Opinión

En caso de ganar Castillo su gobierno estará signado por la zozobra política, lo que sumado a su pasmosa improvisación (no tiene idea de cómo funciona el Estado), asegura un periodo de inestabilidad y mediocridad gubernativa.

En el escenario de que Castillo llegue al poder y se modere, y decida gobernar con los cuadros técnicos de Juntos por el Perú, podría ampliar su capacidad de convocatoria a partidos como Alianza para el Progreso, Morados, Somos Perú, Acción Popular, pero perderá de sus 37 congresistas a 22 cerronistas que no aceptarán esa moderación. En el mejor de los casos, Castillo logrará 55 congresistas, evitaría que lo vaquen de arranque, pero se despediría de la Asamblea Constituyente y de toda reforma importante.

Lo más probable en ese escenario es que las huestes radicales desengañadas por ese giro castillista, se dediquen a desestabilizarlo desde las calles y bajo ese escenario de presión social -por la decepción popular producida por las enormes sobreexpectativas que existen alrededor de Castillo-, lo más probable que la frágil coalición congresal que lo ampararía termine por disolverse y se conduciría así en una situación de absoluta orfandad y precariedad.

En el otro escenario, el más probable, que mantenga en ristre su agenda radical, sólo sumaría 42 congresistas -menos que en el escenario moderado- sumando solo los 37 propios más los cinco de Juntos por el Perú. Si con esa debilidad política se decide a romper fuegos constitucionales yendo hacia una convocatoria de facto de un referéndum y que lleve a una Asamblea Constituyente, o si busca disolver el Congreso, estará inerme frente a la posibilidad de ser vacado en el cargo.

Y si mediante la presión popular, quizás aupada por medidas efectistas de corto plazo, logra atarantar al Congreso e intenta llevarnos a la deriva inconstitucional, es altamente probable que ocurra una interrupción militar del proceso, de sectores castrenses a quienes no podría cooptar en el intento de llevarnos a la margen chavista o nicaraguense.

Castillo no solo asegura un desastre económico. También nos garantiza un caos político, signado por un autoritarismo creciente y manotazos de ahogado para tratar de resolver una crisis que desborda sus posibilidades de solución.

A ese empeño sería suicida sumarse. Allá con su conciencia la izquierda más moderna y progresista que ha decidido soslayar mínimas aprehensiones políticas y éticas (el silencio sepulcral sobre las barbaridades misóginas y transfóbicas que ha expresado el candidato hace pocas horas, es de espanto) para sumarse a un proyecto que llevaría al país al desastre seguro.

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Elecciones 2021, Pedro Castillo, Perú

La eventual llegada al poder de Pedro Castillo y de la izquierda radical supondría una catástrofe económica sin precedentes en las últimas décadas, solo equiparables a la situación que padecimos en los 80, producto de la herencia velasquista que ni Belaunde ni García se atrevieron a extirpar.

Según cálculos de Apoyo Consultoría, el escenario de un Castillo radical sin Asamblea Constituyente supondría de acá al 2026 un crecimiento total del PBI de apenas 5% frente a un 15% en el caso de ganar Keiko Fujimori. Y de darse el escenario de una Asamblea Constituyente, el PBI global de acá al 2026 caería 1%.

Entre el 20222 y el 2023, el PBI con Keiko crecería 4.4%, con Castillo sin AC 2.5% y con Castillo con AC 1.4%; entre el 2024 y el 2026, con Keiko crecería 3.3%, con Castillo sin AC apenas 1.6, y con Castillo con AC caería 0.9%.

En términos de pobreza, dada la inercia contínua de la pandemia, ésta aumentaría aún, pero en el escenario de ganar Keiko apenas en 200 mil peruanos, en el caso de un Castillo sin Asamblea Constituyente en casi un millón de personas y con AC, más de un millón 600 mil peruanos pasarían a engrosar el bolsón de pobreza.

Todo ello sería concomitante al destino de la inversión privada, que es el principal motor de la economía. Considerando el 2019 como base 100, en el escenario de un triunfo de Keiko, ésta subiría a 120; con Castillo sin AC caería 30 puntos (a 70%), y con el candidato de Perú Libre con AC, se desplomaría a la mitad (50%).

Solo una economía de mercado competitiva es capaz de sacarnos de la pobreza y a la vez de remediar el colapso institucional del Estado. Aún con gobernantes mediocres y corruptos, como los de los últimos 30 años, el modelo de sensatez macroeconómica ha permitido que la pobreza disminuyera de 58.7% de la población el 2004 a 20.2% el 2019, y que la pobreza extrema lo hiciera, en el mismo lapso, de 16.4% a 2.9%.

Producto de la furia popular efecto de la recesión pandémica, el país está a un paso de retroceder décadas en caso de elegir a Pedro Castillo como gobernante los siguientes cinco años. Como siempre ha ocurrido con modelos estatistas e intervencionistas, la riqueza disminuye, la desigualdad aumenta y la pobreza se acrecienta, generando además el colapso del propio Estado en el que se quiere amparar el proyecto izquierdista de Perú Libre. Ojalá el país recapacite y vote racionalmente.

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6 de junio, Elecciones 2021, Pedro Castillo

Que la corrupción siempre ha existido en el Perú, eso es indiscutible. Un país que desde la colonia siempre ha vivido del extractivismo y la exportación, ha tenido que aprender de buena o mala manera a lo largo de sus dos siglos de república, a combatirla y rebajarla lo que fuera posible. Sin duda, si las prácticas de abuso y corrupción como las del siglo XIX (cuando antes y después de la guerra del Pacífico un puñado de familias peruanas y extranjeras se repartió tierras, ganado y minas con todo y población para enriquecer sus bolsillos) siguieran vigentes hoy en día, seríamos un serio motivo de preocupación internacional. Sin embargo, aunque los criterios éticos mundiales contemporáneos de buen gobierno y nuestra dolorosa lucha interna por los derechos humanos se han encargado de ir cerrando el paso a los descalabros de angurria política que busca regresar a aquellos tiempos de leyes con apellidos, las actuales cabezas de redes de clientelaje regional, agroexportación, minería, y narcotráfico han encontrado una vía inesperada que nos ha resultado terriblemente amenazante: han descubierto que pueden perpetuarse en el Congreso y en el Poder Judicial mediante una simple reforma constitucional que les permita perpetuarse en su curul.

 

Esa potestad que tenían los congresistas de poder reelegirse indefinidamente gracias a la Constitución de 1993, las peruanas y los peruanos la habíamos logrado eliminar con el referéndum del año 2018. Como en el referéndum también se planteó la bicameralidad, quisieron los congresistas dárselas de criollos y utilizar esta otra reforma solicitada como un recurso para que el Poder Ejecutivo no pudiera disolver el Congreso tras haber negado la confianza a dos gabinetes ministeriales. Su jugarreta consistió en poner en el proyecto que, si tanto la cámara de Senado como la de Diputados se oponía a esta decisión, esta orden de disolver quedaba anulada. ¡Así de simple! No nos quedó más remedio que tener que abandonar la bicameralidad para que no la utilizaran a su favor. Pero no les dimos el gusto.

 

Ahora bien, sin rendirse, y sacando provecho de la circunstancia electoral presidencial que en estas últimas semanas ha copado nuestra preocupación, y escondiéndose detrás de la campaña acordada por los propietarios de los principales medios de comunicación para no hablar de otra cosa que no sea la que provoque el miedo al comunismo, la mayoría del Congreso, de manera aún más burda, nuevamente ha conseguido cómo cambiar la Constitución para recuperar su posibilidad de reelegirse. Incansables, sabiendo estos congresistas que con una sola legislatura ya no podían modificar nada, porque los cambios a la Constitución solo pueden darse si consiguen la votación favorable en dos legislaturas ordinarias consecutivas o la aprobación en una legislatura y la ratificación en un referéndum, de pronto, de manera tan sorprendente como desconcertante, ¡aprobaron dividir la última legislatura en dos! Aunque usted no lo crea, como en un truco de sombrero o en un momento irónico de Lewis Carroll, consiguieron las dos legislaturas necesarias. El plazo entre la primera y la segunda, la que permite discutir sus propuestas de reformas antes de que cesen sus funciones, durará solo un mes. Un mes tendrán para aprobar la bicameralidad, de tal manera que pasar del cargo de senador a diputado y viceversa, elimine el impedimento para conseguir la reelección indefinida perfecta.

 

Como bien les señaló la presidenta del Congreso, Mirtha Vásquez, puede que sea legal, pero indudablemente, no haberse inventado la posibilidad de crear una legislatura de esa manera no puede ser legítima. De decretarse esta reelección, los congresistas de las 10 bancadas del parlamento que entrará en funciones el 28 de junio (6 de las cuales están vinculadas a Fuerza Popular y otras agrupaciones con congresistas investigados por corrupción) podrán reelegirse una y otra y otra vez. Lo ha leído correctamente. Y si además, usted no vota por la candidata de Fuerza Popular para la presidencia de la República (ya se lo deben haber dicho por la televisión o la radio). perderá su canon familiar y se hundirá en la peor miseria comunista.

 

¿Hasta dónde podrán llegar los engaños y cortinas de humo de las cabezas de las redes de corrupción nacional? Quizá ya deberíamos ser un serio motivo de preocupación internacional.

 

1 de junio de 2021

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Congreso, corrupción, Perú

Esa es la cifra hasta el 22 de mayo, ya oficial y actualizada, del número de fallecidos por covid en el Perú desde el inicio de la pandemia. Un número de espanto que nos convierte en el país con el mayor número de muertos per capita de acuerdo a su población, del mundo.

Mucho de responsabilidad en los gobiernos, sin duda. La mediocridad e indolencia lindante con la corrupción de Vizcarra para la compra de vacunas y la provisión de oxígeno y camas UCI, y la tardía reacción de Sagasti ante la segunda ola (él mismo ha reconocido que los tomó por sorpresa), explican en cierta medida el desastre.

Pero lo que más debería llamar a reflexión es que ese resultado lo que pone en evidencia es el fracaso del Estado peruano, en este caso con el tema de la salud pública, pero la misma situación la veríamos sin nos referimos a otros dos aspectos esenciales del sector público, como son la educación y la seguridad interna.

Y no es sólo ineficiencia o corrupción, lo que explica el desastre. Es verdad que el sector público es un paquidermo que no funciona si no es a las patadas y si no hay funcionarios públicos que se juegan el pellejo judicial haciendo que algunas cosas funcionen nada se mueve, y es cierto también que la corrupción campea en todo el aparato estatal haciendo que la poca inversión pública existente termine en bolsillos privados y no en los beneficiarios finales, como debiera ser.

También es preciso construir un nuevo Estado, de hecho no sólo más eficiente y menos corrupto, sino más grande. Suena a tirar los evangelios liberales por los suelos y seguramente escandalizará a algunos fundamentalistas ingenuos, pero el Perú necesita un Estado más grande. Somos el país con menor tasa de presupuesto público respecto del PBI de la región, y ya nuestra región es una de las que peores índices muestra al respecto en comparación al resto del planeta.

El Estado debe invertir y gastar más en esos tres aspectos esenciales: salud y educación públicas y seguridad interna. Es la única manera de construir un Estado equitativo e inclusive, que haga que la ciudadanía no voltee irritada cada cinco años a buscar un candidato antisistema que ofrezca patear el tablero, como sucede ahora con Castillo y seguramente el 2026 con Antauro Humala si no se hace nada al respecto.

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Perú, Salud pública

Me pasó algo muy curioso el fin de semana. Entre la subida del dólar y, por defecto, del aceite, del pollo, de la papa y del pan, me percaté que mis mascotas, dos perros que en principio pertenecían a mi hermana pero que hace un buen tiempo decidí cuidar, se quedaban sin comida. Hasta aquí nada extraño. Todo en orden. Cada dos meses hago el pedido de su alimento. La última vez fue en marzo. Ya tocaba.

La tienda donde siempre hago esa compra queda muy cerca de mi casa y como allí me conocen y yo al dueño del negocio, paso la tarjeta de débito por el POS sin mirar más detalles, recibo el producto, con él la boleta de venta, y regreso a casa. Ya en casa, dejo las cosas en su lugar y las llaves en la barra de la cocina, recibo una llamada y por alguna razón necesitaba un papel para anotar algo que en estos momentos no recuerdo qué era. Meto las manos en los bolsillos y lo único que encuentro es la boleta que me dieron en la tienda de comida para perros. Escribo lo que tenía que escribir y mientras lo hacía vi la cifra que había pagado hacía unos minutos. Me causa sorpresa. ¿La comida del perro también subió de precio? Termino de hablar por teléfono y de escribir sobre la boleta. Llamo al dueño del negocio y lo primero que le digo es si tal vez se equivocaron al cobrarme no unos soles más sino varios soles más. ¿Quizá el cajero digitó en el POS donde pasé mi tarjeta la cuenta de otro cliente? No hay equivocación, me responde. La comida del perro también subió de precio. Pero estrepitosamente.

El dueño de la tienda me cuenta que hay alimentos importados y otros fabricados en el país pero que hasta esos necesitan insumos del extranjero. Lógicamente la producción se tenía que ver afectada por la subida del dólar. Además, me explica que cada año, por la inflación, las empresas que le proveen a su negocio suelen subir sus precios pero que nunca como ahora. Dice que tiene que ver con la incertidumbre asociada a la coyuntura política y que si Castillo ganara las elecciones los perros también se morirían de hambre.

Sin duda. Los animales también la verían verde o, mejor dicho, no la verían. Quizá Pedro Castillo deba ir pensando, de aquí a una próxima campaña electoral, en unos 20 ó 30 años, en proponer un programa para la pobreza perruna. Esa de “barriga llena, corazón contento” caería bien también para nuestros amiguitos perritos. Claro, si de aquí a 20 ó 30 años Vladimir Cerrón le permite ser el candidato a la presidencia.

1 DE JUNIO DEL 2021 

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Dólar, Elecciones 2021, Perú

En época de elecciones, sobre todo en las segundas vueltas, las discusiones políticas se salen de control: basta que una persona haya escogido a un candidato distinto al de la mayoría para que el grupo de WhatsApp se vuelva un solo de ofensas, la reunión familiar se convierta en gritos, y los extraños en Facebook se sientan con derecho a proferir insultos. En este contexto un cliché se repite con mucha frecuencia: “No destruya amistades por simples diferencias políticas”. Yo no estoy seguro de que este consejo, tomado en sentido literal, sea muy saludable. Ciertamente habría que pensarlo dos veces antes de guardar amistad, por ejemplo, con un neonazi. Pero más allá de casos extremos, yo creo que uno debe romper con algunas personas dependiendo de la forma en que estas suelan encarar las discusiones políticas.

Mi idea es que, si su amigo o familiar es una bestia para discutir, lo mejor es alejarse de esa persona.

El presupuesto básico para una discusión es que ambas personas se presenten con un cierto grado de vulnerabilidad. Ambas aceptan que desconocen la verdad sobre un punto, o que no poseen la imaginación suficiente para concebir argumentos que los hagan dudar sobre algo que creen verdadero. Una buena discusión es como un juego de Jenga. Para pasar un buen rato jugando Jenga no importa tanto quién sea el ganador, sino qué tan alta es la torre que alcanzan a construir juntos. Un buen jugador de Jenga no espera que su contrincante se equivoque y bote la torre, sino más bien desea que el otro consiga colocar una pieza más, para así enfrentar un reto mayor y poner a prueba sus propias capacidades. Ahora bien, imagine que una persona insiste en jugar Jenga con usted, usted accede, pero al cabo de un rato, cuando le toca a usted su turno, la persona le mete un patadón a la mesa para que la torre se desmorone a pedazos, y luego se levanta vociferando ¡gané, gané! Si al cabo de unos días la misma persona se le acerca y le pide jugar de nuevo (y es más, ¡le dice que le encanta jugar con usted!), lo aconsejable, evidentemente, es rechazar la invitación.

En el caso de una discusión, si mi interés es encontrar la verdad, entonces lo que más me conviene es que mi interlocutor articule sus ideas con la mayor claridad posible, para así poder evaluarlas con cuidado. Y si mi interés es poner a prueba algo que yo considero como verdadero, debo también esperar con paciencia, y sobre todo, interpretar los argumentos de mi oponente de la mejor manera posible. Pues cuando interpreto un argumento o idea de manera tendenciosa lo único que hecho es crear una versión distorsionada que es mucho más fácil de refutar, lo cual me da la falsa ilusión de que he ganado la discusión – esto es equivalente a patear la mesa cuando mi oponente de Jenga está intentando poner su pieza, quedándome así con la sensación idiota de que soy un gran jugador.

Si en discusiones previas una persona le ha mentido, se ha burlado de sus ideas, lo ha interrumpido constantemente, lo ha interpretado tendenciosamente, levanta la voz, se irrita, etc., entonces no hay vínculo de amistad o filial que lo obligue a aceptar una invitación para discutir, ni disculpa o excusa que valga. ¿Mi consejo? Evite a toda costa a esa persona. Y si esa persona le pregunta por qué no quiere discutir, evite explicárselo, porque ese intento de explicación también conlleva una discusión.

En elecciones hay que distinguir claramente entre aquellos amigos o familiares que buscan una discusión con usted como instrumento para manipularlo y que vote por un determinado candidato (y para ello usarán mentiras, buscarán asustarlo, infundirle vergüenza, etc.), y aquellos que realmente quieren tener un intercambio de ideas; entre aquellos que quieren patear la torre, y los que buscan construirla más alto. Un votante realmente convencido de que su opción es la mejor no tendría por qué mentir para defenderla, o tergiversar las posiciones contrarias. Al contrario. Su posición se solidificaría aún más si consiguiera rebatir los mejores contraargumentos, no los peores. Y si usted genuinamente no sabe por quién votar, qué mejor que buscar conversación con aquellos que realmente la van a ayudar a construir una alta torre de ideas. Lo que se debe evitar a toda costa es jugar Jenga con Chewbacca.

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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Elecciones 2021, Jenga, Perú

No fue un debate descollante. El formato dispuesto por el Jurado Nacional de Elecciones, con videos explicativos y preguntas ciudadanas sosas, le quitó la dinámica que debió tener.

En ambos candidatos faltó el componente narrativo del cambio, esencial en esta campaña (la mayoría de gente pide un cambio del modelo, moderado o radical, dependiendo del cristal ideológico, pero cambio al fin y al cabo, y ello brilló por su ausencia). En esa perspectiva, creo que quien más pierde es Castillo porque esa es su identidad de base, aunque Keiko desperdició la oportunidad de conquistar nuevos adeptos.

Lo que sí se apreció fue un contraste en disposición estratégica. Claramente Keiko apuntó a desplegar una batería de programas sociales muy potentes para conquistar los sectores D y E, donde aún tiene batalla que dar. En cambio, Castillo no desarrolló ninguna estrategia en particular, como no sea mostrarse mesurado buscando quizás convencer a alguien de que no es el cuco radical que le atribuyen sus adversarios (a ratos, más impreciso y dubitativo que mesurado). Claramente, la mayor parte de indecisos, según todas las encuestadoras, radica en los sectores D/E y en mujeres. A ello apuntó mejor la narrativa keikista en el debate. Castillo no sabemos a quiénes apuntó. No ganaba nada moderándose, como no sea reafirmar a los centristas que ya tienen decidido su voto por él.

Será difícil establecer si esta ligera ventaja estratégica obtenida por Keiko en el debate de anoche impactará en las tendencias al acercamiento que todas las encuestas le mostraban a su favor ayer mismo, pero todo indicaría que sí, que le sumará la cantidad de votos suficiente para inclinar la balanza. No tanto como en del debate técnico -donde ganó con mayor holgura-, pero igual sumará.

En general, esta campaña no ha hecho si no revelarnos a una candidata que no tiene en la empatía una de sus mayores virtudes, pero que ha seguido un guion de campaña al milímetro y le ha dado resultado, frente a un candidato mucho más empático, pero errático en estrategias y profuso en errores que le pueden costar una elección que hace un mes parecía ganada sobradamente.

Quedan apenas seis días. Tiempo suficiente, sin embargo, para que las agujas se sigan moviendo. Salvo un imprevisto mayor, todo hace suponer que las tendencias favorecen a la candidata de Fuerza Popular, pero nada está dicho, hasta el día mismo de la elección, cuando los indecisos tomen el camino de romper su neutralidad vigente.

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Debate, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

Estamos en empate, con Keiko subiendo y Castillo aferrándose a ese primer lugar que no ha soltado desde que empezó esta carrera. Empate que deja una expectativa de terror para esta semana que queda, donde cada día van a tener que evitar los errores al máximo. Anoche fue el debate y creemos que no hubo claro ganador. Así que enfrentamos seis días más de mucha adrenalina electoral.

Pero uno de los elementos más interesantes para iniciar esta semana era -haciendo un flashback a abril- conocer cómo estaban los perfiles de los votantes de ambos candidatos y ver cómo los coge en la semana definitoria. Así que veamos cómo se han movido estos perfiles y qué puede significar esto para la semana definitiva.

Mucho de la convicción de los indecisos pasa por ver cómo se adecúan a estos perfiles. Es de suponer que los candidatos que más se acercan a ellos, mayores probabilidades tienen.

En abril, en la última encuesta publicada antes del silencio electoral, Castillo apenas aparecía de manera relevante en las encuestas y Fujimori aparecía en tercera o cuarta opción. Pero tenían perfiles de votantes conocidos que reseñamos en el siguiente cuadro:

 

Fuente: IEP

Algunos detalles para precisar. Antes de la primera vuelta y a una semana, esta misma encuesta les daba a Castillo y Fujimori 7% y 10% de intención de voto respectivamente. Al final Castillo logró repuntar y Fujimori quedó aproximadamente con esa votación final.

¿Detalles? Muchos y para todos los gustos. Ninguno de los dos candidatos tenía arraigo entre los jóvenes. Si estos representan el 16% de la población electoral, apenas representaban un 10% de la intención de voto de ambos candidatos. En género sí veíamos una diferencia que hoy se mantiene, Castillo con un votante mucho más masculino, mientras que Fujimori captando más voto femenino.

En NSE, tanto Fujimori como como Castillo eran vistas como alternativas populares, con mucha carga de los NSE DE. Pero claramente no era ninguno de los dos el “candidato de los ricos”. Sin embargo, en cuanto a nivel educativo alcanzado, Fujimori se nutría significativamente de votantes menos instruidos que Castillo, interesante contraste.

Por regiones, teníamos un panorama similar al que hemos notado toda la campaña: Votantes de Fujimori más fuertes proporcionalmente en Lima y el norte, mientras que de cada 10 votantes de Castillo, 5 eran del sur y 2 del centro del país.

La campaña de la segunda vuelta ha modificado ese panorama y cada candidato ha logrado incorporar una masa crítica de votantes que cambió el mapa de sus perfiles. Lo graficamos en el siguiente cuadro:

 

Fuente: IEP

Elaboración propia

Cambios en el perfil del votante de Castillo:

Con respecto a la primera vuelta, el perfil del votante del candidato de Perú Libre logra atraer, de manera proporcional 8% más de jóvenes, pero pierde similar voto de edad media. Gana jóvenes con la promesa de ingreso libre a las universidades, pierde la edad más trabajadora con el susto de las AFPs y con un discurso más llevado en materia económica.

Mantiene su preferencia en el NSE DE, pero cae fuertemente en el NSE C. Creo que se relaciona en buena medida con lo que mencionamos líneas arriba, con una propuesta económica con mucho susto que puede generar una progresiva pérdida crítica en la clase media baja peruana, que puede sentir muy amenazado su futuro inmediato. Lo relevante es que gana una cantidad relevante de porcentaje de votantes en el AB. Asumimos que es el despertar del antifujimorismo el que lo logra.

En cuanto al perfil geográfico, Castillo ha ganado algunos votantes en Lima y el norte, acá incluso llegando a amenazar seriamente la preferencia por Fujimori. Eso equilibra más el cuadro. De cada 10 votantes de Castillo, 3 son del sur, 3 del norte, 2 de Lima, 1 del oriente  y 1 del centro. Aun desproporcionados con respecto a la distribución real.

Los cambios en el perfil del votante de Fujimori

La candidata fujimorista ha logrado capturar más voto femenino en su perfil (6 de cada 10 votantes son mujeres), por ello su necesidad de recurrir a la llamada a su voto en el debate de esta noche.

En rangos de edad mantiene a los jóvenes y a los de edad intermedia, pero pierde 5 puntos de votantes de 40 a más años. Enfocar parte de la campaña en el voto de los abuelitos como se ha hecho esta semana no parece ser lo más adecuado o tal vez se desea reencausarlo.

Pero es en NSE donde la candidata obtiene mayor movimiento. Hoy, 3 de cada 10 de sus votantes son de NSE AB, 3 de NSE C y solo 4 de NSE DE. Si bien ha recuperado terreno en el NSE D según otras encuestas, a nivel de perfil del votante se ha quedado un poco.

En geografías, ha ganado proporción de votantes en Lima, pero los ha perdido en el norte, el campo de batalla de estas elecciones. Lo que ha perdido en esta zona lo ha ganado Castillo. Gran parte de las probabilidades de Keiko Fujimori están en la recuperación del norte como bastión electoral.

El perfil educativo también se modificó en los que ahora son los votantes fujimoristas. Los que cuentan con educación superior se incrementan 17% con respecto a la primera vuelta, pasando de 24% a 41%

En resumen

El votante fujimorista y el votante castillista son diferentes con respecto a los que fue la primera vuelta. ¿Esto es normal? Por supuesto que lo es, ya el votante no se enfrenta a 18 opciones sino a 2, eso hace que su voto se vaya decantando por alguno de ellos. ¿Por qué esto es importante? Porque hay que entender estos perfiles a la luz de a quiénes pueden convencer los candidatos en este tramo final. Los indecisos, más que los que hoy señalan que votarán blanco o viciado son en su mayoría del interior, de NSE DE y más mujeres. Quien logre impactarlos más podrá asegurar más temprano la elección.

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Elecciones 2021, Perú, Segunda vuelta

Keiko Fujimori ha terminado por alcanzar a Pedro Castillo en el simulacro de votación y encuesta efectuados por Ipsos este domingo y en la encuesta del IEP, si bien mostrando una diferencia aún favorable a Castillo, dentro del margen de error.

En el simulacro de Ipsos la diferencia es de 2 puntos, cuando en la anterior medición era de 4.3. En la encuesta de la propia Ipsos, la diferencia era de 3 puntos, ahora es de 2. Pero lo más significativo se aprecia en la encuesta del IEP, según la cual hace una semana había una distancia a favor de Castillo de 10.4 puntos y ahora se ha reducido a 2.

Claramente, el punto de inflexión ha sido el debate técnico del pasado domingo, pero sería ingenuo creer que su sola realización bastó como parteaguas. Detrás ha habido un cambio estratégico en el mensaje keikista. Pasó del “Perú versus el comunismo” (sin soslayarlo: es una fórmula potente y movilizadora de los sectores altos y medios derechistas, un porcentaje importante de los cuales no se inclina aún por la candidata de Fuerza Popular), al “Salud, comida y trabajo”, que colocó la narrativa de la campaña en la profusión de efectivos programas sociales y mensajes críticos del statu quo.

Castillo, en cambio, ha estado prisionero de sus inconsistencias y de jaloneos al interior de su comando de campaña, entre el grupo de familiares del candidato, el grupo partidario de Cerrón, y los desairados técnicos de Juntos por el Perú. Y todo ello en medio de declaraciones confusas, marchas y contramarchas, moderaciones inocuas del candidato mezcladas con radicalidades de sus voceros (y también al revés).

El debate de hoy será decisivo, pero Castillo. A diferencia de lo que se pensaba hace unos días, es quien necesita ganarlo contundentemente para remontar las tendencias. De ocurrir lo previsto, es decir que descolle Keiko en la jornada, la diferencia ajustada, como señalamos apenas comenzó la segunda vuelta, podría terminar por inclinarse a favor de la candidata de Fuerza Popular el 6 de junio.

Queda claro que el eventual triunfo de la derecha en esta elección se debería a sus propios méritos, sin duda, pero también a los gruesos errores cometidos por la izquierda.

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Elecciones 2021, Encuestas, Perú
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