Opinión

[La columna deca(n)dente] El gobierno de Dina Boluarte y el Congreso han adoptado una estrategia que encarna lo que muchos llaman “dictadura constitucional”: una manipulación de la legalidad y de las instituciones democráticas para consolidar el poder y restringir derechos sin recurrir a un régimen autoritario formal. Este esquema permite mantener una fachada de legalidad mientras se restringen libertades y se incrementa la represión. Un ejemplo reciente es la propuesta del Ejecutivo de trasladar los juicios de policías y militares a tribunales castrenses, una medida que elimina la rendición de cuentas ante la justicia civil y revive prácticas de los años de Fujimori, cuando la impunidad y la represión eran empleadas para silenciar las voces críticas.

Este uso retórico de la ley y la seguridad, que convierte al Ejecutivo en árbitro de lo aceptable en términos de protesta y crítica, deja a la ciudadanía en una situación de vulnerabilidad. Los líderes autoritarios apelan al “orden” para criminalizar las movilizaciones y restringir derechos en nombre de la estabilidad. En el caso de Boluarte, esto se ha traducido en una creciente militarización de la vida pública y en un gobierno que percibe a los ciudadanos críticos como potenciales “enemigos” o “traidores a la patria”. Esta situación sienta un precedente peligroso, transformando la Constitución y las instituciones, que deberían proteger los derechos fundamentales, en herramientas de represión.

El Congreso, lejos de cumplir su función de contrapeso al Ejecutivo, se ha convertido en un aliado en la consolidación de medidas autoritarias. Esta alianza desdibuja los límites entre legalidad y autoritarismo y expone una estrategia de control desde el Legislativo. Con leyes que favorecen intereses particulares y, en muchos casos, a organizaciones criminales, el Congreso detenta el poder real, manipulando la ley para su propio beneficio y subordinando al Ejecutivo a su agenda.

El respaldo de partidos como Fuerza Popular (Keiko Fujimori), Alianza Para el Progreso (César Acuña), Perú Libre (Vladimir Cerròn), Podemos (José Luna), entre otros, mantiene a Dina Boluarte en el cargo solo de manera temporal. Esta coalición de fuerzas en el Congreso no está motivada por el bien del país, sino por la intención de prolongar el statu quo hasta que Boluarte convoque a elecciones, momento en el cual podría ser descartada. Así, el Congreso asegura su influencia, mientras el Ejecutivo queda como una pieza desechable, removible una vez que deje de ser útil.

Ante esta situación, ciudadanos y partidos democráticos tienen la responsabilidad de defender la democracia y los derechos fundamentales. La ciudadanía debe movilizarse y organizarse, exigiendo transparencia y respeto por las libertades individuales, tanto en espacios públicos como en redes sociales. Las organizaciones sociales pueden jugar un papel clave, denunciando estos abusos y promoviendo una participación política activa. Por su parte, los partidos democráticos deben alzar la voz y promover acciones concretas para frenar la coalición autoritaria, actuando con firmeza para crear un frente común en defensa de la democracia.

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El martes ha ganado Donald Trump en USA, ha ganado de lejos y no ha ganado solo. Su victoria fortalece los nacionalismos y conservadurismos radicales que se multiplican en América y Europa. Con él se fortalecen Georgia Meloni en Italia, Javier Milei en Argentina y, a su modo, Nayib Bukele en El Salvador. 

Las causas principales de la holgada victoria republicana se derivan de la situación económica del país, la inflación de los precios y las sensibles mermas del poder adquisitivo y de la oferta de empleo. En suma, una contracción económica cuya responsabilidad se le adjudica a Joe Biden y que cargó como pasivo electoral su vicepresidenta-candidata Kamala Harris al enfrentar a su inefable y conservador oponente. 

Luego, la política internacional demócrata dejó también mucho que desear. El Gigante del Norte actúa como tal, independientemente de si lo lideran los “rojos” o los “azules”. Pero el sentido común, el tino, la posibilidad de resolver problemas fuera de casa, la inteligencia en el manejo de los asuntos exteriores son claves, pues desde allí se obtienen resultados y se fortalece la posición hegemónica del país, más en tiempos en el que la amenaza china ya se ha convertido en una palpable e indiscutida realidad. 

Biden fracasó en Ucrania y en Israel. En la exrepública soviética las fuerzas de la Alianza Atlántica apenas se sostienen ante el empuje ruso, a lo que hay que sumarle que este enfrentamiento ha acercado mucho a Vladimir Putin con Xi Jinping. Su reciente apretón de mano en la reunión de los BRICS en Kazán lo ha presenciado el mundo entero. 

Israel es otro frente conturbado. A Benjamín Netanyahu nadie lo para, el líder sionista es una bala perdida y amenaza con expandir el conflicto a todo Medio Oriente. Por lo pronto, Irán y Líbano ya están implicados.  Las opciones de Biden eran dos: seguirle el juego o dejar de suministrarle armas, ambas implicaban derrota, optó por la primera. 

Luego, la nueva guerra ideológica o batalla cultural no puede dejarse de lado. Las recientes elecciones USA han dejado claro que el electorado demócrata se aleja cada vez más de lo popular. Su público objetivo está compuesto por profesionales y universitarios, los más inmersos en las agendas woke, muchas de ellas radicales y que la mayoría de los norteamericanos, o no comprende o pondera que distraen la atención de los problemas más urgentes. 

A este nivel hace falta un decisivo debate en las izquierdas democráticas: ¿lo social o lo cultural? Está claro que una amplia agenda progresista puede incluir las dos opciones, pero el punto se encuentra en la prioridad, en lo que se les ofrece a los electores. Algunas políticas que responden a demandas de los colectivos LGTBI+ como la transición sexual de niños es rechazada por grandes mayorías al margen de sus posturas partidarias, lo mismo sucede con el punitivismo, la cancelación feminista y la llamada “dictadura de la corrección política”.  

Forzoso aterrizaje al Perú. Somos el país más conservador de América Latina. Más del 90% de los peruanos o no comprende o ignora la agenda woke. La preocupación se centra en la seguridad y la economía, después viene la inaplazable revolución de los servicios del Estado. No tiene que implicar necesariamente renuncias a banderas políticas pero sí implica establecer prioridades.

El conservadurismo peruano, comenzando por el movimiento fujimorista, no podrá ser confrontado con agendas woke que prioricen el género, las luchas LGTBI+ y el combate del racismo desde la teoría crítica, cuando ni siquiera estamos cerca de lograr la universalidad en el acceso a los servicios básicos del Estado. 

Las sirenas no cantan en vano, hay que saber escuchar lo que dicen y decodificar los mensajes que traen. El Perú necesita desarrollo, servicios y moralización. Sin establecer este punto de partida, seguiremos rodando por el despeñadero. 

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La expectante ubicación de Francisco Sagasti en la encuesta de Ipsos sobre preferencias electorales, revela que el centro político en el país, si logra consolidar una buena candidatura, puede aspirar a un rol protagónico.

Sagasti ha dicho que no va a postular, pero hay varios otros en el candelero que bien podrían reemplazarlo en las simpatías ciudadanas. De hecho, se parte además de una realidad estadística: en todas las encuestas el centro supera a la derecha y a la izquierda en autoidentificación ideológica.

Es verdad que buena parte de ese resultado se debe a que la gente responde “centro” cuando alberga indefinición, en lugar de indicar una opción ideológica específica, pero, de todas maneras, revela que hay un espacio para quienes no quieren los extremos polarizados.

El desafío es conformar una opción de centro disruptiva, algo que parece una contradicción en los términos. Sin embargo, en medio de la izquierda radical, el fujimorismo y las derechas ultras, un paquete político que combine políticas económicas liberales con una defensa de la institucionalidad democrática -tan menoscabada hoy por los desmanes congresales- bien podría consolidar una propuesta disidente del establishment.

Ya tan solo poner especial énfasis en la construcción de una educación y salud públicas dignas y eficaces, puede marcar una diferencia respecto del resto de contrincantes. La ciudadanía resiente ambas falencias como un déficit democrático y lo percibe como una exclusión indignante del mundo normal de los peruanos de primer nivel, como deberíamos ser todos.

Al Perú de hoy le conviene la consolidación de opciones de centro y derecha potentes y políticamente viables. La izquierda, cada vez más radicalizada, es carta de garantía hacia el fracaso y destruiría los islotes de republicanismo democrático supervivientes, que el pacto infame del Congreso y el Ejecutivo se están tirando abajo con fruición sin pausa.

Lo peor que le podría pasar al Perú es que el 2026, la fragmentación del centro y la derecha produzca un triunfo de la izquierda radical. Eso pasa por consolidar ambos sectores ideológicos, y, particularmente, en medio de la polarización mundial, que reaparezca un centro democrático y liberal en el país es una noticia a celebrar.

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[El dedo en la llaga] Es un mito que el celibato —la abstinencia de toda relación sentimental y sexual con otra persona— fuera desde los inicios del cristianismo una obligación. Refiriéndose a relaciones heterosexuales, el apóstol Pablo escribía en su Primera Carta a los Corintios:

«Acerca de lo que me habéis preguntado por escrito, digo: Bueno le sería al hombre no tocar mujer. Sin embargo, por causa de las fornicaciones tenga cada uno su propia mujer, y tenga cada una su propio marido. El marido debe cumplir con su mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con su marido. La mujer no tiene dominio sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido dominio sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración. Luego volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Pero esto lo digo más como concesión que como mandamiento. Quisiera más bien que todos los hombres fueran como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro» (1 Corintios 7,1-7).

Más claro que el agua, imposible. El celibato no tenía el rango de una imposición, de una obligación, pero si alguien deseaba vivir en ese estado, podía hacerlo libremente, siempre y cuando tuviera un “don de Dios”, es decir, la capacidad para poder hacerlo.

Sin embargo, a partir de la Edad Media, debido a la influencia de algunos Papas que provenían de órdenes monacales, donde se había reglamentado que una de las condiciones para permanecer en ellas era mantener el celibato, en la Iglesia se fue imponiendo paulatinamente la imposición del celibato para los clérigos ordenados sacramentalmente. Por ejemplo, el Papa Gregorio VII, en una encíclica dirigida a la Iglesia en Italia y Alemania, mandaba lo siguiente:

«Si hay presbíteros, diáconos o sub-diáconos culpables del crimen de fornicación (o sea, viviendo con mujeres como sus esposas), prohibimos a ellos, en el nombre del Dios todopoderoso y por la autoridad de San Pedro, entrar en las iglesias (introitum ecclesiae) hasta que se hayan arrepentido y hayan rectificado su conducta».

Esta norma generó gran resistencia entre los clérigos en los dos países mencionados, aunque hubo lugares donde se recurrió a la violencia para hacerla cumplir, torturando y mutilando a clérigos casados, y dejando en el abandono a sus mujeres e hijos, que fueron tratados respectivamente como prostitutas y bastardos.

Sin embargo, la práctica del celibato dentro de las órdenes religiosas tampoco había funcionado a las mil maravillas. Karlheinz Deschner (1924-2014), historiador alemán y uno de los críticos más acérrimos de la Iglesia católica, conocido por su monumental obra en diez tomos “Historia criminal del cristianismo”, nos describe en su “Historia sexual del cristianismo” (1974) la situación del celibato en las órdenes monacales:

«La toma de hábitos ha sido, en todas las épocas, un medio para poder vivir y amar con más facilidades. No todo el mundo había nacido para “murmurar salmos y repetirlos sin orden alguno hasta el aburrimiento”, como escribía en 1185 el teólogo Pedro de Blois.

San Agustín, pese a sus elogios a los monjes, ya enseñaba, sin embargo, que “no conocía a gente peor que esos que acababan en los monasterios”. Salviano, otro Padre de la Iglesia, se quejaba en el siglo V de los que “se entregan a los vicios del mundo bajo el manto de una orden”.

En el siglo VI, el británico Gildas escribe: “Enseñan a los pueblos, les dan los peores ejemplos mostrándoles cómo practicar los vicios y la inmoralidad”. A comienzos de la Edad Media, Beda atestigua que “muchos hombres eligen la vida monacal sólo para quedar libres de todas las obligaciones de su estado y poder disfrutar sin estorbos de sus vicios. Estos que se llaman monjes, no sólo no cumplen el voto de castidad, sino que llegan incluso a abusar de las vírgenes que han hecho ese mismo voto”».

Más adelante pone varios ejemplos de monjes y frailes que, en la Edad Media, eran motivo de escándalo por sus conductas libidinosas:

«En Jutlandia los religiosos fueron expulsados o desterrados a perpetuidad a causa de su libertinaje; en Halle se pegaban revolcones con las jovencitas en una zona del monasterio convenientemente apartada; en Magdeburgo, los monjes mendicantes se beneficiaban a unas mujeres llamadas Martas. En Estrasburgo, los dominicos, de paisano, bailaban y fornicaban con las monjas de Saint Marx, Santa Catalina y San Nicolás. En Salamanca, los carmelitas descalzos “iban de una mujer a otra”. En Farfa, junto a Roma, los benedictinos vivían públicamente amancebados. En un convento de la archidiócesis de Arlas, los ascetas que quedaban convivían con mujeres como en un burdel. Y era conocido por todos los vecinos que los religiosos del arzobispado de Narbona tenían mancebas (focarías); entre ellas, algunas mujeres que habían arrebatado a sus maridos.

Para convencer más fácilmente a las mujeres, los padres les contaban que dormir con un fraile en ausencia del marido era un medio para prevenir distintas enfermedades. Muchas veces les arrancaban sus favores sexuales afirmando que el pecado con ellos era mucho más leve, cien veces menor que con un extraño”.

Uno de los casos más escandalosos fue el de una orden religiosa-militar, a la que le caería muy bien, como anillo al dedo, el lema de “mitad monjes, mitad soldados”: la Orden de los Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén. Sobre ella, escribe Deschner lo siguiente:

«Los caballeros de la Orden Teutónica mostraron asimismo una espléndida vitalidad. Pues al igual que su amor al prójimo no fue el menor obstáculo para que exterminaran a la mitad de Europa Oriental, su votum castitatis, una vida “sólo al servicio de Nuestra Señora Celestial María” tampoco les impidió joder con todo aquello que tuviera vagina. Casadas, vírgenes, muchachas y, como podemos sospechar no sin fundamento, incluso animales hembras. En el enclave de Marienburg los maridos apenas salían por las noches de sus casas por miedo a que arrastraran a sus mujeres hasta la fortaleza y abusaran de ellas. Una parte de la explanada del castillo siguió denominándose durante bastante tiempo “el suelo de las doncellas”, en recuerdo de las pasiones sexuales de los caballeros espirituales. “Como resultado del sumario sobre la casa de la Orden en Marienburg ha quedado probado que, con el subterfugio de las confesiones, fueron sistemáticamente seducidas doncellas y casadas, habiendo capellanes de la orden que llegaron al extremo de raptar a niñas de nueve años”».

Una situación análoga ha perdurado a través de los siglos hasta nuestros tiempos en organizaciones religiosas conformadas por varones con obligación de celibato, como el Sodalicio de Vida Cristiana, por ejemplo, donde el “llamado a la castidad” no habría sido obstáculo para que se den prácticas sexuales de manera clandestina. Son conocidos los abusos sexuales contra jóvenes adolescentes y jóvenes mayores de edad cometidos por algunos sodálites, actos que constituyen graves delitos. Y no mencionamos los casos de sodálites que tuvieron relaciones sexuales consentidas con amigas o amantes, ni tampoco los de aquellos que recurrieron al servicio de prostitutas, o satisficieron sus pulsiones en relaciones homosexuales de mutuo consentimiento dentro de la comunidad, o recurrieron de manera habitual a la pornografía para desahogarse mediante el autoerotismo, pues se trata de prácticas no delictivas. Pero lo que sí ha saltado recientemente a la palestra son los abusos sexuales cometidos en perjuicio de integrantes de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, una sociedad de vida apostólica para mujeres, oficialmente fundada por Luis Fernando Figari en 1991, aunque quien lideró el proyecto desde años antes fue Rocío Figueroa, quien se consideraba hasta ahora la única mujer víctima de abuso sexual del Sodalicio, el cual fue perpetrado por Germán Doig cuando ella todavía era menor de edad. Ahora Fernanda Duque, una exfraterna brasileña, ha denunciado públicamente que en los años 90 ella fue víctima de abuso sexual, cuando todavía era menor de edad, por parte del superior de la comunidad sodálite de São Paulo. Si bien ella ha preferido no identificarlo con nombre y apellido, se sabe que se trataría de Raúl Masseur, un miembro de la segunda generación de sodálites, quien participó como representante en la I Asamblea General del Sodalicio (1994) y también en la segunda (2000). Posteriormente fue enviado a Canadá y paulatinamente se fue desvinculando de la institución hasta separarse de ella definitivamente.

Asimismo, ha trascendido que en el año 2011 cinco fraternas denunciaron ante el cardenal Juan Luis Cipriani, entonces arzobispo de Lima, haber sido víctimas de abuso sexual por parte de sodálites. Por supuesto, como era costumbre en Cipriani, el caso no prosperó y nunca llegó a ser de conocimiento de la opinión pública. Se aplicó la misma estrategia de siempre: el silencio y el encubrimiento, pues nunca se tomó medidas contra los presuntos abusadores, cuyos nombres aún desconocemos. Y es probable que esto sólo sea la punta del iceberg y que hayan muchas más consagradas fraternas que hayan servido de botín para satisfacer los impulsos sexuales de sodálites con autoridad espiritual sobre ellas.

Lo cierto es que en el Sodalicio el celibato —como ha ocurrido desde hace siglos en la Iglesia católica— parece estar escrito sobre papel mojado, lo cual, unido a una concepción insana de la sexualidad, ha generado un caldo de cultivo donde han germinado los abusos sexuales que se han dado a conocer. Y añadimos: también los que probablemente se irán dando a conocer en un futuro próximo.

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Son dos las tareas fundamentales que le corresponde ejecutar a la flamante fiscal de la Nación, Delia Espinoza. Primero, hacia afuera, la defensa de los fueros institucionales frente la arremetida política del Congreso. Segundo, hacia adentro, limpiar la casa de malos fiscales que han pervertido el buen quehacer deontológico al cometer excesos impunemente.

Hay una fábrica de falsos testimonios de colaboradores eficaces o aspirantes a serlo, al gusto del prejuicio o las rencillas de algunos fiscales, como está sucediendo con Eficoop y la fiscal Marita Barreto, quien a pesar de haber sido suspendida, sigue manejando los hilos del equipo y se ha dedicado a tomar venganza de sus críticos manipulando a diversas personas, como Jaime Villanueva, a que diga lo que quieren que diga e impute falsedades, a cuenta de evitarle el temido ingreso a la cárcel que le correspondería por los delitos confesados y por la falta de pruebas que ha otorgado para todos sus dichos, que hasta el momento no pasan de ese nivel.

De otro lado, la politización de la tarea fiscal es evidente en casos como LavaJato, donde se ha inventado cargos penales para justificar investigaciones sin sentido desde un inicio y que pronto, cuando pasen a la esfera judicial, demostrarán su levedad.

Delia Espinoza tiene que reconstruir la Fiscalía radicalmente y enmendar los rumbos tomados. Tarea descomunal la que le espera a la nueva Fiscal de la Nación. El Ministerio Público se ha convertido en un superpoder que aplana honras e inventa delitos, al son del humor del fiscal de turno, sin importarle el daño reputacional, los costos personales de los imputados y el tiempo enorme que se gasta en defenderse de cargos insostenibles.

La democracia requiere que el Ministerio Público recupere su solvencia profesional y se ponga punto final a la politización y la perversión profesional de malos fiscales. Ojalá la nueva titular de la entidad sepa aquilatar los desafíos que tiene al frente y actúe con celeridad.

La del estribo: merece teatro lleno en todas las funciones que restan, la obra María Estuardo que se presenta en el ICPNA de Miraflores, bajo la dirección de Alberto Isola y las actuaciones brillantes de Alejandra Guerra y Ximena Lindo. Es, sin duda, la mejor puesta en escena del año que pronto culmina y va hasta el 8 de diciembre. Entradas en Joinnus

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delia espinoza, Fiscalía

[Música Maestro] Nota: a pesar de su historial intervencionista, su cultura consumista y de tener una población capaz de elegir a Donald Trump por segunda vez, los Estados Unidos han ofrecido algunas cosas buenas a la cultura popular. El jazz es una de ellas. 

Dicen que la música es el lenguaje universal. Y, aunque esto es en esencia absolutamente cierto, hay géneros que no todo el mundo puede llegar a comprender de manera integral. Por eso el jazz, que empezó su historia como expresión sonora de las escalas sociales más bajas de los Estados Unidos, fue convirtiéndose -en la medida que se iban haciendo más complejas sus ramificaciones, combinaciones y personajes- en una suerte de placer para élites dentro de las élites, casi como la música clásica.

En paralelo, el encanallamiento de los gustos populares -hip hop en los EE.UU., reggaetón/bachata/latin pop en Latinoamérica- fue también haciendo del jazz algo fino, que dejó de tocarse en sitios lóbregos y ambientes sórdidos como los clubes de jazz de la calle 52 de Manhattan para ser usado como música ambiental en lujosas estancias de hoteles, restaurantes y salones, una transformación que hoy está más vigente que nunca. Aun así, el jazz sigue siendo un estilo asociado a la libertad, la integración -a pesar de la segregación racial que sufrieron sus mejores intérpretes en sus años dorados- y la fusión. Es difícil decir qué estilo de jazz es el más fiel a ese espíritu pues todas sus manifestaciones tienen lo suyo en ese terreno. Otra vez, comentar solo cuatro LP en un universo como el del jazz es como colocar un grano de pimienta negra en medio de kilómetros de una playa de arena blanca, inmensa y vacía. 

BILL EVANS – CONVERSATIONS WITH MYSELF (Verve Records, 1963)

Este álbum, el vigésimo de la prolífica carrera de este célebre pianista de jazz, es considerado una de las joyas del género por su naturaleza innovadora y valiente, particularmente viniendo de un personaje como Evans (1929-1980), conocido por su reticencia a usar toda clase de tecnologías de grabación en sus producciones. 

A diferencia de otros pianistas de jazz, en quienes Evans ejerció una potente influencia, como Keith Jarrett (79), Chick Corea (1941-2021) o Herbie Hancock (84), que incorporaron a su lenguaje las posibilidades ilimitadas de los teclados electrónicos, el pianista blanco de los gruesos lentes jamás consideró abandonar el piano acústico y, si alguna vez utilizó alguno de los nuevos instrumentos llegados en las décadas de los sesenta y setenta, solo fue para complementar ciertas ideas musicales pero nunca para reemplazar o poner en segundo plano al gran piano clásico, que dominaba como pocos. 

Sin embargo, decidió grabar este disco utilizando la técnica de la sobre grabación (los famosos overdubs) de tres pistas de piano tocadas por él mismo, haciendo las partes melódicas y armónicas con total libertad y fluidez, casi como si un piano conversara con los otros dos, en un diálogo interno que revela tres lados diferentes de su estilo y musicalidad. El resultado es un prodigio del jazz para piano, con muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo, lo cual convierte a este disco en un desafío para el oyente meticuloso, que requiere de suma atención para distinguir los acentos e intenciones de cada pista. 

Al mismo tiempo, es un álbum que puede uno sentarse a escuchar sin hacer mayores esfuerzos ni complicarse la vida, simplemente por el gusto de sentir buena música, independientemente de quién esté tocándola. Esta idea de multiplicarse a sí mismo nace también, por lo menos eso se siente al escuchar el disco, de una necesidad por demostrar autosuficiencia en un mundo de tantas dependencias como lo era el del jazz clásico, en que los miembros de un trío o cuarteto deben esperar a que su líder les haga una señal para soltar sus amarras y entregarse al goce de la inspiración y la improvisación. 

Aquí Evans se gobierna a sí mismo y utiliza el estudio de grabación y sus posibilidades de grabarse y volverse a grabar para articular estas interpretaciones de principio a fin sin depender de nadie. El repertorio escogido por Evans en este Conversations with myself contiene temas clásicos del jazz de los años cuarenta como ‘Round midnight (de su colega Thelonious Monk), Stella by starlight, How about you; algunos de los cincuenta como A sleepin’ bee, una canción de 1954 cuya letra había sido escrita nada menos que por el escritor y periodista Truman Capote (1924-1984), Hey there y Blue Monk (otra de Thelonious) y hasta una composición propia, NYC’s no lark. 

La versatilidad de Evans le permite cumplir funciones de bajo caminante (Blue Monk), de vibrafonista (Stella by starlight) y hasta se da espacio para lanzar referencias del francés Erik Satie (1866-1925), uno de sus pianistas clásicos preferidos, al final de Spartacus love theme, uno de los puntos más altos de este disco. El tema fue compuesto por el músico norteamericano Alex North para la banda sonora de la recordada película de 1960 dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada por Kirk Douglas. 

Bill Evans grabó este disco como un acto de rebeldía frente al apogeo del rock y las tendencias de varios jazzistas por adecuarse a las modas imperantes. Y aunque posteriormente regresó a sus formatos habituales (de tríos y cuartetos), repitió los overdubs en dos discos más, uno de 1967 y el otro de 1978, titulados Further conversations with myself y New conversations, respectivamente, conformando una tríada ideal para entender a uno de los pianistas fundamentales de la historia del jazz. 

CHARLES MINGUS – PITHECANTHROPUS ERECTUS (Atlantic Records, 1956)

Este disco es la declaración de principios oficial de Charles Mingus (1922-1979), el gigantesco contrabajista, compositor y director de orquesta conocido como «El Malhumorado del Jazz» por sus frecuentes arrebatos de violencia, que más de una vez lo llevaron a delegaciones policiales. 

Grabado en la ciudad New York cuando apenas tenía 34 años, Pithecanthropus erectus constituye una ventana de acceso al concepto de jazz moderno, gracias a sus desarrollos de plena improvisación grupal, un estilo que Mingus ayudó a construir. El sonido, por momentos oscuro, de sus composiciones va más allá del be-bop de John Coltrane (1926-1967) o Miles Davis (1926-1991), y se ubica en esa extraña categoría que algún experto denominó La Tercera Ola (a mitad de camino entre el jazz y la música clásica). 

Los arreglos, creados íntegramente por Mingus, fueron dictados por él a sus músicos de oído, una práctica por la que se haría conocido en décadas siguientes. De los cuatro temas que contiene este tour-de-force, solo uno -A foggy day- no lleva la firma del célebre artista fallecido en 1979, derrotado por la esclerosis múltiple. Este tema, original de George e Ira Gershwin, formó parte de la banda sonora de una película de Fred Astaire titulada A damsel in distress (Una damisela en desgracia) pero ni siquiera en este estándar de existencia previa Mingus da respiro a sus músicos: el piano de Mal Waldron es exigido al máximo de su creatividad mientras que Jackie McLean y J. R. Monterose -dos ídolos subterráneos del jazz sesentero- hacen gala de sus talentos cruzados en finas armonías y contrapuntos. 

Profile of Jackie es una breve composición en la que Mingus busca reconocer el prestigio de McLean, uno de los saxofonistas más prolíficos y a la vez desconocidos de ese período, que ha trabajado en gran cantidad de álbumes junto a personajes famosos del género como Sonny Rollins, Art Blakey, entre otros. Love chant es un rítmico tema que podría definirse como be-bop, aunque los especialistas disienten cada vez que se intenta encasillar a Mingus en cualquiera de las etapas o subetapas de este siempre cambiante modo de hacer música. 

Como Duke Ellington (1899-1974), Charles Mingus es reverenciado tanto por su desempeño como músico instrumentista como por sus profundas y variadas maneras de influir en las generaciones de músicos que se expusieron a sus creaciones: desde su atemorizante y fiero aspecto físico hasta su irritable carácter al momento de dirigir, todo en Mingus es parte de una prueba permanente a la tolerancia y la capacidad apreciativa. El punto culminante de este disco es el tema-título, una épica composición que supera los diez minutos de duración, en que el artista realiza un viaje «desde las raíces homínidas del ser humano hasta su fracaso por no aceptar que aquellos a quienes busca esclavizar merecen ser libres». 

Esta solemnidad, que para muchos puede parecer sobreactuada, es la base de la energía creativa de Charles Mingus, esa necesidad de no sucumbir ante los demonios internos -la depresión, las adicciones, los arranques de agresividad, la salud- y defenderse de ellos asumiendo la lucha incesante por un ideal que es superior a cualquier ligereza del ser humano, incluidas las suyas. Pithecanthropus erectus tiene algo de eso, pero más allá del sentido que (no todos) puedan encontrar entre líneas, es una excepcional construcción sonora. 

THELONIOUS MONK – THELONIOUS HIMSELF (Riverside Records, 1957)

Qué difícil debe ser sentarse frente a un instrumento tan complejo como el piano y hacer música perfecta, afiatada, sin fallas. Y aunque los universos de la música clásica, el jazz, el rock y la salsa (y todos sus derivados) están plagados de ejemplos de excelencia en la ejecución pianística, siempre inspiran mayor respeto aquellos músicos que, sin el amparo de secciones rítmicas ni apoyo de ningún otro solista que le permita relajarse, estirar los dedos y corregir sus tropiezos sin que nadie se dé cuenta, acometen las partituras con la seguridad de generar un ambiente sonoro único, independiente. 

El piano, como la guitarra acústica o cualquier otro instrumento sin amplificación artificial, exige del músico la mayor concentración y, al mismo tiempo, la mayor sensibilidad para no sonar tosco, torpe, desagradable. Y en todo ello el señor Thelonious Monk (1917-1982) siempre fue magistral, como puede uno percatarse escuchando este álbum titulado Thelonious himself (1957), el primero en que el artista de los lentes y sombreros extraños, se somete a esta dictadura del piano como único sonido en siete de los ocho temas que lo componen. 

Monk ya era una leyenda del jazz para cuando grabó este disco, el cuarto de su estadía en el sello Riverside, después de haber pasado por las prestigiosas casas discográficas Blue Note y Prestige. Las improvisaciones y disonancias están a la orden en este LP y los arrestos de blues de temas como Functional o I’m getting sentimental over you se cruzan con los complejos desarrollos de bebop de I should care y Monk’s mood, tema en el que cuenta con la colaboración de un amigo y cómplice en diversas trasnochadas de jazz copetinero y bohemio: el saxofonista John Coltrane. 

Pese a ser el compositor de jazz más regrabado de la historia después de Duke Ellington (un dato que magnifica su significado cuando comparamos la cantidad de composiciones de Duke, que pasan de mil, frente a las casi 70 del catálogo de Monk), don Thelonious no figura actualmente en el panteón de los genios del jazz y es difícil escuchar su nombre junto a los de los mentadísimos Coltrane, Ellington, Charlie Parker o Miles Davis, con quien trabajó y sostuvo múltiples discusiones musicales en la primera mitad de los años cincuenta.

Precisamente, el genial trompetista hizo suyas dos composiciones capitales de Monk, Straight, no chaser y ‘Round midnight, que en este álbum figura en una versión poco reconocible, desprovista de los sensacionales arreglos que la convertirían en uno de los standards de jazz más famosos de la historia. 

Este disco también muestra el lado más amable y romántico de Monk, en piezas como (I don’t stand) A ghost of a chance (with you), All alone y April in Paris (adaptación de un tema perteneciente a un musical de Broadway de la década de 1930), que habían sido muy exitosas en las versiones cantadas por el crooner Bing Crosby (1903-1977) pero que en las manos de Monk adquieren otra dimensión. 

Escuchar a Thelonious Monk en el contexto de un ensamble completo es una deliciosa experiencia musical pero acercarse a él así, a solas, permite entender mucho mejor la diferencia entre un buen pianista de jazz y uno extraordinario. 

GEORGE BENSON & AL JARREAU – GIVIN’ IT UP (Concorde Records, 2006)

Hace dieciocho años apareció este disco de extraordinaria y sofisticada calidad, cortesía de dos de los artistas fundamentales de smooth jazz norteamericano con raíces en los años setenta. El vocalista Al Jarreau (1940-2017) y el guitarrista George Benson (81) habían cruzado en múltiples ocasiones sus caminos musicales pero nunca habían grabado juntos. En el 2006 los astros se alinearon para permitir que estos eximios talentos se unieran para registrar una selección de trece canciones que cubren desde clásicos de la edad dorada del jazz en los años cincuenta hasta los temas más emblemáticos de cada uno, además de hacer versiones de temas de pop y soul de los setenta, ochenta y más allá. 

Además del fino catálogo de canciones escogidas para este disco, acompañan a ambas estrellas un elenco de rutilantes nombres de la escena jazzística y cantantes muy conocidos. El CD comienza con los temas más representativos de cada artista: Breezin’, el fresco instrumental que Benson compusiera allá por 1976 y Mornin’, exitazo de pop-soul que hizo masivamente conocido a Al Jarreau en 1983, casi una década después de su irrupción como vocalista de enormes recursos para la técnica del scat -que consiste en repetir, nota por nota, lo que toca un instrumento musical- y de la percusión vocal. En cada una intercalan las interpretaciones de tal manera que Breezin’ se convierte en un tema cantado y Mornin’, un instrumental. 

Este inicio, por demás auspicioso, permite que el oyente se relaje con la confianza de que la calidad está garantizada en cada uno de los once temas restantes. Por ejemplo, las versiones de inolvidables clásicos del pop radial como Summer breeze (Seals & Crofts, 1972) o Everytime you go away (Paul Young, 1985) son encantadoras, así como de temas más antiguos como Four (Miles Davis, 1959), God bless the child (Billie Holiday, 1941) o Bring it on home (Sam Cooke, 1962). En la primera, este clásico del jazz es interpretado de manera emocionante por la cantante de R&B Jill Scott. En la segunda, el ex Beatle Paul McCartney coloca su recorrida voz en uno de los himnos del soul de los años sesenta. 

Patti Austin, la reconocida cantante de R&B, participa en la canción Let it rain. En ‘Long come Tutu se lucen el bajo de Marcus Miller, uno de los músicos invitados a estas sesiones; y el piano de Herbie Hancock. Las voces de Benson y Jarreau se combinan a la perfección en canciones como All I am o la contemporánea Ordinary people, composición de John Legend, que en ese entonces se despuntaba como una prometedora luminaria del soul y el R&B con toques de sofisticación y elegancia. Además de Miller, participan otros dos monstruos del bajo jazzero: Stanley Clarke (en Don’t start no schtuff y Four) y el mexicano Abraham Laboriel (en Breezin’ y All I am). 

La química entre estos prestigiosos artistas del jazz, que ya superaban la barrera de los 60 años, es superlativa, y su experiencia en el desarrollo de sonidos suaves y a la vez de compleja ejecución es la marca de su genialidad. Benson y su famoso toque en octavas ha quedado ligeramente eclipsado con los años, debido a la degradación en los niveles de apreciación del público, una problemática que también ha alcanzado al jazz, pero escucharlo es un verdadero placer, sobre todo en canciones como Ordinary people, Mornin’ o Givin’ it up for love. Otras luminarias del trabajo en sesiones que colaboran con este disco son Dean Parks (guitarra), Vinnie Colaiuta (batería), Paulinho Da Costa (percusión), Chris Botti (trompeta), Abraham Laboriel (bajo) y Larry Williams (piano y teclados). 

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Be-Bop, Bill Evans, Charles Mingus, George Benson, Jazz, Thelonous Monk

Quizás cuando se evalúe lo positivo que sería para el país y la democracia que Dina Boluarte no acabe su mandato, un factor de peso para propiciar ello es que también supondría el fin del contubernio congresal que tanto daño le viene haciendo al país a partir de un pacto infame entre la derecha y la izquierda congresales, a cambio de prebendas que no tienen rubor de ocultarse.

El populismo penal, la intromisión en los fueros fiscales y judiciales, la perversión del sistema electoral, la destrucción de la meritocracia magisterial, la aniquilación de las políticas de género, la amnistía a los criminales de guerra, la afectación de derechos civiles, entre otros temas, son el combo siniestro que este Legislativo viene desplegando y cada día que pasa sorprende con una nueva iniciativa peor que la anterior.

Y en ello, responsabilidad principal tienen dos agrupaciones partidarias: Fuerza Popular y Alianza para el Progreso, Keiko Fujimori y César Acuña. El segundo ya se dio cuenta de que no tiene ninguna posibilidad presidencial y que gana más obteniendo una cuota de poder congresal y acomodarse al gobierno de turno. La primera, una vez más, comete en severo error de cálculo. Su gestión parlamentaria actual es igual de mala o peor que la que exhibió durante el gobierno de PPK.

A Keiko quizás la engañe el porcentaje de intención de voto que las encuestas le otorgan y que prácticamente le asegurarían su pase a la segunda vuelta, pero lo que no parece entender (no es muy brillante, políticamente hablando, digámoslo) es que su pasivo parlamentario será el detonante perfecto para reactivar en una segunda vuelta el poderoso antifujimorismo, que ya le costó perder tres jornadas definitorias.

Ambas agrupaciones deberían ser severamente castigadas el 2026, dado que se ve nublado el horizonte de una vacancia, gracias precisamente a su concurso en favor de la presidenta Boluarte. Acuña debería obtener una rala representación parlamentaria y Keiko no debería pasar a la segunda vuelta. Ese es el castigo político que ambos merecen por su participación siniestra en los desmanes autoritarios del Congreso y el apoyo desembozado a un gobierno sumamente mediocre como el que nos rige.

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Acuña, Keiko

UNO

El Negro anotó tres goles, en cada una, hubo jugadas magistrales. El primero, pase largo, bombeado, a Pele; quien la recibió en el borde del área, rodeado de dos defensas. Entonces, hizo fácil lo difícil: un sombrero a Manga; el segundo, vino un centro desde la izquierda y el 10 hizo el salto imposible, rodeado de rivales más grandes, como en la final del Mundial de México 70; el tercero, le robó el balón al lateral, en el área, y luego de driblear al arquero, éste lo derribó. Todo en menos de 20 minutos. Fue hace 61 años, Santos y Botafogo jugaban la semifinal de la Libertadores. El encuentro de ida, en Santos, había terminado empatado. La vuelta fue en Rio, los cariocas tenían un equipazo: Garrincha, Zagalo, Nilton Santos, Quarentinha y Manga, entre otros. El equipo paulista tenía a Pele, con eso bastó. Terminó 0-4 a favor de los visitantes.

Diez años más tarde, el Fogão, volvió a clasificar a la segunda fase de la Libertadores. Entre sus estrellas, estaban: Jairzinho, Marinho Chagas, Dirceu, Brito y el lobo Fischer. Era el favorito. Sin embargo, perdió, clamorosamente, ante Colo Colo, (que debió ser campeón ese año); el Maracaná fue testigo de aquella noche aciaga, un 1-2, que debió terminar 1-3. También está, en el pretérito, el partido en Asunción, ante Cerro Porteño (el crack Saturnino Arrua estaba lesionado). Los brasileños ganaban 2-0, sin sobresaltos. Corría el minuto ochenta; en los siguiente cuatro minutos, todo cambio. El encuentro acabó 3-2 a favor del equipo azulgrana. Botafogo, terminó último en su grupo. 

El año pasado, quedó en ridículo, al perder el Brasileirao en las últimas jornadas. Lo había liderado, por más de 30 fechas. En el futbol, el factor psicológico es fundamental, tanto como el físico, la técnica o lo táctico. Hicieron los ajustes necesarios. Trajeron a Barboza, defensa central, argentino, envidiable juego aéreo y un físico que intimida. Dio tumbos por distintos equipos de poca monta y logró encontrar su lugar en Rio. Luiz Enrique, el excelente delantero, que volvió del Betis español, donde no era tenido en cuenta. A Jefferson Savarino lo compraron de la infladísima MLS. A esos se suman: Igor Jesus, Thiago Almada (campeón del mundo con Argentina) y Vitinho.  Creo que los campeones -siempre- tienen un punto referencial. Hace 3 años, Flamengo, dio un recital, en el Amalfitani, con una goleada histórica. Por su parte, el Fogão hizo los 45 minutos, más perfectos, que se recuerden en una Copa Libertadores. Lo apabulló al Peñarol, que vivía, en un estado onírico. Esta clase de torneos, siempre dan chance a equipos -con pasado glorioso y presente grisáceo- para que puedan avanzar. El año pasado, a Olimpia le sucedió lo mismo. Ambos, eliminaron a un Mengão, sin identidad propia y funesto en defensa. Fluminense, el 2023 y ahora el Botafogo, los devolvieron al mundo real. Hay muchas similitudes entre el Tricolor y la Estrella Solitaria: Posesión, juego a un toque y presión alta. Más aun, con los jugadores virtuosos que posee.

DOS

El Galo tenía un cuadrazo en 1981. Clásicos eran sus encuentros con el Fla. Las estrellas eran: Reinaldo, Eder, Toninho Cerezo, Palinha y Luizinho. Hubo un tercer match, para definir quien pasaba a la segunda fase de la Libertadores. Un 21 de agosto se jugó el partido del escándalo, el Atlético sufrió la expulsión de seis jugadores, está en Youtube, la ignomiosa actuación del réferi. El Rubro Negro, pasó a la siguiente etapa y ganó, lógicamente, la Copa.

El 2013, contó con Ronaldinho. Eran los últimos pasos, del genio. La primera fase, el Galo demostró su gran nivel, junto con los destellos del Diez. Sin embargo, en los cuartos de final y semifinales, bajó su nivel, ostensiblemente. Sin ánimos de equivocarme, si Independiente Santa Fe, Olimpia o Newell’s hubieran salido campeones, no hubiera sido injusto. En absoluto, los cuatro estaban a un mismo nivel. El Atlético Minero se clasificó para la final y salió Campeón, por medio de la tanda de penales. 

Este año, contrataron a Gabriel Milito, de gran campaña con Argentinos Jrs. Ganaron el Estadual y comenzó con todo el Brasileirao. Su filosofía era de presión constante, posesión y ataque. El Atlético se maneja a nivel europeo, instalaciones de primera y avión privado. Tiene una base, el líder es Hulk. Esa es una ventaja de los equipos grandes del Brasil, pueden mantener su plantilla, sin problemas. Junior Alonso, dejó Rusia y volvió a Belo Horizonte; Bataglia es un pilar en la defensa; Everson es uno de los mejores del continente; Scarpa un exquisito, al igual que Zaracho (está volviendo de una lesión). Fausto Vera, el volante argentino, encontró su lugar en el equipo, Hulk y Paulinho son los delanteros temibles. Por último, esta Deyverson, una especie de Jhon Kennedy del Galo. Imprevisible, tribunero y capaz de inquietar a toda una defensa. Aplastó a River en la ida. El domingo 10, define la Copa Brasil, ante un renacido Fla. Está en décimo lugar, en el Brasileirao. Entonces, cae la pregunta de madura.

  • ¿Es el Brasileirao más difícil que la Copa Libertadores?

TRES

Unos periodistas y youtubers, argentinos a la cabeza, pide un cambio de formato. En lo que respecta, al tema económico se hacen los boludos. El aporte de los auspiciantes y los derechos televisivos, es por la influencia y presencia de los teams brasileños, quienes modificaron todo el universo monetario. De ahí, que el premio haya subido a 23 millones de dólares para el Campeón y 7 millones de dólares para el Subcampeón. El PBI del país-continente es de 3,7 billones de dólares. Es la mayor economía de América del Sur. La Conmebol estima los ingresos en 862 millones, por derechos de televisación del Torneo Continental. En tanto, que los acuerdos comerciales superarían los 300 millones de dólares.

  • ¿Es necesario otra explicación?

Es cierto, que es difícil competir, sino imposible. 

  • ¿Pero qué hacemos?
  • ¿Una Copa Libertadores sin brasileños?
  • ¿Sacarles los cupos que tienen?

Es ridículo por donde se mire. Desde hace más de 30 años que los países del continente, imitaron el nefasto Torneo Argentino (Apertura y Clausura) y sus inentendibles promedios. Todo hecho, para que los grandes -en cada país- no desciendan. Con Chiqui Tapia, al frente, todo empeoró, al crear un torneo de 30 equipos y sin descenso. Le quitó seriedad y competitividad al campeonato. Lo volvió mediocre. Ahí están los resultados: River, nunca jugó ante un rival de fuste. Cuando lo hizo, fue eliminado. Ojo, también, se equivocó en las compras que hizo. Si bien, muchos resaltan la billetera de los clubes brasucas, lo más importante es el proyecto. El Botafogo contrató a un técnico portugués de nivel: Arthur Jorge, que llevó al Braga -equipo chico- a clasificar a la Champions League. Mientras tanto, Flamengo, gastó ingentes cantidades de dinero; sin embargo, desde hace 2 años fracasa, rotundamente, en el torneo. Palmeiras, a partir del 2020, sostiene al técnico Abel Ferreira. El Verdao tiene una identidad indiscutible; Fortaleza, está a punto de clasificar a la Copa del 2025, con Vojvoda, que los dirige desde 2021. Trajeron a técnicos de nivel, como Milito, Zubeldía y Ramón Díaz. El Brasileirao es uno de los torneos más importantes del mundo. Lo coloco detrás de la Premier y la Liga. Encima, es mucho más complicado, por la geografía, distancias y variedad de climas. Tienes 20 equipos que pelean siempre por algo. Doce clubes pelean por clasificar a la Libertadores o Sudamericana. Los cuatro restantes por ir a la Copa, de segundo orden, y no descender. Con un aditamento, que no sucede en ningún lado, tiene 4 descensos directos.

Entonces, excluir a los equipos brasileños o disminuir el cupo, no dará oportunidades a los demás de ganar, si posiblemente de llegar a la final, pero no de ganarla. Debemos mejorar los torneos, hacerlos más competitivos. En la Champions League vemos, que los campeones de los últimos 10 años son el Manchester City, Liverpool, Real Madrid, Barcelona, Bayern Munich y Chelsea. Esto es, los equipos grandes y poderosos. La última vez que un equipo, de Europa del Este, ganó la Orejona fue la Estrella Roja en 1991. Y a eso avanza la Libertadores. La Sudamericana es distinta, ahí está Racing, que es favorito para ganarla. Tal como lo hizo en su momento LDU o Independiente del Valle. Creo que, por ahí, está el camino.

Mientras tanto, los argentinos se van a tener que bancar, una final brasileña en el Monumental. Confirmando el dicho del país-continente.

  • Alegría nao tem fim.

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Copa Libertadores 2024

Desde su aparición, la revista Martín, bajo auspicio de la Universidad Peruana San Martín de Porres, se convirtió en una referencia en el ámbito de las revistas literarias peruanas. El proyecto se articuló alrededor de una idea monográfica, es decir, cada número sería dedicado a un escritor o escritora cuyo merecimiento no ofreciera dudas. 

Así, sucesivos números han ido contribuyendo también a la configuración de un canon. Martín Adán, César Moro, Juan Gonzalo Rose, Blanca Varela, Carmen Ollé, Julio Ramón Ribeyro, Arturo Corcuera o Antonio Gálvez Ronceros, por mencionar algunos nombres. Durante este fructífero período (36 números) la revista estuvo a cargo del poeta Hildebrando Pérez en la dirección y del artista Jesús Ruiz Durand en la edición gráfica. Hoy tenemos entre manos el número 37, fruto de un rediseño y un cambio de timón en la dirección de la revista, esta vez bajo la atenta mirada de Dante Trujillo y Arturo Higa.

Manteniendo el ánimo monográfico, el número está dedicado a Karina Pacheco, una escritora cusqueña que poco a poco ha ido ganando notoria presencia en la narrativa peruana, ya con varios libros en su haber y con el Premio Nacional de Literatura en la categoría novela, que le fue otorgado en 2021 por El año del viento. 

La narrativa de Karina Pacheco se encuentra estrechamente vinculada con dos problemáticas cuya discusión está cargada de ardores, unos justificados y otros no tanto: los años de la violencia política, especialmente los marcados por el conflicto armado interno; en segundo término, su obra está atravesada por una constante reflexión en torno a la condición de la mujer en el Perú. 

La memoria, la idea de una escritura atenta a los vaivenes de la historia, la posibilidad de seguir practicando un realismo fuertemente anclado en la experiencia social y política de la nación, incluyendo la reivindicación del sujeto femenino, se mantienen vigentes en una obra que se las arregla para interpelarnos. 

La obra de Karina Pacheco adquiere mayor significación cuando la pensamos en las contigüidades de una tradición que se remonta al siglo XIX, donde podemos encontrar la huella fundadora de escritoras como Clorinda Matto o Mercedes Cabello de Carbonera, legado que Pacheco conoce como lectora y, a su estilo, reactualiza como autora. Muy recomendables los acercamientos de Nataly Villena, Victoria Guerrero, Avecita Chicchón, Carlos Yushimito, Juan Carlos Cortázar, María Eugenia Ulfe, Rocío Ferreira, Verónika Tupayachi, Adriana Peralta y la entrevista de Jaime Cabrera Junco. Mención aparte para los textos inéditos de Karina Pacheco. Edición impecable. Plato servido, lectores. Buen provecho. 

Martín 37. 2024. Universidad San Martín de Porres.

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