Las cartas dicen más de lo que pensamos. El género epistolar es impúdico en su necesaria intimidad, una vez que rompe el cerco del destinatario. Las cartas revelan dimensiones de la persona que de otro modo sería difícil conocer. ¿Ofrecen acaso más garantías que otros géneros? Quizá sí. O no. La discusión sería mas bien anecdótica. Las cartas miran la vida de manera distinta, más espontánea, más sinceramente. A diferencia de ellas, en una autobiografía o una memoria el autor hace sus cálculos, escoge los momentos que para él resulten más significativos o, en todo caso, los que se acomoden mejor a su segundo e invisible propósito, construir una imagen de sí. Las cartas responden menos a esta urgencia, se escriben relativamente rápido y muchas veces tratan temas puntuales. Eso no les quita valor: añade una capa más de sentido al enfrentarse a la tarea de reconstruir el mapa de la sensibilidad y del temperamento del autor.
Algo así ocurre con una reciente publicación, que tiene, para mi gusto, un carácter monumental: Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi, vallejistas a tiempo completo y catedráticos en España e Inglaterra respectivamente, han acometido un proyecto ambicioso: reunir, por fin, en una edición casi definitiva la correspondencia de César Vallejo, nuestro poeta padre. No es que la correspondencia de Vallejo fuera desconocida, pero se había dispersado en libros parciales, publicaciones en revistas y otros medios. Hoy existe la posibilidad de una lectura orgánica y sistemática, lo que en términos críticos y de lectura supone una gran ventaja, cuya consecuencia no es otra que tener una aproximación más certera a la cotidianidad de una existencia que, en muchos sentidos, sigue siendo un gran misterio, casi un mito.
La edición se divide en dos volúmenes que cubren un arco temporal que va de 1910 a 1938. Los responsables de este trabajo marcan la existencia de algunos vacíos que será muy difícil sortear, como la correspondencia de Vallejo con Antenor Orrego o José Eulogio Garrido, que sin duda aportarían información muy significativa. Pese a todo, esta debe ser al momento la edición más completa y confiable de la correspondencia vallejiana. Otro vacío, advertido por los compiladores, tiene que ver con el hecho de que, por ejemplo, en estas cartas no se encuentran referencias a la escritura o la composición de poemas específicos. Esto no quiere decir que las cartas no tengan importancia, todo lo contrario, pues abonan una biografía con datos relevantes: “Gracias a ellas se conocieron por primera vez muchos datos, algunos de los que ya han sido contrastados con otros documentos: la fecha en que comenzó a trabajar como profesor en Trujillo, las circunstancias de su hospitalización en 1924, las fechas de algunos de sus viajes a Madrid, la manera en que llegó a colaborar con Variedades, El Comercio y Bolívar; cuándo comenzó a trabajar en los Grands Journax Ibéro-Americains y luego en La Razón de Buenos Aires. Las cartas proporcionan un anclaje referencial ineludible para cualquier investigación biográfica” (I, p.12).
Es mucho lo que se puede descubrir viajando por estas cartas. Un motivo importante, por ejemplo, es que Vallejo tenía el proyecto de vivir de su escritura. En varias cartas se relata este proceso y nos entremos de las diversas estrategias que pone en marcha el poeta para lograr construirse un espacio como escritor profesional. De ahí que el dinero sea también una presencia recurrente en esas misivas. En fin, hay aquí muchas piezas con las que los lectores podrán ir armando, con paciencia, un rompecabezas siempre parcial y sorprendente, u rompecabezas llamado Vallejo.
Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi. César Vallejo. Correspondencia. Universidad César Vallejo y Támesis. 2023.