Opinión

Las cartas dicen más de lo que pensamos. El género epistolar es impúdico en su necesaria intimidad, una vez que rompe el cerco del destinatario. Las cartas revelan dimensiones de la persona que de otro modo sería difícil conocer. ¿Ofrecen acaso más garantías que otros géneros? Quizá sí. O no. La discusión sería mas bien anecdótica. Las cartas miran la vida de manera distinta, más espontánea, más sinceramente. A diferencia de ellas, en una autobiografía o una memoria el autor hace sus cálculos, escoge los momentos que para él resulten más significativos o, en todo caso, los que se acomoden mejor a su segundo e invisible propósito, construir una imagen de sí. Las cartas responden menos a esta urgencia, se escriben relativamente rápido y muchas veces tratan temas puntuales. Eso no les quita valor: añade una capa más de sentido al enfrentarse a la tarea de reconstruir el mapa de la sensibilidad y del temperamento del autor.

Algo así ocurre con una reciente publicación, que tiene, para mi gusto, un carácter monumental: Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi, vallejistas a tiempo completo y catedráticos en España e Inglaterra respectivamente, han acometido un proyecto ambicioso: reunir, por fin, en una edición casi definitiva la correspondencia de César Vallejo, nuestro poeta padre. No es que la correspondencia de Vallejo fuera desconocida, pero se había dispersado en libros parciales, publicaciones en revistas y otros medios. Hoy existe la posibilidad de una lectura orgánica y sistemática, lo que en términos críticos y de lectura supone una gran ventaja, cuya consecuencia no es otra que tener una aproximación más certera a la cotidianidad de una existencia que, en muchos sentidos, sigue siendo un gran misterio, casi un mito.

La edición se divide en dos volúmenes que cubren un arco temporal que va de 1910 a 1938. Los responsables de este trabajo marcan la existencia de algunos vacíos que será muy difícil sortear, como la correspondencia de Vallejo con Antenor Orrego o José Eulogio Garrido, que sin duda aportarían información muy significativa. Pese a todo, esta debe ser al momento la edición más completa y confiable de la correspondencia vallejiana. Otro vacío, advertido por los compiladores, tiene que ver con el hecho de que, por ejemplo, en estas cartas no se encuentran referencias a la escritura o la composición de poemas específicos. Esto no quiere decir que las cartas no tengan importancia, todo lo contrario, pues abonan una biografía con datos relevantes: “Gracias a ellas se conocieron por primera vez muchos datos, algunos de los que ya han sido contrastados con otros documentos: la fecha en que comenzó a trabajar como profesor en Trujillo, las circunstancias de su hospitalización en 1924, las fechas de algunos de sus viajes a Madrid, la manera en que llegó a colaborar con Variedades, El Comercio y Bolívar; cuándo comenzó a trabajar en los Grands Journax Ibéro-Americains y luego en La Razón de Buenos Aires. Las cartas proporcionan un anclaje referencial ineludible para cualquier investigación biográfica” (I, p.12).

Es mucho lo que se puede descubrir viajando por estas cartas. Un motivo importante, por ejemplo, es que Vallejo tenía el proyecto de vivir de su escritura. En varias cartas se relata este proceso y nos entremos de las diversas estrategias que pone en marcha el poeta para lograr construirse un espacio como escritor profesional. De ahí que el dinero sea también una presencia recurrente en esas misivas. En fin, hay aquí muchas piezas con las que los lectores podrán ir armando, con paciencia, un rompecabezas siempre parcial y sorprendente, u rompecabezas llamado Vallejo. 

Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi. César Vallejo. Correspondencia. Universidad César Vallejo y Támesis. 2023.

Nos preguntábamos en columna reciente por qué el inmenso tejido informal emprendedor no era una barrera de contención del eventual avance de opciones de izquierda contrarias a todo tipo de emprendedurismo y proclives al estatismo.

Poníamos, inclusive, el ejemplo de Puno, al que podríamos agregar Junín, regiones signadas por el pequeño comercio y la pequeña industria, definiendo el mapa sociológico de ambas regiones, pero que las mismas, a la hora de expresarse electoralmente, lo hacían, paradójicamente, por opciones levantiscas de izquierda.

El racismo, clasismo y centralismo, tres males históricos del país, desde tiempos de la Colonia,pueden ayudar a explicar ello. Lamentablemente, lejos de amainar, tales males se han acentuado. Contrariamente a lo previsto, dada la feliz cholificación del país y de las élites, éstas han remedado los males de la pituquería blanca que la antecedió. El dinero blanquea, es un viejo refrán popular. Pues ha ocurrido así, pero con todo el cargamento de pasivos que la “blanquitud” conllevaba en el Perú.

A pesar de la regionalización emprendida desde el gobierno de Toledo, no se ha producido una efectiva redistribución de poderes económicos y políticos, no obstante de que sí ha ocurrido en gran medida, no ha sucedido en los términos que hubiesen ayudado a revertir la sensación de postergación que el resto de regiones del país perciben respecto de Lima, la gran capital, que concentra los mejores servicios públicos, la mejor cobertura eléctrica, sanitaria y de infraestructura, en gran parte -hay que decirlo- por culpa de la corrupción gigantesca de los gobiernos regionales y locales.

Mientras esta situación no cambie seguiremos siendo un país dividido entre Lima y la costa norte, por un lado, y el gran sur andino, por otro, diametralmente distinto. Las taras mencionadas pervierten la integración ciudadana que se esperaría ya deberíamos logrado luego de dos siglos de vida republicana, pero que hoy, siguen siendo grandes tareas pendientes.

El racismo, el clasismo y el centralismo, son lastres que debemos extirpar si queremos aspirar a que el sueño republicano algún día se logre plasmar en un país hoy polarizado y fragmentado, capaz de generar niveles de ingobernabilidad e impredictibilidad extremas.

 

No ha debido disculparse el ministro de Economía, José Arista, en el fuero interno del Ejecutivo, como revelara el titular de Transportes, Raúl Pérez Reyes, por haber declarado que éste era un gobierno débil.

Sin duda lo es. No es un gobierno fuerte y no solo porque no tenga bancada congresal, porque por ese lado, más bien, no viene su debilidad, ya que ha logrado armar una bancada mayoritaria hechiza en base a la creencia equívoca de la derecha congresal de que es mejor la estabilidad con Boluarte a cualquier otra opción.

Este gobierno es débil porque no es capaz de afrontar dos campos de acción ejecutivos, uno de mediano plazo y otro de acción inmediata. En el mediano plazo, no ha sabido o no ha querido aprovechar esa mayoría congresal armada, para plantear siquiera alguna de las tantas reformas pendientes de realizar en el país: salud y educación públicas, regionalización, reforma del Estado, refundación del Ministerio Público y del Poder Judicial, etc.

En el corto plazo, ha abandonado tareas cruciales, como la lucha contra la rampante y creciente inseguridad ciudadana, la crisis económica (por más que este año venga mejor, no cubre las demandas de crecimiento que el Perú necesita) y la lucha contra la corrupción, a la cual más bien contribuye con escándalos como el Rolexgate.

No debería servir de consuelo que por más defectuoso y mediocre que sea el de Boluarte, es un mejor gobierno que el nefasto de Castillo, corrupto, ineficiente y antidemocrático. La exigencia histórica de la sucesión era otra, mucho mayor y más profunda, y claramente, al respecto, este gobierno no ha dado la talla.

Por eso se equivoca profundamente la derecha congresal al brindarle apoyo acrítico, le hace daño a la propia derecha, porque asienta la impresión de que nos gobierna una coalición derechista y ello abona y le lava la cara a una izquierda que debería seguir achicharrada por su complicidad directa o indirecta con el funesto régimen de Castillo.

Este es un gobierno débil, por inerte y mediocre, no porque le falte alguna curul de apoyo. Acertó Arista en el diagnóstico, pero no en sus causas.

 

Por primera vez en la historia del cine peruano han coincidido cinco producciones nacionales en una misma cartelera. De las cinco películas que se disputan el público para mantener sus salas llenas, tres de ellas han sorprendido con propuestas estéticas que representan al Perú de maneras muy distintas. Esta disputa ha convocado bandos a favor y en contra para cada película en las redes y los medios.   

Yana-Wara (2023), la película que no consiguió culminar Oscar Catacora (1987-2021), sino su tío Tito, es la más audaz de todas ellas. Con escenas sostenidas que parecen viñetas en blanco y negro, la hermosa y terrorífica Yana-Wara, nos cuenta en aimara la violenta historia de cómo llegó la educación escolar a una comunidad aislada geográficamente, a través del abuso que comete el profesor contra Yana-Wara, una niña enmudecida, protegida por su abuelo. El público se ha dividido en un bando que se conmovió con la historia indesligable de su estética y fantasmagoría; y otro bando que se alzó contra una suerte de vergonzoso retrato de una comunidad peruana, dejando de lado que estaba ambientada cuarenta años atrás. Así ya no es el Perú dijeron unos, por qué tenemos que seguir victimizándose añadieron otros. 

La biografía de Ernesto Pimentel, Chabuca (2024), ha sido una audaz apuesta por una estética cuir con guiños a la obra de Giuseppe Campuzano. Sin embargo, sus partes no llegan a ensamblarse debido a los bruscos giros del guion, incluido un inusual final escrito. Empieza siendo la orientación sexual el tema principal y luego lo reemplaza una historia de desamor. Quizá la victimización pueda ligar sus partes: el esfuerzo de Pimentel por no victimizarse desde niño debido a su homosexualidad, y de ahí su rechazo al novio que lo victimizó al punto de contagiarle el VIH. Igual queda mucho suelto y el cambio de tema oculta lo mejor de la película, su propuesta estética. El público se ha dividido en un bando a favor del novio que falleció hace veinte años, y otro bando, homofóbico, se ha declarado opuesto, asqueado con la “suciedad” con la que nombra la orientación sexual de sus protagonistas. 

Con La piel más temida (2023), el debate pasó de las redes a la televisión. Como la película cuenta cómo la protagonista descubre que su padre fue parte de Sendero Luminoso y conoce a su abuela quechua, un conductor del canal de noticias N pidió al cine que la retirara por  “romantizar el terrorismo” con dinero que el Estado no debiera darle a ninguna película, menos a esta. La voz del conductor es la del bando que desde el Congreso de la República y en colusión con algunos medios de comunicación, victimiza a las fuerzas armadas y manipula su vacía definición de terrorismo, para ocultar que durante el enfrentamiento contra Sendero y otras organizaciones armadas, el Estado también utilizó el terror y cometió terribles masacres y asesinatos. Un bando que boicotea toda producción cultural que se atreva a recordarlo. Y justamente, Joel Calero, director de La piel más temida, tiene el don de haber imaginado una trilogía de cómo el pasado no se puede ocultar. Cómo invade el presente, el ahora. Sus películas tratan del preciso e inesperado momento en que el conflicto armado retorna para interpelar la memoria. 

Lo bueno es que hay ese otro bando que crece y persevera, aquel que sí ve La piel más temida, el que se conmueve con Yana-Wara, el que extraña a Campuzano y verá Arde Lima, un bando que seguirá luchando para que el arte no nos deje olvidar nuestra historia. Porque el verdadero arte, no engaña. 

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cine peruano, joel calero, la piel mas temida

¿Qué día del Trabajo se puede celebrar con más del 70% de los trabajadores laborando en situación de informalidad, sin ningún beneficio ni derecho, trabajando para mypes que, a su vez, en un 86% también son informales?

Allí está la madre del cordero de la anomia política que el Perú vive. No hay empresarios, obreros, empleados, sindicatos, burocracia privada o estatal, que muestre alguna organización, interés de clase y, por ende, cierta característica sociológica que haga predecible su conducta política.

La informalidad no solo genera un gravísimo problema tributario, también es la madre del cordero de todos los problemas de impredictibilidad política del país y cada vez de modo más creciente.

Por eso vemos una encuesta como la reciente de Ipsos que muestra que el 42% de los ciudadanos no se identifican como de derecha o de izquierda, sino en el rubro “no sabe/no opina”. Y aún entre los que sí lo hacen, no cabe atribuirle un papel predictivo a su presunta identidad ideológica.

El Perú político se está deteriorando a pasos agigantados. El 2006, Alan García pudo derrotar a Humala levantando al cuco del chavismo. El 2021 ni siquiera la evidente vinculación de Pedro Castillo con el Movadef, organismo de fachada de Sendero Luminoso, alertó a la población que le votó respecto de los peligros de ello.

Por eso, en las elecciones los candidatos suben y bajan de una semana a otra, tornando casi imposible prever un resultado hasta el último momento. Y eso se va a repetir el 2026, con el agravante de que en las segundas vueltas, adquieren mayor relevancia los criterios proestablishment/antiestablishment que en las primeras vueltas (¡un 24% de los electores de Rafael López Aliaga en la primera vuelta del 2021 votó en la segunda por Pedro Castillo!).

La informalidad, creían ingenuamente algunos, generaba una masa de protoliberales llanos a prestar luego su concurso electoral a opciones de centroderecha. La realidad demuestra que no es así. Puno es el mejor ejemplo de ello. Es una región identificada con el comercio y el empresariado informal y vota siempre por la izquierda.

Mientras no se emprenda una reforma estructural que disminuya los rangos de informalidad del país no solo sufriremos las consecuencias económicas de esa disfuncionalidad sino que veremos sus coletazos incidir en la marcha político electoral del país.

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1ro. de mayo, día del trabajador, trabajadores informales

Los empresarios suelen preguntar, ante el panorama que se avecina, qué hacer, cómo apoyar, cómo ayudar a que el panorama pavoroso que se asoma, con la eventual presencia de dos disruptivos radicales en la segunda vuelta, conduzca al país al abismo insondable del autoritarismo populista.

Hay varias cosas que pueden hacer. Primero, participar en política, inscribiéndose en partidos y eventualmente arriesgándose a una postulación. Por lo general, las experiencias de empresarios metidos en política han sido buenas, porque aportan conocimientos técnicos, experiencia laboral y conocimiento de la realidad.

Segundo, en cuanto foro suelen realizar con candidatos o líderes políticos de la centroderecha, exigir una concertación que evite que haya treinta candidatos de ese sector ideológico que dispersen el voto y le sirvan la mesa a los de izquierda radical señalados. Los empresarios son influyentes. En lugar de obras por impuestos, que sea financiamiento por alianzas.

Tercero, involucrar a sus propios trabajadores -que son millones en el sector formal- en campañas de inmersión en los valores democráticos y de economía de mercado. Hay varias ONG que efectúan esos trabajos divulgatorios. Es cuestión de contratarlos y hacer esa labor de pedagogía. Hay que empezar por casa.

Cuarto, financiar ONGs que se dediquen a formar una suerte de observatorio escrupuloso y detallado de la idoneidad de los candidatos al Congreso. No queremos repetir un Legislativo repleto de mochasueldos, “niños” u operadores de las mafias ilegales. No hay lamentablemente bases de datos integradas en el país, pero una ONG dedicada a eso, con buen financiamiento, puede aportar mucho en detectar a los pillos que pretendan irrogarse la representación nacional.

El país se la está jugando el 2026 y los empresarios tienen que ser conscientes de lo que pueden perder y de su responsabilidad ciudadana mayor, por el rol social que ocupan. Ya está siendo tarde, el tiempo apremia y hay que movilizarse en defensa de la democracia y la economía social de mercado que mal que bien aún tenemos en pie en el país.

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empresarios políticos, lideres políticos

“Sobre la muerte, sin exagerar”, poema de la poeta polaca Wislawa Szymborska, nos ofrece una mirada irónica y reflexiva sobre la muerte, desmitificándola y presentándola como un proceso imperfecto e incluso torpe. A partir de esta visión, podemos abordar el tema del derecho a la muerte digna, un asunto complejo y fundamental en la sociedad actual, ejemplificado en el caso de Ana Estrada y la labor de su abogada Josefina Miró Quesada Gayoso.

La muerte, como bien describe Szymborska, es un evento inevitable. No sabe de estrellas, de puentes, ni de las maravillas que la vida nos ofrece. Sin embargo, a pesar de su naturaleza inevitable, la muerte no debería ser un proceso indigno o lleno de sufrimiento. El derecho a la muerte digna, como lo luchó Ana Estrada, implica garantizar que las personas que se enfrentan al final de su vida puedan hacerlo de manera pacífica, con autonomía, sin dolor innecesario y dignidad.

Ana Estrada, diagnosticada con polimiositis, se convirtió en un símbolo de la lucha por el derecho a la muerte digna en el Perú. Su caso marcó un hito al ser la primera persona en el país en acceder a la eutanasia, tras una larga batalla legal liderada por su abogada Josefina Miró Quesada Gayoso.

Estrada, quien padecía una enfermedad progresiva e incurable que le causaba un deterioro físico irreversible, solicitó la eutanasia como una forma de evitar un mayor sufrimiento y preservar su dignidad. Su caso generó un intenso debate en la sociedad, poniendo sobre la mesa la necesidad de legislar sobre la muerte digna y garantizar el derecho de las personas a tomar decisiones sobre su propio final de vida.

Miró Quesada Gayoso, defensora incansable de los derechos humanos, acompañó a Estrada en su lucha legal con valentía, solvencia, empatía y determinación. Su labor fue fundamental para visibilizar el caso y generar conciencia sobre la importancia del derecho a la muerte digna. Gracias a su trabajo, Estrada pudo acceder a su deseo de morir en paz y con dignidad, marcando un precedente histórico en el Perú.

La muerte, como bien describe la poeta, no es todopoderosa. «No existe vida, que, aun por un instante, no sea inmortal». La vida, en todas sus formas, es un bien preciado que debe ser protegido y celebrado. El derecho a la muerte digna, como lo defendieron Ana Estrada y Josefina Miró Quesada Gayoso, no busca acelerar la muerte, sino ofrecer un marco de respeto y compasión para que las personas puedan afrontar su final de vida con dignidad y autonomía.

Es importante destacar que el derecho a la muerte digna no es un tema homogéneo. Existen diferentes perspectivas éticas, religiosas y culturales que deben ser consideradas y respetadas. Sin embargo, el diálogo abierto y honesto sobre este tema es fundamental para avanzar hacia una sociedad más justa y compasiva, donde todas las personas puedan tener la libertad de elegir cómo y cuándo quieren morir.

La muerte, como bien describe Wislawa Szymborska, siempre llega con «ese instante de retraso». No debemos temerle, sino afrontarla con valentía y dignidad, reconociendo la fragilidad de la vida y la importancia de vivirla al máximo. El derecho a la muerte digna, como lo ejemplifica el caso de Ana Estrada y la labor indesmayable de Josefina Miró Quesada Gayoso, es un canto a la vida, un reconocimiento a la autonomía de las personas y un compromiso con la construcción de una sociedad más humana y compasiva. 

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Ana Estrada, derechos humanos, dignidad, eutanasia, Josefina Miró Quesada Gayoso, muerte digna

Fernando Puelles Morales | Director de Finanzas Corporativas – Grupo PRACDA

La Junta de Normas Internacionales de Contabilidad – IASB por sus siglas en inglés, (International Accounting Standards Boards), emitirá la NIIF 18: Presentación y revelación en estados financieros. Esta norma diseñada para mejorar la utilidad de la información presentada y revelada en los estados financieros promete brindar a los inversionistas una visión más transparente y comparable del desempeño financiero de las empresas.

Desde su creación hace más de dos décadas, la Junta de Normas Internacionales de Contabilidad (IASB) ha sido una fuerza motriz en la estandarización de la contabilidad a nivel mundial. Su última contribución, la Norma Internacional de Información Financiera (NIIF) 18: «Presentación y revelación en los estados financieros», marca un hito significativo en la evolución de la normativa contable.

La NIIF 18 representa una revisión sustancial de las reglas contables para la preparación de estados financieros, reemplazando a la Norma Internacional de Contabilidad (NIC 1): «Presentación de estados financieros», que ha estado en vigor a nivel global desde 2001. Este cambio no solo promete mejorar la transparencia y comparabilidad de la información financiera, sino que también plantea una serie de desafíos para las empresas que aplican NIIF.

Una de las principales características de la NIIF 18 es su alcance universal, ya que afectará a todas las entidades que apliquen las NIIF, independientemente de su sector. Además, su entrada en vigor el 1 de enero de 2027, con la posibilidad de adopción anticipada, obliga a las empresas a prepararse para cumplir con los nuevos requisitos en un plazo determinado.

Entre los cambios más destacados que trae consigo la NIIF 18, para mejorar la utilidad de la información presentada y revelada en los estados financieros, se encuentran:

  • Comparabilidad mejorada en el estado de pérdidas y ganancias. Esta nueva NIIF introduce tres categorías definidas de ingresos y gastos (operativos, de inversión y financieros), así como nuevos subtotales definidos, incluida la utilidad operativa. Estos cambios proporcionarán a los inversores un punto de partida consistente para analizar el desempeño de las empresas y facilitarán la comparación entre ellas.
  • Mayor transparencia de las medidas de desempeño definidas por la administración. La NIIF 18 requiere que las empresas revelen explicaciones de las medidas específicas de la empresa relacionadas con el estado de resultados, denominadas medidas de desempeño definidas por la administración. Esto mejorará la transparencia y la comprensión de estas medidas, haciéndolas sujetas a auditoría.
  • Agrupación de información más útil en los estados financieros. La norma establece una guía mejorada sobre cómo organizar la información en los estados financieros principales o en las notas. Se espera que esto proporcione información más detallada y útil para los inversores, incluyendo más transparencia sobre los gastos operativos.

Sin embargo, la implementación de la NIIF 18 no será tarea fácil. Se requerirá una aplicación retroactiva, lo que significa que las entidades deberán reformular la información comparativa de los estados financieros y las notas aplicables. Esto puede representar un desafío significativo, especialmente para aquellas empresas que operan en mercados bursátiles como la Bolsa de Valores de Lima.

Andreas Barckow, presidente del IASB, comentó: «La NIIF 18 representa el cambio más significativo en la presentación del desempeño financiero de las empresas desde que se introdujeron las Normas de Contabilidad NIIF hace más de 20 años. Brindará a los inversores mejor información sobre el desempeño financiero de las empresas y puntos de anclaje consistentes para sus análisis».

Es evidente que los costos de implementación y aplicación continua de la NIIF 18 variarán para cada empresa, dependiendo de una serie de factores como los sistemas contables, las prácticas de presentación actuales y la naturaleza de las actividades comerciales. Sin embargo, esta transición también ofrece una oportunidad única para que la administración comprenda y aborde anticipadamente los desafíos, identificando oportunidades para optimizar los beneficios que la nueva norma traerá a los usuarios de los estados financieros.

En conclusión, la emisión de la NIIF 18 marca un cambio significativo en el panorama contable global. Si bien presenta desafíos, también ofrece la oportunidad de mejorar la calidad y la relevancia de la información financiera, lo que beneficiará a las partes interesadas y contribuirá a una mayor transparencia en los mercados financieros.

Según reciente encuesta de Ipsos, un 25% de la población cree que el APRA volverá al Congreso y un 14% que volverá a la Presidencia. Estas cifras deben haber caído como maná del cielo en los predios de la avenida Alfonso Ugarte.

La encuesta no es un buen predictor, por cierto, pero revela que puede estar reconstituyéndose una base de apoyo popular a un partido que en su segundo mandato no lo hizo mal y podría estar recuperando justicieramente un lugar que, por ejemplo, sin justicia alguna, logró recuperar Acción Popular.

Se ve difícil que el APRA pueda armar una buena plancha presidencial, aunque ya lo hemos dicho antes, una tríada Roque Benavides-Carla García, Renzo Ibáñez sería muy potente y atractiva. Quizá su rol político esencial, dada su experiencia, sea ser la bisagra que permita a la centroderecha unirse y no presentarse suicidamente fragmentada como lo viene haciendo hasta ahora.

En ese pacto, el APRA obviamente tendría que subordinar apetitos y ceder lugares, pero tiene varios cuadros capaces de ser buenos candidatos al Senado (Mauricio Mulder, Jorge del Castillo, Luis Gonzáles Posada, entre otros) y una miríada de jóvenes que pueden sorprender como candidatos a la cámara baja.

El APRA merece un sitio en la historia. Reiteramos que, como lo dijimos en columna reciente, le corresponde, corrigiendo las omisiones del segundo mandato de Alan García, ocupar el espacio de una centroizquierda liberal y contribuir, con su sapiencia adquirida, a conformar uno o dos grandes frentes de centro o centroderecha en el país, si no queremos regalarle el país a la extrema izquierda.

Es tarea difícil, por el enorme desprestigio que arrastran los partidos tradicionales, pero las encuestas señaladas son propicias y debería reanimar las voluntades al interior del partido y abocarse a superar las cruentas rencillas internas que hoy lo tienen paralizado y atrapado. Ya es tiempo de que las resuelvan y dediquen sus energías políticas a afrontar el gran desafío nacional que la democracia peruana tiene por delante, el 2026, circunstancia en la que se va a requerir el concurso de todos los partidos democráticos, entre los cuales destaca el aprismo.

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Apra, Carla García, Partido Aprista Peruano
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