Opinión

[Agenda País]  Como era de esperarse, y a pesar del entusiasmo contagioso de María Corina Machado, se consumó el nauseabundo fraude de la dictadura de Nicolás Maduro avalado por sus colegas y también dictadores de Cuba, Nicaragua, Corea del Norte y de los autócratas de China y Rusia. ¡Qué bonita familia!

Con el apoyo del cerebro político y de la inteligencia de Cuba, cuya dictadura ya tiene nada menos que 65 años, Venezuela es un eje geopolítico importantísimo para el balance de China y Rusia frente a los Estados Unidos de América, además de contar con ingentes reservas petroleras de cuya explotación, se financian regímenes criminales.

La situación actual por la que atraviesa el mundo es convulsionada pero vislumbra, a través del liderazgo de Trump, un horizonte de pragmatismo político que ya empezó con el acuerdo de cese del fuego entre Israel y Hamás que conlleva a la liberación de 33 rehenes aún privados de su libertad desde el 7 de octubre de 2023.

El ejemplo de Siria, donde Rusia tuvo que retirarse para concentrar sus fuerzas en Ucrania, debilitó tanto al régimen de Bashar al-Assad, que los insurgentes derrocaron al dictador y se orientan ahora ante un nuevo pero incierto futuro.

Donald Trump, como parte de sus negociaciones o más bien, imposiciones, para terminar con la invasión de Putin a Ucrania, podría demandar también un retiro ruso de Venezuela que abriría un frente a una rebelión interna, con parte de las fuerzas armadas venezolanas, y restablecer la democracia permitiendo la asunción del presidente electo Edmundo Gonzales y su vicepresidenta María Corina Machado.

A esta posibilidad, Trump tiene 4 años para cortar de una vez la exportación ideológica criminal que emana de Cuba, seguramente endureciendo el embargo y volviéndola a poner en la lista de países que auspician el terrorismo y el narcotráfico, algo que Biden acaba de liberar, de manera incomprensible y desafiante.

Maduro no es un presidente. Es un dictador que maneja una mafia de narcotráfico por la cual el departamento de estado de los Estados Unidos ofrece una recompensa por su captura cuya suma ha aumentado a US$ 25 millones.

La salida de la dictadura venezolana y el inicio de una nueva era democrática tiene que pasar por todas estas aristas, la geopolítica, el abastecimiento de petróleo y el debilitamiento político de Cuba para que las fuerzas democráticas venezolanas encuentren el camino de la victoria.

¡Viva Venezuela Libre!

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China, Comunismo, contexto internacional, criminal, Cuba, Derecha, Edmundo, Izquierda, Libertad, Machado, maduro, Maria Corina, narcotráfico, Política, Putin, Rusia, Trump, USA, Venezuela

1,- Disputan la segunda vuelta dos candidatos de izquierda radical. El alto voto antisistema que habrá, debido a la tremenda irritación popular contra el régimen y el pacto Ejecutivo-Legislativo, hará que la población, sobre todo del sur andino, vote en la primera vuelta del 2026como lo hizo en la segunda vuelta del 2021. Con ello alcanza de sobra para que sean dos candidatos tipo Antauro, Bellido, Aníbal Torres los que disputen la definición.

2.- Un candidato de izquierda radical versus un candidato de derecha disruptivo. Aparece como receptor del voto antisistema un candidato de derecha que le arrebata a la izquierda radical un cupo. ¿Quién se asoma con mayor probabilidad? Rafael López Aliaga, derechista disonante que puede capitalizar su gestión edil para ahorrarse buen trecho de la campaña. A diferencia de Butters -el otro candidato de derecha disruptivo- López Aliaga ya tiene a los cerros. Butters tiene que romper la burbuja Willax si quiere convertirse en protagonista.

3.- Un candidato de izquierda radical versus Keiko Fujimori. El fujimorismo tiene un núcleo duro de 10% o más, que crecerá con los recientes fallos judiciales, y si no pega el candidato disruptivo de derecha, puede alcanzarle para disputarle la elección al candidato radical de izquierda, que de todas maneras estará presente en la lid definitoria. Lo más probable en este escenario es que Keiko Fujimori vuelva a perder la segunda vuelta, pero con el bolsón de votos que ya tiene le podría alcanzar para pasar nuevamente -por cuarta vez- a una segunda elección.

4.- Aparece en el horizonte un improbable candidato de centroderecha, que aproveche un eventual hastío de la gente por candidaturasdisruptivas y que logre consolidar una candidatura que aglomere a varios partidos de similaridentidad ideológica. Es la única manera de que alguien de la derecha moderada irrumpa en el escenario de probabilidades que se plantea.

De más a menos, es éste el múltiple juego de escenarios probables que avizoro para el 2026. Como siempre en el Perú, la vida te da sorpresas, pero si no sucede nada extraordinario, por estos senderos parece que andará la jornada electoral del 2026.

La reciente medida adoptada por el Congreso del Perú, que prohíbe el uso de minifaldas para las trabajadoras, es una clara manifestación del control social sobre el cuerpo de las mujeres y una muestra de cómo aún se perpetúan normas patriarcales bajo la fachada de «formalidad». 

Lo que podría parecer una simple normativa de vestimenta es, en realidad, una forma de discriminación directa y una herramienta más para restringir las libertades; condicionando y determinando no solo cómo deben vestirse las mujeres sino también como deben comportarse en los espacios de poder y toma de decisiones.

El Congreso, el segundo poder del Estado, se ha convertido en el principal perpetuador de estereotipos, reafirmando que las mujeres deben mantener conductas basadas en un moralismo patriarcal que solo favorece a los agresores. 

En una sociedad en donde la violencia de género contra las mujeres y niñas es drama diario, este tipo de medidas solo fortalece la impunidad de los agresores y coloca como “provocadoras” a las mujeres que libremente deciden su forma de vestir. Así se valida la violencia sexual en el espacio público y se perpetúa la tolerancia a este flagelo social. 

El retroceso al que nos están llevando las actuales autoridades es gravísimo. Cuando pensábamos que el Congreso no podía caer más bajo surge el escándalo de la supuesta red de explotación sexual, las autoridades deciden limitar la vestimenta de las mujeres y se destapan escándalos de violencia sexual protagonizados por los mismos congresistas. 

Evidentemente estamos ante un Congreso, cuyos representantes son la expresión de una cultura patriarcal y machista que prevalece en nuestro país, la cual vulnera diariamente la vida de miles de personas. 

Las mujeres, niñas y adolescentes tienen derecho a sentirse seguras en el espacio privado y público. Es decir, en los diferentes ámbitos en donde se desarrollan.

El control sobre las elecciones de vestimenta esta intrínsecamente ligado a la histórica objetivización de los cuerpos, la sumisión a cánones hegemónicos de belleza y el “moralismo patriarcal y religioso” que se expresa además en la censura de contenidos que plantean una crítica a este modelo de exclusiones. Aunque ese es otro tema no puede dejar de mencionarse, ya que todo se encuentra relacionado. 

Volviendo a esta absurda y retrógrada medida que solo sirve para perpetuar estereotipos y la discriminación directa a las mujeres; su crítica es indispensable. No es un tema menor, estamos asistiendo a un retroceso de décadas en materia de igualdad. Lo que esta norma regular es la libertad individual de las mujeres, devolviéndonos a tiempos que pensamos ya estaban superados. El control, la vigilancia y la reculpabilización en su máxima expresión. 

Un feminicida justifica su crimen diciendo que “la mato porque lo dejó por otro”, los congresistas con esta medida dicen “las mujeres provocan los ataques sexuales”, exculpando así a los agresores. En el modelo patriarcal, punto de apoyo de la violencia de género, son las mujeres las culpables de lo que les pasa: ya sea por cómo estaban vestidas, si fueron o no a las fiestas, si salieron tarde o no, si tomaron alcohol o no. 

Cuánta razón y vigencia tiene la letra de la agrupación feminista “Las tesis”, quienes han graficado esta realidad al decir: 

“El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo
es la violencia que no ves (…) Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía.
Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”

El camino hacia la igualdad de género pasa por promover autonomía, respetar libertades y ciudadanías. No por limitar libertades y culpar eternamente a las mujeres. La violencia sexual es un delito y el culpable siempre es el agresor. El Congreso, no entiende eso. Caer más bajo se puede. 

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ControldelVestir, NoMásRetrocesos

[La Tana Zurda]  Aún me embarga una profunda tristeza y nostalgia por no haber podido despedir en Lima a mi gran hermano del alma, José Antonio Mazzotti. Sin embargo, me siento orgullosa y reconfortada por la forma en que su familia y amigos cercanos en Lima le brindaron un adiós a la altura de lo que él hubiera querido. Fue una despedida que resonó con su espíritu: una chalana, que había sido previamente bautizada por su dueño con el nombre de su madre, Rosa Elvira, surcando las aguas del mar en la Costa Verde, con una puesta de sol y de lluvia que parecían invocar la presencia de los Incas, al reflejarse en los colores del arco iris. La imagen, mágica y espléndida, se desplegó en la mañana del sábado 4 de enero, un día que quedará grabado en mi memoria como una despedida que, a su manera, encapsuló la esencia de lo que José Antonio fue: inmenso, luminoso, indomable.

Quince personas, todas cercanas a José Antonio, salieron de su casa en La Aurora en Miraflores y se dirigieron en tres autos hacia el muelle de Chorrillos en la Costa Verde.

Llevaban consigo las cenizas de nuestro gran poeta, rumbo al Cementerio Marino, mientras un pájaro blanco los acompañaba en su viaje silencioso. En el aire, sonaban las notas de una canción que su viuda, Bárbara Corbett de Mazzotti, y su buen amigo, el poeta Manuel Liendo habían seleccionado para esa ocasión, las canciones favoritas de José Antonio: “Amigo” de Roberto Carlos y “Wish You Were Here”, de Pink Floyd, temas emblemáticos de la época en que José Antonio y Bárbara compartían su tiempo universitario. La melodía resonaba como un himno de despedida, como un suspiro nostálgico que rememoraba aquellos días dorados, mientras el paisaje urbano de Lima se desvanecía lentamente tras ellos.

En un instante de profunda intimidad, y mientras aún sostenía el sobre que contenía las cenizas de nuestro querido poeta, Bárbara hizo un llamado solemne. Uno por uno, los presentes se despidieron, abrazando ese sobre de cartón biodegradable que simbolizaba el cuerpo de José Antonio, arrojado ahora al vasto mar que tantas veces lo inspiró. Manuel Liendo, testigo de aquel acto tan significativo, compartió con nosotros el momento exacto: “Bárbara arrojó al mar el sobre, un intenso sol cayó sobre el mar y sobre nosotros. Un calmo Océano Pacífico, que hacía tan solo unos días había estado encrespado, recibía la enorme vastedad de nuestro querido hermano”. Fue un gesto de despedida que evocó no solo la grandeza de su ser, sino también la inmensidad de su legado, que se diluía en el océano, pero que jamás se perdería.

Así, con una ceremonia tan sencilla como profunda, le dieron el adiós que él merecía, un adiós acorde con la magnitud de su figura. José Antonio Mazzotti fue, sin lugar a dudas, uno de los más grandes poetas, académicos e investigadores que el Perú haya dado. Su obra brilló no solo en el ámbito de la poesía, sino también en la crítica literaria, en sus estudios sobre el Inca Garcilaso de la Vega y en su conocimiento profundo de la poesía mundial. Publicó más de una docena de poemarios y recibió premios y reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional. Un hombre cuya huella era imposible de borrar, quien dejó una marca indeleble en cada disciplina que tocó.

Lo irónico, sin embargo, es que, en su propia tierra, Perú, muy pocos recuerdan o valoran adecuadamente su enorme aporte. A veces, resulta hasta cómico ver cómo los vacíos y las omisiones resaltan aún más la presencia de los grandes olvidados (destaco aquí el risible e inestable “olvido” de Pera en su reciente “In Memoriam. Literatos, artistas y promotores culturales fallecidos en 2024” de su suficientemente computado Vallejo and Company, con lo que demostró magistralmente algo que se hace palpable cada vez más para los autores y editores de, entre otros países, Chile, Argentina y España). No pueden callar la grandeza del intelecto de Mazzotti, ni la creatividad con la que diseñó e impulsó eventos culturales de gran magnitud. Es realmente grotesco cómo aquellos que siempre se presentan como advenedizos, dispuestos a traicionar por un poco de protagonismo, parecen ignorar la verdadera esencia de quienes realmente dejaron una huella profunda. Pero el hecho de que “algunes” alucinen ningunearlo solo resalta aún más su enorme valor, su capacidad para transformar y para seguir presente a pesar de todo.

José Antonio Mazzotti, una y mil veces, ¡siempre presente! Porque su legado es intocable, y sus palabras seguirán vibrando, no solo en las aguas que rodean la Costa Verde, sino en cada rincón del alma que lo conoció.

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Despedida, fraternidad, Literatura, poeta

Dado que es inviable que se establezcan pactos entre agrupaciones políticas de centroderecha y que se evite la fragmentación de partidos de esa laya ideológica, propongo una suerte de primarias entre todas las colectividades y de esa manera llegar al 2026 con uno o dos partidos de ese perfil.

Bastaría un acuerdo simple: que se contrate, de consenso, una encuestadora (si no les gusta o les da confianza ninguna local, que se contrate una extranjera) y que en setiembre de este año, se determine quién tiene más posibilidades y a éste lo apoyan todos, renunciando a sus propias ambiciones presidenciales.

De esta manera se empezaría desde ya con la campaña preelectoral, no se esperaría a diciembre para comenzarla, de persistir lo cual van a llegar todos a abril del 2026 con 1 o 2% de intención de voto y nadie renunciará pensando que la lotería electoral les podrá sonreír en la jornada final, cuando lo que va a suceder en ese caso, es que van pasar dos partidos de izquierda radical o, en el mejor de los casos, uno de ese perfil contra el fujimorismo.

La centroderecha no parece ser consciente de que si no establecen pactos van a llegar con porcentajes mínimos y se van a canibalizar el bolsón electoral que las encuestas le otorgan. Al final, van a perder todos.

Todo está dado para que sean dos candidatos de izquierda radical los que disputen la segunda vuelta el 2026. Si la centroderecha lo quiere evitar, tiene que realizar actos extraordinarios de desprendimiento político. Una idea es la propuesta referida, que tiene, además, una ventaja, que obligaría a los candidatos del sector a empezar ya su campaña, que el principal problema que tienen los candidatos de centroderecha actualmente es que no los conoce nadie y no tienen cerros (el único que tiene llegada a ese sector a la fecha es Rafael López Aliaga).

Serían una suerte de primarias entre los candidatos de centroderecha, que descartaría a varios de ellos y les brindaría la posibilidad de aportar cuadros parlamentarios. Consolidaría una candidatura con posibilidades reales, con respaldo de las encuestas, y permitiría construir una opción plural, potente, con cuadros políticos afiatados, para así ofrecer al electorado una opción atractiva.

Hace unos días, en un medio local, el rector de la UNI, Dr. Alfonso López Chau publicó el artículo La Nación, Renán y Mariátegui. Me agrada lo que escribe López Chau por su solvencia intelectual pero, principalmente, porque, siendo líder de un partido político, Ahora Nación, se ocupa de temas que a ningún político contemporáneo le importarían. Y espero no pecar de soberbio al señalar que es posible que varios de los más conspicuos representantes de nuestra caterva política, ni siquiera hubiesen entendido el texto que aludo. Y es una pena.

Las redes sociales –youtube– todavía guardan discusiones entrañables: una entre Alfonso Barrantes y Alfonso Baella en 1984, otra entre Andrés Townsend, Armando Villanueva, Luis Alberto Sánchez y Ramiro Prialé en 1981, en tiempos en que el APRA se dividió tras la muerte de Haya de la Torre. Aquí no se trata de la temática, de la postura, sino de la docencia política, ¡qué nivel de cuadros! El que menos, desde la pantalla chica, escuchaba al contrincante y se quedaba con el placer estético de haber disfrutado de una charla magistral. Y de esto hace 40 años, en realidad no es tanto tiempo.

¿Que son tiempos pasados? ¿que ya fue? ¿que son otros aires que los soplan hoy? No lo sé. Pero los de hoy no son superiores a las épocas que evoco. Entonces teníamos clase política y teníamos partidos políticos que formaban cuadros para hacerse cargo del Estado. No era el mejor de los mundos, la corrupción estaba allí, pero tampoco era el séptimo anillo del infierno de Dante, al que nos han precipitado recientemente. Entonces no se trata de los tiempos, se trata de un hoyo del que hay que salir con absoluta urgencia.

Pero volvamos a López Chau quien definió la nación apelando al viejo Ernest Renán del siglo XIX, la enunció como “sufrir juntos” porque el sufrimiento impone deberes y exige el esfuerzo común, así como supone el deseo de continuar una vida juntos. Estas palabras podrían sonar vacías en nuestros Tiempos Recios, ¿a quién podría importarle una discusión conceptual si los medios titulan los avatares de una supuesta banda de prostitución clandestina que opera en el Congreso de la República?

Pero la cacocracia, el gobierno de los malvados y de los peores, sólo podrá ser revertida con una nación cohesionada, dotada de un sentido común de bienestar, de desarrollo compartido, de una utopía de patria, de peruanidad. Y ese sentido común, tan maltratado por quienes se estiman en una posición inexpugnable -y que no lo es- debe dar lugar a un gran movimiento de emoción social que salte a la política, que se haga del gobierno y que reconstruya, desde sus cenizas, las instituciones que una vez fueron creadas para servir al ciudadano y a todos quienes formamos parte de ella. Para eso necesitamos a la nación.

Hay una base espiritual, como le gustaba decir a José Carlos Mariátegui, siguiendo a Henry Bergson y George Sorel, en todo esto. Para nuestro amauta el socialismo se lograba con la elevación del trabajador a su máximo estadio de conciencia, lo que implicaba ascetismo, y una vez más, espiritualidad, religiosidad. Ciertamente, no es del socialismo del que hablamos ahora, pero sí de la democracia con justicia social, cuyo prerrequisito pasa por recuperar el Estado para la nación y solo una nación consciente, indignada y fervorosa recuperará el Estado para sí, única y exclusivamente para su beneficio y el de sus ciudadanos.

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#Cacocracia, #Renán, LopezChau, Mariátegui, nación

El tribunal a cargo del juicio del caso Cocteles, decidió anular todo lo avanzado y dispuso retrotraer lo actuado a la etapa anterior; el control de acusación.

El Juzgado determinó que hubo irregularidades y consideró que el Ministerio Público y el juez de investigación preparatoria han viciado el juicio y “vulneraron el principio de congruencia procesal, el derecho a la defensa, el derecho a la imputación concreta y el debido proceso”.

Ya con anterioridad el juez Víctor Zúñiga advirtió al fiscal Pérez de serias inconsistencias que debía corregir y éste no lo hizo, a pesar de lo cual el juez, con poca solvencia profesional, las pasó por alto y ayer el colegiado les jaló las orejas a ambos.

El caso, en principio, no tiene ni pies ni cabeza. El núcleo de la acusación, más allá del ropaje de organización criminal con el que se ha revestido para darle mayor gravedad, es el de lavado de activos. Y salta a la vista que es imposible acusar de origen ilícito a los aportes de campaña de empresas diversas, entre ellas, Odebrecht, a la candidatura de Keiko Fujimori.

El caso se cae a pedazos, pero entre tanto, es menester que el fiscal Pérez y el juez Zúñiga sean removidos de sus puestos porque han demostrado venalidad y subordinación a sus particulares ojerizas ideológicas, antes que al debido proceso y las cautelas judiciales mínimas.

La Fiscalía ha funcionado como una máquina trituradora de honras y ha causado serios perjuicios a centenares de imputados. Véase el caso del Eficcop y, por ejemplo, la imputación en mi contra: se me incluye en una investigación por organización criminal por haber publicado tres informes, dos de ellos en contra de Marita Barreto, y ella se venga incluyéndome en un proceso que ha tenido consecuencias personales graves al perder trabajos, ver suspendidos proyectos y gastar enorme cantidad de tiempo y dinero en mi defensa, a sabiendas de que el caso se va a caer pronto porque no tiene ni pies ni cabeza (es más, el fiscal a  cargo ahora del proceso debería revisar el expediente y proceder a rectificar la imputación).

Delia Espinoza se está quedando corta con la reorganización del Ministerio Público y en algunos casos está dando pasos equivocados. Tiene que cortar de raíz el proceso de degradación institucional en el que ha caído la institución que hoy preside y que ha vuelto a saltar a la vista de la ciudadanía con lo ocurrido en el caso Cocteles.

[La columna deca(n)dente] En un Estado democrático, el Ejecutivo y el Legislativo tienen la misión de representar a la ciudadanía y trabajar por el bienestar común. Sin embargo, en ciertos contextos, estas instituciones pueden ser capturadas por organizaciones criminales que operan en su interior, transformándolas en herramientas de saqueo, corrupción y protección de intereses particulares. Esta dinámica, conocida como captura del Estado, constituye una de las amenazas más graves para la democracia y el Estado de derecho.

Un Ejecutivo y un Legislativo infiltrados por redes criminales no solo distorsionan la función pública, sino que la pervierten por completo. Estas estructuras capturadas gobiernan para las “élites” que las controlan, adoptando decisiones que aseguran beneficios privados mientras despojan a las instituciones de su legitimidad. En este escenario, el interés público queda subordinado a una agenda oculta dominada por la corrupción, la impunidad y la acumulación ilícita de poder.

Las decisiones y leyes emanadas de estas instituciones, aunque presentadas como legales, son en realidad herramientas diseñadas para proteger intereses criminales. Ejemplo de ello son normativas que reducen sanciones por corrupción o leyes que bloquean investigaciones contra funcionarios. La corrupción deja de ser un fenómeno aislado para convertirse en el eje del funcionamiento del Estado, donde los recursos públicos son desviados hacia redes clientelistas o utilizados para el enriquecimiento ilícito de operadores del sistema.

Además, los sistemas judiciales y de control son cooptados para garantizar la impunidad, generando un círculo de protección que perpetúa el poder de estas redes. Las decisiones gubernamentales se alinean con los intereses de estas estructuras, priorizando normativas y programas que favorecen sus actividades ilícitas, como la flexibilización de regulaciones clave.

Cuando el crimen organizado se instala en las instituciones públicas, las bases de la democracia se erosionan rápidamente. La ciudadanía pierde confianza en sus representantes, alimentando discursos populistas y autoritarios que prometen un «borrón y cuenta nueva». Al mismo tiempo, la manipulación de las leyes restringe derechos fundamentales, como la libertad de expresión y la igualdad ante la ley, consolidando un abuso sistemático del poder.

En este contexto, los partidos políticos emergentes tienen una oportunidad histórica de marcar la diferencia. Para ello, deben cimentarse sobre principios éticos sólidos, mostrando un compromiso inquebrantable con la transparencia y la rendición de cuentas. Es fundamental evitar replicar prácticas corruptas y priorizar la construcción de estructuras internas democráticas y participativas que inspiren confianza en los ciudadanos y ciudadanas. 

Estos nuevos partidos deben forjar alianzas amplias con actores democráticos y organizaciones de la sociedad civil para impulsar reformas que fortalezcan las instituciones y prevengan la infiltración de redes ilícitas. Asimismo, deben promover una narrativa política centrada en propuestas claras y viables que respondan a las demandas sociales. Prepararse con propuestas creíbles y éticas será clave para recuperar el poder político y revertir el daño institucional causado por las mafias en el poder.

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Ejecutivo, Estado capturado, legislativo, organizaciones criminales

[Música Maestro] David Bowie, una de las figuras más importantes de la cultura rockera a lo largo de sus seis décadas de existencia, falleció el 10 de enero del 2016, dos días después de cumplir 69 años y de haber lanzado su vigésimo quinto álbum en estudio, el sorprendente y agónico Blackstar, el penúltimo si consideramos Toy (2021), disco póstumo que contiene regrabaciones de singles y lados B del periodo 1964-1971, hechas en el año 2000 por Bowie y su última banda, integrada por Earl Slick, Mark Plati, Gerry Leonard (guitarras), Gail Ann Dorsey (bajo, coros), Mike Garson (teclados) y Sterling Campbell (batería). Este 2025 habría cumplido, el pasado jueves 8, 78.

Apenas se supo de su fallecimiento, se produjeron diversas manifestaciones públicas en Londres y otras ciudades del mundo, que demostraron el cariño que había inspirado el Duque Blanco entre sus fanáticos en vida, y el pesar que produjo su muerte. Algunas fueron espontáneas y sorprendentes, como aquella en la que miles de personas se juntaron en Piccadilly Circus, el corazón turístico de la capital de Inglaterra, para cantar uno de sus clásicos, Starman, single principal de su cuarto álbum, el brillante The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (1972).

Asimismo, durante las semanas posteriores al deceso del artista, cientos de bandas alrededor del planeta interpretaron en sus conciertos alguna de sus canciones, en señal de respeto y despedida a la influyente figura de uno de los animadores definitivos de la escena británica del rock clásico, iniciador de tendencias que abarcaban tanto aspectos musicales como de imagen y actitud hacia los medios, que quedaban sorprendidos por sus constantes innovaciones y propuestas estéticas. Uno de los clips que más circularon por Facebook en esa época fue el de The Flaming Lips tocando Space oddity –que ellos mismos había versionado-, a teatro lleno y con una fiesta globos, en EE.UU.

Pero ningún tributo había hecho completa justicia al legado musical y artístico del camaleónico e hiperactivo cantante, actor, productor y multi-instrumentista británico hasta el lanzamiento, en febrero del 2016, de la gira mundial Celebrating David Bowie (CdB), un proyecto musical que se encargó de continuar con aquello que el creador de joyas musicales como Hunky dory (1971), Station to station (1976), Low (1977), Let’s dance (1983) o Heathen (2002), disfrutaba más en la vida: hacer conciertos, electrizar al público con esa combinación genial de vaudeville, rock’n roll, circo, moda, glamour, rock progresivo, soul y pop electroacústico que desplegó durante su larga trayectoria.

Una banda de músicos de primera, organizada por el experimentado productor, guitarrista y cantante Angelo “Scrote” Bundini, viene dándole la vuelta al mundo desde entonces con un repertorio que cubre la etapa clásica de la discografía de Bowie (1970-1984), al que añaden una que otra de las canciones que produjo en décadas posteriores. Este concierto-homenaje, que llegó a Lima el 25 de octubre del 2018 para presentarse en el Teatro Municipal, es lo más cercano a lo que habría sido ver al fallecido cantante en vivo, gracias a la interpretación prolijamente excelente de este ensamble que reúne a artistas de diversas procedencias unidos por un tema común: su admiración o cercanía al homenajeado.

Por ejemplo, en aquella ocasión tuvimos entre nosotros a Angelo Moore, vocalista de Fishbone, ecléctica banda californiana de funk-rock de los ochenta y noventa, a quien Bowie alguna vez calificara como «el mejor cantante del mundo». O al talentoso e innovador guitarrista Adrian Belew, quien fuera director musical de la banda de Bowie en 1990, luego de haber trabajado para Frank Zappa y Talking Heads, además de ser en ese mismo año miembro estable y fundamental de los titanes progresivos King Crimson. Belew, uno de los guitarristas más inquietos y ocupados de los últimos 45 años, acaba de concluir una exitosa gira con otros tres virtuosos colegas, Steve Vai, Tony Levin y Danny Carey, interpretando precisamente el material que coescribió con Robert Fripp durante el periodo 1981-1983 del Rey Carmesí.

Pero además de estos tres pesos pesados, la banda que tocó en Lima incluyó a otros músicos extremadamente buenos como el australiano Paul Dempsey (voz, teclados, guitarra acústica), líder del grupo noventero Something For Kate; su compañero «House» (bajo); el versátil Ron Dziubla (saxo, teclados), de permanente presencia en discos y conciertos del guitarrista de blues Joe Bonamassa; y el californiano Michael Urbano (batería), conocido por ser integrante de los exitosos Smash Mouth y Sheryl Crow. Este virtuoso septeto hizo vibrar al público con inolvidables canciones del universo Bowie.

Las graderías, palcos y plateas semivacías de nuestro hermoso Teatro Municipal absorbieron las descargas brillantes de glam-rock y energía desplegadas por CdB durante más de dos horas, en uno de los mejores conciertos de esa temporada 2018. Un espectáculo como este, elogiado con enorme entusiasmo por las secciones culturales de medios prestigiosos de EE.UU. y Europa como The New York Times o The Guardian, y revistas especializadas como Uncut y Classic Rock Magazine, fue placer de minorías en esta ciudad entregada al mierdoso reggaetón, el simplón y tonero latin-pop o la idiotizante cumbia de chaveta y pico roto de botella. 

Presentaciones a casa llena en Chile, Uruguay, Brasil y Argentina nos dejaron mal parados ante artistas de alto nivel, una de las tantas demostraciones de que Lima no da la talla como plaza para acontecimientos culturales y espectáculos de primera, ni siquiera aquellos asociados a las estrellas de rock más importantes de todos los tiempos, como David Bowie. Un mes antes, ese mismo año, el extraordinario guitarrista alemán Uli Jon Roth, fundador de Scorpions, que hasta el 2024 ha llenado cuanto teatro y festival en el que participa, solo fue capaz de convocar a 150 personas en La Noche de Barranco. Una vergüenza.

Pero, en la tocada de Celebrating David Bowie de aquel octubre del 2018, en tiempos en que Keiko Fujimori era llevada presa y Martín Vizcarra gobernaba con mayoritario apoyo popular por enfrentarse a los grupos de poder político y económico, estuvimos quienes teníamos que estar: fans de Bowie de todas las edades que saltaron, cantaron y bailaron cada tema con emoción y entrega. Algo que Belew, Bundini, Moore, Dempsey, House, Dziubla y Urbano seguro supieron apreciar.

Solo dos detalles afearon aquella velada: el sonido no tuvo una buena noche, por momentos no se escuchaban las voces y algunos pasajes de saxo, guitarra y teclados pasaron desapercibidos. Y el otro: hay conciertos que no requieren de teloneros, y este fue uno de ellos. Sin desmerecer el esfuerzo de Toño Jáuregui de Libido, lo suyo no tuvo nada que ver con la tremenda oleada de musicalidad y virtuosismo que vimos y escuchamos después. Mucha distancia entre ambos. Abismal.

Angelo Moore resultó ser un personaje lleno de sorpresas, dispuesto a robarse los reflectores. Exultante y desinhibido, Moore comenzó el show antes de la hora pactada, saludando al público que iba ingresando al teatro, derramando carisma. Sobre escena, se ocupó de personificar, a su estilo recargado, casi como un drag-queen, algunos de los emblemáticos atuendos y peinados que usó Bowie en sus años de gloria, dándose volantines y mezclándose entre el público, a quienes les acercaba el micrófono para que colaboren en los coros. 

Al fondo, la base rítmica de House y Michael Urbano mostró solidez y precisión a lo largo del concierto, y alcanzó momentos realmente fantásticos, sobre todo en los temas más funky del catálogo bowiesco como Sound and vision (Low, 1977), Ashes to ashes (Scary Monsters, 1980) o Golden years (Station to station, 1976).

Mientras tanto el saxofonista Ron Dziubla se lució en cada una de sus intervenciones, especialmente con sus solos en los exitazos radiales Blue jean (Tonight, 1984) y Modern love (Let’s dance, 1984), que generaron locura en los pasillos del local. Por su parte, Paul Dempsey colocó sus acordes redondos y prístinos de guitarra acústica con suma elegancia en canciones como Life on Mars? (Hunky dory, 1971), Space oddity (David Bowie, 1969), Quicksand (Hunky dory, 1971) o Five years (The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars, 1972), además de ejecutar una performance perfecta.

En cuanto a la pareja de guitarristas, Angelo “Scrote” Bundini y Adrian Belew, mientras el primero se mostró cumplidor y correcto con riffs y solos estrictamente bien colocados, el segundo exhibió su conocido talento para la experimentación con ese manejo tan particular que tiene de la guitarra eléctrica, arrancándole sonidos brutalmente impredecibles, que parecen sacados de otra galaxia, aunque bastante contenidos para nuestro gusto, ya que su rango de acción es muchísimo más amplio y durante la primera parte del concierto entraba y salía permanentemente de escena.

Belew, a pesar de ser el nombre más importante del cartel en la versión de Celebrating David Bowie que visitó nuestro país -y que ha contado, en sus fechas en los EE.UU. y Europa, con invitados notables como Todd Rundgren, Sting, Gail Ann Dorsey, entre otros-, cumplió con sus apariciones con suma sencillez, casi con perfil bajo. Pero sacudió el teatro cuando le tocó lanzar esas estrambóticas descargas de electricidad como en Stay (Station to station, 1976) o el mix DJ/Boys keep swinging (Lodger, 1979), en cuya grabación original participó, habilidades que conquistaron a Bowie cuando lo conoció allá por 1978, y prácticamente lo sacó a hurtadillas de la banda de Frank Zappa, donde cumplía contrato de un año.

Tanto Adrian Belew como Angelo “Scrote” Bundini, Paul Dempsey y Angelo Moore son excelentes cantantes y se repartieron funciones vocales según la canción interpretada. Mención aparte para la emocionante armonía que construyeron en Space oddity, que hizo recordar a la que hacía Belew con el mismo Bowie, durante el alucinante Sound+Vision Tour de hace 35 años, en la que fue guitarrista y director musical en más de 100 conciertos, con los que inclusive llegaron a Sudamérica. 

Para el cierre de aquella fantástica noche en el Municipal de Lima, los CdB tocaron dos temas que definen no solo la obra de David Bowie sino toda una época del rock, una que lamentablemente no volverá: All the young dudes (que Bowie regalara en 1972 a sus amigos Ian Hunter y Mott The Hoople, para que se hagan famosos) y “Heroes” (“Heroes”, 1977), que los peruanos de bien dedicaron, en esa misma semana, al fiscal José Domingo Pérez y al juez Richard Concepción Carhuancho, quienes pudieron convertirse en héroes, aunque sea solo por un día.

El setlist incluyó siete de las once canciones de The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars, legendario cuarto disco de David Bowie, lanzado originalmente en 1972, hasta ahora considerado el punto culminante de su primera época: Five years, Soul love, Suffragette city (con Angelo Moore en estado de posesión demoniaca), Rock’n roll suicide, Moonage daydream, Starman y por supuesto, Ziggy Stardust, himno y carta de presentación del alter ego más famoso de la historia del rock, un ídolo de peinado rojo y «ese culo dotado por Dios» que conquistó la Tierra desde el espacio exterior con una guitarra y una banda, las Arañas de Marte, integrada por Mick Ronson (guitarras), Trevor Bolder (bajo) y Woody Woodmansey (batería).

Precisamente, el título de uno de esos clásicos fue usado para el más reciente documental dedicado a David Bowie, de revisión obligada para recordarlo en estos días. Moonage daydream (Brett Morgen, HBO Original, 2022) ofrece un viaje psicodélico por la carrera del músico, a través de imágenes nunca vistas en concierto, extractos de entrevistas y contextos de sus inicios, sus años en Berlín, sus permanentes reinvenciones y renacimientos. Desde Ziggy Stardust hasta Tin Machine, el espectador logra conectarse con este artista que tenía tanto de Marcel Marceau como de Oscar Wilde y dejó un legado rico en simbolismos usando el poder de rock como principal arma y vehículo expresivo. El film, estrenado en la edición 75 del Festival de Cannes, es considerado como uno de los mejores documentales sobre una estrella de rock.

Desde su primera aparición, un mes después de la muerte de David Bowie, CdB ha realizado diversas presentaciones en todo el mundo. La última de sus giras fue el año 2022 con invitados especiales como la vocalista Lisa Loeb, el baterista Ryan Brown (Zappa Plays Zappa) y músicos que han trabajado ampliamente con Bowie como el tecladista Mike Garson o el bajista Carmine Rojas. Para este 2025, CdB está anunciando nuevas fechas con la participación del cantante de la legendaria banda británica de goth-rock y post-punk Bauhaus, Peter Murphy. 

Aquella noche del 25 de octubre del 2018 fue inolvidable para los amantes del buen rock and roll, que llegó a Lima gracias al esfuerzo de la productora Lima Live Sessions, que se dedicó mientras pudo a traer actos de enorme calidad -Uli Jon Roth, Magma, The Flower Kings, los Stick Men de Tony Levin, fueron solo algunos-, aunque no hayan atraído a las masas de público que merecían sus talentos y trayectorias, para balancear la predecible agenda de visitas de artistas que podrán estar muy de moda pero jamás alcanzarán la trascendencia artística de David Bowie.

 

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