregación. Sin embargo, también se presume que habría un número desconocido de víctimas adicionales. Tal como consta en los registros judiciales, una mujer casada que fue a confesarse con él quedó embarazada. Según la denuncia, el P. Natili le administró una sustancia que provocó un aborto meses después. Posteriormente esta mujer tuvo otro hijo con él. Natili justificó su abuso mediante sus conocimientos médicos. Disfrazaba sus acciones como exámenes médicos. Dado que también era el confesor espiritual de la comunidad de hermanas, se ha de suponer una conexión entre el abuso espiritual y el abuso sexual.

El tribunal no pudo probarle ninguna de estas imputaciones y el caso fue archivado. Esto se debió a que, a juicio del tribunal, no había pruebas suficientes, además de los plazos de prescripción y el hecho de que la legislación de la época solo reconocía la violencia sexual contra las mujeres bajo ciertas condiciones. Eran acusaciones para las cuales no se tenían pruebas en el sentido legal. Nunca hubo una condena del sacerdote, ni por abuso sexual ni por sospecha de aborto. No hay escritos ni correspondencia de las hermanas al respecto. Lo que que se sabe hasta ahora proviene exclusivamente de los archivos judiciales. Sin embargo, se ha de notar que la Oficina Real del Distrito de Múnich escribió en ese momento que las mujeres víctimas eran dignas de fe y que se les creía.

Concluye Regina Pröls:

«Me horroriza el poder que debe haber tenido el Padre Natili, de modo que las afectadas, que tuvieron que pasar por todo esto, no pudieron liberarse de él y se quedaron en la comunidad. Debe haber existido una dependencia extrema para que esto sucediera. También debe de haber habido hermanas que encubrieron sus acciones y apoyaron así el sistema de abuso porque le eran leales. En aquel entonces, él era el confesor de las hermanas».

¿Qué sucedió con el Padre Natili después del juicio? Si bien penalmente no se le pudo probar nada, debido a su nacionalidad italiana finalmente fue «expulsado en consideración al bienestar público», según se indica en los documentos del Reino de Baviera. El Padre Natili luego se trasladó a Austria y posteriormente a Italia, donde fundó un seminario para muchachos y falleció en 1914. Incluso en las últimas semanas de su vida algunas hermanas de Múnich fueron a cuidarlo hasta su muerte.

La confrontación con sus orígenes ocupa a las Hermanas Franciscanas desde el año 2020. Es la primera vez en Alemania que una congregación religiosa toma la decisión de hurgar en el pasado para conocer la verdad, aunque ésta sea incómoda y vergonzosa. «Porque sólo quien conoce realmente su pasado tiene un futuro y puede configurarlo libre de violencia», ha recalcado la superiora general Regina Pröls.

«A pesar de todos los aspectos oscuros en la historia de nuestra comunidad, también existen aspectos luminosos. Sabemos que muchas cosas buenas sucedieron en los primeros días de nuestra historia religiosa gracias a nuestras hermanas. La comunidad de aquel entonces también podría haberse desmoronado. Hoy sabemos: ¡eran mujeres fuertes! No se rindieron y, a pesar de todo, se dedicaron al servicio de los enfermos y cultivaron su vida espiritual. Donde hay sombras, también debe haber luz, y viceversa».

No es la primera vez que la visión idílica de un fundador se derrumba ante evidencias históricas. Ocurrió con el P. Marcial Maciel (1920-2008), fundador de los Legionarios de Cristo, en los últimos años de su vida, a quien sus seguidores consideraban un santo y de quien también se decía que había tenido que pasar por sufrimientos e incomprensiones.

Algo semejante se dijo del P. Josef Kentenich (1885-1965), fundador del Movimiento Schönstatt, cuando el Vaticano le ordenó en 1951 separarse de su obra y abandonar Europa, exilio que cumplió en Milwaukee (Estados Unidos) de 1952 a 1965, cuando regresó a Alemania. Sin embargo, después de la apertura de los archivos de la época de Pío XII a principios de julio de 2020, se hizo público que las razones detrás del destierro de Kentenich no eran únicamente diferencias teológicas, sino que el Santo Oficio lo estaba sancionando por abuso sistemático de poder en perjuicio de las religiosas de Schönstatt. Según la historiadora de la Iglesia Alexandra von Teuffenbach, quien hizo pública esta información, estos abusos también incluían casos de abuso sexual.

Si la Iglesia católica ha canonizado a personajes tan cuestionados como Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), de cuyas pregonadas virtudes hay legítimas dudas, y al Papa Juan Pablo II (1920-2005), de cuyos actos encubridores de abusadores sexuales de menores van apareciendo cada vez más evidencias, la necesidad de investigar el pasado se hace cada vez más acuciante y necesaria. Pues el sistema eclesiástico que facilita y permite los abusos, y garantiza a los abusadores protección e impunidad, no es cosa sólo del siglo XX o del siglo XXI. Existe y se mantiene en pie desde hace siglos.

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abuso sexual, Congregación religiosa, investigación, P. Natili

Es un Congreso deslegitimado, pero no por ello pierde las atribuciones que le corresponden. Y en ejercicio de ellas, ayer ha aprobado una buena reforma: la que retorna a la bicameralidad y permite la reelección inmediata de los legisladores. Ambas son positivas y se está a la espera de una segunda votación en la siguiente legislatura para finalmente ser incorporada en el texto constitucional.

Corresponde al Congreso efectuar reformas que enmienden los parches que se le efectuaron al proyecto de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, que presidió Fernando Tuesta, que, entre otras cosas, proponía justamente la bicameralidad y la reelección, y que la demagogia populista de Vizcarra hizo que se desaprobase en el referéndum convocado para ello.

En nuestro país la democracia está subrepresentada. Tener apenas 130 congresistas para 33 millones de peruanos nos coloca en el escalafón más bajo del ranking parlamentario mundial de calidad de representación política. Ello se empieza a corregir con esta reforma, pero es menester advertir que corresponde que vengan otras que refuercen esa perspectiva.

Por ejemplo, definir cómo será la elección del Senado, que podría ser en dos o tres grandes distritos macrorregionales, para evitar que la alta densidad poblacional limeña termine generando una cámara alta centralista. Asimismo, sería ideal que la cámara de Diputados sea elegida con distritos uninominales, que ayuden a evitar la dispersión y mejoren la supervisión ciudadana de los representantes. De la mano con ello, cabría pensar en la renovación por tercios o mitades.

Pero quizá la reforma más relevante es mantener la realización de las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias), que permiten la elección de candidatos al Congreso de manera democrática por la ciudadanía y, lo que es más importante, la colocación de una valla (1.5% del padrón electoral nacional) para poder participar en el proceso electoral oficial.

Hay un proyecto impulsado por Fuerza Popular y apoyado por Alianza para el Progreso en la comisión de Constitución para abrir otras modalidades que desnaturalizan las PASO y vuelven a los esquemas opacos con los que normalmente se ha elegido las listas parlamentarias y se aligera la valla para poder participar, alentando la fragmentación partidaria para los comicios venideros. Este proyecto de modificación debería ser archivado.

Hay, como se ve, mucho trecho por recorrer y se espera que haya madurez política en el Legislativo para que el buen paso dado ayer sea continuado con otras acertadas decisiones.

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Bicameralidad, Futuras Reformas, Reelección de Legisladores, reforma constitucional

Ha sido políticamente muy significativa la merecida censura al ministro del Interior, Vicente Romero. Que Fuerza Popular haya aportado su contingente de votos parlamentarios a esa causa merece un análisis político, anteponiendo la atingencia de que es una lástima que no se hayan sumado a ella las otras dos bancadas de derecha, Renovación Popular y Avanza País.

Resulta imperativo que la derecha marque distancia de este fallido y mediocre gobierno, que tenía en el tema de la inseguridad ciudadana una cima de incompetencia, con un ministro que no tenía la menor idea de qué hacer al respecto.

Lamentablemente, la opinión ciudadana identifica a este gobierno y a su tácito pacto con el Congreso como una gran coalición de derecha, y esa circunstancia, aderezada por la inmensa desaprobación al régimen, generaba un estado de cosas atentatorio de las posibilidades políticas futuras de este sector del espectro ideológico.

En aras de su duración hasta el 2026, el Legislativo se había aconchavado con el Ejecutivo, dándole argumentos a la percepción popular de un pacto vergonzoso entre ambos poderes del Estado.

Con decisiones radicales como la de ayer, se puede empezar a romper esa percepción, el Congreso empezar a recuperar un rol fiscalizador necesario frente a un gobierno tan inoperante en materias urgentes, como la inseguridad ciudadana, la crisis económica y la prevención del Niño (los siguientes interpelados deberían ser el titular del MEF y la ministra de Vivienda).

Y de paso, la derecha empezar a tomar distancia de la debacle institucional, social, económica y política en la que el país está sumido, en gran medida por la funesta gestión del izquierdista Pedro Castillo, cuya salida intempestiva le ha permitido, paradójicamente, a la izquierda, presentarse ahora como auroral y virginal oposición, asomándose como alternativa para el 2026, dado el creciente ánimo antiestablishment que dicha debacle produce.

La censura al ministro del Interior puede ser el inicio de una gran recolocación política de la derecha y permitirle así mejores posibilidades en las elecciones presidenciales venideras. Ojalá siga ese camino y en la próxima ocasión no sea solo el fujimorismo el abanderado de ese giro político estratégico.

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censura, Estrategia Política, Fuerza Popular, Pedro Castillo, Vicente Romero

[LA TANA ZURDA] Luego de su aparición el 2020 en Lima por el sello Hipocampo Editores, la reciente aparición en Nueva York del poemario Nawa Isko Iki / cantos amazónicos de José Antonio Mazzotti en edición bilingüe inglés-español (por Pro Latina Press) sitúa a su autor dentro de los grandes vates de la diáspora peruana en los Estados Unidos, aparte de su ya reconocida trayectoria en el contexto de la literatura latinoamericana. No solo eso: el prestigioso sello francés Éditions de l’Harmattan acaba de anunciar para dentro de muy poco una edición francés-español en París. Al llevar el mundo del Amazonas a un ámbito internacional, Mazzotti pone sobre el tapete la urgencia de una reflexión sobre esta vasta región amenazada por la deforestación y la extinción de grupos humanos y de una increíble diversidad biológica y cultural. Y lo hace con versos de impactantes imágenes que se originan dentro del ámbito de la misma selva para relatar leyendas y mitos e historias relacionadas con esta región.

Los poemas de Nawa Isko Iki derivan de un trabajo de campo de varios años con la comunidad iskonawa, en la selva de Ucayali. Hasta hace algunos años se pensaba que esta nación originaria estaba extinguida, pero gracias al equipo de investigación liderado por Mazzotti (en el que se cuenta el reconocido lingüista Roberto Zariquiey) se pudo hacer el primer trabajo de documentación amplia, que incluyó una pormenorizada gramática, el primer vocabulario y la primera recopilación de la tradición oral iskonawa. La lengua que hablan los miembros de esta comunidad es una de las diecisiete sobrevivientes de la familia pano, de notable importancia en nuestro territorio. Lamentablemente, el iskonawa, a diferencia de sus lenguas parientes como el shipibo-konibo y el cacataibo, cuenta con apenas unos veinte hablantes reconocidos y posiblemente un grupo más amplio (se calcula que unos 80) que aún viven en aislamiento voluntario en la Sierra del Divisor, su hábitat milenario, entre Perú y Brasil. Por eso, es absurdo hablar en Nawa Isko Iki de «apropiación cultural», como les gustaría decir a algunas «zorroras» que nunca han metido el pie en el barro de un río de la selva. Se trata de un trabajo consciente de recuperación, poetización y difusión aceptado por la comunidad porque eso empodera su agenda por la lucha de reconocimiento y mayores derechos. En ese sentido, Mazzotti se convierte en lo que los movimientos indígenas contemporáneos llamarían un aliado activista, estratégico en este caso por la visibilidad internacional del autor del poemario.

En Nawa isko Iki (que literalmente significa «soy del pueblo isko») la musicalidad del verso trasciende el lenguaje y lo reproduce también en el inglés, ya que Mazzotti mismo reescribió los poemas en la lengua de Whitman. Gran acierto es conservar en los poemas las palabras nativas que, pese a tener traducción al español y al inglés, connotan sabores, colores y sonidos inéditos en ambas lenguas. Asimismo, se logra con acierto en los versos en inglés la aliteración y la sutileza y sensualidad de las imágenes, muchas de ellas relacionadas con el carácter altamente erótico de las relaciones entre seres humanos y no humanos que habitan en la Amazonía. Al igual que en el castellano, donde la cadencia marca un ritmo propio del verso que le da gran vitalidad, en el inglés también se respeta esa intensidad para recrear el mundo mágico amazónico y la cosmovisión que privilegia la identificación entre humanos y otros seres vivientes.

Por ejemplo, mediante un lenguaje lúdico y elevado, el poeta recrea situaciones analógicas entre los animales para referirse a ciertos aprendizajes y valores. Así, aparecen el delfín de pecho rosado seductor de jóvenes mujeres, el Chullachaki o demonio multiforme que engaña a los extraviados y se los lleva al interior de la jungla, el perezoso que se embarca en una relación sodomítica con un hombre solitario, o el individuo que se transforma en huagana por amor. Cada uno de los poemas nos relata un origen, una experiencia de aprendizaje, un valor vital o una situación mundana donde los personajes son los que ofrecen alternativas y perspectivas para reflexionar sobre la vida misma.

La voz poética se identifica en su totalidad con la cosmovisión de la nación iskonawa, lo cual no es poco mérito. Como dijo en su momento el reconocido crítico Ricardo González Vigil, se trata de una de las mejores muestras de poesía latinoamericana con temática amazónica.

José Antonio Mazzotti estará visitando el Perú dentro de muy poco para realizar una serie de presentaciones, que incluyen también las de su nueva antología Murmullos del delfín Koshoshka, que edita el sello Némesis, dirigido por el poeta Manuel Kentore. Estemos atentos. Y salud (con masato) al poeta.

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Comunidad Iskonawa, Derechos Indígenas, José Antonio Mazzotti, Nawa Isko Iki

Ha hecho bien el segundo vicepresidente de la Confiep, Álvaro Correa, en señalarle al premier Otárola algunas contradicciones entre el discurso proempresarial que el presidente del consejo de ministros se lanzó a las orillas del Urubamba, en CADE, y algunas realidades que apuntan a todo lo contrario.

Así, hizo hincapié, entre varios ejemplos, en el tema de la regulación laboral, que fue impulsado por el gobierno de Pedro Castillo con la llamada Agenda 19, que se expresó en tres decretos del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) que prohíben la tercerización laboral, fomentan la sindicalización artificial en sindicatos, sectores económicos y grupos empresariales y liberalizan el derecho a la huelga. Los reglamentos al respecto siguen flotando sin que el Ejecutivo derogue dichos decretos.

Señaló a su vez la inacción del gobierno en la derogatoria de la eliminación de la Ley de Promoción Agraria, que hubiera permitido al sector capear el temporal que lo aqueja por el fenómeno del Niño. No solo se debería retomar esa beneficiosa ley sino ampliarla a otras zonas el país, como el mundo de la agricultura andina.

Finalmente, Correa puso sobre la mesa la arbitraria, irracional y antitécnica decisión del Ejecutivo de asignarle lotes petroleros a Petroperú, empresa quebrada y sin capacidad técnica de emprender exploraciones, en lugar de haber procedido a una subasta de los mismos a través de la empresa privada.

A ello habría que agregarle la desastrosa participación de la ministra de Cultura en la negociación írrita con mafias organizadas alrededor del santuario de Machu Picchu, la joya de la corona en materia del turismo nacional, que sigue atravesando una profunda crisis y que sin ese imán de visitantes no levantará cabeza.

Si estos temas no se resuelven y no se dan señales inequívocas de compromiso con la inversión privada, el señalamiento del premier de que se vienen por delante tres años para trabajar de la mano con los inversores capitalistas, lejos de tranquilizar los ánimos, los tornará más inciertos.

Si a todo ello le sumamos la conducta anti institucional de un Congreso desatado y sobrerregulatorio, se entenderá por qué la confianza empresarial para invertir está por los suelos. Y al respecto, cabe anotar también responsabilidad del Ejecutivo, que por no pisar ningún callo parlamentario, deja que el desmán se apodere del recinto legislativo, sin contrapeso ni acción política.

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Discurso Proempresarial, Inversión privada, Ley de Promoción Agraria, Pedro Castillo

[EN LA ARENA] Una semana atrás el Congreso aprobó por insistencia el Proyecto de Ley que reconoce los derechos del concebido. Aprobar por insistencia significa que aunque el poder ejecutivo lo rechazó, el pleno del congreso volvió a votar a favor de su promulgación. Como este proyecto atenta directamente contra el derecho al aborto terapéutico e implica cambiar el Código Civil y toda la legislación vinculada, ya se habían pronunciado instituciones como la Defensoría del Pueblo y organismos de derechos humanos nacionales e internacionales con sustento en determinaciones del Tribunal Constitucional. Cada una de estas organizaciones había emitido informes de rechazo con impecable argumentación jurídica y sin embargo, 73 congresistas prefirieron optar por la sustentación que presentó Milagros Jáuregui, la pastora evangélica de Araujo, para atacar nuevamente los derechos de nuestras niñas, de aquellas que crecieron en duros entornos de abuso sexual.

Si 73 congresistas peruanos prefieren hoy argumentación religiosa, ¿alguna vez conseguimos que un “espíritu laico” primara en nuestra normativa social? Si miramos los últimos cien años de búsqueda de modernidad, muchos de nuestros partidos políticos estuvieron vinculados con la Doctrina Social de la Iglesia Católica, la Teología de la Liberación, o con órdenes religiosas de violenta tradición conservadora. Los protestantes, por razones de convenios políticos con sus países,  participaron de muchos proyectos estatales de desarrollo, pero no tuvieron mayor protagonismo político, aunque sí influencia ideológica, como en el caso de Víctor Raúl Haya de la Torre. Sin embargo la directa irrupción de la religión y del cristianismo en la política peruana comenzó en 1990 cuando ingresaron los evangélicos con sus propias organizaciones políticas al Congreso.

Las iglesias evangélicas (a diferencia de las protestantes que llegaron con los colonizadores europeos de Estados Unidos) nacieron y se expandieron por todo el continente americano a lo largo del siglo pasado, derivando algunas de ellas en el movimiento que hoy se denomina Neopentecostal. Este movimiento religioso y político está compuesto por empresas familiares de fe lideradas por la sus pastores. En sus sermones utilizan fragmentos de la Biblia sin contexto, sin sustento teológico o ético, pero con la fuerza para atraer y crear redes sociales y económicas a las que añaden poder político. Su discurso sustenta el libre emprededurismo, la disminución del control estatal y la estratégica negación un conjunto de derechos humanos para el sometimiento de amplios sectores excluidos de la población. Por eso ha resultado muy sencillo establecer en todo el continente alianzas políticas y económicas entre el Estado, el diezmo de sus fieles y los emprendimientos de narcotraficantes, servicios paramilitares y diversas formas de lavado de activos. La congresista Milagros Jáuregui y su esposo, conocidos como los Araujo, tienen su propia iglesia evangélica. Ella sólo terminó el colegio y hoy es una exitosa pastora. Es congresista porque fue la segunda en la lista de Renovación Popular, el partido de Rafael López, el católico alcalde de Lima que más ha invertido en participar de eventos en contra del aborto en la historia de la capital. Esa es nuestra realidad política.

Dudo que existan países en los que las ideologías (aquellos conjuntos de principios que proponen los partidos políticos como base para la convivencia social) puedan estar realmente libres de afinidades religiosas, pero al otro extremo hay algunos estados, como Israel o la India que aún basan su sistema de justicia en normativa religiosa. Pareciera que el sueño moderno de un estado laico se ha podido establecer en muy pocos países, a lo que cabe sumar que algunas ideologías, sobre todo las totalitarias, culminan en éxtasis religiosos narcisistas que imponen creencias sin mayor sustento que el de surgir de su autor, como el presidente Bukele en el país, que no casualmente, se llama El Salvador.

En el Perú ya hemos visto que hay políticos que hasta monumento a sí mismo se han levantado. Otros han planteado por escrito la creación de una nueva religión étnica. Los nuevos partidos se reúnen para orar y los viejos, como el Partido Aprista y Acción Popular, de pobre postura religiosa y sin líder narcisista, ya quedaron en abandono. Si queremos replantear nuestro sistema político, debemos partir de que aquí, como en todo el continente, la religión, el abuso y la política han resultado inseparables, por encima de cualquier proyecto de gobernabilidad. Mientras no resolvamos este dilema, nuestros derechos, los de nuestras niñas y niños permanecerán acosados.

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[DETECTIVE SALVAJE] Este año, una de las novelas más representativas de la cultura peruana tiene su aniversario. Los ríos profundos, de José María Arguedas, se publicó en 1958, hace 65 años. La obra es un puente entre el quechua y el castellano, entre las costumbres indígenas y el Perú occidentalizado.

En Los ríos profundos, Abancay es un paso en una escalera cuyo fin es subsistir. Ernesto llega ahí con su padre, que busca trabajo de pueblo en pueblo de la costa y sierra peruana. Se instala en un internado, bajo la tutela de los curas. Ahí conoce al Lleras, por ejemplo, el matón del colegio, y a su cómplice, el Añuco. También a Antero, con quien Ernesto descubre lo que es la amistad. Este le enseña a hacer bailar el zumbayllu, un trompo con poderes mágicos. En el colegio, en el patio donde pasan los recreos y las tardes, Ernesto ve replicada la jerarquía, la perversidad y la injusticia que ha conocido en el centenar de pueblos a los que ha llegado con su padre. Incluso a quienes les coge cariño en algún momento muestran su lado oscuro, y eso para Ernesto es una desilusión.

Él no solo vela por su propia subsistencia. También arriesga el pellejo por los indios, que viven bajo la opresión de los hacendados. Acompaña a Doña Felipa a repartir la sal robada, y la admira después de su huida.

Los ríos profundos es un libro que nace de la propia experiencia de su autor. Como el padre de Ernesto, el de Arguedas también era un abogado itinerante que saltaba de pueblo en pueblo buscando trabajo. Mientras viajaba, José María y su hermano Arístides quedaron a disposición de su madrastra y hermanastro, quienes los maltrataban. Los dos jóvenes no aguantaron la situación y escaparon de la casa. Por dos años, vivieron con los indios en la hacienda Viseca. De ellos aprendieron el quechua y sus costumbres. Cuando su padre regresó, recogió a los hermanos y, tras parar en varios pueblos de la sierra, se asentaron en Abancay.

La vida de Arguedas y Los ríos profundos son historias de supervivencia. Todo sea por la vida propia, y si se es una buena persona, por la vida ajena. Cuando, por el final de la novela, la peste llega a la ciudad, la desesperación por vivir se vuelve más evidente. Y aún ahí, cuando la muerte toca la puerta, Ernesto arriesga su vida para cuidar a Marcelina, la Opa, una mujer loca de quien los otros estudiantes y los curas abusaban.

A fin de cuantas, la vida, por más desgarradora que sea, es lo que más valor tiene en Los ríos profundos.

Por esos años, también apareció, en México, Pedro Páramo. Las similitudes entre ambas novelas son notables y la relación entre los autores, Arguedas y Juan Rulfo, estrecha. El vínculo entre el padre y el hijo, la presencia de la religión en el corazón del pueblo peruano y mexicano, el indio y sus costumbres son temas que aparecen en ambas obras maestras. Pero hay un ámbito en el que se oponen: la vida y la muerte.

En Pedro Páramo, la vida es una anécdota y la muerte lo único real que se puede apuntar y decir ahí está, irrefutable. Es como si la peste de Los ríos profundos se tragara Abancay y escupiera Comala, a donde Juan Preciado va para buscar, como Ernesto, a su padre. Ahí, hasta las hojas que se escuchan rodar sobre el polvo están muertas; solo queda el eco de ellas, de los ladridos, del paso de un caballo. Para contar la historia de Pedro Páramo y su hijo Miguel, el narrador debe recurrir al pasado, que, como en Faulkner, se intercala con las distintas voces del presente y el futuro.

El miedo que Ernesto siente por la muerte pierde sentido en Pedro Páramo. Cuando Juan Preciado muere, nada cambia. Ahora vive bajo tierra, pero siente la humedad de la lluvia y conversa con los muertos que tiene cerca. Piensa en su madre, oye los lamentos de los otros cadáveres, mira la tierra como antes miraba el cielo.

Lo surreal en Los ríos profundos es un recurso cultural. Se habla de la magia que tiene el trompo, de las creencias indígenas. Lo inexplicable sucede siempre en la mente del niño, que mira el mundo con ojos que los adultos han perdido. En Pedro Páramo, lo sobrenatural se adueña de lo real, y es un recurso literario que, en las siguientes décadas, dio forma al Realismo Mágico del Boom.

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Aniversario, Arguedas, Pedro Paramo, Realismo Mágico
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