Opinión

Noviembre 2020. Llega por emergencia una paciente mujer joven, de hecho, más joven que yo, quien había convulsionado hace poco. El esposo, desesperado, no entendía qué pasaba con ella. En casa quedaron sus dos hijos a cargo de la abuela, que tenía el alma pendiendo de un hilo… Hay varias razones por las cuales una persona que nunca ha convulsionado lo hace por primera vez y, tras escuchar la historia narrada por su pareja, la causa se me hizo obvia, así como el pronóstico fatal si no actuábamos rápido y que, lamentablemente, no podríamos hacer mucho por ella en nuestro hospital.

Recuerdo también el caso de un paciente que estuvo varios meses en UCI y en el cual existía la sospecha de que se había formado una fístula, es decir, un conducto por el cual los alimentos podrían pasar del esófago a la vía aérea y poner su vida en riesgo. Por motivos poco usuales, el estudio con el que contábamos no nos permitía hacer el diagnóstico, por lo que era necesario hacer estudios más especializados. No, no contábamos con ellos en la ciudad ni en las ciudades más cercanas y al no poder descartar la presencia de la fístula, teníamos que continuar protegiendo su vía aérea, es decir, debía continuar alimentándose por una sonda y portando la traqueostomía (un dispositivo en la tráquea a través del cual respira). Estas dos cosas repercutían enormemente en su calidad de vida: ¿se imaginan pasar más de 3 meses de su vida sin poder saborear alimento alguno ni hablar? Él estaba frustrado y deprimido y, pese a que le dábamos fármacos y recibía terapia psicológica, no podíamos ayudarlo más: habíamos entrado en un círculo vicioso.

¿Qué tienen en común estos casos? Ambos requerían ser referidos a un establecimiento de mayor complejidad, donde podrían salvarle la vida (en el caso de ella) o mejorar su calidad (en el caso de él); pero pese a que la referencia se tramitó día tras día por más de un mes, en ninguno de los dos casos se efectivizó.

Para mí, el sistema de referencias en nuestro país es un mito. Funciona cuando se trata de referir un paciente de la posta al hospital, eso no lo niego; pero cuando se trata de casos que no son emergencia, requieren hospitalización y además de una atención especializada que solo se encuentra en Lima, el sistema es solo una pantalla, ya que solo se logra conseguir la aceptación del traslado de la forma en la que, lamentablemente, se consiguen muchas cosas en nuestro país: por contactos (solo que en este caso, son usados por algo a favor de la vida de una persona).

Pero no es desidia ni desinterés de los hospitales de Lima. Todos conocemos bien la realidad: Me atrevería a decir que todas las emergencias están llenas de pacientes en sillas de ruedas esperando por una camilla. Entonces, si a las justas tienen una para ofrecerle a los pacientes que ya están ahí, ¿no es avaricia solicitar que en la lista de espera de esa cama tenga prioridad alguien que se encuentra a 12 horas de ese hospital? Teniendo en cuenta eso, es muy lógico que la respuesta día tras día sea “no contamos con camas disponibles” y que por ende, ese paciente, nunca se refiera.

Por otro lado, hay un asunto que muchas veces pasa desapercibido. Cuando un paciente es trasladado a otra ciudad, lo acompaña como mínimo un familiar. Muchas veces esta persona debe dejar de lado su trabajo y otras personas bajo su cuidado para poder viajar con él y quedarse atento a lo que pueda necesitar estando ya en la capital. Ese familiar deja de percibir ingresos en el momento en el que probablemente con mayor razón los requiere, ya que a pesar de que su familiar esté asegurado al SIS, siempre hay algún medicamento o examen con el que no cuenta el hospital que el familiar debe costear de forma particular. Y lo peor, muchos de ellos no tienen dónde quedarse en Lima, aumentando los gastos no solo por una habitación (si es que llegan a tener dinero suficiente para alquilar una), si no también por pasajes y comida. Todo eso representa un estrés extra a la familia, que de por sí ya viene preocupada por “esa enfermedad que debe ser tan grave que necesitó que lleven a su familiar a la capital”.

¿Qué podríamos hacer al respecto? Es claro que nuestros hospitales no se dan abasto para atender la demanda de Lima y alrededores como para hacerlo con el resto de regiones, por lo que es necesario lo que siempre se ha solicitado al gobierno: descentralizar la salud. Pero esto no es tan sencillo y requiere años de trabajo. Construir la infraestructura quizás sea lo más sencillo, ya que conseguir recursos humanos que ejerzan en provincias siempre ha sido lo más complicado.

Se requieren incentivos y el más importante de ellos siempre será que el especialista pueda ejercer adecuadamente su especialidad a donde vaya. Díganme ustedes, ¿de qué serviría llevar a un neurocirujano a una ciudad donde no cuenta con las herramientas necesarias propias de su especialidad para operar? ¡Sería frustrante y no podría ayudar realmente al paciente! Y ojo, un neurocirujano podría salvar la vida de una persona si entra a operar de emergencia, pero sin las herramientas adecuadas, es como si prácticamente él no existiera en el momento que justamente más se le necesita.

  • Su hijo ha sufrido una lesión grave en el cerebro tras el accidente de tránsito, necesita ingresar a operarse de emergencia, pero lamentablemente no podremos ayudarle acá.
  • Pero hay un neurocirujano en la ciudad, ¿puedo hacer que venga de forma particular?
  • Él ya trabaja con nosotros, el problema es que no contamos con una herramienta que se necesita para la operación.
  • ¿Dónde puedo comprarlo?
  • Lamentablemente no es algo que pueda conseguirlo acá. Solo queda referirlo lo más pronto posible, antes de que el pronóstico empeore. Siento mucho no poder ayudarlo más.

En realidad, a pesar de que son pocos los que se animan a ejercer en provincia, ya se cuenta con algunos especialistas en regiones. No son muchos, pero la mayoría de ellos suelen estar atados de manos por diversas razones (exámenes de laboratorio, equipos, herramientas, etc), por lo que siempre estarán haciendo malabares con lo que cuentan. Varios de ellos trabajan en Lima, pero deciden ir a provincias quizás por familia o quizás por amor a esa tierra, pero principalmente por querer ayudar aunque sea en lo poco que se les permite.

He escuchado a algunos de ellos verse desanimados por no contar con lo necesario para ayudar y, basándose en ello, poner en consideración el seguir viniendo o no; por lo que creo que implementar bien los hospitales que están en regiones, teniendo en cuenta los especialistas con los que ya cuentan, es un buen punto desde el cual se podría empezar, para así poco a poco incentivar la llegada de más de ellos, poder descentralizar los servicios especializados y cumplir realmente con uno de los derechos principales de toda persona: acceso a salud de calidad.

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Covid-19, UCI

Que no los engañe su actual apariencia reposada, sus pelos y bigotes blancos, su hablar suave y reflexivo de abuelito bonachón. En sus años mozos fue considerado uno de los personajes más difíciles y contradictorios del rock. Figura clave del hippismo y la contracultura de los años sesenta y setenta, sus comportamientos extremos lo pusieron al mismo nivel de peligrosidad de Keith Richards (The Rolling Stones) o Jim Morrison (The Doors) mientras que, en paralelo, mostraba una sensibilidad musical superlativa y un talento único para los arreglos vocales que lo convirtieron en una de las columnas vertebrales de la escena californiana de aquellos años. Sobreviviente de mil y una batallas contra la adicción, la salud y una forma de ser díscola e intratable, David Crosby cumple hoy, sábado 14 de agosto, 80 años.

Y para celebrarlos lanzó, el 23 de julio pasado, su octavo álbum como solista, For free, un lánguido compendio de nuevas composiciones, a excepción del tema-título, un clásico de Joni Mitchell de 1970 –interpretada a dúo con una joven promesa del country lo-fi, Sarah Jarosz-, que exhiben a un David Crosby consciente de su fragilidad, ofreciendo su inspiración, algo afectada por los años, pero aún capaz de mostrarse auténtica y creíble, un rezago de lo que fue una carrera musical tan brillante como accidentada.

Las canciones de For free no tendrán el filo psicodélico ni el peso de antaño, pero son testimonio de un artista que busca, en los últimos tramos de su vida, la redención a través de la música tras años de alejar de sí a sus amigos, amores y compañeros de ruta, algunos de ellos tan molestos con él que no quieren ni dirigirle la palabra. Como él mismo declara en Remember my name (A. J. Eaton, 2019), el documental producido por el prestigioso cineasta y crítico musical Cameron Crowe (Singles, Almost famous, Jerry Maguire): «Le hice daño a muchas personas y no puedo repararlo. Lo que sí puedo hacer es música. Es lo único que tengo para ofrecer».

David Crosby fue miembro fundamental de la primera formación de The Byrds, entre 1964 y 1968, que definió el sonido de toda una época: Mr. Tambourine Man (compuesta y grabada originalmente por Bob Dylan), Turn! Turn! Turn!, Eight miles high. La luminosidad de The Byrds se ensombreció con los primeros chispazos de esa personalidad tanática y autodestructiva que harían célebre a «Croz». Roger McGuinn, líder factico del grupo, lo despidió luego de cinco exitosos álbumes debido, entre otras cosas, a unos comentarios políticos sobre el asesinato de John F. Kennedy que soltó, en pleno vuelo ácido, durante la actuación del quinteto en el Monterey Pop Festival (1967).

Luego llegó el megaestrellato, cuando se unió a Stephen Stills (ex Buffalo Springfield) y Graham Nash (ex The Hollies) -poco después se uniría también el canadiense Neil Young, también de Buffalo Springfield. Su segundo concierto oficial y debut masivo fue el último día del legendario Festival de Woodstock, la madrugada del lunes 18 de agosto, cuatro días después de su cumpleaños número 28. Los álbumes CSN (1969) y Déjà Vu (1970) condensan todo aquello de lo que se trataba el espíritu libre y bucólico de la generación hippie. Crosby, Stills, Nash & Young fue el primer supergrupo de la historia del rock norteamericano. Las voces combinadas y los potentes mensajes de sus canciones emocionaron a toda una generación: Teach your children, Ohio (single de 1974 acerca de la matanza policial a estudiantes de la universidad de Kent), Long time gone u Almost cut my hair, las dos últimas compuestas por Crosby.

En aquel pico de popularidad y éxito comercial, el desenfreno de Crosby fue resquebrajando, uno por uno, los muros de esa fortaleza de country rock y psicodelia. Un romance fallido con Joni Mitchell -que la encantadora chanteuse canadiense terminó con una de sus canciones, That song about the midway (álbum Clouds, 1969)-, peleas constantes con sus compañeros y luego, la trágica muerte de su novia Christine Hinton, apenas a los 21 años en un accidente de tránsito, fueron hechos que sumieron al músico en un profundo torbellino de depresión y drogas, del cual salió con un álbum brillante, titulado sugerentemente If I only could remember my name (Si tan solo pudiera recordar mi nombre, 1971). Acompañado de varios integrantes de The Grateful Dead, Jefferson Airplane y Santana, amigos entrañables de festivales, grabaciones e interminables juergas, Crosby dejó, para la posteridad, una obra maestra de profundo lirismo psicotrópico. Crosby, Stills, Nash & Young –a veces sin Young, a veces solo como Crosby & Nash- tuvieron, de 1974 en adelante, un camino intermitente hasta el año 2016 en que Graham Nash anunció que nunca más se reunirían con Crosby debido a sus insoportables actitudes. Su última producción oficial en estudio fue Looking forward (1999), que aun llegó a captar la magia de sus voces y guitarras.

Crosby pasó cinco meses en prisión estatal de Texas, en 1986, por posesión de drogas y armas (la condena real era a cinco años). A fines de los ochenta colaboró con Phil Collins en su exitoso álbum … But seriously (1989), haciendo armonías vocales en That’s just the way it is y Another day in paradise. También fue noticia a inicios del siglo 21 al revelarse que había donado esperma para que Julie Cypher, pareja de la cantante Melissa Etheridge –que consideraba a Crosby como una de sus principales inspiraciones- quedara embarazada. A través de un procedimiento de inseminación artificial, Cypher dio a luz a dos bebés, un hombre y una mujer. Beckett, que era el vivo retrato de su padre biológico, falleció en mayo del año pasado a los 21 años, por consumo excesivo de drogas.

For free parece ser un disco inocuo y fácil de escuchar, firmado por un tranquilo anciano que da consejos, rodeado de sus perros, gatos y caballos, sobre cómo vivir en paz con el universo. Pero en realidad se trata de un nuevo capítulo en esa rutina de exorcismo personal que Crosby viene ejecutando desde hace siete años, periodo en el cual ha lanzado cuatro discos –Croz (2014), Lighthouse (2016), Sky trails (2017) y Hear if you listen (2018). Cuando la mayoría de sus contemporáneos ya están muertos o viven de sus viejos éxitos, el cantante y guitarrista, cuyo característico bigote inspiró al personaje de Dennis Hopper en Easy rider (1969), se reinventó a los 72 años, asociándose a un grupo de músicos jóvenes entre quienes destacan su hijo James Raymond, el guitarrista Jeff Pevar (con quienes formó The CPR Band) y el talentoso bajista y compositor Michael League, líder de Snarky Puppy, la super banda de jazz, R&B y fusión fundada por él en el 2004.

Canciones como Boxes, The other side of midnight o I won’t stay for long son, claramente, testimonios de esa oscura búsqueda unipersonal por la redención. Crosby mantiene la frescura de su voz, aunque ahora la usa con menos agresividad que en sus años psicodélicos –por momentos recuerda a Barry Gibb de los Bee Gees-, lo cual resulta ser una proeza si tomamos en cuenta que ha sobrevivido a varios episodios de sobredosis –fue adicto a la cocaína y la heroína por años-, tiene ocho by-passes en el corazón y superó, con éxito, un trasplante de hígado que le hicieron a los 53 años. Por otro lado, los ángulos más optimistas del disco son las canciones que Crosby coescribió con dos celebridades del rock clásico: River rise con Michael McDonald, en que el ex integrante de los Doobie Brothers hace sentir su inconfundible voz; y Rodriguez for a night con Donald Fagen, que podría haber sido parte de alguno de los álbumes clásicos de Steely Dan. La ilustración de la carátula es un retrato hecho por Joan Baez, otra de las sobrevivientes de aquella época florida y lisérgica.

En tiempos de la contracultura, los músicos siempre tuvieron una conexión visceral y auténtica con los eventos que ocurrían a su alrededor. A diferencia de los escritores, siempre ensimismados y sumergidos en mundos paralelos de ficción; y los actores, que se pasaban la vida entera interpretando sentimientos y emociones ajenas; compositores e intérpretes de los estilos dominantes en aquella época mostraron al público, sin disfraces ni filtros, su realidad a tiempo completo, con toda la amplia gama de fortalezas y vulnerabilidades de las que es capaz un ser humano. Y, a veces, con un nivel de intensidad capaz de crear alucinantes bellezas sonoras mientras que, en simultáneo, iban destruyendo su vida y las de los demás, como ocurrió con David Crosby, quien se pregunta todo el tiempo cómo es que todavía sigue vivo después todos estos años.

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David Crosby, For free

Una batalla campal en redes sociales y medios se ha desatado entre quienes consideran que aquellos que, por cuestión de dignidad o principios, votaron en blanco o se inclinaron por Castillo como mal menor en rechazo al keikismo, no tienen autoridad moral ahora de irritarse por los yerros del gobierno y tienen, pues, que asumir contritos las consecuencias de lo que se considera fue una frivolidad o una estupidez (les han endilgado la chapa de “cojudignos”), versus quienes, a su vez, estiman que todos los que se sumaron a la absurda tesis de un fraude y luego a las iniciativas golpistas, no son los llamados a liderar ninguna resistencia moral al casticerronismo (son éstos, los fachos y la DBA).

Tremendo favor se le hace al régimen y sus eventuales arrebatos radicales y autoritarios, si la oposición a esa deriva se dedica intensamente a un tonto ajuste de cuentas antes que a erigir una fuerte barrera de contención en todos los frentes posibles para evitar que el verbo radical de algunos voceros del gobierno termine haciéndose realidad.

A la mediocridad del gobierno nos tenemos que resignar. Parece irreversible. Requerirá también, sin duda, vigilancia y oposición, pero la batalla dura -que puede pasar in extremis, por un proceso de vacancia- se tendrá que dar solo si el régimen traspone los linderos constitucionales y democráticos, o si el Primer Mandatario incurre en las causales de incapacidad moral permanente para gobernar.

Las dos acciones, la de oposición a la mediocridad rampante, o la dura a una deriva autoritaria del régimen, necesitan, como condición ineludible, de la unidad consolidada de la clase política, de los poderes institucionales, de las bases populares organizadas y de los poderes fácticos (gremios sindicales, empresariales, medios de comunicación, etc.).

La ruptura de la oposición, como sucedió en Venezuela o Nicaragua, solo ayudará al régimen a desplegar su eventual agenda radical y consolidar un proyecto autoritario (al respecto, muchos están esperando la bomba política de Castillo cuando todo parece indicar que se tratará de una confrontación permanente de baja intensidad que va a requerir además de unidad, de mucha inteligencia estratégica).

Lo menos indicado en tales circunstancias es que la oposición se dedique a zaherirse mutuamente, en un plan tonto de ajuste de cuentas. Lo prioritario para la salud democrática del país es la unidad opositora. En esa perspectiva, insistimos: todo suma, nada resta.

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Casticerronismo, cojudignos

Querida Manuela,

Quisiera dedicarle esta carta a Blanca Varela. La verdad querida, ya me cansé de contarte del desastre político en el que nos encontramos. Como mencioné en la primera misiva, nuestra correspondencia nació con el objetivo de que sepas cómo llegamos al Bicentenario y sobre el desarrollo de la mujer en estos 200 años en una sociedad aún machista y patriarcal. Hoy doy un giro de timón para hablar de la gran poetisa contemporánea a la que acudimos en estos momentos para agarrar fuerza e inspiración.

Me sumergí en sus obras cuando estudiaba letras en 1992 en la Pontificia Universidad Católica del Perú, una etapa de mi vida llena de arte y análisis crítico mezclado con el ímpetu de esa juventud sin miedo a las consecuencias, en compañía de grandes amigas con las que bailábamos, leíamos y vivíamos el teatro. Fue la época en la que más me aproximé a las artes. Blanca nació el 10 de agosto de 1926 y estudió en la Universidad de San Marcos para luego trasladarse a París en 1949. Durante sus estudios de Letras y Educación (1943) hizo amistad con los escritores Sebastián Salazar Bondy y Emilio Adolfo Westphalen, y con el pintor Fernando de Szyszlo (con quien luego se casó). Luego, en París, conocería a Henri Michaux, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Fue amante del cine.

Sus poemas me inspiran una feminidad única, un estilo de mujer nuevo. Te aseguro que sentirías lo mismo. Ella es miembro de la generación de 50 y, como alguna vez mencionó el propio Octavio Paz en su frase “en aquellos días todos cantamos”, se refería al canto único de una mujer poeta peruana, publicando en un entorno masculino (que la verdad sigue teniendo las mismas reglas implicitas, pero hay esfuerzos por romperlas) de poetas, escritores y arte como Sabastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Carlos Germán Belli, Jose María Arguedas, Sérvulo Gutiérrez o Alejandro Romualdo. Ella se hizo un lugar en una tierra ocupada y fue la segunda mujer en ganar el Premio Reina Sofia de Poesía Iberoamericana y la primera en ganar el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca. Como ella le dice a la poeta Rosina Valcárcel en la entrevista realizada en 1996 que se publicó en la revista La Casa de Cartón: “Yo nunca me he sentido inferior a un hombre; jamás. Me he sentido una persona que tiene conciencia de que un ser humano jamás será inferior a nadie. No importa cuál sea su condición”. Sé que hubieras dicho lo mismo.

En 2019 fui a su casa en Mariano Carranza 306, Cercado de Lima, cuando era Subgerenta de Organizaciones Vecinales de la Gerencia de Participación Vecinal de la Municipalidad Metropolitana de Lima. Es el barrio de Santa Beatriz, en el distrito del Cercado de Lima, cuyas dirigentas vecinales tienen una identidad muy marcada por la historia de sus calles. Ellas estaban muy interesadas en promover la casa de Blanca, lo que me lleva a reflexionar sobre las organizaciones sociales y todo el tema de los ronderos o rondas urbanas que se quiso proponer. Es un sinsentido.

Actualmente, para el caso de Lima Metropolitana, la ciudad más grande de todo el Perú, se tiene por ordenanza municipal organizaciones sociales que se dividen en juntas vecinales comunales, organizaciones deportivas, organizaciones económicas, organizaciones de poblaciones vulnerables, organizaciones sociales de base y organizaciones vecinales. No se deben confundir con las Juntas de Seguridad Ciudadana, que se rigen por Ley y dependen del Ministerio del Interior. El 90% de estas organizaciones sociales son dirigidas por mujeres y en el caso de aquellas de base (comedores populares, clubes de madres, vaso de leche) el 99% tiene dirigentes mujeres.  Entonces, ¿no sería mejor empoderar a este capital humano de mujeres organizadas que crear “rondas” donde no se necesitan? ¿Por qué no visibilizamos el capital femenino que nos rodea en vez de buscar crear modelos rurales que no tienen sustento legal ni lógico en las ciudades? “Las mujeres, en general, somos muy valientes. (…) Tenemos mucho que hacer por los hijos, por la sobrevivencia”, le dijo en la misma entrevista Blanca a Rosina. Tenemos las armas y herramientas esperando.

Strip Tease

Quítate el sombrero

si lo tienes

quítate el pelo

que te abandona

quítate la piel

las tripas los ojos

y ponte un alma

si la encuentras

Blanca Varela

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Blanca Varela, Strip Tease

La Biblioteca Nacional del Perú ha entregado recientemente dos libros de sumo interés para quienes, valga la redundancia, consideramos el libro como un artículo de primerísima necesidad. Sus autores, coincidentemente, fueron coetáneos. El primero de ellos es una compilación de artículos de Sebastián Salazar Bondy y en sus páginas todos los problemas que giran alrededor de este precioso objeto ocupan el lugar central. El segundo, es una compilación de ensayos literarios de un notable poeta de la generación del 50 (o del 45 como prefería llamarla el mismo Salazar Bondy): Javier Sologuren.

Sebastián Salazar Bondy fue un hombre multifacético y lleno de talento. Fue narrador, dramaturgo, poeta, ensayista, gestor cultural, crítico de arte y cultura, periodista, en fin, una figura que, lamentablemente, aun no hemos terminado de aquilatar. Entre los muchos libros que escribió destaca Lima la horrible (1964), acaso uno de los ensayos más penetrantes, lúcidos y apasionados de nuestra historia literaria. La odisea del libro en el Perú es una compilación de 40 textos que giran alrededor de la problemática del libro en el Perú.

Desde diversas perspectivas, Salazar Bondy se ocupa del libro, la lectura y los actores de este escenario: editores, lectores, bibliotecas, en suma, buena parte de lo que podríamos llamar el ecosistema de la lectura en el país. Los textos abarcan un arco temporal de once años (van de 1953 a 1964) y muestran la mano ágil de Salazar Bondy y cómo logró, a partir de la crítica periodística, una forma precisa y rigurosa: cada pieza es un ensayo breve y articulado, de coherencia indiscutible.

El carácter visionario es indudable. Un artículo de 1956, titulado “Un país que no lee” pone el acento en varios asuntos que siguen siendo álgidos en el 2021: “Somos un país que no lee (…) Que la lectura no sea un hábito general y que el libro no sea considerado como uno de los más decisivos factores del adelanto nacional, significa sencillamente que estamos muy lejos de ser una nación culta. A pesar, es verdad, de los edificios monumentales, de la introducción de la moderna técnica industrial, del crecimiento de las cifras en los cuadros económicos, del evidente avance que mostramos en algunas ramas de la vida material” (p.39). ¿Le parece familiar este cuadro?

Al andar del camino nos devuelve a la condición de lector literario que ostentó Javier Sologuren, poeta de lenguaje exquisito e inspiración neovanguardista, amante también del libro, como demostró su impecable trabajo como editor de esa colección maravillosa que fue La Rama Florida, un tesoro como pocos. Muchas veces los poetas suelen ser admirables lectores literarios, llenos de agudeza, capaces de iluminar aspectos de un texto o un autor que otros difícilmente podríamos notar.

En esta selección de textos Sologuren recorre diversos territorios, desde la tipografía (“Lo que la letra nos dice”) hasta Javier Heraud, pasando por Arguedas, Westphalen, Eielson, Oquendo de Amat, Carlos Germán Belli, la modernidad, la poesía misma, la traducción, actividad esta última en la que el poeta destacó nítidamente. Hay pasajes reveladores, como aquel en que postula la poesía como un espacio de diálogo ecuménico: “a nadie le extraña sentirse conmovido por la lectura o audición de un poema chino, francés, o quechua. La poesía es un lugar de encuentro de todos los hombres, es un medio de descubrimiento y recuperación de lo humano del hombre” (p.42).

Son igualmente sugerentes sus notas sobre Eguren o Arguedas. En torno al primero, anota: “En la pequeña opera omnia de Eguren (Simbólicas, La canción de las figuras, Sombra y Rondinelas), se ha conseguido representar el misterio del lenguaje: usarlo, ingenuamente, en su fuerza y debilidad, en su pura alusión y en su irremediable silencio” (p.64).

En relación con Arguedas, el hecho de que publicara poemas “no constituía algo inesperado o sorpresivo; era la confirmación, en cambio, de su germinal fuerza poética, una doble vuelta de tuerca en el cabal ajuste de su expresión medularmente nutrida por una rica y densa emotividad” (p.138).

En conclusión, amable lector, te esperan las páginas de dos joyas que pueden ser o bien rescate o bien renovado encuentro, depende de quién se acerque.

 

La odisea del libro en el Perú. Antología de artículos periodísticos de Sebastián Salazar Bondy. Selección y nota preliminar de Alejandro Susti. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 2021.

Al andar del camino. Selección de ensayos, artículos y notas de Javier Sologuren. Selección e introducción de Renato Guizado Yampi. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 2021.

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Al andar del camino, Javier Sologuren, La odisea del libro en el Perú

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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Libre mercado, Pedro Castillo

La grave disfuncionalidad que muestra de arranque el gobierno de Pedro Castillo, la misma que difícilmente remediará, generará un nuevo lustro perdido, sobre todo en materia de reformas.

Ya nos hemos resignado a que las reformas de libre mercado estarán congeladas cinco años, con un régimen que no cree en ellas sino todo lo contrario, y al que, más bien, habrá que mantener a raya para impedir que vaya a contramarcha destrozando lo mucho que se ha avanzado en progreso económico los últimos 30 años.

Pero cabía la expectativa, quizás muy ingenua y optimista, de que al menos una gestión de izquierda pudiese ser capaz de llevar a cabo la construcción de un Estado ecualizador e inclusivo, sobre todo en materia de educación, salud y seguridad. Que, digamos, desde la izquierda se hiciese lo que en verdad correspondía hacer estos últimos años de estabilidad macroeconómica, pero cuyos responsables (Toledo, García, Humala, PPK y Vizcarra) fracasaron estrepitosamente por indolencia reformista. La transición post Fujimori, en esa perspectiva, ha sido un fiasco y es por ello, en gran medida, que hemos pagado la factura política de tener en el poder a un candidato antiestablishment.

Al paso que vamos, sin embargo, ni siquiera esa construcción de un mejor Estado se va a lograr. Más allá de los gritos radicales de algunos voceros del gobierno, lo cierto es que es un régimen débil, sin cuadros técnicos, sin mayoría parlamentaria y con las calles crecientemente adversas. Encima de ello, la altisonancia generará incertidumbre y arruinará la moderación económica por la que parece haberse optado y el resultado final será una gestión mediocre, inútilmente confrontacional, y paralítica en reformas.

Políticamente al Perú le convendría la interrupción de un mandato que ya muestra los síntomas sombríos de lo que será por los siguientes cinco años. Sobre ello no caben dudas.

La pregunta que cabe hacerse es si resulta legítimo, constitucionalmente hablando, desembarazarse de un régimen mediocre y malo, como el que promete la dupla Castillo-Cerrón. Pues no, no lo es. Pero la oposición congresal debiera tener claro que le haría un inmenso bien al país si a la primera de bastos que haya justificación para una vacancia moral, proceda a hacerlo, que el Perú no se merece transitar por la travesía penosa de cinco años de improvisación, irresponsabilidad y mediocridad a la que nos asomamos.

El gabinete Bellido, la falta de talla política del Primer Mandatario, la improvisación en la designación de funcionarios públicos, la lentitud pasmosa respecto de las rápidas decisiones que ya corresponde tomar en diversas políticas públicas, y encima de ello la inmadurez de engalanar ese tinglado de medianía, con frases díscolas y petulantemente radicales de muchos de sus voceros, suponen una calamidad intolerable.

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Pedro Castillo

Nos encontramos en una coyuntura de crisis muy distinta si la comparamos con coyunturas similares en los últimos 60 años.

Una constante en la mayoría de las crisis de las últimas seis décadas era la falta de recursos para enfrentarlas. Faltaba dinero, faltaba crédito, respaldo político exterior, no había remedios o posibilidades materiales contra fenómenos como el fenómeno del Niño, etc. Más aún no había consensos políticos y técnicos de cómo enfrentarlas, lo cual mermaba fuertemente las posibilidades de éxito.

En esta crisis la cosa es muy diferente.

Estamos en medio de una pandemia sin precedentes en las últimas décadas, pero ya existen las vacunas para inmunizarnos. No sólo eso, ya las compramos y están en camino.

La pandemia ha generado una crisis económica muy profunda sobre todo incrementando el desempleo. Pero tenemos todos los recursos necesarios para enfrentarla y reponernos rápidamente.

El Estado tiene dinero para invertir, las empresas tienen dinero para invertir, las personas (no las mas pobres por supuesto) tienen dinero para gastar. Hay proyectos listos para desarrollar, tecnología y personal capacitado para desarrollarlos. El país y sus empresas tienen acceso a créditos competitivos. Encima de todo tenemos un ciclo de precios de nuestras exportaciones mineras buenísimo y una demanda fuertísima para todas nuestras exportaciones.

Nunca presencié una situación de crisis con tantas posibilidades de recuperación.

Para cualquier Presidente este sería un regalo. Si dejara a los expertos trabajar podría ser el Presidente más exitoso de la historia!

Con Julio Velarde y su equipo en el BCR (aclamados varias veces mundialmente como el mejor banco central por sus resultados), y un equipo de similar fortaleza en el MEF dirigido por Pedro Francke y ministros con equipos de similar capacidad técnica en Agricultura, Energía y Minas, Transportes, Vivienda y Salud; Castillo podría encargar la PCM a un excelente conciliador, que funcione como director de orquesta en Lima y dedicarse a viajar por el Perú profundo visitando pueblos y ciudades recogiendo las necesidades más urgentes de la población y ordenando su rápida implementación. Actividad que le es por demás atractiva personalmente.

En su quinquenio podría construir más escuelas, hospitales, caminos, canales de regadío, puentes, conexiones eléctricas, conexiones telefónicas y de internet, etc, que ningún otro Presidente de la historia.

Y podría, porque no solo existen los recursos económicos y tecnológicos necesarios para hacerlo, sino también los consensos políticos y técnicos de que eso es lo mas indicado en este momento  para enfrentar la crisis.

Mas aún con los precios de los minerales de hoy podría solucionar todos los conflictos con las empresas mineras generando las mejores condiciones posibles para los pobladores.

Obviamente a Castillo le falta imaginación.

No se puede entender otro motivo para renunciar a esta proeza y cambiarla por estúpidas peleas en Lima que sólo han generado enfrentamientos inútiles hasta ahora.

Pero pareciera que a Castillo no solo le falta imaginación para lo bueno sino también para lo malo.

Prácticamente todos los Presidentes de los últimos 36 años están procesados, presos, con procedimientos de extradición o con impedimentos de salida del país por corrupción. En todos los casos las pruebas de sus actos de corrupción fueron probados por su vinculación con delincuentes que en el momento de realizar los crímenes eran desconocidos o poco conocidos por la opinión pública.

Castillo anda de la mano del delincuente Cerrón y repartiendo puestos a miembros de la organización política Perú Libre, la cual tiene muchos miembros que apoyan la actividad delictiva de Cerrón al punto de aportar personalmente dinero para el pago de reparación civil que los jueces han dictado contra él.

¿No es capaz Castillo de imaginar que si 5 ex Presidentes han sido descubiertos por el excelente sistema anticorrupción que los ha perseguido a pesar de que sus cómplices estaban ocultos, ese mismo sistema anticorrupción lo va relacionar con sus socios delincuentes y sus actividades delictivas?

¿Será falta de imaginación?

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BCR, Pedro Castillo

UNO

Conocí el interior del país entre 1986 y 1987. Me di cuenta que el Perú no era uno, sino varios. Y estaba fragmentado. Viví en lugares disimiles, como Chupaca o San Jerónimo de Tunán, durante interminables meses. Más tarde, bebí de la cultura cuzqueña, cerca de 3 meses; disfruté de la tierra roja y el gran cielo azulado de aquella ciudad. Aun así, había miseria y desamparo en Santiago y San Jerónimo, barrios donde moraba. También Arequipa tenía su lado mísero. Alto Misti no tenía nada en común con la opulencia de otros barrios. Increíblemente, fue en Lima donde conocí mayor miseria. A 45 minutos del Centro de Miraflores había una ciudad, Nueva Esperanza, de interminable cielo grisáceo y calles polvorientas. Pero, sobre todo, de viviendas precarias en los cerros colindantes. Asimismo, me topé con el arenal, interminable, de Tablada de Lurín y el desierto, fordiano, de José Gálvez. Me di cuenta que esa gente vivía como podía. Eran los rezagados, los excluidos del Modelo decrépito, de un tal, Alan García. El país se jodió en aquellos años, y yo estuve allí.

Una década después, hubo crecimiento económico. Su PBI estaba entre los mejores del continente. Aun así, seguían latente las desigualdades. De a poco, las nuevas oportunidades produjeron que la clase media aumentara su grosor, ya sea en Lima o en provincias. Sin embargo, el país pudo haber dado un mayor salto (cualitativo y cuantitativo) en términos macro económicos. Como siempre, los conflictos políticos ralentizaron el crecimiento. Y ahí, Keiko, tuvo un gran porcentaje de culpa. Nunca se recuperó de la perdida de las elecciones de 2016. Y tuvo una fijación morbosa y enfermiza contra el gobierno de PPK. Su partido controlaba el Congreso y, cada vez que pudo, petardeó al débil e inútil de Kuczynski.

Y vino la vacancia de PPK, y luego de Vizcarra.

En marzo de 2020, asomó la Pandemia.

DOS

“La expropiación sin pago de la Industria Nacional y Extranjera. Y la necesidad de dejar en manos de particulares las bodegas, taxis, talleres artesanales y parcelas de tierra.”

Hugo Blanco – entrevista con Cesar Hildebrandt – noviembre de 1979

Era un personaje. Usaba yanquis y un pantalón gastado, sujeto con una soga. Una vieja camisa a rayas y una barba sesentera con un mechón blanco. Su fe en el marxismo-leninismo era inamovible. Poseía un fanatismo, cuasi religioso, acerca de la lucha armada. Y si, era un personaje infumable. Dícese, que a finales de los setenta, luego de sus diatribas congresales; salía del recinto y, al llegar a su auto, se despojaba de su atuendo y se vestía como un burgués más. Se iba junto a su esposa sueca. Si, se casó con una europea.

En Chile, el Partido Comunista tuvo un origen desde principios del siglo pasado. Entre Allende y Bachellet, hay una diferencia abismal, no sólo 41 años. Michelle respetó la propiedad privada y mantuvo la economía en buen estado. Al finalizar su Primer Mandato, tenía un 84% de aprobación y respaldo ciudadano. Incluso, años después, hizo un Segundo Mandato. Personalmente, me parecen increíble las diferencias abismales entre las izquierdas chilenas y uruguayas, con respecto al resto de Latinoamérica.

TRES

Biden está pagando un subsidio a las familias con hijos, para atenuar los efectos de la Pandemia. Mientras tanto, Chile está destinando un punto del PBI, en cheques, al 90% de la población, como una ayuda en tiempos de Covid. Va a cobrar un impuesto extra a las empresas mineras también. Los países más poderosos se unieron para suscribir una ley que permite cobrar un impuesto mínimo global a las Multinacionales (Amazon, Google, Facebook, etc). Y entonces, ¿te jode que las empresas mineras paguen un plus como impuesto?

Eso sí, las Elecciones han sacado a relucir nuestras miserias. Nos creíamos tan unidos, tan orgullosos de nuestra civilización o herencia; pues no lo somos. Aún estamos lamiéndonos nuestras heridas, mientras la derecha aprovecha cada error del incipiente (¿y despistado?) Gobierno, para pedir su vacancia. A doscientos años de nuestra Independiente, ¿vivimos aun en la cornisa política y social?

Ahora Bellido y Bermejo parecen intrínsecamente obtusos. Y no hablo, con respecto a lo que opinan de Cuba y Venezuela, sino creer que ganaron con el 80% de aprobación y pueden impulsar una Constitución como sea. Y se agrava todo, si usas la confrontación como una forma de hacer política. Ya han perdido una batalla en el Congreso.

La Primera de muchas.

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Pedro Castillo, Perú Libre, Vladmir Cerrón
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