Opinión

No sorprenden los resultados de la encuesta del IEP. Constatan las tendencias que se venían apreciando, pero a la vez confirman que falta mucho trecho por recorrer y que los candidatos están tan apretados que cualquier cosa puede suceder.

Si se analiza la encuesta no tanto por los porcentajes brutos que aparecen, si no por la tasa de crecimiento o decrecimiento de los candidatos uno se encuentra sorpresas. Así, yendo en el orden de aparición en la medición de marzo y comparándola con la de febrero, veamos cuánto han crecido o decrecido: Lescano (+23%), López Aliaga (+25%), Fujimori (-12.2%), Mendoza (-21.35%), Forsyth (-16.5%), De Soto (+35.71%), Urresti (-6.25%), Castillo (la sorpresa!!!: crece 45.83%), Acuña (-10.53%), Humala (+4.16%), Guzmán (-25.81%), Salaverry (-45.46%).

Grosso modo, se confirma el desplome del centro. No es una opción en la primera vuelta. Se pondrá en juego para la segunda cuando los dos finalistas traten de conquistar ese grueso sector del electorado. Por ahora, las propuestas polarizadas crecen. Así, caen Forsyth, Urresti, Acuña y se desploma Guzmán (el que ha hecho campaña más direccionada y explícita en favor del centrismo).

Por el lado izquierdo, la cosa parece ya jugada. Lescano está puntero y en franco crecimiento. Mendoza ya empezó a caer y seguramente quien le está arranchando votos es Pedro Castillo, el candidato de Perú Libre, quien es el que más crece en esta encuesta y tiene un potente 8% en el sur, la región más disputada por las izquierdas (Lescano tiene 19.3%, Mendoza 10.4% y sigue muy de cerca Castillo).

Por el lado derecho, la cosa aún no está definida. López Aliaga se ha despuntado y probablemente crezca un poco más, pero su conservadurismo tiene un techo. Keiko Fujimori ha caído, pero no se le puede subestimar. Hay un voto escondido en favor de ella, que no parece probable que se arredre por la reciente acusación fiscal. Y De Soto viene creciendo de modo significativo (crece más que López Aliaga), confirmándose ello en varias encuestas. El autor de El misterio del capital podría sorprender y meterse en la pelea por pasar a la segunda vuelta. Si sigue creciendo así, lo puede alcanzar al candidato de Renovación Popular.

A poco menos de un mes de la elección, la cosa claramente no está definida. Las piezas se seguirán moviendo y el que pestañee perderá. Quien se ponga nervioso cometerá errores. El mejor estratega saldrá adelante.

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Encuesta, IEP, Pedro Castillo

Las entrevistas a un escritor registran no solo palabras de coyuntura (la publicación de un nuevo libro o un premio son siempre motivos), sino además van fijando la sensibilidad, el carácter, el temperamento y las ideas con las cuales se ha construido el particular universo en que habita cada creador. Una vez reunidas estas conversaciones, uno como lector queda ante una suerte de fresco verbal, la reconstrucción de un testimonio personal y un ordenamiento del proceso mental y creativo a través del flujo de las palabras. El género confirma, de paso, la especie de hermandad que existe entre el periodismo y la literatura.

 

Digo todo esto motivado por la reciente aparición de un verdadero tesoro: Entrevistas a Blanca Varela, compiladas impecablemente por Jorge Valverde Oliveros. El volumen está ordenado cronológicamente, ha sido ilustrado con fotografías de alta calidad (algunas poco conocidas) y al final del volumen una rigurosa cronología biográfica nos impide olvidar el tránsito vital y literario de nuestra gran poeta.

 

Cierto es que no todas las entrevistas ofrecen el mismo atractivo, aunque debemos apuntar que, en un horizonte común, ninguna de estas piezas carece de valor documental, algo que en última instancia constituye la aspiración natural de todo texto que, como una entrevista, contenga el diálogo con una figura de los quilates de Blanca Varela.

 

Como sabemos, Blanca Varela pertenece a la gran Generación del 50 y es una de las poetas más importantes de nuestra tradición. Ajena a esa inútil polémica entre “puros” y “sociales”, Varela resuelve el falso dilema con una poesía cargada de tinte existencial, que expresa la condición femenina no desde una propuesta programática sino desde el propio tejido metafórico de sus poemas, entre los más notables, “Monsieur Monod no sabe cantar”, de donde cito: “Querido mío/ te recuerdo como la mejor canción/ esa apoteosis de gallos y estrellas que ya no eres/ que ya no soy que ya no seremos/ y sin embargo muy bien sabemos ambos/ que hablo por la boca pintada del silencio/ con agonía de mosca/ al final del verano (…)” .

 

Una poeta que apostó muchas veces por el minimalismo, la expresión desnuda y contenida de las palabras fue, coincidentemente, una mujer de pocas palabras, poco tolerante a los asedios mediáticos, pero capaz de declarar siempre con honestidad sobre sí misma y su proceso artístico. Así, en la página 55, por ejemplo, Peter Elmore y Federico de Cárdenas le preguntan: “¿Qué tipo de escritora cree que es?” Llega sin demora la respuesta: “Miren, creo que hay dos tipos de escritores: los que escriben desde la conciencia y los que escriben desde el otro lado, desde una zona muy próxima a la locura. Creo que soy alguien que al trabajar con esta materia tan delgada de la literatura, trata de rescatar algunas cosas, algunas evidencias, de ese otro lado irracional –pero no necesariamente inconsciente– desde el cual escribo”.

 

Por supuesto hay mucho más. Y eso permite trazar un itinerario, algo siempre útil al lector. Hay conversaciones notables desde el punto de vista literario; otras informan de esa tortuosa vitalidad que en Banca Varela era el motor de su propia escritura y una en particular, la discutida entrevista publicada por la revista Casa de Citas, que queda inscrita en una historia de ribetes polémicos. Creo que los lectores más asiduos y leales de Blanca Varela (quisiera sumarme a ellos) encontrarán en este libro eso no dicho en sus poemas, pero igualmente inasible: el misterio de la escritura en palabras igualmente cargadas de misterio.

 

Entrevistas a Blanca Varela. Edición de Jorge Valverde Oliveros. Lima: Isagoria, 2020.

 

Aparece una legítima denuncia periodística en la que se informa que la excanciller Elizabeth Astete señaló ante el Congreso haber informado de su inclusión en la lista del vacunagate al propio presidente Sagasti y que éste no dijo nada y que inclusive le habría dado su autorización, habiendo solo reaccionado cuando se desató el escándalo.

Palacio ha emitido un pronunciamiento en el que niega los hechos y arguye que el día en el que supuestamente se produjo el intercambio de información entre Sagasti y Astete, no hubo sesión del Consejo de Ministros. Acto fallido, porque luego se ha conocido que el día señalado sí hubo una reunión entre el Presidente, la excanciller y la exministra de Salud, Pilar Mazzetti.

Si se certifica el hecho -lo tendría que aseverar Mazzetti, presente en la susodicha reunión-, el Presidente habría incurrido en una falta, sin duda. No tenemos la capacidad de asegurar o desmentir el hecho, pero la torpeza comunicacional del gobierno ya es legendaria y solo abona en favor de la hipótesis denunciada, lo que en el peor de los casos, lleva a Sagasti al borde del delito o de una falta administrativa y en el mejor lo deja como un mentiroso.

No obstante ello, es necesario advertir una vez más, la torva intención de muchos políticos de aprovechar la circunstancia para tratar de sacar a Sagasti del poder. Como buitres al acecho de carroña, estos políticos (congresistas y candidatos) solo tienen en mente desestabilizar el país más de lo que ya lo está.

Se conjugan dos intereses: la mafia de las universidades truchas que a toda costa quiere hacerse del poder para tumbarse a la Sunedu, la reforma universitaria y recuperar la licencia perdida de sus universidades (mafia que cuenta con enorme representación congresal), y algunos candidatos que saben que a mayor zozobra mayor impacto de su aparente radicalidad y actitud confrontacional.

Impresiona que a estas alturas de la crisis, a sabiendas del retraso administrativo y político que podría generar un nuevo cambio de gobierno, haya quienes antepongan sus intereses particulares al bienestar del país. A nadie en su sano juicio le debería parecer conveniente interrumpir el mandato de Sagasti, quien, a pesar de la aparente inconducta imputada, no calificaría para merecer el castigo de la vacancia por incapacidad moral que pueda llevar al Congreso a censurarlo. Solo un incendiario antipatriota podría pretenderlo.

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Elizabeth Astete, Francisco Sagasti, Pilar Mazzetti

Si nos atenemos a la última medición de Datum, al menos habrá nueve bancadas congresales, y ninguna, como es previsible, con mayoría suficiente. El candidato que gane la elección presidencial no va a tener dominio legislativo. La probabilidad de que se repita los siguientes cinco años el escenario de ingobernabilidad y de enfrentamientos y crisis entre Ejecutivo y Legislativo es muy amplia.

Tendría que firmarse un pacto de gobierno multipartidario, que incluya presencia en el Ejecutivo y a cambio de eso respaldo congresal. ¿Será posible con tantas bancadas y tan disímiles intereses? Por lo pronto, olvidémonos de reformas estructurales controversiales: la necesidad de consensos hará que estás sean mediatizadas. Tendremos cinco años de más de los mismo, sin cambios importantes en sectores álgidos de la vida pública del país.

Lo que es peor, según ha recordado recientemente Fernando Tuesta, en base a información propalada en la unidad de datos de El Comercio, un 43% de los candidatos al Congreso recién se inscribió en su partido un mes antes de que venciese el plazo. Y si a ello sumamos los invitados, comprenderemos que las propias bancadas no serán disciplinadas ni cohesionadas, poniendo en riesgo cualquier pacto formal que se pueda establecer.

Todo hace suponer que veremos repetirse el escenario vigente donde los extremos de la disolución del Congreso o la vacancia presidencial volverán a estar en juego permanente. Zozobra política, sin reformas urgentes será, al parecer, la moneda distintiva de los siguientes cinco años.

Es muy improbable que de acá la primera vuelta, un candidato crezca lo suficiente como para lograr una bancada mayoritaria o lo suficientemente grande como para que un solo pacto le alcance para asegurarse la mayoría que le permita gobernabilidad (al estilo Perú Posible-FIM en el 2001 o Partido Nacionalista-Perú Posible en el 2011).

Más allá de la elección presidencial, la congresal es aún más crucial. Y al respecto no hay buenos augurios. Tendrían que alinearse los astros de una manera tal que de la noche pasemos a la luz. Va a depender de la capacidad política de quien resulte elegido Presidente. Lo cierto es que el país ya no aguanta cinco años más de crisis política permanente.

No sé si con el deterioro político, la retórica y recursos electoreros de nuestros candidatos y candidatas se han ido simplificando y empobreciendo con los años, pero el debate presidencial organizado por El Comercio e IDEA Internacional el martes 9 de marzo, develó casi como una caricatura los estereotipos a los que estaban apelando. Para ganar la simpatía, acrecentar su popularidad y competir por la Presidencia del Perú a pesar de las investigaciones judiciales bajo las que estuvieron y de una prisión preventiva de la que ahora se saca provecho, casi todos concentraron sus discursos en vender una imagen literalmente ganadora.

 

Sin duda George Forsyth es un deportista en competencia permanente. Y por eso agota seguirle un discurso reiterativo hasta lo inimaginable. Su recurso retórico consiste en apelar al comenzar cada frase, que él pertenece a una nueva generación que “sacará a patadas” a los políticos de siempre. Porque todo lo que no supieron hacer (tan obvio) él lo hará como a nadie se le ocurrió. Él es, sin duda, el campeón que arreglará las cosas para enrostrarles a los políticos de siempre lo fácil que era si lo hacían a su estilo victoriano. Ah, y claro, por favor, que entonces el público lo vitoree.

 

Daniel Urresti, “parado y sin polo” como se describió enfrentando los retos de gobierno, había llegado cual gladiador a la arena. Se burlaba de los demás candidatos y luego los acusaba, con más lugares comunes, de ser unos improvisados (cuando en realidad todos presentaban propuestas un poco más complejas o ambiciosas que las suyas). Nunca dejó de decir lo bien que sabía pelear, que sacaría el pecho por quien lo necesitara y que metería a la cárcel a todos. “Palabra de Urresti”, por mi madrecita.

 

Frente al pecho henchido de ambos contrincantes, Yonhy Lescano no se pudo contener. Dedicó el espacio para alabarse como el buen congresista que aportó leyes a favor de la economía, de la seguridad y contra la corrupción. Así que todos eran inferiores a este sabio patriarca, ninguno sabría ningún tema del que estuviesen hablando tal como él gracias a sus principios de Ama Sua, Ama Llulla y Ama Quella. Como Urresti no se rendía bajo su sapiencia, lo acusó públicamente de haber provocado que lo denunciaran falsamente. Lescano el probo, por favor, es invencible.

 

Keiko Fujimori también había llegado con un estereotipo novedoso para su edad bajo la manga. Con la intención de ubicarse por encima de los demás, se presentó como la gran madre con “mano dura” que necesita el país. Gracias a la injusticia del poder judicial, la nueva Fujimori ha forjado durante su prisión el carácter de una gran y comprensiva mujer junto con los más sufridos del Perú. Su propuesta sin embargo es blanda, porque es a favor de la informalidad empezando por la agricultura, tal cual su padre en 1990. Pero eso qué importa. Déjenme ser la primera mujer presidenta del Perú, pide por lógica simple la gran madre.

 

Los cuatro montaron una transparente puesta en escena de guerreros peleando por el poder: el deportista, el guardia, el patriarca y la gran madre desautorizándose los unos a los otros para poder demostrar que se es mejor que el resto. ¿Y qué estereotipo performaba Verónica Mendoza mientras tanto? Pues no jugó ninguno. De manera un poco desentonante, no calzaba en la pelea de titanes electorales a la peruana. Simplemente exponía sus ideas y propuestas. En ningún momento nos dijo que ella era la persona indicada, si no, por el contrario, constantemente aludía a que ni siquiera tomaría las grandes decisiones que los demás candidatos sí se adjudicaban a sí mismos, sino que mediante votaciones y consultas populares se acordaría si se requiere una nueva Constitución (por dar un ejemplo). Mostró una clara propuesta de cómo debía funcionar el aparato estatal, qué impuestos cobrar y qué hacer con la Policía Nacional. No prometió nada para ganar popularidad. Ni siquiera respondió el manido reclamo por Venezuela. Sólo ofreció proteger nuestras vidas y nuestros derechos.

 

El voto en el Perú no es un voto racional. La primera vuelta prioriza a los candidatos más populares y la segunda vuelta nos protege del peor de los que quedaron primeros. ¿Se puede ser popular en el Perú con estereotipos de mujer de izquierda? Nuestra historia reciente aún nos indica que ese no puede ser el camino y menos aún en el contexto de competencia en el que nos encontramos. Quedando tan pocos días, ¿Sabrá Mendoza qué mujer le gustaría tener al Perú para que venza a los demás y los guíe?  En una vuelta electoral tan llena de emociones y desconfianza, a los estereotipos no se les puede dar la espalda.

 

9 de marzo de 2021

 

Es evidente el cambio de estrategia de Hernando de Soto. Ha iniciado una maratón de apariciones mediáticas combinadas con visitas a diversas zonas del país y eso parece estarlo sacando de la modorra en la que se encontraba.

Según la última encuesta de Datum viene creciendo sostenidamente desde hace tres meses. Tuvo 3% en enero, 4% en febrero y ahora 5% en marzo. Si sigue en ese ritmo, en la próxima encuesta puede meterse en eL pelotón de los que disputan el segundo lugar.

Su principal desafío es convencer a los sectores populares. Tiene 16% de intención de voto en el AB, pero tiene apenas 2% en el E. Con igual disfuncionalidad, en términos regionales o de ámbito geográfico tiene 9% en Lima, pero apenas 1% en el oriente.

Esas disparidades son resultado de una mala campaña, de falta de estrategia electoral, de objetivos mal planteados, de equipos de trabajo demasiado complacientes con un candidato evidentemente narcisista a quien debe ser muy difícil convencerlo de sus errores. De seguir en ese plan, el autor de El misterio del capital va a terminar cometiendo los mismos errores de su odiado Mario Vargas Llosa (cuando se le preguntó a uno de los asesores externos de la campaña del Fredemo, Marc Mallow Brown, cuál era el principal problema de la misma, con flema británica dijo que era el propio autor de Conversación en la Catedral).

De Soto ha realizado una jugada audaz y arriesgada al ir a expresarle su respaldo a Rafael López Aliaga cuando éste se hallaba en el trance de ser sancionado por el Jurado Nacional de Elecciones. Quizás pudo haber pensado que si al candidato de Renovación Popular lo sacaban de la contienda se quedaba con todos sus votos, o calculó que igual el gesto le iba a suponer un trasvase electoral, pero lo cierto es que un candidato que venía en las ligas menores, casi desahuciado, apareció de pronto en todas las primeras planas, en las redes sociales y en las abridoras de los programas estelares de televisión. En ese sentido, una buena jugada.

De seguir la tendencia creciente (la siguiente encuesta va a medir recién su gesto), puede terciar en la disputa por la derecha que vienen librando Keiko Fujimori con Rafael López Aliaga. De Soto, con inteligencia, ha decidido golpear al candidato de Renovación Popular. Sabe que su respaldo es más efímero que el sólido bolsón fujimorista, refractario a cualquier tentación ajena.

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Hernando De Soto, Keiko Fujimori, Rafael Lopez Aliaga

Rafael López Aliaga, él lo ha dicho, no es político sino empresario de probado éxito, y de eso se jacta. Ha sostenido e impulsado su campaña a base de ese discurso y le ha dado resultados. Hoy, a un mes de las elecciones, es el candidato presidencial con claras posibilidades de llegar a la meta este once de abril. Sin embargo, en la recta final de la campaña, conducir su candidatura sin destreza política puede ser el error más grande que pueda cometer.

 

El domingo 7 de marzo, en un programa periodístico, se le consultó sobre su eventual gabinete ministerial. López Aliaga —como no es político— no amagó la pregunta y se lanzó con nombres, e incluso —como no es político— invitó a la prensa a conocerlos en una presentación que él hará de ellos. Craso error. El candidato López Aliaga está en las preferencias, pero adelantar los nombres de las personas que integrarían su eventual Consejo de Ministros en el estreno de su posible gobierno puede traerle problemas, como el que voy a contar más adelante.

 

Al menos en esta primera vuelta, presentar «ministros» es como cantar victoria antes de tiempo, ¿no es cierto? Otra cosa es presentar al equipo de plan de gobierno, que no es lo mismo que al gabinete de ministros. Keiko Fujimori, por ejemplo, en las redes sociales ha venido presentando a su equipo de asesores encargados de elaborar las estrategias de cada eje del plan de gobierno de Fuerza Popular: a Ernesto Bustamante como encargado del eje Salud y a Fernando Rospigliosi como responsable del eje Seguridad. Ambos preparados en esos asuntos. ¿Ambos tienen perfiles de ministros?, por supuesto que sí, pero no se les presenta como eso, aún. Falta todavía un larguísimo mes para las elecciones, y el arsenal de ministros se debe dejar para la segunda vuelta.

 

«No soy  parte de su equipo»

 

Este es el problema del que les hablé: «Nuevamente el candidato Lopez Aliaga usó mi nombre para su campaña. No soy parte de su equipo, no trabajo con él», escribió Luis Solari, un día después de aquel domingo 7 en que López Aliaga lo mencionara como su eventual ministro de Salud. ¿En qué pensó el candidato Rafael López Aliaga cuando deslizó el nombre de Solari, tal parece sin tener relación de campaña con él? Claro, el doctor Solari ha marcado posición en contra de las vacunas chinas de poca eficacia que ha comprado el gobierno morado, pero eso no lo convierte en adepto de Renovación Popular, ni siquiera por haber sido hace pocos nomás, en el 2020, candidato al Congreso por Solidaridad Nacional, partido al que también perteneció en el pasado el hoy candidato presidencial Rafael López Aliaga. ¿Se emocionó RLA? Pienso que se confió de un tuit de Solari escrito varios días atrás, el 17 de febrero, cerca del Día de la Amistad: «Gracias a Rafael López Aliaga por mencionarme como su eventual ministro de Salud, aunque no integro su equipo de plan de gobierno», aquí Solari agradece que lo mencionen, se emociona porque lo tienen en cuenta, se sentía halagado, pero sorpresivamente ahora se muestra arisco. ¿Qué le hizo cambiar de ánimo al doctor Solari? Tal vez que en febrero no tenía invitación de nadie para formar gobierno como sí en marzo: «Luis Solari se une al equipo de Hernando de Soto», titulan los periódicos el 9 de marzo, un día después de su tuit arisco con López Aliaga.

 

En política suceden estas cosas. Y como en la recta final los errores del que está adelante son aprovechados por otros que pelean su lugar, aparece el astuto, el hábil competidor, el que hace leña del árbol caído sin remordimiento, el que lee la coyuntura de inmediato. Sin duda una reacción política oportuna la del equipo de campaña de Hernando de Soto. Y una lección para el equipo de Rafael López Aliaga, como para que haga despertar la astucia del político que se necesita en la recta final de una campaña electoral.

 

10 DE MARZO DEL 2021

 

Cuando escucho a alguien decir cosas como ‘Verónika Mendoza es terruca’, mi reacción depende del respeto que le tenga a esa persona. Y no me refiero al respeto por su capacidad moral, sino a qué tanto creo que esa persona se guíe por la búsqueda de la verdad.

 

Si es una persona a la que considero inteligente, suelo pensar que es imposible que crea algo tan absurdo. Seguramente tiene muy claro que Mendoza no es terrorista, pero por alguna razón le conviene difundir que sí lo es. Ahora bien, la mentira no necesariamente implica afirmar una falsedad, sino que se trata más bien de decir algo contrario a lo que uno cree que es verdadero. Debido a ello, el mentiroso tiene que tener claro qué es lo que realmente cree, para luego poder ocultarlo. En ese sentido, el mentiroso muestra un cierto respeto por la verdad.

 

Por otro lado, si el terruqueador es una persona no muy brillante, sí suelo pensar que realmente cree que Mendoza es terrorista. A diferencia del mentiroso, esta persona no es capaz de darse cuenta de la obvia falsedad de dicha afirmación, ni del daño a la reputación que genera. Y, sin embargo, en cierto sentido el bobo también tiene respeto por la verdad. Él, responsablemente, busca informarse con fuentes confiables, y cree que efectivamente las ha conseguido. Y si sus fuentes le dicen que Mendoza es terrorista, bueno pues, ya está. No hay nada más que indagar. El problema es, evidentemente, que no sabe que ha depositado su confianza en las personas equivocadas. Y lo que es peor, cuando ocasionalmente se da cuenta de que ha sido manipulado, se sorprende y decepciona, pero luego vuelve a poner el mismo canal y a alimentarse de las mismas mentiras con las mismas fuentes. El bobo está genuinamente convencido, y por eso se activa, sufre, se indigna, y discute vehementemente. El daño que causa puede ser terrible, pero en cierto sentido inspira ternura. Se dice que el teólogo medieval Jan Hus exclamó ¡Oh santa simplicidad! al ver a una anciana que devotamente se acercaba a añadir un pequeño trozo de leña a la hoguera donde él estaba siendo quemado.

 

Existe también un tercer grupo, que se distingue de los dos primeros por su total desdén por la verdad. No sé qué palabra usar para describirlos. La banda británica Pink Floyd, en toda su genialidad, llama a los mentirosos sin escrúpulos perros, y a los bobos que los siguen ovejas. A los terceros los llama cerdos. A falta de un término mejor, los voy a llamar así. En el caso que nos ocupa, el cerdo cree que no cree que Mendoza es terrorista. Pero cuando se le confronta con preguntas y hechos, termina concediendo que en realidad no lo tiene muy claro. Aún así, y esto es lo crucial, no se ocupa en buscar claridad, sino que deliberadamente sigue difundiendo la afirmación de la que duda, pues esto le conviene para algún otro propósito. El cerdo se siente a gusto en el lodo de la confusión.

 

Roger Waters, autor de las letras de las canciones en las que se desarrolla esta tipología, señala que lo triste del cerdo es que se desenvuelve con la autoridad de un perro, y cree que estos realmente lo han aceptado como miembro de su grupo. Pero no sabe que en verdad está siendo tan manipulado como las ovejas: Your’re nearly a laugh/You’re nearly a laugh/ But you’re really a cry.

 

Mi primera idea para esta columna no era centrarme solo en el terruqueo, sino aplicar estos conceptos a otras ideas absurdas tales como ‘la privatización de las vacunas’, ‘Sagasti genocida’, o ‘la vacuna de Sinopharm no sirve’. Por falta de espacio, tendré que dejar estas aplicaciones prácticas como ejercicios para el lector.

 

[Nota. El álbum de Pink Floyd con estas canciones es el Animals. Harry Frankfurt, en su libro On Bullshit discute esta contraposición entre mentira y desdén por la verdad]

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

Para utilizar una metáfora deportiva, podríamos decir que las elecciones ya van definiendo dos semifinales: una en la izquierda entre Yonhy Lescano y Verónika Mendoza, y otra en la derecha entre Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga.

La semifinal de la izquierda la viene ganando Lescano con amplia ventaja. Según la última encuesta de Datum, publicada hoy, el candidato de Acción Popular (13%) duplica la intención de voto de la lideresa de Juntos por el Perú ((6%). Lescano tiene más experiencia política, es curtido en el juego de los mensajes efectistas y populistas, es muy conocido y además su camiseta pesa (la marca Acción Popular es fuerte); en cambio, Mendoza se ha dedicado a hacer una campaña ideologizada, que no cala, y además su camiseta es poco conocida (hay gente que la sigue asociando al Frente Amplio).

En la semifinal de la derecha la cosa está más peleada. Datum muestra a ambos (Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga) empatados en 7%. Es de difícil pronóstico. Es probable que el candidato de Renovación Popular esté llegando a su techo, sobre todo si sigue creyendo que aquello de estridencia que le sirvió para crecer (estaba en 3% en la encuesta anterior), le va a servir para mantenerse, que es más difícil. En cambio, Keiko juega a la segura. Viene creciendo lenta, pero sostenidamente. No puede mostrarse disruptiva porque afecta el mensaje esencial de su campaña que es que ella ha cambiado y no es la Keiko desaforada que se tumbó a PPK. Ella, además, tiene voto escondido. Si mañana fuesen las elecciones, creo que la lideresa de Fuerza Popular pasaría a la segunda vuelta con un gol con el tiempo cumplido.

El centro no juega. Forsyth y Guzmán siguen cayendo. La polarización social que vive el país diluye el centro. La simultaneidad de crisis (sanitaria, económica, política y social), radicaliza al electorado. Recién en la segunda vuelta, el centro volverá a jugar su propio partido. Hoy sale sobrando.

¿Ya está todo dicho? No, Cuatro semanas es una barbaridad de tiempo. Recién estamos en los iniciales veinte minutos del primer tiempo. Un error, un traspiés, un chicharrón, un escándalo, una denuncia fuerte, etc., pueden tumbarse a un candidato. Y hay todavía margen de crecimiento de algunos. César Acuña y el propio Hernando de Soto han mejorado su performance mediática y política en los últimos días y no está descartado que empiecen a subir. Falta mucho.

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