Opinión

Recientemente Alonso Cueto publicó la novela Otras Caricias que rompe la vieja e insuficiente definición del vals como una suerte de “alegría sollozante”. Cueto nos habla de una modesta elegancia, o de la elegancia de la pena, que es como observé el ángulo desde el cual nuestro célebre novelista se ha propuesto relanzar (y rescatar) el vals para nuestros tiempos presentes, y a sus ambientes viejos, con sabor a madera húmeda, que nos sumen en una profunda nostalgia para que comprobemos que, en él, tenemos, como en el tango porteño, o el bolero habanero, un género que será siempre nuestro, que espera por nosotros, todos los viernes a la misma hora, y que nunca le hizo daño a nadie.  

En esta ocasión, a propósito de celebrarse un aniversario más del día de la canción criolla, he querido referir la presencia de los celos en las letras de los valses, recurriendo para ello a cuatro temas. El primero es Zapatero Celoso, que aprendí de mi padre, cuando niño. De hecho, es un vals que hoy no pasaría el examen de la cultura de la cancelación pues, aunque muy alegre en la tonada, reza así: 

“Un zapatero celoso, 

le dijo a su mujer, 

cómo te encuentre con otro, 

yo te tiro con el tirapié” 

Felizmente, yo creo más en la explicación que puede ofrecer un disclaimer que en eliminar aquello que del pasado no le resulta políticamente correcto al presente. Este vals fue compuesto a fines del siglo XIX y es posible que su letra haya sido escrita inclusive antes. Por ello, corresponde al periodo denominado de la Guardia Vieja, donde lo común era el anonimato de las canciones. Ciertamente, dicha letra es expresión de una cultura popular patriarcal explícita, muy alejada de nuestros tiempos.

Pero para los años veinte del siglo pasado, Felipe Pinglo había llegado a revolucionar el vals tanto en sus líneas melódicas como en sus letras. Pinglo fue todo lo cosmopolita que pudo en la Lima de aquellos tiempos, tenía secundaría completa en Guadalupe, que no era poca cosa para un hombre de la Lima obrera, y una sensibilidad social y musical que le permitió retratar realidades y sensaciones con imágenes intemporales que se devanean entre nuestros días. Es en la década de 1920 que el Bardo de los Barrios Altos compone el vals Celos, que es una elegante metáfora entra las caricias que brinda la mujer idolatrada a las flores de su jardín y acerca de la brisa que  besa su rostro, una y otra vez, placer prohibido para el pretendiente cautivo: 

“Celos tengo de las flores que hoy me roban

El cariño de aquel ángel de pureza

Las envidio porque son acariciadas

Sin suplicas, sin lloros y sin ruegos.

Celos tengo de esos labios tan hermosos

Que depositan besitos tan intensos

Y celos tengo de la brisa mañanera

Que besa y besa, lo que besar no puedo” 

Pedro Espinel fue amigo barrial de Pinglo pero casi una década menor, aquel nació en 1908, este en 1899. Se dice que Espinel comenzó a componer tras el fallecimiento de Pinglo y, de hecho, lo sobrevive casi cinco décadas pues nos acompañó hasta 1981. De esta manera, si Pinglo fue un cosmopolita de los años 20 y 30, Espinel lo fue en las décadas siguientes. Sus letras, que acaso muestran algún diálogo poético con los requiebros románticos del bolero, así lo demuestran. 

Espinel cuenta con dos valses que tratan de los celos, uno de la mujer hacia el hombre, y el otro del hombre hacia la mujer. El primero se titula Rosa Elvira, y la música corresponde al también compositor criollo Carlos Saco. Es una belleza, trata de las palabras de seducción y tranquilidad del hombre a la mujer amada que está llena de inquietud por la prolongada ausencia de su amado: 

“La causa de este mal, yo creo adivinar

en que al no verme le torturan ya los celos

por eso al comprender que el remedio está en mí

a continuo mis labios le suelen decir:

Rosa Elvira de mi ensoñación

eres la única beldad

a quien ama de verdad

mi sensible corazón

ven y dime quien te puede amar

tan igual o más que yo

que te amo con gran devoción” 

Quizás la versión más sublimada y delicada de los celos en el vals, nos la ofrece de nuevo Espinel en su vals Celos Míos, donde el amante que se encuentra inseguro sin ninguna razón, abre su corazón a la intimidad de sus sentimientos. 

Amo y sufro, soy cautivo de espasmo,

que me inyecta el continuo cavilar,

no comprendo si tal vez sea un sarcasmo,

el amar y ser celoso por demás.

Pues los raros espejismos que, en mi mente,

los contemplo en continuo desfilar,

me han tornado en amante indiferente,

desconfiado y temeroso para amar.

Celos vanos que atormentas mi existencia,

prodigando la tortura y desamor,

quien pudiera imaginar lo que puede acontecer,

si los celos se apoderan del querer.

Creo que hemos discutido demasiado sobre el vals, innecesariamente, sobre todo en nuestras esferas intelectuales. Hoy que sabemos que el vals ni murió, ni siguió muriendo, debemos abrirle la puerta de nuestros hogares, tanto criollos y no criollos, para aprender a escuchar lo que tiene que cantarnos pero en voz baja, como un susurro al oído, modesto, como sugiere Alonso Cueto. 

No es casual que una nueva generación de músicos como Renzo Gil o Sergio Salas se haya abocado al rescate de verdaderas joyas musicales que no se encuentran en el repertorio valsístico tradicional y que nos ofrecen un auténtico género de culto. Al mismo tiempo, la colección De Familia fue un esfuerzo notable para reunir viejos y nuevos representantes de los clanes criollos de antaño, mientras que La Gran Reunión, agrupó antiguos exponentes que de otro modo no hubiesen podido establecer la sinergia de entrelazar juntos a su arte y sabor. En el plano editorial, la investigación de Gérard Borras Lima, El Vals y la Canción Criolla devela una inimaginable variedad temática que supera nuevamente a la “alegría sollozante”.

Los celos en el vals son parte de mi celo por el vals, por una riqueza que está para recogerse, rescatarse, pero sobre todo para disfrutarse y jaranearse, y no solo cada 31 de octubre: para eso fue creada. 

 

 

 

 

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Día de la Canción Criolla

Cae la aprobación de Castillo de 40 a 35% en un mes, y su desaprobación crece de 42 a 48%, según la última encuesta del IEP publicada hoy en La República. Un desastre político por donde se le mire. Es claro efecto de los dislates y contramarchas de un Primer Mandatario, a quien el cargo definitivamente le ha quedado grande.

El país se puede volver prontamente ingobernable si el Ejecutivo, de la mano de Mirtha Vásquez, cuyo gabinete tiene mayor respaldo que el Presidente (43%), no traza un plan de políticas públicas claras y rotundas que compensen el rumbo errático y contraproducente del Presidente.

Ya vemos cómo empiezan a estallar conflictos sociales en distintas zonas del país, por ahora enfocadas contra inversiones mineras, pero ya se anuncian protestas de diversa índole; la economía no tiene cómo crecer más del 2% anual, a partir del 2022 (tasa insuficiente siquiera para absorber la nueva mano de obra que entra al mercado), y se generará mayor desempleo, menor inversión y, por ende, mayor pobreza; la política se va a seguir enrareciendo: por pura sensatez de la oposición congresal lo más probable es que le otorguen la confianza al gabinete Vásquez, pero no hay puentes tendidos por parte del Ejecutivo y las relaciones entre ambos poderes probablemente se sigan deteriorando.

Si a ello le sumamos que pronto viene la tercera ola pandémica, y nos cogerá nuevamente sin la preparación debida, en camas UCI y oxígeno, otra vez se generará en el país la tormenta perfecta de crisis (sanitaria, económica, política y social), que ya hizo que el país patease el tablero electoral y eligiese a un candidato disruptivo antiestablishment y que, ahora, ya con el outsider en el poder, arremeterá con furia por la decepción de un gobierno mediocre a todas luces. Y ya no habrá elecciones para desfogar el malestar ciudadano.

El riesgo de un estallido social, a lo Chile o a lo Colombia, no lo corren solamente los gobiernos de derecha. También lo han sufrido gobiernos de izquierda (Venezuela, Bolivia, Ecuador de Correa en su momento, etc.), y como vamos, nos conducimos a pie firme hacia un escenario proclive a ese estado de cosas. Por pura incompetencia de un gobierno signado por la medianía y la improvisación.

La del estribo: recomendable Dos de Ribeyro (Confusión en la prefectura y El último cliente), dos obras teatrales de nuestro notable cuentista, bajo la dirección de Alberto Isola y las actuaciones de Javier Valdéz, Sandra Bernasconi y Roberto Ruiz. Va todo el mes, de viernes a domingo, en el entrañable Teatro de Lucía.

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aprobación, Presidente Castillo, Últimas encuestas

¿Preparando un viaje? Con toda la tranquilidad de una vacuna que se va haciendo universal, menos angustia alrededor de las salidas y encuentros, nos disponemos a apretar las rodillas sobre los flancos de Rocinante. ¡Pero vaya que encontramos molinos del viento en varios puntos del camino! Debe haber un concurso entre nostálgicos de los peores momentos, buscando ganar el premio al trámite más enrevesado. ¡Si cuando el  SRAS-CoV-2 hacía de Pac-Man con nosotros era más sencillo desplazarse!

Y, sí, los especialistas de la salud mental en medio de la carnicería pandémica tuvimos que hacer frente a numerosos casos de ansiedad generalizada, ataques de pánico y cuadros depresivos severos, pero nunca la seguidilla de intentos de suicidio ocurrida cuando las cosas parecen ir mejor. 

Y, espero no ser pájaro de mal agüero, este día de las brujas con jarana criolla, podría dejar a un grupo que no se atreve a sacar la nariz, terriblemente frustrado; y a otro que ha estado —me consta— preparando disfraces, con el hígado bastante maltratado y el rostro desfigurado en alguna bronca monumental. 

¿Qué pasa? Bueno, algo que podríamos calificar de posguerra. Me remito a un relato que escuché muchas veces durante mi adolescencia. 

Inicios de 1945. Habían sacado a los prisioneros de Auschwitz para transferirlos a otros campos. Los soldados alemanes conducían las marchas de la muerte para alejarse del avance aliado. Al atardecer de cada día los encerraban en graneros y en la madrugada los despertaban para continuar. 

Pero ese día no pasó nada. La puerta permaneció cerrada. Y siguió cerrada una, dos, tres horas. Nadie osó abrirla. Los barrotes del cautiverio también habitaban la mente. El ejército rojo los retiró. Mi interlocutora inició el camino de retorno. Lo recorrió como pudo en un mundo que ya no estaba en guerra. 

Fue, según ella, más terrible que el campo de concentración. Una experiencia borrosa en un escenario agitado más que alegre, sin reglas, lleno de personajes que podían pasar de la bondad a la maldad, y de regreso, de manera impredecible. Un interregno pleno de injusticias en nombre de la justicia, venganzas, acaparamientos, delaciones, apropiaciones y expropiaciones. La autoridad estaba escondida mientras los festejos y el desorden encubrían un todo vale cruel. 

Algo como lo que está pasando a estas alturas de la plaga. ¿Por qué ahora que el virus afloja y las calles se abren?

Quizá no sabemos aún qué reglas aplicar. Las que rigieron hasta hace no mucho parecían sencillas, eran dicotómicas, definían mapas con fronteras claras y límites precisos. Aún dentro de la informalidad que caracteriza nuestro país, el espíritu dominante era la protección, el recelo, el evitamiento, la reclusión. Se salía, sí, pero como exploradores a partir de una base de operaciones, para regresar rápido al refugio seguro. 

No es que las condiciones hayan cambiado de manera radical. Nadie en su sano juicio puede declarar que hemos derrotado a la peste. Incluso es posible afirmar que hay indicadores sanitarios que preocupan, como el aumento de las hospitalizaciones. Pero parece que vemos al virus como una suerte de francotirador agazapado que sigue matando porque no se ha enterado del final de las grandes batallas. Hay un estado de ánimo postbélico asumido por una colectividad que se lanza a a vivir sin cortapisas, digan lo que digan ministros, alcaldes y otras autoridades, o las voces sensatas. 

En ese entorno quedan los que no se mueven y siguen encerrados, los que salen a recorrer las calles y visitar las trincheras humeantes, los grupos que se rediseñan y buscan nuevas pertenencias y señales distintivas, así como ritos de iniciación y pasaje que aún no se consolidan. 

Muchos se han quedado sin explicaciones para algunas de sus conductas más estrafalarias en el sentido de la contracción autista o de la expansión transgresora. Nos quedamos frente a tareas pendientes, en todos los momentos del ciclo vital y en todos los papeles y funciones, que se habían trastocado o dejado en pendientes. 

Como dicen los pilotos, ¡a amarrarse los cinturones de seguridad!

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Covid-19, Salud Mental, Vacunación

Sabemos de los inmensos retos que tiene el Perú: necesita proveer servicios públicos de calidad, construir infraestructura de transporte, salud y educación, luchar exitosamente contra la corrupción, reducir sustancialmente la pobreza, generar oportunidades económicas para la población, entre otros.

En la constitución actual se consignan los servicios de salud y educación como derechos básicos, sin embargo estos continúan siendo escasos y de mala calidad debido a la incapacidad de gestión del Estado.

Corregir la incapacidad de gestión es una tarea difícil y lenta, que requiere liderazgo, capacidad y experiencia, un equipo de trabajo seleccionado meritocraticamente, planificación,  presupuesto, disciplina, así como estar dispuesto a luchar contra intereses enquistados y autoridades corruptas. 

Sin embargo, algunos políticos en el poder pretenden que la verdadera solución está en modificar la constitución o en nacionalizar el gas.

Sabemos que el Estado es propietario de los recursos que están en el subsuelo y que lo que otorga son concesiones extractivas a privados. ¿Si se plantea nacionalizar el gas porque no se usa esa misma lógica para nacionalizar todos los recursos mineros del país? ¿Por qué no nacionalizamos también todas las minas y usamos esos recursos para beneficio del pueblo? 

Si nacionalizamos estos recursos, ¿Quién los va a administrar? ¿El Estado que sabemos es ineficiente y corrupto? ¿Qué mensaje se da a los privados que invirtieron y asumieron riesgos en largos y complicados proyectos, dentro de una normativa establecida por el Estado para rentabilizar estos recursos? ¿De dónde van a salir los cuantiosos fondos que se necesitan para invertir en exploración y desarrollo minero?

Se habla de nacionalizar el gas pero la frase correcta sería comprar las empresas extractivas de gas, porque no va a ser gratis, el Estado peruano tendría que pagar 8 mil millones de dólares (según algunos estimados), y si no los quiere pagar se lo van a cobrar a través de un arbitraje internacional. 

¿Tendría sentido gastar esa cantidad de dinero en apropiarse de la infraestructura de gas en vez de invertirla en hospitales, colegios, carreteras y aeropuertos? ¿Y esto después de haber gastado 5 mil millones de dólares en una refinería de dudosa utilidad?

Finalmente es solo una distracción que oculta la incapacidad de los gobernantes para abordar los temas de gestión que son el problema principal del país. El Estado tiene fondos, lo que no sabe es administrarlos. 

Hace cinco décadas, en el contexto de una sociedad peruana muy distinta a la actual, muchos políticos de izquierda hablaban de la necesidad de una revolución en el Perú. En ese contexto se dio la reforma agraria y se otorgó el voto a los analfabetos. En el 2021 vivimos una situación muy distinta, en la cuál los peruanos tuvieron la libertad de elegir a un presidente de izquierda, maestro rural, serrano, hijo de familia humilde. Lo hicieron porque quieren cambios que mejoren su calidad de vida, no quieren perder el tiempo en quimeras. Si bien la izquierda puede tener muy buenas intenciones y puede realmente desear ayudar a las mayorías, sus propuestas de solución son pésimas. 

En el Perú de hoy, ser revolucionario es hacer los cambios que necesita el país:

Revolucionario sería tener un sistema meritocrático de contratación y remuneración de funcionarios en ministerios, organismos, municipalidades, gobiernos regionales y demás instituciones del Estado.

Revolucionario sería reorganizar el sistema de descentralización de manera que el rol de los gobiernos regionales sea supervisor mientras que el gobierno central sea ejecutor de los servicios públicos en todo el país. 

Revolucionario sería reorganizar el sistema municipal de manera que los alcaldes no sean elegidos democráticamente sino que sean contratados a través de un concurso público meritocrático entre candidatos profesionales con capacidad y experiencia, que sean remunerados con sueldos equivalentes al del sector privado e incentivos por cumplimiento de metas. En paralelo se podría elegir democráticamente un concejo municipal que supervise la administración del alcalde contratado. 

Revolucionario sería expropiar los terrenos que faltan para terminar obras que tienen más de una década sin concluir (como es el caso de la conexión entre la autopista Ramiro Priale y la carretera central en Lima)

Revolucionario sería ordenar el transporte público de manera que los ómnibus y combis paren solo en los paraderos, que un chofer con papeletas no pueda conducir, que un vehículo con papeletas impagas o que no tenga luces vaya al depósito, que se haga una campaña en todos los medios de respeto a las normas viales.

Revolucionario sería que las regalías mineras sean administradas por el gobierno central y no por municipalidades y gobiernos regionales corruptos, y que se dediquen a obras construidas con el sistema de gobierno a gobierno de manera que estas se ejecuten eficientemente y signifiquen real desarrollo para las regiones mineras.

Revolucionario sería negociar acuerdos con las comunidades de zonas mineras para que nuevos proyectos mineros, respetuosos de las normas ambientales, se activen y generen ingresos que beneficien a estas poblaciones y a todo el país.

Revolucionario sería asegurarse que nuestras pistas sean hechas por contratistas que cumplan las normas de calidad y no se deterioren al poco tiempo de construidas.

Revolucionario sería construir aeropuertos en ciudades intermedias de provincia para facilitar el transporte aéreo.

Revolucionario sería instalar internet en todos los pueblos del país.

Todas estas actividades y muchas otras más serían revolucionarias, pero mucho más fácil es distraer a la población con cuentos populistas.

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Gestión del estado, revolución

1.- Dar el voto de confianza al gabinete presidido por Mirtha Vásquez. Hay que saber distinguir lo que ella representa respecto del impresentable gabinete Bellido. Es una superación cualitativa y no cabe gastar una bala de plata tontamente. Con la nueva ley de la cuestión de confianza, el Ejecutivo casi no puede utilizar esa arma para arrinconar al Congreso. Sería torpe e insensato gastar una de las dos que tiene el Legislativo en bajarse a un gabinete que, por el contrario, hay que ponderar respecto de lo que significa en materia política. No darle el voto de confianza a Mirtha Vásquez sería hacerle el juego a Vladimir Cerrón.

2.- Proceder a la censura de ministros como el del Interior y el de Educación. Ofenden el sentido común que se mantengan en sus puestos. Ir de uno en uno cuando la situación lo amerite, como en este caso, que se justifica sobradamente. Un ministro prococalero y otro pro Movadef no pueden estar un día más en el gabinete ministerial.

3.- Coordinar estrechamente. A nivel de los voceros de las bancadas de oposición (Acción Popular, Alianza para el Progreso, Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País, Podemos, Somos Perú-Morados) o de los propios líderes de las mismas. Hacerlo con regularidad y construir así un muro de contención respecto de eventuales despropósitos de un Ejecutivo tan dado a ellos.

4.- No otorgar las facultades legislativas que en materia tributaria, fiscal, financiera y de reactivación económica ha presentado el Ejecutivo. Demasiada ojeriza -literalmente hablando- destila el titular del MEF como para entregarle carta blanca. Que presente sus proyectos uno por uno y se evaluarán en esa misma perspectiva.

5.- Ponerse de acuerdo para que los 88 votos que estas bancadas tienen alcancen para coordinar los nombres de los seis magistrados del Tribunal Constitucional a ser elegidos en marzo. Lo ideal sería que se vote en bloque y no individualmente para evitar los recelos y las sorpresas.

6.-  Acercarse a Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva, BCR, y pedirle que él sugiera los tres nombres de los economistas o profesionales que desea para completar el directorio del instituto emisor. Y votar por ellos en bloque asegurando así un buen manejo de la política monetaria para los siguientes cinco años.

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agenda, Ministro de educación, ministro del Interior, Mirtha Vasquez

La cultura popular, su evolución y múltiples manifestaciones, sirve para entender la idiosincrasia de una nación. A través de los recuerdos medianamente recientes, es posible reconstruir nuestra forma de ser, nuestros usos y costumbres, niveles de educación, sociabilidad y calidad de la convivencia entre ciudadanos. La industria de la nostalgia -como diría el periodista y ensayista británico Simon Reynolds- es una de las más rentables del siglo 21, tanto en términos comerciales -venta de memorabilia, objetos vintage, artistas antiguos- como en cuestiones más subjetivas como el placer de revivir épocas perdidas en los oscuros vericuetos de la memoria, un producto que tiene slogan propio desde hace años: “todo tiempo pasado fue mejor”.

Curiosamente, nuestro país se suele vanagloriar de su pasado histórico, sus tradiciones ancestrales, sus leyendas con siglos de antigüedad, en aras de promover el turismo, como una de las aristas de este juego nostálgico y de reafirmación identitaria. Sin embargo, ha demostrado su absoluta incapacidad para brindar al mundo moderno información de calidad sobre las escenas musicales que se desarrollaron en los últimos cien años dentro de sus fronteras. Tomando la línea argumental de unos interesantes artículos publicados recientemente por el periodista y crítico musical Fidel Gutiérrez en el Diario El Peruano, me permito algunos apuntes adicionales asociadas a sus reflexiones, sobre un tema que pocos se atreven a explorar en la cada vez más pobre prensa cultural local.

Se dice, con razón, que en el Perú existe un sólido y poderoso desprecio a la cultura, pero no solo en lo que se refiere a la gestión pública de su conocimiento y difusión sino a los consumidores de productos culturales. La política, la farándula, aquello que las minorías privilegiadas elevan a la categoría de “elegante”, “sofisticado” o “exitoso” es de tan grosera vulgaridad y mal gusto que resultan increíbles cuán bajo han caído los niveles de apreciación, la ausencia de control de calidad, tanto del público en general -en todos los pisos del espectro socioeconómico- como de los medios de comunicación, y son claros ejemplos de ello. Una de las cosas que mejor sirve para comprobar la desidia y el desprecio que siempre han tenido los medios de comunicación hacia los productos culturales locales es la pobreza de registros históricos recientes, en cualquiera de los soportes disponibles en internet (webs, videos, imágenes).

Como sabemos, internet es una base de datos ilimitada, un contenedor en permanente actualización capaz de poner a la mano de cualquier cibernauta en el mundo entero, todos los detalles respecto de lo que sea, en cuestión de segundos. Hablando de géneros musicales, artistas, estilos y demás, nada mejor que la red de redes para enterarnos de qué pasaba en décadas anteriores. Por ejemplo, buscar información sobre el jazz o el blues en los Estados Unidos durante los años veinte, los boleros y rancheras en México entre 1940 y 1960, las orquestas sinfónicas europeas en los años de post-guerra, son tareas de lo más satisfactorias para cualquier melómano o investigador ocasional, merced del trabajo de periodistas, artistas e incluso instituciones estatales -Ministerios de Cultura, de Educación, entidades protectoras del saber popular- dedicados a recopilar, restaurar y almacenar textos, fotos y videos en bibliotecas virtuales. O difundirlos a través de redes en canales públicos de acceso masivo y gratuito.

En el Perú no ocurre eso. Como menciona Gutiérrez en sus columnas, estilos musicales de enorme presencia local hace cuarenta o cincuenta años como la cumbia (andina, selvática, alimeñada), la nueva ola, el pop-rock (inclusive en variantes muy específicas como la psicodelia, el progresivo o el hard-rock), el boogaloo, música para orquestas, salsa o boleros cantineros y sus exponentes son prácticamente desconocidos para las nuevas generaciones, salvo para aquellos segmentos del público que pudieron redescubrirlos a través del interés que, sobre ellos, nació en sellos discográficos y productores extranjeros, lo cual les dio una nueva (y muy corta) vida, convirtiéndolos en placer de minorías. Incluso la música criolla y el folklore andino, con raíces 100% nacionales -no como los otros géneros mencionados que provienen de otros países- y públicos cautivos más amplios, son casi invisibles en entornos digitales, más allá de la información genérica que puede hallarse en artículos, semblanzas o recuentos, muchas veces incompletos o insuficientes, si los comparamos a la cantidad de datos e imágenes foráneas de fácil ubicación en internet.

Por ejemplo, buscar la discografía detallada de músicos peruanos, de cualquier género y año entre 1940 y 1999, es casi imposible. La tarea, que arranca con mucha expectativa, puede terminar siendo extremadamente frustrante ya sea porque se encontró muy poco o porque aquello que se haya encontrado, al cruzarse con otros hallazgos, termine despertando más dudas que certezas respecto de su veracidad. Raúl García Zárate, Chabuca Granda o Manuel Acosta Ojeda, por citar solo tres casos, son artistas fundamentales para entender nuestra música tradicional. Sin embargo, no existe ni una sola página web que consigne, de forma detallada y confiable, sus biografías, discografías, líneas de tiempo. ¿Fotografías o videos? Siempre los mismos y, generalmente, de mala calidad. Qué diferencia si escribimos, en el buscador de Google, digamos, Frank Sinatra (EE.UU.), José Alfredo Jiménez (México) o Charly García (Argentina), a quien el gobierno de su país acaba de hacerle un homenaje en vida que aquí sería impensable para alguna vieja gloria de nuestro folklore o música popular en cualquiera de sus formas. 

El programa Sucedió en el Perú, producido por TV Perú-Canal 7, es un oasis que busca corregir esta vergonzosa carencia, con investigaciones que recuperan tanto trayectorias de artistas individuales como épocas completas del pasado, ofreciendo un vistazo panorámico y recogiendo testimonios de muchos de sus protagonistas y cultores. Pero no es suficiente. Esfuerzos como los desplegados por websites como Arkiv Perú o grupos de Facebook como Lima Antigua también son loables -y entrañables en muchos casos- pero su difusión no alcanza las dimensiones que merecen y necesitan estos temas para instalarse en el imaginario colectivo, quedando siempre como casos aislados y anecdóticos. Inclusive el portal Discogs, existente desde el año 2000, es una base de datos mundial que ayuda mucho para ubicar años, sellos discográficos, carátulas, listas de canciones por álbum, entre otras cosas, aunque en el rubro «Perú» dependa también de la información que se produzca en el país de origen, por lo que muchos de sus contenidos son también, inevitablemente deficientes.

En muchos casos, se trata de una absoluta indiferencia por generar contenidos valiosos aun cuando sea posible acceder a ellos. La ignorancia, madre de todos estos vicios culturales, y la insaciable avaricia de quienes solo quieren vender en volumen, reina en las gerencias de programación y archivos de los principales medios televisivos, por lo que gran parte del material audiovisual de décadas pretéritas duerme y se apolilla, en silencio, en mohosos anaqueles, mientras se aprueban millonarios presupuestos para series insulsas como Llauca -en las que además les dan trabajo a integrantes de La Resistencia, investigados por la Fiscalía por sus acciones violentas- y producciones de poca monta como las de esa fábrica de bodrios llamada Del Barrio. Por supuesto, muy de vez en cuando, los canales más antiguos (América o Panamericana Televisión), sacan algún reportaje para aprovechar momentáneamente la popularidad de la nostalgia pero siempre desde un punto de vista superficial, sin emprender la tarea, eternamente pendiente, de organizar y sistematizar la memoria musical que poseen y esconden en sus sótanos.

Marco Aurelio Denegri, quien entre sus múltiples talentos tenía el de ser audiófilo y amante de la música criolla en vinilo, mencionó en una de sus recordadas misceláneas que, en el Perú, no existían instituciones serias que garantizaran la conservación de extensas colecciones de Long Plays y discos de 45 rpm -entre ellas, la suya- si acaso sus dueños decidieran donarlas en vida o como herencia al fallecer. Y se refirió específicamente al legado discográfico de Chabuca Granda, abandonado en cajones sin memoria de una conocida institución privada de educación superior, según le confió Teresa Fuller, hija de la compositora de La flor de la canela. La ignorancia, la desidia y el desprecio por la cultura hace que estas donaciones acaben arrumadas en cajas de cartón sin que nadie les dé el más mínimo mantenimiento. Como resultado de ello, la pérdida de una parte importante de nuestra idiosincrasia artística, un hecho dramático que no tiene ninguna importancia para las masas, cada vez más indiferentes a esas cosas.

Recientemente, dos sellos discográficos peruanos, uno legendario y otro muy nuevo, están rescatando el legado artístico de un abanico variopinto de artistas del pasado, especialmente en géneros como la cumbia y el pop-rock, uniéndose a los primeros esfuerzos que relanzaron la movida tropical y rockera, impulsados por compañías extranjeras. Nos referimos, por un lado, a Infopesa, de enorme trabajo en los años setenta y ochenta y, por el otro, a CAL Comunicaciones. Sin embargo, sus encomiables esfuerzos no tienen aun la fuerza restauradora que hace falta para corregir tantas décadas de esa endémica indiferencia que, tanto el Estado como los medios de comunicación masiva, demuestran ante la situación. Gracias a estas dos empresas nacionales, junto al anónimo y disperso trabajo de investigadores independientes, grupos de redes sociales y una que otra columna de opinión en medios formales -sin mencionar a los artistas de la época que aun están activos-, esa memoria musical aun respira, pero en estado crítico perenne, sin posibilidades de mejora a la vista.

 

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La opinión pública ha centrado su atención negativa sobre todo en el ministro del Interior, Luis Barranzuela, pero le ha puesto mediana intensidad a recalar en lo que se viene haciendo en un portafolio crucial como es el de Educación, y con su titular, Carlos Gallardo.

En conferencia reciente, el ministro de Educación, en la práctica, anunció la sepultura de la reforma magisterial y en particular de la evaluación meritocrática -una de las mejores y mayores reformas que se habían efectuado en un sector carente de manejos visionarios o de largo plazo-, asentó sus vínculos con Fenate, sindicato apócrifo vinculado al Movadef y, lo que coronó la fiesta, soslayó la urgencia de reiniciar las clases presenciales en el país.

Gallardo es un incompetente mayor. Carece de autoridad y de criterio para manejar una de las carteras en las que un gobierno de izquierda debiera marcar la diferencia respecto de las administraciones de derecha, que suelen no prestarle mayor atención a las políticas públicas básicas, sobre todo las de salud y educación.

A este paso, uno llega a preguntarse, con razón, para qué tanto esfuerzo del ministro de Economía, Pedro Francke, por incrementar el presupuesto vía una reforma tributaria, si uno de los sectores receptores de ese incremento recaudatorio, va a ser un portafolio pésimamente administrado por alguien que claramente no está calificado para el cargo.

El Congreso va a tener que tomar cartas en el asunto. El camino de la interpelación y la censura -o la censura directa- se impone más en este caso que en el de Barranzuela, siendo ambos, ministros que no merecen ocupar un asiento en el consejo ministerial.

La educación pública es uno de los pilares de la inclusión ciudadana y de la mayor equidad social. En la educación pública debieran invertirse los excedentes del éxito macroeconómico del país. Pero ello requiere mano diestra para conciliar intereses propios del sector y generar consensos que permitan sobrellevar la reforma que hasta el momento se ha desplegado, profundizándola y extendiéndola.

No se puede tolerar a un ministro contrarreformista, puesto en el cargo, al parecer, solo para beneficiar a un sindicato radical que quiere aprovechar el poder político del Presidente para trazar una ruta de dominio y de hegemonía en el magisterio, siendo, en esa perspectiva, Gallardo, un monigote que piensa más en ello que en el bienestar de millones de niños y jóvenes, cuyas familias claman por recibir una educación digna, competitiva con la educación privada que solo los afortunados pueden pagar.

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Congreso de la República, fenate, Luis Barranzuela, ministro del Interior, Movadef, Pedro Francke, Presidente Castillo

Sergio y José Zelada crecieron con las historias que su madre les contaba de la Amazonia. Ambos vivieron en Pucallpa y Lima y se acostumbraron a lidiar entre la modernidad y la naturaleza. Ambos también, años más tarde decidieron fundar El Tunche Films. Empresa productora que hoy es la encargada de presentar Ainbo. Película peruana de animación exhibida en más de 100 países alrededor del mundo y realizada con el presupuesto más alto de la historia del cine de animación en el Perú hasta la fecha: 9 millones de dólares. 

Ainbo es la historia de una niña que asume el protagonismo de defender a su comunidad del peligro que representa la extracción de oro y minerales en la selva. 

Pudimos conversar con José Zelada, el director de la película y con Sergio Zelada, su hermano y productor, a propósito del estreno en las salas de cine locales desde el 28 de octubre.

Felicitaciones por lograr que Ainbo se exhiba y más aún en estas condiciones de pandemia. ¿Qué tan difícil ha sido realizar y exhibir una película nacional y encima de animación?

-Sergio Z-La película se empezó a realizar hace 3 años. Se iba a estrenar el año pasado en realidad en septiembre, pero no se pudo debido a la pandemia como tú dices. Y lo complicado fue eso, que toda la inversión que se hizo y que se pensaba recuperar, ya no va ser así. Esta cinta que tiene en realidad mucha tecnología ha significado bastante inversión. Una de las cosas buenas sin embargo, es que significa un paso más adelante de lo que normalmente se había hecho acá en el Perú. 

-Jose Z- Acá hay bastante talento, la evolución en el cine ha sido buena. En la parte de animación tuvo sus experiencias con otras compañías, pero la animación es un proceso bastante costoso y si tuviéramos más apoyo del Estado o del sector privado sería genial. Nos encontramos en las ferias internacionales con gente peruana que tiene mucho talento. Presentan cosas impresionantes en cuanto a los diseños y las historias, pero lamentablemente no tienen ese toquecito de asesoramiento comercial como para poder ser tomados en cuenta.

¿Cuál fue la inversión de la película?

-Sergio Z- Ainbo ha costado 9 millones de dólares. Que es un montón, sobre todo para el cine peruano de animación. Lo normal en los estándares afuera es de 50 millones más o menos. Incluso siendo de bajo costo.

Se pudo llevar adelante, pero tuvimos colaboración, coproducción con otros países como Holanda por ejemplo. Justamente porque tenía beneficios que el gobierno les otorga. Parte del otro dinero salió de la preventa de la película en todos los países y otra parte de lo que nosotros pudimos poner acá en Lima.

¿La Dafo no ha tenido nada que ver?(Fondos del Ministerio de Cultura)

-Jose Z- No.

-Sergio Z- No, no entramos con Dafo, la colaboración de la Dafo hubiera sido importantísima pero no pudimos hacerlo. Para cuando nosotros quisimos entrar a Dafo ya la película estaba en proceso.

-José Z- Pero el presupuesto de Dafo es muy limitado. Aprovechamos para hacer un llamado al gobierno para que el aporte a la cultura sea más sostenible. Esperamos que con este proyecto que hemos sacado y con los que se vienen, puedan darse cuenta que tenemos que apoyar a productores, directores y a todos estos talentos. 

-Sergio Z- La mayoría de países latinoamericanos en realidad tienen ese beneficio para su industria del cine. Por ejemplo, en República Dominicana la inversión que se hace por cada dólar que ellos ponen dentro de la industria de la animación o del cine, reciben 6 dólares de retribución en turismo. Uno no se da cuenta que esta es una de las mejores publicidades en turismo que se puede tener. Es una de las cosas que pueden tener un retorno rápido de inversión. 

¿Los proyectos que se vienen entonces tampoco irán de la mano de la Dafo?

-Jose Z- No.

-Sergio Z- Kayara que es la que se viene, si se presentó a la Dafo y no nos concedieron el premio. No se cuales son los criterios. Los presupuestos que otorga Dafo podrían ayudarnos a construir el diseño, mejorar algunos procesos. Nos presentamos con toda la base que teníamos de haber hecho Ainbo pero no fuimos seleccionados. Finalmente, no todos los proyectos que Dafo financia se llevan a cabo. 

-Jose Z- Lo que pasa es que Dafo hace todo lo posible, aunque son aportes muy bajos los que pueden dar, pero puede ayudar en la etapa de guión, de teaser. Nosotros ya venimos trabajando con una distribuidora de afuera. Para un director emergente ganar Dafo es una gran ayuda, así tienen ese presupuesto para empezar a hacer su proyecto y poder venderlo.

Nosotros tenemos una realizadora que es Tunche Films. Tenemos una compañía que hace efectos especiales desde hace años, hacemos publicidad, para el mercado de afuera, para el interno y tenemos una escuela de cine y animación. Tenemos recursos para poder hacer nuestro teaser, porque cuesta. Cuesta hacer un minuto de animación. Por eso creo que lo de la Dafo está bien y una de las razones por las creo que no ganamos es porque ya teníamos una película fuera y ellos aprovechan en dar el premio a películas que sí lo necesitan. 

-Sergio Z- En realidad yo creo que los premios tienen que afinarse, porque finalmente postulas porque necesitas un poco de ayuda. Porque la verdad la pandemia si nos afectó. Sabíamos que no íbamos a lograr vender con Ainbo lo que habíamos invertido. El camino que tomamos nosotros fue complicado porque en el mundo los Bancos que financian esto, no creían que los peruanos podían hacer un proyecto de animación y llevarlo a cabo. No había experiencia que respaldara eso. Muchos lo dejan en el camino.

Entiendo que además han logrado la exhibición en 20 países.

-Sergio Z- Se vendió en 80 países en realidad. Ya pasó por países de Europa, por ejemplo, no se si toda Latinoamérica, pero son en total 80 países donde se proyecta.  No fue en simultáneo lo que hubiera sido ideal.

-Jose Z- Más de 80 en realidad. Fueron 120 países.

-Sergio Z- La exhibición se inició en mayo de este año.

-Jose Z- Cuando estuvimos en el mercado sur, tuvimos la certeza de hacer un guion y teaser muy pegado a la fórmula Disney. Eso lo pensamos justamente para poder vender. No es que los otros fueron malos, solo se trataba de ver cómo se podía vender, habían proyectos impresionantes. Gracias a Dios vino CMG y le gustamos y creo que fue por eso. 

-Sergio Z- Cinema Management Group es una empresa de Hollywood que hace distribución de películas a nivel mundial. Es como la Paramount pero más pequeña.

Piensan exhibir la película primero en la comunidad shipibo donde se inspiró la historia.

-Jose Z- En Santa Teresita. Hay muchas comunidades shipibas y son amigos nuestros. Escogimos el lugar porque está en un sitio muy lindo y son bastante autóctonos. Eso es lo lindo y es como para afianzar el mensaje que estamos dando con la película, preservar y luchar por la Amazonía y que mejor que ahí mismo sea el estreno.

¿Qué significa para ustedes haber escrito una historia desde la perspectiva femenina?

-Jose Z- Primero la inspiración de mi madre. La figura Ainbo está prácticamente basada en ella. Una niña que nace en la selva, mi mamá también, tiene todas las características de ser una mezcla entre inocente, ingenua, media salvajita. Mis caminatas en el monte donde veía toda esta fantástica vida que está dentro de lo que es la amazonia en sí. Yo camino por el monte desde hace 20 años y cuando voy ahora, eso que era hermoso y verde ahora es desierto, barro y amarillo. Para sacar el oro depredaban millones de hectáreas. Es una tristeza total. Entonces el mensaje va por ahí.

Hay dos temas que son muy vigentes, como es el feminismo por ejemplo, porque de hecho se está partiendo desde una historia femenina y también del tema ambiental. ¿Tomaron en cuenta ese contexto o fue algo que surgió de sus vivencias?

-Sergio Z: No necesariamente, como dice José el tema fue más inspirado en mi mamá. Ella falleció el 2012 y fue como un homenaje a todas esas lecturas que ella nos contaba y que en nuestra infancia idealizamos. Esa mitología que la rodeaba a nosotros de niños nos hizo soñar mucho. Ahora por otro lado, el tema del feminismo, del empoderamiento de la mujer coincidió, pero coincidió bien, sí teníamos claro el tema de la Amazonía y de la depredación horrible que estaba pasando, veíamos mapas cuando investigamos. Todo lo que era verde ahora era marrón. 

Por ejemplo la siguiente historia que vamos a hacer sí tiene un poco más de empoderamiento de la mujer, sobre algunos mitos de la cultura Inca, pero no necesariamente de feminismo como se maneja.

-Jose Z: Yo para nada pensé en eso, la concepción de las historias no fue llevada por ese lado. En esa época yo creo que sí estaba el tema de la corriente feminista entrando fuerte y que viene acompañada de otras corrientes más. Siempre tuvimos en cuenta nosotros el tema de la mujer y que sea una niña por muchos aspectos, pero no necesariamente por el feminismo. Tener una madre que hizo todo por nosotros, super valiente, una heroína, fue el ejemplo máximo de ver a la mujer de una manera espectacular. Ainbo nace de eso, también representa la naturaleza. Es la lucha por la preservación, un ser inocente como lo es una niña, puede hacer algo muy fuerte.

¿Cuál creen que sea la respuesta o el impacto que pueda tener una historia como Ainbo?

-Sergio Z: En Colombia por ejemplo se estrenó hace un mes. Tuvimos diversas entrevistas y una que duró un poco más con un grupo ambientalista. Querían hacer cosas a partir de la imagen de Ainbo. Como un icono de lo que podrías hacer para que los niños entiendan que hay que preservar la naturaleza. Esta generación empieza a tener estos mensajes que en realidad al medio ambiente le queda poco tiempo si es que no hacemos algo. 

Cuéntenos sobre el próximo proyecto 

-Jose Z: Sí, son dos proyectos en realidad, tenemos Kayara, que es una niña o jovencita incaica. También toca temas contemporáneos justamente ahora como la igualdad de género pero llevado a la antigüedad. En la época incaica, donde todo era totalmente un patriarcado. Es una chica que quiere ser chaski, tan simple como eso. Entonces es todo lo que hace para lograr meterse dentro de este gran rubro que pertenecía solamente a los hombres y poderosos. 

El otro proyecto, muy lindo también, es una ranita venenosa que también toca temas actuales, sobre todo el de la discriminación y el aislamiento que pasamos ahora por la pandemia. Toda la historia pasa por un charco, donde vive con batracios, reptiles e insectos. Es una ciudad. Es una ranita de laboratorio, es una historia linda.

-Sergio Z: Sí, de Kayara tienes el teaser en Youtube, y te vas a dar cuenta que inclusive ha mejorado un poco algunos aspectos ya a nivel de realización con respecto a Ainbo.

¿Qué significa para ustedes haber pasado de la publicidad al cine de animación y a esta escala con un film como Ainbo?

-Jose Z- Es que siempre lo buscamos. Siempre estuvo en nuestra mente hacer cine. Tenemos 14, 15 años.

Sergio Z- 18 años en realidad.

-Jose Z- Yo tengo 30 años en publicidad más o menos dirigiendo. Tenemos desde hace 14 años la casa de postproductora y siempre habíamos pensado en hacer cine. Tenemos muchos guiones escritos para películas animadas que ya vamos a ir sacando. Fue muy lindo porque es diferente contar una historia en más de una hora a contarla en 30 segundos. Además puedes realizar tus propias historias. Es una experiencia muy bonita.

-Sergio Z- Nosotros ya cumplimos 18 años de experiencia con El Tunche. Cumplimos con la meta de tener un estudio de postproducción. Desde los 90 ‘s teníamos como proyecto historias de terror y leyendas de la selva, sierra y de la costa también. Cuando formamos El Tunche fue más para que en algún momento podamos hacer cine. También creamos la escuela de animación y de cine que es EPIC .

-Jose Z- Gracias a la publicidad es que pudimos hacer todo esto. La publicidad nos dio los medios necesarios para poder crear la escuela, para poder iniciar la película, para todo.

-Sergio Z- Además la publicidad tiene un sistema muy exigente de calidad y eso te depura mucho el trabajo. Si ves un reel de Tunche en publicidad te darás cuenta el nivel de sofisticación que se tiene. Eso lo trasladas al cine y logras que tenga efectos que ya se logran en publicidad.

¿Tienen expectativas de recuperar la inversión?

-Jose Z- Yo creo que ya es un poco tarde. (risas) La pandemia afectó a todo el mundo. Imagínate, se supone que íbamos a estrenar hace un año. Esperábamos sala llena según los comentarios de CMG. Las expectativas eran grandes, las cifras que nos daban CMG no lo podíamos creer. Imagínate 120 países, pero el estreno programado nunca se dio como se había planificado. Luego se tuvo que estrenar porque en los países que la habían comprado ya lo exigían, pero la gente no va a las salas.

-Sergio Z- Hay distanciamiento encima. Ahora, para poder financiar tuvimos que vender todo lo que teníamos que se consiguió en tantos años de trabajo. Las propiedades que habíamos logrado con Tunche, la escuela misma la vendimos. Tuvimos que vender todo para poder meternos de cabeza. Pero como dice José no estamos arrepentidos, lo haríamos de nuevo. Somos hermanos, imagínate, todos los acuerdos se han tomado íntimamente y lo que hemos logrado de verdad es hacer que el Perú se vuelva un mercado de animación o un producto vendible y ese fue el costo que se tenía que pagar. Estamos con un pie dentro de esta industria.

Un país raro donde se haya exhibido .

-Sergio Z: Ucrania.

-Jose Z: Vietnam, creo que Ucrania y Vietnam fueron los primeros.

-Sergio Z: Irán, también.

-Jose Z: Francia, Alemania.

No recuerdo que se haya exhibido cine nacional en lugares como Irán. 

-Sergio Z: No, muchos países de repente no conocen el Perú, con razón se dice la amazonia. Cuando veas el teaser de Kayara y veas Macchu Picchu al final, te vas a dar cuenta de que estamos afianzando más el turismo. Promperú nos llamó también para poder vincular la imagen de Ainbo y de Kayara a los proyectos o sea como embajadores “marca país”, eso está bueno.

¿Y llegaron a un acuerdo?

-Jose Z: Todavía no.

-Sergio Z: Se ha conversado, no tengo ahorita el acuerdo final pero realmente es un derecho de cesión de imagen, porque finalmente es marca país. Nos han pedido que Ainbo también no sea de Perú sino de otro país, no voy a decir el nombre, pero no aceptamos.

Algo que agregar antes de terminar 

-Jose Z: Nada más invitarlos a que vean la película, está buena, sobre todo por el mensaje que tiene.

-Sergio Z: Vean la película, es un gran esfuerzo que se ha hecho para lograr lo que tenemos ahí en la pantalla. Vamos a tratar de poner en algún momento algunas cosas del making of, de todo el proceso que se pasó para lograr esto. Creo que la entrevista ha sido bonita y nos ha permitido contar un poquito todo lo que se ha logrado y que otros artistas conozcan también el camino a recorrer.

 

 

 

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Ainbo, cine peruano, Hermanos Zelada, película peruana

La obra narrativa de Eduardo González Viaña (1941) tiene uno de sus ejes en la representación de personajes populares. Dos de sus títulos más conocidos son Don Tuno, el señor de los cuerpos astrales (2009), extensa y mágica conversación con el chamán Eduardo Calderón Palomino, y Habla, Sampedro (1979), libros que plantean, por su talante testimonial, una aproximación a la antropología. En la misma vertiente, impregnada de fe popular y pensamiento prodigioso, está la novela Sarita Colonia viene volando (1990); en tanto, Los sueños de América (2000) y El corrido de Dante (2006) se cuentan ya entre los   clásicos de la literatura de/sobre inmigrantes a los Estados Unidos.

No son estos los únicos ámbitos en los que González Viaña ha desplegado sus artes de narrador. En su producción literaria hay varias novelas de corte historiográfico. Mencionaré entre ellas Vallejo en los infiernos (2007), exploración de uno de los episodios más dolorosos de la vida de César Vallejo: su injusto encarcelamiento; El largo camino de Castilla (2020), esbozo épico de la vida de Ramón Castilla, primer presidente peruano de prosapia aimara y este año apareció ¡Kutimuy Garcilaso! (¡Regresa, Garcilaso!), un retrato histórico con resortes imaginarios del Inca Garcilaso de la Vega del que me ocuparé en las líneas que siguen.

 No es la primera vez que la figura del Inca Garcilaso es tematizada en la ficción o en sus bordes. El crítico Enrique Cortez señala algunos antecedentes importantes: “Retrato de Garcilaso” (1958), de Luis Loayza; Diario del Inca Garcilaso (1562-1616), de Francisco Carrillo y la novela Podres secretos, de Miguel Gutiérrez, ambos títulos aparecidos en 1996. A este corpus breve, sumaría ahora el poema que Tulio Mora le dedica al Inca en su Cementerio general, cuyos versos finales cito aquí: “Ya han traspuesto el cerco del olvido / los que escombraron en mi alma, mientras mi libro / es el poema que reta transparente / las miserias del tiempo y sus cronistas, / la belleza que derrota a la verdad. / otros hombres lo devoran en sus noches preocupadas / y lo citan cuando suben al cadalso. / Y es el sueño que aún espanta a los gobiernos”. 

La novela de González Viaña tiene desde ya un reto difícil, habida cuenta de los vacíos que rodean la biografía de Garcilaso. La ficción autoriza, no sin riesgo, que esos vacíos sean llenados con licencias de la imaginación, siempre que no se afecte la coherencia de la narración ni la integridad del personaje. González Viaña cumple cabalmente, creo, con esa licencia. La escena inicial da a entender que la “Historia” será convertida en metáfora y, por tanto, su caudal simbólico será mucho mayor. Las líneas iniciales son, en ese sentido, claves: “Había una luna grande posada en el centro del cielo, pero esas lunas llaman a la tormenta, y, debido a eso, el barco se estaba hundiendo. Quizá no iba a encontrar fondo alguno porque, a veces, el océano no lo tiene. Desde la proa, Garcilaso asomó el rostro y se dijo asustado que el mar es lo único que existe dentro y fuera del universo cuando uno se va de su tierra para siempre” (p.31).

El inicio de la narración se centra en un momento clave de la vida de Garcilaso: su travesía hacia España, donde intentará hacer valer la condición nobiliaria que le correspondía, cosa que por cierto no lograría. Sin saberlo acaso, Garcilaso (Gómez Suárez de Figueroa hasta su rebautizo) ya representaba la figura del indiano, la misma que Alejo Carpentier escenificó en toda su complejidad cultural y llevó a un punto climático en su breve y magnífica nouvelle titulada Concierto barroco (1974). El retrato de la infancia de Garcilaso que ensaya González Viaña no está exento de encantamiento: la relación con su caballo, Salinillas, atento a las frases leídas por su amo. El final cierra el viaje vital y simbólico del personaje, con un coro de sabor alegórico: “Y fue entonces cuando tomó forma aquel murmullo bajito hasta crecer y hacerse un coro inmenso de voces que resonó con los apus: ¡Kutimuy Garcilaso! ¡Padre nuestro regresa! / Pajarinmi ripuchkani / Perlaschallay / Tutatutamanta / Perlaschallay / Pajarinmi ripuchkani / Perlaschallay / Tutatutamanta / Perlaschallay” (p.380).

La capa de datos históricos va complementándose con la imaginación. La infancia de Garcilaso, la relación con su madre, el matrimonio con su padre, el viaje a España, son hechos conocidos y documentados con cierto grado de certeza. Pero no es ahí donde la ficción juega sus cartas sino, por mencionar un ejemplo, en una escena en la que Garcilaso conversa con su padre difunto y con su caballo Salinillas. La imaginación y la invención dialogan, pues, con la historia. Y no se trata de ningún pecado: la canción que cita el final corresponde a un huayno ayacuchano anónimo, grabado por primera vez en 1930: “Adiós pueblo de Ayacucho”. Viaje de siglos en la siempre escurridiza y problemática pregunta por la identidad peruana, una de cuyas posibles respuestas está en la figura del propio Garcilaso, qué duda cabe, un fantasma de nuestros días. 

Eduardo González Viaña. ¡Kutimuy, Garcilaso! Lima: Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, 2021.

Kutimuy,  Garcilaso

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

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Biografía, Eduardo González Viaña, Inca Garcilaso de la Vega, Literatura
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